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By ppangbinnie

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❝Para cuando el "tic" de la aguja vuelve a resonar con un eco sordo, no queda nadie vivo dentro de la cabaña... More

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By ppangbinnie

Actualidad, Seúl, Corea del Sur

—¡Uno... Dos... Tres!

Cierro mis ojos con una sonrisa para el momento en el que siento como el líquido frío y espumoso que escapa por la boca de la botella me impregna las manos. A mi lado los chicos están gritando de la emoción, saltando como enormes ranas mientras aplauden. Cuando abro mis ojos, ellos están ahí, frente a mí, y sin saber por qué, me pongo nostálgico al ver sus rostros de felicidad.

—¡Nos graduamos! —anuncia Choi Yeonjun como si los cuatro no supiéramos ya. De todas formas, le seguimos la corriente, gritando un poco más alto y más animadamente.

Finalmente comienzo a verter champán en las copas de mis amigos, sonriendo satisfactoriamente cuando me agradecen y chocamos las mismas para brindar por nuestro futuro.

Me recuesto de nuevo sobre el incómodo banco de mi pupitre, girando mi vista a través de la ventana del salón de clases del tercer piso y suspirando al saber que sería mi última vez en esas instalaciones viejas.

Hay algo que me gusta de esa ventana, y por eso me senté ahí durante todo el semestre; tiene una vista completa al campus, así que podía ver todo lo que ocurría fuera del edificio, y a veces me gustaba imaginarme las historias de las personas que pasaban. Me preguntaba, ¿a dónde irá esa chica con tanta prisa? A juzgar por la carpeta que sostiene bajo su brazo derecho, está dirigiéndose lo más rápido al salón de profesores para poder cumplir con la hora de entrega de una tarea importante. Ni siquiera se ha peinado, solía pensar.

De todas formas, todo aquello acabó, y justo ahora lo que concierne es que mi pequeño grupo de amigos y yo logramos graduarnos de la secundaria sin problemas mayores. Sabía que Yeonjun tenía planeado enlistarse al servicio el próximo año, no le gusta perder tiempo; después de eso lo más seguro es que intentara entrar a alguna academia de baile para convertirse en un profesional. Taehyun quizás trabaje un par de meses en el negocio de su familia mientras prepara los exámenes de admisión para la universidad; él quiere entrar a una de las SKY con toda su fuerza, sé que lo logrará porque es increíblemente inteligente y lleva estudiando desde primer año. Beomgyu no parece estar muy preocupado por eso, no tiene intenciones de estudiar nada y dice que se las apañará mientras tenga algún trabajo sencillo que le permita comer.

Y yo... Bueno, mi sueño es ser periodista. Me gustaría tener la oportunidad de entrevistar personas importantes y salir en televisión nacional. Si no logro entrar a la universidad, supongo que audicionaré para alguna empresa de entretenimiento y perderé mi tiempo intentando debutar en una industria extremadamente sucia.

Sólo quiero salir en televisión.

—Hyuka. —me llama Beomgyu, tomando mi hombro con una mano suave y sincera— ¿Escuchaste lo que dijo Junnie?

No podría mentir y decir que sí; ya los chicos me conocían bastante bien y estaban conscientes de que no estaba prestando atención a su conversación. Estando los cuatro solos en el salón vacío mientras el resto de nuestros compañeros celebran en el gimnasio, podíamos despreocuparnos y hablar libremente de cualquier cosa. Me río ante la mirada ofendida de mi hyung cuando niego con la cabeza el haber escuchado sus palabras.

—Mi padre compró una cabaña a las afueras de Seúl. —repite para mí— Todavía no la conozco, pero supe que encontraron un muerto ahí hace como tres décadas. Pensé en ir los cuatro durante Halloween; ya sabes, ambiente.

Lo observo con una ceja enarcada.

—No parece ser una decisión muy inteligente, Yeonjun.

Él ríe, pero Taehyun y Beomgyu parecen haber accedido a su petición, pues nadie refuta nada más y no me queda otra opción que suspirar un maldición casi sin aliento y asentir con pesadez.

Halloween está a la vuelta de la esquina, y parece ser bastante frío este año. Incluso desde aquí arriba puedo estremecerme al escuchar como los árboles silban y se retuercen ante el viento infernal.

Realmente no celebramos Halloween como lo hacen los occidentales. Para nosotros sólo es una excusa para beber, escapar de casa y hacer cosas poco prudentes como reventar llantas de carros y romper ventanas sin intenciones ilícitas.

Cuando terminamos la botella robada de champán, Yeonjun me la arranca de las manos para tirarla en el piso. Se hace añicos y el estruendo causa que Beomgyu se encoja de hombros con cara de miedo. Taehyun tira su copa al lado de la botella, y después yo hago lo mismo. Beomgyu lo duda un poco más, pero él también la tira.

