Sombras

By Kurufdemedianoche

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Se conocían, a una agradable distancia que los volvía inalcanzables. Aquella luz brillaba sola, asustada, co... More

Un nuevo ciclo del reloj
Realidad
Amistad
Excusas que ya no están
Cuando nos encontramos
Porque te amo
Compromiso
Distancias
Díselo con flores
Momentos
Tiempos y encuentros
Destino
Despedidas
Esa larga noche
Declaraciones silenciosas
Verdades
Chocolates para endulzar la vida
Tardes de Shikamaru
Tulipanes rojos
Inalcanzables
Rosas, Luces y Sombras

Asuntos pendientes

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By Kurufdemedianoche

Sin retraso alguno, los días continuaron pasando mientras ese imparable reloj, que había iniciado un nuevo ciclo, seguía avanzando; en una agradable secuencialidad, que a veces parecía demasiado lenta y otras, demasiado rápida.

El viento frío del invierno comenzó a volverse un poco más cálido; la primavera llegaba, y los árboles comenzaban a teñirse de verdes y rosados colores.

Los días, se volvían más largos; las noches más cortas.

Y las palabras, las conversaciones y todo aquello que parecía que habían perdido, volvía para transformarse en un dulce y tímido juego de verdades a medias, declaraciones escondidas y miradas fugaces.

Los silencios, se llenaron de suaves momentos que decían más que sus propias conversaciones y un camino comenzó a formarse en esos lazos que jamás se habían roto.

Las distancias, aquellas que alguna vez los hicieron inalcanzables, ahora casi no existían.

Caminó, alerta entre la gente de la aldea y decidida a lograr su objetivo en esa oportunidad. Ir al supermercado nunca había sido una tarea tan compleja como en ese momento.

Activó su Byakugan, escaneó el lugar, y suspiró con cansancio. Shikamaru estaba ahí, y por mucho que le agradara su presencia, en esa oportunidad debía evitarlo.

Evaluó todas sus posibilidades para llegar a su objetivo sin que él la viera, pero de todas, el único camino disponible era por donde él estaba.

Se suponía que en ese horario el Nara estaría en sus reuniones con los demás representantes de las aldeas ocultas, no conversando fuera de ese edificio que para su mala suerte, quedaba en el trayecto que ella necesitaba cruzar.

Maldijo su destino, y avanzó, si tenía suerte, Shikamaru no la vería.

—Ah, bueno—dijo el heredero Nara mientras acomodaba sus hombros y se detenía al sol—creo que iré a dar una vuelta. Nos vemos más tarde.

Chouji, que lo acompañaba en esas sesiones, sonrió y asintió.

—No te olvides de lo que conversamos—le recordó mientras se alejaba.

—Sí, sí, no lo olvidaré.

Guardó sus manos en los bolsillos y comenzó a alejarse, con la cabeza ya pensando en un destino claro, cuando una voz que estaba evitando lo alcanzó. Su rubia ex novia.

—Shika—le llamó—, ¿puedo hablar contigo unos minutos?

Sin muchas ganas se detuvo y giró; no era que le desagradara, tampoco era que le afectara mucho, solo se trataba de que no quería tener esa conversación, cualquiera que fuera. Llevaba días notando que Temari lo estaba observando y su cabeza le decía que lo que ella quería hablar no sería muy agradable.

Y él odiaba los problemas, los esfuerzos, y todo aquello que lo sacara de su estado de adorada tranquilidad. Bueno, casi todo, porque si el problema involucraba a cierta Hyuga, entonces no dudaba en enfrentarlo.

—Oh, Temari...

Pero antes de poder enfocar su atención en la chica, sus ojos distinguieron algo que no debería estar ahí: Hinata.

Su hermosa y adorada prometida estaba incumpliendo su reposo.

Como si fuera el destino, sus miradas se encontraron en la distancia, y la Hyuga supo que debía huir lo más rápido que pudiera o no lograría llegar a su objetivo.

Sonrió, porque Hinata era más inocente de lo que creía cuando estaba fuera de misión.

—Lo siento—indicó rápidamente a la rubia—, en otra oportunidad.

Cruzó la calle antes de que Temari pudiera reclamar y Hinata pudiera llegar a la esquina y escapar. Y se interpuso en su camino, sujetándola de un brazo sin dejar de que ella lograra esquivarlo.

