MISÈRE

By Mareallea

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Elizabeth Grace. Una mujer joven, con sueños y un esplendoroso futuro. No necesita dinero porque para eso tr... More

Advertencia + Sinopsis
PRÓLOGO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40

CAPÍTULO 18

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By Mareallea

Ragnar

Elizabeth Grace

20 de octubre

Los animales salvajes se caracterizan, aparte de por su salvajismo, también lo hacen por sobrevivir por sus propios medios. Buscan su alimento, cazan, se cuidan. Se puede decir que son la representación del riesgo y el peligro. Ellos viven en libertad y prácticamente permanecen escondidos, alejados de los humanos por el miedo, el mismo miedo que hace que los humanos se mantengan alejados de ellos. O si no, solo por considerarlos una amenaza, los matan. 

Eliminan lo que desconocen. Lo que no entienden. Lo que contiene un gran riesgo de exterminarlos. 

Mi vida ha estado llena de animales salvajes y de humanos que destruyen lo que desconocen. El peligro siempre ha estado allí, rodeándome, acercándose cada vez más, asfixiándome de a poco. Tal vez ese es uno de los miedos que a Magdiel tanto lo carcome desde adentro, eso y que descubra todo. Para nadie es un secreto que el peligro que me rodea es culpa de Magdiel, para nadie es un secreto que a pesar de todo sigo siendo una grave debilidad de él. Y es por eso que siempre me atacan a mí. 

—Llegué. —anuncio, haciendo ruido con la llave para luego tirarla a la mesita donde están las otras llaves. 

Los pasos de papá se escuchan y pronto está frente a mí, con los brazos extendidos en mi dirección. Finjo una sonrisa y lo abrazo. Me estruja contra su cuerpo con fuerza. 

—Has estado mucho tiempo lejos. —murmura. 

Me separo de él. 

Estoy maldita. Un tanto exagerado, pero sí. 

—El domingo se llevará a cabo la fiesta, ¿te parece?. —digo cambiando de tema. 

—Estoy de acuerdo. —pasa su mano por su cabello negro. Fijo mi mirada en los ojos grises de Magdiel, son tan distintos… —Elizabeth, ¿estás bien?. 

—Sí, estoy bien. 

Frunce su ceño en mi dirección, y cuando veo que dirá algo, actúo rápido y subo las escaleras hasta entrar en mi habitación. 

Le dije a Alexander que vendría a la mansión de mi padre, pero no me sentía segura cuando tenía la ligera sospecha de que haya sido Magdiel quien envió a que me inyectaran quién sabe qué, por lo que fui a dormir a un hotel hasta hoy. Es un poco ilógico considerando que siempre he sido una maldita debilidad, sin embargo en momentos así debo tener todas las opciones en consideración. 

Yo no sé si me toman por estúpida o ingenua que me extraen sangre y creen que no me daré cuenta. Estaba completamente despierta cuando el doctor metió la aguja en mi piel y Alexander solo observaba. Le dije que no quería ir a un hospital, tal vez debí especificarle, como a un niño, que eso incluía a los doctores. Llevo demasiado tiempo lidiando con el peligro que hasta tener un cuchillo bajo mi almohada deberían esperarse. No acostumbro a dormir mucho, y menos cuando estoy en un lugar que no conozco, además de que desconozco a Alexander, no confío en él. 

Tocan la puerta y luego de decir que puede pasar, entra una mujer con una caja en sus manos. 

—Le ha llegado esto, señorita Grace. 

—Gracias. 

La empleada se retira y coloco la caja en la cama. Tiene un lazo azul y la caja en sí es celeste. Muerdo mis uñas con nerviosismo. No sé si abrirlo o qué. 

A la mierda. 

Suelto el lazo y abro la caja. Es un vestido plateado de tiras, es hermoso. Lo levanto y veo una tarjeta debajo, es blanca y tiene un marco negro haciendo que sea muy bello. 

Querida Elizabeth, 

Me complace regalarle este hermoso vestido digno de alguien con un cuerpo como el suyo. 

Me he dado cuenta de que el gris definitivamente es su color. Espero verla en la fiesta de recaudación con él. 

Su fan silencioso y admirador secreto, 

—B

Tuerzo la boca y vuelvo a guardar todo, para después ponerlo en un rincón del closet. Quedé de verme con Brenda, así que hoy saldré, me relajaré y gozaré una noche junto a mi mejor amiga. 