Es nuestra forma de dar por finalizada una etapa.

Después del encuentro en el salón, no volví a verlos por el resto del mes.

Octubre fue pesado como si el aire fuera de plomo. Más que dormir, escuchar música y leer libros, no había mucho por hacer, así que pasaba mis días sentado en el columpio de mi hermanita menor, balanceándome sin ganas y con la mente perdida en otro planeta. Mi mamá intentó convencerme varias veces de buscar un empleo de medio tiempo para contribuir contra mi aburrimiento, y papá me prestó sus instrumentos musicales y hasta su grabadora profesional, pero yo rechacé cualquier clase de entretenimiento porque mi intención era, precisamente, no hacer nada.

La noche antes de Halloween, recibí una llamada de Yeonjun.

No tenía muchas ganas de ir a esa cabaña, a veces me ponía un poco sensible con cosas fuertes y tenía el presentimiento de que no iba a ser un viaje precisamente paradisiaco. Si hubiese hecho caso a ese presentimiento, ¿habría terminado todo distinto? De igual manera, ordené una mochila con algunos cambios de ropa, mi cepillo de dientes y me despedí de mis padres esa madrugada cuando la van vieja del señor Choi aparcó frente a mi residencia.

Mis amigos ya estaban ahí, Taehyun me dedicó una sonrisa brillante y tomó mi mano con fuerza cuando vio mi expresión de arrepentimiento. Al bajar mi mirada, pude ver que los anillos idénticos que compartíamos resplandecían cada vez que pasábamos bajo los faroles blancos de la calle.

Me quedé dormido a los pocos minutos, así que si los chicos hablaron de algo en ese momento, nunca pude saber qué fue.

Desperté porque alguien estaba sacudiendo mi hombro con fuerza. Mis ojos tardaron un rato en abrir del todo, y después mi vista estuvo desenfocada por varios segundos. Seguía sentado en el asiento de la van, y ya los chicos habían bajado. Era Beomgyu quien me zarandeaba. Todo seguía oscuro como una cueva, y solamente por el destello leve de la luna llena pude saber que la hora sería aproximadamente las tres de la madrugada del treinta y uno de octubre.

Al bajar, Taehyun y Yeonjun sostenían linternas en sus manos y me sonreían con gran emoción.

—¡No hay focos! —anunció Yeonjun riendo.

Yo no pude encontrar aquello gracioso.

Yeonjun había puesto una serie de reglas simples para hacer la experiencia más "aterradora", como decía él.

Uno, no podíamos llevar teléfonos celulares, dispositivos de música, relojes, o cualquier objeto tecnológico.

Dos, estaba prohibida la comunicación con el mundo exterior durante los cuatro días de viaje. Es decir, una vez dentro de la cabaña, no podíamos salir.

Tres, la señal de emergencia que anularía la regla anterior es la palabra "rojo".

La cabaña cumplía perfectamente con las expectativas de Yeonjun. La arquitectura estaba muy vieja y la madera del piso gemía con cada paso, soltando polvillo por las termitas. La única fuente posible de luz provenía de diferentes candelabros de velas derretidas en las mesas decorativas, pero estaban apagadas y dudaba que fueran a durar más de doce horas encendidas incluso si las apagábamos por el día y al dormir. Había telarañas y cucarachas en el sótano y cadáveres de murciélago en el segundo piso.

Yeonjun pateó la puerta de entrada para cerrarla, causando un crujido que no me dio buena espina. A Beomgyu tampoco, porque inmediatamente preguntó si podríamos volver a abrirla después. Yeonjun se rió y le dijo que podrían salir por las ventanas de cualquier forma y se retiró hacia la cocina.

Beomgyu tenía pinta de enfermo, con la piel verdosa y los ojos inundados de pánico. Nunca había sido muy valiente para aguantar cosas así, justo como yo. Quizás eso era lo que nos mantenía cercanos. Vi como se sentó en el sofá y una nube densa de polvo se levantó, haciéndolo estornudar. Me acerqué a ofrecerle un pañuelo de papel que tenía en el bolsillo y él murmuró un "gracias" mientras sonaba su nariz.

Taehyun seguía apuntando la linterna a cada rincón, en sus ojos había un brillito de emoción casi infantil. Él siempre había sido el más valiente y maduro de los cuatro, y realmente le apasionaban las películas de terror. Cuando la luz de su linterna nos apuntó a Beomgyu y a mí, pude notar que los ojos de Beomgyu estaban rojos y llenos de lágrimas.

—Me quiero ir. —me dijo esa noche. Creo que lo repitió varias veces más tarde, pero todo lo que pude hacer fue acariciar su mano compasivamente.

