Una Nueva Aventura /Inazuma E...

By AlbinDrago

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¿Alguna ves te has sentido atada? ¿O te han obligado a pensar que lo que te hace feliz es malo? A mi sí. Por... More

Prólogo
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Cargando...
Gracias

Capitulo 4

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By AlbinDrago

Inazuma Eleven no es de mi propiedad, el anime pertenece a LEVEL-5.

__Capitulo 4__

Por petición de la menor su mamá abandonó la habitación, prefería desahogarse sola. Dejó caer sobre la sabana montones de lágrimas, le dolía no poder jugar al fútbol, y aun que decidió no hacerlo, no podía hacer eso. Ese maravilloso deporte le dio tanto; tantas alegrías, amigos, amor por unos colores, e incluso ver como todo el esfuerzo podía perderse en un instante. Echaba de menos todo eso, pero aunque le dolía conseguía controlar sus sentimientos. Pero tuvo que encontrarse con él, ese chico que le recordaba tanto a su hermano mayor. Tras unas horas, las lágrimas dejaron de acumularse en sus ojos, secó las lagrimas que resbalaban por su cara con la parte inferior de su camiseta. Se levantó de la cama y encendió su laptop mientras preparaba otro juego en la consola. Una ves el aparato encendido lo colocó sobre la silla y esta la arrastró hasta el borde inferior de la cama, agarró sus cascos, se tumbo en la cama, conectó el enganche en su clavija, pulso una tecla y comenzó a sonar la música en sus oídos. Mientras oía las canciones comenzó una nueva partida en un juego de batallas cuerpo a cuerpo.

Mientras seguía con su juego y dejando llevar su imaginación con la música, la luz que entraba por la ventana se volvía naranja, y poco a poco comenzaba a oscurecer. En todo ese tiempo no podía dejar de pensar en lo que había pasado en esa maldita semana y pico. Se sentía fatal, si en algo se caracterizaba era su: valentía y tozudez. Y que ahora halla abandonado todo, y echado a correr en dirección contraría sin mirar atrás hasta ahora. Le destrozaba.

El cielo se torno entero de negro, y su madre entraba en su habitación con una toalla tapando su cuerpo algo mojado, y otra su cabello, seguramente se encontraba igual que su cuerpo. Rosen miró a su madre, esta sin esperar a que ella contestara le informo de dos cosas: uno; Que le daría como mucho dos días para que encontrara otra secundaria cercana de casa, y sino lo hacía quisiera o no tendría que ir a Raimon. Tras pensarlo mucho acabó accediendo, no le gustaba estudiar pero tenía que ir. Y dos; Que ya estaba tardando en comenzar a vestirse.

Tras esa afirmación la chica de cabellos plateados se sentó en su cama mientras observaba como su madre tiraba al suelo todo lo que había guardo en el armario mientras le explicaba porque tenía que vestirse. Camisetas, camisas, corbatas, americanas, vaqueros, deportivos, gorras, y miles de prendas masculinas salían despedidas al suelo de la habitación, ella miraba con aburrimiento como su madre destrozaba su orden en el desorden.

―¿Por qué demonios tengo que ir a esa fiesta? ―Protesto mientras se estiraba.

La señora Fire tenía una cena de negocios, y casualmente su jefe, el que organizaba todo, tenía un hijo de la edad de Rosen, y como la cena sería en casa de su jefe decidió llevarla, después de la mala tarde que había pasado le vendría bien salir de casa, pero claro su hija no podía ir de cualquier modo, así que aun que fuera una misión imposible tenía que encontrar un vestido para su hija en ese santuario de ropa masculina.

―¡Me rindo! ―Grito la mujer mientras soltaba dos camisas. ―Esto es lo que pasa cuando no me dejas comprarte ropa bonita, ¿ahora qué te vas a poner?

―¿Mi pijama y bajo estas sabanas? ― Preguntó irónica.

―Muy graciosa, pero no ―Miró la hora en el televisor, ya que estaba en pausa el juego y en esa pantalla se podía ver la hora. Una ves vista no pudo evitar alterarse. ―¡es tardísimo! Anda te dejo ir como quieras, pero en condiciones, por favor. ―Sin dejar tiempo para reclamar la mujer salió del cuarto.

