Eisherz

By leisydiaz14

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«Él está encerrado en mi sótano y yo estoy condenada a enamorarme de él.» Desde el día en que Madison descubr... More

ADVERTENCIA
PREFACIO
Capítulo 1: Malakai
Capítulo 2: Despertar
Capítulo 3: Extraño
Capítulo 4: Sonrisa
Capítulo 5: Hambre
Capítulo 7: Volar
Capítulo 8: Secuestradora
Capítulo 9: Cavernícola
Capítulo 10: Temperatura
Personajes
Capítulo 11: Aren
Capítulo 12: Reloj
Capítulo 13: Importante
Capítulo 14: Corazón
Capítulo 15: Beso
Capítulo 16: ¿Sorpresa?
Capítulo 17: Hermano
Capítulo 18: Proteger
Capítulo 19: Cita
Capítulo 20: Dibujo
Capítulo 21: Betsy
Capítulo 22: Límites
Capítulo 23: Almas
Capítulo 24: Pensamientos
Capítulo 25: Traición
Capítulo 26: Órganos
Capítulo 27: Cuento
Capítulo 28: Luz
Capítulo 29: Roto
Capítulo 30: Destrucción
Epílogo

Capítulo 6: Genio

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By leisydiaz14

Me adentré en la casa con rapidez y caminé hacia mi habitación para detener la pelea absurda entre los otros dos seres vivos que convivían conmigo.

—M, ¿qué está pasando? —cuestionó Logan, siguiéndome los pasos.

Lo último que me faltaba era esto. Eisherz y Mr. Hugs peleando. No sabía qué era más absurdo: tener a mi primer amor agarrando del cuello a un perezoso, o que el mismo perezoso intentara pegarle con sus cortas patitas. ¿No que eran animales tranquilos?

—¡Deténganse! —chillé con los ojos presionados en cuando abrí la puerta de un tirón.

—¿Uhm? —murmuró Eisherz, mirándome desde la cama con ojos de cachorrito mientras se devoraba un pedazo de queso.

La imagen no era para nada la que me esperaba, por lo que fruncí el ceño y ladeé la cabeza divisando al chico de hielo con el perezoso recostado sobre sus piernas.

—¿Por qué agredías a Mr. Hugs? —pregunté, juzgándolo con la mirada y cruzando los brazos.

—¿A quién?

La vergüenza llegó a mi rostro cuando él me miró confundido y yo caí en cuenta de que el nombre que le había puesto a mi mascota era algo... ¿inusual? Se suponía que solo lo sabría yo. Nunca me había imaginado viviendo con mi enamorado de pequeña.

—¿Le pusiste Señor Abrazos a un animal? —se burló Logan entrando en escena.

—Eso no es lo importante. —negué— Respóndeme.

—Yo no hice nada. —replicó el chico de hielo, evitando cruzar nuestras miradas.

—Te vimos desde abajo. No tienes escapatoria. —mantuve mi postura y caminé hasta pararme frente a él en la cama.

—No sé de qué hablas. —insistió.

—Creo que lo mejor que haces es responder, amigo. —intervino Logan recostándose a su lado en la cama. Me mordí la parte interior de la mejilla cuando sentí algo crecer en el pecho que no era para nada agradable.

Hola, celos. —murmuró mi conciencia.

—Madison odia las mentiras. —agregó, compartiendo una mirada con mi chico.

—Sal de mi cama, L. —dije entre dientes.

—Si no confiesas la verdad, lo más probable es que comience a odiarte. —continuó, ignorándome.

Eisherz posó su mirada en mí, llevando su mano a la boca mientras se mordía las uñas. Al parecer lo que le dijo Logan no le había gustado y se mostraba algo indeciso sobre lo que debía hacer.

—La verdad es que...

—¡Aléjate de él! —terminé explotando, percatándome de que acababa de interrumpir la confesión de Eisherz.

