Red - [La Orden Sangrienta]

By LDasilva27

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[LIBRO 1] No respires cerca de él. No lo mires a los ojos. No le preguntes por su collar. No busques las razo... More

Nota | Antes de leer
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36 - Primera parte
36 - Segunda parte
36 - Tercera parte
Epílogo
Agradecimientos
Extra #1
Extra #2
Extra #3
¡Anuncio de celebración! 09/12

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By LDasilva27

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—Si intentas escapar, vas a morir—señalé al sujeto desconocido con la punta del cuchillo—y si te quedas aquí... también morirás. No tienes muchas opciones.

El hombre me miró de arriba abajo sin una pizca de miedo en la mirada.

—¿Y una niñata como tú me va a matar?—bufó.

—Sí, imbécil, una niñata como yo—di dos pasos hacia él—. ¿Acaso me subestimas?

—¿Y tú de verdad te crees que...?

Las palabras quedaron en el aire cuando me lancé sobre el sujeto para empujarle, logrando así desestabilizar su postura firme. Casi me agarra por los brazos para detener mis movimientos, pero fui más rápida y le empujé con fuerza. Cuando cayó al suelo de madera provocó un estruendoso sonido que resonó en mis oídos.

¿Dónde demonios estaba Kislev?, pensé cuando recordé que estábamos en la cabaña.

Sin embargo, aparté los pensamientos y me centré en el desconocido.

Me situe a horcajadas de él cuando le vi moverse para tomar el control de la situación, luego clavé el filoso cuchillo de plata en su cuerpo, el cual con facilidad se deslizó por la piel de su estómago mientras un grito ahogado emergía de su garganta. Debía ser doloroso, pero sumamente exquisito. El desconocido trató quitarme de encima, pero no pudo. Hizo una mueca en los labios e intentó sujetar mis muñecas, pero enterré el cuchillo más profundo.

—Eres una–

—Ssh—saqué el cuchillo de forma brusca y la cara del hombre se contrajo—. ¿Qué estabas haciendo aquí?

No respondió.

—¡¿Qué carajos hacías aquí?!—grité.

—La... in... ya...

—No va a responder en ese estado—escuché la voz de Kislev a mis espaldas.

—¿Y tú dónde estabas?—me levanté para llegar a él  y abrazarle.

—En la cama, desnudo, como me dejaste—sonrió de forma diabólica y me dio un apretón en la cadera.

—Mmh—murmuré y alcé la mirada.

—¿De dónde salió este?—señaló al desconocido que seguía retorciéndose en el suelo.

—Lo mismo quiero saber.

Resulta que, mientras dormía en la comodidad de los brazos de Kislev, escuché un ruido. Al principio lo dejé pasar porque podía ser cualquier cosa insignificante de fuera, pero luego oí las pisadas y no dudé en salir con un cuchillo en la mano. Lo primero que vi cuando crucé la puerta de la habitación fue una sombra, luego esa sombra se hizo más intensa y visualicé el cuerpo completo de un hombre. Un desconocido.

—¿Que fue lo primero que te dijo?—preguntó Kislev.

—Que yo era una niñata, pensó que no lo mataría.

—Pero lo hiciste—asentí—, y te veías muy sexy haciéndolo.

—¡Kislev!—golpeé su pecho.

Se rió.

—Voy a deshacer su cuerpo en el sótano—se separó de mí para llegar hasta el desconocido y lo tomó por las piernas—. Mientras, tú te cambias que vamos a salir.

—¿Me estás dando órdenes?—elevé una ceja.

—Sí—afirmó—. Y como la niña mala que eres, vas a obedecer.

No me dejó responder y desapareció con el cadáver cuando abrió la puerta que daba con el sótano.

Blanqueé los ojos y regresé a la habitación para cambiarme. Tenía varios días estando ahí con Kislev, hacíamos cosas que jamás imaginé hacer con alguien, como: cazar ciervos juntos. Dormir juntos. Ignorar al resto de la humanidad. Y cosas pequeñas que Kislev solo mostraba cuando estaba conmigo. Hasta sentí que era romántico en cierto punto... pero todo cambiaba cuando repetía que me quería matar.

Un amor retorcido, tan extraño que la misma curiosidad tomaba el poder para que los sentimientos fluyeran. Buscando conocer, buscando encontrar algo más allá... esa chispa.

Agarré unos pantalones negros y me los encajé, luego una simple camiseta con un logo de los Beatles y terminé escogiendo mis infaltables botas negras.

Tenía algo de ropa en la cabaña, casi toda.

Kislev apareció minutos después: bañado y con ropa nueva, se estaba acomodando el cabello cuando me estampó un beso en los labios.