—Deberías estar haciendo reposo—indicó.

Lo miró, con ojos llenos de súplica, más no de culpa, frente a lo que estaba haciendo y él se sonrojó; Hinata era una manipuladora.

—No, no—continuó—, no voy a ceder. Estás enferma y Sakura indicó que debes permanecer en cama.

Pero ella, terca, como muchas veces solía ser, continuó desafiándolo.

—Voy a volver—respondió—, solo quiero ir a la pastelería y... y a la biblioteca.

Negó, divertido de verla en actitudes infantiles y con el rostro a punto de armar un puchero, y sonrió.

—Vamos, volvamos a tu departamento—dijo—o Sakura te matará si te encuentra por aquí.

—Pero...

—Yo te llevaré los rollos de canela y buscaré un par de libros para que te entretengas.

Y como si sus palabras fueran magia, el rostro de Hinata se iluminó y asintió.

Caminó con ella las pocas cuadras que había logrado avanzar y la siguió hasta su dormitorio para asegurarse de que se volvía a acostar; una vez que ella estuvo lista, salió para realizar el encargo, tal y como se lo había prometido. De todas formas, pasar su rato libre con ella era mejor que estar dando vueltas y esa era su idea inicial.

No demoró mucho en regresar, y el silencio del lugar solo le indicó que Hinata se había dormido; todavía tenía mucha fiebre como para que anduviera dando vueltas por ahí.

Ingresó, intentando hacer el menor ruido posible, y se dirigió a la cocina para preparar té y colocar los rollos de canela en un plato. Pero de nuevo, un par de pisadas suaves y rápidas lo alertaron de que ella se había despertado.

No fue capaz de regañarla, menos de mirarla con enfado; todo eso era simplemente imposible cuando ella se presentaba sonriendo de aquella forma traviesa y juguetona que lo desarmaba. Así que solo la dejó tomar el plato con los dulces y la siguió con la bandeja de té.

Colocó todo en el velador y se dejó caer en un pequeño sillón que ella tenía cercano a su cama, sin prestar atención a lo que la Hyuga hacía. Y por un momento, cerró los ojos sintiendo todo el peso de la agotadora semana que llevaba.

—Shikamaru—habló—, creo que te resfrié.

Su voz se escuchó más cerca de lo que esperaba, e inmediatamente abrió los ojos para verificar donde estaba.

El rostro de preocupación de ella fue lo primero, y lo único, que vio mientras lo examinaba con una concentración increíble para alguien que se encontraba enferma.

Se sonrojó cuando la vio tan cerca, y aún más cuando sus dedos tocaron su frente con suavidad.

—Tienes fiebre—indicó—, y unas ojeras terribles.

Él no pudo evitar sonreír al escucharla, sobretodo cuando una idea se le cruzó. Algo que podría probar si ella se lo permitía.

—No he tenido muchas oportunidades de descansar esta semana—comenzó—¿te molestaría si... si me recuesto a tu lado un rato?

Sin siquiera dudarlo, para su sorpresa, Hinata asintió y le hizo una seña para que le siguiera. Se acomodó, dejándole un espacio en su cama y él, bastante más nervioso de lo que esperaba, se recostó a su lado.

En ningún momento pensó que terminaría preparándose para dormir una siesta con ella, pero ciertamente, esta era una oportunidad que no podía desaprovechar; Hinata estaba ahí, sin nadie más que él y mirándolo como si fuera realmente importante. Tan solo quería abrazarla, acurrucarse a su lado y olvidar todas las responsabilidades y problemas por ese momento.

Porque sí, se sentía horriblemente acongojado por un tema en particular que no quería enfrentar.

—Hay algo que te está molestando—indicó ella apoyando su cabeza en su almohada—, puedes contármelo, si quieres.

Podría haberse sentido sorprendido de que lo descubriera con facilidad, pero sabía que Hinata había aprendido a leerlo mucho antes de que la conquista comenzara. Así que entre la incomodidad que le producía tocar el tema y el susto de hacerle daño con alguna mal interpretación, decidió que era mejor hablar.

—Desde el día de la cena—comenzó—, Temari a estado intentando hablarme.

Notó que la expresión de ella se volvió tensa por unos segundos, como preocupada y luego, apareció esa máscara imperturbable Hyuga que ella siempre utilizaba cuando no quería mostrar lo que realmente sentía o pensaba.

