Hilo Carmesí [✔️]

By NataliaEchavez01

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Victoria es la siguiente heredera al trono de Khandùra, con solo 17 años debe cansarse para asegurar que su r... More

⚜Sinopsis⚜
⚜ PRÓLOGO.⚜
⚜PERSONAJES⚜
⚜CARTA REAL⚜
⚜CAPÍTULO I⚜
⚜CAPÍTULO II⚜
⚜CAPITULO III⚜
⚜CAPÍTULO IV⚜
⚜CAPÍTULO V⚜
⚜CAPÍTULO VI⚜
⚜CAPÍTULO VII⚜
⚜CAPÍTULO VIII⚜
⚜CAPÍTULO IX⚜
⚜CAPÍTULO X⚜
⚜CAPÍTULO XI⚜
⚜CAPÍTULO XII⚜
⚜CAPÍTULO XIII⚜
⚜CAPÍTULO XIV⚜
⚜CAPÍTULO XV⚜
⚜CAPÍTULO XVI⚜
⚜CAPÍTULO XVII⚜
⚜CAPÍTULO XVIII⚜
⚜CAPÍTULO XIX⚜
⚜CAPÍTULO XX⚜
⚜CAPÍTULO XXI⚜
⚜CAPÍTULO XXII⚜
⚜CAPITULO XXIII⚜
⚜CAPITULO XXIV⚜
⚜ CAPITULO XXV⚜
⚜CAPITULO XXVI⚜
⚜CAPITULO XXVII⚜
⚜ CAPITULO XXVIII ⚜
⚜CAPITULO XXIX ⚜
⚜ CAPITULO XXX ⚜
⚜ CAPÍTULO XXXII ⚜
⚜ CAPÍTULO XXXIII ⚜
⚜ CAPÍTULO XXXIV⚜
⚜ CAPÍTULO XXXV⚜
⚜CAPÍTULO XXXVI⚜
⚜CAPÍTULO XXXVII⚜
⚜CAPÍTULO XXXVIII⚜
⚜️CAPÍTULO XXXIX⚜️
⚜️CAPÍTULO XL⚜️

⚜CAPÍTULO XXXI⚜

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By NataliaEchavez01

Parte 31

◁━━━━◈✙◈━━━━▷

Victoria

Más tarde, aquella misma noche, después de que Dorian prepara el corcel que usarían como trasporte hacia Khandura, Víctoria aún se sentía adolorida, pero aquel dolor no pertenecían a sus heridas, sinó a su corazón.
Su cerebro le hacía recordar momentos muy felices con su familia, momentos que ya no volverían a repetirse, suspiraba al recordar que su padre ya no estaba y que su madre jamás le enseñó preparar su famoso té para el resfriado.

El corcel blanco llamado Riu estaba listo para ser montado, pero el bastó invierno había cubierto el como, sería difícil, e incluso para el caballo buscar el camino hasta encontrar tierra.

Dorian le propuso a Victoria que montara a caballo hasta llegar al sendero correcto hacia Khandura, pero ella se negó. Quería caminar y observar la nieve que caía y se incrustaba en las ramas de los árboles secos.

—Se congelará más rápido a éste ritmo y vuestras heridas aún no sanan completamente—. Le recordó, pero eso a Victoria no le importaba mucho, solo quería un momento en paz antes de entrar a la verdadera guerra contra William.

—Para conocer la verdadera belleza de los copos de nieve es necesario estar en medio del frío.

Dorian la miró extrañado y no dudó en preguntarle:

—¿Jamás habría estado dentro de la nieve?

—En Khandura también llega el invierno, si deseáis saber —respondió arrastrándose entre la nieve—, pero mi padre jamás me dejó jugar en ella, temía que me diera un resfriado.

—Rodrigo siempre fue muy protector, e incluso con sus amigos más cercanos —confesó—. recuerdo que una vez, en un invierno igual a éste, no dejó salir ningún soldado por el frío...cuando partió de aquí y me enteré de que iba a ser rey, no dudé que sería un excelente monarca.