Busco lo que me pondré y una vez lista voy hacia el primer piso, sin decirle nada a nadie, salgo de la mansión. Mi auto está estacionado afuera, cerca de la entrada, entro en él, lo enciendo y lo pongo a andar para alejarme de este lugar. Las calles están poco transitadas y no sé si es algo normal o si debería preocuparme dado la hora que es. El GPS me guía hasta llegar a un establecimiento con grandes letras por fuera en dorado que dicen "Aradise". Ni idea de qué es eso. Estaciono y bajo. 

El valet parking se lleva mi auto y yo doy leves pasos hacia la entrada. El guardia me detiene y su mano se posa justamente en mi pecho derecho. Bajo con detenimiento mis ojos a su mano y de un manotazo se la quito, para después darle una mirada de advertencia. 

—Lo vuelves a hacer y te lo corto. —siseo haciendo que el guardia trague grueso. 

Tomo un respiro y relajo mis hombros haciendo círculos con ellos llevándolos de adelante hacia atrás unas dos veces. 

—Lo siento, señorita. 

—Déjeme entrar. —ordeno dando un paso adelante. 

—Deme su mano, por favor. 

Tiene miedo, pues que lo tenga. 

De mala gana le doy mi mano. Él la toma y la voltea, dejando mis venas a la vista, mi piel está más pálida de lo normal y sé que es por los sucesos que han estado pasando últimamente. Hago como que no me afecta y veo con cautela lo que hace el guardia. Saca un aparato con muchas agujas y lo acerca a mi mano. 

—¿Para qué es?. —inquiero sonando indiferente. No me dirá nada si luzco muy preocupada, no se arriesgaría a perder un cliente. 

—Es algo que el jefe le manda a poner a los clientes, es solo precaución para quien se atreva a ingerir alguna sustancia que no sea alcohol. —responde enterrando las agujas en la piel, haciendo que cierre los ojos. 

No duele mucho, pero se siente raro. Escucho que presiona el gatillo y algo sale de la máquina en su mano e ingresa a mi cuerpo. 

—¿Y qué hace a los que ingieren droga?. 

—Terminan en el hospital. —dice— Si alguien entra aquí con alguna sustancia extraña dentro de su cuerpo y esto se le ha sido inyectado, también terminará en el hospital. O al menos terminará muy mal. 

—¿Aquí no aceptan que ingieran drogas?. 

—Es una estricta norma, nada aparte del alcohol puede ingerirse. 

—Ya. 

El guardia quita la cinta y me deja pasar. Paso mi mano por el sitio en el que me enterraron las agujas, lo miro y con la poca luz puedo ver un cuadrado con varios, pero más pequeños, cuadros dentro de sí mismos. Dije que nunca me haría un tatuaje y parece que me han hecho uno sin darme cuenta. Joder. 

Al entrar por completo en la discoteca la música electrónica de volumen alto ataca mis oídos. Hay colores rojo y azul chocando contra las paredes, las personas están bailando sin control y la piel les brilla por el sudor que les recorre el cuerpo. Hay un segundo piso y supongo que es la zona VIP puesto que solo hay una relativa cantidad de personas. Un hombre de camisa blanca y cabello negro está en el barandal mirando hacia abajo, a la multitud de personas, tiene un vaso de vidrio en su mano izquierda y una expresión inexpresiva en su rostro. Su mandíbula está ligeramente tensa, al igual que sus brazos, se le nota en la camisa que ya no da para más. Sus ojos conectan con los míos y las luces azules y rojas no me permiten saber su color de ojos. 

Lleva el vaso a sus labios y bebe sin quitar sus ojos de los míos. Él asiente como si estuviera confirmando algo y luego se quita del barandal. 

¿Qué putas fue eso?. 

Siento unos brazos rodearme la cintura con fuerza casi dejándome sin aire. Me volteo rápido y le regreso el abrazo. 

—Te extrañé, bella. —afirma Brenda sonriendo. 

Nos separamos y me fijo en que trae uno de los vestidos que se compró hace casi una semana. Le queda muy bien, cabe recalcar, pero sinceramente a Brenda le queda todo bien. 

—¿Qué es este lugar?. —pregunto aunque es una pregunta totalmente estúpida. 

—No lo sé, solo es un lugar para divertirse y dejar a los hombre de mierda atrás. —responde quitándole un shot a un mesero que pasaba cerca, para después beberlo todo de golpe. 

