Inked Knockout

By SandyDayDreamer

170K 14.5K 19.5K

Una noche con amigas, un desvío, un callejón solitario. Un plan genial, ¿no? Por si fuera poco con la desastr... More

1.- Cavernícolas y Soju.
2.- Reina de corazones
4.- Un pasito atrás
5.- X
6.- Abierto hasta... ¿el amanecer?
7.- Switch Stance
8.- Tíos malos; encuentros peores
9.- De boca en boca y tiro porque me toca
10.- Proposiciones (in)decentes.
11.- Sparring
12.- Juicio y Sentencia
13.- El poder de Rosita
14.- Promesas de tinta roja.
15.- Side Control.
16.- Ley de Gravitación Universal.
17.- Creciente menguante.
18.- Ensoñaciones.
19.- Jab
20.- Encuentros en la tercera clase.
21.- De treinta a cuatro mil ochenta.
22.- Rendición.
23.- Takedown.
24.- Dos a dos.
25.- Muros, paredes y grietas.
26.- Déjame entrar.
27.- Half guard.
28.- ¿Pasado o presente?

3.- Adivinanzas

5.9K 561 1K
By SandyDayDreamer

—¿L-las bragas? ¿Dónde tengo las bragas? —gruño para mí, intentando abrir los ojos.

Tanteo por toda la cama, pero resulta que las bragas están donde deben: en medio de mis piernas, tapando mis partes más privadas. Claro, ahora que no duermo con Yoongi, las bragas se quedan toda la noche donde deben... Qué triste.

Me siento sobre el colchón intentando dar con el móvil, que es lo que me ha levantado de esta forma tan agresiva a las ocho en punto de la mañana; ¿qué clase de monstruo llama a estas horas? Como sea de una compañía telefónica que trata de hacerme una portabilidad me rajo las venas, de verdad de la buena.

—Dí... ígame —mascullo con voz ronca.

—¿Song Sonje?

—La misma.

—Soy el inspector que se encarga del caso de Itaewon; la posible agresión con abandono, ¿recuerda que usted denunció ese incidente hace dos días?

—Ah, coño... —exhalo, dejándome caer otra vez hacia atrás. No creí tener que pensar otra vez en esta mierda. Se supone que no nos habían hecho caso, ¿verdad? Maldita eficiencia que tiene la justicia cuando quiere.

—¿Señorita Song?

—Sí, sí... ¿qué pasa con eso?

—Pues verá, la llamaba porque el informe que dejó el policía que las entrevistó es corto y... vago, y eso siendo muy amable —dice por lo bajini, como si se estuviera conteniéndose de soltar algo peor—; pues dado a la... deficiencia del informe, me gustaría poder reunirme con usted y las otras dos chicas que presentaron la denuncia, si no es molestia, claro.

—¿Pero para qué? —suelto, dejándome vencer por el sueño ahora que estoy otra vez cómoda entre mi almohada, mi edredón, mis mantitas...

—Para hacerles unas preguntas que, espero, puedan ayudarme a esclarecer un poco todo este asunto... No es la primera vez que recibimos un aviso de este tipo en el que después no se encuentra nada, y creo que gracias a ustedes, empiezo a tener algo así como un patrón.

—¿Un patrón? —inquiero descolocada—. ¿Como los de barco?

—¿D-disculpe? No, no, nada de eso... Me refería a...

—Ya lo sé, hombre —murmuro sonriente—, ya que me ha despertado a las ocho de la mañana tenía que tomarle un poco el pelo, no se lo tome mal.

El silencio del inspector me hace saber que no debe ser un tío con un sentido del humor muy desarrollado, y transcurrido un rato (en el que se le habrá pasado el choque de que me haya quedado con él), vuelve a hablar.

—¿Podría usted quedar conmigo mañana por la misma zona en que reportaron el delito?

—Podría, supongo... ¿qué han dicho mis amigas?

—Aún no he contactado con ellas, es usted la primera a la que llamo.

—Muchas gracias —digo sinceramente, satisfecha por ser la primera con la que hablan para variar. El pobre hombre tampoco me entiende—. ¿A qué hora?

—¿Sobre las nueve?

—Ufffffff... sobre las... ¿diez y media mejor?

—Es que... a esa hora ya debo estar en mi puesto y...

