βž€ Yggdrasil | Vikingos

By Lucy_BF

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π˜π†π†πƒπ‘π€π’πˆπ‹ || ❝ La desdicha abunda mΓ‘s que la felicidad. ❞ Su nombre procedΓ­a de una de las leyendas... More

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β€– ππ‘π„πŒπˆπŽπ’ 𝐈
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━ Proemio
π€πœπ­π¨ 𝐈 ━ 𝐘𝐠𝐠𝐝𝐫𝐚𝐬𝐒π₯
━ 𝐈: Hedeby
━ 𝐈𝐈: Toda la vida por delante
━ 𝐈𝐈𝐈: Fiesta de despedida
━ πˆπ•: Una guerrera
━ 𝐕: Caminos separados
━ π•πˆ: La sangre solo se paga con mΓ‘s sangre
━ π•πˆπˆ: Entre la espada y la pared
━ π•πˆπˆπˆ: Algo pendiente
━ πˆπ—: Memorias y anhelos
━ 𝐗: No lo tomes por costumbre
━ π—πˆ: El funeral de una reina
━ π—πˆπˆ: Ha sido un error no matarnos
━ π—πˆπˆπˆ: Un amor prohibido
━ π—πˆπ•: Tu destino estΓ‘ sellado
━ 𝐗𝐕: SesiΓ³n de entrenamiento
━ π—π•πˆ: SerΓ‘ tu perdiciΓ³n
━ π—π•πˆπˆ: Solsticio de Invierno
━ π—π•πˆπˆπˆ: No es de tu incumbencia
━ π—πˆπ—: Limando asperezas
━ 𝐗𝐗: ΒΏQuΓ© habrΓ­as hecho en mi lugar?
━ π—π—πˆ: PasiΓ³n desenfrenada
━ π—π—πˆπˆ: No me arrepiento de nada
━ π—π—πˆπˆπˆ: El temor de una madre
━ π—π—πˆπ•: Tus deseos son Γ³rdenes
━ 𝐗𝐗𝐕: Como las llamas de una hoguera
━ π—π—π•πˆ: Mi juego, mis reglas
━ π—π—π•πˆπˆ: El veneno de la serpiente
━ π—π—π•πˆπˆπˆ: ΒΏPor quΓ© eres tan bueno conmigo?
━ π—π—πˆπ—: Un simple desliz
━ 𝐗𝐗𝐗: No te separes de mΓ­
━ π—π—π—πˆ: Malos presagios
━ π—π—π—πˆπˆ: No merezco tu ayuda
━ π—π—π—πˆπˆπˆ: Promesa inquebrantable
━ π—π—π—πˆπ•: Yo jamΓ‘s te juzgarΓ­a
━ 𝐗𝐗𝐗𝐕: Susurros del corazΓ³n
━ π—π—π—π•πˆ: Por amor a la fama y por amor a OdΓ­n
π€πœπ­π¨ 𝐈𝐈 ━ π•πšπ₯𝐑𝐚π₯π₯𝐚
━ π—π—π—π•πˆπˆ: Donde hubo fuego, cenizas quedan
━ π—π—π—π•πˆπˆπˆ: MΓ‘s enemigos que aliados
━ π—π—π—πˆπ—: Una velada festiva
━ 𝐗𝐋: Curiosos gustos los de tu hermano
━ π—π‹πˆ: Cicatrices
━ π—π‹πˆπˆ: Te conozco como la palma de mi mano
━ π—π‹πˆπˆπˆ: Sangre inocente
━ π—π‹πˆπ•: No te conviene tenerme de enemiga
━ 𝐗𝐋𝐕: Besos a medianoche
━ π—π‹π•πˆ: Te lo prometo
