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Galing kay ppangbinnie

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❝Para cuando el "tic" de la aguja vuelve a resonar con un eco sordo, no queda nadie vivo dentro de la cabaña... Higit pa

⚠️
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Galing kay ppangbinnie

Mentiría si dijera que en ese preciso momento no sentí ganas de llorar. Soobin seguía ahí, sonriendo frente a mí, tan frío que pensé que pronto comenzaría a nevar dentro del cuarto. Honestamente preferiría morir de hipotermia a morir de cualquier cosa que me hiciera eso.

Ni siquiera tuve el valor suficiente para preguntarle por qué sabía mi nombre completo; creo que mi vida era mucho más importante que mi incertidumbre. Él volvió a separar sus labios después de algunos segundos.

—Me gustas.

Sabía que esa frase no tenía significado romántico en lo absoluto, por supuesto, pero, ¿para qué clase de cosa yo le gustaba? Tampoco quería preguntarlo, aún si temblaba y sentía el nudo en mi garganta formándose. Ni siquiera me di cuenta que las lágrimas habían comenzado a descender por mis mejillas hasta que sentí como el tacto tan helado de un témpano de hielo las acariciaba lejos de mi rostro. Soobin sonreía con una inocencia casi ilegal, marcando sus hoyuelos y creando bolsitas bajo sus ojos sin pupilas.

—No me tengas miedo, sólo quiero jugar un rato.

Su voz era tan tranquila que casi se sentía como una caricia en mis oídos, pero aún así, pude sentir el tono macabro que escondían sus palabras amables. Él rió de nuevo, se sentó sobre la cama con elegancia y me miró de nuevo, esta vez con una sonrisa más nostálgica.

—¿Sabes? —me preguntó después de un rato en silencio— En esta habitación tiraron mi cadáver. Tenía dieciocho años.

No supe qué responder ante su confesión, y de todas formas estaba muy asustado como para al menos moverme. Lo observé con ojos fijos, temiendo que repentinamente se tornara hacia mí y me asesinara. Al menos intentaría defenderme.

—Es un asco ver que Corea sigue siendo tan homofóbica como siempre.

—...

—Eres muy lindo, Huening Kai. —me dijo, sincero— Le gustas a tu amigo.

—¿Q-qué le hiciste a Taehyun? —tartamudeé, asustado.

Soobin rió de nuevo.

—¿Cómo supiste que estaba hablando de él? —se burló— No le he hecho nada..., tú lo harás.

Tragué saliva. Ni siquiera sabía a qué se refería Soobin, pero por la forma sombría en la que su rostro sonrió, no presentí ni una sola buena vibra viniendo de él.

Llevaba tanto tiempo de pie en esa fría habitación que mis piernas se habían entumecido al punto de tirarme al suelo. No sentí cuando mi trasero chocó contra la madera, pero causó un ruido sordo tan fuerte, que apenas al minuto Taehyun había entrado a la habitación con cara de espanto. Él abrió la puerta de forma simultánea en la que el espectro desapareció. Mi mejor amigo se acercó hacia mí casi sin pensarlo, y me miró con tanta preocupación que por poco comencé a llorar de nuevo.

—¿Estás bien? ¿Qué haces en el suelo?

—Tae... Duerme conmigo, por favor. —balbuceé, con mis ojos llorosos una vez más.

No me importó haber derrumbado el poco de valentía que intentaba mantener horas antes, jugando a la Ouija, y me tiré en los brazos de mi mejor amigo, abrazándolo con tanta fuerza como si fuese el único árbol en medio de una tempestad. Taehyun me abrazó de vuelta, acariciando mi cabello y murmurando palabras cariñosas en mi oído para tranquilizarme. Me sostuvo entre sus fornidos brazos como si yo fuese un niño, y en ese momento sólo pude amarlo más que nunca.

Después de un rato, nos metimos a la cama sin separar nuestras manos entrelazadas. Por suerte la temperatura había ascendido desde que Soobin se fue, así que había dejado de temblar y tan solo el calor corporal de Taehyun era suficiente para sentirme cálido.

—Hyuka... —me murmuró después de un rato, yo seguía con mi cabeza enterrada en su pecho, así que me moví para poder mirarlo a los ojos— Hay algo en esta habitación.

Mis labios se estremecieron, pero no dije nada.

Sin embargo, cuando estaba comenzando a cerrar mis ojos para dormir, pude ver la sonrisa de Soobin desde la ventana. Sus manos estaban sujetando el cristal, justo donde había encontrado las huellas, y articuló una palabra con su boca, pero nunca supe cuál fue.