—Amiga, pero ¿Quién te ha lastimado?. —digo entre risas. 

—Un Marc de mierda. —confirma y mi boca se abre en asombro. 

¿Es el mismo Marc que conozco?. 

—¿Qué Marc, Brenda?. —inquiero llamando su atención y ella parece darse cuenta de lo que ha dicho porque susurra un "ups". No responde y decido insistir— Brenda, ¿hablas de Marc Pilgrim?. —más silencio— ¡Brenda! ¿Es Marc Pilgrim?. 

Bufa, gira los ojos y traba su mirada en el techo, como si del cielo le fuese a caer la respuesta. 

—Que sí, que sí es el idiota de Marc Pilgrim. 

—¿Hace cuánto salen?. 

—Hace unas semanas. —enfoca sus ojos en los míos— ¿Por qué?. 

—Porque me besé con él, fue sin importancia… —ahora soy yo quien toma un shot y se lo bebe de golpe—. Pero yo me besé con Marc. No fue nada, literalmente fue porque pensé que era otra persona la que iba a entrar y… 

Veo su expresión, se nota indiferente a lo que le digo. 

—Oh. —es lo único que sale de su boca— Ya qué, fue solo un beso y él es un idiota de primera, no vale la pena. 

—Bien. 

Parece que las palabras de Brenda, que hace parecer verdades, no lo son. Creo que ella sí cree que vale la pena, pero nunca lo dirá en voz alta aun siendo yo su mejor amiga. La conozco y no le gusta tener que hablar o sentir que debe desahogarse con alguien acerca de un hombre porque de otra forma explotará. Aunque a veces es mejor desahogarse antes de explotar, lo digo por experiencia. Ya sea sola o con alguien, hay que encontrar una manera de gritar lo que sentimos, de expulsarlo todo, no guardar todo, no, eso es malo. Hay que dejar salir todo antes de explotar con quien menos queremos, donde menos queremos y cuando menos queremos. 

—Te está mirando. —murmura de pronto Brenda. 

—¿Quién?. —pregunto confundida. 

—El jefe de la disco, el hombre de la zona VIP. —señala con sus ojos hacia arriba disimuladamente. 

La abrazo y nos hago girar en el proceso haciéndome quedar en el sitio donde ella antes estaba, y así tener una mejor vista hacia la zona VIP. En efecto, el hombre de antes me está viendo y parece ser que él es jefe de "Aradise". 

—Vamos a bailar. —pide Brenda. 

—Ve tú, luego te alcanzo. —le digo palmeandole el hombro. 

—Ten cuidado, Eliza, he escuchado que es peligroso. —me susurra al oído y se va a la pista de baile, pero sé que no me quitará en ningún momento los ojos de encima hasta que no me vea regresar sana y salva a su lado. 

Empiezo a caminar hacia la escalera y me detengo cuando veo al guardia de afuera. 

—Te lo corto. —amenazo.

El guardia palidece y le da una mirada al jefe de la discoteca, él asiente y me dejan subir. No sé quién diablos sea ese hombre, sin embargo parece ser que él sí sabe quién soy yo. Subo escalón por escalón, cada vez el pecho se me aprieta más, siento la amenaza de que me quedaré sin oxígeno y que voy a descubrir el peor secreto del mundo. 

—Elizabeth Grace. —pronuncia cuando me encuentro frente a él y veo un atisbo de sonrisa mostrarse en su rostro. 

—Creo que yo no tengo el placer no grato de saber quien es usted. 

—Ragnar Hri… Hilton. 

Entre cierro mis ojos, pero recobro mi compostura de inmediato, enderezando la espalda y levantando el mentón. 

—Ragnar… un nombre bastante particular a mi parecer. —suelto y miro a mi alrededor. 

Solo hay meseras que llevan los cócteles o el ron o el whiskey a las mesas que lo piden. Las personas parecen absorta en sus conversaciones, pero una vez escuchan mi voz nos prestan más atención de la debida. 

—Elizabeth es un nombre muy bonito. —elogia y sonrío. 

—Gracias. 

No tengo ni idea de cómo entrar al tema. Joder, llevo mucho tiempo fuera del ruedo. Hasta alguien de setenta y cinco años sabe hacer esto mejor que yo.  

—¿Beberá algo?. 

—No. 

—Bueno, ¿entonces qué hace aquí?. 

Aprovecho su pregunta. 