━ π—π‹π•πˆπˆ: El inicio de una sublevaciΓ³n
━ π—π‹π•πˆπˆπˆ: Que los dioses se apiaden de ti
━ π—π‹πˆπ—: Golpes bajos
━ 𝐋: Nos acompaΓ±arΓ‘ toda la vida
━ π‹πˆ: Una red de mentiras y engaΓ±os
━ π‹πˆπˆ: No tienes nada contra mΓ­
━ π‹πˆπˆπˆ: De disculpas y corazones rotos
━ π‹πˆπ•: Yo no habrΓ­a fallado
━ 𝐋𝐕: Dolor y pΓ©rdida
━ π‹π•πˆ: No me interesa la paz
━ π‹π•πˆπˆ: Un secreto a voces
━ π‹π•πˆπˆπˆ: Yo ya no tengo dioses
━ π‹πˆπ—: TraiciΓ³n de hermanos
━ 𝐋𝐗: Me lo debes
━ π‹π—πˆ: Hogar, dulce hogar
━ π‹π—πˆπˆ: El principio del fin
━ π‹π—πˆπˆπˆ: La cabaΓ±a del bosque
━ π‹π—πˆπ•: Es tu vida
━ 𝐋𝐗𝐕: Visitas inesperadas
━ π‹π—π•πˆ: Ella no te harΓ‘ feliz
━ π‹π—π•πˆπˆ: El peso de los recuerdos
━ π‹π—π•πˆπˆπˆ: No puedes matarme
━ π‹π—πˆπ—: Rumores de guerra
━ 𝐋𝐗𝐗: Te he echado de menos
━ π‹π—π—πˆ: Deseos frustrados
━ π‹π—π—πˆπˆ: EstΓ‘s jugando con fuego
━ π‹π—π—πˆπˆπˆ: Mal de amores
━ π‹π—π—πˆπ•: CreΓ­a que Γ©ramos amigas
━ 𝐋𝐗𝐗𝐕: Brezo pΓΊrpura
━ π‹π—π—π•πˆ: Ya no estΓ‘s en Inglaterra
━ π‹π—π—π•πˆπˆπˆ: ΒΏQuiΓ©n dice que ganarΓ­as?
━ π‹π—π—πˆπ—: Planes y alianzas
━ 𝐋𝐗𝐗𝐗: No quiero perderle
━ π‹π—π—π—πˆ: Corazones enjaulados
━ π‹π—π—π—πˆπˆ: Te quiero
━ π‹π—π—π—πˆπˆπˆ: La boda secreta
━ π‹π—π—π—πˆπ•: Sangre de mi sangre y huesos de mis huesos
━ 𝐋𝐗𝐗𝐗𝐕: Brisingamen
━ π‹π—π—π—π•πˆ: Un sabio me dijo una vez
━ π‹π—π—π—π•πˆπˆ: Amargas despedidas
━ π‹π—π—π—π•πˆπˆπˆ: Te protegerΓ‘
━ π‹π—π—π—πˆπ—: El canto de las valquirias
━ 𝐗𝐂: Estoy bien
━ π—π‚πˆ: Una decisiΓ³n arriesgada
━ π—π‚πˆπˆ: TΓΊ harΓ­as lo mismo
━ π—π‚πˆπˆπˆ: Mensajes ocultos
━ π—π‚πˆπ•: Los nΓΊmeros no ganan batallas
━ 𝐗𝐂𝐕: Una ΓΊltima noche
━ π—π‚π•πˆ: No quiero matarte
━ π—π‚π•πˆπˆ: Sangre, sudor y lΓ‘grimas
━ π—π‚π•πˆπˆπˆ: Es mi destino
━ π—π‚πˆπ—: El fin de un reinado
━ 𝐂: HabrΓ­a muerto a su lado
━ π‚πˆ: El adiΓ³s
━ 𝐄𝐩𝐒́π₯𝐨𝐠𝐨
β€– π€ππ„π—πŽ: πˆππ…πŽπ‘πŒπ€π‚πˆπŽΜπ 𝐘 π†π‹πŽπ’π€π‘πˆπŽ
β€– π€π†π‘π€πƒπ„π‚πˆπŒπˆπ„ππ“πŽπ’
β€– πŽπ“π‘π€π’ π‡πˆπ’π“πŽπ‘πˆπ€π’
β€– π’π„π†π”ππƒπŽ π‹πˆππ‘πŽ

