Black Onyx [1]

By foxys02

688K 56.2K 12.7K

La piedra de onyx negro te brinda protección de todos los males, quien la posea debe ser una alma pura e inoc... More

Nota De Autora
El INICIO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
PRIMERA LUNA
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 6, PARTE 2
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 8, PARTE 2
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 9, PARTE 2
SEGUNDA LUNA
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 10, PARTE 2
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPITULO 12, PARTE DOS
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
TERCERA LUNA
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 15, PARTE DOS
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 16, PARTE 2
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 17, PARTE 2
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 18, PARTE DOS
CAPÍTULO 19
CUARTA LUNA
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 20, PARTE 2
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
Las fotografías de Diana Ayleen [Personajes]
CAPÍTULO 22, PARTE 2
QUINTA LUNA
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 23, PARTE 2
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 24, PARTE 2
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 29, PARTE 2
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 32, PARTE DOS
CAPÍTULO 33
SEXTA LUNA
CAPITULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
EL ADIOS, PARTE 1
EL ADIOS, PARTE 2
CAPÍTULO 37
EL FINAL
Nota De Autora
Notita Autora

CAPÍTULO 38

6.9K 547 186
By foxys02


──•─────── ) ● ( ────────•──

EL CADAVER

──•─────── ) ● ( ────────•──

[Esa misma noche]

AMINA BELANGER

Frené el auto con brusquedad para no chocar al de Jessica. Ella, Zept y Atlas bajaron con prisa y se adentraron al bosque, rodeando el auto destruido de Carlos. Apague el motor. El corazón me dolía demasiado como para poder abrir la puerta. Dejé caer mi cara en el volante, me faltaba el aire.

¿Cómo se supone que actúe con frialdad si no escucho los latidos del amor de mi vida?

Le di un manotazo al volante con todas mis fuerzas, sacudiendo el auto. No me pude controlar y comencé a dar golpes una y otra vez.

—No—Murmure—No, no, no.

Busque en la guantera lo único que me calmaba, eso que cada vampiro necesitaba para subsistir, saque una bolsa de sangre. Las piernas me fallaban cuando salí del auto, bebí con desesperación hasta la última gota de la bolsa, mis pasos eran desorientados, solo seguí las voces entre los árboles y la oscuridad del bosque.

Lance lejos la bolsa vacía para comenzar a correr hacia ellos. Jessica estaba en el suelo, junto con Zept. Me tope con los ojos rojos de Carlos, al ver mi presencia en el claro del bosque bajó la mirada a sus pies con miedo.

Me fui acercando lentamente hacia Jessica, primero vi su vestido sucio por la tierra y restos de sangre seca. Subí la mirada al hueco de su pecho, donde debería estar su corazón y el latir nervioso cada vez que me veía ya no se oía.

Perdí el aire al ver su rostro palido y seco, perdió los colores de sus pecas. Sus labios eran morados, casi negro. El cabello rojizo se tornó marrón. Y esos ojitos pardos tan preciosos estaban cerrados, dando el aviso que jamás los volvería a ver.

Jessica acariciaba su rostro una y otra vez, como si quisiera despertarla. La acercó más a su pecho con egoísmo, cubriendo su rostro de los demás. Zept sostenía su mano, y por primera vez en mucho tiempo, demostrando una emoción.

Atlas, que no había hablado desde hace horas, fue hacia Carlos. Lo tomó de la camisa y lo estrelló contra un árbol.

—¿Hacia dónde se fue esa maldita perra? — preguntó entre dientes, los instintos le ganaron y encendió la mirada de un hibrido, negra y vacía.

Carlos vaciló, desorientado.

—Belanger—Vociferó Jessica, demostrando su poder.

Atlas volteó hacia ella, sin soltar al muchacho.

— Me sabe a mierda que las cosas no se hagan así en tu alianza, pero hare que pague lo que le hizo a Diana, extremidad por extremidad— espetó.