—Vale, vale, a las nueve entonces —acepto a regañadientes—. Pues hasta mañana, señor inspector —me dirijo a él, con cierta coña, antes de colgar y pegar mi cara a la almohada.

Lo malo es que cuando lo hago me doy cuenta de que todavía huele un poco al perfume de Yoongi; él es muy neutral para casi todo, pero su perfume huele suave y masculino. Me recuerda al mar... Los ojos se me abren solos cuando entiendo que esto es un paso atrás.

Tiro la almohada al otro extremo de la habitación para apartar la tentación, lo que me deja sin punto de apoyo para la cabeza. Ahora estoy con las bragas puestas, sin almohada y despierta un lunes a las ocho y siete de la mañana. No me gusta nada esta vida pos-Yoongi que estoy viviendo.

Pero ya que estoy, supongo que tendré que cumplir con lo que le prometí a Nam, así que tocará levantarse e ir al curro, ¿no? Si no quiero que me eche a patadas del estudio, supongo que es lo más inteligente, aunque sea lo que menos me apetece.




Parezco otra; madre mía, qué formal, que elegante, que reina estoy hecha.

Mi melena larga, y enmarañada normalmente, está recogida en una pulcra coleta de caballo, y aunque no he podido evitar del todo el negro en mi atuendo (porque lo quiero más que a mi vida), sí que lo he combinado de una forma mucho más acertada que normalmente; unos pantalones rectos, una camisa blanca (demasiado entallada en las tetas), y unas deportivas también blancas. Tampoco es que parezca una ejecutiva, pero es un paso enorme con respeto a mi habitual atuendo de yonqui posruptura.

No es que quiera cambiar mi estilo a estas alturas —porque es imposible y me niego a salir de mi zona de confort—, pero sí que espero que Namjoon pille que voy en serio con eso de ser más responsable y formal. Que voy a volver a tomarme en serio el trabajo, el aprendizaje y todo en general.

Me tomo unos segundos para adecentarme tras el viaje en metro y miro mi reflejo en la cristalera de entrada por la que se divisa el pequeño invernadero; como pensaba, tengo un aspecto muy profesional. Bien, bien... Si ya tuviera mi tableta encima, sería lo más de lo más, pero como la he perdido junto con el resto de cosas que tenía en la mochila, va a tocar llorarle a algún compañero para que me deje la suya si tengo que crear un diseño de última hora para algún cliente.

Esto me deja en una posición un poco incómoda, porque no me relaciono mínimamente con ninguno de los otros aprendices. Me parecen aburridos y demasiado aplicados —lo que me deja mal en comparación—. Cuando entré aquí, éramos cinco tíos y yo, y ahora solo quedan tres de los cinco de antes, otro relativamente nuevo, una chica y yo. Y aunque llevo conociendo a esos tres desde hace más de un año, no he cruzado más de cuatro palabras seguidas con ellos. La tía, por otro lado, me cae fatal... Bueno, tampoco fatal, pero está en mi naturaleza no fiarme de un tatuador que no lleva tatuajes; no sé por qué, pero es una manía pegada a mi córtex frontal y no puedo quitármela.

Es bastante fácil adivinar que, llegados a este punto, mi única opción es el aprendiz que lleva poco más de dos meses con nosotros. No es de extrañar (conociendo mis manías) que también tenga un problema con ese chaval, pero, en este caso, todos aquí lo tenemos menos Namjoon, porque el tío es raro. ¿Quién soy yo para juzgar las peculiaridades de nadie? Seguramente la menos indicada, sí, pero es que el chaval es raro de verdad... raro raro. Es de lo más siniestro, él y su trabajo. Incluso he tenido pesadillas con los dibujos que hace...

Pinta caras que ni Picasso aprobaría, con eso lo digo todo.

Dejando eso de lado, el chico parece inofensivo, y por lo menos no es el típico machote de tatuajes en el pecho y evidente complejo de sobrecompensación (seguramente por tener el pene pequeño) que sufren mis demás compañeros, cosa que inmediatamente le convierte en mi primer candidato para mendigar una tableta gráfica hasta que pueda comprarme otra; que, al ritmo de trabajo que llevo, será dentro de siete años y diez meses.

En cuanto entro, Nam me mira de arriba abajo sin tener idea de qué pretendo al venir tan formalita a trabajar.

