La novia de Mario Calderón

By AriiiCano

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Esta es una historia en la que Mario Calderon ejecuta el plan que tenia pensado para Armando. ¿Qué pasara con... More

Introducción
Capítulo 1. ¿Usted está enamorada de...?
Capitulo 2. Supermario en acción.
Capitulo 3. ¡Eso es algo asqueroso!
Capitulo 4. Betty ¿Qué se hizo?
Capitulo 5. La nueva Beatriz Pinzón
Capitulo 6. Tercera etapa de la "Operación Alfabeto". Pt.1
Capitulo 7. Tercera etapa de la "Operación Alfabeto". Pt.2
Capitulo 8. ¿Tiene algún compromiso esta noche?.
Capitulo 9. Tres galanes al acecho. Pt. 1
Capitulo 10. Tres galanes al acecho. Pt.2
Capitulo 11. Eramos pocos y...
Capitulo 12. Empleandose a fondo. Pt.1
Capitulo 13. Empleandose a fondo. Pt. 2
Capitulo 14. Empleandose a fondo. Pt.3
Capitulo 15. ¿Vamos a mi apartamento?
Capitulo 16. ¿Pero qué demonios hace usted acá?
Capitulo 17. Lo que tengo que decirles es algo muy grave.
Capitulo 18. Todo lo que tengo... es tuyo.
Capitulo 19. ¿Qué es lo que le pasa tigre?
Capitulo 20. ¡No es para tanto!
Capitulo 21. ¡Esto es increible!
Capitulo 22. ¿Pero... qué demonios es esto?
Capitulo 23. Tengo que reconocer que fue muy fácil...
Capitulo 24. ¡Otra vez no, Señor!
Capitulo 25.¿No me está mimando demasiado?
Capitulo 26. Me ha regalado su sonrisa.
Capitulo 28. Dando explicaciones.
Capitulo 29. Tantas atenciones dan de que pensar...
Capitulo 30. Piénsalo Betty...
Capitulo 31.¡Tenia razón Aura María!
Capitulo 32. ¡Ahora si lo entiendo!
Capitulo 33. Yo ya te perdoné.
Capitulo 34.¿Sigues enamorada de él?
Capitulo 35. ¡Cómo han cambiado los tiempos!
Capitulo 36. La novia de Mario.
Epílogo

Capitulo 27. Yo no tengo nada que hablar con usted.

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By AriiiCano

A la mañana siguiente, Armando Mendoza estacionó su carro delante de la puerta de casa de Beatriz y se dispuso a esperar que ella saliera. En el fondo no estaba seguro si ella decidiría ir a la empresa o seguiría su consejo de tomarse unas vacaciones, pero su intuición le decía que Beatriz Pinzón Solano no descuidaba nunca sus obligaciones y sabía que ella estaba convencida de que su obligación en esa ocasión era apoyar a su jefe en la junta de accionistas de esa tarde.

Diez minutos más tarde la vio salir de afán y sonrió. Le gustó ver su cara de sorpresa cuando reconoció el carro de él y su voz de tierno reproche cuando se le acercó y le dijo.

B.: Pero doctor, ¿qué hace usted acá?

A.: Pues ya ve, Beatriz. Vine a buscarla.

Doña Julia que observó la escena desde la ventana de la habitación arrugó la nariz. ”El jefe de la niña está teniendo demasiadas atenciones con ella. Ahora la viene a buscar para llevarla al trabajo. Julia, eso no es normal. Ese
hombre tiene algún interés... Espero que no la vuelvan a engañar... ¡Esta hija mía es tan ingenua!”

Cuando Betty subió al carro él se acercó a ella y la saludó con un beso en la mejilla. La muchacha lo miró sorprendida.

A.: Buenos días, Betty. Anoche la eché de menos. ¿Sabe? Me gusta más mi apartamento cuando usted se hospeda en él.

B.: -Totalmente ruborizada por el beso y las palabras de él- ¡No me diga esas cosas, doctor! Yo creo que para usted debió ser un alivio poder estar solo después de tenerme a mí como compañía todo el fin de semana...

A.: ¡Para nada, Beatriz! Ningún alivio. Créame que me sentí muy solo... Me había acostumbrado a su compañía...

Cuando llegaron a Ecomoda Armando estacionó el carro en la misma puerta. Estaban bajando los dos del carro cuando vieron llegar a Mario Calderón en su deportivo. El vicepresidente comercial estacionó su carro al lado del de Armando, se bajó presuroso, se acercó a Betty, puso una mano encima de su brazo derecho y le dijo ansioso.