Víctoria sonreía porque su padre si fue un buen rey y estaba dispuesto a todo con tal de salvar al reino y murió tratando de arreglar las cosas, ella no sería la exención, también estaba dispuesta en darlo todo e incluso su vida con tal de proteger a Khandura de las sucias manos de William.

La luz de la luna ya empezaba a iluminar el camino.

Era más de media noche y aún faltaba mucho para llegar a su destino. El frío era más intenso, la brisa llevaba consigo hielo, que parecía lluvia corriendo horizontalmente, algunos de estos fragmentos le pegaban en el rostro al caballo y lo hacía sacudir. Victoria se cansó de caminar y subió al caballo, pero tal fuerza hizo que exclamara de dolor.

—¡Ay! —exclamó presionando su herida con fuerza.

—¿Se encuentra bien? —preguntó Dorian, preocupado por el grito adolorido de su compañera de viaje. Sus cabellos se pusieron de punta cuando vio sangrar a Victoria justo en su costado. La fuerza que había hecho para subirse al animal le abrió una de las heridas de su cuerpo.

—No es nada —dijo —podemos seguir, seguramente el Papa ya está en Khandura.

Dorian asintió y siguió su camino.

Victoria, por otro lado presentaba un fuerte dolor de cabeza. Tomó la sabía decisión de descansar encima del animal solo por un momento. Sus heridas ardían pero era un dolor que podía soportar.

Su nuevo amigo y aliado cuidó de ella y del caballo. Preparó algo de agua y puso a hervir dos huevos duros, para que su reina pudiera comer algo al menos.

El caballo raspaba la tierra, como si tuviera fe en encontrar pasto o alguna hierba que saseara su hambre. Por suerte, Dorian habia llevado consigo algunas flores que su esposa le había preparado para Victoria, pero ella estaba bien, a diferencia del caballo que deseaba comer algo pronto.

—¿Nos falta mucho para poder llegar?

Victoria se levantó y se acercó a la pequeña fogata que Dorian habia creado con dos piedras.

— Si tenemos suerte, llegaremos al anochecer a vuestro reino en un día.

—Seguramente William ya está llegado mientras que yo estoy tumbaba en la nieve por un dolor de cabeza.

—Vuestras heridas son serías, majestad.

Mientras él hablaba, Victoria notó las ojeras marcadas de Dorian, cosa que le preocupó un poco.

—Debe descansar un poco, yo me quedaré despierta.

—No —se negó, pasándole el huevo duro para cenar—. Ya estoy acostumbrado a desvelos como éstos. Esperaré a que coma un poco, luego nos iremos.

—¿Acostumbrado, siempre has cuidado de tu familia solo?

—Asi es —él respondió, con el ánimo abajo y de un momento a otro, el tema se agotó.

Victoria entendió el silencio y solo se dispuso a tomar bocados grandes de la comida que sostenía en sus manos. Poco tiempo después se puso de pié y ordenó ponerse en marcha, puesto que aquel caballero había decidido que no deseaba descansar.

Y así fue.

Solo ella montó al caballo y siguieron el sendero. El sonido de los búhos que ya despertaban y sacudían la nieve de sus plumas era una señal de que el día se aproximaba.

Empezaba a amanecer y ya el frío era poco. Dorian sentía el calor dentro de su abrigo, pues ha estado caminando desde que partieron sin descansar. Su mente no dejaba de pensar en su esposa, quién se había quedado sin protección alguna y su hijo Cristian. Tenía tantos sueños por delante y vivir en un país como Tristám siendo hijo suyo, era simplemente un caso perdido y uno de desonrra absoluta, solo deseaba que todo esto no le afecte tanto.

La noche volvió a caer, está vez no había luz de la luna que los guíe por el pequeño camino, solo contaban con el olfato y la suerte del enorme  animal que parecía ya conocer el camino.

Ya casi llegaban a Khandura. Varios faroles encendidos con fuego ya iluminaban la calle de pavimento. El castillo estaba en lo alto de una montaña, llena de árboles y cabañas echas por los mismos aldeanos, era una infraestructura qué al rey Rodrigo apreciaba observar cada vez que salía del palacio.

A varios kilómetros más allá del pueblo, debían hacer caminar al animal un poco más.