—¡Quien le arrancara el corazón a esa traidora, seré yo! — Demandó.

Atlas asiente.

—Yo te acompañaré.

Jessica dejó el cuerpo de Diana en las manos de su hijo. Vino hacia mí, volví mi compostura seria.

— No la lleves al castillo, hay demasiadas personas, no quiero que la vea nadie más— Sus ojos brillaron mostrando a Liayh, luchando con la furia— La cabaña de Magnus Favre ha estado vacía desde hace 100 años y está lejos del castillo, llévala ahí.

Mire de reojo a Diana.

—Como ordené, Alfa— Respondí.

Cuando ambos desaparecieron caí de rodillas junto a su cuerpo. Zept lo acercó a mí con delicadeza, sin decir una sola palabra parecía conocer toda nuestra historia. Estaba tan fría que tuve el impulso de quitarme el saco y cubrirla con él.

La tome en mis brazos, pegándola a mi cuerpo. Su cabeza cayó sobre mi pecho. Solté un sollozó al verla tan cerca, pero sin su alegría y energía que siempre la hacía tan inquieta, moviéndose de un lado a otro, riendo, saltando, era un ser con tanta vida que me hacía sentir como una humana otra vez.

—Rulitos...

Un fugaz recuerdo de la primera vez que la vi llegó a mi mente. Cubierta de harina de pies a cabeza, en ese departamento que Atlas le había conseguido. Yo solo quería averiguar la ubicación de mi hermano, carajo, solo eran dos palabras con ella y nada más.

Verla bajar del autobús de los pasteleros de Zoeh dos años después fue un golpe duro, creía haber superado a esa humana pelirroja, pero ver sus ojitos brillar de admiración hacia castillo fue la prueba que dos años no eran suficiente para superar tan encantador hechizo que me mantuvo colgada de ella durante de todo un año.

Me excusaba con la alfa suprema diciéndole que era una fuerte hipnosis de brujo lo que ella tenía y por eso iba todas las tardes a verla para lograr sacar información sobre mi hermano. Claro que, en ese tiempo, ella no había superado a Atlas y me veía solo como una amiga, por eso debí alejarme y borrar nuestros recuerdos en ese apartamento de su mente.

Luego Jessica comenzó a comportarse demasiado raro en el aniversario de Liayh, inquieta y solo observaba la puerta a la cocina. Las sospechas que pasaron por mi cabeza en ese momento al final del día resultaron dolorosamente ciertas.

Trate de espantarla del lugar, mi intensión jamás fue morderla esa noche en la cocina, solo quería evitar a toda costa que Jessica le hiciera daño.

Subimos al auto en silencio, Zept cuidó a Diana en la parte trasera, mientras que Carlos y yo estábamos al frente. Encendí el auto, y arranque hacia la cabaña.

—¿Estas bien? —Le pregunte a Carlos después de un rato.

Asiente sin mirarme a los ojos.

Tome su cabeza en mi mano y lo voltee para verlo fijamente. Tenía una pequeña herida en la frente, nada grave. Él se suelta de mi agarre de un manotazo, y se aparta a la ventana.

Llegamos a la cabaña, era bosque adentro de la zona norte, muy cerca del límite. Los árboles eran tan espesos a su alrededor que apenas se veía la estructura. Tomé a Diana, Carlos y Zept se adelantaron para encender las velas, no tiene luz eléctrica, y el abandono de un siglo se notó en el aire.

Carlos sacudió la cama de madera, las sabanas tenían menos polvo de lo que esperaba. Mis manos cosquillearon al dejar a Diana sobre la cama, tape su cuerpo con las sabanas y deje un pequeño beso en su frente.

Entonces, algo llamo mi atención, hay movimiento en su cuerpo, lo oía. Levante las sabanas, el hueco vacío en su pecho estaba cubriéndose con lentitud con una fina capa de musculo y piel. Arterias y venas estaba trabajando juntas para ir formando un nuevo corazón. Supe a simple vista que iba a ser un proceso largo.

