Caricias Prohibidas

By juliettamv

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LIBRO I • DUOLOGÍA CARICIAS Leanne piensa que Edward es un bastardo que se cree superior a los demás y Edwa... More

CARICIAS PROHIBIDAS
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO FINAL
EPÍLOGO
Caricias Peligrosas

CAPÍTULO 18

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By juliettamv

I'VE ALWAYS LIKED TO PLAY WITH FIRE
.
Leanne

Las puertas del ascensor se abren y me acerco a la mujer que está allí en la recepción.

—Buenos días, señorita —me saluda y la reconozco al instante. Es Antonella Costa, la mujer que me avisó en el evento que Edward requería de mi presencia.

—Buenos días —devuelvo el saludo—. ¿El señor Haste se encuentra disponible?

—Eh... sí —titubea—, pero debo llamarlo, no le gustan las visitas imprevistas. Deme un segundo por favor. —Alza la mirada—. ¿Podría... recordarme su nombre?

—Leanne Vitali.

Coge el teléfono que por poco se le resbala de las manos y empieza a hablar por teléfono. Mientras tanto, analizo el decorado entorno que nos rodea,m; es de colores cálidos, ventanales, paredes blancas, alfombras y es muy espacioso.

—Señorita. —La voz de Antonella me regresa a la realidad—: El señor Haste exige su presencia ahora. ¿Necesita que la acompañe hacia el despacho del señor?

—No, pero gracias por su atención.

Me dedica una mirada cortés y me encamino hacia la oficina. Toco la puerta tres veces y me deleito con la masculina voz que me pide pasar.

—Adelante.

Abro la puerta, encontrándomelo de frente, con una mano sobre el escritorio y con acribillándome con la mirada azul.

Es una reacción inmediata el humedecerme los labios a medida que cierro la puerta y pongo el pestillo.

—Buongiorno —murmuro.

Doy unos pasos hasta plantarme frente a él, que no me quita la mirada de encima. Pasa una mano por la blusa escotada que llevo encima y el tacto de sus dedos me pone el cuerpo como un volcán a punto de dar erupción.

—Quítatelo —ordena, pasando la mano por el cierre de mi blusa.

—Quítamelo tú, ¿cosa state aspettando? —me muerdo los labios.

Niega con la cabeza.

—Toglilo.

«Toglilo: Quítatelo»

Bajo la mano al cierre de la blusa y el pedazo de tela cae al suelo, exponiendo mis pechos. Me humedezco los labios ante su determinada mirada y en una fracción de segundos me lleva contra el escritorio. Mi cuerpo toma asiento sobre la superficie por inercia y siento como sus manos me recorren el cuerpo.

Me alza el mentón y me obliga abrir la boca, recibiendo el feroz beso que me devora y me pone en llamas. Sube el dobladillo de mi falda y tantea la zona de mis bragas de encaje.

Hace a un lado el trozo de tela que me cubre y ahogo un inevitable gemido que me brota de la garganta.

—Voy a hacer esto hasta que me canse —me toma del mentón.

—¿Y qué te hace pensar que yo no puedo cansarme de ti?

—Repítelo hasta que te lo creas.

Me vuelve a besar, recorriendo mi boca con su lengua de forma fogosa que solo consigue prenderme más y la estimulación de sus dedos me tortura placenteramente, causando estragos en mi sistema y enviando salvajes descargas de placer a mi vientre que no para de cosquillear.

No aguanto. Lo necesito dentro.

Bajo la mano, soltando los botones de la camisa que por debajo reluce los abdominales bien trabajados que se contraen cuando deslizo mi mano hasta llegar a la pretina del pantalón que suelto.

Lo oigo soltar un jadeo cuando tomo entre mi mano el duro miembro que se endurece más con el tacto de mi mano.

—Fóllame —pido sin aliento.

Guío el duro miembro hacia mi entrada y él lo empuja con fuerza. La sensación es tan extrema que nos hace jadear a ambos con el compás de las embestidas que me llenan por completo. Edward suelta un gruñido mientras pasa una mano por mi nuca y toma mi melena de pelo en un puño.

Baja ambas manos hacia mi glúteos y los aprieta con fuerza mientras no deja de entrar con fuerza en mi interior. Uno nuestros labios en un beso apasionante, rodeándole la nuca con los brazos y los cosquilleos que me reprenden el vientre.

