Vrykolakas: La Venganza.

Od AlbenisLS

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En la noche del 23 de junio de 1992, ocurrió un horrendo crimen en una residencia de estudiantes de medicina... Viac

Sinopsis.
Ignorancia.
Ataque.
Muerte - Parte 1.
Muerte - Parte 2.
Muerte - Parte 3.
Resurrección.
Memoria.
Hambre.
Regreso.
Vanessa.
Retroceso.
Negativa.
Plan B.
Detective Samuel Moore.
Madrugada.
Red Moon Club.
Graduación.
Ella es Cat, Cat Brown.
Emboscada.
La Moura Oscura.
Aberración.
Liverpool, 1817.
Asesino.
El Verdadero Enemigo - Parte 1.
El Verdadero Enemigo - Parte 3.
Defensa.
Revelación
Diáspora.

El Verdadero Enemigo - Parte 2.

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Od AlbenisLS

Nadie notó cuando los dos supuestos expertos en balística de Hoboken junto con un veteranop detective desaparecieron en las tinieblas de una puerta que normalmente no debería estar dentro del último cubículo del baño de damas, así que cuando el últmo de los tres cerró la puerta, el constante ruido de los policías en la escena del crimen fue silenciado en su totalidad.

-No puedo ver nada.- dijo el detective Samuel Moore, quien fue el segundo en entrar en el extraño umbral del Red Moon Club. Los símbolos escritos en el marco de la puerta, según lo que había dicho Vanessa, era obra de Cat Brown, y Benjamin Preston ya podía creerlo todo en esta vida.

-Qué mala suerte, detective. Afortunadamente, Benny y yo podemos ver con exactitud todo lo que está aquí dentro; que valga decir, es asqueroso.- respondió Vanessa, cuya voz resonaba en lo que para Benjamin parecía ser una cueva o un túnel. 

Vanessa tenía razón. Benjamin podía ver cada detalle del interior de aquel lugar. No estaba nada limpio, el suelo estaba repleto de botellas, papeles y charcos de cosas que él no sabrá identificar con exactitud, pero que daba la impresión de ser excrementos con sangre y agua sucia. El túnel no medía más de dos metros de ancho, pero de no ser porque el techo se alzaba a por lo menos ocho metros por encima de ellos, el olor allí habría sido nauseabundo.

Si miraba hacia el frente, se podía distinguir a lo lejos pequeñas luces que titilaban a ritmos diferentes, como si se tratara de una especie de código morse o como si quisieran enfatizar que aquel era el camino que debían seguir.

-Vanessa, hace menos de dos horas que te conozco y la precepción que tengo de ti es que eres una criatura despreciable.- djo el detective, que se hallaba de pie, casi inmóvil. Sus ojos estaban muy abiertos, intentando absorber la mayor cantidad de luz posible.

-Ten cuidado con lo que dices, detective. Aquí en este túnel podría ser tu última morada.- le advirtió Vanessa, y fue cuando Benjamin explotó.

-¡Ya basta!- exclamó, y ambos, Samuel Moore y Vanessa Lancaster, quedaron igual de inmóviles.- Ya tuve suficiente con las idioteces que se dicen ambos. No puedo creer que en menos de dos horas se odien a muerte, tanto o más como Cat Brown nos odia a los tres. Porque sí, desde que el detective dijo que había escuchado el nombre de esa loca mujer en relación al asesinato de su esposa, no he dejado de pensar en que los tres tenemos algo en común: Ella nos ha quitado algo.-

Benjamin habría querido decir 'alguien', pero no quería que Vanessa o el detective supieran su pasado, su oscuro pasado que cada vez que venía a su memoria parecía venir con mayor lucidez.

-Bien, oficialmente le pido disculpas por todo lo que he dicho. Lamento haber sido descortés, detective Moore.- dijo Vanessa, extendiendo su brazo para que el hombre le estechara la mano. Pasaron alrededor de diez segundos, pero se sintieron como horas hasta que el detective fuese recíproco con el gesto.

-Igualmente, señorita Lancaster. Me retracto de todas las ofensas que le he hecho. Si de ahora en adelante vamos a estar juntos descubriendo qué carajos es lo que sucede con esa Cat Brown, es mejor que sea por las buenas.- admitió el detective, quien luego de estrecharle la mano a su nueva 'colega', habló nuevamente- Ahora si no les molesta, tenemos que movernos de aquí si queremos salir de esta penumbra. Estoy tan ciego como un topo en esta oscuridad, así que necesito que me echen una mano.-

-No tan rápido, detective. Aún no somos amigos.- dijo Vanessa en voz burlona. Benjamin le dirigió una mirada fría que hizo que Vanessa alzara los hombros, en señal de que no le importaba.

-Yo lo guiaré, detective.- se ofreció Benjamin, y le tomó del brazo. 

Luego de varios minutos caminando en aquel mugriento túnel, luego de haberse acostumbrado a los colores distorsionados que lan absoluta oscuridad crea en los ojos de los inmortales, se acercaron al lugar de dónde provenían las pequeñas luces intermitentes. No se veía exactamente bien, pero lo suficiente como para que Benjamin le soltara el brazo al detective, quien le agradeció por la ayuda.