Desvió la mirada, incómodo, para poder continuar hablando lo que debía contarle y en la inconsciencia, sus dedos se movieron inquietos armando un recorrido silencioso hacia la mano de ella, que descansaba en el colchón entre ellos dos.

—No sé que es lo que quiere—continuó y con una timidez poco usual en él, alcanzó sus dedos con los suyos en un roce suave y torpe—, pero la he estado evitando.

Dejó que sus dedos jugaran con toques lentos y casi imperceptibles, mientras volvía su mirada a la de ella y la encontraba esperando con una expresión más tranquila.

—¿Por qué?—preguntó y su voz se volvió un susurro involuntario.

Sus dedos dejaron de moverse, para estacionarse entre los suyos sin llegar a sujetarla, ni a tomarle la mano, simplemente para quedarse ahí, enredados; perpetuando la cálida sensación de sentirse juntos.

—Porque primero quería consultarlo contigo.

Y más que aquellos pequeños cariños, mucho más que el hecho de que él fuera condenadamente atractivo, eran esos gestos los que la desarmaban al punto de no saber como enfrentarlo.

Era el hecho de que Shikamaru consideraba como se podía sentir antes de actuar, que la ponía en primer lugar, lo que a ella le hacía temblar; todo eso era nuevo y totalmente diferente a cuando había estado con Naruto. Un cariño que ella no conocía.

—No tienes que consultarlo conmigo—respondió—, eres libre de hacer lo que quieras.

Negó, sin dudarlo un segundo y respondió.

—No quiero que pienses que siento algo por ella—dijo—, no quiero darte una imagen equivocada, es importante para mi que tú lo tengas claro, por eso tengo que consultarlo contigo.

Notó como los dedos se Hinata se cerraron, atrapando los suyos en el único gesto que ella dejó escapar. Y sus ojos, esos claros y tan distintos que poseía, se clavaron en los suyos con seguridad y decisión, provocándole un agradable escalofrío que lo recorrió de pies a cabeza.

—Si es esto lo que te tiene así de cansado—habló—, no tienes que preocuparte, confío en lo que me dijiste; no voy a dudar de tu palabra.

Recuperado, y con una sonrisa que no lograba sacar de su rostro, se presentó al día siguiente a trabajar. La siesta del día anterior había sido tan reparadora que había pasado de largo hasta esa misma mañana; y la imagen de su prometida durmiendo a su lado, por primera vez, era algo que no podría olvidar.

Y los días continuaron pasando.

Hinata, que había agarrado un resfriado mejoró y volvió a las misiones en solitario y junto a sus amigos; y Shikamaru, continuó en reuniones interminables para ajustar lo último antes de los exámenes Chunin.

Pero entre ellos, las confianzas comenzaron a cambiar.

Lento, suave, y con un ritmo constante, sus interacciones transitaron en algo que ya no se podía definir puramente como amistad, tampoco era algo más; sino una necesidad que crecía y gritaba por ser reconocida con un nombre que ninguno de los dos era capaz de definir.

Las miradas iban y venían, los contactos y tímidas caricias aumentaron en situaciones que ninguno de los dos admitía; las palabras se volvieron mucho más sinceras sin necesidad de decir lo que ambos realmente sentían.

El anhelo creció, incontrolable, en una relación que ya no resistía distancias. Porque ahora, las tardes de partidas de Shogi ya no eran suficientes, encontrarse de vez en cuando les dejaba con gusto a poco e inventar excusas para justificar sus visitas se volvió una necesidad.

Como ese mismo instante en que la última reunión terminaba y él sonreía de solo pensar que al fin era libre.

Se levantó, mientras los demás participantes hacían lo mismo y guardó su pequeño block de notas donde había estado tomando apuntes. Sin prestar atención a su alrededor, miró el reloj de la pared que marcaba las 6 PM, y se alistó; estaba justo a tiempo para ir a comprar lo que tenía pensado antes de sorprender a su prometida.

Con ese pensamiento en mente, e imaginando la cara que pondría Hinata al verlo llegar con su regalo, se giró disponiéndose a salir.

—Shika.

Mentiría si dijera que no se sorprendió de ver a Temari esperándolo detrás de él, porque luego de su conversación con Hinata, ella había vuelto a Suna y ese mismo día había regresado.