Hace a un lado los papeles que se encuentran sobre el escritorio y me tumba contra la superficie que me enfría la espalda descubierta. Se me viene encima como una auténtica bestia, chupándome la piel del cuello, tetas, clavándome la yema de los dedos en los muslos y aferrándose a la piel de los muslos que no deja de enrojecerse con mis agarres.

El duro falo no deja de entrar y salir de forma salvaje, al igual que la forma en la que sus labios me chupetean la piel. No lo hace de forma cuidadosa y... ¡Dios! Siento que en cualquier momento voy a explotar.

—Más —jadeo, clavándole las uñas en la tela de la fina camisa—, más rápido.

Acelera mucho más el ritmo y su mano me toca la mandíbula, obligándome a alzar un poco más la mirada que choca con sus ojos azules.

—¿Así te gusta, Leanne? —jadea. Su respiración choca en mi cuello y su voz ronca me prende. Tiene los ojos oscurecidos, como un océano oscuro que se excita con mi imagen.

Echo la cabeza hacia atrás, gimiendo y respirando el perfume que irradia.

—Sí —le mordisqueo el lóbulo de la oreja sin parar de gemir.

Los embastes me llenan, satisfaciendo mi cavidad con la fuerza que rompe a su paso. El orgasmo arrasa conmigo y lo oigo soltar un gruñido de placer cuando me corro.

Continúa embistiéndome hasta descargarse en mi interior con destreza, haciéndome jadear. El orgasmo me nubla la mente ante el placer y a duras penas me reincorporo sobre el escritorio. Las piernas aún me flaquean y todavía siento un leve calor.

Me coloco la blusa y le subo el cierre, cubriéndome. Me apresuro por arreglarme la ropa cuando alguien toca la puerta.

Termino de arreglarme la falda y me encamino a la puerta, sin embargo, me toma del brazo, deteniéndome.

—¿Si?

Se inclina hacia mí, noto que en la mano derecha lleva un trago que acaba de servirse y entonces, acercándose un poco, pero manteniendo una distancia aceptable, empieza por murmurar.

—Eravamo ai preliminari, Leanne.

«Estábamos en los juegos previos, Leanne»

Alzo la mirada, concentrándome en su mirada oceánica.

—Sono d'accordo con te, signor Haste.

«Sono d'accordo con te, signor Haste: estoy de acuerdo con usted, señor Haste»

Le dedico una última mirada y abro la puerta, sin embargo, me sorprende ver a cierta figura femenina allí que reconozco al instante. Viste elegante, al igual que siempre.

«Noemí»

—Leanne, que sorpresa —aclama la inglesa.

—Noemí. —Me aclaro la garganta, viéndome un poco sorprendida. La verdad es que no me esperaba verla de nuevo—, lo mismo digo.

Noto como repara a Edward con la mirada.

—¿Y qué estaban haciendo? —inquiere, sonriendo—. No sabía que se conocían mutuamente.

—Edward y yo...

—La señorita Vitali y yo tratábamos un negocio pendiente. —Me lanza una mirada perversa—: Por su hermano y yo, por supuesto. Nos conocemos debido a él —habla Edward antes de que me deje llevar por mis impulsos—. ¿No es así, señorita Vitali? —Se me acerca, mirándome. Es como si la situación le divirtiera y quiero ahorcarlo para que cierre la boca.

Le dedico una mirada amenazante. No me va del todo mentir.

—Así es. —Regreso mi mirada hacia la inglesa. Noto un tipo de tensión en el ambiente, por lo tanto, deduzco que ya es tiempo de marcharme. Ya obtuve lo que quería—. Si me disculpan, debo marcharme, ya es un poco tarde. —Me vuelvo hacia Edward y sin pensármelo, le doy dos besos en la mejilla a modo de saludo. No es el único que sabe jugar.

Me vuelvo hacia Noemí y hago lo mismo.

—Nos vemos luego —la saludo.

Me sonríe.

—Lo mismo digo, ten una buena mañana.

—Igualmente.

Abandono el entorno, satisfecha con el resultado de haberme quitado un peso de encima.