━ π‹π—π—π•πˆπˆ: Sentimientos que duelen

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By Lucy_BF

N. de la A.: cuando veáis la almohadilla #, reproducid el vídeo que os he dejado en multimedia y seguid leyendo. Así os resultará más fácil ambientar la escena.

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──── CAPÍTULO LXXVII──

SENTIMIENTOS QUE DUELEN

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( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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          CAMINABA A PASO APRESURADO, queriendo llegar cuanto antes a su destino. El frescor de la mañana le mordía la piel y le humedecía las cejas y las pestañas, congestionándole el rostro. Aquel skammdegi estaba siendo diferente, peculiar en todos los sentidos. Puede que no estuviera siendo tan inclemente como los anteriores —en términos de nevadas y ventiscas—, pero estaba siendo duro en otros aspectos. Y es que la tensión y la incertidumbre que se llevaban respirando en Kattegat desde hacía poco más de una luna habían estado presentes incluso en la celebración del Solsticio de Invierno.

La festividad del Jól había tenido lugar semanas atrás, pero no había sido, ni de lejos, como otros años. No había habido tanta alegría ni dinamismo, y tampoco se habían organizado tantos juegos y actividades. Aunque no era de extrañar, teniendo en cuenta que la guerra estaba a la vuelta de la esquina. A menos de un mes, para ser concretos.

El conflicto civil que se había desatado entre los reinos de Vestfold y Kattegat había sumido al segundo en un estado de alerta constante. En la capital no se hablaba de otra cosa: de lo mucho que estaba en juego y de la cantidad de sangre que se iba a derramar a partir de la próxima luna llena, cuando se produjese el tan temido enfrentamiento. Porque si algo estaba claro era que ni Harald ni Ivar pensaban detenerse hasta lograr su cometido. El primero no había renunciado a su sueño de convertirse en el soberano de toda Noruega y el segundo haría todo lo que estuviera en su mano con tal de vengar la muerte de su progenitora.

Un deseo de venganza al que él mismo se había aferrado hasta hacía relativamente poco, renunciando a él por amor. Por aquella mujer que se había convertido en la reina de sus pensamientos, la protagonista de sus fantasías y la dueña de su corazón.

La misma mujer a cuya casa se estaba dirigiendo en aquel preciso instante para poder hablar y arreglar las cosas con ella. Porque no podía seguir así, no lo soportaba. Esos últimos días habían sido —y estaban siendo— horribles para él, de los peores de toda su existencia. Se sentía tremendamente culpable, además de ruin y miserable. Su última discusión con Drasil no dejaba de repetirse una y otra vez en su mente, torturándolo, martirizándolo.

Si tan solo hubiese pensado con la cabeza fría.

«El beso con Margrethe, ¿te gustó?», la pregunta de su prometida, aquella por la que ahora estaban distanciados, resonó en el interior de su cabeza como un eco penetrante, martilleándole las sienes.

Había sido un estúpido, un maldito idiota. ¿Cómo no había sido capaz de contestar a algo tan simple? ¿En qué diantres estaría pensando?

Aquel beso no había significado nada para él. No le había hecho sentir nada, ni la más mínima emoción. Era cierto que Margrethe era una mujer hermosa y atractiva, que siempre había sabido qué hacer y decir para llevarlo al límite, para provocarlo y hacerlo arder en menos de un pestañeo... Y tal vez fuera eso lo que cruzó por su mente cuando Drasil lo asaltó con aquella interpelación, haciendo que se quedara totalmente en blanco.

Pero no la amaba, nunca lo había hecho. No era Margrethe con quien deseaba estar y formar una familia. No era su semblante el que visualizaba cuando pensaba en la futura madre de sus hijos.

Continuó avanzando hasta que finalmente llegó a la vivienda en la que residía la hija de La Imbatible. Se detuvo frente a la puerta y respiró hondo, con el pulso acelerado y las manos cerradas en dos puños apretados. Tenía claro lo que debía decirle a Drasil, pero aun así no podía evitar estar nervioso. No sabía qué esperar ni cómo iba a reaccionar la escudera, de ahí su intranquilidad.

Tragó saliva y entonces llamó.

Sus pulsaciones se dispararon cuando oyó unos pasos al otro lado del umbral. Cuadró los hombros y se enderezó en toda su altura, tratando de aparentar serenidad. Aunque la poca calma que consiguió reunir se desvaneció en cuanto la puerta se abrió... Revelando la inconfundible figura de Kaia.

