Inked Knockout

By SandyDayDreamer

170K 14.4K 19.5K

Una noche con amigas, un desvío, un callejón solitario. Un plan genial, ¿no? Por si fuera poco con la desastr... More

1.- Cavernícolas y Soju.
2.- Reina de corazones
3.- Adivinanzas
4.- Un pasito atrás
6.- Abierto hasta... ¿el amanecer?
7.- Switch Stance
8.- Tíos malos; encuentros peores
9.- De boca en boca y tiro porque me toca
10.- Proposiciones (in)decentes.
11.- Sparring
12.- Juicio y Sentencia
13.- El poder de Rosita
14.- Promesas de tinta roja.
15.- Side Control.
16.- Ley de Gravitación Universal.
17.- Creciente menguante.
18.- Ensoñaciones.
19.- Jab
20.- Encuentros en la tercera clase.
21.- De treinta a cuatro mil ochenta.
22.- Rendición.
23.- Takedown.
24.- Dos a dos.
25.- Muros, paredes y grietas.
26.- Déjame entrar.
27.- Half guard.
28.- ¿Pasado o presente?

5.- X

6.2K 555 1.3K
By SandyDayDreamer

Esta situación es surrealista.

No sé cómo ha llegado a pasar, pero creo entender que el primer error lo cometí yo.

—¿Y aquí qué tienes? —pregunta Picasso, abriendo por toda la cara el armario metálico de las tintas.

Yo sigo en mi taburete, mirando cada movimiento que hace al tiempo que me bebo el primer café del día. No me encuentro con fuerzas suficientes para mandarle a la mierda sin que la cafeína haya inundado mi sistema primero, por lo que el chico sigue cotilleando todo a su alrededor sin cortarse un pelo.

Creo que acerté en mi teoría de que el tal Taehyung (que no Picasso) vive aquí, o eso o viene a trabajar en pijama; cosa que, viniendo de ese tío extraño no me resultaría descabellado del todo. Lleva puestas unas zapatillas de estar por casa feas con avaricia, las típicas marrones abiertas por detrás, muy populares en abuelitos de todo el mundo. Unos pantalones de raya diplomática blanca con fondo azul visten sus piernas; muy normal, ¿no? El problema llega en la parte de arriba, donde lleva una chaqueta de traje... ¿Por qué? ¿Cuál es el motivo que empuja a alguien a ir de etiqueta de cintura para arriba y en pijama de cintura para abajo? No lo sé; nunca lo sabré.

—Oye, noona, ¿puedo? —pregunta con carita inocente cuando da con mi arsenal de piruletas; las tengo a buen recaudo porque siempre las uso cuando estoy tatuando: me ayudan a concentrarme.

—Sírvete —gruño, obviando el hecho de que ha usado el honorífico que le pedí específicamente que no usara conmigo. Me hace sentir como si le sacase treinta años, el muy imbécil.

Taehyung sonríe ampliamente y, tras quitarle el envoltorio, se lleva el caramelo a la boca; sigue mirando todo a su alrededor mientras mantiene las manos apoyadas en sus caderas. Parece súbitamente decepcionado, y no tengo ni que preguntarle para que explique el porqué de su ceño fruncido.

—Tu cuarto es muy pequeñito, ¿no? Solo tienes una ventana enana que no deja ver, y no tienes sofá ni mesa de dibujo ni nada.

—Eso, tú mete el dedo en la llaga —mascullo asqueada.

—¿Por qué no lo tienes, noona?

—Tío, que dejes ya lo del noona, que tienes un año menos que yo solamente —le advierto cabreada; se la suda completamente, claro.

—¿Por qué no tienes nada de eso, noona?

—¡Yo qué coño sé! Pregúntaselo a tu jefe y déjame a mí tranquila.

—¿Y por qué no sales nunca con nosotros? Los demás dicen que eres una borde, pero no me pareces una borde, lo que pasa es que no te entienden...

—Joder, qué murga de chaval...

—Yo creo que en el fondo eres simpática, pero hay que cogerte el punto. ¿Eres una seca con ellos porque te ponen a parir? Cuando dicen que solo estás aquí porque a Namjoon hyung le caes bien, siempre les digo que se equivocan. —Este tío no se escucha, ¿no?. También dicen que tu ex te trajo mogollón de problemas; que no aparecías a tu hora, y que ese ex tuyo era un pandillero y un golfo. ¿Es eso verdad, noona?

—¿Te das cuenta de que estoy pasando de ti? —murmuro con cara de psicópata, pero nada, no se inmuta.

—Los tíos dicen que no te interesa nadie que no sea un pandillero o esté metido en problemas, pero eso seguro que es mentira... ¿Te gustan los chicos duros? ¿O es que tienes algún tipo de trauma? ¿Tienes problemas con tu padre?

—Y dale...

—¿Te gustan los tíos mayores o más pequeños? ¿Cómo es tu ex? ¿Era más mayor que tú? ¿Y cuántos tatuajes tienes? Te he visto el corazón en el dedo y la rosa de la nuca, pero no sé si tienes más... ¿Los tienes tapados? ¿Puedo verlos?

Ahora que sé cómo sería tener un hijo, mi útero parece haberse cerrado en banda. Estoy medio muerta, no me he tomado ni el café después de cuatro noches sin pegar ojo pensando en Yoongi, el coloso y el lío en el que estoy metida, y a este tío le da por torturarme de repente solo porque cometí el error de pedirle la tablet.

