Si solo fuera Hope -Hosie 1

Unplanetadeunicornio द्वारा

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1579 Francia e Inglaterra, dos imponentes reinos que siempre estaban al pie de una guerra, llevaban enemistad... अधिक

Libro 1 Capítulo 1
Libro 1 Capítulo 2
Libro 1 Capítulo 3
Libro 1 Capítulo 4
Libro 1 Capítulo 5
Libro 1 Capítulo 6
Libro 1 Capítulo 7
Libro 1 Capítulo 8
Libro 1 Capítulo 9
Libro 1 Capítulo 10
Libro 1 Capítulo 11
Libro 1 Capítulo 12
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Libro 1 Capítulo 14
Libro 1 Capítulo 15
Libro 1 Capítulo 16
Libro 1 Capítulo 17
Libro 1 Capítulo 18
Libro 1 Capítulo 19
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Libro 1 Capítulo 21
Libro 1 Capítulo 22
Libro 1 Capítulo 23
Libro 1 Capítulo 24
Libro 1 Capítulo 25
Libro 1 Capítulo 26
Libro 1 Capítulo 27
Libro 1 Capítulo 29
Libro 1 Capítulo 30
Libro 1 Capítulo 31
Libro 1 Capítulo 32
Libro 1 Capítulo 33
Libro 1 Capítulo 34
Libro 1 Capítulo 35
Libro 1 Capítulo 36
Libro 1 Capítulo 37
Libro 1 Capítulo 38
Libro 1 Capítulo 39
Libro 1 Capítulo 40
¡Noticia!

Libro 1 Capítulo 28

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Unplanetadeunicornio द्वारा




Cuando la segunda semana del mes de Mayo tocó su puerta, Hope ya estaba exhausta de sus tortuosos pensamientos. No la dejaban en paz, la consumían así como el fuego a un vasto bosque. Las pesadillas, que hasta hace algunos días se habían centrado en la Delfina de Francia, ahora se trataban sobre su familia y la increíble decepción que esta era capaz de darles a causa de algo tan puro e idiota como lo era el amor; el amor por una chica que nunca debió ser.

Por amor de Dios ella era una Mikaelson, se gritó a sí misma en una notoria mezcla de furia y vergüenza. Pese a que el apellido Mikaelson se asociaba a la fuerza y grandeza, nunca antes se había sentido tan débil.

Ella debía escoger a su sangre por encima de cualquier cosa, ella debía tener su completa lealtad descansando en los hombros de su familia porque eran estos quienes toda su vida habían hecho un arduo trabajo protegiéndola de cualquier cosa que apeligrara su querida existencia.

¿Quién era ella si no era una Mikaelson? ¿Qué sería de esta sin los mismos? ¿En que se convertía si ahora los traicionaba? Ella debía escogerlos, llegado el momento no podía permitirse dudar en hacerlo.

Volvió a apoyar la pluma sobre el papiro, su mente tratando de buscar las palabras correctas para poder redactar sin tener que tachar o arrugar el papel para nuevamente tomar otro; como había estado haciendo los últimos noventa y cinco minutos.

No recordaba cuánto tiempo había estado sentada tratando de escribir aquella carta, podía asegurar que habían sido extensas horas pero no más de las que había dudo en escribir o no.

No debería ser tan difícil, ¿verdad?

Se frotó los ojos, el cansancio pasándole factura. No había querido dormir, cada vez que lo hacía imaginaba ya sea los orbes cafés de la Delfina mirándola con lastima o los orbes celestes de su padre mirándola con vergüenza. Hope sabía, cualquiera fuera su decisión final llegado el momento, que nunca tendría un buen resultado; iba a lastimar a alguno de los dos y la verdad era que no estaba lista para eso, sabía que se destrozaría a sí misma.

Traicionar a su padre era también traicionar Inglaterra, país que siempre la había acogido con tanto cariño. Por otro lado traicionar a Josette era también traicionarse a sí misma, porque después de dieciocho años Hope ya se había encontrado.

Había cumplido los dieciocho años el cinco de Mayo, pocos días atrás. Su familia a finales del mes siempre celebra varias fiestas, entre estas la fecha de su tan ansiado nacimiento. En esa festividad solía recibir la visita de aquellos amigos que no vivían cerca, aquellos pocos que se distribuían a lo largo de Inglaterra; como lo eran Lady Nora Hildegard o Lady Valerie Tulle. Si los monarcas de Inglaterra decidían sostener las fiestas para finales del mes, ¿qué tan raro iba a ser que la misma no se presentara a su propia celebración?

No quería darle tantas vueltas a la situación, no después de que su madre flotara por su mente con una mirada que no trasmitía más que lástima. La misma estaba sufriendo por Hope, quien ni siquiera sabía dónde su verdadera lealtad yacía. La princesa de Gales tuvo que recordarse que traicionar a su padre no solo era traicionar a Inglaterra sino también a su madre, mujer devota a su tan adorado rol en la vida de la pelirroja.