—Oh, Temari—saludó—. Hola.

Pudo haberse ido inmediatamente, pero sabía que ella tenía algo que decir y alargar la situación sería aún más incómodo, así que esperó.

—¿Podemos hablar?

Asintió y ella, un poco más tranquila comenzó. La rubia de la arena jamás se iba con rodeos.

—Quisiera conversar de nosotros—indicó.

—¿Nosotros?—cuestionó, no gustándole el giro que estaba tomando la situación.

—Quiero una segunda oportunidad—dijo mientras lo miraba serio y él desvío la mirada porque no supo como negar sin ser demasiado duro, cosa que ella aprovechó para continuar—. Vine de Suna por ti—reveló—, porque me di cuenta de que cometí un error al dejarte. Y estoy dispuesta a todo por recuperarte.

Pero antes de que Shikamaru pudiera responder la confesión inesperada de Temari, un fuerte ruido se escuchó en el lugar.

Ambos, sobresaltados, miraron a la derecha, desde donde provenía el sonido y encontraron que en la puerta de entrada estaba un visitante que ninguno de los dos esperaba: Hinata.

Porque como si el destino le hubiese puesto una prueba, ella ese día había decidido ir a buscarlo para cenar en su casa. No tenía un motivo en particular que reconocer, solo ese creciente deseo de verlo sin razón alguna que ya no buscaba reprimir.

Pero lo que acaba de presenciar y escuchar fue suficiente para sentirse fuera de lugar.

Sabía que no era una buena idea dejarse llevar tan rápidamente por sus emociones, sabía que las cosas nunca eran tan fáciles, y también sabía que esa era la verdadera razón por la cual Temari había ido a Konoha. Y, aún así, escucharla declararlo tan abiertamente la asustó.

La rubia de la arena había tenido algo real con Shikamaru, una relación de años, y a pesar de que él le había dicho que no sentía nada, ella sabía que el corazón no se manda. Ella sabía que él podría caer aun cuando no lo quisiera.

—¡Lo-lo siento!

No, no lo sentía en lo más mínimo, y ella misma se sorprendió de sus propios pensamientos.

—No quería interrumpir—indicó, completamente avergonzada mientras tomaba la bolsa que había caído al suelo—, a-adiós.

No era lo que realmente quería decir ni hacer, pero tenía claro que Temari y Shikamaru tenían temas que resolver, ella misma le había dicho al Nara que no habían problemas.

—Mierda—murmuró Shikamaru y luego miró a la rubia y contestó—.  Temari, no pierdas tu tiempo conmigo, yo ya tengo a alguien.

Sin decir nada más, salió casi corriendo del lugar en persecución de la Hyuga que la rubia no tardó en reconocer.

No fue difícil alcanzarla, Hinata no huyó de forma dramática ni estrepitosa, simplemente se marchó en el mismo silencio y tranquilidad con el que llegó. Fue él quien se imaginó todos los malos entendidos que podrían estar llenando la cabeza de su prometida y corrió hasta alcanzarla y cortarle el paso.

—¿Qué haces aquí?—preguntó ella con verdadera sorpresa en su rostro.

—¡No es lo que piensas!—respondió casi sin escuchar su pregunta—no pasó nada, le dije que...

Pero antes de terminar, notó como una pequeña y traviesa sonrisa se había formado en el rostro de Hinata e inmediatamente entendió porqué era tan amiga del Aburame.

—¿Qué es lo que se supone que pienso, Nara?

Y él, avergonzado de haber creído que ella iba a desconfiar otra vez, no supo que decir.

Hinata rió suavemente y luego volvió a una actitud un poco más seria, porque sabía que él se había preocupado, y eso era otra de sus cualidades que a ella le encantaban. Y esta vez, por mucho que no le agradara verlo con su ex novia, no podía traspasarle sus inseguridades a él.

Ese era su problema, solo y exclusivamente suyo.

—¿No deberías estar conversando con Temari?—preguntó—dijiste que ella había estado intentando hablarte y me imagino que... eso era parte de la conversación que interrumpí.

—No, ya terminó—indicó—ambos ya dijimos lo que teníamos que decir.

