Eisherz

By leisydiaz14

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«Él está encerrado en mi sótano y yo estoy condenada a enamorarme de él.» Desde el día en que Madison descubr... More

ADVERTENCIA
PREFACIO
Capítulo 1: Malakai
Capítulo 2: Despertar
Capítulo 3: Extraño
Capítulo 4: Sonrisa
Capítulo 5: Hambre
Capítulo 6: Genio
Capítulo 8: Secuestradora
Capítulo 9: Cavernícola
Capítulo 10: Temperatura
Personajes
Capítulo 11: Aren
Capítulo 12: Reloj
Capítulo 13: Importante
Capítulo 14: Corazón
Capítulo 15: Beso
Capítulo 16: ¿Sorpresa?
Capítulo 17: Hermano
Capítulo 18: Proteger
Capítulo 19: Cita
Capítulo 20: Dibujo
Capítulo 21: Betsy
Capítulo 22: Límites
Capítulo 23: Almas
Capítulo 24: Pensamientos
Capítulo 25: Traición
Capítulo 26: Órganos
Capítulo 27: Cuento

Capítulo 7: Volar

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By leisydiaz14

¿Quieren saber qué fue lo que hice cuando vi a Eisherz flotando en el aire?

Gritar.

Sí. Gritar como si hubiera aparecido un monstruo frente a mí a punto de asesinarme a sangre fría. Porque yo no podía actuar como una persona normal frente a la persona que me gustaba. No. Yo siempre tenía que hacer el ridículo.

Pensé que no iba a ser capaz de acallar mis chillidos hasta que la mano fría de Eisherz se asentó en mis labios.

—¿Por qué gritas? —preguntó con las cejas elevadas y notablemente confundido.

Quité su mano de mi boca y retrocedí unos pasos.

—Porque estás... —lo miré de arriba abajo— volando.

—¿Las personas gritan cuando ven a otro volar? —ladeó la cabeza, pensativo.— Eso es muy raro y... ¿extraño?

—¿Raro? Raro es que estés flotando en el aire ahora mismo sin nada que te sostenga.

—Ese es el objetivo de volar, ¿sabes? —ironizó.

—Eisherz, los humanos no vuelan. —expliqué, como si no fuera lo suficientemente evidente.

—No me digas. —bajó los pies y se colocó sobre el suelo.— Ya me parecía ilógico que se pasaran todo el tiempo caminando cuando volar era más fácil.

No parecía que estuviera bromeando. De hecho, se veía un poco descolocado. No tanto como lo estaba yo. Mi estado de confusión era de otro nivel. Esto sobrepasaba todos los límites de locura.

—¿Qué eres? —no pude evitar preguntar.

Eisherz frunció el ceño.

—¿Eh?

De repente, el timbre comenzó a sonar con insistencia. Lo que me hizo percatarme al mismo tiempo, de que me tío me estaba maldiciendo desde su habitación para que lo dejara salir. Había olvidado por completo su presencia.

—Enciérrate en mi cuarto ahora. —le ordené, empujándolo hacia mi habitación.

—Se me va a quemar la lasaña. —lloriqueó cuando estábamos a punto de llegar.

—Yo la vigilo. Además, solo será un momento.

—Más te va... —y le cerré la puerta en la cara.

Lo dejaste con la palabra en la boca, estúpida. ¡Es tu primer amor! No los puedes tratar así.

Bufé. Abrí de nuevo la puerta y solo asomé mi cabeza hasta verlo en la misma posición que lo había dejado, y con sus labios fruncidos en un puchero.

No sé cómo no me derretí ahí mismo.

—Lo siento. —musité, mordiéndome el labio inferior— Ahora regreso.

Esta vez cerré la puerta con más delicadeza. No quería que pensara que estaba molesta o algo así. Caminé a pasos apresurados hacia el salón, mientras seguía escuchando el timbre con insistencia.

—¡Ya voy, joder! —exclamé, harta del maldito sonido.

Abrí la puerta y: —¿Estás bien? ¿No te pasó nada?