—Eres muy fuerte, rulitos—susurre.

Zept se encargó de rodearla de velas, Diana odiaba la oscuridad y no debía dejar que se consumiera en ella.

—Volví a ser un huérfano— Rio débil Zept, viendo a Diana.

Alce la mirada hacia él.

—Hay cosas peores, mocoso—dije.

No me contradice.

—¿De quién dijo que era esta cabaña? —Pregunta con curiosidad.

—Magnus Favre, el padre de Liayh.

Volteé a ver a Carlos, husmeaba como siempre en las cajas polvorientas que fueron dejas hace mucho, tal vez unos 70 años; después de la muerta de Liayh, todas las propiedades de su familia directa fueron abandonas bajo llave por órdenes de Ravena.

Al parecer para encubrir el suicidio de la madre de Liayh, la Luna Rocio, por las constantes infidelidades del Alfa Magnus, y depresión que le dejó la muerte de su hija. Muy reyes y todo, pero no saben guardar la polla un rato.

—Te vas a aburrir cuando te muerda una araña, niño— Le advertí a Carlos cuando metió entre pilas de cajas hacia un corredor, desapareciendo por unos minutos. —¡Carlos!

¡Joder, que niño más desobediente!

—Carlos, vuelve, o te traigo a patadas—Grite.

—¡Chicos, venga aquí! —se escuchó su grito.

Mire a Zept.

—Quédate con ella— Le ordene, él asiente.

Me levante de la cama para ir por él a regañadientes. Al llegar al final del pasillo entrando a la cocina, Carlos me esperaba palido como una hoja. Alzó la mano con lentitud hacia la derecha del lugar, suspire un poco cansada y mire sin entusiasmo lo que lo había espantado.

—No que mamá prohibió la entrada en los cincuenta—Murmuró antes de señalar a una mesa.

Fruncí el ceño, acercándome con cuidado a la mesa, en el polvo y la suciedad de estas estaban dibujados dedos, pero lo que sin duda me desconcertó fue la copa medio vacía de vino. No pude tomarla, pero observé un tenue color rojo en los bordes, era labial.

—Amina—Carlos llamó otra vez, al final de la cocina.

De la pared colgaba un tablero de dardos con una foto en medio, era una chica de cara delgada, piel blanca, cabello largo negro, ojos amarillos, y mirada de hibrida. Había dardos, cuchillas, tenedores incrustados en el tablero, ese labial rojo también estaba marcados en forma de labios en el rostro de la chica.

—¿Quién es ella? —Pregunta.

Di un paso hacia él.

—Ziah Eckvan.

Abrió los ojos a mas no poder.

—¿Ella? Pero tiene solo ¿25 años?

Vi algo rosado camuflarse entre unas cajas, pasé por el lado de Carlos hacia ese papel rosado que destellaba curiosamente.

—dos mil, para ser precisos—Tome el papel y lo alce hacia la venta para verlo con luz de luna. Era un envoltorio de dulce, una paleta de fresa, reconocí el nombre de inmediato.

Carlos lo observo con el ceño fruncido. Ambos confirmamos que era la misma dulcería. No podía ser coincidencia tantas cosas.

—No—Rio.

—Lo quiero creer, niño— Dije. Volví donde el niño, y le mostré el envoltorio—¿Qué es esto?

Alzó una ceja.

—una paleta "Fresitas"—Dice.

—Los dulces favoritos de tu madre.

Arrugó la frente, observando seriamente el papel.

—Debo felicitarte por saber los dulces que come Diana o... —Se detuvo al escuchar a Carlos.

—Esto es una mina de oro—Dijo mientras arrastraba una caja por el suelo—Si el olor a chisme victoriano no resucita a Diana, nada más lo hará.

—¿Qué es eso? — Pregunte.