***

Suelo estar ocupada siempre y no puedo darme el tiempo de explorar mis hobbies además del modelaje. Me interesan otras cosas además de la pasarela, como la escritura, la lectura, el entrenamiento físico y principalmente, el arte.

Todo lo que se trate de arte me atrae, especialmente aquellos cuadros que cargan con un mensaje escondido detrás del dibujo. Siempre captan mi atención, incluso mis propiedades tienen cuadros que he producido o que he comprado.

Siempre me he gastado un pastal de dinero cuando se trata del arte en pinceles, pinturas y cuadros elegantes. Se me da muy bien pintar. Mamá solía decirme que fui bendecida con un don para pintar, ella siempre se impresionaba por mi destreza cuando se trataba de pintar.

El arte es como un mundo relajante en el cual puedes sumergirte en un día de estrés y de un segundo a otro, olvidar los problemas, refugiarte en tu burbuja en la cual te desahogas pintando.

Siempre me ha gustado la idea de refugiarme en este pequeño mundo lleno de metáforas que se expresan a través de la pintura. Me relaja, me encierro en una burbuja relajante.

Tengo una gran imaginación cuando de esto se trata, a veces solo me hace falta mover las manos y dejar que mi imaginación dicte cuál será lo siguiente que dibujaré. Cojo el pincel y la primera pintura que utilizo es el rojo, alternando entre algo sofisticado pero a la vez atractivo, utilizando tonos oscuros, de tal forma que el rojo se vea de forma tenue y resaltada.

Si no hubiera optado por irme a la industria de la moda en definitiva me hubiera gustado ser la dueña de una galería de arte y realizar exposiciones. Recuerdo que mamá siempre me decía que si optaba por la idea de una galería de arte, ella iba a apoyarme.

Me dejo llevar por el lienzo que lleno de pintura, moldeándolo a mi antojo y depositándole tonos oscuros. Al verlo, da la impresión de tratarse de algo sexual. Los hijos son oscuros, alternando entre un rojo bastante oscuro y negro. Hay una silueta femenina que desprende curvas y un tipo de sensualidad que desprende lo mires por donde lo mires.

Signorina Vitali. —La empleada cruza el umbral de la habitación en compañía de mis amigas—. Lamento interrumpirle, pero sus amigas han venido a visitarla.

—Está bien Mellea, gracias por tomarte la molestia, ya puedes retirarte.

Me dedica un asentimiento de cabeza antes de abandonar la estancia. Observo a mis amigas, esta vez vienen acompañadas de Lidia, quien es la primera en notar el lienzo envuelto en tonos oscuros.

—Por Dios. —Se posa a mi lado—. No jodas, tienes un gran talento. ¿Alguna vez pensaste en exhibirlos, amore? —Me besa la mejilla.

Me encojo de hombros.

—Quizá en un futuro.

Hailey y Emma se me acercan, saludándome también.

—¿Pudiste resolver ese asunto que tenías pendiente con tu cliente? —le pregunto a Emma. Esta mañana tuvo que irse con prisa.

—Sí —afirma—. Por suerte pude terminarlo antes de tiempo.

Me vuelvo hacia todas ellas.

—¿Y a qué se debe la visita colectiva en el día de hoy? —indago, levantándome de la banquillo.

—Queríamos sorprenderte —responde Hailey.

Me limpio las manos en las cuales tengo un poco de pintura roja. Les hago un gesto y nos dirigimos a la sala de la estar, tomando asiento sobre el sofá y Mellea nos trae un poco de té, cuya acción agradezco.

Pasamos lo que queda de la mañana en la sala de estar bebiendo té y comiendo galletas recién horneadas que preparó la empleada doméstica. A todo esto, Emma lo denomina como "mañana de chicas".

—¿Entonces, trabajarás con Laura Haste ahora? —indaga Hailey. Hemos llegado a un punto en el que mi profesión se ha vuelto un tema de conversación bastante normal y no me molesta realmente.

—Sí. —Le doy un sorbo a la taza de té—. Y Lidia estará a cargo de prepararme. —Apoyo mi cabeza en el hombro de Lidia, quien sonríe ligeramente.

—Estaremos ahí en el desfile —decreta Emma.

—Eso espero. 

Me apoyo contra el respaldo del sofá mientras me meto en mis pensamientos. De pronto, presiento que este será un gran año.

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