El rostro de la mujer se ensombreció por completo cuando sus iris grises se posaron en él. Lucía un bonito vestido de color verde oscuro que contrastaba armónicamente con su tez pálida y llevaba el cabello —que claramente Drasil había heredado de ella— recogido en una sencilla trenza que le caía por el hombro derecho.

—Ubbe —pronunció Kaia, algo tensa.

El mencionado cambió su peso de una pierna a otra, dejando entrever su inquietud. Le resultó imposible no mirar por encima del hombro de la afamada skjaldmö, escrutando con detenimiento lo que alcanzaba a vislumbrar del interior del hogar. Tenía la esperanza de avistar en cualquier momento la rebelde mata de rizos castaños de su futura esposa.

—Necesito hablar con Drasil —se apresuró a decir Ubbe.

Kaia negó con la cabeza.

—Ahora mismo no está en casa —manifestó, a lo que el muchacho frunció el ceño en una mueca escéptica. Aquello le había sonado a excusa—. No está aquí, Ubbe. Ha ido al mercado a hacer unos recados —remarcó la guerrera, consciente de que no la había creído. Su expresión le delataba, al igual que la pequeña arruga vertical que se había instalado entre sus cejas—. No sé cuándo volverá.

Ubbe se pasó una mano por la cara en un rapto de desesperación. Estaba más nervioso a cada segundo que transcurría y el hecho de que Drasil hubiera salido no mejoraba las cosas. Maldita sea, ¿cómo podía tener tan mala suerte?

—¿Puedo esperar dentro? —inquirió el Ragnarsson, volviendo a focalizar toda su atención en la que, si los dioses querían, sería su suegra en un futuro no muy lejano. Esta lo observaba con un brillo condescendiente latiendo en el fondo de sus orbes cenicientos—. Por favor, tengo que hablar con ella. No puede ignorarme eternamente.

Kaia inspiró por la nariz. Se notaba que estaba entre la espada y la pared, que podía percibir la desesperación que Ubbe expelía por cada poro de su piel. El rictus que hasta ese momento había contraído sus rasgos faciales, endureciéndolos, se había dulcificado, aunque sus labios seguían apretados en una fina línea blanquecina.

Debía admitirlo: había juzgado mal a Kaia. Si bien era cierto que cuando la conoció, hacía ya varios inviernos, se sintió emocionado por tener delante a la famosa Imbatible, toda admiración que pudiera sentir por ella desapareció en cuanto Lagertha asaltó Kattegat y asesinó a sangre fría a su progenitora. Dejó de verla como una escudera respetable para simplemente considerarla un perro faldero, alguien igual de ambicioso y rastrero que la que fue la primera esposa de su padre.

No pudo estar más equivocado.

Desde que habían regresado de Inglaterra —y más concretamente desde que le había pedido la mano de Drasil en matrimonio— había podido conocer más a fondo a Kaia. Y le había sorprendido tanto descubrir que era lo opuesto a Lagertha que a veces se preguntaba cómo era que podía servirla tan fervientemente. Había aceptado su relación con Drasil sin poner ni una sola objeción al respecto y lo había recibido con los brazos abiertos, haciéndole sentir parte de una familia por primera vez en mucho tiempo.

La mujer mantuvo una mano en la puerta, mientras que la otra fue a parar a su cintura, adquiriendo una posición en jarras. Estaba mucho más delgada que antes de que el Gran Ejército partiera hacia territorio sajón para vengar la muerte de Ragnar. Los huesos de las clavículas, así como los de las muñecas, se le notaban bastante, resaltando bajo la piel lechosa. Drasil también había perdido peso durante su estancia en Inglaterra, pero había logrado recuperarlo en aquellos meses que llevaban en Noruega.

—No creo que sea buena idea —dijo finalmente, ocasionando que su interlocutor bajara la mirada, apesadumbrado—. Sé que tú también lo estás pasando mal, que Drasil no es la única que está sufriendo. Y me encantaría ayudarte, pero... —Suspiró, callando en el último segundo. Ubbe se veía realmente abatido, lo que hizo que su corazón se encogiera—. Trataré de hablar con ella, pero no prometo nada. Ya sabes cómo es... Necesita tiempo.

Ante eso último, el caudillo vikingo volvió a restablecer el contacto visual con ella. No le agradaba la idea de marcharse sin haber hablado antes con su prometida, pero confiaba en la palabra de Kaia. Solo esperaba que Drasil la escuchara y entrase en razón.

