SACRIFICE โ”โ” divergente.

By queenvics

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SACRIFICE
00 | INTRODUCCIร“N
01 | โ› No hay vuelta atrรกs โœ
02 | โ› Vianna โœ
04 | โ› Nueva regla โœ
05 | โ› Nada bueno โœ
06 | โ› Desastre โœ
07 | โ› Digna โœ
08 | โ› Algo no anda bien โœ
09 | โ› Debilitante โœ
10 | โ› Diferente โœ
11 | โ› Martirio โœ

03 | โ› Advertencia โœ

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By queenvics


03
❛ ADVERTENCIA❜

         
          —La mayor parte del tiempo trabajo en Inteligencia, pero durante su entrenamiento seré su instructor. —explicó el chico de ojos pardo, que la había recibido al caer sobre la red.

Sus prendas eran oscuras; chaqueta, playera, pantalón, y botas negras. Vianna se había permitido observarle con detalle, lo cual le hizo darse cuenta de su gran contextura física. Sus hombros eran anchos, y su cuerpo aparentaba estar entrenado. No le sorprendía si se trataba de un osado.

Él caminada de un lado a otro, con una postura indiscutiblemente derecha, y una expresión ruda. —Me llamo Cuatro.

Cuatro.

—¿Cómo el número? —indagó Christina, que estaba a un lado de la castaña, una sonrisa se escondía en su semblante. Vianna la observó con severidad, esperando a que se dé cuenta que una broma no era lo conveniente en éste momento.

—Como el número. —afirmó él, vislumbrando a la de cabello corto con una filosa mirada.

Ella carcajeó antes se continuar. —¿Acaso uno, dos y tres no estaban disponibles?

Un coro de risas se alzó por parte de los iniciados. La castaña volteó levemente, para observar a Beatriz de reojo y notar que ella tampoco estaba riendo, pues mantenía una expresión temerosa en su rostro.

De todas maneras, no se podía juzgar a Christina. Ella venía de Verdad, por lo que -al parecer- se le haría tarea difícil no decir lo primero que se le venga a la mente.

—¿Cómo te llamas?

—Christina.

Él sonrió con suficiencia, sus ojos se entornaron hacia la joven, mientras lentamente se le iba acercando. En su mirada, se asomaba un brillo que parecía alertante, explotando en sus orbes con euforia.

La pelinegra ahora se encontraba encogida en su lugar, cohibida ante Cuatro. De por sí, la diferencia de alturas era abismal, eso lo hacía peor.

—Muy bien, Christina. Puedo asegurarte que una lección que aprenderás de mí es que, si que quieres sobrevivir, deberás mantener la boca cerrada, ¿Quedó claro?

Él es severo. Era evidente.






















[...]






















—Éste es El Foso, el centro de la vida en Osadía.

Los ojos de Cuatro conectaron con los de Vianna cuando habló. Les estaba mostrando el lugar, el cual era increíblemente alucinante.

El Foso era un lugar gigante, un espacio con paredes de piedras desniveladas que se alzaban a sus alrededores, haciéndoles ver pequeños. Caminos y puentes de metal trepaban por toda la inmensidad del lugar, por donde ahora mismo circulaban osados como si no estuvieran corriendo el riesgo de caer de metros y metros de altura. A lo alto, la luz solar se colaba por paneles, brindándole claridad a todo el panorama, revelando los tonos de grises que lo teñían. Las personas chillaban elocuentemente, gritaban, hablaban, incluso había un par que se encontraba peleando mientras el gentío animaba. En la mayoría, una gran sonrisa se extendía en sus aventurados rostros.

Vianna tampoco pudo evitar sonreír.

Luego de eso, los introducieron a lo que sería el dormitorio por las próximas diez semanas. Básicamente, consistía en un espacio abierto, donde numerosas camas se repartían por todo el lugar. Los abucheos llegaron cuando Cuatro les dió la noticia de que allí dormirían chicos y chicas. Aún más cuando les comentó sobre los baños, que quedaban en la misma habitación, separados por una simple pared de concreto. Incluso las duchas estaban en la misma nada.

La castaña no logró sentirse del todo cómoda con aquella idea. Pero mucho no podía hacer.

—¿Así que ahora eres una osada?

Vianna frunció el ceño, volteándose. Tuvo que subir la vista, cuando una mueca de sorpresa surcó cada rincón de su rostro.

—¿Edward?

El joven de cabello rubio sonreía genuinamente hacia la chica, dejando a relucir la fila de dientes perfectamente parejos que formaban su sonrisa.

—El mismo. —asintió él. Sus cerúleos orbes brillaron eléctricamente. —Te busqué en el tren, pero no te vi.

Vianna lo conocía. Ambos venían de Erudición, y sus padres solían frecuentar. De pequeños, la chica había desarrollado una especie de enamoramiento hacia Edward, sin embargo, con el paso de los años, aquello fue desvaneciéndose hasta acabar en una simple amistad para los dos. Recordar la razón de aquello provocó un pinchazo dentro de su pecho; cuando sus padres se aliaron con Jeanine y comenzaron a tener protagonismo en la fabricación de los distintos sueros fue que la joven se vió entrometida en todas las pruebas y experimentos que los mismos conllevaban, lo que le hizo romper la mayoría de relaciones que había forjado socialmente con personas de su facción. Claramente, nadie sabía de esto.

