Red - [La Orden Sangrienta]

LDasilva27

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[LIBRO 1] No respires cerca de él. No lo mires a los ojos. No le preguntes por su collar. No busques las razo... Еще

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36 - Primera parte
36 - Segunda parte
36 - Tercera parte
Epílogo
Agradecimientos
Extra #1
Extra #2
Extra #3
¡Anuncio de celebración! 09/12

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LDasilva27

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—Es un grano en el trasero—se quejó Wilre por décima vez desde que pisó mi habitación.

—Si, doña obvia, pero creo...

—... que hay que matarlo.

—¡Wilre!—me levanté de golpe. Ella se quejó porque aun no terminaba de maquillar uno de mis párpados.

—Estoy de broma, mujer—blanqueó los ojos y me obligó regresar a mi lugar—. Es más probable que Fiore diga que se le escapó un tiro, accidentalmente, y lo tomen por muerto. Total, es Reeves. No vendría mal la idea... para que deje de joder la vida de muchos.

—A mi no me ha hecho nada—aclaré frunciendo el ceño cuando me echó rubor en las mejillas.

Resulta que, nuestro querido Charles Reeves, ocasionó más caos que una guerra contra los nazis. Debates contra el coach y la señorita Newman. Discusiones verbales degradando la moral de muchos. En fin, para todos un problema desde que pisó el internando. A mí, ni pendiente.

—Porque ve que eres débil—me pinchó la nariz y me extendió el espejo—, débil y muy hermosa.

—Woow—la del espejo no era yo—. Haces magia con esas brochas... ¿dónde aprendiste?

—Tuve una amiga que me enseñó. Era buenísima con todo eso de la belleza porque su madre vivía de ello... pero odiaba estar aquí dentro ¿sabes? Le veía mal todos los días desde que cruzó ese portón, ni siquiera pasó el mes de iniciación. Por primera vez me sentí mal por alguien, y la tuve que matar.

Abrí mis ojos en sorpresa por las palabras de Wilre. Se escuchaba algo... ¿triste? Quizás era lástima lo que le tuvo a esa chica.

—¿La mataste?—asintió despreocupada—. ¿Y por qué no la ayudaste a escapar de aquí? Hubiese sido feliz en otro lugar sin saber de la Orden.

Wilre me vio por largos segundos con la mirada dubitativa.

—Anny, de aquí solo sales si estás muerta—torció sus labios.

—Igual pudieron intentar... o no sé.

—No, Danforth, no hay intentos, solo muerte—respiró y acomodó su corto vestido—. Igual Prislty me lo hubiese agradecido. Entendía mi retorcida mente.

—Entonces fue una gran chica—sonreí cuando Wilre asintió, tirando a mi cara una prenda diminuta.

—Ahora ponte eso, esta noche vamos a conquistar el mundo.

—¡Se me verá hasta el alma!—veía aquella prenda con los ojos entrecerrados—. Y me dará demasiado frío.

—¡Deja las excusas, mujer! La primavera esta cerca, y la ocasión lo amerita—abrió la puerta de mi habitación para salir, pero antes de cerrar asomó su cabeza—. Los chicos nos esperan abajo, viste ese cuerpecito tuyo para irnos. Rápido.

Y salió.

Se encontraba emocionada porque era su primer San Valentín fuera del internado. Días atrás la ayudé a comprar regalos para los chicos, y esa misma mañana entregó sus obsequios a cada uno con una sonrisa en el rostro. Mi alegría aumentó cuando Wilre dejó en mis manos una caja cubierta de papel rosado, y luego le siguieron Akiro y Lenintog. Admito que me sentí un poco mal porque yo no les di nada. Pero igual la sensación fue agradable. Luego, por obra de Lenintog, arreglaron todo para que pudiéramos ir a un antro en Bretwood.