Estuvo a punto de articular un escueto «gracias» cuando sintió una presencia a su espalda, justo antes de oír aquella voz que consideraba la más dulce y melodiosa de los Nueve Mundos.

Drasil se quedó paralizada.

El aire abandonó sus pulmones cuando divisó a Ubbe frente a la puerta de su casa, departiendo con su progenitora. Ancló los pies en el suelo terroso y apegó la cesta de mimbre —aquella que había llenado con los productos que había comprado en el mercado— a su pecho, que subía y bajaba a una velocidad desenfrenada. Los labios del primogénito de Ragnar y Aslaug se movían constantemente, al igual que los de su madre, pero no podía escuchar lo que estaban diciendo debido a la distancia que los separaba.

Tragó en seco, a fin de deshacer el molesto nudo que se había aglutinado en su garganta, constriñéndole las cuerdas vocales.

Desafortunadamente no funcionó.

Ver a Ubbe de nuevo estaba despertando un sinfín de emociones en su interior. Se había pasado los últimos días encerrada en casa, aislada de todo y de todos. No había querido verle ni hablar con él, dado que todavía estaba demasiado resentida. Los comentarios insidiosos de Margrethe y Lagertha la habían hecho sentir sumamente insegura, además de reemplazable, pero había sido la falta de respuesta por parte del guerrero lo que había terminado de hundirla... Provocando que las dudas que se habían implantado en su corazón se arraigasen más a él.

Y ahora Ubbe estaba ahí, a tan solo unos metros de ella.

Maldición, ¿es que acaso los dioses no iban a darle ni un solo respiro? Aquel día estaba siendo de locos, desesperante a más no poder: primero la pelea que había iniciado el esclavo cristiano en el mercado y ahora esto. Por Odín, realmente tenía ganas de desaparecer, de que la tragara la tierra para así no tener que enfrentarse a lo que se le venía encima.

Pero no podía seguir posponiendo aquel encuentro.

Aspiró una temblorosa bocanada de aire y, luego de resguardarse tras una máscara de fría impasibilidad, forzó a sus entumecidas piernas a que se pusieran en movimiento. Los nudillos de su mano izquierda, que era en la que sostenía el canasto, se habían tornado blancos a causa de la fuerza con la que agarraba el asa y la línea de su mandíbula estaba tensa.

Y entonces se detuvo detrás de su prometido, quedando así frente a su progenitora, que perdió el color nada más verla. Esta abrió la boca con la intención de decir algo, pero Drasil se le adelantó:

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó en un tono firme y severo.

Ubbe giró sobre sus talones, quedando cara a cara con ella por primera vez en días. La visión de su semblante pálido y ojeroso hizo que una dolorosa punzada le atravesara el pecho a Drasil, dejándola sin aliento. Ella no lucía mejor, ni mucho menos, pero verlo a él en ese estado tan decadente, con la mirada perdida y un rictus amargo contrayendo su fisonomía, estaba amenazando con derribar sus barreras, aquella coraza que había erigido a su alrededor para poder mantenerse de una pieza.

El joven hizo el amago de acercarse a ella, ansioso por establecer cualquier tipo de contacto físico, pero la hija de La Imbatible se lo impidió. Esta retrocedió en un acto reflejo, colocando la cesta de mimbre a modo de barrera y ocasionando que Ubbe profiriese un lánguido suspiro.

—Tenemos que hablar, Drasil —indicó él, una vez recuperada la compostura—. No podemos dejar las cosas así —puntualizó en tanto se encomendaba a los Æsir y a los Vanir para que la mujer de la que estaba perdidamente enamorado le diera la oportunidad de explicarse.

La susodicha sacudió la cabeza de lado a lado.

—No es un buen momento, Ubbe.

Sin querer dar más explicaciones, Drasil pasó por su lado con la intención de ingresar en la vivienda. Su madre rápidamente se apartó del umbral para permitirle el acceso, aunque no llegó a poner un pie dentro, puesto que una mano apareció de la nada y aprisionó con suavidad su muñeca derecha. El Ragnarsson tiró de ella con toda la delicadeza del mundo, obligándola a que lo encarase de nuevo.