—¿Cuál es el truco? —me pregunta sonriente.

—No hay truco, lo que ves es lo que hay: soy una mujer profesional y trabajadora a partir de hoy mismo.

—Mmmm, y lo de tener los botones abiertos en el canalillo es para atraer más clientela, ¿no?

Efectivamente, la pobre camisa no ha podido aguantar la presión y se abre a la altura en que mis pechos se juntan como si quisieran darse un besito el uno al otro; ya decía yo que notaba más miradas de lo normal en el metro. Aunque ese es el hábitat natural de los pervertidos, por lo que no he querido darle importancia. Me abrocho la camisa, rodando los ojos mientras Namjoon se parte de risa, y voy a mi estudio.

Una cosa buena (la única que me pasa desde hace semanas) es que tengo la costumbre de llevar las llaves enganchadas al pantalón, lo que ha evitado que a la tragedia de perder la mochila se una también la de tener que sacar copia a todas mis llaves.

Mi pequeño estudio me recibe con los brazos abiertos; las paredes, pintadas de violeta oscuro y llenas de diseños en hojas recortadas de manera desigual me hacen sentir en casa; todas mis tintas se agrupan en un pequeño armario metálico lleno de pegatinas de distintos estudios de tatuaje; la camilla ocupa el centro de la estancia y mi taburete negro la acompaña justo al lado. Todo sigue como lo dejé, perfecto. Me tiro al equipo de sonido por costumbre, y la canción que venía escuchando de camino suena por los altavoces.

Nam me ha dicho de pasada que mis clientes (esos que tuvo que atrasar por el asuntito de tener que llamar a la poli con mis amigas) están citados para esta tarde, y como no tengo naaaaada que hacer hasta dentro de unas tres horas y cuarto, empiezo a plantearme para qué cojones he venido aquí.

Si por lo menos pudiera dibujar...

Me giro en el taburete, haciéndome con una piruleta del primer cajón del armarito, y miro la puerta.

Podría intentarlo, ¿no?

Tampoco es que tenga nada mejor que hacer...

Tras coger otra piruleta y guardármela en el bolsillo del pantalón, salgo de mi estudio a hurtadillas, caminando hacia la tercera puerta en el lado izquierdo del pasillo; una vez frente a esta, levanto el puño y... vuelvo a bajarlo. ¿De verdad le voy a hablar por primera vez a ese chaval solo para pedirle un favor? Es eso, o esperar tres horas haciendo pompas de saliva...

Me decido, doy un par de toques a la puerta y antes de que dé el tercero, esta se abre y un chico con ojos abiertos de par en par y mirada perdida me recibe desde dentro; sí, el chaval es de lo más raro.

—¿Qué pasa? ¿Por qué llamas? —pregunta muy rápido.

—Quería saber si podrías hacerme un favor —suelto directamente; mejor ir a matar.

—¿Quieres que te tatúe? Me muero de ganas por tatuar a alguien; como soy nuevo aquí no me piden muchos clientes. —Antes de poder decirle que ni de coña pienso dejar que se acerque a mi preciada piel, el chico (no me acuerdo de cómo se llamaba) tira de mi brazo y me deja dentro de la sala.

Sus paredes, al igual que las mías, están llenas de sus diseños: caras que asustan, animales que asustan y paisajes que, oh, sorpresa, asustan todavía más. Además, él no parece regirse en absoluto por los márgenes que da el papel, porque las paredes también están pintarrajeadas.

Me fijo sin querer en que en su chaqueta, colgada sobre una elegante silla victoriana, también tiene algo pintado detrás: otra cara; una de ojos extraños y sonrisa inquietante.

—Siéntate, por favor —me ofrece sonriente, señalando un sofá de color malva en el que no había reparado. ¿Por qué este tío tiene sofá y yo no?—. ¿Has pensado en algo? ¿Quieres usar uno de mis diseños o te preparo otra cosa?

—O-oye, no es por desilusionarte, pero no vengo a que me tatúes nada...

—¿Ah, no? —cuestiona desinflado; su espalda erguida se curva al tiempo que deja escapar una exhalación, y su expresión abatida me hace saber que este chico no puede tener más de veinte años—. ¿Y qué haces aquí entonces?

—Venía a pedirte un favor, ya te lo he dicho...