Esa fue la tercera noche.

Desperté por la madrugada. Supe que todavía no era completamente de día porque la habitación estaba bañada en penumbras, pero no fui capaz de pensar cuánto tiempo había dormido porque seguía en la misma posición en la que me dormí, aún si solía moverme por la noche. En realidad, lo que me despertó fue el contacto helado de una mano sobre mi mejilla, adormeciéndola y haciéndome abrir los ojos con espanto.

Taehyun ya no estaba en la cama.

Me levanté algo aturdido, sentándome sobre el colchón y tiritando mientras me aferraba a la sábana con fuerza.

La habitación estaba tan oscura que no me fue posible distinguir nada, pero permanecí inmóvil e impaciente, aguardando por el momento en el que Taehyun entrara por la puerta y me dijera que sólo estaba en el baño.

Pero no pasó ese momento.

—¿Tuviste una pesadilla?

La voz suave de Soobin sonaba tan acaramelada como si le estuviese hablando a su pareja, él estaba justo a mi lado, sentado en la cama y tornándola fría, pero su semblante se veía casi cariñoso. Él extendió su mano y volvió a acariciar mi mejilla con delicadeza.

—Tu amigo está en la otra habitación, no le hice nada.

Naturalmente, no me sentí más tranquilo después de escucharlo; más bien, me sentí incómodo y quise apartar su mano de mi rostro, pero no me atreví a hacerlo. Así que me mantuve quieto, callado y lloroso mientras sentía como Soobin se burlaba silenciosamente de mí, acariciando mi cabello, mi nariz, mi cuello.

Y justo cuando pensé que comenzaría a tocar mis clavículas, se alejó.

—No quiero que me tengas miedo. —dijo, luciendo afligido— Ya te dije que me gustas.

Seguía sin comprender qué intentaba lograr diciéndome que le gusto.

Sabía que estaba siendo muy condescendiente con él, pero no era una persona valiente. No podía ni siquiera mantener contacto con sus ojos de hielo; menos podía pedirle que se largara y me dejara en paz.

—¿Tienes sueño, Hueningie? —me preguntó suavemente— ¿Por qué no volvemos a dormir? Mañana será un día muy divertido.

Tragué saliva con nervios. Soobin me miró desde el otro lado de la cama con una expresión de falsa amabilidad y se acercó hacia mí con una curiosidad casi infantil. Teniéndolo tan cerca, fue completamente inevitable que yo analizara sus facciones con agudeza. Él tenía un muy lindo rostro que resaltaría sin duda alguna entre una multitud ordinaria. Sus labios eran bastante esponjosos y aunque ahora estaban casi incoloros, tuve la impresión de que en el pasado eran de una tonalidad roja brillante.

Como si leyera mis pensamientos, sonrió pícaramente y continuó observándome de cerca, casi presumiendo su belleza trágica.

Noté también que su nariz estaba perfilada y armoniosa sobre su rostro, que la forma de sus ojos era bastante bonita y que sus pestañas generaban pequeñas sombras oscuras sobre sus orbes nubosas.

—Si te parezco guapo justo ahora, debiste haberme visto en vida. —murmuró con un deje de nostalgia.

La verdad sentía mucha curiosidad por su pasado, ¿Qué le habían hecho para que terminara de esta manera? ¿Por qué estaba interesado en mí? ¿Acaso planeaba utilizarme en venganza contra sus agresores?

Tenía muchas preguntas, muchas cosas que quería saber, pero mi lengua se negaba a reaccionar a mis peticiones, como si estuviese fijada en mi boca cerrada.

—Sé que quieres saber más sobre mí, pero no puedo decírtelo si no me obedeces. —sonrió— Si aceptas jugar conmigo, prometo contarte todo lo que desees.

Lo dice como si mi vida y la de mis amigos valiera menos que mi curiosidad.

Permaneció en silencio durante unos minutos, aún mirándome a sólo centímetros de mi rostro. A este punto ya el frío no me inmutaba; estaba muy distraído siendo embelesado por su mirada, y aún si antes se me hacía difícil verlo directamente, justo ahora no podía separar mis orbes de los suyos, como si hubiese un imán que me mantenía ahí.

—No pienso hacer nada por ti. —musité por primera vez desde que desperté.

Él suspiró, tomando mi rostro entre sus manos frías.

—Te recomiendo que lo consideres mejor... —advirtió, aunque se sentía como una amenaza.

—¿Q-qué quieres de mí?

—Quiero que seas mío. —respondió como si nada.