En mi pecho aún sentía algo extraño cuando tenía momentos dulces con alguien... como Kislev.

—¿Qué tanto tienes en ese sótano?

—No querrás saber—respondió, su aliento fresco llegó a mi rostro y sonreí—. Vamos, se nos hace tarde.

—¿Y para dónde vamos?

—Por ahí.

—Kislev...

—Vamos a ver a Preston—gruñó.

Al final me jaló por el brazo y salimos de la cabaña. El clima cálido del verano nos recibió como una manta de calor, las hojas de los árboles bailaban con el ritmo del viento, y la mano de Kislev sujetando la mía hacia que ese calor se esparciera por mi cuerpo calentando mi sangre.

Las miradas nunca faltaban al llegar al jardín, a Kislev lo seguían viendo como un rarito esconde cadáveres, y a mí... como la desdichada hija de Danforth.

—Te acaban de saludar—soltó Kislev haciéndome espabilar.

—¿Ah?—volteé a los lados sin ver a nadie.

—Uno de los chicos rubios—agregó.

—Oh...—quizás era número uno, o el dos, pero dejé de cuestionar eso cuando vi a Kislev sonreír —. ¿De qué te ríes, lucifer?

El rostro del chico cambió a uno serio, pero la sonrisa seguía bailando en sus labios.

—Nada, sube al coche.

Entrecerré los ojos y asentí sin decir más.

Kislev hizo lo mismo, rodeó el coche y subió.

Cuando lo encendió y salimos de ahí, me comencé a sentir en las nubes.

El trayecto del internado a Bretwood nunca se hacía largo cuando el que estaba al volante era Kislev.

¿Qué tenía en su ser para ser así de hipnotizante? Era como su propia esencia el llamar a las personas solo con miradas. O su cabello sobresaliente en cada lugar. Era él haciendo nada para recibir miradas de todo tipo.

Mientras el viento golpeaba mi rostro y el paisaje se volvía más llamativo, lo único que yo hacía era ver el perfil de él.

¿Esto será amor?

¿Te gusta ese psicópata?

Oh, querida Vellty, estás gravemente...

Loca.

Seguramente me volvería más loca por pensar de esa manera, seguramente y está dicho que el amor es el túnel de las desgracias, unas más buenas que otras. Unas el abismo que te consumen hasta volver de ti nada, hacerte polvo de estrellas, mandarte a la luna, perderte en el espacio, y que tu corazón solo piense en ese enamoramiento penetrado por la preocupación al estar lejos. Mientras que otros... son una desgracia que es mejor no explicar. Desgracias que parecen complicadas, cuando realmente no lo son.

—Vellty—vi chasquear unos blanquecinos dedos en mis narices.

Era Preston, y ya habíamos llegado a aquella hermosa casa rodeada de pinos en la colina.

—¡Preston!—dejé de pensar cuando le vi afuera del coche, abrí la puerta y me abalance sobre él para abrazarle con fuerza.

El niño gruñó como de costumbre por la muestra de afecto.

—Detente, Vellty Danforth—exigió, igual desordené su maceta de cabello negro hasta alejarme con una sonrisa.

Kislev apareció un segundo después, y lo más extraño de todo fue, verle sonreír... lo había visto sonreír antes, pero esa sonrisa que le dedicó al niño no estaba llena de ego y superioridad, era una sonrisa sincera.

—¿Qué insecto te picó?—le preguntó Preston.

—Alguno muy venenoso, seguramente—Kislev trató de disimular la notoria sonrisa y desvió su mirada hacia la estructura de ventanas negras—. ¿Está en casa?

—Sí—asintió el niño—, sabes que no me dejaría solo por nada en el mundo. Ni siquiera tu actitud la hará...

—¿Mi actitud?—cuestionó.

Preston suspiró.

—Nuestra actitud—corrigió—, la hará salir huyendo.

Kislev no dijo nada, solo me tomó de la mano y jaló de mí para ir caminando hacía la entrada de la casa. Preston nos siguió en todo momento.

Cuando entramos, lo primero que percibieron mis fosas nasales fue un exquisito olor a...

—¡Kislev!—escuché un grito de emoción de parte de Mina—. Oh... ¡Bonita!

Luego unos brazos rodearon mi cuerpo. La señora Mina olía a flores y miel, una combinación deliciosa. Me palmeó la espalda dos veces en el acto y eso me hizo sonreír.

—Llegaron a tiempo para comer pastel de albaricoque—anunció cuando se separó de mí y se acercó a Kislev.

—Ni se te ocurra abra–

Pero ya era muy tarde, Mina envolvió a Kislev en un abrazo que lo dejó sin aliento.

Fue divertido ver la cara molesta de Kislev, y causó ternura ese sentimiento que desprendía Mina, hasta sus cachetes regordetes se veían emocionados.