Ella asintió, disimulando su alivio al tenerlo ahí, y él se ubicó a su lado para continuar avanzando por las calles, consciente de que ella había aparecido para verlo sin entregar ninguna excusa. Feliz, porque sentía que ahora, había un peso menos del que preocuparse.

—¿Así que...viniste a buscarme?—preguntó, como si hablara del clima mientras rosaba sus dedos al caminar—¿vas a invitarme a cenar?

No ocultó el tono de diversión, ni mucho menos de ilusión al esperar su respuesta, porque hace mucho, comprendió que su mejor arma era hablar con la verdad y mostrar lo que realmente sentía con ella.

—La verdad—respondió mirando su bolsa—, iba a invitarte a cenar a mi departamento pero... los huevos se rompieron.

Se acercó a un basurero mientras lo decía y dejó caer la bolsa con algo de tristeza.

—Entonces vamos—indicó—, yo invito.

Caminaron sonriendo, dejando de lado las preocupaciones y permitiendo que eso que continuaba creciendo entre ellos avanzara a su propio ritmo.

Los espacios, entre fuertes lazos de hebras cálidas desaparecían,

enredándolos en una atracción envuelta dulces silencios y compañía.

Y la primavera, esa que amenazaba con llegar, apareció junto al tan ansiado día de la ceremonia de inauguración.

El lugar escogido era una antigua casona elegante y de amplios jardines a las afueras de la aldea. Perfectamente adornado con flores de la zona, banderines con los logos de las aldeas participantes y música en vivo; la noche le terminaba de dar un toque mágico al lugar.

Los clanes destacados y ninjas, junto a los hokages y señores feudales fueron invitados a participar; porque más que un examen, era una ceremonia para fortalecer las alianzas y celebrar un año más de paz, luego de la gran guerra ninja. Era un juego político, de apariencias y lazos.

Pero nada de eso le importaba, él era líder de su clan, uno de los representantes de Konoha y un ninja destacado, pero lo único que realmente le interesaba era aprovechar esa rara oportunidad para avanzar un poco más con su prometida.

Nervioso, era la definición clara y precisa de como se sentía en ese momento; algo fuera de lugar también, no estaba acostumbrado a usar traje y permanecer en un ambiente tan lleno de personas no era de su agrado. Frunció el ceño, mientras observaba el salón, y se soltó un poco la corbata para calmar la ansiedad mirando atento la puerta de entrada.

—¿Hinata?

Parpadeó, como despertando de un letargo al cual no recordaba haber ingresado cuando la tranquila voz de Shino la devolvió a la realidad y se giró hacia su amigo intentando disimular lo contrariada que se sentía. Había olvidado que se encontraba en la puerta de entrada del recinto, a un costado entre los árboles.

—Oh, Shino...

Pero él, que aún cuando llevaba sus clásicas gafas oscuras, pudo ver eso que ella pretendía ocultar.

Sin temor, ni timidez, tomó su mano y se internó en el bosque con ella, porque no, su amiga no estaba bien.

Algo le había ocurrido.

Suspiró, un poco desilusionado, pero se negó a perder las esperanzas; ella había dicho que iría. Así que avanzó hacia uno de los mesones con aperitivos y se dispuso a escoger uno mientras la música comenzaba a sonar y las parejas se animaban a bailar.

A lo lejos, distinguió una cabellera larga y rubia moverse con gracia junto a un pálido Sai, mientras algunos invitados se giraban a mirarla; Ino llamaba la atención donde fuera. Chouji, que también había llegado, se encontraba cerca de otra de las mesas conversando con Lee y Tenten, soltando risas de vez en cuando. Y decidió, que lo mejor era pasar el rato con su amigo que en plena soledad.

—Ven.

Nada más al escuchar esa conocida voz a su lado, se giró algo alarmado; no era que temiera, sino que después de la última conversación, esperaba que Temari no se acercara. La situación se volvería incómoda entre ellos por algún tiempo luego de la confesión de días atrás.

Pero la sonrisa radiante de ella lo descolocó, aún más raro fue ver que se acercaba sin una pizca de duda en su actuar y tomaba su brazo.

—Vamos a bailar.

Se soltó disimulando su rechazo con un movimiento grácil para no dejarla mal y retrocedió un paso marcando distancia. No entendía que estaba pasando, pero prefería irse con cuidado.

Temari, entendiendo lo que sucedía, sonrió con alegría.

