JaeMin quería jalarse de las greñas, en todo caso, a RenJun también. Finalmente, RenJun se había colado en el vehículo de JaeMin del cual ni siquiera sabía que existía. El automóvil era lindo y en su interior olía a fresas con coco.
—¡Ese es muy bonito! —señaló un mueble del tamaño de su estatura y un ancho comprensible en el cual la ropa de JaeMin podría caber porque sin duda era demasiada.
—No. —RenJun se colocó cabizbajo e hizo un mohín.
—¡Mira! —levantó la cabeza y señaló un mueble negro— ¡Ese es simple! Se ve tan... Tú.
—¿Disculpa?
—Nada —bufó—. Llevamos media hora aquí decidiendo cuál vamos a comprar y aún no te decides.
—¿Vamos? ¿Somos manada?
—Fue un decir, JaeMin, es que no te apresuras, por Dios, parece que estás decidiendo en qué disfraz te vas poner para Halloween.
—Yo no voy a esas cosas.
—Yo sí, y es difícil elegir.
—Ahg —gruñó—. Yo nunca te dije que vinieras conmigo.
—Tenía que hacerlo, debo darte alguna opción para que compres algo y también para que no luzcas tan solitario comprando un mueble y ¡Wow! ¡Mira eso! —jaló a JaeMin del brazo hasta el lugar y lo soltó.
—Pareces señora, RenJun, cálmate.
—Sí, pero mira eso. —señaló un tocador, uno muy necesario al parecer de RenJun, tenía espejo y cajones en los que JaeMin podría guardar su ropa. RenJun amaba los espejos, con frecuencia solía mirar demasiado su rostro, fijándose en sus imperfecciones y las que lo atribuían.
—¿Yo para qué quiero un maldito espejo? —se cruzó de brazos.
—¿Para que te mires todos los días?
—¿Por qué haría eso?
—Porque sin duda eres horrible, mírate.
Na se miró e hizo una mueca.
—Soy perfecto, ¿Cuál es el problema?
—Sí... Lo que digas.
ahora sí, ya abusé, hasta aquí la dejo