—¿Qué favor? —Al tiempo que pregunta, se da la vuelta para ir hacia su mesa de dibujo (cosa que yo tampoco tengo en mi estudio) y se sienta sin volver a mirarme.

—He perdido mi tableta gráfica y quería saber si podrías dejarme la tuya.

El chaval se gira soltando un murmuro y me mira de arriba abajo un par de veces; no sé qué estará haciendo, pero el escaner que me ha hecho debe haber salido bien, porque asiente despreocupado.

—Te la dejo por hoy si eres capaz de decirme cómo me llamo.

—¿Eh?

—Llevo aquí tres meses... te sabrás mi nombre, ¿no?

En realidad, cuando me he referido a él lo he hecho siempre por el nombre de Picasso, y nunca directamente... ha sido más bien para cotillear con mis amigas, lo que hace que su pregunta me joda un poco, porque me aleja estrepitosamente de lo que quería.

—¿Cómo me llamo yo? —pregunto llena de confianza.

—Song Sonje.

Hijo de puta.

Lo de que se sepa mi nombre me deja en mala posición, sin duda. Me devano los sesos por recordar el momento en que Namjoon lo trajo aquí, pero lo único que recuerdo es haber pensado que el chaval era guapísimo y que me hacía gracia el diminuto tatuaje del par de caritas (sonriente y triste) que tiene bajo el ojo izquierdo.

—Kim algo —exhalo de repente, teniendo una revelación divina; el moreno sonríe: voy bien—. Era algo como... ¿Minhyun?

—Frío.

—¿Hyunmin?

—Gééééélido.

—Ta... T-te... —Voy tanteando, a ver si me acerco. El chaval se da un toquecito en la punta de la nariz que me tomo como buena señal—. ¿Taemin?

—¿De dónde te sacas el "min" todo el rato? No hay ningún min en mi nombre —espeta cruzado de brazos.

Chasqueo la lengua, subiendo las piernas al sofá para cruzarlas una bajo la otra; no era la idea que tenía al venir aquí, pero esto de las adivinanzas no está tan mal.

—Lo saco de que mi ex se apellida Min y lo tengo incrustado en la cabeza —explico concentrada—, dame alguna pista, va.

—Mi nombre no es Picasso —suelta alzando las cejas. Se habrá enterado del mote, vaya, qué tragedia más grande. Ruedo los ojos para hacerle saber que eso no es ninguna pista, y el chico sonríe de una forma muy graciosa de ver—. Ibas bien antes: empieza por la te.

—Mmmmm. No era ta —murmuro para mí—, sonaba como más abierto... ¿Tae...?

—Sí, sí, vas bien —me anima emocionado—. Si lo unes con lo de antes...

—¿Taemin?

—¡Qué no! ¡Qué eso ya lo has dicho! —se queja enfurruñado.

—¡Taehyung! —exclamo por descarte.

—¡Exacto!

—¡Min Taehyung! —descifro finalmente.

—¡Min no! ¡Deja ya el Min!

—¡Kim Taehyung! —grito emocionada, saltando del sofá al haber acertado. El chico asiente muy rápido mientras suelta una risa grave, como un rumor.

—Te ha costado tres meses saberte mi nombre, pero no está mal. —Estaba a punto de soltar un gracias condescendiente, porque he acertado prácticamente sin ayuda, pero el chico se me adelanta—. Ahora que sabes mi nombre, ¿me dejas que te tatúe?

—Que no me voy a tatuar nada —niego confusa—, he venido aquí a por la tableta y ya.

—Pero soy muy bueno, mira, mira, ven —me pide, reiterando su invitación con ambas manos, que me empujan a ir hacia la mesa en la que está.

Me acerco a ella soltando un suspiro y el chico se da toda la prisa del mundo en enseñarme fotos de sus trabajos en la pantalla de su móvil. A ver, aunque sus dibujos den miedo, la técnica en sí no está mal. Líneas rectas y cuidadas, colores proporcionados y bien distribuidos, sombras... más o menos decentes. No está mal para un novatillo, pero no es lo suficientemente bueno para mí; no todavía por lo menos.

—Está bien, pero te queda un montón para que me planteé siquiera que me hagas un puntito. —Mi sinceridad es mi cruz, lo sé, y por la cara de desilusión del pobre chico, entiendo que acabo de joderle con ella—. No te lo tomes a mal... Eres muy joven y acabas de empezar, de aquí a un par de años quizás estoy deseando que me tatúes.