¿Qué era, siquiera, lo que debería escribir en aquella carta que tan dispuesta estaba a enviar? Ya ni recordaba la razón por la cual nuevamente estaba en busca de redactar algo apropiado; probablemente otra mentira porque aquello era lo único que había estado haciendo en los últimos cuatro meses de su vida. Mentía a Francia, mentía a Inglaterra. Mentía a Josette, mentía a sus padres y se mentía también a sí misma.

Todo iba a salir bien, se repitió. No debía preocuparse porque ella encontraría la forma de solucionar todo los problemas que le habían caído encima desde que se había permitido desarrollar sentimientos por Josette; joven ajena a todo el caos que estaba provocando.

Francia era una maldita misión que le iba a permitir volver a casa para finales de marzo, ¿cómo es que había terminado en este punto?

Una pequeña parte de sí le decía que no debía escribir una carta con la justificación de "por si acaso", ella era una Mikaelson por ende las cosas iban a salir tal cual quería. Debían salir tal cual quería o el final podría ser trágico, algo que no podía permitirse.

Suspiró pero por fin la pluma comenzó a trazar la primera letra, las siguientes siguiéndole con demasiada facilidad. Tal vez se había vuelto fácil porque por fin había decidido escribir lo que realmente pensaba, lo que realmente sentía.

Garabateó sus iniciales y luego plegó la hoja, colocando de forma descuidada el nombre de la persona a la cual estaba dirigida. Utilizó el imponente león grabado en su espada para sellar el sobre, lo que fue algo bastante difícil considerando que el arma no había sido creada para ello. Desde que había tenido que dejar su anillo real, aquel que la identificaba como la Princesa de Gales, y el collar de su familia, aquel que contenía la heráldica de los Mikaelson, ya pocas cosas tenía para que la identificaran. Sus iniciales, claro, pero estas fácilmente podían ser imitadas por ende las mismas siempre se acompañaban de un sello que muy pocas personas, leales a ella, sabían.

Se colocó la capa negra y poco después hizo el recorrido hasta alcanzar una de las verjas de la propiedad donde un guardia, el mismo de la otra vez, la detuvo con una sonrisa socarrona al reconocerla en lo que a uno le costaba respirar.

- Buenas madrugadas, señorita Marshall -Le saludó acariciando el pelaje de Perseo, sonriendo cuando el mismo relinchó poco conforme con el contacto.

- Señor -Ella inclinó la cabeza, no porque este tuviera un rango superior al suyo sino porque agradarle era algo que le convenía a esta altura del juego- Solicito abrir la verja -Pidió con algo de prisa, su mano derecha sosteniendo la correa del animal una vez este comenzó a removerse con incomodidad a causa de querer galopar.

- No me diga, ¿en nombre de la Delfina? -Este indagó con sus orbes oscuros brillando bajo la tenue luz que el farol en mano le ofrecía.

Estaba claro que el hombre encontraba divertido lo que fuera que este pensara que la Delfina de Francia estuviera haciendo, especialmente a estas horas de la noche.

- En nombre de la Delfina -La pelirroja asintió con una sonrisa suave, fingiendo que encontraba aquello divertido.

De todas formas si este iniciaba rumores de la castaña, sería la palabra del mismo contra la de la princesa heredera al trono; Hope no tenía que pensar mucho a quien la gente creería.

- Imagino también que la misma quiere que esto quede entre nosotros, ¿no es cierto? -Bajó la voz pese a que su compañero, mucho menor que él, estaba a varios metros de distancia.

La pelirroja se preguntó qué le diría el hombre a este cuando el mismo preguntara, con inocencia, la razón por la cual abrían la verja a estas horas.

- Imagina usted bien, señor... -Frunció el ceño, fingiendo confusión y curiosidad para obtener la identidad del individuo que podía confirmar haberla visto salir de la corte dos veces relativamente seguidas.

La pelirroja no tenía que sumar para saber que el hombre era un peligro para su vida; salir de la corte en medio de la noche no era algo muy poco tranquilizador de su parte. Como bien su padre decía, todo golpe se prepara una vez la luna toma lugar.

- Dubois -Este respondió sin mucho retraso.

En el peor de los casos podía asesinarlo si las cosas comenzaran a ponerse feas; método que los Mikaelson suelen utilizar muy bien. Con el nombre de este bajo la manga de su chaqueta iba a ser más fácil ubicarlo en caso de tener que acabar con su vida, algo que realmente esperaba no tener que hacer.

- La Delfina agradece su discreción, señor Dubois -Sonrió de forma forzada, apoyando una mano en el pecho de este para disimular la pequeña bolsa de cuero en la que traía un par de chelines que bien había esperado utilizar para sobornar a cualquier soldado que estuviera de guardia en el sitio- Acepte la generosidad de su Alteza -

El hombre arrastró la bolsa hasta su bolsillo, procurando que su compañero de turno no viera aquello.

- Bernard, abre la verja para esta bella dama -Le gritó al muchacho, quien al estar distraído terminó dejando caer un par de cosas que estaban a su lado.