—No te preocupes —indicó—, ya hablé con la Hyuga.

Abrió sus ojos con sorpresa, aún más perdido y la rubia se volvió acercar, con confianza.

—¿De qué estás hablando?

—Ya sé que es tú prometida—le dijo—, tienes un compromiso arreglado con ella.

El estómago se le revolvió de solo comenzar a entender lo que estaba ocurriendo, de imaginarse qué podría haber hablado Temari con Hinata y las consecuencias de lo que la rubia había desatado. Necesitaba saber que le había dicho con urgencia.

—Pero ajusté algunas cosas con ella—continuó—, porque si lo que necesita es un esposo, Gaara ya había considerado proponérselo. Así que eres libre de ese compromiso.

Era increíble lo bien que le hacía conversar con su amigo cuando se sentía perdida, él la conocía y sabía como guiarla para que encontrara sus propias respuestas cuando se sentía ahogada en sus propios problemas. Y por lo general, le mostraba que las cosas a veces, eran más simples de como ella solía apreciarlas.

Como en ese momento, cuando la encontró totalmente confundida sobre lo que debía hacer, o como debía enfrentar la situación que la había asaltado.

Más tranquila, le sonrió a Shino mientras tomaba su brazo y se preparaba para ingresar al salón. Él, consciente de lo que le ocurría, le dio un leve apretón en su mano que se encontraba sujeta en su brazo, como signo de todo su apoyo, y sonrió también.

—Si quieres, podemos dar una vuelta más antes de ingresar—indicó el Aburame.

Hinata negó.

—Ya estoy mejor—respondió—, tengo que enfrentar esto.

Cruzaron la gran puerta blanca del salón e ingresaron a ese mar de gente que iba y venía al ritmo de la música suave, y que se acompañaba del agradable murmullo de voces alegres y despreocupadas.

—Me quedaré cerca, por si me necesitas—indicó mientras se movían entre la gente con un objetivo claro.

Hinata asintió, y se giró hacia él para observarlo con decisión; arregló su corbata que estaba un poco desarmada y volvió a sonreír.

—Shino—habló—, se sentirás orgulloso de mi.

Él, con un gesto divertido y poco propio, golpeó suavemente con su dedo indice la frente de Hinata como si se tratara de una niña.

—Siempre lo he estado.

Sin poder creer lo que escuchaba, apretó sus puños conteniendo la rabia que comenzaba a crecer en su interior. Ella, probablemente no sabía que él había buscado ese matrimonio; Temari no sabía que había destruido lo que él tanto había trabajado.

—Fui yo quien buscó ese compromiso —habló y ya no se preocupó de ser cortés—, yo era quien lo necesitaba.

La mirada en los ojos oscuros del Nara le dijo todo lo que ella necesitaba para terminar de confirmar lo que sabía, pero se negaba a creer. Su corazón ya no le pertenecía; Shikamaru no podía haberla olvidado.

No podía.

—Si...si lo que necesitas es un matrimonio—intentó—, podemos intentarlo. Ahora eres libre, ahora...

Pero cuando sus manos iban a alcanzarlo, para retenerlo mientras él se marchaba, una pequeña y delgada figura se interpuso entre ambos.

Esa negra, lisa y brillante cabellera apareció en el campo de visión del Nara, bloqueándole la vista de la rubia, y ahorrándole la búsqueda que pretendía hacer. Y la sorpresa le dio un vuelco al corazón.

—No, no lo es.

La suave y siempre agradable voz de Hinata se dejó escuchar entre ellos, en medio de la música sin necesidad de gritar. Su mirada, enfocada solamente en Temari, mostró el desafío que venía a plantear y que no pretendía perder.

Porque esta vez, ella no iba a ceder, no iba a entregar.

No más; quizás... nunca más.

"Escucha Hinata, sé que necesitas un matrimonio" le había dicho cuando la alcanzó antes de llegar a la ceremonia y le pidió hablar a un lado del camino para tener más privacidad "pero no tiene que ser, necesariamente, Shikamaru".

Hinata, un poco sorprendida de la repentina conversación, no fue capaz de decir nada y Temari continuó, confundiendo el silencio con aceptación.