Me puse aquella prenda sin pensarlo mucho. Era una falda pegada al cuerpo, y la acompañaba un top con la siguiente inscripción en letras rojas: Killer queen. Iba toda de negro, hasta las botas altas.

Definitivamente, no parecía la Vellty Danforth de antes.

La falda se subía cada vez que daba un paso para bajar las escaleras. Y la acomodaba, y se volvía a subir.

—Señores, acabo de ver el cielo—Lenintog silbó cuando hice una pose sexy y me acerqué a ellos.

—¡Ves! Estas guapísima, y gracias a mí—se aludió Wilre.

Ella abrazaba al asiático con fervor, pero igual parloteaba a su antojo.

—S-si... te ves bien, Danforth—agregó el mismo Akiro siendo asfixiado por ese abrazo. Le agradecí a todos en voz baja—. ¿Nos vamos?

—¡Claro! ¡Si!—y ahí fue cuando Wilre se despegó y plantó un beso en la mejilla del chico.

—Eres un demonio encantador, siamesa.

Ella hizo un puchero y le volvió a abrazar.

Lenintog rodó los ojos.

—¿Quieres que te abrace, Danforth? Así no hacemos de mal tercio—intentó acercarse, pero Wilre lo jaló del brazo.

—Nadie hace de mal tercio, Leni, estamos celebrando la amistad—dijo ella mientras salíamos del internado.

Hubo una pequeña disputa sobre coches, alcohol y armas antes de que Wilre se fuera con Akiro, y yo me montara con Lenintog en su coche.

El trayecto hacia Bretwood fue agradable. Lenintog habló de todo un poco, cualquier tontería la decía sin pelos en la lengua. Aunque, cuando mencionó a uno de los gemelos su sonrisa disminuyó, los extrañaba bastante. Y, escuché por ellos que hacer las cacerías no era lo mismo sin el calculador de número uno. O el extrovertido de numero dos. Al que yo conocía no solo por Gibson, sino por Smok.

—¡Pero si esta a una persona de reventar!—la entrada del famoso antro era un sopa revuelta por el gentío que tenía.

—Asi es muchísimo mejor, Danforth—pronunció el chico estacionando el coche—. Me huele a una orgía segura.

—¡Por lucifer!—lo reprendí.

Lenintog se echó a reír.

—Para que no digas nada, estás invitada a mi orgía.

Me reí junto a él antes de salir del coche. Akiro y Wilre esperaban afuera, hablando con gestos serios. Muy serios para venir de alguien como Wilre.

Hicieron silencio cuando nos acercamos.

—Me acaba de hablar Gibson—soltó Akiro, refiriéndose al primer gemelo—, se le escuchó muy raro... dijo que el avión aterrizó hace tres horas y que venía para acá.

—¡Eso es genial!—se emocionó Lenintog.

—¡Ha dicho que se le escuchó extraño, tarado!—la chica al lado del asiático blanqueó sus ojos.

—¿Y? Número uno suele ser raro—le restó importancia—. En fin, vamos a por unos martinis ¡que comience la fiesta!

Nu tuvimos problemas al entrar. Akiro habló con uno de los de seguridad como si fuese el dueño del lugar y cerraron la entrada. Me fui directo a la barra acompañada de Wilre, mientras los chicos hacían su no-sé-qué lejos de nosotras.

La música a todo volumen hacia temblar mis oídos y mandaba corrientes por todo mi cuerpo, haciendo que me moviera automáticamente.

La única vez que pisé un lugar así fue en compañía de Ailey—era mi compañera en casi todo—y nos terminaron corriendo del sitio cuando ella se agarró a puños con otra chica que le empujó el hombro. Los ojos le echaron chispas durante todo el camino a casa. Viéndolo así, quizás mató a la chica después del arrebato. Todo era probable en ese punto.

—Anny, a las veinte con treinta—murmuró Wilre a mi lado, me giré para ver la novedad—. Se te quedó viendo el culo desde la entrada.

—No es mi tipo—arrugué la nariz descartando al sujeto.