Mi vecina Betsy se abrió paso en mi casa en cuanto la puerta fue abierta de par en par. Me miraba con preocupación. Tenía el cabello recogido en una coleta desordenada, mientras que algunas mechas oscuras se le pegan en la frente por el sudor que abundaba en su piel. Por la ropa deportiva y los audífonos que llevaba, supuse que había estado corriendo.

—¿Eh? Sí... —mascullé, incómoda por sus manos sobre mis hombros.

—¿Segura? Juraría que escuché un grito proveniente de aquí. ¿Estás completamente segura que estás bien? —me había quedado algo estática y sin saber qué responder a eso.

De pronto, frunció el ceño y me habló en voz baja.

—Si hay algún asesino o secuestrador, guíñame una vez. Y si no, guíñame dos veces. —decretó.

—Qué no...

—Shh. —me interrumpió— Haz lo que dije.

Me parecía un estupidez. Mi grito había sido por haber visto a Eisherz levitando en el aire, no porque hubiesen entrado a matarme. O sea, super casual. De igual forma, me percibí a mí misma guiñando dos veces, porque la sentí verdaderamente preocupada por mí.

—Qué bueno. —suspiró aliviada, bajando los manos.— Cuando escuché tu grito mientras corría, me imaginé lo peor.

—Lo siento por haberte asustado.

—No, no. Discúlpame a mí. Te debo haber parecido una loca por presentarme así en tu casa. —balbuceó— Debo quitarme la paranoia que siento todo el tiempo.

Lo último lo dijo en un tono bajo, apenas audible. Supuse que había una historia detrás de ello. No me llegaba a la cabeza que algo horrible le hubiera pasado a una chica desbordante de alegría como lo era ella. Sentía curiosidad, pero no quise preguntarle nada, sobre todo porque no me gustaba meterme en problemas ajenos.

Pero la veía tan agitada que no pude quedarme de brazos cruzados.

—¿Quieres pasar y tomar algo? —pregunté, sabiendo que corría un riesgo enorme teniendo a Eisherz en mi cuarto.

Ella asintió y le hice un ademán para que entrara.

—Solo tengo jugo de manzana y... ¿agua? —anuncié con la puerta del frigorífico abierto, dándome cuenta que tenía que hacer las compras de esta semana.

En estos dos días, me había percatado de que Eisherz comía como por cuatro personas y para mantenerlo lleno, tendría que tener el refrigerador lleno también. Me iba a quedar en bancarrota con el chico de hielo a mi lado comiendo como un oso y sin trabajo.

—Jugo. —declaró desde el sofá donde la había dejado.— ¡AHHHH!

—¿Qué pasó? —pregunté con el vaso vacío en la mano, luego de haber corrido hacia donde estaba ella.

¿Hoy era el día de los gritos o qué?

—Eso. —señaló hacia el brazo del sofá, dónde ahora reposaba Mr. Hugs.

—Ah. Es mi mascota. —me miró como si me hubiera salido un tercer ojo— Es inofensivo.

—¿Ese animal no se supone que tendría que estar en un zoológico o en su... habitad?

—Sí, lo sé. —me devolví hacia la cocina para echarle el jugo en el vaso y regresar— Lo devolveré cuando se le curé la herida en el pie.

—¿Lo robaste? —abrió más los ojos.

—Ja. No. Apareció frente a mi casa y no pude dejarlo ahí con la herida. —expliqué sentándome junto al perezoso.

Acerqué mi mano a ella para que tomara el jugo. No dejaba de mirar al animal a mi lado. Se veía incómoda o asustada, no lo sabía con exactitud.

—¿Y... trabajas? —tuve que preguntar cuando sentí la tensión en el ambiente.

—En estos momentos estoy de ama de casa. —declaró, llevándose el vaso a los labios y bebiendo un trago— Mi marido es quién trabaja.

—Oh, genial. —no me importaba su vida, pero tenía que desviar el tema del perezoso lo más posible hasta que se olvidara de ello.