La castaña lo observó con expectación. El corazón le latía con tanta fuerza que pensó que le iban a reventar los tímpanos.

—No pienso irme de aquí hasta que hablemos —sentenció Ubbe sin la menor intención de dar su brazo a torcer. No pudo, ni quiso, desaprovechar aquella oportunidad, aquella cercanía, por lo que acarició la cara interna de su muñeca con el dedo pulgar. Había extrañado lo suave y cálida que era su piel al tacto—. Por favor, Dras —le suplicó.

La aludida no pudo evitar perderse en el mar de su mirada. Siempre le habían fascinado sus ojos, lo increíblemente azules que eran. Ubbe le había mencionado en más de una ocasión que los había heredado de su padre... Junto con muchas otras cosas, según Lagertha.

Parpadeó varias veces seguidas, a fin de librarse de esos pensamientos tan lacerantes y tortuosos, y se zafó del agarre que el caudillo vikingo estaba ejerciendo sobre su muñeca. Acto seguido, se volteó hacia Kaia, quien no parecía sentirse muy cómoda.

Y no era para menos.

—Ahora entro —le comunicó a su progenitora a la par que le entregaba el canasto.

Kaia asintió, para posteriormente coger la cesta y cerrar la puerta.

Una vez solos, Drasil volvió a enfrentar a Ubbe, quien no se había movido de su sitio. Tenían suerte de que aquella no fuera una calle muy transitada.

—Pensaba que ya lo habíamos hablado todo el otro día —rezongó ella mientras se cruzaba de brazos. Su ceño había vuelto a fruncirse y sus labios a curvarse en una mueca desdeñosa—. Porque, si mal no recuerdo, te hice una pregunta y tú no fuiste capaz de contestarla. —Ladeó ligeramente la cabeza y entornó los ojos, otra señal de que su humor no era el mejor.

El primogénito de Ragnar y Aslaug clavó la vista en el suelo, recordando aquello como si un trueno estremeciera su memoria. Pensar en esa noche dolía, y mucho.

—Eso fue una estupidez por mi parte —admitió en cuanto reunió la valentía y la entereza suficientes para volver a mirar a Drasil. La forma en que esta lo observaba era peor que una daga en el corazón—. Estaba demasiado abrumado por todo lo que me dijiste. Tenía mucha tensión encima y... Lo lamento.

La skjaldmö chasqueó la lengua, ignorando sus disculpas.

—Eso no es excusa —rebatió ella, inflexible.

Un nuevo suspiro se escabulló de la garganta de Ubbe.

—Cuestionaste mi versión de los hechos sobre lo que ocurrió con Margrethe aquella noche en mi casa. La creíste a ella antes que a mí —le recordó—. Prácticamente insinuaste que era un mentiroso, cuando siempre te he dicho la verdad. Siempre —remarcó, haciendo especial énfasis en ese último vocablo—. ¿Cómo querías que reaccionara?

Drasil hizo un mohín con la boca, todavía ceñuda. Sus dudas e inseguridades no se debían únicamente a lo dicho por la antigua thrall, pero eso era algo que su prometido no sabía.

—Era una pregunta sencilla. Y tu silencio lo dijo todo.

Ubbe se pasó una mano por la cabeza con nerviosismo. Aquello estaba siendo una tortura, de las peores situaciones en las que se había visto inmerso. Por más que intentara acceder a su futura esposa, esta no se lo permitía, cerrándose en banda.

#

—Ese fue mi error, lo reconozco —dijo finalmente—. Pero ese beso no significó nada, Dras. Lo que tuve con Margrethe es agua pasada, algo que ya no tiene ninguna importancia para mí. —El leve temblor que se había apoderado del labio inferior de la escudera fue lo que le impulsó a intentar acortar nuevamente la distancia que los separaba. Por suerte para él, esta vez Drasil no se apartó—. Ella... Ella nunca me ha hecho sentir lo que experimento cuando estoy contigo —bisbiseó, llevando su mano derecha a la mejilla izquierda de su interlocutora, cuyos ojos habían empezado a cristalizarse—. Te quiero a ti y solo a ti. No busco ni quiero a nadie más, solo deseo estar contigo.