La chica suspiro con cansancio mientras se quitaba y lanzaba al suelo la camiseta que llevaba. No tenía ganas de nada, su yo activo, nervioso, y con ganas de conocer lo desconocido se encuentra encerrado en una cárcel de cristal con la cerradura de una única llave, llave que mantiene en su poder su yo responsable, tímido y aburrido, sin sus dos partes era una persona sin ganas de nada. En los momentos que se sentía mal, antes habría comenzado a entrenar y sus malos pensamientos habrían desaparecido, pero desde que le prohibieron jugar su parte mas traviesa se encuentra encarcelada.

Apartó el montó de ropa que su madre había creado con el píen, iba a tener que ir si o si, así que no le serviría de nada resistirse. Por su suerte su madre no había tirado al suelo su camisa roja, ni una de sus americanas negras, descolgó las dos prendas y las dejo reposar en la cama con cuidado, entre el montón de ropa encontró unos pantalones negros, estos los arrojo a la cama antes de agacharse para agarrar un montón de ropa para colocarla en su lugar, cuando lo iba hacer pudo ver con claridad una maleta negra, reconocía perfectamente esa maleta, era suya. Pero ¿por qué la dejo en el armario sin deshacer? Soltó la ropa y agarro la maleta, cuando la cogió a peso pudo notar que pesaba bastante, se sentó en el suelo como un indio y colocó la maleta en el suelo. Sin demorarse más abrió la maleta cuando lo hizo recordó que hacía esa maleta en el fondo de su armario. Miraba el interior con aburrimiento mientras reconocía distintas cosas del interior, de ves en cuando una sonrisa tonta le aparecía en los labios. Miró el interior de la maleta y después la ropa de su alrededor, una nueva mirada a la maleta y una sonrisa divertida se dibujo en sus labios, en este corto tiempo su yo divertido había conseguido robar la llave de su libertad, aun que no sabía por cuanto tiempo.

/_-_-_-_/

―Cada día me sorprende más. ―Comentaba la señora Fire en el auto mientras miraba de reojo a su copiloto.

―Me dijiste que podía ir como quisiera ―comentó con aburrimiento mientras pasaba sus dedos por un pendiente de pluma que colgaba de su oreja izquierda, aun que esa pluma no tenía un color normal, era de un montón de colores llamativos ―haber especificado.

La peliroja prefirió callarse, el tiempo se le echaba encima y ya que iba a llegar un par de minutos tarde no pensaba hacerlo también enojada, así que dejo a un lado el nuevo disfraz de su ahora "hijo" Ren Fire.

A Rosen le encanta disfrazarse, pero no con una careta y listo, no. A ella le gustaba trabajar en el personajes, pulir cada detalle, hacer que pareciera real, y en la mayoría de los casos tenebroso y que diera mucho miedo, por eso tras muchos años comprándose distintos maquillajes, pelucas, lentillas con la pupila de color, había conseguido tener una gran maleta para disfrazarse cuando le diera la gana y de quien quisiera. Y esa noche tocaba ser Ren Fire, el único hijo de Katsu y Andrea Fire.

Madre e Hijo, a diferencia de lo que creía la primera llegaron a tiempo a la casa de su jefe, era una mansión, un enorme jardín, en mitad de este había una fuente y a pocos metros la entrada a la casa, el alrededor de la fuerte y lo que había de distancia desde ese punto hasta la cancela el suelo dejaba de ser verde para convertirse en asfalto, Andrea paró el auto enfrente de la cortas escaleras para llegar a la vivienda, las dos personas del interior se bajaron, y casi automáticamente un hombre se llevaba el auto para aparcarlo, Ren miraba la mansión algo asombrado, era como cinco veces su cosa actual, un suave golpe en su nuca, de parte de la mujer le hizo volver al mundo real y ver a los anfitriones delante de él, a uno de ellos lo reconoció de inmediato, era al más joven, un chico castaño con unas extrañas gafas ocultando sus ojos, era ese cretino que jugó contra Raimon, no lo conocía, pero el modo que trato ese día al fútbol no le agradó nada.