—¡Que cosas dices! ¡Esta guapísimo!—ella se lo comió con la mirada durante un tiempo. No iba a mentir a nadie, era un hombre alto y guapo. Aunque parecía algo mayor.

—A por ello, muchacha—traté de empujarla, pero la condenada tenía fuerza. No se movió.

Los chicos no tardaron en aparecer pidiendo dos martinis y cervezas. Todo lo que se consumía iba a la cuenta de Ju. Pobre del asiático y su bolsillo. Debía ser muy adinerado como para derrochar dinero sin preocupación.

Así pasamos el rato, bebiendo y riendo de los cuentos de Wilre.

—¡A bailar! ¡A bailar!—Lenintog me agarró por la cintura y me llevó hasta el centro de la pista—. ¡Vamos a romperla!

—¿Y cómo se baila esto?—pregunté por el ritmo tan lento de la canción, era Stand Still de Sabrina Claudio.

—Sigue el ritmo, pegadita a mí—tocó mis caderas y me ayudó a seguir el compás de la música.

Era algo... sensual.

Mis manos alrededor de su cuello, el movimiento lento, Lenintog con mirada pícara y el calor corporal que expulsaba mi cuerpo. Era bueno bailando, hasta me dio risa cuando terminó la canción y me sujetó como estrellas del baile.

—¡Es Artic Monkeys!—y se comenzó a escuchar justo cuando me quería sentar—. ¡A mover el esqueleto, Danforth!

No le podía decir que no, así que comenzamos a bailar de nuevo. A lo lejos vi a Wilre flirteando con el sujeto guapo que se comía con la mirada, ella era algo así; Donde pongo el ojo, pongo la bala.

—Necesito un trago.

—Y yo un baño—se rió Leni y se fue caminando entre las personas que movían sus cuerpos por la música.

Yo regresé a la barra, donde el asiático seguía bebiendo en su soledad.

—¿Y tú no bailas, Akiro?—le di un sorbo a mi cerveza, mi cuerpo asimilaba el alcohol muy lento. Ya casi no me hacía.

—Wilre está en medio de un coqueteo, no tengo con quién—respondió—, tampoco me apetece.

—Huh—asentí—. Igual puedes bailar conmigo, somos amigos ¿no?

—Equipo—corrigió—. Falta mucho para que seas mi amiga, Danforth. Te tengo respeto y aprecio.

Ugh... no dolió.

—Claro, tienes razón—le resté importancia.

—Y sobre el baile, solo hago esas cosas con Saoto. O Wilre. Pero gracias por preguntar, eso demuestra que todavía eres una buena persona.

—¿Una buena persona loca?—reí—. Saoto... ¿es tu novia?

—Mi prometida—se giró a verme y levantó la copa de su martini, mostrando su muñeca. Donde una pulsera de hilo rojo resaltaba—. Es una tradición comprometer nuestras almas, ellas se conectan por el hilo de sangre a la distancia. Demostrando amor verdadero después de la muerte. Saoto es la mujer de mi vida. Dentro y fuera de cualquier parámetro.

—Oh—quedé sorprendida por la seriedad con la que decía todo—. Y... joder... ¿cuántos años tienes tú entonces?

El chico sonrió.

—Unos cuantos—fue su respuesta.

En ese momento llegó Wilre con esa sonrisa que decía a gritos ¡lo hice! Y se sentó al lado de Akiro.

—¡Llegaron!—anunció la chica señalando con su dedo el camino por donde venía uno de los gemelos.

Pero mientras más cerca estaba, no salía nadie más. Solo uno.

Oh, no.... Y cuando llegó a nosotros, cabizbajo y sin señales de número dos... sentí el pecho doler.

—¿Y-y... Smok...?—pregunté con la voz entrecortada.

Lenintog llegó a la barra viendo a número uno con una gran sonrisa, casi se le tira encima para apretarlo con sus brazos.