Llevo desde el domingo pasado de los nervios, y si esto tiene algo de bueno (siendo positiva a niveles exagerados) es que este tío raro me tiene tan confusa que no me permite estar nerviosa de ninguna manera; al menos, no lo estoy hasta que llaman a mi puerta, haciendo que dé el bote de siempre sobre mi taburete. Tengo el corazón muy sensible últimamente, y en una de estas que llamen sin avisar me matan de un infarto.

—Sí, adelante —contesta Taehyung con toda la confianza del mundo.

—¿Qué haces tú aquí? —pregunta Namjoon al ver al chico en mi estudio, como si presenciase un auténtico milagro.

Noona y yo estamos haciéndonos amigos.

—¿Lo estáis? —cuestiona mi jefe con toda la cara arrugada por la incredulidad. Niego con la cabeza cuando me mira a mí, pero Picasso asiente muy convencido—. Pues siento mucho cortaros el rollo, pero hay un cliente esperando.

—¡¿Para mí?! —cuestiona emocionado el chico de pelo gris.

—Lo siento, Tae, pero este cliente solo quiere a Sonie —lo último lo dice mirándome con una sonrisa, y yo ruedo los ojos sin estar mentalmente preparada para relacionarme con otro ser humano tras la paliza verbal que me ha dado Taehyung—. Por cierto, ¿te puedes quedar un rato en la recepción, Tae? Estoy hasta arriba de temas y no tengo un respiro; además, el jardín está descuidado... me gustaría tomarme el día para arreglarlo después de ponerme al día en clase.

—Claro, hyung, sin problema —acepta el chico, cabizbajo y visiblemente chafado porque el cliente no fuera para él.

—¿Sonie?

—Dile que pase, qué remedio... Pero que alguien me traiga otro café, por favor, que este no ha empezado ni a despertarme. Verás tú el truño que voy a hacer como tenga que tatuar ahora...

—¡Yo te lo traigo, noona! ¿Cómo te gusta a ti el café?

—Negro como mi alma... —murmuro siniestra, pero el chico se ríe—. Un par de cucharadas de azúcar y en el vaso más grande que encuentres, por favor.

—Ahora mismo te lo traigo.

Y sin decir más, efectivamente, desaparece por la puerta. Namjoon, sin embargo, no le sigue; se queda plantado en el marco de entrada, mirándome con una mueca de suficiencia que no sé descifrar del todo.

—No vayas a usar al nuevo como tu chico de los recados...

—¿Pero qué me cuentas? Si ha venido él solito aquí a buscarme; demasiado que llevo aguantándole media hora mientras rebuscaba en cada cajón que tengo sin pegarle ningún golpe en la cabeza.

—¿Estás bien? —pregunta en lugar de apiadarse del castigo que me ha tocado sin comerlo ni beberlo.

—Qué pesado, Nam —bufo—, si es por lo de Yoongi, voy perfectamente; ya está superado. ¿Yoongi? ¿Quién es Yoongi?

—No te lo decía por él, es que te veo un poco perdida desde hace unos días. Además... parece que estás con los nervios de punta todo el rato; cada vez que dan al timbre sales a mirar y saltas en cuanto suena algún ruido fuerte...

—¿Me estás espiando?

—Siempre tengo que estar atento de ti, más que nada para que no te escapes a hurtadillas.

—Llevo unos días tensa, pero estoy bien —miento a regañadientes—. ¿Mi cliente...?

—Sí, ya le digo que pase —ataja, rodando los ojos—. Pero si tienes problemas con Yoongi, dímelo, ¿vale? Ya le hago yo entrar en razón para que te deje tranquila.

Si el problema fuera solo Yoongi, pues todavía.

—Vaaaale, pesadito; dile que entre ya, que va a acabar por pirarse de aburrimiento.

—Muy bien... Espero que hoy remates el trabajo —murmura mientras se va.

—¿Que remate el qué? —pregunto, pero Nam ya está muy lejos como para escucharme.

Me levanto para tirar el vaso de papel en el cubo metálico que tengo en una esquina junto al armarito de las tintas, y escucho los pasos de mi cliente por el pasillo; o bien estoy hipersensible a los sonidos, o esa persona lleva unas botas de hierro y pesa quinientos kilos, porque sus pisadas suenan demasiado fuertes por el parqué. Cuando le veo (los pies primero, porque tenía curiosidad), me fijo en que mi segunda teoría era la que más se acercaba. Aunque no es que el tío pese quinientos kilos o lleve botas de hierro, son unas normales, militares y negras, con una suela lo suficientemente gruesa como para partirme el cráneo si quiere... Lo peor es que es probable que las lleve justamente para eso, porque es el mismo con el que llevo teniendo pesadillas la última semana y media: el coloso.

—¿Qué haces tú aquí otra vez? —pregunto, tiesa como una figura de porcelana.

—Ya sabes a lo que vengo —murmura, cerrando la puerta a su espalda. El chaval se gira en cuanto estamos encerrados y a solas y se quita la capucha que cubría su cara, lo que deja a mi vista una cantidad insana de heridas y moratones.

—¡Joder! ¡¿Qué coño te ha pasado en la jeta?! ¿Te ha atropellado un trailer? —cuestiono impactada. El chico camina hasta la camilla, sobre la que se sienta soltando un suspiro pesado.