La cena trascurrió con normalidad, pero cuando se acabó y los mayores empezaron hablar de negocios a los dos únicos menores presentes les invitaron a abandonar la sala. Obligado por su padre, Kido tubo que hacer compañía a ese extraño chico, era inferior a él, ¿por qué tenía que estar a su lado? Ambos acabaron en la habitación del castaño, era un lugar tranquilo y por desgracia de ambos tendría que estar acompañado por la otra persona. Cuando estuvieron dentro Ren se acerco a unas de las ventanas, por otra parte Kido decidió sentarse en el sofá.

Silencio, un silencio muy incomodo o al menos para Ren, ¿cuando demonios iba acabar esa estúpida reunión?

―Bueno... ¿y no tienes mascotas?

Fue lo único que se le ocurrió en ese momento, no quería tocar el tema del fútbol, así que quitando ese tema ya se quedaba sin idea para un nuevo tema de conversación, y lo primero que le cruzo por la mente fueron su mascotas, ay, con lo bien que estaría ahora durmiendo con Dabo y Miku a su lado.

―No.

Una contestación rápida en un tono seco, fue suficiente para dejando al joven de piel casi blanca sin palabras, con ese sujeto era imposible hablar.

/_-_-_-_/

Tras barias horas en la casa de la familia Kido tocaba volver a casa, un camino no muy largo, pero suficiente para que ahora de nuevo Rosenthal pudiera quitarse las lentillas y peluca y disfrutar de la suave música que resonaba en el coche, disfrutaba ese momento sin saber que dentro de poco su vida daría un giro de ciento ochenta grados.

Tras guardar el auto en la cochera ambas entraron en las casa, con la sorpresa de ver la luz del salón encendida, La mujer no le dio mucha importancia, seguro que su marido la había dejado encendida, asi que decidió subir a su habitación para ponerse cómoda, los tacones la había matado, ya la apagaría su hija. por otra parte a Rosen le pico la curiosidad, seguro que no era nada, pero de todos modos tenía que entrar a pagar la luz si después de todo no había nadie allí dentro, pero si había alguien.

―¿Papá? ― Preguntó asombrada y extrañada, y no por que el adulto estuviera en el salón, sino que estuviera sosteniendo un balón de fútbol muy desgastado.

―¿Que significa esto? No te dije que se acabo el fútbol. ―Dijo el hombre serio, y por su tono de voz se nota enojado.

―¡Y se a acabado! Es solo que...

―¡No quiero excusa! ―Gritó enojado interrumpiendo a la joven. ―Te lo dije muy claro; "se acabo el fútbol para siempre", pero parece que tu te empeñas en desobedecerme siempre.

Rosen se mantuvo en silencio, ¿qué demonios había pasado en las horas que no había estado en casa? ¿y como había encontrado el balón? Sí lo tenía muy bien escondido. Su mirada dejo de mirar el balón para dirigirse al suelo, lugar donde tela de una viejas zapatillas de fútbol de color blanco y dorado se encontraba echa trozos, como si alguien las hubiera destruido, su mirada con miedo volvió al balón, el cual estaba a punto de ser apuñalado. La distancia que recorría el cuchillo hasta el balón paso en cámara lenta ante los ojos de la chica, al mismo tiempo miles de recuerdos relacionado con ese balón llegaron a su mente, haciendo que su vista se nublara por las lagrimas que se acumulaban en sus ojos, nunca se lo perdonaría, había destruido todo lo que le quedaba de Andy, ahora si que era verdad que nunca perdonaría a esa persona.

