En todo el rato que se tardaron recogiendo los útiles que les hacían falta para ese año, Reyna y Liam la actualizaron de los encuentros que tuvieron en la Mansión Malfoy y de aquellos pequeños chismes de las personas a su alrededor. Emily no tardó en soltarles a aquella parte de su grupo de amigos todo lo que había hecho y lo que había sucedido con el trío de oro y la familia Weasley, sin omitir un solo detalle. Aprovechó que, cuando fueron a buscar a Pansy y Reyna, Narcissa y Lucius tuvieron que acudir al Callejón Knockturn a hacer sabrá Salazar qué, ya que todos sabían que no debían preguntar.
—¿Así que como tal, fue Peter Pettigrew quien reveló al Señor Tenebroso la ubicación de los Potter? ¿Era él el Guardián Secreto? —pregunta Liam, comiéndose unas frituras que robó a un niño pequeño cuando se volteó hacia su padre.
—Sí —dijo ella, asintiendo. Serena frunció el ceño.
—¿Creen que Él pueda estar regresando de verdad? —pregunta ella por fin—, digo, no le creo ni pío a... James —dice y al instante se arrepiente de llamarle así—, porque es un gilipollas que piensa con la cabeza que tiene entre las piernas, pero, ¿no haría algo de sentido?
—No entiendo tu punto —dice Draco, acariciando levemente su hombro. Tenía el brazo apoyado en sus dos hombros, gesto que ya era común para ellos.
—Papá Lucius y mamá Narcissa están más raros que de costumbre, desaparecen y reaparecen a altas horas de la madrugada, hablan en susurros en el despacho de papá Lucius y cuando nos acercamos a preguntar algo nos miran con cara de haber visto un fantasma —explicó ella. Todos la escuchaban atentamente—. Hay algo que no me cierra. Sé que quizás sea paranoia, pero, ¿ustedes no sienten que es mucha casualidad?
—Siento que no deberíamos de estar hablando de esto aquí —dice la rubia, mirando a su amiga con el ceño fruncido, pensativa—, ahora de repente siento como si las paredes tuviesen oídos y todos nos estuviesen mirando. ¿Podemos esperar a llegar a casa?
Serena asintió, caminando a la par de los demás, pero se detuvo repentinamente. Todos se volvieron hacia ella, pero ella mantenía la vista de frente, de repente rodando los ojos. Emily entornó los ojos hacia adelante, pero se tensó al ver a una alegre familia Weasley con el trío de oro. Le hizo señas a sus amigos para voltearse y seguir su camino, pero para cuando empezó a caminar en dirección contraria ya era muy tarde.
—¡Emily, cariño! —gritó la voz dulce de la señora Weasley—, ¡te he buscado desde hace un rato! ¿Te ha pasado algo?
La de ojos verdes suspiró y se volteó, al tiempo que sus amigos lo hacían también. Distinguió las miradas de odio de todos menos de Ginny, Arthur y Molly, cosa que casi la hace rodar los ojos. Liam, más bien divertido, le pasó un brazo por los hombros y le musitó un "relájate, ya los perderemos de vista".
—Oh... Ya veo que te has encontrado con tus amigos —dice ella con tono comprensivo.
—Sí, lo ha hecho —afirma una voz firme tras ella. Se voltea de inmediato y casi salta a los brazos de Narcissa Malfoy al momento en el que entró en su campo de visión, pero en su lugar le dio una sonrisa pequeña pero amorosa, que ella devolvió en su dirección.
—Lucius —comenta Arthur en dirección a su padre de crianza.
—Arthur Weasley —dice él, arrastrando las palabras con un tono altivo y burlón.
—¡Ya veo que todos nos conocemos! —exclama Reyna, con un brillo de burla en sus ojos—, ¿queréis unos cafés, también, así os sentáis a chismear como dos viejas vecinas?
—A mí me interesa un té —le guiña el ojo George, quien siempre había demostrado un leve interés en su mejor amiga.
—¿Vienes con nosotros, Emily? —le pregunta la señora Weasley, con un deje de esperanza en su voz. Ella hace una mueca, apenada de tener que dejar a una de las pocas personas que la trató bien en Grimmauld Place.
—Nuestra pequeña prefecta debe ponernos al día —dice Lucius al instante, quitando el brazo de Liam y apoyando una mano en el hombro de Emily, en instinto protector—, pero gracias por cuidarla en nuestra ausencia, Weasley.
—¿Pequeña prefecta? —nota que se le escapa un tono de sorpresa a Hermione, casi haciéndola reír.
—¿No os habéis enterado? —finge sorpresa Lucius—, Draco y Emily son los prefectos de quinto año.
—Qué curioso —murmura Arthur—, Ron y Hermione son los prefectos de Gryffindor.