El trayecto hasta la casa del mensajero infiltrado, esperando que este confirmara haber entregado el primer mensaje que le había dejado en mano, fue más corto que el anterior debido a que Hope ya sabía a donde dirigirse; cosa que le ahorró varios caminos erróneos así como maldiciones que se perdían en el silencio de la noche.

El hombre parecía estar esperándola, cuando abrió la puerta no se encontraba tan sorprendido como la primera vez.

- Esperaba que pudiera complacerme con su presencia, princesa -Este, con bastante rapidez, le ofreció paso al interior de la casa cerrando la puerta tras de sí. Con aquella velocidad Hope podía llegar a pensar que este había visto a un fantasma, aunque supuso que su presencia en el sitio era algo muy parecido a eso- Si bien reconozco el riesgo que corre saliendo de la corte a estas horas, era de suma importancia que pudiera usted verme nuevamente -Le advirtió con sus facciones relajándose, frotando sus manos para aplacar su nerviosismo pese a que podía perecer que buscaba entrar en calor.

Bueno, no es que Hope había venido por expreso deseo de él.

- ¿A qué se debe dicha urgencia? -Le preguntó mientras le daba la espalda, sus pálidas manos estiradas frente a la estufa en busca del pequeño calor que esta irradiaba.

Pese a la adrenalina de estar haciendo algo en lo que probablemente podría ser atrapada, y claramente colgada, Hope se sentía cómoda.

- Entregué su carta tal cual fueron las exigencias -Hope no le veía pero apostaba chelines a que este estaba haciendo una mueca, poco conforme con lo brusca que podía ser en algunos casos. Si se quejaba de ello, no lo decía en voz alta- A cambio me ha sido entregada una, por el rey en persona, para que esta termine en sus manos -

La Princesa de Gales se dio la vuelta, enfrentándolo ante la inesperada confesión. No estaba segura a que se debía su sorpresa, era claro que su padre iba a enviarle una respuesta. Tal vez temía que esa respuesta la hiciera sentir aun peor, indigna de seguir con vida.

Por otro lado el mensajero era unos centímetros más alto que ella, lo que para un hombre promedio era algo bajo. Este se incomodó bajo su mirada, podía reconocer que varias veces esta resultaba ser demasiado fría e intimidante como cualquier miembro de su linaje.

- ¿Me la va a entregar? -Suspiró aguantando la acción de rodar los ojos, la torpeza del mismo ganándole a su paciencia pese a que nunca había tenido mucha.

La gente parecía ser torpe por naturaleza, lo que no ayudaba a su deseo de ejecutar todo de forma rápida y precisa. Hope Mikaelson, la futura reina de Inglaterra, había heredado mucho de su padre; no solo aquel toque diabólico en sus ojos, no.

- Disculpe, sí -Empezó a dar varias vueltas por la habitación, primero tomando camino hacia la izquierda y luego hacia la derecha. Si alguien, cualquiera en algún rincón de Francia, le hubiera dicho a Hope que el hombre estaba tratando de recordar donde había puesto la carta esta no se habría sorprendido- Es esta, Alteza -Le tendió un sobre luego de cuatro minutos que fueron eternos.

Los ojos de la Princesa recorrieron el sello color sangre, reconociendo el pequeño detalle que identificaba a su padre. Si, definitivamente era una carta del mismo.

Sus piernas temblaron pero tomó fuerza y abrió el sobre medio minuto después, sus pálidos dedos deslizándose con maestría por el papel. No iba a mentir, tuvo que inhalar con fuerza antes de comenzar a leer.

Nuestra única y amada niña

Nada nos alegra más que por fin recibir noticia tuya, debo reconocer que comenzábamos a preocuparnos hasta el punto de convertir la vida en una tortura. Las inmensas paredes que conforman nuestro hogar se han quedado sin vida, incluso las flores del jardín se han marchitado con tu partida.

Esperamos te encuentres bien, siendo este nuestro mayor deseo. Esperamos también que esta carta alcance tus manos para el mes de Mayo, donde ya estarás cumpliendo otro año de vida. En ese caso, y deseando que así sea, tu familia te desea muchas felicidades. Eres, y siempre serás, nuestra esperanza. La del linaje Mikaelson, la de Inglaterra.         

Por otro lado tus peticiones son órdenes, las tropas están siendo retiradas por tu tío Kol para alivianar así la presión sobre tu espalda. Confiamos plenamente en tu habilidad para llevar la situación ya que dicha destreza corre por tus venas así como lo cargas en el apellido que con gran honor llevas. Eres una Mikaelson, cumpliendo con cada letra del mismo.

Tú madre te extraña y todos esperamos que puedas volver a casa pronto, enorgulleciendo nuestros ansiosos corazones luego de tan complicada pero seguramente exitosa misión.

Con todo mi amor, always and forever

NM

Para cuando terminó de leer la carta, ya no tenía aire en los pulmones. Se le hacía tortuoso la acción de inhalar por oxígeno, cada musculo de su cuerpo dolía como si le hubieran dado una paliza.

Eres, y siempre serás, nuestra esperanza. La del linaje Mikaelson, la de Inglaterra.

