Antes de que la Reina lograra responder Sindy entró en la cocina:
-No pude seguir durmiendo por culpa de ese olor tan rico- nos miró a ambas con una sonrisa tierna, dulce y con una voz algo somnolienta.
En ese momento fui directamente a abrazarla y ella alegremente respondió:
-Yo también estoy feliz de verte-
Después de eso todo volvió a ser como antes, me refiero a antes de saber la verdad, tal vez la única diferencia fue que ahora veía a Sindy de otra manera, no como una simple niña con la que convivo, si no como Marta, mi mejor amiga.
Ese mismo día fuimos al pueblo de la valentía a entrenar, cuando llegamos todos nos saludaron de forma solemne igual que antes, luego nos hicieron un recorrido por la zona de entrenamiento, había muchas personas practicando con armas y luchando entre sí. Apenas estábamos en el recorrido y ya me cansé de solo observar, supuse que sería un día largo.
Primero tuve que hacer calentamientos y lucha, supongo que no es difícil imaginarse cómo le fue a una citadina que apenas sale a caminar y nunca tuvo una pelea que no fuera de almohadas, ahora practicando lucha. Sólo agradecí que no hubiera nadie conocido de mi mundo (a excepción de Sindy) observando como hacía el ridículo.
Cuando volvimos al castillo estaba exhausta, me dolía todo el cuerpo y mi dignidad, no pude esquivar ni un solo golpe, terminé en el piso demasiadas veces, así que apenas llegué a mi habitación me tumbé en la cama esperando que este día por fin se acabe.
Al día siguiente, Sindy me despertó, me dolía todo el cuerpo y solo llevaba un día, supuestamente debo entrenar hasta que esté lista o hasta que comience la guerra, lo que suceda primero, honestamente creo que será lo segundo. Me levanté de mala gana, fui al baño para tomar una ducha fría y despertarme completamente, me vestí con otro conjunto deportivo del mismo color que el anterior, bajé a desayunar y volvimos al pueblo de la valentía para seguir entrenando.