El adulto soltó el balón descinchado y rajado, en cuanto lo soltó comenzó a caminar a la cocina para devolver a su lugar el cuchillo, pero todo su recorrido era seguido por la mirada enojada de la joven. Rosen le siguió y se quedo en el pasillo enfrente de la puerta principal, miraba la entrada de la cocina con rabia, su respiración estaba agitada y no podía evitar cerrar con fuerza sus puño. En ese momento Andrea bajaba las escaleras, mirando asombrada a su hija, ¿qué había pasado? El hombre salió y miró a su hija y mujer, pero antes de que alguno dijera algo, lo hizo Rosen:

―¡ERES UN MIERDA! ¡COBARDE! ¡SUBNORMAL! ¡DESGRACIADO! ¡TE ODIO!― Gritó con todas sus fuerzas y odio mientras le miraba a los ojos. Retomo el aire y salió corriendo de la vivienda dejando a sus padres asombrados y asimilando lo sucedido.

No quería volver a casa, solo quería correr, le era incomodo por los pantalones largos y la americana, pero nada la detendría. Corría con rabia esquivando con agilidad cada objeto que se encontraba en su camino, como echaba de menos su monopatín en ese momento, iría más rápido y podría hacer acrobacias. Acabo llegando al punte por donde siempre pasa en sus largos paseos con Dabo. Se acercó a la baranda y se echo sobre ella mientras respiraba con dificultad, maldita ropa elegante, era demasiado incomoda. Aun recobrando el aliento revolvía su pelo mientras pensaba en todo. Ese día había sido una M-I-E-R-D-A. Con todas sus letras y en mayúscula. No solo tenía en su mente que era una cobarde que siempre huía, sino que ahora no paraba de pensar en su hermano, cada recuerdo con él no paraba de llegar a su mente, y la gran mayoría tenía una cosa en común: sus botas blancas y doradas, y su balón de toda la vida. Ese balón tenía ya tantos años que por más que lo hincharas no botaba, solo lo tenía de recuerdo, al igual sus botas, ella había crecido y ya no le estaba bien ese número de píe. No usaba ninguna de esas cosas, solo las conservaba como recuerdo, ya que ambas cosas fueron un regalo de Andy.

Se sentó en la baranda, dando la espalda de la carretera, algo temerario, pero no era la primera ves que se sentaba en un lugar donde si se caía como mínimo acabaría con las piernas rotas. Observaba la cancha iluminada con los rayos de la luna, el pequeño río de al lado se veía genial, y el extraño silencio de la ciudad le hicieron pensar.

¿De que valía obedecer a su padre? Dejo que le quitara todo menos la bandera del equipo de liga que más amaba en el mundo, y una camiseta de ese equipo, la cual pertenecía al jugador que siempre admirara. ¿De que servía alejarla de todo lo que le gustaba? De sus amigos, de la ciudad que ya consideraba suya. Y del... fútbol.

―De que sirve... ―Susurró sin saber muy bien a donde mirar.

Volvió a suspirar y se dio la vuelta, para de un salto volver a poner los píes en el suelo. Guardo sus manos en los bolsillos del pantalón y comenzó a caminar a su casa.

/_·_·_·_/

Andre recogía los trozos destruidos de las zapatillas mientras la echaba en una bolsa, junto al balón roto. De mientras Katsu se encontraba sentado en el segundo escalón de las escaleras. Tenía sus codos apoyados en sus rodillas y su barbilla en sus manos que estaban entrelazadas. Todo lo que había echo era por el bien de su hija, no se arrepentía de nada. Pero las palabras que le dijo momentos antes de huir de casa las tiene grabadas a fuego en el cerebro, junto a esa mirada. Nunca había visto que su hija le mirara de ese modo, se enfada como cualquier persona, pero nunca había visto ese odió reflejado en sus ojos. Su mujer se paró delante de él, levantó la mirada para ver la a los ojos.

―Y te parecerá bonito, ¿verdad? ―Comentó con enojo.

No dijo nada, solo la miró. Sabía que ahora vendría la reprimenda.

―No podías dejar que tuviera el balón y las botas que le regalo Andy. Noo, tú tenías que destrozarlo delante de sus ojos. Como sí no supieras que cuando Andy nos dejo no quiso ni ir a la escuela las ultimas semanas. ―Dejo de hablar por unos momento mientras apretaba los labios y miraba al techo, echaba de menos a su hijo, y recordar que ya no estaba le dolía mucho. Tras coger un poco de aire prosiguió. ―Aveces creo que ella ha sido la que más a sufrido su perdida... ¿acaso tu la has vuelto a ver sonreír como antes? Ahora se pasa el día entero en su habitación, por que tiene que sacar a Dabo, que sino, no saldría de casa para nada. Y encima tú

No puedo terminar la frase, ya que Katsu la interrumpió.