—Peor que eso —masculla—. ¿Habéis retirado ya la denuncia?

—N-no... —Podría mentirle o inventarme algo, pero por la cara de cabreo y dolor que trae, no creo que esté para juegos—. Mis amigas se niegan en redondo a quitarla, pero creo que si me das un poco de tiempo puedo convencerlas... N-no es necesario que mandes a nadie a amenazarlas...

—¿Tú te crees que estoy en posición de elegir a quién se amenaza o a darte tiempo? Soy un puto mandado de mierda, si no, no estaría aquí ahora mismo.

—¿Pues para qué vienes? Invéntate algo y dile a quién sea que te manda que ya la hemos quitado —le intento convencer con un tonito amable.

—¿Alguna petición estúpida más? —masca, lanzándome una mirada de furia mientras sigo en mi esquina, segura y alejada de él—. No sé si te piensas que esto es una broma, pero lo mejor sería que empezases a tomarte todo este tema en serio... y lo mismo para las idiotas de tus amigas.

—Idiota serás tú —murmuro bajito, a lo que su ceño se frunce más y más. Ya ha venido la mirada de desquiciado a visitarme, qué prontito—. ¿No hay nada que pueda hacer que no sea lo de retirar la denuncia para salir del paso?

—A mí me han pedido que te haga... Ah, joder —se queja de repente, llevándose una mano al costado derecho, como si se hubiera llevado un pinchazo.

—¿Te mueres? —pregunto esperanzada.

—No, no me muero, pero casi... Joder, qué puta mierda —maldice entre dientes, siseando cuando aprieta sus costillas. De repente, cuando el dolor parece desvanecerse de su cara, sus ojos suben a mí en la distancia. Su expresión sigue seria y me acojona mucho, pero hay algo nuevo en ella: parece estar mirándome con una nueva perspectiva, como si se hubiera dado cuenta de algo...—. Eres tatuadora.

—Eh... s-sí, ¿cómo lo has sabido? ¿Por las máquinas de tatuar? ¿Por las fotos de tatuajes? ¿Porque el recepcionista te ha dicho que esto es un estudio de tatuajes? —pregunto con una ironía que me sale sola; normal, me siento tan amenazada como un pobre gorrión en las garras de un águila.

—¿E-es una broma? —Parece descolocado; que le haya atropellado un tractor le habrá jodido las neuronas. Alzo las cejas para darle a entender que, obviamente sí, era una broma, y el chico bufa antes de levantarse de la camilla, llevar las manos al bajo de su camiseta y quitársela de un solo movimiento.

Hay demasiado que procesar aquí, voy a necesitar unos minutitos...

—¿Pero qué haces, chaval? —exhalo, completamente inerte.

—¿Me quieres tatuar con la camiseta puesta? —cuestiona con un deje de cabreo, sin siquiera mirarme.

—¿Pero quién te ha dicho que yo voy a...?

—¿Quieres tiempo? —masculla, girando el cuello en mi dirección—. Pues hazme esto gratis y puedo planteármelo...

—¿No me acabas de decir que eres un mandado que no puede ayudarme?

—Puedo intentarlo, ya es más que nada.

No tengo ni idea de cómo tomarme esto. Hace solo unos minutos creía que el coloso venía a matarme y ahora le tengo medio en pelotas en mi estudio... El tío, con toda la confianza del mundo, se sube un poco los pantalones antes de sentarse sobre mi camilla y me mira impaciente.

Antes de abrir la boca para preguntarle si se está quedando conmigo, y una vez pasado el shock inicial, me empiezo a fijar en que su cuello es ancho y presenta una rojez muy preocupante; lo que pasa de igual forma por sus costillas y parte de sus abdominales... Porque sí, el coloso TIENE abdominales, además muchos... No sé si ponerme a contarlos y todo...

—¿Qué? ¿Me lo haces o no?

—¿Q-qué saco yo de hacértelo? —A parte de tremenda visión Hercúlea, quiero decir.

—Ya te lo he dicho: algo de tiempo. Puedo inventarme que los trámites para retirar la denuncia se están alargando un poco o qué sé yo.

—¿Pero no va a ser peor si mientes?

—No lo sabremos si no lo intentamos —sugiere despreocupado. Este tío tiene la cabeza frita por el golpe que se ha llevado, no me queda ninguna duda a estas alturas.

—¿Cómo de chunga es la gente que te manda a amenazarme? —indago, acercándome de poco a él.

—No te interesa saberlo, pero... lo suficientemente chunga como para que debas estar preocupada.

—Entonces no me conviene cabrearlos con mentiras —remarco de manera obvia.

—Ya estás metida en la mierda; si no convences a tus amigas, todo esto va a acabar mal, así que te ofrezco un poco más de margen para que puedas ayudarles a entenderlo.

—¿Y por qué ibas tú a darme tiempo?—cuestiono desconfiada.

—Porque quiero un tatuaje y lo quiero ahora mismo —masculla perdiendo la paciencia; parece un niño pequeño cuando lo pide así de cabreado.

—¿Y cómo sé yo que vas a darme tiempo de verdad y no lo haces solo para que te tatúe de gratis?

—Vas a tener que confiar en mí para eso —responde como si fuera evidente, alzando sus hombros (magullados también) tranquilamente.