No obstante, Mr. Hugs tenía otros planes. Sin que pudiera evitarlo, saltó desde dónde estaba y se colocó sobre los pies de la chica, quién se había quedado en estado de shock. Tenía los ojos muy abiertos, no se movía e intentaba no hacer movimientos bruscos. Su imagen en estos momentos me recordaba a Hermione cuando se había quedado petrificada por el basilisco.

—¡Mr. Hugs! —lo regañé— Ven acá ahora mismo.

El perezoso se colgó del cuello de la chica, quien ya parecía estar más pálida que Eisherz. Intenté quitárselo de encima mientras lo jalaba, pero el bicho no se quería mover.

Te acaba de cambiar por otra.

Se burló mi conciencia y no pude negarme. Bicho traicionero.

—Betsy. —llamé su atención para que fijara los ojos en mí y no en el perezoso— Relájate, ¿sí? Mira. No te está haciendo nada. Solo quiere un poco de cariño.

—Es un animal salvaje. —musitó en un tono de voz casi ahogado.

—Bueno, tan salvaje no creo. Es un perezoso. Esos animales son tranquilos. —intenté relajarla— Acarícialo para que veas que no te va hacer daño.

—¿Y sí me muerde?

—No lo hará. Ya verás. —movió los ojos de un lado a otro, nerviosa.— Confía en mí.

Esto último, hizo que mostrara una leve sonrisa y asintiera con lentitud. Levantó la mano que tenía vacía y, cuidadosamente, la acercó hacia la espalda del perezoso. Al principio, tuvo que cerrar los ojos por lo aterrorizada que estaba, pero cuando se dio cuenta que no le hacía nada, se relajó.

El bicho parecía estar muy cómodo entre los pechos de la mujer.

—¿Ves? —pregunté.

En ese momento, el sonido del horno me hizo recordar que había una lasaña cocinándose adentro. Ya debía de haber pasado la hora que Eisherz le había puesto.

—Ahora regreso.

Al llegar a la cocina, pude distinguir a través de la ventana que ya casi estaba cayendo la noche. Mi estómago gruñía y ver el plato que ahora sacaba del horno, me hizo tragar en seco. Si sabía de la misma forma que se veía, pues debía de ser una delicia.

Aún no me creía que Eisherz hubiera aprendido a hacerla con solo ver un programa de televisión.

—Huele delicioso. —agregó Betsy, cuando regresé al salón. Se veía un poco más cómoda con el bicho en su cuello.— ¿Es pizza?

—No, ja. Es una lasaña. Vi cómo la hacían en la tele y quise probar. —mentí en esto último porque no iba a mencionar a mi chico.

—Seguro te quedó riquísima. —repuso, mojándose los labios.

—Emm, ¿quieres un poco?

Mi padre me había enseñado desde pequeña a compartir y he crecido a base de ese principio. Así hubiera tenido poco, siempre había compartido con los demás.

Recuerdo que cuando estaba en la escuela primaria, mamá siempre me empacaba el almuerzo y dedicaba un táper exclusivo de papitas fritas. Cuando era la hora del receso; Landon, Logan y yo, nos juntábamos para comer y yo ponía el táper de las papas en el medio para que todos comieran, a pesar de que eran mis preferidas y prefería comerlas todas yo sola.

Lo único que no compartiría con nadie, sería a Eisherz. Él era solo mío desde el momento que lo había visto en esa cápsula en mi sótano.

—Aquí tienes. —le ofrecí a Betsy un plato con un pedazo de la lasaña. Desconocía su sabor, pero si alguien moría por intoxicación, preferiría que fuera ella.

Antes de que la chica pudiera llevarse el tenedor a los labios, Eisherz apareció frente a nosotras y le arrancó el plato de las manos.

—Eso es mío. —gruñó, notablemente enfadado.

—¡Ey! —chillé, poniéndome de pie. Me desobedeció y estaba fuera de la habitación, cuando le había ordenado claramente que no lo hiciera.

No me prestó atención y comenzó a comerse lo que había en el plato como si fuera un troglodita mientras fulminaba con la mirada a la chica. Betsy, por su parte, tenía los ojos bien abiertos y no dejaba de bajar y subir la vista del cuerpo de Eisherz.