Ma.: Betty, ¡por fin la encuentro! Vea tenemos que hablar...

Tanto Betty como Armando se quedaron de momento impresionados por el aspecto de Mario. Estaba demacrado, tenía unas ojeras espantosas y su cara de angustia era evidente. Recuperada de la sorpresa, hizo un gesto con su brazo para separarse de él y sin mirarlo y con una frialdad que la sorprendió hasta a ella misma, le respondió.

B.: Yo no tengo nada que hablar con usted, don Mario. Permiso.

Mario intentó volver a acercarse a ella, pero Armando lo impidió poniéndose delante de él.

A.: ¿Es que no oyó a la señorita, Calderón? Haga el favor de apartarse de ella. No quiero verlo cerca de Beatriz. ¿Le quedó claro?

Ma.: Pero es que yo... tengo que aclararle...

A.: Vea, Mario. Lo voy a decir una sola vez y espero no tener que volver a repetirlo. Si usted se acerca a Beatriz, le pongo una demanda por acoso... Eso después de partirle la cara por desgraciado...

Ma.: ¿Y usted quién es para decirme si puedo o no acercarme a Betty?

A.: Por lo pronto el presidente de esta empresa, y le prohíbo que en horas laborales trate temas personales con las empleadas.

Ma.: Pero cuando salga de la empresa nadie va a impedir que hable con ella...

A.: Pues vea que se equivoca... Entonces como “amigo” de Beatriz, yo voy a
estar a su lado para impedir que una “escoria” como usted la moleste...

Ma.: ¡Eso ya lo veremos! Será ella quien lo decida, no usted...

A.: Eso ya lo hemos visto, señor mío. Y ella ya ha decidido, ¿o es que no oyó cómo le dijo que no tenía nada que hablar con usted?

Betty no se había quedado a escuchar la conversación entre Armando y Mario. Tras darle esa gélida respuesta a su exnovio entró en la empresa y con un escueto “Buenos días Aura María” que la recepcionista no tuvo ni tiempo de responder, subió a la planta ejecutiva por las escaleras.

Cuando Armando entró en presidencia dejó su maletín sobre una silla y pasó inmediatamente al hueco a ver a su asistente. Betty estaba sentada en su sillón delante de la computadora, tapándose la cara con las manos y a todas luces llorando.

A.: Betty, ¿está llorando?

B.: -Sin levantar la cara- ¡Qué pena con usted, doctor! ¡Ahora me pongo a trabajar!

A.: -Acercándose a ella se inclina para ponerse a su altura y rodeando su cabeza con sus brazos y acariciándola suavemente le dice con suavidad- Tranquila. Tómese su tiempo. –Y como un susurro le dice al oído- Lo superará, Beatriz y yo la voy a ayudar..

Betty se abraza a él con fuerza y le dice.

B.: Gracias, doctor. Yo sé que puedo contar con usted... Gracias por todo...

A.: -Apretando más el abrazo- Shhhhh... Él no la va a molestar más. Acá estoy yo para impedirlo.

Betty esquivó como pudo el 911 que convocaron las muchachas para ponerse al día de los últimos chismes, pero como ella era la principal informante, se quedaron sin saber nada. Cuando Sofía la fue a buscar a presidencia a la hora del almuerzo, Armando le dijo:

A.: Lo siento Sofía, pero Beatriz hoy almuerza conmigo. Tenemos que ultimar algunos detalles de la junta de esta tarde.

Sofía se sorprendió mucho porque sabía que ya estaba todo a punto para la junta, ella misma lo había preparado, pero no se atrevió a decirle nada a su jefe.
Decepcionadas y sin poder enterarse de nada, decidieron que esa tarde a la salida si es preciso “secuestraban” a Betty, pero ellas se enteraban de lo que había pasado entre ella y Mario.

Mario por su parte llamó por teléfono a Betty para invitarla a almorzar pero ella, como si fuese un disco rayado, le colgó el teléfono tras repetirle con frialdad:

B.: Doctor, yo no tengo nada que hablar con usted.

Cuando la vio salir en dirección al elevador con Armando, la cara que le puso su amigo fue tan disuasoria, que regresó a su despacho. Ni siquiera salió a almorzar. Lo menos que tenía en ese momento era apetito.

Armando llevó a Betty a almorzar a Le Noir. Ella tampoco tenía mucho apetito, pero su jefe casi la obligó a pedir una crema de champiñones y lenguado a la plancha y ambos platos estaban tan deliciosos que distraída por su conversación y sus bromas, poco a poco se lo comió todo.