Últimamente ella y Edward no se habían hablado demasiado, pues ya tenían distintos grupos de compañeros. Aún así había veces en las que se saludaban.

Las mejillas de la castaña se elevaron, haciendo un intento de sonrisa. —De hecho, estuve en los últimos vagones. —explicó. De fondo se escuchaba la voz de Cuatro diciendo algo. —Lo siento, no recordaba que habías elegido Osadía también.

Él negó, sin darle importancia. La sobrepasaba en altura. —Está bien, no importa. Sabes... de alguna manera siempre supe que tenías algo osado dentro tuyo.

Vianna enarcó ambas cejas. —¿Tu dices?

Él asintió, riendo. —De pequeños siempre fuiste la más valiente de nuestro grupo de amigos. Y cuando los osados pasaban corriendo a nuestro lado siempre querías unirteles.

Él tenía razón, y por poco Vianna había olvidado eso. Supuso que lo que decía era verdad.

Estuvo a punto de contestar, pero se vio obligada a tragarse las palabras cuando casi pierde el equilibrio cuando algo chocó su hombro izquierdo bruscamente. Ella se volteó, desconcertada, encontrándose con la figura de Cuatro pasando a su lado. Mientras salía de allí golpeó a otros iniciados más que se encontraban detrás de la joven, de la misma forma que lo había hecho con ella.

—Cámbiense, ahora. Tienen tres minutos.

Y sin más, todos se encaminaron hasta las camas, donde habían varias prendas de ropa. Vianna eligió un combo de pantalones, camiseta, y chaqueta que aparentaban ser de su talla.

Su madre siempre la había molestado por no ser lo "suficientemente delgada", según ella. La chica poseía una cintura fina, con grandes caderas y muslos anchos, figura que su progenitora constantemente aborrecía, pues decía que no se le veían bien las polleras de vestir que en Erudición acostumbraban a usar. Sus brazos y torsos eran delgados, mientras que su pecho se mantenía en un punto medio, según ella consideraba.

Las prendas le sentaron bien, la camiseta gris oscura le fue un poco grande, mientras que el pantalón y la chaqueta resultaron justas. Las piezas eran unisex, por lo que todos vestían iguales.

Luego de cambiarse, todos los iniciados debían enfilarse para arrojar las ropas de sus antiguas facciones al fuego.

Cuando el calor abrazo sus viejos ropajes, se quedó unos segundos observando. Vanessa, la chica que alguna vez fue, cuyo sufrimiento se perpetuaba día a día bajo la sombra de una familia perfecta, ahora se consumía en llamas, perdiéndose entre una bruma negra y cenizas. Ya no quería ser ella, ya no quería tener nada que ver con ese pasado. Ojalá fuera así de fácil.

Sí, a partir de ahora todo estaría bien. Cerró sus ojos, queriendo convencerse de aquello.

Pronto se encontró caminando hacia una especie de salón comedor, donde absolutamente toda Osadía se encontraba comiendo. Mesas largas y un barullo interminable de voces, gritos, y risas. Todo parece ser tan caótico y desordenado allí.

A Vianna le gustó.

Detrás de ella venían Christina y Tris (a.k.a. Beatriz, quien había adoptado un nuevo nombre también). El trío se encontraba paseando por los espacios entre las mesas para poder encontrar un lugar.
A lo lejos, distinguió a Edward en uno de los lugares, hablando animadamente con otras personas. Por un momento se le cruzó la idea de irrumpir en su mesa y preguntar si podía sentarse allí, pero pensó que sería un tanto extraño, tal vez incómodo. Ellos dos apenas habían hablado una sola vez desde que llegaron, y ni siquiera conocía a las otras personas con las que estaba.

—¿Deberíamos sentarnos ahí? —alcanzó a escuchar la tímida voz de Tris, mientras señalaba una mesa a metros de donde estaban. Distinguió el perfil de Cuatro, y también a Will y Al, el castaño que había estado acompañado del molesto de Peter en el vagón.

Christina asintió, y a Vianna no le quedó otra opción que acceder.

Las otras dos chicas se posicionaron al lado de otros iniciados, y el único lugar que quedó para la castaña fue el que estaba al lado de Cuatro.

En silencio, se dispusieron a comenzar a comer. Ágilmente, Vianna se sirvió la carne de hamburguesa que había en el centro de la mesa, para comenzar. De reojo notó los dubitativos movimientos de la rubia a su lado, manipulando de forma temerosa lo que tenía en su plato.

—¿Nunca antes viste una hamburguesa?—inquirió Christina, masticando la suya.

Los castaños frente a ellas alzaron la vista.

La chica de ojos hazel sonrió apenada. —Sí, las he visto. Pero jamás las probé.

—¿En serio? ¿Por qué?

Vianna alzó el vaso lleno de agua, y antes de tomar contestó. —En Abnegación la extravagancia es considerada inmoderada e innecesaria.

