Pandora (EN PAUSA)

By Jota-King

790 174 16

Primera entrega. ¿Qué ocurre si un día descubres que has vivido bajo la sombra de un engaño? Tu mundo en frac... More

Notas del autor.
Prefacio.
Pequeña traviesa.
Decisiones, el llanto de una madre.
Necesidad.
No creas que será fácil.
Indiscreción.
A 30 días del final.
El placer del deseo.
Cercanía lejana.
Solo un segundo basta.
Un regalo inesperado.
Nunca es tarde como piensas.
¿Dónde está Pandora?
Tras la tormenta no hay calma.
Una drástica decisión.
No siempre la sangre llama.
Un sueño hecho realidad.
Libertad.
Absurdo descuido.
La decisión de Leila.
Regocijo en el corazón.
Como torre de naipes.
Un nuevo día.

Planes futuros.

23 8 0
By Jota-King

Ante la mirada impávida de Beatriz, Leila dejaba el vaso sin una gota en su interior, no obstante, su rostro reflejaba el asco que le producía el beberlo, y con rabia lo lanzaba sobre el mueble, rompiendo así el tiempo que se había mantenido lejos de aquella bebida que tantos estragos le había causado en el pasado, y sin tener la reacción que el momento así lo ameritaba, Beatriz la veía sucumbir ante el licor, aunque disminuido por gracia de la soda vertida en el vaso.

—¡Pero qué has hecho mujer!

—¿Cuántas veces tengo que repetirte lo mismo? —Leila volteaba hacia su hermana con mirada desafiante, sin medir las consecuencias que podía tener en ella lo que había hecho— ¡Tú mejor que nadie sabe lo que Aníbal me hizo, acaso eres estúpida!

—¡No te estoy recriminando eso y lo sabes!

Sin darse cuenta, ya tenía en sus manos nuevamente la botella con whisky, la que agitaba sin cesar poseída por una rabia incontrolable que la recorría de punta a punta. Beatriz se abalanzaba sobre ella, quitándole la botella y empujándola lejos de la licorera, y en un acto de desesperación, le propinaba una fuerte bofetada que le volteaba el rostro, dejando sus dedos marcados en su mejilla.

—¡Te volviste loca acaso, mira lo que estás haciendo mujer! ¿Acaso quieres volver a caer en las garras de la bebida, no piensas lo que haces?

—¿Crees que me importa acaso? ¿Qué más al fondo puedo llegar?

—Te desconozco Leila.

—¿Te desconozco dices? Podría decir lo mismo por la bofetada que me diste, siento que me arde el rostro.

—Perdón hermanita, fue un arrebato de mi parte.

—¡Pues lo mío también fue un arrebato! —Leila se mostraba furibunda, llevando sus manos hacia su cabeza y enterrando sus dedos entre sus cabellos— ¿No eres capaz acaso de ponerte en mi lugar, no entiendes el peso enorme que llevo conmigo?

—No es excusa para que busques refugio en algo que te hizo miserable por mucho tiempo hermanita, —tiernamente Beatriz la tomaba por los antebrazos y la miraba fijamente, pese a que Leila intentaba esquivar su mirada— pero no puedes permitir que un arrebato vuelva tu vida en un infierno. Ya pasaste por eso y créeme que no es lo mejor para ti.

Leila rompió en llanto, dejándose caer en los brazos de Beatriz, buscando refugio en ellos y abrazándola fuertemente a la vez. Si bien el whisky en el vaso era insignificante, es bien sabido que por muy baja que sea la dosis, es suficiente para que un alcohólico vuelva a tener una caída libre a ese oscuro abismo. No podía dejar que aquello ocurriera nuevamente, no con todo lo que ya estaba sufriendo actualmente, sino además con esa carga enorme por lo ocurrido años atrás. Esos fantasmas no la dejaban en paz.

—Vamos mi niña, —dulcemente Beatriz le hablaba al sentirla un poco más tranquila— vamos a sentarnos unos minutos al sillón mi amor, vamos.

—No me abandones por favor, —entre sollozos Leila le murmuraba— ya no sé cuánto más podré seguir aguantando.

—Tranquila hermanita, siempre me tendrás junto a ti cariño, siempre.

Tras dejarla sentada en el sillón, Beatriz volvió a la licorera, aún perturbada, y volvió junto a Leila con un vaso con soda para que tomase. La observaba y le acariciaba el rostro, arreglándole de paso sus cabellos con una ternura digna de una madre hacia una hija. Pese a que no era mucha la diferencia de edad entre ambas, Leila se mostraba fracturada internamente, carente de paz interior y por sobre todo de cariño.