Carlos sonríe de oreja a oreja antes de dar vuelta la caja, miles de carpetas y libretas se deslizaron por el suelo. Se sobó las manos con deseo, viendo todo el desorden que ocasionó.

—Los archivos secretos de los Favre— tomó una de las carpetas y la ojeo un buen rato, antes de resoplar— Al parecer los Favre estamos destinados a ser infieles — buscó en otra carpeta—Pero ¿Qué es esto? ¿Tenemos alguna maldición de pito suelto y vagina abierta para dominio público o qué carajos?

—Deja de hablar estupideces, Carlos— Alce la voz, guardando las carpetas, trate de arrebatarle la que tenía en su mano, pero él se corrió de forma violenta.

—¡Magnus tuvo amantes por motón, diosa! — Exclamó boquiabierto.

Soltó a reír cuando intente quitarle otra vez eso de las manos.

Paso por mi lado, cubriendo la carpeta con sus manos para que yo no lograra quitársela, se incorporó en la cama junto a Diana. Aprete los dientes enojada al ver que me quito el lugar a su lado.

— Oye esto, amiga— Comenzó— En 1893 Magnus Favre se casó con Rocío Curie, pero las evidencias muestran que un día antes de la boda estuvo con una chica llamada Cristina, una marquesa de la zona sur, mejor amiga de Rocío. Los hijos que tuvo con Cristina, que fueron dos, no se consideran de la realeza, ya que no son de sangre pura. —Alza un papel—Contrato de confidencialidad firmando por Cristina...

Dejé de oír a Carlos cuando percibí movimiento afuera de la cabaña. Le dirigí una mirada a Zept para que se mantuviera alerta. Desfundé mi pistola del cinturón, y salí al porche, observando los alrededores, el frio y la humedad le daban un ambiente siniestro al abundante bosque.

Lo oí otra vez, pasos entre las hierbas secas, pisadas rápidas, como las de un niño. Tensé la pistola, apuntado hacia la nada, pateé todo lo que se me cruzaba en el camino para no tropezar. Lo sentí detrás de mí, una vibra pesada y mala, pero extrañamente familiar. Me mantuve quieta, esperando otro movimiento, pero al escuchar su risa, bajé el arma.

— Genial, la cereza del pastel— murmure con sarcasmo, volteándome.

Sacudió su cabello rojo al quitarse la capucha, como el caprichoso y vanidoso chico que era. Rápidamente sus labios formaron su sonrisa torcida muy propia de él.

—¿Qué quieres, Ignis? —Pregunte.

Chasquea la lengua con cierta gracia, mirándome de pies a cabeza. Lo recordaba más pequeño, me sacaba un par de cabezas, por ser de la raza hibrida.

Pero de igual manera, el no era como su hermana, ella podía medir dos metros, como Jessica. El pelirrojo comenzó a jugar con su daga, tense la mandíbula, el recuerdo de ese metal atravesar mi estomago me hizo vacilar.

—Tú te pones más guapa con las décadas—Dice, ruedo los ojos. —¿Cuándo recordaremos los viejos tiempos?

—Cuento con una gran variedad de espejos en mi habitación, pero no esta demás que me digas lo obvio. —Suelta una carcajada— respecto a tu pregunta, nunca.

Entrecerró sus ojos.

—Sabes que recordé, tú, yo, las chicas de Londres— Suspira. — Diosa, que buen sexo.

Hice una mueca al sentirlo tan cerca de mí.

—¿Vienes a recordarme lo depravada que soy o a juntarle información a tu hermanita?

Hace un puchero.

—Me trajo el olor a derrota— Dio dos pasos adelante, frente a frente, me di cuenta lo que se parece este cabron a Diana, las mismas pecas en la nariz y las mejillas, el cabello rojo. — ¿Se les murió Diana Ayleen? Dime que sí, porqué si no llego con información relevante, Ziah me desmiembra.