—¿Qué hacía usted viéndome por tanto tiempo y con tanto descaro?. 

—Creo que se está dando más protagonismo del necesario, Elizabeth. 

—No creo que sea así considerando que no había nada mejor para ver en ese lugar, y en caso tal de no verme a mí, ¿entonces que sí veía?. 

—Veía a mis… 

—Clientes. —termino por él y doy dos pasos adelante, colocando mi dedo índice en su pecho— ¿Cree que me tragare esa mierda de que veía a sus clientes? No sea cobarde y admita que me veía a mí como un maldito acosador, hijo de puta. 

—¿Eso quiere?. —pregunta. Mira hacia otro lado. 

Intento mantener la calma cuando deja caer el vaso que sostenía al suelo, quitar mi dedo de su pecho y empujarme hacia atrás hasta que mi espalda choca contra el barandal de vidrio. 

—Está dando todo un espectáculo, Ragnar. —sonrío. 

—Y usted lo ha provocado, pero aquello es lo que quería, ¿o no es así?. 

Se presiona más contra mí y logro sentir su dureza contra mi vientre bajo. Maldita sea, me gusta. 

—¿Qué más podría desear que provocar al jefe de esta discoteca?. 

Sonríe y se acerca a mi oído. 

—Permitirme follarla. —susurra, su aliento pegando contra mi piel expuesta. 

—Una excelente propuesta de no ser porque estamos en su lugar de trabajo, además de que no lo conozco de nada. 

—Pero yo sí la conozco. 

—Dudo que de verdad lo haga. 

Se separa de mí y le doy una mirada rápida a las personas de nuestro alrededor. Todos regresan su atención a lo que hacían antes, pero más que por respeto, creo que es por miedo y me aterra a mí pensar que no es por Ragnar. ¿Qué saben ellos de mí que yo no?. 

—He escuchado que hay veces que el sexo es mejor con alguien que no conocen. 

—No concuerdo con eso. —murmuro. Estoy dispuesta a llegar a otro extremo en esta conversación, pero en serio, quiero disfrutar algo sin peligro alguno aún cuando parece que aquí corro más peligro que en cualquier otro sitio— Sin embargo apreciaría que alguien se ofreciera a enseñarme esta hermosa zona VIP, ¿Acaso no cree usted, Ragnar, que a una dama deben mostrarle un sitio al que fue invitada?. 

—¿Y fue usted invitada a este lugar?. 

—Oh, claro que sí, pero no encuentro a la persona que lo hizo. Una lástima. 

—Sí que lo es, pero tiene usted suerte de haber encontrado a una de las personas que mejor conoce este lugar. 

—Vaya, pero es que yo tengo una maravillosa suerte. 

Me tiende la mano, sin embargo no se la tomo, le digo que avance y eso hace. Yo lo sigo a centímetros de distancia y nos adentramos por un pasillo oscuro que luce aterrador. 

—Tienes amenazado a mi guardia. —susurra dando una mirada hacia atrás, yo hago lo mismo y veo a varios hombres mirarnos desde el inicio del pasillo— No te harán nada, nadie aquí puede. 

—¿Cómo estás tan seguro?. 

—Solo lo estoy. 

Seguimos avanzando hasta que Ragnar abre una puerta. Pone su mano en mi espalda y me empuja hacia el interior. Las luces se encienden apenas doy un paso dentro y una habitación queda iluminada frente a mí. La mayoría de las cosas son blancas y me hace extrañar estar en la habitación de Alexander, no es tan colorida, pero alterna entre los colores al menos. 

—¿Por qué tienes que inyectarle una sustancia a tus clientes antes de entrar?. —pregunto mirando todo. 

Debo aprovechar hasta lo más mínimo para conseguir información. 

—Precaución. —afirma— ¿A ti te lo inyectaron?. 

Asiento haciendo que de inmediato él frunza el ceño. Toma mi mano con fuerza y deja la parte con el cuadrado impregnado en mi piel visible, pasa su dedo con una delicadeza de otro mundo y aún así un fuerte dolor me ataca, haciendo que quite mi mano de entre las suyas. 

—Eso dolió, hijo de puta. —me quejo y llevo mis ojos al sitio de mi mano, es entonces cuando noto que la zona se encuentra roja. 

—No tendría porqué. —susurra tan bajo que apenas puedo oírle. 