Cuando Yeonjun salió de la cocina, sostenía un paquete de velas nuevas que me hicieron suspirar de alivio. Él las acomodó en un candelabro, y la luz de las cinco velas hizo que el ambiente pesado desapareciera un poco. Pude escuchar como Beomgyu suspiró a mi lado, más tranquilo cuando pudo observar correctamente la decoración de la cabaña.

Había una enorme alfombra roja que cubría el tramo desde las escaleras hasta la mitad de la sala, un montón de cuadros exóticos y cubiertos de moho, sillas de madera podrida y cortinas rotas y manchadas.

—¿Por qué tu papá compró algo así? —pregunté, y aparentemente Taehyun estaba pensando lo mismo que yo, porque volteó a mirarme.

—Todavía no la ha acomodado. —explicó Yeonjun, abriendo y cerrando gavetas en busca de quién sabe qué— Apenas la compró el mes pasado, pero la quiere volver turística.

Los tres asentimos, inseguros sobre si una cabaña a mitad de la nada sería una linda zona turística.

Como eran las tres de la mañana y habíamos pasado un largo rato viajando en carretera, estábamos muy cansados para hacer algo divertido. De todas formas, aún faltaba varias horas para que Halloween empezara. Ni siquiera sabíamos qué tenía planeado Yeonjun, pero viendo que se había esmerado tanto ese año, descarté de inmediato que su idea fuera solamente ver películas de terror mientras bebíamos.

Beomgyu fue el primero en dormirse. Cayó como peso muerto sobre el sofá al tiempo en que Yeonjun terminaba su inspección y nos mostraba pequeños e inútiles objetos decorativos que había hallado. Cuando vio a Beomgyu, se quedó de pie por unos instantes.

—Todavía no hemos arreglado las habitaciones. —dijo entonces.

Asentí, sabiendo a lo que se refería.

Esa casa había estado deshabitada por al menos algunas décadas, simplemente no podíamos tirarnos a dormir en cualquier superficie. Tomé una de las linternas apagadas que Yeonjun sostenía con su brazo y me encaminé al segundo piso, escuchando como las escaleras sollozaban al ser pisadas. Había al menos seis cuartos de tamaño diminuto, pero conocía a los chicos lo suficiente como para saber que Beomgyu querría compartir habitación con alguien.

Abrí la primera puerta, encontrándome que el colchón húmedo estaba en tal estado de pudrición que las arcadas se apoderaron de mí apenas entré. Tuve que salir de inmediato, respirando por la boca para calmar las náuseas, y para abrir la segunda puerta, me tapé la nariz con la camisa. El siguiente cuarto estaba afortunadamente menos fétido, el colchón se veía en relativamente en buen estado y lo cubría una sábana llena de heces de ratón. Había una pequeña mesita con un candelabro al lado y un clóset empotrado en la pared trasera.

Continúe abriendo puertas, descubriendo que una de esas era un baño que tenía agua limpia saliendo de los grifos, para nuestra fortuna. Sin embargo, el cadáver podrido de un gato estaba tirado dentro de la bañera, su hedor camuflado con la humedad y el moho, y ahí más que nunca me pregunté por qué los señores Choi harían la adquisición de una auténtica hecatombe.

Cuando bajé, encontré a Yeonjun sentado donde anteriormente estaba la cabeza de Beomgyu, y que ahora esta yacía sobre sus piernas. Sonreí ante la naturaleza protectora de nuestro hyung, que se sentía obligado a cuidar de nosotros por ser menores que él. Taehyun estaba sentado en la alfombra mientras jugueteaba con el marco roto de un portarretratos. Me acerqué a él y noté que no había foto dentro, pero sí una mancha de sangre tan vieja que era marrón oscuro.

Supe enseguida lo que estaba pensando Taehyun.

¿Qué demonios pasó aquí?

Yeonjun me preguntó en voz baja si las habitaciones podían ser usadas, le respondí que sí con la cabeza, y cuando suspiró con alivio me di cuenta que seguramente se estaba regañando mentalmente por no haber cuidado el estado de la casa antes de llevarnos. Yo no le dije nada más, después me señaló su mochila en el suelo y la encontré llena de sábanas limpias y artículos de limpieza. Pero, para ser sinceros, no tenía ánimos de ponerme a limpiar a esa hora, así que sólo me senté a su lado en el largo sofá color borgoña, levantando nuevamente el polvo que escondía tantos secretos, y recosté mi cabeza sobre su hombro, cerrando los ojos.

No pude ver como Taehyun se levantaba de la alfombra y se recostaba a mi lado, apoyándose contra el espaldar para dormir también.

Esa fue la primera noche.

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