Red - [La Orden Sangrienta]

By LDasilva27

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[LIBRO 1] No respires cerca de él. No lo mires a los ojos. No le preguntes por su collar. No busques las razo... More

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36 - Primera parte
36 - Segunda parte
36 - Tercera parte
Epílogo
Agradecimientos
Extra #1
Extra #2
Extra #3
¡Anuncio de celebración! 09/12

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By LDasilva27

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La fría noche nos recibió al pisar la acera de aquella transitada calle. Kislev me arrastró como un muñeco de trapo por todo el camino hasta que un coche negro se hizo visible junto a una farola con luz opaca. Seguramente el reloj marcó más de las once de noche, una hora gélida donde pocas personas caminaban por la calle con cigarrillos en los labios, mientras, yo veía cómo Kislev abría la maletera de ese coche y sacaba una gran sudadera.

—Ponte eso—me la tiró, la agarré de milagro con mala cara—. Rápido.

—No hace falta, estoy bien así.

—Vellty—alargó mi nombre sonando amenazador.

—Kislev—imité su acción, sin embargo la mirada asesina que dirigió me hizo cambiar de opinión y a regañadientes seguí su orden—. ¿Feliz?

—Algo—sonrió como un niño satisfecho.

—Capullo—blanquee los ojos—. ¿Qué esperas para hablar? ¿Qué ha pasado con Preston?

—¿Qué hacías allí dentro?—preguntó él haciendo a un lado mis palabras.

Fruncí mis cejas.

—No te debo explicaciones.

—Vellty—se acercó, intimidando a la personita dentro de mí—. ¿Qué hacías en ese lugar?

Silencio de mi parte, no hice más que verlo con una ceja elevada.

—Espero respuestas, niña.

Abrí y cerré la boca para decir algo, pero mi vena en la sien se marcó abriendo paso a la molestia.

—¿Pero quién te crees que eres, eh? Te desapareces por días y llegas de la nada exigiendo como un psicópata para que venga contigo a hablar de Preston y no haces más que preguntar estupideces.

Y era la realidad. No había visto a Kislev desde la noche de la carta, fui a la cabaña en varias ocasiones y no salió nadie, como si se fuese esfumado de la faz de la tierra.

Él no estuvo. Por días.

Tantas veces que me maté la cabeza por  querer hablar con alguien, ese alguien quería que fuera él. Sin importar su actitud de mierda. Quería hablar con Kislev.

—Estuve buscando soluciones, Vellty—por un momento pareció dolido, pero se recompuso al instante—, las sigo buscando.

—¡Pues sigue en lo tuyo!—mi tono era algo elevando, y cuando decidí caminar de regreso al antro, Kislev me lo impidió.

—¿Qué hacías allí dentro... bailando con ese?

Esto era inaudito.

Primero lo miré, seriamente; Kislev se veía igual de serio, aun más con ese traje elegante y cabello grisáceo.

Cabellos locos.

Luego comencé a reír de forma estruendosa, las carcajadas saliendo solas de mi garganta, como algo natural de la vida. No podía parar de hacerlo, me reía como psicópata.

—¿Tú...?—más carcajadas—... ¿estás celoso?

El chico se tensó notablemente frunciendo el ceño, sus labios se abrieron un poco, y apartó la mirada en un triste intento de evasión.

—No cambies el tema—masculló—. Solo contesta y ya. Luego te puedes largar.

—Que sopresa la de América—reí, esta vez, con ironía—. Me puedo largar ahora mismo si me apetece, y... oh mira, sí me apetece. Adiós.

En mi cabeza planeaba una salida victoriosa; caminando como si el mundo lo tuviera en las manos y volviendo con los chicos para seguir consumiendo alcohol hasta volvernos unas cubas.

Claro está que no pasó así.

Kislev se interpuso en el camino y envolvió mi cuerpo con sus brazos, me dejó inmóvil mientras sonreía a escasos centímetros de mi rostro. Mis ojos se abrieron como platos cuando se acercó mucho más. Dejando el espacio personal en segundo plano y atrapando mis labios en un beso intenso. Quedé vuelta piedra un momento, confundida por Kislev y su comportamiento, pero no pensé más y me dejé llevar por ese ritmo salvaje que tanto me gustó desde el primer momento.

Un doloroso gusto pecaminoso, con pequeñas mordidas que me volvían loca. Aun más.

Y cuando se separó, sentí los labios húmedos y palpitantes.

—¿Por qué bailabas de esa forma con aquel imbécil?—volvió a preguntar.

Blanquee los ojos.

—Kislev—suspiré notablemente—. Ese imbécil como tu lo llamas, es mi amigo, y si bailé con él fue porque me divertía. Los amigos se divierten. Y te repito; no te debo explicaciones.