Ragnar cambia su expresión de manera rápida y se acerca un par de pasos. Cuando está frente a mí y muy cerca lleva su mano a mi espalda y busca el cierre del vestido. Al encontrarlo lo baja y siento su tacto contra mi espalda haciendo que me estremezca. 

Me hace girar, dejando mi espalda descubierta ante sus ojos. Toma mi cabello y lo hace a un lado de mi cabeza por encima de mi hombro. Baja la manga del vestido de mi hombro izquierdo y acerca su rostro al sitio. 

—Eres más importante de lo que piensas, Elizabeth. —susurra en mi oído, haciéndome dar un respingo. 

—¿Ah sí? ¿Cuánto?. 

—Más que cualquier cosa existente y por existir. 

Me besa el hombro y empieza a descender por mi espalda. Sus besos son suaves y húmedos. 

—¿Y por qué lo dices?. 

Se detiene y siento su mano viajar por mi cuerpo hasta llegar a mi vientre bajo y empujarme hacia atrás, haciéndome chocar contra su cuerpo. Su erección la siento contra mi espalda baja. Giro levemente mi cabeza a un lado y miro hacia arriba encontrándome con sus ojos observándome. Me alejo de él y veo detenidamente como va por una bebida al otro lado de la habitación, para después volver a mí y tendermela. No la tomo, así que él se echa del vaso que me tendía antes a otro y lo bebe, dándome a entender que no contiene nada raro. La agarro y le doy un trago, sabe amargo lo que hace que haga una mueca. 

—Porque de ser diferente no estarías viva. —responde luego de verme tragar. Quedo de espaldas a él cuando pongo el vaso sobre un mueble. 

Mi corazón late descontrolado con sus palabras y me afirman cosas a las que creí no tener respuestas. 

—¿Quién eres realmente, Ragnar?. —inquiero volteandome. 

Llevo mis manos a los botones de su camisa y empiezo a desabrocharlos de manera lenta mientras espero su respuesta. Sonrío cuando da una larga y profunda respiración al momento de llevar mi mano a su miembro por sobre la ropa y apretarlo ligeramente. 

—Juegas con fuego, Elizabeth. 

—Claro que lo hago, siempre tengo el control sobre el fuego. 

Alejo mi mano de su erección, lanzo la camisa que él tenía puesta a algún lado de la habitación y decido inspeccionar el sitio. Siento su mirada sobre mí, pero no me detengo a voltear a verlo y apreciar su cuerpo. Camino hacia un cuadro y me detengo a ver la pintura de una mujer rubia de ojos verdes, está sentada en una silla con diseño de trono y un hombre se encuentra de pie detrás de ella, con las manos sobre el borde de la silla, su cabello es negro y sus ojos también son verdes, o eso es lo que supongo porque desde mi posición no lo logro ver bien. Ambos, por alguna razón, me hacen sentir una rara sensación de familiaridad. 

—¿Quienes son?. 

—No creo que quieras saberlo… —responde dando leves pasos hacia mí— aún. 

Mis ojos se pasean por el borde dorado bañado en oro del cuadro, y luego analizando a las figuras que se prestaron para la pintura. Y es entonces cuando veo la minúscula pieza que se pierde entre el vestido rojo fuego de la mujer en el cuadro. Acerco mi mano y meto mi dedo en el pequeño agujero muy bien camuflado, para así sacar la pieza que allí se encuentra. 

—Espera… —susurra Ragnar, pero lo hace tarde porque ya tengo la pieza entre mis dedos. 

—¿Qué se supone que es esto y por qué estaba tan mal escondido en un cuadro?. 

Ragnar suelta un suspiro de cansancio pero a la misma de ¿alivio? ¿Liberación?, y luego agacha la cabeza. 

—Es una base de datos del ADN de la mitad de la población en todo el mundo. 

Mis ojos se abren en asombro y concentro mi atención en la pieza entre mis dedos. 

—¡¿La mitad?!. Eso equivale a casi 3.9 billones de personas. 

¿Por qué tiene a tantas personas en una base de datos analizando su ADN? Sabía que me metería en algo peligroso al venir aquí, pude sentirlo, pero así como sentí el peligro, también sentí que podían haber respuestas y aquello es lo que necesito ahora. 

—¿A quién buscan?. —cuestiono suponiendo cosas a las que no tengo certeza sean ciertas, pero es mi única manera de jugar para conseguir información. 

—No es a quién, Elizabeth, es a quienes. 