Sus orbes celestes descansaron en un viejo cuadro que decoraba la pared frente a ella, tan solo para distraerse de la abrumadora emoción que surgía en lo alto de su pecho. Estaba segura de que no era más que una traidora, una cobarde y una débil. No era más que la vergüenza de su sangre, la vergüenza capaz de llevarles a la ruina.

Carraspeó, solo para que el hombre cerca de ella no creyera que estaba a punto de llorar. No podía darse ese privilegio, sería mostrar una debilidad que se le privaba tener.

Se dio media vuelta, observando con cautela, pero pronto se encaminó nuevamente hasta el fuego. Observó las llamas, en estas dejó que la carta ardiera. Por más que quisiera quedársela sabía que traerla consigo la habría puesto en riesgo. No podía dejar que su corazón le ganara a la razón, no otra vez. A causa de este ya había cometido varios errores que no podía reparar, errores que lentamente la acercaban al abismo.

- Necesito que entregues un nuevo mensaje -Se irguió de golpe, como si encontrara algo con lo que no estuviera contenta.

El hombre levantó la cabeza, a la espera de la nueva orden, y le dio un leve asentimiento tras notar algo extraño en el brillo que inundaban los ojos de su futura reina. Lo comprendió en una pequeña fracción de segundos, todos estábamos un poco rotos a fin de cuenta.

- ¿A su padre? -Preguntó en un tono bajo, descansando el peso de su cuerpo en su otro pie.

Hubo un silencio incomodo, la Princesa de Gales giró su rostro para mirar en otra dirección debido a que su garganta se balanceaba con peligro. Si debía ser honesta diría que sentía un nudo ahí por donde las palabras debían hacerse paso para alcanzar el exterior.

- No, deberá usted otorgarla al nombre escrito en esta -Enterró su mano derecha en el bolsillo oculto de su capa, claramente buscando algo. Sacó la carta, entregándosela con cuidado- En la defensa de Bournemouth encontrará al receptor, por favor no pierda usted tiempo en hacer llegar el mensaje -

El hombre, cuando lo tuvo entre sus dedos, dio un vistazo al sobre. Hope pudo ver el momento exacto en el que la mirada de este, que trazó el nombre escrito en el borde inferior de la carta, cambió al reconocer la identidad de la persona con la cual la Princesa de Gales trataba de comunicarse aquella noche.

- ¿Espera una respuesta de esta persona? -Indagó guardando el sobre en su bolsillo, palmeando el mismo una vez finalizada la acción.

- No, no lo hago -Hope meneó la cabeza, ajustando las cuerdas que mantenían a la capa en su lugar- Es hora de partir, amanecerá en tres horas. No lo olvidé, Bournemouth -Le volvió a repetir, solo por precaución.

El hombre asintió con fervor, pasando las palmas de sus manos por el pecho de su arrugada camisa para secarse el sudor provocado por los nervios propios de estar platicando con quien en algún momento sería su reina. 

- Si, su alteza -Le abrió la puerta, cuidando de ser sigiloso, cuando Hope se puso de pie frente a esta- Le entregaré la carta, lo prometo -

La Princesa de Gales se colocó la capucha, dando media vuelta una vez había dado dos pasos fuera de la propiedad. Perseo estaba atado a pocos metros de distancia, para sorpresa de ambos este parecía comprender lo que estaban haciendo porque no había emitido ruido alguno que pudiera delatarlos.

El hombre la observó con atención, claramente a la espera de alguna otra orden. El mismo fue capaz de percibir como la duda cruzaba el rostro de la pelirroja, luego como una mueca se asomaba por la esquina de su boca.

- Gracias por todo, señor -Hope Mikaelson, tras el honesto comentario, pudo verle un atisbo de sonrisa formándose en sus labios- Ha demostrado ser un hombre leal a su país, Dios lo tendrá en la gloria -

- Descanse, princesa -Le respondió, sin poder ocultar la emoción, con una reverencia desde el marco de la puerta.

Hope desapareció en medio de las tinieblas, volviendo a su habitación luego de media hora.

No había, desde la primera vez tan solo una semana atrás, vuelto a dormir con Josette debido a que temía incomodarla al pasar tanto tiempo a su lado. Era su sombra durante el día, colarse en su cama durante la noche le resultaba algo que podría ser molesto o incluso una completa invasión a la muy poca privacidad que le quedaba. Bien sabía que la Delfina de Francia era muy amable para expresar la necesidad de espacio; Hope Mikaelson no quería abusar de aquello.

Por otro lado Josette en realidad se moría porque Hope se acurrucara junto a ella durante las heladas noches pero el hecho de que esta no volviera a entrar en su habitación la había llevado a contener la ganas de arrastrarla hasta meterla bajo sus sábanas; como bien eran sus deseos. Varias veces se había dormido mientras esperaba a que la pelirroja entrara por aquella puerta, con vela en mano y un fugaz comentario en el que confesara otro mal sueño que la había vuelto a despertar.

Josette se moría, Hope no sabía.

A la mañana siguiente la princesa de Francia caminaba por el jardín de la corte, hacía tan solo minutos atrás había desayunado con Penelope Park y gracias a ello se podía decir que gozaba de un muy buen humor.