-Nunca creí que le agradecería a un vampiro por ayudar a un viejo como yo.- dijo el detective, restregándose los ojos luego de la oscurana en la que se encontraban.

Benjamin asintió, y continuó caminando. No se sentía bien en ese lugar. Las luces intermitentes le hacían sentir algo extraño en la cabeza, como si un cohete estuviese a punto de despegar dentro de su cavidad craneana. Había comprobado que los vampiros podían desmayarse la vez en la que conoció a Cat Brown, y lo último que logró escuchar antes de que las luces lo transportaran a otro lugar fue a Vanesa diciéndole al detective: -Bien , detective, estamos unidos en esto.-

Benjamin Preston tenía quince años cuando ocurrió. Una noche, se pasó hasta la madrugada en la ciudad fotografiando árboles, las luces de los rascacielos, los autos paralizados por el tráfico horrible que ataca a la ciudad de Nueva York, incluso en horas de la madrugada. No lo había hecho sin querer, obviamente. Con intención, Benjamin se propuso volver a casa más tarde de lo usual a ver si alguno de los señores Preston notaba su ausencia, cosa que dudaba. El matrimonio de los señores Preston iba de mal en peor: Ya no se hablaban, se gritaban; nunca estaban en casa y cuando ambos coincidían, era una constante pelea. Benjamin deseaba que los señores Preston simplemente se divorciaran, que alguno de los dos tuviese la valentía de decirle al otro que ya no se soportaban y  que no deseaban vivir más juntos. Eso no iba a suceder. La familia Preston era miembro de la élite neoyorkina desde hacía cuatro generaciones, y por más deteriorado que se hallara su matrimonio, ellos debían guardar las apariencias, ser una fachada ante el mundo. Benjamin se preguntaba si alguno de sus antepasados habría sido tan infeliz como él lo era. Alexander, su hermano mayor, había hecho planes para irse a vivir a Londres, porque él tampoco soportaba a su familia. Pero Alexander tenía veintiuno, podía elegir. Benjamin estaba atrapado en el infierno que tenía por casa incluso habiéndose graduado del colegio tres años antes de lo normal. Al principio creyó que sería una etapa efímera de la relación de los señores Preston, pero todo cambió cuando el Sr. Preston golpeó a la Sra. Preston. Fue una bofetada, no fue nada fuerte, y a la Sra. Preston no le dolió, pero para Benjamin esa fue la señal que estaba esperando para saber que su familia estaba irremediablemente rota. Los golpes continuaron, cada vez sucediendo con más frecuencia y de ambas partes. Durante una cena, la Sra. Preston le arrojó un cenicero al Sr. Preston y le dio en la frente. Fueron tres puntadas. El Sr. Preston comenzó a beber. La Sra. Preston comenzó a "irse de compras" y a no regresar en días. Otro día, mientras los Sres. Preston peleaban, Benjamin iba a salir de la casa cuando alguien le haló por el cabello. Era el Sr. Preston. Estaba ebrio y mientras lo golpeaba, le decía que era su culpa lo que sucedía en su familia, que nunca debieron tener a un hijo enfermo como él. Benjamin decidió que 'enfermo' sería lo último que le permitiría decirle a quien sea. Aquella noche, Benjamin subió al apartamento y presenció una escena inimaginable. El suelo del lujoso pent house se halla cubierto de sangre, y el humo de la cocina indicaba que algo se estaba quemando. El Sr. Preston estaba sentado leyendo el diario como si nada de esto estuviese ocurriendo, fumando una pipa que soltaba pequeños haces de humo hacia el apartamento neblinoso. El Sr. Preston le indicó a Benjamin que se sentara, y eso hizo, sólo para observar desde el ángulo donde se hallaba un par de piernas inmóviles en el suelo. Unas piernas de mujer. La Sra. Preston estaba muerta en el piso de la cocina, con la cabeza en el horno. Ella era la que se estaba quemando. Benjamin no tuvo oportunidad de llorar por la Sra. Preston, porque el Sr. Preston decidió que él, Benjamin, debía morir también. Lo atacó por la espalda con un cuchillo de carnicero que tenía escondido en el sillón y logró hacerle una herida superficial antes de que Benjamin consiguiera escapar, no sin antes oirle decir al Sr. Preston que si lo volvía a ver lo asesinaría. Esa fue la última vez que Benjamin vio al Sr. Preston en persona. Benjamin tuvo que vender su cámara fotográfica para poder costearse un lugar en dónde dormir aquella noche, aunque más que dormir lo que deseaba era esconderse. Lo bueno de vivir en una ciudad tan grande como Nueva York era que esconderse era sencillo. Lo difícil era olvidar de qué se escondía. Eso jamás podría hacerlo.

-¡Está despertando!- logró escuchar una voz de mujer que exclamaba. Benjamin se encontraba inerte en el suelo, pero poco a poco fue recobrando la movilidad de sus extremidades. 