Veo la pieza una vez más y el microchip rojo brilla ligeramente, cuando la luz da con la parte dorada que habita en él. 

—¿Por qué me dices todo esto?. —inquiero. Necesito salir de aquí y creo que sé cuál es la mejor forma. — ¿Por qué si dices que buscan a varias personas y es tan importante tu propósito?. ¿Por qué decírmelo a mí, que no soy nadie dentro de sus planes? ¿Por qué contarle todo a una persona que no conoces, en la que no confías por nada?. ¿Por qué decirle a una don nadie que tienes una base de datos del ADN de billones de personas y que puede hasta incluir su propio ADN?. 

Sus ojos brillan un instante, solo uno, pero es suficiente para entender todo. 

—¡Toma tu mierda!. —exclamo quitando el cuadro de la pared y lanzándoselo a él con fuerza, después de haber guardado el microchip en el interior de mi vestido en el pecho. 

Ragnar ya tiene la camisa puesta de nuevo. 

Camino decidida hacia la puerta y la abro con ganas haciendo que esta impacte contra la pared, provocando que pronto varios hombres, supongo que guardaespaldas de él, se encuentren fuera de la habitación, justo en la entrada. Sin embargo se echan hacia atrás cuando se detienen a verme. 

—¡Ya lo sabes! —espeta a mis espaldas— Todo. Lo sabes todo. Y tienes todo. ¿Qué harás?. 

Lo miro por sobre mi hombro y logro ver que tiene su mano en la cabeza, supongo que por lo que le lancé. Sonrío. 

—No haré nada. Tengo cosas más importantes para hacer que investigar rarezas sin sentido, Ragnar —me concentro en los hombres frente a mí—. Quítense. —ordeno. 

Se hacen a un lado y me dejan espacio para pasar. Avanzo hasta llegar al primer piso y al momento que mis ojos dan con los de Brenda veo como vuelve a respirar. Me acerco a ella y me abraza, pero me separo antes por el olor a alcohol. 

—Creí que tendría que ir allá arriba con una ametralladora para buscarte. 

—Pues que bueno que aparecí entonces. 

Brenda asiente y lleva su mano a la cabeza como si esta le doliera. 

—Sí, creo que es momento de irnos, Brenda. 

Paso mi brazo por sus hombros y con mi otra mano tomo las suyas, ella agacha la cabeza y acelero nuestros movimientos para salir de este maldito lugar. Al llegar fuera, casi choco contra un cuerpo y automáticamente doy un paso hacia atrás arrastrando a Brenda conmigo. Es Marc. 

—Bien, bien, bien, gracias al cielo estás aquí. —susurro— Llevatela y ponla a salvo, Marc, donde le pase algo te juro que te mato. —amenazo. 

Marc me mira confundido, sin embargo carga a Brenda en brazos y empieza a caminar hacia su auto el cual, cabe destacar, es un BMW último modelo. Y lo tuve siempre en la punta de mi nariz. Lo sigo y le abro la puerta de copiloto para que meta a Brenda. Le coloca el cinturón y luego se aleja, pero antes se golpea la cabeza con la parte de arriba del auto. Torpe tenía que ser el mujeriego. 

Llevo mi mano a mi estómago cuando siento que todo me da vueltas. Maldita sea que solo me tome un shot. 

—¿Estás bien?. —pregunta. 

—Sí, sí lo estoy. —siento que pierdo fuerza y me sostengo del auto de Marc. No aquí, no aquí— No, no estoy bien. —afirmo y termino dando tres pasos adelante para luego inclinarme hacia el frente y expulsar lo último que quedaba en mi estómago. 

Siento que toman mi cabello mientras saco todo. Al terminar, Marc me da un pañuelo y es lo que uso para limpiarme. Joder, siempre termino igual, tendré que ir a fuerza con el doctor de Alexander para pedirle si encontró algo en mi sangre. 

—Gracias. Ahora llévate a Brenda lejos de aquí. —pido. 

—No estás bien, deja que te lleve a tu casa. —se ofrece. 

—No, yo me voy sola, tengo cosas que hacer. 

Me alejo de él rápido antes de que insista de nuevo. Mi cabeza es un desastre, todo en mí es un desastre últimamente y repudio la sensación por completo de sentirme frágil cuando no lo soy. Subo a mi auto y lo pongo en movimiento. 

Debo hacerlo hoy porque después no tendré tiempo. 

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