Me quedo mirándole sin fiarme un pelo de toda esta historia; no tiene sentido... Nada de lo que me está pasando lo tiene. Yo debería estar viviendo en una mansión con mi marido Min Yoongi, pero aquí estoy en mi antro de siempre pensándome si tatuar a un tío que no me deja vivir tranquila. Poniendo mis pocas opciones sobre la mesa, creo que es mejor una pequeña esperanza de conseguir tiempo a absolutamente nada, así que supongo que algo tendré que hacer antes de llorarles a mis amigas para que se apiaden de mí...

—¿Qué quieres? —cedo finalmente, situándome a pasitos cortos frente al coloso. Ahora que está sentadito con las piernas colgando de la camilla no da tanto miedo, cosa que ayuda bastante.

—Una cruz.

—Una... Vaya, no pareces muy religioso —suspiro porque, por un escaso segundo, he pensado (por su estilo) que podía querer algo interesante, pero resulta que me va a tocar hacer el símbolo más manido de la historia de los tatuajes.

—No, no —rectifica, mirándome muy serio—, no quiero una cruz así —ilustra, con sus dedos formando la cruz cristiana—, la quiero así. —Ahora se cruzan el uno sobre el otro, mostrándome una "x". Tampoco es que eso mejore mi tarea, pero... despierta un poco mi curiosidad.

—¿Y eso? ¿Qué se supone que simboliza?

—No simboliza nada —masca, decaído de repente—, he perdido... me merezco recordármelo.

—¿Has perdido? ¿El qué? —indago boquiabierta. El chaval parece caer en que se ha ido de la lengua, porque aprieta la mandíbula y emite un ruido de desagrado.

—No te importa... Tú solo tienes que tatuarme.

—Vale, tranquilo —suspiro, sin llegar a creerme del todo que vaya a hacerlo de verdad—. ¿Y dónde quieres tu increíblemente original tatuaje?

—Aquí —señala, llevando una mano a la parte alta de su espalda.

Me fijo en que el brazo que usa para mostrarme el sitio, el derecho, está tatuado desde el hombro hasta la punta de los dedos; la última vez solo me fijé en los tatuajes de su antebrazo, pero resulta que está llenito de tinta... Mejor, así no lloriquea si me desquito pinchando un poco más fuerte su piel.

Normalmente intento ser sociable con mi clientela; me cuesta la propia vida sacar temas de conversación y preguntar por cosas que aburrirían a un cura, pero con este tío no me molesto en abrir la boca, y es una putada, porque es de lejos el cliente que más curiosidad me ha dado jamás. No él en sí, sino la mierda que de seguro me está manteniendo oculta. Quizás, si consigo sacarle algo, pueda jugar a mí favor en este lío que no acabo de entender, aunque va a estar difícil, porque no parece muy por la labor de dialogar conmigo.

—Échate de cara a la camilla, voy a ir preparando la tinta y la máquina. ¿Alguna especificación más a parte de que sea una equis? —pregunto de manera rutinaria, aunque nada de esto es precisamente común.

—Que esté marcada como si estuviera hecha con un pincel de caligrafía grueso, y la quiero de... este tamaño más o menos —me pide, enseñando de lo que habla al dejar un hueco entre su índice y pulgar que lo ilustra.

—Peeeerfecto —murmuro por costumbre.

Como todo está recogido, desinfectado y cubierto, tardo un santiamén en tener la máquina operativa, la tinta negra lista y los guantes puestos. Me siento en el taburete y, antes de empezar, me meto una piruleta en la boca. Para este tío necesito estar de lo más concentrada, y teniendo en cuenta la manera en que me tiemblan las manos, mejor poner todo lo posible a mi favor. En cuanto piso el interruptor para hacer funcionar la máquina y le echo vaselina, clavo las agujas (en el punto que me ha dicho antes, justo detrás del hombro, al inicio de la espalda) y da un grito, seguido de un salto que me hace retirarme de él a toda velocidad.

—¡¿Qué te crees que haces?! ¡¿No me haces plantilla ni nada?!

—¡Que es una equis! ¡¿Qué plantilla te voy a hacer?! ¡Te lo hago a mano alzada y listo!

—¡¿Y si te sale torcida?!

—No me va a salir torcida.

—¿Cómo sé yo que no? ¿Eh?

Suspiro frustrada porque ahora resulte que, encima de hacerlo bajo coacción, se ponga exquisito con mi manera de trabajar. Que no es que le vaya a hacer un pavo real, joder, es una equis de mierda... ¿Qué clase de tatuador inútil no sabe hacer algo así?

—Confía en mí, ¿vale? He hecho cosas más difíciles que esta a mano alzada, va a salir bien.

El chaval, usando los codos para separar la cara de la camilla, me mira con desconfianza por un momento. No sé si es por culpa de la postura o qué, pero...

—Vale, pero como no salga bien nada de tiempo; es más, pienso decirles que te has negado en redondo a quitar la denuncia —murmura, otra vez, con un tono demasiado infantil como para tomármelo en serio.

—Qué sí, va, ahora tranquilito y no te muevas.

Creía que cuando volviera a relajarse sobre la camilla, el pensamiento se me iba a ir, pero no... Para nada. Ni de coña. Ni en sueños se me va...

Sonje, por favor... eres una profesional.

El aspecto que presenta su espalda es más o menos el mismo que el de su cara; todo está amoratado o enrojecido y tiene bastante mala pinta. Pero esos colores antinaturales no hacen desaparecer el hecho de que todo está endurecido y marcado de forma perfecta. Sus dorsales sobresalen mucho, al igual que el músculo entre su hombro y su cuello (trapecio se llamaba, ¿no?). Hay incluso músculos que no había visto nunca antes...