No obstante, eso era lo que menos me importaba cuando agarré a Logan del abrigo y lo alejé de mi cama, embriagándome de un sentimiento que nunca antes había experimentado.

Estás celosa, cariño. Y lo peor es que estás celosa de una persona de la cual sabes que le van más las vaginas que los penes.

Era cierto. A Logan le gustaban las chicas y siempre había sido así. Yo era testigo de las pocas relaciones que había tenido en la preparatoria. Todas con chavalas que nunca me habían caído bien.

Pero como era su amiga, también había estado presente cuando intentó que un chico hetero se enamorara de él por una apuesta entre nosotros, y lo consiguió. Al final el muchacho terminó destrozado cuando Logan le dijo que realmente no le gustaba lo que tenía colgando entre sus piernas.

Y esa era la razón por la que no quería que él estuviera cerca de Eisherz. Si Logan fue capaz de conseguir que una persona cambiara su identidad sexual por él, ¿Qué me aseguraba que el chico de hielo no caería en sus garras?

Estás sacando las cosas de contexto, idiota. Fue solo una apuesta, eso no quiere decir que...

—¿Qué haces, M? —ladró Logan cuando ya estábamos fuera de mi habitación, interrumpiendo a la voz de mi conciencia.

Ni siquiera me había dado cuenta del momento en que llegamos hasta aquí.

—Tienes que irte. —hablé, empujándolo hasta la escalera.

—¿Me estás echando? —hizo un puchero por sobre su hombro— Esto me está doliendo mucho, L.

—¿Qué es todo ese ruido? —gruñó mi tío, asomándose desde el umbral de su habitación. Había olvidado por completo que aún estaba aquí.

—Nada que te incumba.

—Me estás tocando los cojones, niñata.

—Ay no, que asco. —repuse, continuando mi camino escaleras abajo mientras llevaba a Logan conmigo

—Por lo que veo, tu tío está más insoportable que de costumbre. —añadió mi amigo cuando llegamos a la sala.

—Mi tía me dejó la casa. —confesé— Así que imagínate.

—Esta casa era tuya de todos modos. Era obvio que esto iba a pasar en algún momento.

—Bueno, si mi tía siguiese viva no tendría por qué retirarle los derechos que tenía sobre la casa. —añadí abriendo la puerta, mientras jugaba con mis pies.— De igual forma, yo se la dejé a ella pensando que nunca iba a regresar.

—¿Tan bien te sentías en América?

No era que me sentía bien. De hecho, siempre había sentido que algo me faltaba.

Yo me había ido para Estados Unidos con el objetivo de encontrar la manera de despertar al chico de hielo y descubrir quién había asesinado a mis padres y por qué. Pero cada vez que me metía más en el tema de la criogenia, más interrogantes aparecían en mi cabeza. Era como estar dentro de un laberinto y por más que caminaba, no encontraba la salida.

Así que llegué a rendirme y a comenzar a vivir por mí. Al menos hasta que la muerte de mi tía me trajo de regreso a mi pueblo natal.

—Te tenía a kilómetros de distancia. Así que imagínate lo bien que me sentía. —bromeé.

—Golpe bajo. —masculló Logan, fingiendo haberse ofendido.

Sonreí. Bajé la cabeza y comencé a jugar con mis uñas, sin saber que más decir.

De pronto, Logan caminó dos pasos hacia mí y me envolvió entre sus brazos.

—¿Qué haces? —pregunté, con la guardia en alto.

—Consolarte. —declaró y su abrazo se intensificó. Tragué en seco, algo incómoda.

—Estoy bien, L. No necesito...

—Tu tía, la única familia que te quedaba, murió hace apenas unos días y estoy seguro de que no te has detenido ni un minuto para desahogarte.

—Si lo dices de esa forma, ja. —reí, intentando cambiar el ambiente que se acababa de crear.— Venga, ya.