Nuestros rostros estaban tan cerca que, si tan sólo nos estirásemos un poco, entraríamos en contacto. Soobin me sonrió dulcemente, y, como si pensara lo mismo que yo, se acercó más a mí hasta que sus labios rozaron mi comisura derecha, a modo de pedirme permiso para realizar cualquier otro movimiento.

Sabía que él estaba haciendo algo para manipularme, porque aún cuando todo mi cuerpo estaba en estado de alerta, se negaba a reaccionar, y en vez sólo sentía deseos de abalanzarme hacia él, contradiciendo el miedo que sentía calado en los huesos.

Y sin saber por qué, moví ligeramente mi rostro hasta que nuestros labios encajaron. Fue un toque muy suave y frío al inicio, casi como si besara una bola de helado, podía sentir una pequeña sonrisa sobre él y contrario a la vibra oscura que manaba anteriormente, esta vez incluso podía sentir sus nervios genuinos.

No pude evitar sentir lástima cuando lentamente se separó y me miró con ojitos levemente hinchados por su sonrisa. Seguramente habría estado sonrojado si tuviese sangre fluyendo por sus venas.

—Gracias.

Y así como lo dijo, desapareció, dejándome sumido en duda, confusión y soledad.








La segunda vez que desperté ya había amanecido. Sentía mis ojos pesados y reacios a abrirse, aún cuando la luz del sol que se colaba por los orificios de la ventana me incomodaba en los párpados. Todavía tenía sueño y podría haber seguido durmiendo por al menos dos horas más si no fuera por las voces de mis amigos en el piso de abajo, discutiendo, acompañado por golpes y retorcijones en la madera.

Me levanté después de escuchar un sollozo de Beomgyu, pensando siempre en lo peor, y como un resorte bajé las escaleras chillantes y me encontré con que los tres estaban de pie frente a la puerta principal y Yeonjun forcejaba, empujando con toda su fuerza.

—¿Pasa algo? —pregunté, acercándome.

—Se trabó la puerta... —murmura Yeonjun, golpeando de nuevo y tirando el peso de su cuerpo mientras movía la perilla.

Beomgyu tenía cara de auténtico pánico y un par de ojeras que demostraban su pésima calidad de sueño, pero se mantenía relativamente tranquilo mientras animaba a su hyung a empujar más fuertemente.

Después de otro intento más, Yeonjun se alejó jadeante y miró a Taehyun.

—Intenta tú, eres más fuerte.

Pero ni siquiera con los trabajados músculos de mi mejor amigo fue posible abrir la puerta. Esta continuaba tan trabada como si estuviese sellada con cemento, pues no se movía ni medio centímetro. Inmediatamente pensé en lo que había dicho Yeonjun anteriormente de escapar por la ventana, así que mientras ellos seguían intentando, descorrí las cortinas principales y no pude evitar soltar un suspiro de terror.

Las ventanas no eran de vidrio.

Yeonjun y Taehyun se quedaron el silencio al observar hacia las ventanas, y los cuatro nos mantuvimos en un aterrador aguarde por el próximo movimiento. Luego de unos segundos, Yeonjun me miró con vergüenza.

—Mi padre mandó a poner antibalas de polivinilo y resina en toda la casa para que no robaran mientras se hacen las reparaciones...

Ninguno dijo nada mientras observábamos desamparados el trozo grueso de cristal que sería irrompible de cualquier forma.

Taehyun salió corriendo en dirección contraria a la nuestra, seguramente buscando alguna puerta trasera o cobertizo, pero por la expresión de Yeonjun, sabía que sería en vano.

No podíamos abrir la puerta, no podíamos romper las ventanas, y para colmo, tampoco podíamos hacer alguna llamada para que nos buscaran porque no teníamos teléfonos.

—Eres un imbécil, hyung. —le dijo Beomgyu, golpeándolo repetidamente en el brazo mientras lloraba con fuerza— Nos vamos a morir aquí por tu culpa.

Hyung se dejó golpear, bajando la cabeza en derrota y luciendo palpablemente arrepentido y culpable.

Taehyun apareció de nuevo, mirándonos con gesto asustado.

—El conducto de basura también está sellado... —tartamudeó— Pero lo abrí apenas ayer... ¿Cómo...?

Fue interrumpido por un ruido que provenía del sótano. Más específicamente, era aquella horrible canción que Yeonjun había tocado en el tocadiscos anteriormente, incluso más desafinada y lúgubre que antes.

Cuando volví a girar hacia la ventana, Soobin me estaba sonriendo del otro lado.

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