Chupeteo la piruleta con más ansias para concentrarme y empiezo a trazar los bordes de la equis. Me veo obligada a posar la palma abierta con la que no estoy tatuando contra la piel de su espalda para tensarla y permitirme trabajar más cómodamente, y es otra de las veces que tengo que recordarme que estoy ahí para tatuar a un cliente, no para fascinarme por el cuerpo de este tío.

Una profesional, eso eres. Es solo piel. Tú solo ves la piel. No hay nada más.

Pero por más que piense eso, mis ojos van por libre, repasando la anatomía desnuda del coloso. Desde luego que el mote le viene al pelo, porque es enorme, y esos dos montículos pétreos que se erigen imponentes más abajo parecen querer hipnotizarme; ¿quién lo diría? La verdad es que nunca he sido de culos, pero me dan ganas de pegarle un mordisco solo para comprobar si los tiene tan duros como parecen.

—¿Qué has perdido? —pregunto sin querer, concentrada en tatuar y... para mi desgracia, en mirarle por todas partes.

Shhhh.

—¿Me acabas de chistar?

—Sí, no me gusta hablar cuando me tatúan.

—Anda, mira, pues ya tenemos algo en común —masco resentida.

—Pues no se nota.

—Solo intentaba ser amable, deberías probarlo algún día; a lo mejor te gusta y todo.

—Soy muy amable, pero ahora mismo no me apetece charlar; mucho menos cuando lo que intentas es sacarme información que no puedo ni quiero compartir contigo —comenta tranquilamente.

Le queda alguna neurona sana ahí dentro, qué mala pata.

La puerta de mi estudio se abre con estruendo fortísimo. Ahora que tengo a mi mayor amenaza aquí conmigo, no me sobresalto tanto, pero igualmente paro de tatuar para mirar al encargado de formal tal jaleo.

—Ui, lo siento, no sabía que estabas tatuando ya, noona —se disculpa, hundiendo ligeramente la cabeza entre los hombros—. Te he traído el café que me habías pedido, y... Hola, ¿quién eres?

El coloso gira la cabeza, molesto, para mirar a la nueva incorporación de la reunión. A Tae sí que le saluda con un "hola" que suena más simpático que todo lo que me haya dicho a mí nunca.

—Picasso, si no te importa, aquí estamos ocupados —masco, sacándome la piruleta de la boca para agarrar el café y darle el primer sorbo.

—Ah, vale, vale... Pero... ¿este es tu ex, noona? Se parece mucho a como dicen los demás que es... ¿Eres su ex? —pregunta con total descaro, mirando al coloso a los ojos.

—No es mi ex —masco; este chico me está empezando a dar dolor de cabeza—. Es solo un cliente.

—Ahhhh entiendo —cabecea con una sonrisa—, ¿os dejo entonces?

—Por favor —suspiro.

Taehyung suelta un par de perlas más antes de irse por fin, y el coloso vuelve a su posición, así que dejo el café de lado de momento para seguir con mi tarea.

—¿Aquí no invitáis a los clientes a nada de beber? Vaya servicio —espeta, con la cabeza mirando hacia la pequeña ventana.

—No te quejes encima, que te estoy tatuando gratis y bajo amenaza.

—No hay ninguna amenaza aquí, solo un trueque de los de toda la vida... —murmura algo ofendido.

—Si quieres algo de beber, te lo puedo cambiar por una respuesta —Si lo que quiere son trueques, trueques tendrá.

—Mmmmm, ¿me conviene a mí contestar a eso?

—Yo qué sé... Si puedes, pues contesta y te ganas la bebida, y si no, ni lo uno ni lo otro.

—Venga: dispara —suspira sin ganas.

—El chico al que tirasteis a la calle... ¿está bien? —pregunto, sorprendiéndome a mí misma por cuestionar tal cosa de entre todas las que despiertan mi curiosidad.

El coloso parece tenso de repente, sus piernas, cubiertas por los pantalones cargo negros, se mueven en un vaivén constante y disimulado, y noto la musculatura de su espalda mucho más dura, dificultando que la tinta penetre todo lo que debería.

—Sí, está bien —corrobora con la boca pequeña; sí que debe querer esa bebida. Aunque el trato se ha cumplido y tenga que hacer mi parte... no puedo evitar querer aprovechar esta pequeña abertura momentánea que acaba de tener para sacar algo más de información.

—¿Cómo lo sabes?

—¿Que el chico está bien? —pregunta de vuelta, contesto afirmativamente y él cabecea un poco sobre sus antebrazos, que mantienen su cabeza encima de la camilla—. Porque ha intentado volver.

—¿Después de la paliza que le disteis ha vuelto ahí por voluntad propia?

—Yo no le di ninguna paliza —niega ofuscado—, solo le eché cuando tenía que hacerlo.

—¿Y por qué tiraste a un chico que estaba tan mal a la calle? ¿No hubiera sido mejor llevarle al hospital? —pregunto con algo de hostilidad en mi tono. No suelo ser una justiciera, y ni siquiera sabía que ese tema me molestaba tanto, pero así lo noto ahora.

—Él sabía dónde se metía, así que no te creas que era un pobre chico inocente al que le metimos de hostias sin ningún motivo —explica acelerado—. No lo soportó, así que tuvo que largarse, eso es todo.