Hope no la había ido a buscar a su habitación, la castaña supuso que la misma había tenido una mala noche por ende no quiso interrumpir este pequeño rato matutino en el que Hope disponía para recobrar algo de sus energías.

- Buenos días, su alteza -Uno de los dos guardias que custodiaban la entrada le dio una reverencia, luego prosiguió a acomodarse el cinturón de cuero.

- Señor Dubois, que gratificante verle a estas horas de la mañana -Josette respondió con una sonrisa sincera, alzando su mano derecha para cubrirse del sol.

Apenas podía, incluso luego de aquello, ver el rostro del hombre sin que este brillara como un Dios.

- Lord Milton está aquí, el mismo lo espera en el gran salón -Este le informó tomándose el tiempo de darle un par de órdenes a su compañero, quien muy poco feliz se encontraba de tener que arrastrar un par de barriles con pólvora.

- Oh, ¿ya ha llegado? ¿Tan temprano? -Cuestionó en un tono sorprendido, dando un par de vueltas en su sitio tras sentirse desorientada luego de la información- Creí que el mismo había mencionado venir en la tarde -

¿Qué hora era? ¿Dónde estaba Lizzie?

- Puede que escribir tantas cartas nocturnas le haga perder la noción del tiempo pero espero que no la memoria, Delfina. El joven Lord le ha dicho que vendría a visitarla temprano en la mañana -Este le informó, aunque más bien le recordó, en un tono que rozaba la burla.

Josette esbozó una sonrisa torpe, luego le pareció idiota el fingir encontrar divertido el comentario cuando ni siquiera lo había entendido.

- ¿Le ruego me disculpe? -Preguntó luego de alzar su mano para saludar al prometido de su hermana que justo caminaba a lo lejos para hacer su camino al establo.

El marqués de Bretaña levantó su mano en respuesta, esbozando una radiante sonrisa que según el mismo había ganado un concurso algunos años atrás.

- No se preocupe, no le he dicho a nadie -Este dio un paso hasta acortar un par de centímetros la distancia que había entre ambos, bajando la voz un par de tonos pese a que nadie circulaba por la zona en la que se encontraban. Josette Saltzman estaba segura que la gente tenía cosas más importantes que hacer- Me veo también con el deber de informarle que su prometido salió de la corte hace un rato, el mismo parecía tener asuntos que atender con su medio hermano bastardo -

¿Rafael?

- ¿No le ha comentado a nadie sobre la partida de Lord Landon? -

Si antes se sentía desorientada, no sabía entonces encontrar una palabra que pudiera describir su situación actual.

¿Por qué iba a importar si Landon abandonaba la corte? ¿Por qué se lo comentaba como si fuera un secreto de la corona? No es que el mismo fuera un preso, claro que no.

- No, princesa -Este se rió pasando desapercibido la falta de conocimiento de la castaña, incluso confundiéndola con torpeza- No le he dicho a nadie lo de sus cartas, debo agradecer los chelines brindados ya que me han ayudado a comprarle algunas prendas a mis hijos -

- ¿Mis cartas? -Preguntó ladeando la cabeza, el ceño ligeramente fruncido.

¿Chelines?

- Las que su escolta real envía por usted una vez cae la noche -Este afirmó sin comprender el tono de la joven, ese que delataba no tener nada que ver con cartas nocturnas.

- ¿La señorita Marshall? -

¿Cuántas preguntas había hecho en diez segundos?

- Si, debo confesar que ha sido un movimiento muy inteligente de su parte -El soldado asintió esbozando una sonrisa divertida, el dedo índice de su mano derecha golpeando su sien para evidenciar el próximo comentario- Un mensajero de la corona definitivamente alertaría a su padre de aquel intercambio de cartas que usted hace -

- Oh, claro -La castaña asintió esbozando una sonrisa del tipo que si el hombre la conociera mejor se habría dado cuenta era forzada, poco propia de la misma- Las cartas que hago enviar a la señorita Marshall, sí -Se encontró a sí misma cubriéndola sin siquiera haberlo pensado.

¿Hope? ¿Saliendo de la corte en la madrugada? ¿Mintiendo llevar cartas de ella? ¿Sobornando a un guardia?

Cada vez que una nueva pregunta se formulaba en la parte posterior de su mente, peor era la conclusión a la que llegaba.

¿Era esa la razón por la cual aún dormía? ¿Estaba cansada por su viaje al pueblo? ¿Qué hacía en aquel sitio? ¿Ver a alguien?

No pudo no pensar que esa era la razón por la cual la pelirroja no estaba pegando visitas a su habitación. Había encontrado algo más entretenido, tal vez una persona.

La razón por la cual sobornaba al guardia fácilmente podía ser para evitar que los rumores de sus encuentros amorosos con esta persona llegaran a oídos de la castaña, lo que desde su traicionera mente tenía algo de sentido.

¿Estaba Hope visitando a alguien en el pueblo? ¿Estaba Hope compartiendo con alguien más aquello que compartía con ella?

Se le revolvió el estómago, sus ojos amenazaron con exponer todo lo que sentía.