Un camino de luces llamó la atención de la joven reina. Hizo un esfuerzo en mirar a lo lejos y se sorprendió por lo que estaba viendo.

Gracias a su feroz vista,  advirtió rápidamente a Dorian que un carruaje rojo con adornos dorados llegaba al palacio.

Él buscó entre su abrigo un objeto largo y lo sostuvo a una altura considerable.

Dorian pudo ver a lo lejos gracias a un pequeño telescopio al Papa entrando al castillo junto con el rey William.

—Es el Papa y William —dijo, guardando rápidamente el objeto en su bolso.

—¿Llegaron antes que nosotros? —dijo ella, tratando de ver a lo lejos.

Victoria sacó fuerzas para incorporarse, pero otra de sus heridas se abrió haciendo que su vestido obsequiado por Mariana se manchara en sangre. Puso su mano en su cintura y le ordenó a Dorian ir hacia allá lo más rápido posible. Trató de ocular la sangre pero fue inútil, él se dió cuenta.

—Vuestras heridas...empeorará al llegar hasta allí.

—Fue vuestra idea venir hasta aquí, ahora que estoy en mi reino no permitiré perderlo por estas heridas, ¡llevadme hasta el castillo ahora!

Dorian sujetó las riendas y golpeó al animal. Lo guío hasta el castillo llamando la atención de los guardias, ellos al ver a Victoria dejaron pasar a Dorian.

En el rostro de Victoria solo se visualizaba los gestos de dolor que cada galope del caballo hacía. Se aferraba con fuerza al cuerpo se Dorian para no caerse. Sentía que la espesa sangre mojaba su cuerpo y como cada herida se abría de nuevo, el dolor era insoportable pero ya casi llegaban, debía soportarlo.

Cuando estuvieron al frente de la gran puerta real, Dorian bajó a la princesa y observó su vestido bañado en sangre. Su preocupación creció más pero Victoria no esperaba que le diera permiso para entrar a su casa. Rápidamente traspasó la penumbra de las velas. Los sirvientes no podían creer que se trataba de su reina y también se preocuparon en verla en tales condiciónes.

Un solo farol iluminaba el pasillo, propiciando un destello mortecino y vacilante, oscuro. El aire no entraba, las ventanas estaban cerradas por alguna extraña razón.

En su corta vida, jamás había visto las ventanas del palacio cerradas, a menos de que el invierno llegase, aún faltaban meses para ello, unos dos aproximadamente.

Victoria empujó las dos puertas dejándolas por completo abiertas, seguida por Dorian.

En aquel salón se encontraban algunas personas de la corte que desconocía frente a una gran mesa de madera, decorada con hermosas velas grandes que iluminaba muchos papeles, ella reconoció el sello real, y dedujo que todos esos papeles se trataba de las  escrituras de todas las tierras Khandurianas, allí, también estaban dos rostros que reconoció de inmediato:  El Papa León y su peor enemigo William de Tristám.

—¡Reina Victoria, está con vida!

El Papa atónito por la presencia de aquella reina que según William había anunciado públicamente que había sido asesinada por lobos estaba allí, manchada en sangre y con mal color pero viva.

—Cómo... ¿¡Como es esto posible!? — exclamó William, abriendo sus ojos de par en par.

—¡Yo soy Victoria, reina de Khandura y reclamo mi derecho al trono!

Todos en la sala, a excepción de William se inclinarón ante su nueva reina.

William seguía pasmado viéndo a Victoria parada frente a él empapada de sangre, sangre que escapaba de las heridas, heridas que él mismo ocasionó hace unos días.

Estaba seguro que había acabado con ella y se lamentó haber dejado esa tarea en mano de otros otra vez, tal y como pasó hacer más de 17 años. Era increíble que había cometido el mismo error tres veces con esa mujer, aquel final del hilo rojo del destino, destino que negó creer por muchos años y que lo estaba persiguiendo hasta perder la cordura.