Él aprovechó para contarle lo que estaba planeando para el próximo fin de semana.

A.: Betty, podíamos ir hacia la zona de Ubaté, yo estuve hace mucho tiempo con mis papás y hay unas cascadas preciosas o si lo prefiere también podríamos visitar la provincia de Guabio dicen que tiene unos paisajes bellos. Por allí nunca he estado. Y cualquiera de los dos lugares está muy cerca de Bogotá. ¿Qué le provoca más? ¿O quizás prefiere ir a otro lugar?

B.: Pero doctor, ¿otra vez?

A.: -Decepcionado- Ya veo que no le provoca... Debo ser una pésima compañía. Disculpe, Beatriz.

B.: No, doctor. Para nada. Al contrario. ¡Me encanta su compañía! Betty se ruboriza tras pronunciar con gran entusiasmo esa última frase.

A.: ¿Entonces? ¿Cuál es el problema?

B.: -Todavía ruborizada- Es por usted, doctor. Ya me ayudó mucho este fin de semana, pero no quiero que se sienta obligado a hacerme compañía.

A.: No es obligación, Betty. Yo me siento muy bien a su lado y lo pasé divino este fin de semana.

B.: -Un poco incrédula- ¿En un balneario con alguien como yo que no estaba nada animada?

A.: Betty usted es una excelente compañía. Y no me diga que no conseguí animarla. No puedo creer que sea tan buena actriz...

B.: ¿Cómo cree, doctor? Por supuesto que usted consiguió el milagro de que yo me animara... a pesar del... desánimo que llevaba y encima estando medio griposa...

A.: ¡Pues imagínese este fin de semana que ya no estará “griposa” y que ya habrá... superado un poco su... desánimo! No acepto un no por respuesta, Beatriz. Lo único que tiene que decirme es adónde le provoca más ir y yo me encargo de todo...

B.: Doctor ¿y qué le voy a decir a mis papás? Que voy a pasar otra vez el fin de semana en casa de las muchachas no hay quien se lo crea y no vea lo pesado que se puso mi papá con la cantinela de que “una señorita de familia no debía pasar el fin de semana fuera de su casa.” Oj oj oj oj.

A.: ¿Y si yo hablo con él?

B.: ¿Usted? Peor me lo pone, doctor. Si se llega a enterar que yo me fui de fin de semana con un hombre...

A.: -Mirándola con cara de pillo- ¿Pero no quedamos en que “yo no era un hombre”?

B.: ¡Ay doctor! No me lo recuerde. ¡Qué pena con usted! Yo no quise decir eso... usted ya sabe...

A.: Sí, Betty ya lo entendí. Usted me quiso decir que yo no era un hombre del que usted se pudiera enamorar nunca, que usted nunca me vería como su... pareja...

B.: ¡No doctor! ¡Yo no quise decir eso! Usted para mí es alguien muy especial a quien yo tengo mucho aprecio. Usted es una persona con muchas cualidades que yo... admiro...

A.: Betty, ¿eso quiere decir que usted sí sería capaz de enamorarse de mí?

La llegada del camarero evitó que Betty tuviese que dar una respuesta. La
pregunta de él la había turbado. ¿Por qué Don Armando le preguntaba esas cosas? Él era un hombre maravilloso pero ella no lo amaba... ”¡Qué diferente hubiese sido todo si en vez de enamorarme del desgraciado de Mario me hubiese enamorado de Don Armando! ¡Él si se merece mi amor! Pero en el corazón no se manda...”

”¿Por qué es tan importante para usted saber eso, Mendoza? ¿Qué le está pasando con Betty? Cada vez se le hace más imprescindible su compañía. Lo de protegerla de Mario es una excusa y usted lo sabe, porque ella podía haberse ido a almorzar con las muchachas. Pero a usted le provocaba almorzar con ella. Estar a su lado. Verla reír... No debí preguntarle eso. Es evidente que ella sigue enamorada de Mario. A mí sólo me ve como a alguien que le ha ayudado y le ha tendido una mano en un momento difícil de su vida... además de su jefe. Me encantaría que ella me amara a mí y no a ese desgraciado que jugó con ella. Sería feliz si este fin de semana nos fuéramos juntos pero... como pareja... Disfrutar de sus besos y sus caricias... ¿Qué desatinos está pensando, hermano? ¿Acaso usted sí está enamorado de ella?
¿Es eso el amor?”

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