—¿Pero cuántos años tienes tú? Creo que tenemos más o menos la misma edad, ¿no?

—Veinticuatro, ¿tú?

—Veintitrés. —Me he alejado solo tres años de la valoración inicial, no está mal—. ¿Te puedo llamar noona?

Joder, aquí Picasso es directo con ganas.

—Ehhhh... mejor no —niego, incorporándome otra vez.

—¿Por qué?

—No nos conocemos tanto como para eso.

—Claro que sí —rebate—. Yo me sé tu nombre y tú el mío; nos conocemos de sobra.

¿Pero y esto a qué viene? Yo solo quería que me dejase su tableta.

No tengo idea de cómo podría encauzar esta conversación para sacarle lo que quiero, porque este chico me descoloca muchísimo y me arrastra sin que me dé cuenta a su propio terreno; gracias a que la puerta de su estudio se abre de repente tras unos rápidos golpes, no tengo que pararme a pensar cómo podía insistir. Namjoon nos mira a ambos, extrañado, y tras un gruñidito raro, dirige sus ojos únicamente a mí.

—Ya creía que te habías largado sin que te viese.

—¿Por dónde quieres que me escape? Si la ventana que tengo es enana y además tú estás todo el rato en la entrada —razono confusa.

—Pues me parecía más probable eso que encontrarte hablando con alguien —No es culpa mía ser antisocial, es que la gente es gilipollas... aunque el chico este no parece estar mal del todo—. Tienes un cliente.

—¿Ya? —pregunto extrañada, llevando mi mano al bolsillo del pantalón para intentar comprender cómo han pasado tres horas.

—No es de los que tenías en agenda; se ha pasado expresamente por ti, y como no tienes a nadie hasta dentro de un buen rato supuse que estaría bien.

—Lo está, supongo —murmuro extrañada—, pero, Nam, he perdido la tablet y...

—Yo le voy a dejar la mía —termina el chico a mi espalda en mi lugar. Cuando me giro para mirarle veo que extiende un ipad en mi dirección, el cual cojo llena de agradecimiento; habría quedado fatal con Namjoon si pierdo un cliente nada más empezar mi faceta de chica responsable.

—Todo bien entonces, a currar los dos.

Como bien ha dejado claro la pequeña palmada que ha dado sobre la puerta, es momento de que comience mi día de trabajo, y antes de salir pitando a recibir a mi cliente, saco esa otra cosa que llevaba en el bolsillo del pantalón y se la tiendo a Taehyung. El chico coge la piruleta un poco descolocado, pero sonríe en cuanto me despido fugazmente para ir a mi cuarto.

La música me recibe cuando entro, porque se me había olvidado apagar el equipo antes de salir, y no es lo único que lo hace: una figura alta (sobre el metro ochenta, supongo) y de pelo negro me da la espalda, mirando mis dibujos con interés.

—Hola, bienvenido —saludo para llamar su atención. Creía que no me había mirado porque la música no le había dejado escuchar que entraba, pero no es eso, porque sigue embobado mirando los dibujos—. Has pedido cita conmigo ahora mismo, ¿no?

—¿Eres Song Sonje?

—Sep —coincido mientras me acerco al equipo de sonido para bajar el volumen—, me puedes llamar Sonie si quieres, es algo así como mi nombre artístico. —El chico emite un murmuro que será de aceptación, y aquí paradita tras su espalda espero pacientemente a que se gire... cosa que no hace, ni parece tener intención de hacer; hay clientes de lo más raritos—. ¿Tenías pensado algo en particular? Si te gusta alguno de los dibujos que ves por aquí tooodos están disponibles para tatuaje.

—En realidad ya tengo algo en mente —declara tranquilo.

—¿Y eso es...?

—Un tigre; uno rodeado de nubes rojas y con una luna creciente detrás —especifica.

Mientras me siento en mi taburete y enciendo el portátil, mi ceño se arruga solo; lo hace únicamente porque esa descripción me suena mucho. Tardo siglos en hilar de qué mientras miro la espalda de mi cliente; el chico lleva un pantalón de chándal gris y una camiseta morada de lo más ancha... Su pelo está enmarañado y le llega casi hasta los hombros; me da la sensación de que se ha confundido de sitio, pero se sabe mi nombre, así que supongo que estoy equivocada.