—¡Por fin! ¿Dónde está el imbécil de número dos?—quiso saber también.

Pero el gemelo no respondía, hasta que respiró hondo y levantó la cabeza. Esquivando la mirada de todos.

—En Rusia—musitó.

—No me digas...—y Lenintog muy alegre seguía hablando—. ¿Una chica, no?

Ni Akiro, ni Wilre hablaba.

—En Rusia... muerto—terminó.

Aunque la música sonara a todo volumen, sentía que no oía nada. Solo zumbidos, martillazos en la sien y el corazón golpeando mi pecho.

El ceño de Lenintog se arrugó por un momento, negando. No se lo creía. Nadie se lo creía. Sus ojos se cristalizaron y tuvo que bajar la cabeza, ocultando su rostro.

—No... no... ¿no es cierto, verdad?—se le quebró la voz.

Ya las personas comenzaban a vernos, extrañados por el ambiente tenso y la burbuja que se creó desde que el rubio llegó a nosotros con la noticia.

Gibson pasó su mano por el cabello desordenado, y miró la cara de cada uno. Juro que el alma se me cayó a los pies. De verdad no podía ser cierto. Y dolía. Cuando sentí una lágrima bajar por mejilla, fue que el chico se echó a reír.

Y nadie habló mientras él reía.

—Chicos—más risas—. ¡Soy número dos!

Silencio y más tensión por parte de todos, sino fuera por la música y el bullicio de las personas, aquel circulo de cinco personas se volvería un cementerio. Yo incluida en él.

—¡¡Serás estúpido!!—gritó Wilre tan fuerte que se oyó cuando bajaron el volumen de la música.

Como un toro enojado se acercó al rubio que nos tomó el pelo y le golpeó la nuca dos veces, y no golpes suaves, sino fuertes como boxeador. Nadie dijo nada hasta que otro conocido rubio apareció de brazos cruzados y negando entre las personas que bailaban.

—¿De verdad le creyeron a Smok?—inquirió incrédulo porque todo fue plan de número dos, contando que se había aclarado el cabello y ahora se parecían muchísimo más.

Akiro negó, volviendo a su labor con otro martini. Wilre le volvió a dar un golpe, pero estaba vez, cargándose a los dos; uno por ser infantil, y el otro por formar parte de la estúpida broma. En cambio Lenintog... él los miró de forma dura, más a Smok, y se esfumó de la barra. Se fue caminando echo una furia chocando a las personas.

—Eres un crío, número dos—negó Akiro.

El rubio hizo caso omiso al comentario rodando los ojos.

—¿Tú si me creíste, Danforth?—se acercó sonriente con cara de yo no fui para darme un abrazo, se lo fuese dado en sinónimo de bienvenida sino fueran tirado de mi brazo con fuerza. Casi caigo de nalgas al suelo.

Cuando voltee en dirección a mi brazo con las cejas hundidas y dispuesta a golpear... vi a Kislev. Con traje y corbata, elegante con esa aura hipnotizante. El mundo me dio vueltas, pero de la impresión.

—Anny, ¿estás bien?—Wilre afincó cada palabra de la pregunta, como si me estuviese advirtiendo algo.

¿Qué más advertencias sobre Kislev? Sinceramente no le veía nada malo.

—Vamos—pidió volviendo a jalar mi brazo, ni siquiera me veía directamente a los ojos.

—No, Kislev, estoy con ellos—me planté como árbol en mi lugar.

—Camina, Vellty—exigió. Muy serio.

—¡Que no!

—Vellty... ven conmigo—su voz se suavizó—. Es por eso... por él.

Expulsé el aire contenido en mis pulmones y vi a los chicos sin saber qué hacer. Ellos fingieron no estar al pendiente de nada, excepto Wilre, que negaba lentamente con los brazos en jarras... me encogí de hombros indecisa.

Y me dejé llevar por Kislev, y el posible infierno que podía atraer.

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