— Ya veté— me abrí paso para volver a la cabaña.

—Están aun solo suspiro a que terminen como nosotros, en un infierno de hambruna y soledad, con un puto limite— Me tense al oír eso— La cárcel lentamente se está abriendo.

Lo encare, cruzándome de brazos.

—¿Es idea mía, o tu no quieres que Eckvan tome el control?

Sonríe mostrando sus colmillos.

—Eckvan siempre tiene el control, Amina, que no lo veas es culpa tuya—dijo él— Lo que yo no quiero es toparme cara a cara con ese demonio otra vez en mi puta vida.

—¿Qué haces tú aquí? — Jessica aparece prácticamente de la nada, lo toma del cuello y lo estampa contra un árbol, mientras que Atlas se acercaba a pasos lentos limpiando los restos de sangre que había en su chaqueta de cuero. —¿Les interrumpo algo a los tortolitos o qué?

—Solo vengo a ver como esta mi excuñadita—Murmura Ignis.

Jessica no estaba para juegos.

—La luna suprema esta excelente, y si no te largas, te voy a matar— lo deja bruscamente, lanzándolo al suelo. Parece no estar satisfecha, y da media vuelta en sus talones para observar al pelirrojo— ¿Cómo sabias del lugar?

Ignis acariciaba su cuello lastimado, tuvo la osadía de reírse en su cara—Correo de brujas. —Respondió.

La puerta se abre.

—Chicos— Grita Carlos— Diana.

Ignis había desaparecido como humo. Jessica entro a velocidad vampírica a la cabaña, Atlas y yo le seguimos el paso segundo después. Zept estaba de rodillas a la cama, con los manos juntos, simulando rezar, pero las palabras que salían se su boca no eran un idioma, sino sonidos extraños. Vi la cama donde yacía Diana, su cuerpo estaba convulsionando con violencia, se movía una y otra vez tratando de dar una vuelta, gracias a algo que parecía vida.

—tómala de los pies—Me ordenó Jessica, obedecí de inmediato.

Jessica intento tomar al niño, pero este se reusaba a callarse. Ella comenzó a soltar alaridos de dolor, y vi como abrió los ojos un momento, observándome unos segundos. Era Diana Ayleen, sus ojos pardos me rogaron que la ayudara. No me pude contener, y lo dije reteniendo las lágrimas traicioneras.

—No te va a pasar nada, yo estoy aquí, rulitos.

Cayó rendida en la cama, sin cesar con sus quejidos, sus pies intentaban soltarse dando patadas. —¡Suéltenme! —soltó una voz con dolor, más grave que la de ella, que parecía estar hecha de mil voces en un estado de sufrimiento inimaginable.

Jessica, en un instante de desesperación, pateo con todas sus fuerzas la cara de Zept, lanzándolo hasta la esquina de la cabaña. Diana se detuvo, inerte otra vez, sin vida. Le herida en su pecho había sanado, pero el corazón no latía.

El niño levantó la mirada celeste que resplandecían llena de lágrimas. Fui hasta Jessica, tratando de contenerla que no le hiciera algo a Zept, tomé sus manos, ella comenzó a forcejar conmigo.

—¡Nadie aquí quiere ser olvidado por ella, yo no quiero estar solo! — Grita con voz rota— ¡Diana Ayleen es lo único que tengo, no quiero quedarme sin ella!

— ¿Qué le hiciste, hijo de puta? — Jessica se soltó de mi agarre, y se lanzó encima de él, dándole un puñetazo en la cara. —¿Qué hiciste?

—No lo sé, ella me dijo que lo hiciera—Murmuró adolorido. —Ella lo prometió.

—¡¿Quien?!— Jessica detuvo su puño al escuchar ese algo, un sonido que se diferenciaba del resto del mundo, la melodía de la vida.

Bum. Bum. Bum.