"Gaara también está buscando una esposa, ustedes se llevan bien, y con una palabra tuya, él irá a pedir tu mano. Es un Kage, un buen partido y nosotras podríamos ser familia"

Recuperada del impacto inicial de esa brutal conversación, recuperó las fuerzas para responder.

"No, Temari-san, un kage no..."

Pero la mirada de súplica de la rubia la calló. Saber que Temari estaba haciendo todo lo que podía por recuperar a quien quería le hizo sentir horriblemente mal, como si fuera una intrusa.

"Por favor, todavía lo quiero... sé que puedo recuperarlo" pidió, "Permítenos esta oportunidad."

No pudo rebatir, no pudo decir nada ante la mirada desesperada de la rubia que gritaba que continuaba enamorada. Ella sabía lo que era perder todas las oportunidades de estar con la persona amada.

Lo sabía mejor que nadie.

Y la respuesta que no supo dar en ese momento, ahora afloró. Porque Shino tenía razón y ella, no podía cargar con los sentimientos de los demás; esta vez debía pensar en sus propios deseos.

Tampoco estaba dispuesta a entregar a su compañero a quien lo había desechado cuando tuvo la oportunidad.

—Lo siento, Temari-san—continuó—. De verdad lo siento, pero no voy a dejar a mi prometido.

Los ojos de la rubia mostraron el dolor que comenzaba a sentir y Hinata, por esta vez, no se sintió contenta por lo que estaba realizando; mucho menos orgullosa.

Su corazón también se rompía al ver como el de su compañera sufría.

Shikamaru, que había recuperado la compostura, rápidamente se ubicó delante de Hinata para que no siguiera viendo ni enfrentando algo que él debía solucionar. Ella no debía cargar con más peso en su corazón que la mochila que ya debía soportar; a pesar de que verla ahí, segura de algo que hasta el momento había generado dudas en él, lo hizo feliz. Inmensamente feliz.

Se inclinó, en una pequeña reverencia hacia la rubia porque entendía que ella no había hecho nada distinto de lo que él había realizado con Hinata; ocupar hasta la última de sus oportunidades, jugársela con todo para llegar a su corazón.

Y él, también había cometido errores.

—Temari—dijo—, gracias por todo, pero no puedo corresponderte.

No dijo nada más, no había necesidad.

Así que en silencio, se giró para buscar a Hinata que ya se había marchado, mientras la situación pasaba desapercibida para todos los demás.

Era el momento de que ambos conversaran.

La vio caminando a paso lento y calmado, saludando a algunos conocidos y avanzando hacia el jardín; ella no gustaba de los lugares tan concurridos y probablemente se sentía aún afectada por la situación.

La siguió en medio de la gente que bailaba, esquivando a los meseros

y saludando rápidamente a los conocidos, y la alcanzó.

Se miraron, a la distancia y en silencio, y ella bajó por unas escaleras que separaban el balcón del jardín; era una invitación a seguirla que él no dudó en aceptar.

Pero si bien, estaba dispuesto a seguirla, en ese momento no podía avanzar más allá; se negaba a esperar un poco más.

Dejó caer su chaqueta en su espalda y tomó su mano, sin temor, para guiarla aún costado del camino en el jardín y quedar en un lugar un poco más apartado.

Y se dejó llevar, porque después de haberla escuchado, el miedo principal había desaparecido.

No fue una declaración de amor, no le dijo que lo amaba ni mucho menos que lo quería; solo le aseguró que no lo iba a dejar, que quería estar con él. Y por ahora, eso estaba bien.

Por ahora, él podía continuar en ese juego agradable de dulces encuentros, podía seguir con la conquista si ella no lo rechazaba. Podía mantener la esperanza.

—Siento que hayas tenido que pasar por eso—comenzó.

Hinata se giró hacia él, quedando frente a frente y Shikamaru aprovechó la oportunidad para dar un paso más hacia ella, cortando las innecesarias distancias. Ese espacio entre ellos sobraba.

Pero esta vez, fue ella quien avanzó.

Movida por la fuerza y determinación de su decisión, por las emociones que aún la mantenían alterada, y por un deseo que se volvía difícil de controlar, elevó sus manos al rostro de él en un delicado y tranquilo movimiento.

Sus dedos, largos y delgados, se acercaron a sus mejillas en una caricia suave que lo estremeció. Que encendió todos sus sentidos y lo desarmó, como si se se tratara de una avalancha que lo golpeaba, como si se tratara de agua que lo envolvía en sensaciones que no conocía. No era la primera vez que se enamoraba, pero todo era tan terriblemente distinto que se sentía como si lo fuera.