—¿El qué no soportó? —pregunto de inmediato.

—El ri... Ay, me haces daño —se queja cuando, en medio de mi concentración por escucharle, pincho mucho más fuerte.

—Eres un hombretón, seguro que puedes soportarlo.

—Puedo, pero no quiere decir que me guste que duela tanto; parece que quieres atravesarme el omóplato con la aguja —masculla, mirándome de soslayo desde su posición, lo que hace que su espalda se tense más, al igual que su cuello. A través de su pelo enmarañado y largo, puedo ver parte de sus ojos y de sus cejas contraídas... y siento que me va a dar un soponcio de un momento a otro.

Una profesional, Sonje. Lo eres. Recuerda tu juramento de tatuadora: esa parte que dijo Nam sobre nada de tirarse a clientes.

Tampoco es que esté por la labor de tirarme a este tío. Si no le conociera, todavía... Pero sabiendo lo poco que sé de él, no es como si me apeteciese lo más mínimo hacerlo; aunque, siendo sincera, sería el candidato perfecto para darme ese polvo que tan desesperadamente necesito, y en el que llevo pensando desde que lo dejé con Yoongi.

Sería un polvo de diez... O eso parece.

—Oye... —me llama de repente, mientras pienso en cositas nada apropiadas— ¿me ibas a dar algo de beber o era mentira?

Como se me había olvidado, ruedo los ojos y llamo a Tae a gritos. Tras unas pocas preguntas que ni el coloso ni yo respondemos, se va, y vuelve al rato con el zumo de piña que ha pedido aquí mi "cliente"... y esa es otra oportunidad que aprovecha para seguir indagando. Cuando consigo echarle, el coloso se queja de la postura porque no puede beber, así que le dejo que se quede sentado sobre la camilla, de espaldas a mí, para seguir con mi tediosa tarea.

Al estar sentado, su pelo me molesta un poco, por lo que termina cogiéndose una coletita... Y mientas me fijo en lo ridículamente pequeña que es su cintura en comparación con la bestialidad de espalda que tiene, termino casi sin darme cuenta.

—Ya estamos —suspiro aliviada por haber soportado la tentación—. ¿Quieres verlo?

El coloso asiente, y me dirigo a por un par de espejitos con mango para darle uno a él y apuntar el mío a su espalda para que se vea.

—No está torcido —comenta sorprendido.

—Pues claro que no, chaval, soy pro, ¿qué te creías?

—Ya sabía que dibujas bien, pero de ahí a tatuar... No está mal —admite, subiéndome un poquito el ego sin darse cuenta.

En cuanto se da por satisfecho (y tiene tapadito su nuevo tatuaje) , se gira en la camilla, lo que deja su pecho y sus abdominales directamente en mi campo de visión...

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis... ¿Esos de arriba también cuentan cómo abdominales?

—Ya he cumplido mi parte —murmuro, pareciendo completamente indiferente a esa visión divina que tengo en frente mientras me quito los guantes y los tiro a la papelera—, ¿vas a cumplir la tuya?

—Claro, te doy mi palabra.

—No creo que cuente mucho si no sé ni tu nombre, pero supongo que no me queda más remedio que aceptarla.

—¿Es una forma sutil de preguntar cómo me llamo? —cuestiona divertido... Por lo menos eso creo que significa esa sonrisilla que esboza.

—Nope, es una forma de decir que no me fio de ti ni un pelo —repongo, sentándome en mi taburete. El chico sonríe más; me parece hasta raro no verle con la mirada enfurecida de siempre—. ¿Hace falta que te diga los cuidados del tatuaje y todo ese rollo?

—Nah, ya me los conozco bien. Además, este es pequeñito, no creo que me dé muchos problemas... Pero... —añade de repente, con tono preocupado—, ¿crees que estará curado para dentro de dos semanas?

—Mmmmm, por el tamaño diría que sí; pero no conviene que te des golpes en esa zona igualmente. Al final, esto no es otra cosa que una herida abierta... y si te la jodes la piel como tienes de jodido todo el cuerpo, puede que alguna parte se quede mal —le aconsejo con sinceridad.

—Pero ¿estará bien de aquí a dos semanas o no?

—¡Yo qué sé! Cada persona cicatriza distinto... ¿Qué obsesión tienes con las dos semanas?

—Tengo combate y no quiero que me jodan el tatuaje por un golpe —explica ceñudo.

—¿Tienes combate? ¿Qué se supone que significa eso? —pregunto completamente perdida por esa nueva información.

Al coloso se le cae el mundo encima de repente; sus ojos se abren muchísimo y su boca acompaña el gesto de sorpresa. Sin contestar, se levanta de un salto y busca su camiseta, la cual se pone en un segundo a más tardar. Le sigo hasta la puerta, hacia la que empieza a caminar con mucha prisa, y ni siquiera se detiene para despedirse, así que continúo siguiendo su estela hasta la salida exterior de la casa.

—Deja ya de seguirme, no te voy a decir nada más —murmura cabreado.

—Se te ha escapado, ¿no? —comento, dándole mil vueltas a la cabeza—. ¿Peleas? Y si lo haces, ¿por qué no puedes decírmelo? ¿Eso tiene que ver algo en lo del chico apaleado que tirasteis a la calle?

