"Es domingo por la noche y te encuentras sentada en la mesa de la sala aún estudiando. Estás en finales y no logras entender muy bien el ultimo tema del examen de mañana. No has cenado y ni siquiera tienes hambre, la desesperación te está ganando al ver el tiempo correr y correr mientras el avance en tu estudio no es ni siquiera significativo. Sientes de repente como la silla en frente tuyo se rueda y una sombra grande te tapa la luz que ilumina las páginas de tu libro, finalmente levantas la mirada y ves dos grandes orejas pidiéndote atención nuevamente.
“¿Podrías rodarte un poco? Me tapas la luz... Otra vez.” Le dices regresando la vista al libro de texto.
“Detente un rato, debes cenar... Salgamos a cenar.”
“No, aún no logro entender este ultimo tema, salgamos otro día...”
"¡Por favor!"
"¡No! y quédate quieto..."
Ves por el rabillo del ojo como el muchacho ahora regañado, se acomoda en la silla de enfrente, extiende su cuerpo acostándose en la mesa, estira los brazos intencionalmente y agarra tu lápiz para ocultarlo "sin que te des cuenta". Lo ignoras y sigues en tu libro, mientras sus traviesas manos siguen desapareciendo objetos alrededor tuyo intentando no hacer ruido inutilmente, hasta que de un golpe algo torpe termina cerrando tu libro perdiendo la página que leías.
“¡HEY! ¿Puedes quedarte quieto? ¡Basta!” Le dices fuertemente volviendo a abrir tu libro buscando la página.
“Debes cenar... Te vas a enfermar.”
“No voy a cenar, estoy bien”
“Por favor...”
“¡No!"
“Mírame...”
Un poco estresada cierras el libro de golpe al sentir su respiración en tu cara, finalmente levantas la mirada para toparte con el puchero más grande y tierno del mundo junto a un par de ojos brillantes sobre ti.
“Por favor... Deja eso un rato... Ya estudiaste suficiente y te irá bien mañana...” Te dice enfatizando más su puchero. "Vamos a cenar fuera."
Respiras profundo, cierras los ojos y acomodas tus cosas antes de responderle.
“Bueno, está bien vamos a cenar... pero luego que regresemos promete que me dejarás terminar de estudiar.”
Él satisfecho asiente y sonríe emocionado, se levanta de su asiento y corre por la casa a tomar tu bolso para salir. Habías perdido la batalla nuevamente, igual que siempre... Pero es que, ni siquiera tu podías resistirte a esa carita de cachorro que hacía siempre que trataba de llamar tu atención."