Era angustiante para Beatriz el verla así y no poder hacer nada por ella. Ni siquiera podía recurrir a Quentin, ni mucho menos a sus sobrinos, hablarles y pedirles apoyo y en especial atención con Leila, esa atención y cariño que hacía mucho le estaban negando. Solo una persona podía levantarle el ánimo, solo una persona podía darle cariño sin pedir nada a cambio, sin condiciones ni cláusulas de por medio, y Beatriz podía recurrir a ella.

—¿Te parece si vamos por Pandora?

—Sí hermanita, vamos por ella. —Con solo escuchar su nombre, los ojos de Leila se iluminaron.

—Pero primero tendremos que retocar tu maquillaje. ¿No queremos que la pequeña Pandora te vea así, cierto? —Beatriz le esbozaba una sonrisa.

—Dame unos minutos para tranquilizarme, —murmuraba ésta mientras entrelazaba de manera torpe sus dedos— necesito estar bien antes de irnos de paseo.

—Los que necesites cariño. Pero trata de que no sean muchos, de lo contrario Pandora vendrá a buscarnos y apurarnos para salir a pasear.

—Tienes razón.

—Creo que lo mejor es ir a avisarle que saldremos pronto, así no se impacienta nuestra pequeña. Ya sabes cómo es.

—Muy dulce y tierna, aunque cuando saca a relucir ese genio escondido que tiene, se parece…

—Mejor vamos y le avisamos. —La interrumpía Beatriz, tomándola de la mano.

Ambas mujeres se levantaban del sillón y se dirigían a la habitación que ocupaba Leila para que retocara su maquillaje, algo rápido antes de ver qué ocurría con Pandora. Pasado el trago amargo por lo ocurrido, se mostraban con las energías renovadas y dispuestas para realizar aquel paseo a caballo por la hacienda, no sin antes buscar a Pandora, quien se encontraba esperándolas en la cocina, ya vestida para la ocasión y degustando un helado de fresa, uno de sus favoritos.

La pequeña lucía unas botas de caña alta hasta la rodilla, pantalón sin costura de color café, junto con una blusa blanca de manga larga y un chaleco especial para montar a caballo. Sentada junto a la mesa de servicio aguardaba que fueran en su búsqueda para el tan esperado paseo, y sobre ésta, tenía el casco y los guantes que usaba, ambos de color negro, su color favorito. No había color que le gustase más. Beatriz era quien había mandado a hacer sus ropas justo a su medida, y por sobre todo al gusto de la pequeña.

En sus primeros pasos dentro de la hacienda, una de sus más grandes aficiones fue el estar cerca de los caballos que se encontraban ahí, por lo que Beatriz siempre la llevaba a las caballerizas para verlos. Esto a pesar de que en muchas ocasiones doña Gabriela, la madre de la pequeña, se opusiera a esto. Ella les tenía cierto temor a estos animales, sobre todo después de ver las veces en que su esposo fue derribado por éstos. Habían animales que eran un tanto difíciles de dominar, por ello Facundo, al intentar domarlos, terminaba tragando tierra, intentándolo una y otra vez, hasta conseguir su objetivo.

Uno de los fuertes de la hacienda Casablanca era precisamente la crianza de diferentes alazanes, destacándose entre éstos los caballos pura sangre, el árabe, el andaluz y el poni galés. Pandora desde pequeña se había enamorado de un potrillo de nombre “Temible”, un pura sangre español que en aquel entonces, cuando lo conoció, tenía escasos 2 años. A pesar de ser una raza muy noble, éste se caracterizaba por ser todo lo contrario, por ello fue bautizado con ese nombre.

Por esta razón intentaron por todos los medios que Pandora no se acercara al animal, incluso ocultándolo de ella, pues sabían lo escurridiza que era, en especial para ir a las caballerizas. Inevitablemente la pequeña terminó por encontrarlo una mañana sin querer, naciendo en ese minuto entre ambos un amor incondicional. El alazán cambiaba su forma de ser estando con la pequeña, por extraña razón que nadie entendía, solo era dócil con Pandora, incluso dejando que ésta lo montase.

Tras encontrar a Pandora lista para el paseo, Beatriz dio instrucción de que la llevasen a las caballerizas en una media hora más, mientras ella y Leila se vestían para la ocasión, dirigiéndose éstas al dormitorio principal. Ya aquí, y mientras buscaban las prendas de vestir para la ocasión, Leila lanzaba nuevamente una pregunta en especial, como en tantas ocasiones atrás lo había hecho, sin imaginar la respuesta por parte de su hermana, la cual la sorprendería.

—¿Y tú con Armando ya decidieron que harán?