―Yo la estoy protegiendo.―Dijo con voz sería mientras se ponía de píen. ―El fútbol es una perdida de tiempo. Mucho deporte, ¿pero para que? Ya te lo digo yo: para nada. Sera mejor que se concentre en sus estudios, que tenga una buena carrera, para conseguir un buen trabajo. ―Dio por acabada la conversación ya que se dio la vuelta y comenzó a subir las escaleras.

―¡Y se acabo! ¡Piensas dejar las cosas así! ―Gritó desde abajo enojada. ―¿¡Te piensas acostar con tu hija desaparecida!? ¿¡Te tengo que recordar que es por tu culpa!?

Nada, desistió de seguir gritando. Golpeo el peldaño con la suela de su zapatilla. Odiaba perder, y más si era una discusión, como abogada no se podía permitir eso. Suspiro con cansancio y entro en la cocina para meter en el cubo de basura lo que hace poco había recogido. Se sentó en una de las sillas y miraba el reloj de la pared deseando que en ese instante llegara Rosen. Desde la planta de arriba el único hombre de la casa se encontraba tumbado en la cama en pijama y tapado, pero no dormido, estaba mirando la pared y cada poco tiempo su miraba iba al despertador digital rogando por que su hija volviera en ese preciso momento.

Rosen se encontraba sentada en el suelo, con la espalda echada en la puerta principal de su casa. No se arrepentía de nada de lo que le dijo a su padre, pero aun así no quería entrar. Estaba harta de que la tratase como un objeto; has esto o has lo otro, no hagas eso, tienes que estudiar una carrera de provecho. Deja esa tontería, el deporte solo sirve para estar en forma, y para nada más. Todos esos comentarios les molestaba, para ella el deporte era mucho más que algo "inútil", era emoción, felicidad, aprendizaje, rabia, y muchas más emociones, pero sí en cinco años no había echo que se diera cuenta no lo iba hacer en cinco segundos.

Rosen comenzó a recordar el año pasado, su ultimo año como jugadora de fútbol. Para sus padres lo había dejado cuando acabo la temporada anterior, pero no podía. Jugo a espalda de ambos, pero los partidos eran retransmitidos por la televisión y al final la descubrieron. Ese día todos sus trofeos, camisetas de años atrás, con la firma de sus compañeros, y todo menos dos cosas acabaron escondida quien sabe donde. Serró los ojos mientras echaba para atrás su cabeza hasta chocar con la puerta, una ves en esa posición suspiro con cansancio mientras abría los ojos poco a poco.

―¿Que debo hacer...? ―Pregunto al cielo mientras dejaba que una lágrima traicionera recorriera su mejilla.

Serró los ojos, y como era de esperar en la noche, una briza helada acarició su cuerpo, haciendo que se estremeciera. Limpió su cara con la palma de su mano derecha, el movimiento fue tan brusco que llegó a su oreja, tocando el pendiente que se puso para disfrazarse de Ren... cambió la mano y comenzó recorrer la forma de la pluma con dos dedos. Miró al frente, más bien a la nada con una sonrisa arrogante. Se levantó del suelo decidida, agarró el pomo de la puerta y abrió, ahora haría las cosas bien.

Su yo, que hasta antes de la cena de esta noche había estado encerrado, era libre, y nunca volvería a esa jaula de cristal por que sus dos yo habían vuelto hacer uno.

No pudo dar dos pasos dentro de casa antes de sentir como una mano abierta golpeaba su mejilla izquierda. Por la fuerza su cara se quedo mirando hacía la derecha y por lo inesperado que era se quedo inmóvil, sobretodo cuando después de ese golpe la misma persona la abrazo con fuerza.