—Juraría que... tengo algo muy parecido, pero no se dónde —declaro dubitativa. Todo lo que ha dicho me suena, pero no soy capaz de saber si de verdad lo he hecho o no porque la gran mayoría de mis diseños estaban en mi tableta, y mi tableta estaba en...

Un pequeño ruido me hace levantar la vista del portátil, y me encuentro con que lo que ha provocado ese sonido sordo es, ni más ni menos que mi mochila. Podría intentar descifrar el porqué de todo esto si no fuera porque creo que ya lo pillo... Creo que entiendo que ese chico que se gira hasta estar de cara a mí y que abandona mi mochila en la mesa de trabajo donde tengo las máquinas... es... El Coloso. Sus cejas contraídas y sus ojos negros, pero a la vez encendidos como las llamas del infierno, me dicen eso, al menos.

Me levanto de un salto que manda mi taburete a tomar por culo y doy un solo paso hacia atrás antes de que el chico niegue con la cabeza una única vez; supongo que me avisa de que no debería salir corriendo, pero ¿qué quiere que haga? ¿Que me quede aquí para que me pueda estrangular?

—Tranquila —me dice con tono sosegado—, no te voy a hacer daño, solo quiero que hablemos.

Ya, claro, que hablemos de qué forma prefiero morir.

Doy otro paso hacia atrás y sus cejas se contraen más todavía... a este paso infarto.

—No te me acerques —advierto en un hilo de voz; el coloso pasa de mi aviso y de mi culo, porque camina resuelto hacia mí mucho más rápido de lo que yo consigo alejarme de él.

Y cuando acelero la retirada lo más que me dejan mis piernas temblorosas, su mano derecha se estira del todo, dando una pequeña palmada sobre mi puerta para mantenerla cerrada. Ahora, la amenaza del coloso es más real que nunca, porque su cercanía me deja saber que me saca una cabeza, que no es que su ropa ancha le haga parecer grande, sino que de verdad ES grande; y que la manga de su camiseta se haya ido hacia atrás por culpa de que estire la mano me deja ver un antebrazo demasiado tensado. Solo el surco de sus venas hinchadas es visible... Eso y... mogollón de tatuajes. ¿Debería estar pensando en eso ahora mismo? Pues no, pero es formación profesional y no puedo evitar haberlos mirado aunque sea por un fugaz momento. Lo que de verdad debería preocuparme no es el estilo que prefiera ese chico para llenarse la piel de tinta, sino la fuerza que me dice que tiene ese antebrazo... Con una hostia me mata.

—¿Podemos hablar ahora? —pregunta un poco más agitado que antes. No parece estar muy acostumbrado a acorralar a tías contra puertas ni nada de eso, porque le veo nervioso; no tanto como lo estoy yo, pero supongo que algo.

Si grito, Nam vendrá en un santiamén, pero... ya tengo un historial demasiado extenso de esta clase de problemas, y no necesito que piense que nada de esto se debe a otro ligue problemático. Cuando lo dejé con Yoongi, Namjoon me dejó claro como el agua que no quería que hubiera líos con esa clase de chicos y... este tío aquí presente es la viva representación de la clase de chicos a la que se refiere Namjoon.

—¿D-de qué vamos a hablar? Si es por lo del otro día... no... no sé qué te piensas que pasó, pero solo intentábamos escapar; nos acorralasteis y nos asustamos —susurro, manteniendo la fachada lo más que puedo.

—Pasó que me machacaste las pelotas —me contradice; la mueca arrugada que pongo no hace sino confirmar que sí que fui yo la que lo hizo—. De todas formas... no he venido por eso —exhala, relamiéndose los labios—, necesito que hagas una cosa y te dejo tranquila para siempre.

¿Y ya está?

Seré de lo más desconfiada, pero no me puedo creer a un tío que me ha perseguido en un callejón oscuro, que me ha perseguido en el metro y que ha acabado por encontrarme en mi trabajo por culpa de que se me cayó la mochila con toda clase de información privada acerca de mi profesión... y de dónde la ejerzo.