—Referente a qué. —Expresaba Beatriz, sin prestarle atención a la pregunta, pues estaba más atenta a buscar entre sus ropas algo que le sirviese a Leila, quien como siempre y a pesar de las muchas veces en que le insistió, nunca dejó vestimenta en la hacienda para salir a cabalgar.

—¿No crees que ya es hora de que tengan un hijo? —Preguntaba ésta, mientras se acercaba al balcón para prender un cigarrillo. Sabía que a Beatriz le desagradaba que fumase en su habitación, ni siquiera a su propio marido se lo permitía, sin embargo, tras aquel ventanal que daba a la enorme terraza con la que contaba la habitación, Beatriz siempre manejaba un cenicero para Leila.

—¡Sabes que detesto que fumes aquí Leila! —Le recriminaba ésta al verla extraer de su cartera aquel amigo fiel de su hermana.

—¡Tranquila mujer, por lo mismo me acerqué a la terraza! —Exclamaba ésta por su parte, corriendo las cortinas y abriendo de par en par el ventanal. La vista del exterior era maravillosa, dejándola ver gran parte de la hacienda— Pero no respondiste a mi pregunta.

—¡En vez de preguntar estupideces mejor debieras manejar aquí una muda de ropa! —Le recriminaba Beatriz al acercarse, quien entre sus manos sostenía las prendas de vestir que utilizaría su hermana— En especial para salir a cabalgar con Pandora.

—¿No crees que ya es hora de que Pandora tenga un compañerito o compañerita aquí? Y no te preocupes que ropa traje, lo que pasa es que no contaba con salir a cabalgar por la hacienda, —de mala manera le contestaba, mientras sentada en uno de los sillones que ornamentaban la terraza, expelía el humo del cigarrillo, observando la inmejorable vista que ante sus ojos tenía— la pobre niña debe de sentirse tan sola aquí.

—¡Sola no está, eso que te quede claro! —Alegaba un tanto molesta por las palabras de Leila, y más aún por la pregunta que insistía en hacerle. Sabía mejor que nadie cuanto añoraba el ser madre, pero por desgracia no podía serlo, esto producto de una malformación en su útero, lo que dificultaba que su óvulo fecundado se implantase, y a pesar de los muchos tratamientos a los cuales se sometió, finalmente desistió de seguir intentándolo, dado los fracasos de éstos— y no te preocupes, ya lo estamos resolviendo junto a Armando.

—¡Ay hermanita, si sabes que no me refiero a eso! —Leila apagaba su cigarrillo e ingresaba junto a ella nuevamente a la habitación, excusándose por la manera en que había formulado la pregunta, en las palabras de Beatriz notaba que no había tenido tacto alguno, por lo que veía la forma de congraciarse después de sus dichos— ¿Y dime, qué van a hacer entonces?

—Adoptar, —aseguraba ésta en un tono seco, aún ofuscada— ya visitamos un par de orfanatos, solo falta afinar unos detalles de documentación, yo creo que ya en las próximas semanas estaríamos en condiciones.

—Pues me parece lo más sensato que podían hacer, —enunciaba Leila, sentándose en una de las sillas que decoraban la habitación— ¿y ya decidieron si será un niño o niña?

—¡Una niña! —Exclamaba en segundos Beatriz, iluminando su rostro tras sus palabras, pues siempre había sido su sueño que su primer bebé fuese una niña— Hemos tenido entrevistas con varias niñas que bordean la edad de Pandora, como ya estamos tan acostumbrados a ella, preferimos adoptar a una de su edad, o por lo menos que se le acerque.

Beatriz se acercaba a Leila con un brillo en sus ojos, la emoción que le producía el decirle que por fin sería madre la embargaba por completo, y con cierto cariño le daba en las manos las prendas de vestir que utilizaría.

—Bonito gesto se parte de ustedes, buscar a alguien que sea como mi niña, —decía Leila, dando un hondo suspiro, al tiempo que acariciaba con mirada dulce a su hermana— créeme que me alegraste el día con tu noticia Beatriz, de verdad no me lo esperaba, me siento feliz por ti y por Armando. Pero más felicidad me da el saber que por fin darán tan importante paso en sus vidas.

—¡Imagínate como estamos nosotros! De hecho hemos conversado la posibilidad de adoptar un varón si las cosas salen bien con la niña.

—¡Qué bonito, tendría dos sobrinitos a quienes regalonear! —Sin previo aviso, y ante el asombro de Beatriz, Leila se levantaba de golpe y se abalanzaba sobre ella, dándole un fuerte y cálido abrazo.