- Me gustaría, si me lo permite, aconsejar que mantenga cuidado con estas cosas -El hombre le dijo en un tono serio, incluso hasta preocupado- Si es lo que creo que es, no esperando que me lo diga, debería usted tener cuidado de que no llegue a oídos de su prometido. En las tabernas circulan rumores sobre él, Alteza -

¿Rumores de Landon? ¿De qué estaba hablando?

Su mente ni siquiera podía centrarse en estos, no cuando la misma solo daba vueltas a la situación de Hope.

Se le vino a la mente imágenes de la pelirroja con alguien más, sus labios presos en otra boca que no era la suya.

- Gracias, señor Dubois -Le dio un pequeño asentimiento mientras sentía como un nudo se formaba a la altura de su garganta, lo que la llevó a depositar su mano en la muñeca del hombre- Voy a pedirle, por favor, que no mencione a nadie que ha visto a la señorita Marshall salir de la corte -

Su padre podría colgar a la joven por abandonar su puesto pese a que durante la noche no debía cumplir con el mismo. Josette no iba a arriesgarse, el rey ya odiaba a la pelirroja sin razones aparentes; no planeaba darle una razón para que cortara su cabeza.

- Claro, sabe muy bien dónde yace mi lealtad -El guardia se aclaró la garganta, frunciendo el ceño con algo de preocupación cuando la castaña dio un paso inestable- ¿Se encuentra usted bien? -

- Sí, tan solo me preocupa tener a Lord Greasley esperándome durante tanto tiempo -Mintió mientras se daba la vuelta para comenzar a hacer su camino al interior.

El camino hasta el gran salón no fue placentero, el silencio en el pasillo solo le daba el espacio perfecto para seguir dando vueltas a la situación.

El hecho de que Hope no solo pudiera estar viendo a alguien sino también procurando que ella no se enterara, por lo que serían razones obvias, había sido como colocar una plancha de hierro sobre su pecho.

Cuando llegó a destino su mejor amigo fue capaz de distraerla con anécdotas divertidas y chistes muy malos, por lo menos hasta que la pelirroja hizo acto de presencia cerca de cuarenta minutos después.

- Aquí estás, te he estado buscando por todos lados -Fue lo primero que la misma dijo cuando sus orbes celestes dieron con la castaña- Lamento haberme dormido -Prosiguió a disculparse mientras lidiaba con su cabello alborotado, en sus labios rastros de una sonrisa apresurada y torpe.

MG se puso de pie cuando la pelirroja terminó de entrar en la pequeña sala de estar; aquella a la que se habían adentrado luego de que la castaña lo hubiera recibido en el salón principal de la corte donde el pasaje de personas era muy concurrido como para que pudieran ponerse al día. Este llevó sus brazos tras la espalda, prosiguió a darle a la joven un ligero asentimiento de cabeza en forma de saludo.

- Tenemos que hablar -Fue la respuesta de Josette, quien demoró en ponerse de pie.

Las pálidas manos de Hope, que con prisa trataban de colocar el borde inferior de la camisa dentro de los pantalones, se detuvieron ante el tono frío que la recibió en aquella calurosa mañana.

- ¿Ahora? -Preguntó terminando, a una lentitud abrumadora, de meter la camisa dentro del pantalón.

Sus orbes celestes viajaron hasta el moreno que yacía de pie, este claramente incómodo con el brusco cambio de actitud por parte de quien sería su futura reina.

- Si -Josette asintió sin siquiera dirigirle la mirada.

Pese a que algo iba mal, si es que el sexto sentido de Hope no fallaba, la Delfina no jugaba con sus propios dedos como usualmente hacía cuando estaba nerviosa o a escasos segundos de enfrentarse a algo.

MG se aclaró la garganta, cortando algo de la tensión que se había creado en el ambiente.

- Mi querida Josette -Este dio un paso hasta acortar el pequeño metro que lo separaba de la castaña, posando su mano izquierda en el tríceps de la joven- Está claro que tienes algunos asuntos que atender, en estos momentos sobro por lo que me aseguraré de visitarte en la próxima semana -Forzó una sonrisa, que para Hope fue como una bofetada, antes de inclinarse hasta depositar un beso en cada mejilla de la chica.

La heredera de la casa Mikaelson se dio cuenta que el problema era con ella cuando la castaña esbozó una sonrisa sincera en dirección al muchacho, sus orbes cafés brillando al momento de decirle que ella misma iría a visitarlo la próxima vez.

Cuando quedaron a solas, el espacio entre ambas pareció acentuarse y aquello se sintió como si estuvieran a kilómetros de distancia pese a que solo las separaba tres miserables metros.

- Lo siento, prometo que no volveré a dormirme -Comentó en un hilo de voz, su vista vagando por la habitación a causa de una vergüenza que sobrepasaba todo límite.

Pese a que estaban en una sala donde usualmente las damas de la corte venían a tomar el té para ponerse al día, hoy estaba completamente vacía y Hope no pudo no asociar aquello a que la Delfina había pedido algo de privacidad para poder disfrutar de la cálida compañía de su amigo más cercano.