Gruñó por lo último, pero me liberó de sus brazos.

—Bien, ya te puedes largar—caminó hasta el coche y se apoyó de espaldas a él.

—Eres tan raro.

—Me lo dicen mucho—una sonrisa ladina se marcó en sus labios—. Raro. Psicópata. Neurótico. Loco. Fenómeno.

Pronunció cada palabra como si no le afectara, seguro estaba acostumbrado a ello. Pero yo... me sentí mal por su causa.

—Mierda, ahora me siento como una...

Me quedé callada cuando la escena cruzó justo en mis narices.

—¿Qué?—alzó una ceja confundido.

—En el callejón—señalé detrás de él—. Debemos ir.

Kislev no cambió su cara de confusión.

—Hay alguien en peligro—expliqué con voz desesperada.

—¿Y?

—Vamos a ayudarle.

—¿Me estas jodiendo?—rió cómo si tuviera al payaso del circo justo al frente.

—¿Te crees que tengo ánimos de joderte?—bufé—. Si tu empatía no da para ayudar a una persona que posiblemente esta siendo despellejada ahora mismo, lo comprendo, pero que no me quieras acompañar es otra voz.

El chico entrecerró los ojos. Analizando mis palabras.

—Ocurrente y malcriada—asintió lentamente—. Andando.

Observó cada esquina de la calle antes de cruzar e ir en dirección al callejón, yo más atrás, le seguí.

Bretwood se conocía por ser un pequeño pero avanzado pueblo, así cómo abundaba el dinero y la buena vida entre las sociedades, también existía una reducida parte que contribuía a los escasos delitos. Eso quedó claro en las clases del internado, cuando el coach dictaminó que no éramos ningunos criminales, que si llegamos a robar no sería para despilfarrar en nosotros mismos, sino para dar lecciones a aquellos que se creen con el derecho de pisotear a otros.

El asqueroso callejón era un hueco para cometer bestialidades. Y, cuando Kislev y yo pusimos el primer pie dentro, la afirmación fue inédita.

Dos hombres vestidos de negro tenían acorralada a una chica que temblaba de los nervios. A pesar de la oscuridad del callejón, su rostro se mostraba contraído del pánico. Estaba presa en la cárcel del terror. Cuando uno de ellos le toqueteo la cara... mi cólera se elevó.

—Vamos, linda, si pones de tu parte todos vamos a disfrutar—murmuró uno de ellos.

—N-no... no s-se a... acerquen más—pedía ella con lágrimas en los ojos.

—Deja de llorar, estúpida—le escuché decir al otro en tono molesto—. ¿Entonces, Brett? ¿Primero tú y luego yo? ¿O los dos?

—Te hiciera los honores, hombre, pero esta chiquilla está buena—dijo el primero con su asquerosa voz—, ¿los dos?

—¡Basta! ¡No!—la chica intentó escapar, pero entre los dos la agarraron y la estrellaron contra la pared.

Me provocó correr y enterrar un cuchillo en la garganta de cada uno, no podía seguir viendo sin hacer nada. Kislev notó mis intenciones y sujetó mi hombro, pidiendo calma.

—Déjame esto a mí—susurró muy bajo.

—Pero–

Puso su dedo en mis labios.

—Tú ayudas a la chica—sentenció.

Escuché lloriqueos de parte de la chica antes de que Kislev se acercara sigilosamente a esa asquerosa burbuja donde dos hombres se encontraban apunto de abusar de un alma inocente. Se notaba de lejos que aquella chica era alguien con buenos modales, una virgen. Sino fuera visto la inocencia en su mirada cuando la metieron a la fuerza al callejón, no le fuese dicho nada a Kislev, pero ella no era cualquier zorra de carretera. Merecía ayuda.

Estuve atenta a los movimientos de Kislev, a penas salió de aquel escondite improvisado se camuflajeó entre la oscuridad. Se veía como una sombra más en la pared. Y se encontraba a menos de un metro de los hombres, los cuales, intentaban silenciar los gritos de la chica que se rehusaba a quitarse la ropa.

En tres movimientos Kislev logró liberar a la chica; envolvió su brazo derecho en el cuello de uno de los hombres, el llamado Brett, y al otro le dio una patada en el estomago. Fue tan rápido que no me di cuenta que la chica seguía llorando en el mismo sitio, no paraba de derramar lágrimas.

No dudé en llegar hasta ella para calmar sus nervios.

—N-no ¡No! Deja—no quería que me acercara, se volvió un ovillo en su lugar y siguió con las lágrimas.

Mierda.

Cuando me giré sin saber qué hacer vi a Kislev forcejeando con Brett y tratando que el otro hombre siguiera en el suelo, pero este se resistía a la fuerza de Kislev.