Parece como si el espíritu de Taehyung me hubiera poseído por unos minutos, en los que las preguntas brotan de mi boca sin pasar previamente por mi cerebro. Pero el coloso se mantiene impasible, aunque parado de espaldas a mí, con los puños bien cerrados.

—Si te cuento algo de eso...

—¿Qué? —atajo intrigada—. ¿Me vas a soltar lo de que tendrás que matarme después? —El chico niega con la cabeza y se gira para mirarme.

—El problema empeora —explica en voz muy baja—. Cuanto menos sepas, mejor; ya te lo dije una vez, ¿no?

—No me acuerdo de todo lo que me dices, así que ni idea —repongo, encogiendo los hombros.

—Te lo digo ahora, entonces: no te metas, en serio, no te conviene... Mantente alejada y aprovecha el tiempo que voy a conseguirte para convencer a tus amigas antes de que sea demasiado tarde.

—Me estás acojonando, coloso —murmuro asustada por su expresión seria.

El chico, de repente, rompe el momento serio y solemne al soltar una carcajada que no me esperaba y que me hace saltar del susto.

—¿Coloso? Joder, me encanta —suelta emocionado y sonriente—. ¿De dónde te has sacado eso?

—N-no sé... se me vino al verte la primera vez ahí todo serio y sin cara —explico aturullada.

—Coloso... —repite entusiasmado—, ¿puedo usarlo?

—C-claro, no es que tenga derechos sobre el mote ni nada.

—Bien, vale, pues muchas gracias —suelta alegremente, dedicándome una reverencia y todo antes de volver a darme la espalda.

Una duda me surge al verle marchar; bueno, una de las mil quinientas que revolotean en mi cabeza tras la charla de hoy. Una que, sin querer, sale de mis labios antes de perderle de vista al final de la calle.

—¿Cómo te llamas? —pregunto en voz alta para que me escuche a pesar de la lejanía.

—¿Ves? —pregunta, me parece que sonriente, pero no puedo verle bien—. Ya sabía yo que querías saber mi nombre... Te lo diré si vuelves a tatuarme, ¿trato?

—¿Qué dices de trato ni trato? —exclamo a viva voz—. ¿Tampoco me puedes decir cómo te llamas o qué?

—¡Solo si vuelvo a perder!

Y el tío, con toda la cara dura del mundo, se pira sin decirme cómo coño se llama. A ver, que voy a poder seguir durmiendo por las noches y eso, tampoco es que me intrigue tanto la cosa, pero podría habérmelo dicho, que no es que le vaya a buscar en Google ni nada.

El resto del día transcurre de una forma mucho más aburrida, igual que siempre, vaya. Clientes normales, con vidas normales; cafés que Taehyung me trae de vez en cuando para seguir con las preguntas; ver los pies de Namjoon de un lado a otro del terreno por mi ventanita mientras arregla con esmero las plantas... Lo de siempre: pura monotonía. No es que me quiera quejar, pero tengo que reconocer que desde que Yoongi no forma parte de mi vida, todo me resulta más coñazo que de costumbre.

El tinte diferenciador de este sábado deprimente (a parte de la visita del coloso), lo marcan mis amigas, las cuales me encuentro en la calle nada más salir del trabajo.

—¡Ya está aquí el alma de la fiesta! —exclama Hye, con un bailecito ridículo.

—¿Qué tal el día, Sonie? —pregunta Misu.

—Pues...

—Mira, he traído un spray de pimienta por si nos encontramos con tu acosador personal; hay que estar en todo en estos tiempos que corren —explica Hye, enseñándome que en el interior de su bolso hay un bote, que supongo será el spray que dice.

—Tengo que contaros algo —murmuro un poco reticente, pero Hye vuelve a interrumpirme.

—Nos vamos a casa de Misu, que no está la economía como para salir de fiesta; el final de mes es brutal... Creo que me quedan cinco mil wons en la cuenta —explica preocupada.

—¿No ahorráis? —cuestiona Misu, escandalizada, a lo que Hye y yo negamos con la cabeza, como si dijera una locura.

El camino en coche se pasa entre las conversaciones de mis amigas, que me cuentan cosas de lo más interesantes que les han pasado en el trabajo. Yo también tengo algo bastante curioso que explicarles, pero como no se callan, no veo mi oportunidad de largar hasta que nos encontramos en el refugio del piso de Misu. Este sitio me sigue pareciendo increíble; no es tan de lujo como la casa de Yoongi, pero tiene un encanto especial y todo es muy hogareño y cálido, me resulta de lo más cómodo en comparación con las cuatro paredes y la cama que componen mi apartamentito.

—Hay un tío en mi nuevo gimnasio que me pone como una moto —explica Hye, ya servida de su copita de vino—. El tío es monitor de algún arte marcial o una mierda de esas para niños, y no sé qué tiene, porque no es mi prototipo para nada... Pero qué ganas le tengo, madre mía...

De su gimnasio dice, si es que me lo imagino: un cachas cortito de miras, con más músculo que masa cerebral... Tal y como el coloso más o menos.

Pero bien bueno que está el cabrón...

—¿Y tú, Sonie? ¿Has dejado atrás la fase de: solo me pone Min Yoongi en el mundo entero? —pregunta Misu, sonriente por la cautivadora historia de Hye.

—No sé, supongo —contesto dubitativa—. Un poco... creo.

Mis amigas parecen perplejas, tampoco es para tanto. Ni siquiera lo he pensado, solo lo he dicho para que me dejen tranquila.