- Me temo que cuidar de tu salud es uno de mis propósitos por ende privarte de sueño no está dentro de mis planes -La castaña respondió, en un tono desganado, luego de lo que fue medio minuto.

Por un segundo, muy pequeño, la heredera al trono de Inglaterra había creído que jamás tendría una respuesta de su parte.

- A pesar de eso puedo sentir que estás molestas -Se decantó por decir luego de meditarlo con cuidado, sintiendo que se encontraban en lados opuestos del mundo pese a estar en la misma habitación.

Si, Josette definitivamente se veía molesta.

- Esa es una palabra muy fuerte, pero he de creer que una parte de mi sí lo está -Ladeó la cabeza como si estuviera tratando de identificar aquello que sentía; lo que parecía ser una multitud de cosas.

Hope la vio subir sus manos hasta la altura del estómago, como usualmente hacía antes de comenzar a jugar con sus dedos, para luego dejarlas caer a los lados de su cuerpo igual de rápido.

La Delfina se dio la vuelta, observando por una de las únicas dos ventanas que tenía el sitio. Hope no debía ser muy inteligente para darse cuenta que la castaña buscaba ocultarse, no hacerle saber cómo realmente se sentía.

- ¿A qué se debe ello? -La pelirroja indagó apoyando la palma de su mano en el respaldo de la silla que había sido ocupada por Josette algunos minutos atrás.

El respaldo había perdido el calor de la misma, Hope también.

- Siempre fui una persona dispuesta a luchar por lo que creo es correcto pero no siento poder hacerlo, por lo menos no en este caso, si no hay esperanza -Confesó llevando un mechón de cabello castaño tras su oreja, adoptando una actitud que Hope rápidamente calificó como tímida debido a la forma en la que la joven parecía querer desaparecer por vergüenza.

- Me temo que deberás ser más específica -Pidió en un tono neutro, sin saber a lo que se enfrentaba.

- ¿Hay esperanza en nosotras? -La princesa preguntó de sopetón abandonando su atención puesta en el hermoso jardín para enfrentar a la pelirroja- ¿Está tu corazón ya tomado, Hope? -

Las cejas de la pelirroja se alzaron con sorpresa, una risa poco divertida inundó la sala.

Josette debía estar bromeando, ¿no es cierto? Hope no comprendía muy bien de lo que estaba siendo acusada pero si era aquello que ahora creía, la castaña debía estar delirando a causa de laguna enfermedad. Hope llevaba meses engañando a su familia, si aquello no era a causa del amor entonces iba a decir que este no existía.

- Esto definitivamente no es por haberme quedado dormida -Canturreó antes de chasquear la lengua, sus manos sintiéndose húmedas.

¿Por qué su corazón latía tan rápido? ¿Por qué había preferido decir aquello en lugar de vociferar su amor por la joven?

- Eso no responde mi pregunta -Josette indicó con un suspiro pesado, como si lo que le quedaba de esperanza se estuviera drenando con la actitud de su guardia real.

- ¿Debo siquiera responder a la misma? -Hope preguntó con una pequeña risa sarcástica que evidenciaba encontraba absurdo el cuestionario, sus manos acompañando el sentimiento.

Todo lo que ha hecho, todo lo que podría llegar a hacer. Todo por amor, su amor por Josette.

- Si -

- ¿Es una orden, su alteza? -Consultó con su ceño fruncido, irguiéndose hasta dar un pequeño paso hacia atrás luego de tener una muy mala interpretación de aquel "sí" que no había tastabillado al deslizarse por la lengua de la castaña.

- No, sabes que jamás utilizaría mi poder para hacerte eso -Josette negó sin poder evitar ponerse a la defensiva, no después de que Hope creyera que pudiera caer tan bajo.

¿De verdad creía que ella haría abuso de poder?

- ¿Estás segura que nunca lo harías? -La menor de los Mikaelson cuestionó por inercia, algo que la caracterizaba mucho.

- Entonces es sobre ello -La mayor de las gemelas Saltzman comentó en un tono hostil cuando encontró la razón a todo el problema- No crees en nosotras por mi estatus -

- Nunca dije eso -Hope negó con entusiasmo, caminando un par de pasos para luego retroceder hasta volver a su antiguo lugar.

Josette sabía que la diferencia de estatus entre ambas era algo que estaba ahí pero hasta este momento no había creído que Hope estuviera tan afectada por el mismo. Una pequeña pero importante parte de ella estaba segura que si no fuera la heredera al trono de Francia, Hope no se limitaría tanto con respecto a sus sentimientos.

- Si yo solo fuera Josie... -

Su acotación murió ahí, siendo opacado por la rápida interrupción de la mayor.