Doble mierda.

Busqué con la mirada algo que me pudiese servir como arma. ¿Dónde había dejado el cuchillo? Era elemental tener un cuchillo filoso en la mano siempre.

La otra escoria se levantó del suelo al momento que Brett inmovilizó a Kislev por el cuello.

—¿Quién eres tú idota?—le gruñó Brett en la oreja. Kislev puso una mueca de asco.

—Se las quiere dar de héroe—escupió el otro, luego me vieron a mí—. Mira, Brett, también tenemos a una puta con nosotros.

—Vino con el cabello de anciano, seguro—rugió Brett reteniendo con más fuerza a Kislev, quien solo blanqueó los ojos y me miró con dureza.

Me quería decir algo con la mirada, pero yo no entendía.

—Ahora tenemos a tres, Brett—sonrió el hombre acercándose a mí. Era un panzón con cara de drogadicto, provocaba tanto asco que sentí la bilis en la garganta.

—No te le acerques—advirtió Kislev intentado soltarse del agarre de Brett—¡Ni un paso más!

Y yo seguía inmóvil viendo al panzón acercarse con una sonrisa en el rostro.

—Que mal gusto tienes amigo, tu perra es horrenda—se rió, mucho más cerca de mí.

—Aléjate—di un paso atrás. Donde la chica continuaba con su llanto.

—¿Qué más vas a hacer, perra? Dudo que sirvas para algo más que dar ma...

—Oh, no me tientes—le interrumpí.

Él negó entre risas e intentó tocarme, fallando en el intento cuando me escabullí por abajo. Seguido a eso Brett gimió de dolor llevándose un cabezazo de Kislev, fue ágil y lo tiró al suelo para retorcer sus brazos.

—¡En la esquina, Danforth!—señaló Kislev un tubo metálico.

Corrí en su búsqueda sintiendo la mirada del panzón, me pisaba los talones.

Cuando agarré aquel tubo me giré encontrando la cara de la escoria cerca de mí.

—¿Que piensas hacer linda?—seguía sonriendo pese a la situación, ¿será que no veía que Kislev retorcía los brazos de Brett? Seguro se encontraba tan drogado que no le alcanzaba la vida para otras cosas.

—Mandarte al infierno—respondí igual de sonriente. Alcé el tubo metálico y puse todas mis fuerzas cuando se lo estampé en la cabeza, provocando que el sonido se esparciera por el callejón junto a los gritos de Brett y los lloriqueos de la chica.

Aquel asqueroso hombre cayó en el suelo noqueado. Le di una patada en las costillas mientras agarraba fuerzas para seguir golpeando su cabeza como si fuera una piñata y estallara en sesos dejando a su paso sangre que escurría por el tubo y el suelo.

Al ver su cuerpo inerte me erguí buscando a Kislev con urgencia. Sentía una energía correr por mis venas, emoción, una adrenalina inexplicable.

—Levántate de allí y lárgate a tu casa—escuché decir. Era él quien le hablaba a la chica que seguía vuelta un ovillo.

—Y-yo... yo..

—Creo que está en un transe—me acerqué a Kislev sacudiendo mis manos.

—Te dije que ayudaras a la chica—tomó mi rostro con sus manos llenas de sangre y me miró con el ceño fruncido—, no tenías que ponerte en peligro, Vellty.

—Kislev, igual no hubieses podido tú solo con los dos.

—¡Por supuesto que hubiese podido!

—Pues bien, igual ya están muertos—intenté alejarme.

—Te pudieron matar—acarició mis mejillas, el olor a sangre no tardó en llegar a mi nariz.

—Kislev ya está.

—Te pusiste en peligro—repitió rodeando mi cuerpo en un abrazo—. No quería ni imaginar que alguien que no fuera yo te pudiera matar.

Mis músculos se tensaron y busqué alejarme de él.

—¿Qué...?—no terminé la oración cuando noté que la chica se levantó.

—G-gracias—tartamudeó—. Voy... a llamar a la policía.

—Ni se te ocurra—la detuvo él—. Lárgate y no agradezcas, igual es culpa tuya por estar caminando a estas horas en una calle tan peligrosa, donde tantas asesinos se encuentran sueltos.

—S-si... pero–

—Nada, solo lárgate y evita crear disgustos antes de que te mate yo mismo—ni siquiera la miró cuando pronunció las palabras.

La chica bajó la cabeza viéndose intimidada y salió corriendo fuera de ese callejón.

—¿Y ahora qué?—pregunté olvidando el tema que hace unos segundos me puso los vellos de punta.

—Mi parte favorita, niña, esconder los cadáveres—sonrió malicioso y, antes de que fuera a decir nada sacó las llaves de un coche y salió del sucio callejón.