—¿Cómo coño ha pasado eso? ¿Qué clase de ser sobrehumano ha conseguido sacarte la polla de Yoongi de la cabeza al menos por un segundo? —pregunta Hye muy rápido.

—El demente ha vuelto a ir a mi estudio —contesto en lugar de reponder a esas estúpidas preguntas. Me parecía el momento más sensato para soltarlo, pero no sé yo si ha sido buena idea.

—¡¿Otra vez?!

—¿Qué ha pasado con él? ¿Te ha hecho algo?

—Qué va, nada malo —aseguro tranquilamente—, solo ha venido a que le tatúe. Aunque... tampoco me hubiera quejado si hubiera querido hacerme algo... No sé si me entendéis. —Era un chistecito, lo juro, pero mis amigas se lo toman como si hubiera sugerido hacer un ritual satánico.

—Madre mía, vas de mal en peor, Sonje —suspira Misu.

—Esta cuando se le mete algo entre ceja y ceja, malo —la apoya Hye—; menos mal que todavía no te ha metido nada entre las piernas...

—¡Qué ha sido una broma! —exclamo ofendidísima. Mis amigas cabecean al unísono, del tipo: "que te conocemos ya, Sonje"—. Solo quería decir que el tío está buenísimo, no es que vaya a hacer nada con él...

La comida que hemos pedido llega, y justo a tiempo, porque ya veía a estas dos dándome una charla maternal sobre "la clase de tíos que me ponen". Cuando empezamos a comer, me doy cuenta de que he sido demasiado optimista al creer que mis amigas iban a dejar el tema de lado, porque siguen preguntando toda clase de cosas acerca de mi encuentro con el coloso. Aunque lo peor llega al explicarles que el chico al que tiraron a la calle está perfectamente... Se crea un silencio que me pone los vellos de punta, pero que no evita que siga comiendo, porque... bueno: tengo hambre.

—¿Te lo ha contado? —cuestiona Misu, escéptica. Asiento tranquilamente—. Sonje, ¿sabes lo que significa esto? ¡Si has conseguido sacarle información, puedes volver a hacerlo!

—¿Eh? ¿Se te va la pinza o qué? —masca Hye—. Es un canalla peligroso, no conviene que se vuelva a acercar a Sonje.

—Para que no vuelva a acercarse a mí necesito que quitéis la denuncia; ya os lo he dicho, solo he conseguido un poco más de tiempo, pero...

—¡Podemos destapar toda esta trama oculta! —exclama Misu, entusiasmada.

Mis amigas siguen sin tomarse en serio el aviso del coloso; claro, como a ellas no les han amenazado, pues tan ricamente...

—No hay ningún misterio que resolver, Missie —niega Hye, cabreada—. Y tú no vuelvas a hablar con ese tío. Si aparece otra vez por tu estudio, avisa a tu jefe y que le saque a patadas, ¿te enteras?

—Claro, sí —acepto no muy segura.

—¡No le puede sacar a patadas! —niega Misu, eufórica por todo este enigma; el instinto periodístico, supongo—. Tienes que hablar más con él, Sonie, sacarle todo lo que puedas y decírnoslo, ¿vale?

—Bueno... si es lo que quieres...

—¡Que no! ¡Que es peligroso!

—¿Qué va a ser peligroso? De ser un maleante, ya habría intentado hacerle algo malo —razona Misu.

Mis amigas siguen discutiendo entre ellas y mandándome a hacer cosas completamente opuestas con respecto al coloso; ahora, de repente, las veo como a un ángel y un demonio posados en mis hombros, incitándome a cumplir sus peticiones por encima de la contraria... Y no tengo ni idea de a cúal de las dos debería hacer caso.




---

Buenas another week...

Ya comenté así por encima que quizás actualice esta historia semanalmente, so here I am, porque hoy me ha apetecido mucho hacerlo, la verdad. Y yo los impulsos como que no los controlo. Tampoco puedo asegurar que el lunes que viene actualizaré again esta historia, pero bueno, hoy lo he hecho, que ya es algo XD

En fin, ya hemos tenido encuentro again entre Sonje y el coloso, ¿qué os ha parecido su interacción? ¿Habéis sacado algo más en claro del coloso, lo que hace o lo que pasó esa noche en el callejón? ¿Y acerca del nuevo tattoo del coloso pensáis algo? Os leo con tremenda atención para ver si vais por buen camino.

No tengo much more que decir por hoy, amores, así que nos veremos esta misma semanita :)

Py <3

---


Continue Reading

You'll Also Like

163K 15.4K 43
"Mi atracción por el superaba cualquier cosa"
13.4K 839 15
Hola, me llamo Camila Lightborn. Soy la princesa de Camelot, el hada del rayo. Mis padres son Arturo Lightborn y Gwen Lifghtborn, tengo un hermano pe...
109K 7.6K 38
4:00 A.M ❀ ─ La hora donde él se despierta y vuelve a mí. _________________________________________ ❖ Terminada. 𝟏𝟑/𝟏𝟏/𝟐𝟎. Advertencias: 𝐏𝐫�...
211K 18.4K 27
𝗚𝗮𝗺𝗲𝘀 #𝟮 | La culpa por el deseo sexual les convierte en pecadores, sin saber que lo eran. ▪︎Historia narrada por la protagonista. ▪︎Historia c...