Coloqué mis manos en su pecho, queriendo alejarlo de mí, pero Logan no me lo permitió. Puse los ojos en blanco, hastiada por la cercanía. No tenía tiempo para estas tonterías.

No obstante, cuando vi la silueta de Eisherz junto a las escaleras con los ojos fijos en nuestra dirección, me fue inevitable reprimir las lágrimas que comenzaron a descender por mis mejillas. No estaba segura de sí lloraba por tristeza o felicidad, solo parecía que tenía un cúmulo de emociones estancadas en el pecho que necesitaba soltar.

—Eso es. Suéltalo todo. —masculló Logan, frotándome la espalda con lentitud.

Eisherz frunció el entrecejo. Se llevó una mano a su pecho y apartó la vista de mí, hasta llevarla al lugar dónde latía su corazón. Parecía algo confundido. Luego, sin más, se dio la vuelta y desapareció escaleras arriba.

Eso provocó que mi llanto se intensificara. Estaba molesta con la vida por no haberme dejado sacarlo de aquel lugar tan frío antes. Pero a la vez estaba agradecida por lograr despertarlo después de tanto tiempo.

Aun parecía algo irreal.

Me separé de Logan, limpiándome las mejillas con el dorso de mi mano.

—¿A qué ahora te sientes mejor? —preguntó, con esa sonrisa en el rostro que lo caracterizaba.

—Ujumm. —murmuré— Pero esto se podía haber solucionado comiendo helado y no haciéndome llorar. Eres mala persona, L.

—Si fuese mala persona, no me considerarías tu amigo. —replicó.

—Nunca dije que fueras mi amigo. —bueno, no es que fuera mentira. Él y su hermano eran lo más parecido a una amistad que tenía, pero no lo eran con exactitud. ¿Me estoy haciendo entender?

Te estás haciendo un lío tú misma.

Puede.

—No hace falta decirlo, L.

Puse los ojos en blanco y seguido, nos despedimos.

—Hay que poner unas cuantas reglas. —expuse, en cuanto entré a mi habitación.

Eisherz estaba sentado en el borde de la cama con la mirada levantada hacia la pantalla frente a él.

—La primera y más importante, no te acerques a la ventana ni dejes que nadie más que no sea yo, te vea. —declaré colocándome a su lado. Él asintió sin mirarme.— La segunda, no maltrates a Mr. Hugs de nuevo.

—Yo no... —intentó replicar, pero se lo impedí cruzándome de brazos. Ni siquiera me miró cuando habló.

—No quiero explicaciones. Solo que no vuelva a pasar y punto.

Bufó por lo bajo, pero no se negó.

—Y la última regla... —alejé la mirada de él intranquila y tragué en seco, algo avergonzada por lo que iba a decir— Si yo no digo lo contrario... nunca te alejes de mí, ni desaparezcas.

—¿Por qué? —cuestionó, tomándome por sorpresa.

Me removí intranquila. ¿Qué se suponía que le iba a responder a eso?

Porque estás muerta con él y lo quieres para ti sola, egoísta.

—Porque eres el único que me puede ayudar a descubrir quién asesinó a mis padres. —obviamente, ignoré lo que dijo mi conciencia; aunque, en el fondo, sabía que tenía razón.

—Ni siquiera sé quiénes son tus padres.

—Posiblemente no lo recuerdas, pero debes conocerlos. Al menos a mi padre.

—¿Cómo estás tan segura?

—Estabas congelado en mi sótano, alguien tuvo que ponerte ahí. —declaré.

Levantó las cejas, pensativo y luego se encogió de hombros.

—Así que, por favor, nunca te vayas de mi lado. —recalqué, por si no había quedado claro.

—De todos modos, no conozco a nadie más. Tú eres la única.

Por primera vez desde que había entrado a la habitación, apartó la mirada del televisor y la conectó con la mía. Lo que provocó escalofríos en partes de mi cuerpo que no deberían ser estremecidas.