—Quizás si no hubieseis estado tan absortos celebrando los logros de aquellos dos pudierais haberle preguntado a Emily si lo sería o no —replica él, con desprecio en su voz. Arthur iba a responder, pero Narcissa se apresuró a intervenir y con su gesto serio y elegante habló.
—Supongo que nos veremos, Arthur, Molly —dice ella, sin una pizca de ganas de verlos de nuevo—, adiós.
—¿Serena? —menciona ella con sorpresa—, ¿no vendrás con tu hermano?
La pelirroja casi se le echa a reír en la cara, pero se contuvo. En su lugar, miró a Harry directo a los ojos.
—Él no es mi hermano —escupió sin dejar notar ningún tono de voz—, dejó de serlo hace mucho tiempo. La sangre es lo único que nos une.
Y con eso, los demás echaron a andar, con Narcissa y Lucius por el frente. Cuando estuvieron a una distancia prudente, Emily sonrió de oreja a oreja y se lanzó a los brazos de sus padres, contándoles todo acerca de sus vacaciones y ellos la escucharon atentamente. Vio a Draco de reojo murmurar unas cosas contra el oído de la pelirroja, quien se notaba bastante desanimada, mientras que Pansy y Liam reían a carcajadas con los chistes de Reyna.
Por fin podía decir que se sentía en casa. No quería regresar a Grimmauld ni aunque le pagasen todo el dinero del mundo.
Mágicamente, apareció la elfina de Reyna. Emily dio un respingo del susto y le dio una sonrisa dulce a la elfina, quien obedecía a todos como si fuesen sus amos por órdenes de Reyna. Vaya, incluso a ella la había extrañado.
—Hola, Star —dice la pelinegra, sonriéndole.
—¡Ama Reyna! —chilla ella—, ¡un placer verla! ¿Algo en lo que la pueda complacer?
—¿Podrías teletransportarnos a la Mansión Malfoy, por favor? —pregunta ella con voz dulce—, no tenemos muchas ganas de caminar y tampoco quiero llenar mi ropa de hollín.
—¡Con gusto, Ama Reyna!
Y con un clack aparecieron en la entrada de la Mansión. Emily suspiró, sabiendo que no vería su equipaje de vuelta hasta entrar a Hogwarts, ya que estaba segura de que Molly se la enviaría con alguno de sus hijos, pero tampoco le preocupaba mucho: la ropa más importante para ella estaba en su habitación de la Mansión.
—Bienvenida de vuelta, Em, cariño —dice Narcissa con tono cariñoso—, se sintió tu ausencia.
—Gracias, mamá —dijo ella, sonriendo de boca cerrada.
—¿Vienes o planeas comer algo antes de subir? —le pregunta Serena, a lo que ella se voltea, sorprendida de verla ya en la escalera.
—Voy —dice enseguida, apresurándose a seguir a sus amigos.
Cada uno se dividió y fueron a sus habitaciones a cambiarse la ropa por algo más cómodo y menos sudado. Emily entró a su habitación y fue feliz al ver que todo estaba tal y como lo dejó la última vez que se apareció en la Mansión. Vio sus libros favoritos en su estantería, su armario cerrado, su cama con su manta preferida, su mesita de luz con la lámpara que utilizaba desde que tenía de uso de razón.
Esto sí era sentirse como en casa.
Se cambió la ropa por una falda negra que le llegaba por debajo de las rodillas junto con un suéter blanco por dentro de la misma. No combinaba mucho, pero era lo más cómodo que tenía allí y fueron de las prendas que más extrañó.
Se dirigió corriendo a la habitación de Draco, ya escuchando sonidos desde el interior. Golpeó dos veces y obtuvo un silbido como respuesta, abriendo la puerta y viendo al resto de sus amigos sentados en distintas partes de la habitación. Serena, Liam y Draco estaban en la cama, mientras que Reyna husmeaba en el armario y Pansy se lavaba el rostro en el baño.
Se sentó en la silla giratoria del escritorio del rubio y rodó hasta quedar en frente de la cama. Pansy se apresuró a secarse la cara al notar que ella había llegado y se tiró en el piso con la excusa de que tenía calor, aprovechando para jugar con los pies descalzos de Emily.
—Sere —dice Emily, a lo que ella voltea los ojos de inmediato en su dirección—, ¿tienes alguna prueba de que el Innombrable pueda estar de vuelta?
—No hay nada contundente —dice ella, colocándose los codos sobre las rodillas—, es decir, son solo hipótesis vagas lo que tengo, basándome en las actitudes de Lucius y Narcissa y en las palabras de James.
—Pero eso es una locura —determina Pansy, frunciendo el ceño—, es decir, ¿el Señor Tenebroso? ¿No fue que Potty Potty hizo su maravillosa magia y lo venció?