Alto, vaquero. Ese chico es nuestro.

—Perdónalo. —agregué, interponiéndome entre ambos.

—Yo... creo que debería irme. —se levantó e hizo el recorrido hacia la puerta principal. Cuando ya estaba del otro lado del umbral, Mr. Hugs saltó de su cuello al mío.

—De verdad, lo siento.

—No importa. —sonrió— Tu novio debía de haber tenido mucha hambre.

—Ja, sí. Seguro.

—Bueno, nos vemos por ahí. —se despidió.

—Adiós. —cerré la puerta luego de que ella saliera, y me recosté en la madera.

Logan, Landon y Betsy ya había visto al chico de hielo. No podía creer lo mucho que se habían torcido las cosas. Se suponía que nadie supiera de su existencia además de mí.

Levanté la mirada. Eisherz retrocedió como un cachorrito con la comida en la boca cuando me acerqué con pasos decididos hacia él. Le arrebaté el plato y señalé hacia el pasillo.

—A mi habitación. —ordené y no se movió— ¡Ahora!

Se elevó en el aire y desapareció por el pasillo en menos de lo que cantaba un gallo.

Por mi parte, me comí lo que restaba de la lasaña para aunque sea tener algo en el estómago. Miré al animal en mi cuello y me pregunté qué demonios comían esos bichos. Ya llevaba unos días conmigo y ni me había tomado un momento para darle algo de comer.

Joder, que mala dueña era.

Al menos no se ha muerto de hambre.

No ayudas.

Luego de buscar en Google, aprendí que comían hojas, vegetales y frutas. De seguro él se había estado comiendo las hojas de los árboles en mi entrada. De igual forma, saqué unas cuantas verduras y las piqué colocándolas en un recipiente redondo sobre la alacena.

Descolgué al animal de mi cuello y lo puse frente al plato, como se les hacía a los perros para que comieran. Pero Mr. Hugs solo me dedicó una mirada vaga para luego dejar caer su cuerpo sobre la superficie hasta quedarse dormido.

—Bueno. Come cuando quieras comer.

Mientras caminaba hacia mi habitación, recordé que aún tenía a mi tío encerrado en la suya. Opinaba que ya había sido suficiente castigo por hoy. Le quité el seguro a su puerta y corrí a encerrarme a mi cuarto antes de que él se decidiera a salir. No sin antes, cerrar con llave dentro de mi habitación.

No obstante, antes de que pudiera darle la espalda a la puerta, unos gemidos exagerados y frases sugerentes en inglés, llegaron a mis oídos provocando que frunciera el ceño.

Giré mi cuerpo, encontrándome con la imagen de una mujer siendo cogida por dos hombres a la vez, proyectándose en la pantalla del televisor. A mí la imagen me asqueaba. Primero que nada, porque no me gustaba el porno, y segundo, porque las personas en la película no se me hacían para nada apetecibles.

Pero a Eisherz parecía que no le resultaba tan desagradable como a mí. Se encontraba recostado sobre la cama, con los labios entreabiertos, pupilas dilatas, completamente absorto en la televisión y con su mano sobre un bulto muy tentador remarcado entre sus piernas.

Ya veo que las manos no son lo único que tiene grande.

—Eisherz, ¿Qué...? —su mirada chocó con la mía y miles de pensamientos jugaron con mi cabeza cuando el gris de sus ojos se percibió con un brillo inusual que los hacía ver de color azul bajo la iluminación de mi habitación.

I want to fuck with you.

❄❄❄❄❄❄❄❄❄❄

¡Holiss!

Comenzamos los #ViernesDeEisherz💙

¿Qué les pareció el capítulo de hoy?

Opiniones de:

Eisherz el superman

Madison la gritona

Betsy la sospecha

Mr. Hugs el adorable

Miren estos nuevos edits de Eisherz🙈🙈🙈


Nos vemos la próxima semana, os amo🥰

XOXO La Congelada Mayor

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