Estoy mal.

Te tiene mal, que no es lo mismo.

Coincido con la loca.

—Tengo hambre. —agregó y yo puse los ojos en blanco. ¿Acaso tenía un monstruo en su estómago?

—¿Cuándo no?

—Quiero comer lasaña.

—Y yo quiero vivir en Hawái, no te jode. —ironicé.

—¿Eh? —murmuró con el ceño fruncido y me di cuenta que no había entendido lo que dije.

—Que esto no es un restaurante y yo no sé hacer lasañas. Si quieres una, háztela tú mismo.

—Vale.

Entonces se levantó y caminó hacia la salida de la habitación.

—Espera. —lo tomé del brazo— ¿A dónde vas?

—A hacerme una lasaña. —respondió como si eso fuese algo super casual.

Bufé.

—¿Tú sabes hacer lasaña? —pregunté, incrédula

—Lo acabo de ver en la televisión —señaló hacia mis espaldas. Me giré, viendo un programa de cocina transmitiéndose en la pantalla.— Así que sí.

Intentó volver a salir, pero lo detuve de nuevo.

—Espera aquí un momento.

Corrí hacia la habitación de mi tío, cerrando su puerta por fuera con llave para que no saliera. No podía correr el riesgo de que viera a Eisherz en estos pocos días que le quedaban en mi casa. Además, él me había encerrado primero. Se lo merecía.

—Ya. —abrí la puerta de mi cuarto, indicándole al chico de hielo que podía salir.

Estaba segura de que solo fanfarroneaba sobre saber hacer la lasaña. Nadie aprendía a cocinar de solo haberlo visto una vez.

—¿Dónde está el delantal? —preguntó en cuanto llegó a la cocina.

—¿Delantal? —¿quién usaba delantal para cocinar?

Pensé que estaba bromeando hasta que reparé que tenía los ojos puestos en mí, esperando que le diera el dichoso delantal. No podía decirle que no a esos ojos de color grisáceo. Así que busqué dentro de uno de los estantes bajos, el delantal que solía usar mi mamá. La prenda estaba intacta, excepto por el olor a guardado impregnado de tanto años sin usar. Tendría que lavarlo luego, pero por ahora servía. De todos modos, no creía que Eisherz avanzara mucho.

—Aquí tienes. —se lo alcancé. Sus dedos se rozaron con los míos por un leve segundo, lo suficiente para que su frialdad me pusiera los pelos de punta.

Como si de un comercial se tratara, se ató el delantal a la cintura y al cuello, en cámara lenta y, a la par, remarcando sus músculos cuando elevó los brazos. Casi que mi baba llegó al suelo en el momento en que se revolvió el cabello con una mano, caminando hacia el fregadero.

Tuve que rodear la alacena para tener una mejor vista mientras lo veía lavarse las manos. Nunca creí que alguien pudiera verse tan sensual haciendo algo tan sencillo como eso.

—Necesito carne molida; queso mozzarella, ricota y parmesano; —comenzó a enumerar.— perejil fresco y huevos.

—La que tiene queso soy yo... —mascullé, perdida en sus dedos mientras se secaba con el paño de la cocina.

—¿Qué dijiste? —me sobresalté en el lugar.

Joder, que vergüenza. Prácticamente estaba babeando frente a él.

—Que solo tengo queso blanco y gouda.

—Me vale igual. —respondió.

Rápidamente, busqué todo lo que me había pedido. No podía quitarme su imagen de mi cabeza y me resultaba increíble lo mucho que mis hormonas estaban revueltas por ver a un hombre ponerse un delantal.

Si me puso cachonda solo con eso, me imagino cuando...

—¿Dónde están los utensilios? —preguntó, trayéndome de vuelta a la realidad.

—Allí. —le señalé dicho estante y me senté en uno de los taburetes de la alacena para vigilar que no se metiera en problemas.