Tal vez, de eso se trataba todo; el amor cambiaba con las personas, con la madurez y las experiencias.

Quizás por eso no la había visto antes, porque simplemente no era el momento indicado para encontrarse.

Necesitaba recorrer su camino para verla, a pesar de que la conocía de toda una vida.

Y, en esa seguidilla de toques tímidos y tentadores, el roce delicado y cuidadoso llegó a su mentón, anunciando su despedida.

Atrapó sus manos al momento en que se retiraban, uniéndolas frente a frente y entrelazando sus dedos en un agarre que inició débil y asustadizo, pero que se volvió firme y decidido.

—No sabía que ella podría hacer algo así—continuó—, y no deb...

—Shikamaru—le cortó—, está bien.

La miró a los ojos intentando descifrar si había algo que aclarar, si ella continuaba con dudas o si lo que le estaba diciendo era verdad. Si de verdad todo estaba bien. Y ella no hizo nada más que reafirmar, lo que ya le había indicado.

—Era algo entre nosotras.

Notó que sus dedos se cerraban entre los suyos, respondiendo a su avance, mientras su mirada continuaba conectada a la suya; como si buscara decirle algo que no se atrevía, que aún quería permanecer escondido, pero que poco a poco escapaba cuando se encontraban.

A lo mejor era su imaginación que buscaba una excusa, una esperanza a la cual aferrarse; a lo mejor no lo era.

Pero esa mirada fue suficiente para que él se acercara en un impulso algo descontrolado y juntara sus frentes de un detalle íntimo y encantador.

Cerró sus ojos, intentando regular su respiración alterada, tratando de bajar la ansiedad producida por ese breve momento de temor al creer que lo había perdido todo otra vez, e intentando mantenerse tranquilo ante lo que ella había revelado esa noche.

Y ella, al ver lo que él hacía, soltó las inseguridades, las culpas, mientras se dejaba envolver por esa presencia que la desarmaba por completo, y que lograba exponerla de formas tan simples.

Porque él solo necesitaba acercarse, mostrarse en esas tiernas maneras para que ella no pudiera mantener su corazón controlado.

—¿Está bien para mi... no... no liberarte?—interrumpió antes de que él intentara hablar y al momento, elevó su rostro de forma inconsciente y sus narices se rozaron provocándole un escalofrío agradable a ambos.

—Nunca lo dudes—respondió—. No quiero esa clase de libertad.

Una pequeña sonrisa se asomó por sus labios al escucharlo, y se soltó para acercarse un poco más a él y apoyarse en su hombro como si estuviera buscando refugio, mientras enrollaba sus delgados y fuertes brazos en su cintura. Shikamaru, al ver su reacción sonrió también y la envolvió en sus brazos respondiendo.

Porque aún cuando era la oportunidad perfecta para asaltarla con una declaración y besarla, no era el momento. Temari todavía estaba en la fiesta, y Hinata se encontraba afectada por la situación; y él, podía esperar un poco más.

De todas formas, las palabras que no dijeron se expusieron entre líneas con sus acciones; porque entre ambos, ya había algo más que amistad.

Sin soltarla, tomó su mano luego de un par de minutos abrazados y de mutuo acuerdo comenzaron a caminar de vuelta a la ceremonia. Un par de vueltas por el salón bastarían para que pudieran marcharse, porque lo más interesante ya había sucedido.

—Hinata—retomó la conversación—, ya reconociste que soy tu prometido en publico.

La aludida se sonrojó avergonzada, frente a un tema que los dos habían evitado tocar desde el principio. Pero que él llevaba tiempo queriendo sacar.

—Eso significa que yo —continuó— también puedo decirlo.

Subieron las escaleras que daban fin al jardín, mientras una traviesa sonrisa adornaba el rostro del Nara y nada más al ingresar al salón, él se giró quedando frente a ella.

—Entonces, prometida—le dijo con un tono entre serio y risueño—¿puedo tener el honor de bailar contigo?

Porque se conocieron, en esa agradable y segura distancia que no los involucraba; y se realmente se encontraron, en ese instante que los llevó a mirarse en circunstancias inesperadas.

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