Lo más inteligente ahora mismo sería seguirle la corriente, y eso pienso hacer, aunque lo que me pida sea que dé una voltereta hacia atrás, juro que pienso intentarlo si con eso salgo ilesa de esta sala.

—¿Qué necesitas que haga? —pregunto un poco reticente.

—Quitad la denuncia —explica muy rápido—, decid que estabais borrachas y que no sabéis lo que visteis o algo así.

—¿Cómo sabes tú que hemos puesto una denuncia? —La curiosidad me sale sola, pero es de lo más raro que sepa algo así.

La expresión de sus ojos, por un momento, consigue dejarme boquiabierta. Ha sido un segundito de nada, pero sus cejas se han relajado y sus párpados se han abierto de más; debe ser por culpa de la tensión que siento ahora mismo, pero era como si el coloso pareciese otra persona por ese simple gesto.

—Da igual cómo lo sepa, el caso es que lo sé y ya... así que...

—No, en serio: ¿cómo? —repongo sin pensar—. Esas cosas son privadas, ¿no? Se supone que no se pueden filtrar... ¿O es que te estabas tirando un farol y no lo sabías y yo acabo de confirmártelo?

—Sí que lo sabía, no era ningún farol —desmiente ceñudo.

—¿Seguro? —pongo en duda, alzando una ceja—. ¿Y de qué es la denuncia?

—Presunta agresión con... —su frase se corta y echa la vista a la puerta tras de mí; parece de lo más concentrado, pero no logra dar con lo que quiere.

—Abandono —completo por él, consiguiendo que asienta y relaje un poco su expresión—. No podemos quitar la denuncia.

—Me parece que no estás entendiendo esto bien —murmura ofuscado—, no es un consejo, es una orden. —Su cara se descompone cuando me sale una pequeña sonrisa, pero es que ha sonado muy de película y me ha hecho gracia—. No deberías tomarte esto a broma; si no me haces caso a mí vendrá otra gente... Gente mucho peor que yo.

El chico me impone bastante, no voy a mentir, y la situación me asusta, pero... su amenaza no lo hace tanto. A parte de que parece soltarla sin confianza alguna, lo que el chico no sabe es que no es el único en tener contactos; una de las cosas buenas que tiene trabajar aquí es la seguridad. Namjoon tiene "amigos" que me pueden ser de lo más útil si lo que dice este chico llegara a ser verdad.

—Aunque pudiera retirar la denuncia, soy solo una... Mis amigas no van a querer hacerlo —explico pausadamente, para que entienda que no pretendo cabrearle, si no decirle un hecho latente.

—Pues las convences.

—Claro, qué fácil; tirasteis a un tío medio muerto a la calle y después nos perseguisteis, ¿de verdad te crees que mis amigas van a dejar pasar eso por mucho que yo les diga?

—Siempre hay otra opción —murmura, y una pequeña sonrisa torcida asoma de su comisura izquierda, que tengo demasiado cerca... y que me parece demasiado siniestra ahora mismo—, alguien como yo puede hablar con tus amigas y convencerlas si tú no eres capaz...

—¿Me estás amenazando otra vez?

—Solo soy sincero: es lo que va a pasar, te estoy avisando para que lo arregles antes de que la cosa se ponga más fea de lo que está.

Las palabras del chico no parecen ir en broma para nada. Tampoco creo que esté exagerando ni fanfarroneando; en su expresión (además del cabreo y del resentimiento, supongo que por mi patadita a sus huevos) puedo ver completa sinceridad... y algo de preocupación. Esta situación no parece gustarle del todo, pero menos me gusta a mí, que soy el blanco de su amenaza.

—L-lo puedo intentar... pero no sé si van a querer retirar la denuncia —me sincero, escuchando su suspiro y sintiéndolo impactar justamente en el puente de mi nariz.

—No lo intentes: hazlo. Creeme cuando te digo que cuanto antes os quitéis del medio, mejor para vosotras.

—¿Por qué? —pregunto intrigada—. ¿Qué le hicisteis a ese chico?

—Eso no es cosa tuya —rebate, relajando su mano hasta que vuelve a su costado—, deja ya de meter las narices en esto, es justamente lo contrario a lo que te he dicho que hagas.

—Entonces... ¿el chico ese...?