Al oírlo, una traicionera lágrima se deslizó por el pómulo izquierdo de Drasil. Todo su cuerpo temblaba descontroladamente, como si el invierno de inviernos se hubiese cernido sobre ella. Las palabras de Ubbe la habían desestabilizado completamente, provocando que un caos de sensaciones contradictorias se desatara en su interior.

Una parte de ella solo quería besarlo y abrazarlo, olvidarse de los malos momentos y centrarse en aquella declaración de amor que acababa de hacerle. Pero la otra... La otra empezaba a pensar que los sentimientos no eran suficiente, no cuando había tantas personas en contra de su relación, aprovechando la más mínima oportunidad para tratar de separarles y sembrar la discordia entre ambos.

Había una vocecita en su cabeza que no dejaba de repetir la misma pregunta una y otra vez: ¿realmente merecía la pena?

Solo los dioses sabían lo mucho que se estaba esforzando para ser fuerte, para no dejarse llevar por la presión y el estrés. Pero sentía que ya no podía más, que había llegado a su límite. Habían sido semanas de constante machaque emocional, y ella no estaba hecha de piedra. Y el hecho de encontrarse entre medias de dos bandos enfrentados la estaba consumiendo poco a poco, desgastándola de una forma que no sabía si iba a poder soportar mucho más tiempo.

Había pensado mucho al respecto en esos últimos días y había llegado a la conclusión de que no quería vivir así, teniendo que lidiar constantemente con la sensación de estar traicionando a los suyos, como si su amor por Ubbe fuera el peor error que hubiese podido cometer en sus veintiún años de vida.

Y tal vez lo fuese.

—No puedo más, Ubbe... —balbuceó Drasil luego de sorberse la nariz. El Ragnarsson acunó su rostro con ambas manos y procedió a continuar secando sus lágrimas, todo ello mientras le decía que estaba ahí, con ella. Jamás pensó que le dolería tanto oírle articular eso—. No, Ubbe... —Aferró las manos del chico y las apartó de sus mejillas, recibiendo una mirada de total confusión de su parte—. Creía que iba a poder con la presión, que al estar contigo sería capaz de cualquier cosa... Pero esto me supera —confesó, desolada.

No mentía. Había pensado erróneamente que la alianza entre Ubbe y Lagertha serviría para dejar atrás viejas rencillas, pero lo cierto era que todo seguía igual; nada había cambiado. La soberana continuaba desconfiando de él, convencida de que en el momento menos esperado retomaría su venganza contra ella. Y Drasil ya no sabía qué más hacer o decir para que cambiara de opinión, para que viera que su prometido ya no suponía ninguna amenaza.

Ubbe le frotó los brazos con suavidad, completamente ajeno al verdadero significado de aquellas palabras.

—Hey... —Se agachó ligeramente para así tenerla a su misma altura—. Sé que no está siendo fácil para ti, soy consciente de ello —manifestó con la voz algo tomada a causa de la represión de emociones—. No nos lo están poniendo nada fácil... Pero lo superaremos juntos, ¿de acuerdo? —Le sonrió con afabilidad, queriendo transmitirle algo de seguridad y confianza.

El corazón de Drasil se encogió tanto que dolió, especialmente cuando el guerrero comenzó a rebasar los escasos centímetros que los separaban para poder besarla. Ella se apartó de inmediato, ocasionando que Ubbe la mirase con desconcierto.

Y entonces lo dijo:

—Necesito tiempo. Tiempo para pensar y aclararme.

Todo cuanto pudo hacer el primogénito de Ragnar y Aslaug fue arrugar el entrecejo, confundido. ¿De qué estaba hablando? Ahora sí que no entendía nada.

—¿Aclararte? —repitió. Se mantuvo callado durante unos breves instantes, hasta que todo pareció cobrar sentido—. ¿Es que acaso te estás planteando romper nuestro compromiso? —Su voz sonó incrédula, como si no diera crédito a lo que estaba sucediendo, al hecho de que Drasil tuviera dudas sobre su relación.

La hija de La Imbatible guardó silencio. Uno demoledor.

Ubbe reculó un paso, tambaleante. Su ceño fruncido había sido sustituido por una expresión de perplejidad y sus ojos... Sus orbes celestes eran una puerta abierta que dejaba ver todo lo que sus rasgos no permitían.