Si ya era una muy buena noticia la llegada de aquella pequeña, con mayor razón el hecho de que ya antes de tenerla en la familia, estuvieran pensando en adoptar más adelante a otro niño. Era evidente que ambos lo necesitaban, necesitaban darle amor a una hija o un hijo. Tenían amor de sobra para dar, fuera de las comodidades obvias por su condición económica, pero un vacío enorme en sus corazones, y aquel vacío hoy por hoy solo lo llenaban con la presencia de Pandora en sus vidas.

Ambas rompían en llanto, un llanto lleno de felicidad, y es que siendo Beatriz y Armando una pareja relativamente joven, la crueldad de la vida les impedía traer a este mundo a un hijo propio, siendo Beatriz la más afectada con aquella trampa maliciosa de la vida. Por mucho tiempo se rehusaron al hecho de intentar adoptar, más bien, era Beatriz quien se rehusaba, aún guardaba en su seno la posibilidad de que el milagro se produjera, que los tratamientos surtieran el efecto esperado y que por fin pudiera embarazarse.

No obstante, al ver que aquello no ocurría, y que la vida pasaba frente a sus ojos sin tener en su regazo aquel anhelo, poco a poco fue volcando su vida en torno a la pequeña Pandora, en parte, ella con sus travesuras y ternura lograba llenar en algo ese espacio vacío en su corazón. Por largo tiempo Armando intentó disuadirla para que se decidiera a adoptar, y contrario a lo que muchos en su momento pensaron, éste se mantuvo en todo momento junto a Beatriz, jamás buscó en otra mujer lo que por desgracia ella no podía darle.

Él era un hombre de campo, y a pesar de nacer en cuna de oro y ser hijo único, nunca se sintió superior al resto, muy por el contrario, siempre se mantuvo cercano a la gente que trabajaba dentro de la hacienda Casablanca, la cual era propiedad de sus padres. Su temprana muerte producto de un accidente en avión, provocó que un joven Armando tuviera que hacerse cargo de aquellas tierras, siendo Beatriz un pilar fundamental en su vida.

Apenas llevaban dos años de noviazgo cuando aconteció la muerte de los padres de Armando, y así como ella estuvo junto a él en el peor momento de su vida, así mismo lo estuvo él. El amor que había entre ambos era lo que los mantenía juntos, sin importar los problemas que la vida les pusiera en frente. Y a su vez, ese amor tan grande que se tenían, lo compartían con Pandora, amor que muy pronto se expandiría a una nueva integrante. Por largos minutos se mantuvieron abrazadas y sollozantes.

En muy pocas ocasiones se demostraban afecto de esa forma, por lo que cuando la oportunidad se daba, inconscientemente viajaban a aquella niñez, cuando la mayor parte del tiempo se mantenían juntas, demostrándose a cada momento el amor que había entre ellas. Aquel cálido abrazo se vería interrumpido abruptamente por Pandora, quien sin previo aviso ingresaba de sorpresa a la habitación. Se notaba agitada en su respiración, pues había corrido desde las caballerizas hacia la habitación de Beatriz, se había aburrido de esperar a que llegasen las mujeres.

Éstas al verla rompieron aquel abrazo y voltearon a mirarla, intentando no reír por la manera tan sorpresiva en que había ingresado. Por su parte, Pandora se cruzaba de brazos y las miraba frunciendo el ceño y apoyando sus pequeñas manos en su cintura, al tiempo que daba pequeños golpes en el piso con uno de sus pies, dejando ver el casco y los guantes que portaba. El silencio se apoderó por breves segundos del momento, silencio que la propia Pandora interrumpiría solo para exclamar:

—¡Y ustedes acaso se olvidaron de mí, o ya no me llevarán de paseo, me aburrí de esperarlas con los caballitos!

Ambas mujeres rompieron en risas, al tiempo que se abalanzaban sobre la pequeña para llenarla de abrazos y besos, mientras ésta intentaba sin éxito liberarse mientras alegaba que ya no quería salir, pues estaba enojada.

Continue Reading

You'll Also Like

67.3K 6.3K 25
Fina, una joven del 2024, y Marta, una mujer de 1958, se encuentran inesperadamente en el presente debido a un inexplicable viaje en el tiempo. A pes...
34.2K 2.6K 70
Hace nueve años hice algo terrible. No fue uno de mis mejores momentos, pero vi la oportunidad de tener al chico que he amado desde que era una niña...
40.6K 5.1K 47
EL CIELO TE MANDÓ PARA MI Mi nombre es Rebecca Armstrong y quiero compartirte esta historia que hace parte de mi vida... Tenía 18 años estaba en l...
193K 16.3K 49
Ella es una famosa guitarrista de rock sin nada serio, Becky es una chica rica insoportable. Ambas desde su primer encuentro se detestan, hacen cualq...