Gire la cabeza hasta ella, escuchando un nuevo corazón latir en su pecho. Jessica se levantó del suelo, y camino hasta la cama, fuera de sí, de la furia de hace segundos no quedaba nada en su rostro.

—Bombón—Le susurró.

Sus ojos se abrieron de golpe. Rojo intenso y negro profundo. El oxígeno se volvió pesado de respirar, peculiarmente las llamas de las velas intensificaron su color y tamaño. Su ojo izquierdo era rojo, como toda la sangre que volvía a fluir por sus venas, y el otro, negro ausente de toda luz en la faz de la tierra.

Dio el primer respiro, exhalando con placer todo el oxígeno del lugar.

Sus ojos diferentes se dirigieron a nosotros, y de un movimiento brusco se retorció con miedo al borde de la cama. Jessica intento acercarse, pero ella, como la vez que huyó del castillo, desapareció sin rastro alguno, dejando un humo negro que se desvaneció al instante.

—Vamos—Ordenó Jessica.

Salimos de la cabaña.

Jessica reaccionó a un sonido, ella tiene el oído más agudo. Corrió hacia el sector con los árboles más espesos, tratamos de seguirle el paso con Atlas. La incertidumbre de estar más cerca del límite se podía oler en el aire. Si ella cruza el límite no volveremos a verla. El vestido verde agua se incorporó a la vista de todos, ella estaba de espalda a nosotras. El límite estaba a un solo paso, y unas sombras, casi humanas la esperaban en lo más alto de los árboles.

Jessica hizo crujir una hoja cuando dio un paso hacia ella y Diana se sobre salto, apretando los puños.

—Diana—Exclamo Jessica cautelosamente—Se que crees no conocernos, pero eso no es cierto.

Su corazón se aceleró.

—Eres mi novia, y yo sería incapaz de hacerte daño, bombón, pero si das un paso más, ellos te van a matar— Oí por primera vez en mi vida la voz de Jessica temblar— Por favor, ven conmigo.

Las sombras se movieron un árbol más cerca del límite. Puedo oír el filo de sus dagas chocar con el viento, pero ninguna fue lanzada. Eran híbridos nocturnos. Diana observó a Jessica sobre su hombro, con esos ojos peculiares brillando de lágrimas. Su nariz y el área de los ojos estaban rojos por el llanto. Sentí la vida volver a mi corazón junto a ella.

—¿Jessica? — murmuró su nombre.

Mi mente solo pensó en una cosa: Ella recuerda. Mi Diana Ayleen si recuerda. Las sombras retrocedieron cobardemente al oír su voz. La alfa dio otro paso.

—Ven aquí— Jessica alza sus brazos, Diana sonríe y corre hacia ella.

Aguante una sonrisa, jamás deseé tanto en mi vida que alguien se fijara en mí, quería tener sus ojos y que dijiera mi nombre.

Pero no fue así.

—Casémonos—Dice Diana.

—¿En serio, bombón?

Sobre el hombro de Jessica, sus ojos, el ultimo destello de ojos pardos me miraron, tal vez pidiéndome disculpas, o despidiéndose, pero ambas terminarían de romper mi corazón. Ese destello fue opacado con dureza, como si se tratara de un interruptor y se ocultó en el cuello de quien al abrazaba.

—Si, amor—Respondió a la pregunta.

  

**

Gracias por leerme.

Bye.

Continue Reading

You'll Also Like

13.4K 568 29
player un juguete de playtime.co a escapado hace 10 años y ahora a vuelto para declarar su amor a otro juguete
1M 26.2K 36
First, it was her mom, then it was him. And he was no good for her. *** Elliot Wilds The name heard whispered in the school corridors. The name teena...
397K 19.3K 48
Una historia que promete atraparte desde el principio hasta el final. Camila es una chica humilded, Ignacio Besnier es el heredero de un imperio empr...
10.1M 302K 52
Anna Krause is in her senior year and more than ready to leave high school behind and start a new fresh life without homework, what she didn't expect...