-¿Qué carajos pasó?- gritó un hombre mayor de tez oscura vestido como si fuese una especie de actor de las películas de antaño.-Benjamin, ¿estás bien?-

El detective Samuel Moore le tendió la mano a Benjamin, y éste la tomó con debilidad. No estaba nada bien luego de haber revivido por completo lo que sucedió la noche en la que su vida cambió para siempre. No entendía lo que le había ocurrido a su padre, pero no se comportaba como él mismo. Sí, la vida de la familia Preston había sufrido alteraciones tan profundas que dejaron huellas imborrables en la mente fotográfica de Benjamin, pero aún existía ese gran '¿por qué?' en su cabeza. ¿Por qué el desgraciado de su padre le habría hecho tal cosa a su madre? Una muerte tan atroz como aquella no podía  ser obra de una persona cuerda, y menos de un accidente.

-Estoy bien.- dijo Benjamin, pero mentía en parte. Físicamente, sentía que podía derribar el Empire State de un solo golpe, pero mentalmente estaba fatigado.

-Debemos salir de aquí lo más rápido posible, antes que pierda el conocimiento nuevamente.- le dijo Vanessa al detective.- Detective, yo lo llevo. Usted vaya adelante e intente encontrar una salida. Saque el arma y esté alerta en todo momento.- Samuel Moore asintió, sacando su pistola semiautomática y apuntándola hacia su norte.

El detective comenzó a caminar con cautela, pero a una velocidad que sería considerada rápida. Una vez estuvo a una distancia prudencial, Vanessa le habló a Benjamin, que se hallaba aún debilitado por la terrible visión de la caída de la familia Preston.

-Sé lo que viste. Estuvo en mi mente también. Comprendo tu dolor, Benjamin. Tu vida no ha sido nada fácil. Huyendo de la muerte que al final te alcanzó, pero cuando creyó tenerte en su mundo de eterna oscuridad, saliste de aquel sueño infinito por tu deseo de venganza, por la sangre de vampiro que corre por tus venas, por mí.-

-¿Tú... lo viste?- preguntó el chico, caminando a pasos cortos para no tropezar. Vanessa lo ayudaba a mantenerse en pie con un solo brazo, y como ambos eran delgados relativamente pequeños de estatura se le hacía más fácil.

-Recuerda que estamos unidos para siempre. Soy tu creadora, lo quieras o no. Nuestras mentes están compartidas por la magia vampírica. Hace unas horas me preguntaste si existía una forma de eliminar ese vínculo. Sí lo hay: debes asesinar a tu creador ¿Querrías matarme, Benjamin?- le susurró Vanessa.

Benjamin sintió como una corriente le llenaba de a poco su cuerpo, haciendo que se sintiera más y más fuerte. No pasó mucho tiempo hasta que pudo mantenerse en pie por sí mismo. Vanessa lo soltó, sorprendida por la rápida y repentina recuperación que había tenido el vampiro, quien se acercó hacia ella y le susurró de igual forma: -Nunca te asesinaría, Vanessa. Te debo mi vida.-

Esa fue la forma que Benjamin encontró para pedirle disculpas a su creadora por todo. Ya admitía que de no ser por Vanessa, aquella fatídica noche del veintitrés de junio habría estado tan muerto como sus amigos. Ahora que había asumido lo que sucedió durante su vida humana, Benjamin Preston sentía que su transformación estaba finalmente completa. Ella había iniciado el proceso para hacer de Benjamin lo que era: un vykrolakas, un vampiro de la venganza, un alma condenada a vagar eternamente con el fin de ajusticiar por su propia mano los horrores de la humanidad.  Vanessa le sonrió en respuesta, y fue entonces cuando ambos oyeron al detective.

-¡Oigan! Vengan rápido. Deben ver algo.- exclamó el hombre, y en menos de un segundo los dos vampiros estaban a su lado, pues habían corrido a toda velocidad hasta estar juntos nuevamente.

-No puedo creerlo, ¿de nuevo en este agujero de mierda?- exclamó Vanessa por la impresión de verse de nuevo en aquella pocilga en donde había encontrado a Benjamin atado con gruesas cadenas. La guarida de Cat Brown.

-No entiendo, ¿qué tiene que ver el Red Moon Club con todo esto?- preguntó Benjamin, pero su confución fue eliminada de un hachazo, tal y como terminó su vida, cuando comenzó a atar los cabos. Sus ojos se abrieron de par en par al descifrar lo que había sido tan obvio desde el principio. Cat Brown, la mujer pelirroja de la que se habían estado cuidando, era la responsable de lo ocurrido en la residencia de estudiantes aquella noche. Eso explicaba por qué Harry West Greyson se encontraba en esa habitación subeterránea, vigilándolo. Era su sirviente, al igual que todos los malditos que irrumpieron en la casa, los que se juntaban en el club.

-El mundo es muy pequeño, ¿no crees?- dijo Vanessa, alzando una ceja al leer los pensamientos de Benjamin.

-Vanessa, es hora de dejar de escondernos. Es hora de vengarnos. Vas a entrenarme para atacar, y de una vez por todas acabaremos con Cat Brown.-

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