—En verdad nunca se encontró prueba alguna de que estuviese muerto —dice ella, buscando algo en las gavetas de la mesita de luz. Sacó una libreta vieja y amarillenta—. Estuve anotando todos los sucesos, ¿sabes? Busqué y recolecté toda la información que pude conseguir, pero en ninguna parte se habla sobre su cadáver. Tampoco es extraño que no haya cadáver, me refiero, es normal en el mundo de la magia que pasen cosas extrañas, pero si la maldición asesina se supone que rebotó, ¿no debería haber algún resto? —Emily nota la determinación en su voz y se inclina hacia delante, viendo cómo ella le ofrece sus anotaciones a Pansy—. Además, no hubo testigos del suceso más que mis padres, quienes fueron asesinados esa misma noche, y ellos ni siquiera lograron llegar a ver a Harry vencerlo, por lo tanto nadie puede confirmar como tal que sucedió con él —los ojos verdes de la pelirroja se posan en Emily—, y con lo que me ha dicho Emily acerca de Colagusano, entonces eso explicaría su paradero. Si fue un leal mortífago infiltrado en la Orden, probablemente fue corriendo a buscar a su amo.
—Pero la única persona registrada que sobrevivió a la maldición asesina fue San Potter —replica Liam, esta vez serio—, ¿qué mierda pudo haber hecho el Innombrable para revivir después de que la maldición rebote? No tiene ningún sentido.
—Esa es la parte de la historia que no me cierra —dice la pelirroja con un resoplido—, pero sospecho que hay algo detrás. ¿Sabéis que en la Sección Prohibida de la biblioteca los libros de Magia Oscura hablan de manera muy superficial de todo? Claramente, al estar en un colegio, tienen miedo de que esa información caiga en manos del próximo Innombrable. Sin embargo, las pocas veces que he entrado al despacho de papá Lucius, he podido detallar que tiene distintos libros de Magia Oscura. No quise preguntarle si podía llevarme alguno porque me da miedo su reacción, pero quizá si logro infiltrarme sin que me note pueda llevarme algún libro.
—Pero no sabes qué es lo que estás buscando —dice la rubia, con el ceño fruncido por la información tan repentina—, ni siquiera sabemos si existe lo que sea que estés buscando.
—En uno de los libros que leí en la Sección Prohibida encontré una palabra rara —dice ella—. Indagué en todos los libros que habían pero solo encontré menciones superficiales, sin explicación alguna sobre qué era, así que solo me quedé con la duda. Pero ahora tengo sospechas profundas de que eso tiene algo que ver con su regreso.
—¿Qué palabra era? —pregunta Reyna, sumergida en pensamientos.
—Ese es el problema —murmura ella—, sé que era una palabra con "H", pero es que no tengo idea de cuál. Lo intenté todo este verano intentando recordar, pero no lo sé. Es la primera vez que me falla mi memoria fotográfica, pero lo intento asociar con el hecho de que me leí esos libros en tercer año.
—Entonces no estás preguntando nada —dice Liam, mirándola fijamente—, estás segura de que quién-tú-sabes está de vuelta.
—Sí y no —musita con una mueca—, no es nada confirmado, pero ese es mi presentimiento. Y mi presentimiento me indica también que vuelve más fuerte que nunca.
—Entonces lo que se viene son tiempos oscuros —dice Draco entre dientes, a lo que Emily notó de inmediato que no estaba contento en absoluto con eso.
—Nos van a hacer unirnos a él —dice Pansy, sentándose de golpe—, si ese cabrón está de vuelta, cuando cumplamos los diecisiete, nos forzarán a unirnos a él. Lo sé, Merlín, puedo sentirlo.
—No te apresures —dijo la pelirroja, de repente pálida—, no quiero pensar en negativo. Quiero pensar que estoy sobrepensando las cosas.
—Pero yo no quiero ser una mortífaga —niega Emily con la cabeza de inmediato—. Es decir, sí, odio a Harry Potter con mi ser y mi alma, pero tampoco quiero tener que asesinar muggles a diestra y siniestra, mucho menos torturarlos. Me niego.
—¿Tenemos que pensar en esto ahora? —masculla Reyna, pasándose las manos entre los mechones de su cabello—, quiero disfrutar mi último día de vacaciones en paz, por favor. Ya nos frustraremos por Harry Potter, el Innombrable y el resto de pandillas en otro momento, por favor, dejen el tema de lado —suplica.
Y por mucho que sepa muy bien ocultarlo, Emily sintió miedo.
Sintió miedo porque era una adolescente y no estaba preparada para cargar el peso de asesinatos y torturas sobre sus hombros.