Terminamos yendo al salón principal por orden de Mina y la dichosa espera del pastel de albaricoque.

—Entonces ustedes están enamorados—soltó Preston en medio del silencio.

—No—respondimos Kislev y yo al unísono, luego nos miramos a la cara con las cejas fruncidas.

Los ojos de Kislev hablaban por si solos, al igual que los míos: ¿Es en serio? Nos quisimos preguntar.

—Al parecer sí—habló Preston sentado en el sofá donde durmió Kislev aquella vez, que increíble sofá—. Supongo que la locura los unió.

—Que no estamos enamorados—murmuré.

—El ser humano es tan predecible—sonrió Preston como si él fuera de otro mundo—. ¿Cuántas citas han tenido?

—Joder—gruñó el chico a mi lado, Kislev.

—No te expreses así delante de Preston—gruñí yo.

—Pff... él sabe más cosas de las que te puedas imaginar, niña.

—Realmente...—trató de interrumpir Preston.

—... nada—lo calló Kislev.

Los hermanos se asesinaron con la mirada, pese a que uno era más pequeño que no, las energías eran igual de amenazante.

—¡Listo!—anunció Mina entrando al salón, venía caminando con un pastel en las manos que se veía delicioso, una capa de caramelo lo cubría y le daba un aspecto dorado brilloso que lo hacía más apetecible.

—Eso se ve–

No logré terminar la frase cuando sentí una arcada que me revolvió el estómago. Apreté los ojos con fuerza y me levanté del sofá para ir directo al baño.

Estando dentro, me puse de rodillas en el suelo y llevé mi cabeza directo al inodoro. Nuevas arcadas le abrieron paso a un líquido amargo que corrió por mi garganta. Casi sentía mi desayuno siendo expulsado. Traté de respirar hondo y cerré la tapa del mismo para calmar las náuseas.

Odiaba vomitar. Odiaba sentirme así cuando el estómago me daba un vuelco.

Ya me estaba poniendo de pie cuando tocaron la puerta del baño.

La tensión se me subió de solo pensar que podía ser Kislev, pero una voz dulce y hogareña calmó la presión en mi pecho:

—Querida, ¿estás bien?—preguntó Mina desde el otro lado.

—S-sí—contesté—, un momento.

Me enjuagué la boca lo más rápido que pude y volví a respirar profundo antes de salir.

Vamos, Vellty.

No puede ser lo que estás pensando. Tú lo sabes.

Wilre solo insinuó algo. No puede ser real.

Pero lo era. Era lo más real que tenía en mí.

Cuando abrí la puerta del baño, Mina tenía en el rostro una gran sonrisa plasmada. Me hubiese asustado un poco sino me hubiera abrazado. Mi cuerpo se tensó ante el repentino acto, pero me quedé muy quieta mientras ella me abrazaba.

—Algo me decía que la cigüeña estaba en mi casa—musitó muy bajo, casi inaudible.

—¿Cigüeña?—me alejé de inmediato con el corazón acelerado.

—Bonita, vamos a mi habitación, tenemos muchas cosas de las cuales hablar. Y tú muy bien lo sabes—ni siquiera me dejó responder, solo me guió hasta su habitación y cerró la puerta con pestillo.

La habitación de Mina parecía un museo: paredes pintadas de color salmón, repisas con reliquias en ellas, una cómoda de madera con puertas de cristal, un armario de la tonalidad de la misma madera, una cama demasiado grande para una sola persona, las mesitas auxiliares a los lados, y la puerta del baño.

—¿Cuánto tiempo tienes?—preguntó apresurada.

—¿T-tiem... po?—mi tartamudez salió a relucir ante la pregunta.

—Si, bonita, ¿dos o tres meses?

—Yo no...

—¿Él ya lo sabe?

Tuve que acercarme a la cama de Mina y sentarme para poder digerir sus preguntas.

—Si no le quieres decir todavía está bien, él es muy inestable, pero–

—¡Deténgase!—me exasperé—. No estoy... así.

—¿Embarazada?—subió una ceja.

—Sí, no estoy embarazada.

—¿Segura?—insistió.

Le quise decir que sí estaba segura, que nada crecía en mi vientre porque eso era... una locura. Pero no dije nada, me quedé en silencio observando la habitación.

—No estás segura—respondió ella por mí mirándome a los ojos—, o solo te niegas a aceptarlo por miedo.

—No le tengo miedo... a nada—aparté la mirada.