[...]




Kislev conducía por la carretera que daba a las afueras de Bretwood, una desértica calle iluminada por los faros del coche.

Me encontraba con los brazos rodeando mis piernas en el asiento del copiloto. Muy cómoda gracias a la gigante sudadera del chico.

—¿Tan lejos hay que ir para enterrar a alguien?—bostecé, teníamos horas dentro de ese coche.

—No he dicho que los fuéramos a enterrar—respondió con la vista fija en la carretera—. Además, mientras más lejos mejor, así nadie se entera de las atrocidades que cualquiera pueda hacer.

—Habló el chico experto en esto—reí.

—Si te ríes de esa forma el enojo que tengo se va a evaporar más rápido, Vellty.

—¿Vas a seguir con eso? ¡No ibas a poder con los dos, Kislev! Igual e hice algo bueno.

—Algo estúpido, querrás decir—corrigió—. Ni siquiera debíamos ayudar a esa chica en primer lugar.

—Pero si parecía inocen...

Mierda.

—Mierda—murmuró Kislev cuando, al igual que yo, escuchó los golpes de la maletera.

Hizo maniobras para desviar el coche por una carretera de tierra y poder adentrarse a un bosque mientras las ramas golpeaban los vidrios y el relieve se sentía por debajo.

Cuando logró estacionar salió del coche dando un portazo, le seguí con el corazón agitado cuando se acercó a la maletera.

Iba a decir algo, pero me pidió silencio con un simple gesto de manos. Sentía el corazón zumbando en los oídos de solo ver a Kislev acercándo su mano a la maletera.

No terminó de abrir cuando el mismo panzón que creía muerto le dio una patada a esta, la cual chocó con la cara de Kislev que se echó para atrás por el impacto.

La escoria se veía igual de asquerosa, pero con los ojos menos nublados. No tan drogado y con la cara llena de desesperación logró salir de la maletera, donde el cuerpo de Brett también se encontraba.

—¿Q-qué...?—le di un empujón al hombre y lo tiré al suelo de golpe, cayó en la tierra entre quejidos y tocó su cabeza ensangrentada.

¿Cómo podía seguir vivo?

No sabía si acabar con el panzón o ayudar a Kislev quién comenzó a limpiar la sangre que corría por su nariz.

El hombre buscó levantarse de la tierra y con las manos temblando me acerqué para agarrar su cabeza.

—¡Deja! ¡Qué coño..!—doblé su cabeza de un tirón hacia la izquierda. Un crujido se escuchó ante la muerte instantánea... y si no moría después de eso... tenía un posible pacto con Dios.

—¡Kislev!—busqué al chico con la mirada. Él regresaba del coche con un pañuelo.

—Ahora tengo muchas más ganas de quemar a esos idiotas—hizo una mueca de dolor y corrí para abrazarlo—. Umh, si me vas a abrazar así deberían pasarme este tipo de cosas siempre.

—No seas, tonto, casi me da un infarto.

—Casi—se separó de mí—Ahora vamos a ver el mundo arden.

—Sin arder en él, claro.

Sonrió.

Los próximos minutos tuve que esperar que Kislev sacara por si solo a Brett y lo juntara con el panzón en medio del bosque, en un lugar específico para que el fuego no llegara a los árboles debido a las llamas escandalosas. Sacó un bidón y los roció con gasolina, al momento que buscó un encendedor y lo tiró, haciendo del escenario un mejor espectáculo.

—Asunto resuelto—caminó hasta mi lugar para ver las llamas recostado del coche.

—¿Y ahora?—pregunté.

—Esperar para enterrar sus cuerpos, cuando ya no quede casi nada de ellos.

—No me refería a ese ahora—aclaré con voz aguda.

—Ay, niña, no juegues con fuego.

—Kislev... solo me quiero quemar en el infierno—me acerqué a él con urgencia, aun sentía una energía correr por mi cuerpo.

—En mi infierno, Vellty, te vas a quemar en mi infierno—dijo antes de atrapar mis labios con desenfreno.

Me estampó contra el coche y seguimos en una sesión de fogosos besos. Su mano llegó a la orilla de la falda que tenía por debajo de la gran sudadera y fue subiendo sus fríos dedos por mi pierna hasta llegar a mis bragas.

La piel se me puso de gallina cuando introdujo sus dedos en ellas y siguió moviendo sus labios contra los míos. Estimulando mi cuerpo para que volviera a su fase de locura.

—Hoy serás mía, Vellty—murmuró bajando entre besos por mi cuello.

Una sensación exquisita recorrió mi columna vertebral, por que ahí, cuando el cielo comenzó a tornarse claro, le entregué a Kislev cada célula de mi cuerpo.






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