Will, que había estado pendiente de la conversación, agregó. —Los abnegados comen comida sencilla. Una dieta a base de plantas, sin aderezos ni muchos condimentos.

La castaña sonrió por lo bajo, masticando la carne. Era evidente que ambos pertenecían a Erudición, también les sería tarea difícil dejar esa costumbre.

Christina, que los miraba con una ceja alzada y un atisbo de diversión en su mirada, habló. —¿Y ustedes dos que libro se comieron?

Al rió, y Will a su lado ladeó la cabeza, alzando sus mejillas.

—Gusto en conocerte, soy Will.

Vianna sonrió, y miró a la pelinegra. —Erudición, por si no lo notaste. —alegó, señalándose a ella y al otro ex-erudito, quien la observó asintiendo.

Christina también asintió, virando los ojos. —Por supuesto que lo son. —rió divertida, para volver a mirar a Tris. —Aún así, me sigue asombrando que en Abnegación coman. Muy egoísta, ¿No? —inquirió. —Con razón te fuiste.

Y sí, ella era definitivamente de Verdad.

—Deben ser muy seguras como para tenerla de amiga, ¿Verdad? —espetó Will nuevamente, dirigiéndose hacia la rubia y Vianna, se refería a Christina. Él sonreía mientras cortaba su carne.

Ambas rieron.

—Oye, ¿Qué se supone que significa eso? —soltó la de cabello corto, fingiendo indignarse.

Él elevó la mirada. —No tienes filtros. Dices lo primero que se te viene a la mente.

En efecto, él tenía razón. Una vez más.

—¿Como por ejemplo, "eres un idiota"? —burló Al, causando más carcajadas entre los presentes.

A pesar de no ser algo extremadamente divertido, Vianna se sentía bien, pues era la primera vez en mucho tiempo que lograba reír genuinamente de algo. Sin tener que fingir. De alguna forma, le gustaban los momentos como éste donde podía sentirse cómoda.

—Buena broma, Al. —asintió la pelinegra.—Por lo menos decimos la verdad. —sonrió con suficiencia, volviendo la vista a su comida.

—Erudición dice la verdad basada en hechos. —alegó Will, inmerso en el tema de conversación, moviendo sus brazos para hacer más énfasis en sus palabras. Lo que tenía de erudito también lo tenía de competitivo.

La castaña estuvo a punto de agregar algo, cuando alguien más lo hizo a su lado, haciéndole suspender todas sus intenciones de seguir bromeando.

—No quiero escuchar de sus viejas facciones. Ahora son de Osadía.

Todos voltearon hacia la derecha, donde Cuatro permanecía bebiendo pacíficamente de su vaso. Su mirada ni siquiera se posaba en ellos, se mantenía derecha y fija en quién sabe donde.
Automáticamente, las sonrisas inundadas en diversión abandonaron los semblantes del grupo, obligándoles a volver a sus comidas, en silencio.

A Vianna no le agradó ésto del todo. Sólo bromeaban, ella sabía que no era para tanto.

Enronces Tris habló —: ¿Tu también eres transferido? ¿O naciste en Osadía?

El castaño, que había detenido sus movimientos para observarla, alzó una ceja. Su mirada parecía estar juzgando a la chica. —¿Es en serio?

La rubia, denotando inocencia, respondió. —Sí, es en serio.

Cuatro río, claramente sin gracia alguna, y ladeó la cabeza para volver a posar sus ojos en ella. —Creí que los de Verdad solo causarían problemas haciendo demasiadas preguntas, ¿Ahora tengo que aguantarme a estirados también?

Tris abrió la boca, con la intención de decir algo, pero volvió a cerrarla. Sus mejillas comenzaron a tornarse rojas, probablemente por estar bajo la intensa mirada del castaño, y simplemente la vergüenza que la sucumbía.

Vianna entornó los ojos hacia él. No hay necesidad alguna para ser un cretino, pensó. Entonces supo que no podía quedarse callada.

—Bueno, eso debe ser porque te ves tan amigable. Ya sabes, como una cama hecha de clavos.

Las risas de sus compañeros repercutieron en medio de la tensión. E inmediatamente, la severa mirada de Cuatro aterrizó sobre la castaña, casi como si le estuviera enviando dagas invisibles. Ella, por lo contrario, ni se inmutó, llevó el vaso de agua hasta sus labios, y bebió, sin despegarle los ojos.

Él no se veía del todo enfadado, pero si irritable. Su mandíbula se remarcaba a medida que él la presionaba, y su postura era derecha, como si estuviera listo para cualquier cosa que llegue en contra.

Por dentro, la chica se sentía inestable. Tenía miedo de que ésto le traiga consecuencias a futuro, pero una parte de ella tampoco se arrepentía. Es más, algo en su persona disfrutaba de éstos extraños desafíos.

Cuatro, finalmente, desvió la mirada. Sus orbes pardos observaron su comida por unos segundos, y antes de que lo obliguen a levantarse por haberlo llamado desde otra mesa, la miró fugazmente, advirtiéndole:

—Cuidado, Vianna.













a/n;
↳ comenten qué les parece la historia, amo leerlxs. Gracias por todo el apoyo ! ♡

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