—Querida—Mina se acercó a mí y se sentó a mi lado—. Sé cuando una mujer está o no embarazada, y tú lo estás. También sé que estás aterrada y por eso te lo mantienes oculto. Sé que tienes una vida complicada para ser tan joven, igual que Kislev. Pero, entre todas las cosas, te aseguro que ocultar lo que está creciendo en tu vientre no es buena idea. Algún día va a crecer, y todos se darán cuenta que hay otra persona ahí—señaló mi estómago—. Así que díselo a quienes te importan, principalmente a él, porque sé que te importa. Tanto como tú le importas a él.

—Mina no sé si...

—Él te quiere, Vellty, a su manera, pero lo hace. Y no me parace justo que se lo ocultes.

Cuando Mina terminó de hablar me encontraba con el rostro bañado de saladas lágrimas. Tuve que respirar hondo por tercera vez y abrazarle con fuerza. Porque me dolía algo por dentro... me dolían las palabras contando la verdad.

—Y-yo... se lo diré—un sollozo escapó de mis labios y comencé a pensar en la mejor manera para decirle a Kislev que llevaba... eso en mi vientre.

[...]

Kislev estacionó el coche en todo el frente del internado. Las farolas estaban encendidas y una que otra persona rondaba por la entrada.

Iba a abrir la puerta y salir, como de costumbre, pero me lo impidió. Cuando sentí su mano tocar mi brazo, las alarmas dentro de mí se encendieron.

—Kislev...

—Tengo que hacerte una pregunta—soltó, estaba muy serio.

De inmediato imaginé que Mina se me había adelantado, que le había dicho sobre lo que hablamos en su habitación esa tarde de verano.

Fue entonces cuando le miré fijamente a Kislev y asentí para que continuara, quería agarrar valor delante de él, verme segura.

Decir que mi sistema nervioso se encontraba apunto de colapsar, era mentira, porque todo mi cuerpo iba a caer en cualquier momento. Como siempre lo hacía, caía.

Y ya no quería caer.

—Tú...

—Sí, es verdad—preferí interrumpirlo antes de que fuera a decir la oración completa.

Los labios de él quedaron entreabiertos con algo de confusión. A pesar de que su rostro volvió a su estado habitual, igual parecía confundido. O molesto. O... sin ninguna expresión. Lo único que sentí fue su mano, que no dejó de sostener mi brazo en ningún momento.

—Fue Preston, ¿no?—quiso afirmar.

—¿Preston?

—Ese pequeño farsante.

—Kislev, creo que te–

—¿Qué más te dijo?—se acercó mi rostro, el olor de su perfume lo sentía con intensidad.

—De hecho, no me dijo...

—Vellty, deja de fingir. Sé que te contó lo que hablamos él y yo esta tarde.

Apreté los labios y abrí un poco los ojos. Kislev y yo no estábamos hablando de lo mismo.

—¿Entonces?—a centímetros de mi rostro sonrió, era más una sonrisa ladina y pícara—, ¿qué dices?

—¿Del qué?

—¿Quieres tener una... umh... cita conmigo?—me quedé sin aire en los pulmones ante la pregunta. Kislev seguía cerca, muy cerca, y con esa sonrisa que me volvía loca.

—Yo...

—Vale, el 27 a las veinte en punto te recojo—de pronto, sus labios tocaron los míos, algo que inició como un simple roce de labios se convirtió en un beso intenso.

Los besos de Kislev me quitaban los nervios, y justo eso era lo que más tenía por dentro en ese momento.

Cuando chupó mi labio inferior y tiró de él, fue que se despegó y logré respirar.

—Ni siquiera te dije que sí—reí, algo nerviosa.

—Igual lo ibas a hacer—me guiñó el ojo y volvió a su puesto de piloto—. Luego del evento, ¿vale? Te pones unas lindas bragas y llevas un cuchillo entre ellas, uno nunca sabe si debe matar a su cita.

—Realmente estás loco—negué entre risas.

—Es evidente, niña, por eso hoy no dormirás con este loco—se señaló el pecho.

Fruncí los labios, pero no dije nada respecto a su decisión. Era mejor estar sola por unas horas, quizás así lograría pensar bien. Con claridad.

Pensar en eso.

Ahora solo esperaba con ansías el 27 de junio.

Y luego de bajar del coche de Kislev, fui directo a la habitación número trece para conseguir algo en el armario que me pudiese poner para ese día.

Seguro iba a ser un día extraño, sumamente, extraño.









N/A: Holi, gente, regresé. Pido una disculpa por tardar, pasa que tenía complejos con algo... pero una amiga me ayudó. Y también estoy de viaje, bueno, en fin.

Lo importante: EL CAPÍTULO LO EDITÉ UNA SOLA VEZ, hay muchos errores y pido disculpas. Otra cosa, el final está muy, pero muy,  cerca.

Ahora sí, tienen la libertad de seguirme, votar, comentar, compartir. DE TODO💛

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