La mirada de la nueva reina no dejaban de mirarlo con ira y desprecio. Lo tenía ahí enfrente, pero no podía hacer nada estúpido ahora qué al fin pudo reclamar su trono, pensó lo que una vez su padre le enseñó sobre la paciencia, una virtud que era esencial en la vida de cualquier monarca, de cualquier persona, y por respeto a su padre, el anterior rey, debía actuar con mucha cautela. No debía meter la pata ahora que tenía todo el poder en sus manos, no podía verse frágil frente a su enemigo o él se aprovecharía de ella de nuevo y ella no lo iba a permitir, de ninguna manera. 
Solo suspiró a pesar de que cada vez que lo hacía, las llagas en su cuerpo quemaban a tal punto de dejar salir un alarido de dolor, pero su rostro no emitió ninguna expresión de dolor, solo de grandeza e imponencia. 

—Usted —señaló a William—. Le ordeno que se vaya de mis tierras ahora, y que le quede claro una cosa. ¡Mi venganza acaba de empezar! La esperaré a través del tiempo, sé que la suerte y él destino ahora están de mi lado.

William retrocedió al ver a Victoria llena de poder. Su corazón palpitaba y casi lo podía sentir en la palma de su mano. Miró a todos y al Papa León, pero éste último exigía una explicación del porque subía mentido sobre la muerte de su esposa frente a todos.

—Tendremos una charla luego, William. Habéis faltado un mandamiento de la ley de Dios.

El Rey de Tristám tomó sus pertenecías y corrió hasta la salida. 

—Os equivocais, ésta mujer tiene un pacto con el diablo, yo la vi morir, yo...

Dorian sacó su espada y lo apuntó, haciéndo que retrocediera lejos de Victoria y lejos del reino.

—Ya ha escuchado a su reina, fuera de aquí.

—Sois un traidor, al igual que Rodrigo, vil cucaracha, Se lamentaran de vuestra falta de lealtad.

—No se atreva a hablar más de mi padre, rey William —la rabia en la voz de Victoria era notoria, tanto que para ella misma era impresionante el control que estaba teniendo en ese instante.

—Me encargaré que vuestra miserable vida experimente todo lo que le ha hecho, es por eso que ahora mismo lo dejaré irse.

William hizo desastre por dónde caminaba, tiraba las sillas, los tapetes en las paredes y trató de lanzar un cáliz a los pies de Victoria, pero un soldado lo vió y advirtió a los demás, haciendo que se le tirarán encima.

—Lo pagarás Victoria.

Seis soldados fueron tras él, pero Victoria ordenó que lo dejaran ir en tanto su presencia desaparició del salón.

Ella seguía siendo reina consorte de Tristám y él consorte de Khandura, sin embargo, con ella allí ploclamando su derecho al trono, ese lazo se destruiría. Era muy probable que una guerra entre ambos reinos se desate pronto y ni la iglesia tenía permitido intervenir.

—Mís disculpas, reina Victoria. Pensé que los rumores de su muerte eran ciertos, algunas de vuestras tierras ya son parte de Tristám.

—No se preocupe, padre, me aseguraré de que tales tierras vuelvan a mi poder muy pronto y que la justicia llegue a lo más alto. Por ahora encarguese de difundir qué Khandura ya sido reclamada por mi. No hay tiempo para una ceremonia real.

—¿Qué pretende hacer? —inquirió, deseoso a saber.

—Muy pronto lo sabrá. Por ahora haga lo que le diga.

Sin entender nada de lo que Victoria decía, todos salieron del salón y se  despidieron con una reverencia dedicada a su reina. Victoria no veía la hora de dejarse caer en cualquier sitio.

Fueron dos días de viaje muy pesados, las heridas estaban todas abiertas y había perdido mucha sangre.  En ese momento, luego que el Papa le explicara que al casarse con William y coronada en Tristám, ya la hacía reina de Khandura, dejó caer su cuerpo al frío suelo. Dorian corrió enseguida hacia ella y la cargó. La llevó a su habitación e  inmediatamente tuvo atención médica en su hogar.

Dorian salió solo para estar seguro que William estuviese lejos del castillo, ahora que sabía que Víctoria estaba viva, era muy probable que haya una una guerra entre ambos reinos y debía escribir una nota poniendo alerta a su esposa para ponerla a salvo.

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