―¿Donde demonios estabas? Me tenías preocupada. ―Agarró de los hombros a su hija se alejo un poco para mirar le a los ojos. ―No vuelvas hacer eso. ―Acabo dejando escapar unas lágrimas de felicidad por ver que ella estaba bien mientras volvía abrazarla y susurraba disculpas, seguro que por la bofetada.

Rosen apretó los puños mientras miraba su cara en el espejo de cuerpo entero que tenía en frente, estaba sorprendida y preocupada, y en una de sus mejillas se podía notar roja. Cogió un poco de aire, y mientras lo soltaba fue levantando poco a poco los brazos hasta corresponder al abrazo. Después de todo su madre no era como él.

―Mamá... iré a Raimon. ―Susurró mientas aumentaba la fuerza de la acción.

/_-_-_-_/

Los días pasaban rápidos pero el equipo de fútbol de la secundaria Raimon aprovechaban al máximo esos días para entrenar, el equipo entero se dirigía a la cancha cercana al río, lugar donde siempre entrenaban, las clases habían acabado y ahora tocaba sudar la gota gorda ya que el partido contra el instituto Sobre Natural se acercaba cada ves más y la técnica de Someoka estaba a punto de terminarse, hace unos días el joven delantero se sentía muy frustrado de que los miembros del equipo no confieran en él y prefirieran a Goenji, así que decidió demostrar que todos se equivocaban y demostrar que sus chut pueden superar a los del cabello claro, y claro eso implicaba crear su propia técnica.

El equipo entero hablaba de las ganas que tenían de empezar el partido, aun que el más entusiasmado por eso era Endo, esa gran alegría y entusiasmo hacía que sus amigos temerosos por los rumores de sus oponente desaparecieran.

A escasos pasos de llegar a las escaleras que les permitirían bajar a la cancha pudieron ver a un chico algo bajo que jugaba con un balón de fútbol, se encontraba dandole suaves paradas al balón, patadas que lo levantaban hacía arriba, de ves en cuando hacía que el balón fuera a su cabeza y con ella comenzar a darle más golpes, antes de que el balón llegara a su cabeza arrancó con rapidez su gorra negra y blanca de su cabeza dejándola tirada en el suelo. Se detuvo y dejo el esférico sobre su frente, movió con rapidez la cabeza hacía abajo, provocando que el balón girara por su frente y cabeza, y al final acabara en su nuca, lugar donde no duró, se inclino un poco a la derecha mientras estiraba ese brazo, el balón siguió la inclinación, antes de que llegara a su codo quitó con rapidez su brazo mientras se daba la vuelta para dejar sus piernas en posición perfecta para volver a dar toques, tras dar un par de toques levantó su mirada castaña del balón encontrando a un grupo de personas que lo miraban asombrados, dio un nuevo toque pero esta ves para no seguir dando patada, sino para agarrar el esférico con una manos mientras miraba al grupo con una sonrisa y se despedía con la mano. Soltó el balón y salió corriendo de la cancha y de la vista del equipo.

Ese día, ese día que destruyeron el unido recuerdo que me quedaba de los días felices de mi infancia junto a mi mejor amigo y Andy, fue el día que la poca cordura que me queda desapareció y se me ocurrió hacer esto; si todos los de la fiesta se habían creído que era un chico ¿por qué no una secundaria entera y un montón de equipos junto a sus aficionados? Ese día decidí ser quien soy, ya no habría más parte mías encerradas, no, ahora sería libre. Pero no quería más problemas en casa, así que por eso sostengo la peluca negra y tengo un ojo castaño, ese día decidí ocultar que era Rosenthal Fire, para convertirme a ojos de toda la secundaria Raimon, compañeros de equipo, y rivales; en Ren Fire.

Continuara...

/AlbinD: por si no lo recuerdan; en el prologo aparece Rosen contando como a llegado a una citación que no le agrada, así que casa ves que escriba en mitad del capitulo así: "ese día decidí ocultar que era Rosenthal Fire, para convertirme a ojos de toda la secundaria Raimon, compañeros de equipo, y rivales; en Ren Fire". Entonces significa que son las palabras de Rosen narrando su historia ¿vale? ¿A quedado claro como el agua? ¿Si? ¡Pues genial! ¡Nos leemos!/


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