- Tal vez ahí está el problema, ¿no lo crees? -La pelirroja arrojó sin cuidado alguno, sus brazos abiertos a los lados de su torso como si creyera que su lengua no era suficiente para expresar aquello que la abrumaba- No eres solo Josie, eres Josette Saltzman la Delfina de Francia. Todo lo nuestro sería posible si nosotras sólo fuéramos todo menos lo que realmente somos y me temo ser yo quien diga esto pero no podemos ocultar nuestra verdadera identidad, no para siempre -Advirtió con el último aliento, su rostro relajándose hasta que no transmitió más que una profunda pena que la venía carcomiendo desde hacía días- Yo nunca seré solo Hope, tu nunca serás solo Josie -

Tenía razón, nunca antes había tenido tanta razón.

- Entonces amémonos por lo que realmente somos -Josette acortó la distancia entre ambas cuando vio que Hope estaba desmoronándose con ello, atreviéndose a tomar su mano para sentir como la pelirroja la quitaba mientras trataba de ocultar que sus ojos escocían con brusquedad.

- ¿Quiénes somos? ¿Mhm? -Preguntó sintiendo un nudo en la parte alta de su abdomen; nudo que no cesaba desde que se había dado cuenta que enamorarse de la joven era algo que como futura reina de Inglaterra no jamás debió haberse permitido.

¿Quién era ella si no era una Mikaelson? ¿Quién era, como persona, si traicionaba a su familia?

- No lo sé pero estoy dispuesta a amar a la verdadera tú, solo debes dejarme hacerlo -La castaña confesó como si de verdad no existiera nada que pudiera impedir aquello.

Como si en esta vida, en la anterior y en la siguiente, no existieran cosas que pudieran evitar el encontrarse y amarse.

- ¿Qué pasa si lo que realmente somos es la exacta razón por la que nunca habría futuro entre nosotras? -Hope refutó con el ceño fruncido, sintiendo una punzada en su sien.

- Estás viendo a alguien más, ¿no es cierto? -Josie preguntó con su garganta balanceándose de forma peligrosa, las ganas de llorar pinchando la parte posterior de sus ojos. 

- ¿Cómo siquiera podría hacer aquello cuando al no verte mi mente enseguida te imagina? -La heredera al trono de Inglaterra evidenció de forma más calmada, estirando su mano hasta alcanzar la de la castaña.

El calor de su piel le hizo recordar todas las razones por las que esto era lo correcto; aquello por lo que debía luchar hasta que su corazón se decantara por dar el último latido.

¿Quién era, como persona, si no luchaba por lo que en su corazón se sentía correcto? ¿Quién era, como persona, si no perseguía su felicidad?

- Un guardia me ha dicho que has salido de la corte en la noche -La princesa de Francia le informó relajándose bajo el tacto de la chica, trazando su pálida piel con el pulgar de aquella mano que Hope tenía entre las suyas.

Dios, agradecía tanto el que ambas bajaran la guardia.

- Visité el pueblo -Hope reveló sin indicio de querer mentir al respecto.

- ¿Por qué? -

- Existe un hombre que cada dos semanas lleva granos al norte, usualmente le dejo una carta para que entregue a mi familia -La única hija de Niklaus le dijo sin poder mirarla a los ojos, en cambio besando los nudillos de la chica en una especie de consuelo para sí misma. 

- ¿Por qué en la noche? -Josette cuestionó colocando un cabello pelirrojo tras la oreja de la joven, sonriendo con suavidad cuando la misma se inclinó al tacto.

- El rey cortaría mi cabeza si abandono mí puesto durante la mañana -Hope apuntó bastante avergonzada de sí misma, sus músculos relajándose cuando la risa de la castaña acompañó la suya.

- Podría haberte acompañado, de esa forma no habrías abandonado tu puesto -La castaña evidenció una solución que en su opinión le habría ahorrado noches de mal dormir.

- No quería que tuvieras que preocuparte por inventar una excusa a tu padre, sé que él no suele permitirte salir sin razón alguna -Hope rodó los ojos ante los recuerdos poco agradables que tenía del hombre, alzando la mano de la castaña hasta volver a depositar un beso sobre la piel cálida de la misma- Lamento mucho si algo te ha hecho dudar de mi compromiso con lo que tenemos, prometo que no existe nada de lo que deberías sentirte insegura -

- Lamento haberte acusado de aquella forma, por sobre todo lamento haber dudado de ti -La castaña arrugó su nariz con pena, trazando los nudillos de la pelirroja.

- Algunas veces no logro vociferar lo que siento pero quiero que sepas que no solo quiero verte a ti sino que también solo puedo verte a ti -Le aseguró con una sonrisa radiante poco antes de rodar los ojos a sabiendas de lo próximo que su lengua se iba a permitir soltar- Eres como un hermoso fantasma, como el veneno más adictivo. Te veo y siento en todos lados, Josette. Durante el día, durante la noche. Despierta, entre sueños. Por favor no lo dudes porque es lo único real y seguro que he sentido en un muy largo tiempo -

¿Era, entonces ,Josette su decisión final?

——————————————————

Nota de la autora:

¡Buenas noches!

Lamento demorarme un poco en publicarles este capítulo, he estado a la espera de unas calificaciones importantes a niveles escolar pero ya estoy libre de todo eso.

Es un capítulo sin mucho contenido Hosie pero me pareció importante como pie al segundo libro, mañana les estaré subiendo otro capítulo.

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