Sí, claro. A nadie engañas. Solo quieres seguir disfrutando de la vista, acosadora.

¡Shh! Haz silencio que me desconcentras.

A partir de ese momento, me pareció estar viendo un verdadero show de cocina profesional, con un chef que apetecía tanto como la comida que estaba preparando.

Mientras mezclaba los quesos, escurría la carne, incorporaba la salsa, agitaba y agitaba todo, una y otra vez, hacía otras cosas a las cuales no le había prestado la más mínima atención porque estaba concentrada en las venas remarcadas de sus brazos; tuve que recostar mi rostro sobre la alacena para tener una mejor vista y estar cómoda.

Me di cuenta que no sudaba, pero si mostraba un atisbo de cansancio en su rostro luego de haber metido el recipiente en el horno.

—¿Y aprendiste a hacer todo eso, solo con haberlo visto una vez en la televisión? —me atreví a preguntar, algo anonadada.

—Sí. —sonrió, orgulloso.

—¿Acaso eres un genio? —si no disimulaba un poquito más, temía que se diera cuenta de lo hechizada que estaba por él.

—Aprendo rápido. Me di cuenta por los programas de la televisión que las personas no aprenden las cosas en tan poco tiempo. —elevó la mirada como si estuviera pensando— Me pareció extraño, ya que desde que aprendí tu idioma en una noche solo viendo series y películas, pensaba que era algo normal.

Levanté la cabeza al instante. ¿Qué había hecho qué?

—Supongo que sí que soy un genio. —profundizó sus hoyuelos y se contrajo de hombros.

—¡¿Aprendiste mi idioma en una noche viendo series?! —exclamé en estado de estupefacción.

La verdad es que pensaba que me había estado tomando el pelo con lo de no saber mi lenguaje; por el simple hecho de que, de la noche a la mañana, ya podía entenderlo. Nunca me imaginé que realmente lo hubiera aprendido en una noche y mucho menos viendo la televisión.

—¿Qué? —lo que dijo después, fue algo que nunca esperé que hiciera. Sobre todo porque pensaba que el tema estaba cerrado o que simplemente había querido ignorarlo. Pero no parecía haber sido así.— ¿Creías que por haberme besado, me habías transmitido milagrosamente todo tu idioma?

—¡Hip, hip! —me llevé la mano a los labios para intentar ocultar mi estado de estúpida con hipo en un momento como este.

Por instinto, le di la espalda y hui hacia mi habitación como una adolescente. No parecía que tuviera 26 años y fuese una adulta hecha y derecha. La niña en mi interior surgía en los peores momentos y sin ser llamada.

Quise detener mis pasos, pero no fue hasta que el rostro de Eisherz apareció delante de mí, que me vi a obligada frenar de golpe.

Tuve que alzar la cabeza; no porque parecía medir más de 1,90 metros, que de seguro lo hacía; sino porque, literalmente, se encontraba levitando en el aire con su rostro tan cerca del mío que podía sentir su respiración entrelazarse con la mía.

—¿No dijiste que nunca me alejara de ti?

❄❄❄❄❄❄❄❄❄❄

Antes de que lean la nota, admito que esa imagen final de Eisherz y Madison (ella mirando al chico de hielo volando), me la imagino super cursi como dibujos de webtoons. No sé por qué jjj

¡Holiss, congeladas!

Este es un capítulo que no pensaba subir hoy, ni escribirlo, ja. Pero han habido tantas personas pendientes de la historia que me dio penita no regalarles un capítulo.

Trataré de ser constante con esta historia, mientras reescribo Control al mismo tiempo.

Necesito vuestros comentarios y vuestro apoyo para que me sigan inspirando, porque este capítulo fue gracias a ustedes. En serio que los amo.

Ahora sí, sobre el capítulo:

Opiniones de Eisherz

Opiniones de Madison

Opiniones de Logan

y no puede faltar, opiniones de Mr. Hugs

Un beso enorme. Os amo

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