No podía estar hablando en serio.

—Ubbe, yo...

—No me lo puedo creer —la cortó el susodicho, una vez superada la turbación inicial—. ¿Qué más quieres que haga, Drasil? Ya te he dicho que lo siento, que cometí un error la otra noche. ¿Es que acaso no es suficiente? —le recriminó, enronqueciendo la voz. Aquello lo había pillado desprevenido, con la guardia totalmente baja.

La skjaldmö bajó la mirada, reprimiendo sus ganas de llorar.

—Por favor, no lo hagas más complicado —le pidió Drasil en su mejor tono neutral. No podía romperse, y menos ahora—. Tan solo necesito algo de tiempo —repitió, restableciendo el contacto visual con él. Oh, por Odín... Dolía demasiado verle así—. Es lo mejor para los dos. Han pasado muchas cosas y... Tengo que poner mi cabeza en orden.

Ubbe chistó de mala gana, exasperado. Adquirió una posición en jarras y negó con la cabeza, justo antes de hilvanar una sonrisa forzada y carente de humor. Estaba pálido y sus ojos habían perdido su habitual brillo, como si aquel último golpe hubiese terminado de hundirle. De romperle el corazón.

—Vale, como quieras —farfulló el caudillo vikingo—. Pero que sepas que no soy el único que se equivocó la otra noche.

Esas fueron sus últimas palabras, lo último que le dijo a Drasil antes de darse media vuelta y marcharse por donde había venido.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

N. de la A.:

¡Hola, mis pequeñuelos!

En primer lugar: ¡feliz año nuevo! Espero que hayáis pasado unas buenas fiestas y que hayáis empezado el 2022 con muy buen pie =) Dediquémosle una oración a Odín para que este año se venga más tranquilito que los anteriores x'D

A ver, no os voy a mentir: he estado a punto de no actualizar. Esta mañana he amanecido con mucho malestar y dolor físico, hasta el punto de que me he pasado casi todo el día guardando reposo en la cama... Ahora no me siento mejor, ni mucho menos, pero como ya tenía prácticamente listo el capítulo (en términos de revisión) me he instado a terminarlo y aquí estamos. De modo que, por favor, apreciad el esfuerzo que estoy haciendo a la hora de mantener activa la historia, que de nada me sirve que gente random (y con random me refiero a usuarios que nunca he visto en Yggdrasil) vote y comente en la nota que publiqué en noviembre si luego no ofrece el más mínimo apoyo a los caps. So, no seáis fantasmones, que toda esta situación está haciendo que cada vez me dé más pereza pensar en un segundo libro :')

Pero bueno, a otra cosa mariposa.

El Drabbe ha vuelto a hundirse como el Titanic :D

No tuve drama suficiente con el capítulo 73 («Mal de amores»), que tenía que hurgar en la herida y hacer que todo se descontrolase aún más. Y lo mejor de todo es que no me arrepiento, jeje. Más que nada porque creo que le estoy dando mucha veracidad a toda esta situación. Es decir, con el panorama que hay, no tendría sentido que Drasil se olvidara de todo y se echase a los brazos de Ubbe. Todos tenemos un límite y mi niña finalmente ha llegado al suyo u.u

Tampoco os enfadéis con Ubbe, que el pobre ha recapacitado y ha intentado enmendar su error... Aunque no le ha salido muy bien, la verdad xD Recordad que él no sabe que Lagertha anda detrás de todo esto, de ahí su reacción al final del cap. ¿Qué creéis que pasará cuando descubra todo el pastel? (͡° ͜ʖ ͡°)

Se van a descontrolar tanto las cosas que, jeje.

Por cierto, en los dos próximos capítulos nos explotará en la cara otro drama que lleva cociéndose a fuego lento desde hace un tiempecillo. ¿Alguna teoría? Porque no tiene nada que ver con el Drabbe uwu No sé, tengo la impresión de que, tal y como lo he planteado todo, no os esperáis lo que se viene *sonrisa maliciosa*.

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el cap. Si es así, por favor, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

P.D.: solo me faltan 11 capítulos para acabar el primer libro y, ay... No sé si estoy lista. Va a ser todo muy fuerte a partir del cap. 84 </3

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