—No preguntes —me advierte, volviendo a una pose amenazante. Me había confiado porque su gesto era mucho más relajado que antes, pero vuelve a inflarse otra vez, y yo, en respuesta, me pego del todo a la puerta—. No quiero tener que volver por aquí, ¿me explico? —Asiento—. ¿Qué vas a hacer con tus amigas?

—¿C-convencerlas?

—¿Y la denuncia?

—Retirarla.

—Vale... bien —exhala, apartándose otra vez de mí—. Si para cuando termine la semana está todo olvidado, mejor que mejor; para ti y para mí.

—Claro... —admito nerviosa. El moreno se me queda plantado en frente, y no entiendo qué hace ahí parado mirándome hasta que señala brevemente la puerta a mi espalda; la que bloqueo sin querer con mi cuerpo congelado. Me echo a un lado para que se vaya de una vez, pero, de inmediato, caigo en algo inoportuno—. E-espera: no te puedes ir sin que te haga nada... mi jefe me va a echar la bronca.

—¿Sin que me hagas el qué?

—Un tatuaje, ya sabes —explico, señalando a mi alrededor. El moreno parpadea muchísimo; debe creer que estoy de coña, y normal que lo piense, porque hay que ser muy imbécil para preocuparse por algo así estando metida en este lío.

—¿Pretendes que...? ¿Quieres tatuar a un tío que acaba de amenazarte?

—Un cliente es un cliente —expongo muy seria.

Aunque las cejas del chico siguen tan contraídas como desde que llegó, creo que lo que tratan de retratar ahora es pura confusión, porque sus ojos oscuros no tienen ese brillo demoníaco que mostraban antes, ahora tienen un reflejo más redondo y relajado.

—Lo siento, pero... no he venido para eso...

El chico abre la puerta rápidamente y se pierde tras ella, así que le sigo para insistir una última vez.

—Ya que has venido a joderme por lo menos deja que te haga algo, que me van a echar si no...

No creo que mi desgracia le importe, porque aprieta el paso hasta llegar a la recepción; se despide y todo de Namjoon con un pequeño "adiós" y un "gracias" y acabo por perderle de vista cuando la puerta se cierra tras su espalda gigantesca.

Nam vendrá a preguntarme qué ha pasado con ese cliente que tenía taaantas ganas de tener cita conmigo, y tendré que inventarme que me ha pedido un diseño o qué sé yo para que no empiece con el sermón de tomarme esto en serio. No me gusta mentirle, pero creo que la verdad es mucho más perturbadora que eso.

Espero poder convencer a Hye y a Misu de que retiremos la puñetera denuncia antes de comprobar si lo que decía el coloso era verdad o no, y deseo creer que, si consigo que me hagan caso, todo este asunto se me habrá olvidado en unos días y quedará como una simple anécdota más...

¿Y por qué tengo la mala sensación de que no va a ser así?



---

Bueno, here I am again...

Dije que subiría el capítulo antes de fecha porque se me piró hacerlo con el anterior, pues bien, aquí estoy cumpliendo. ¿Que lo he subido solo dos días antes de que tocase realmente? Pues sí, pero es antes de fecha igualmente. Los tecnicismos siempre de mi parte.

Primero de todo, ¿qué tal el capi? ¿Qué opináis de Picasso, el coloso y, ya puestos, de la misma Sonie? ¿Qué impresión os están dando los personajes? ¿Por dónde creéis que van los tiros?

Ya lo he dicho a estas alturas por todas partes ("por todas partes"= únicamente en twitter, pero bueno, una es exagerada, disculpen), pero esta historia me tiene cada vez más y más enganchada. Espero que alguien más a parte de mí misma pueda disfrutar tantísimo de ella.

Espero que os haya gustado mucho y nos vemos prontito, amores.

Py! <3

---

Continue Reading

You'll Also Like

4.6M 415K 60
Hurs Waldorf, la bestia, como muchos lo llaman no es mas que un peleador salvaje y regenteador de un casino para el que no hay más futuro que envejec...
511K 52.2K 131
La verdad esta idea es pervertida al comienzo, pero si le ves más a fondo en vastante tierno más que perverso. nop, no hay Lemon, ecchi obviamente, p...
11.4K 656 16
Eres una chica de 17 años con el sueño de bailar con artistas mundiales.
7K 225 36
Cansado de la soledad, toma una decisión, pero no sabía que su vida iba a cambiar tanto.