La Máscara de Hielo (TERMINAD...

By MilaCaelo

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Luego de dos años encerrada en la peor oscuridad de todo Azkar, Arani recibirá la visita de la persona menos... More

ACLARACIONES
Prólogo
PRIMERA PARTE
I
II
III
IV
SEGUNDA PARTE
V
VI
VII
VIII
IX
TERCERA PARTE
X
XI
XII
XIII
XIV
CUARTA PARTE
XV
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV
EPÍLIGO
AGRADECIMIENTOS

XVI

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By MilaCaelo

✨Editado✨

Habían llegado a Ilhea hacía poco menos de una hora y Arani solo quería subir a la habitación que le habían dado y zambullirse en esa cama mientras Ruth le preguntaba qué tal su viaje o porque su túnica estaba rasgada, o si le había faltado algo. Ella la escucharía encantada mientras estuviese en esa cama. También quería ver a Jax un rato.

No había hablado de lo ocurrido con Kalena en ningún momento. Esta vez, la Princesa pidió una tienda con ella, y Arani agradeció que lo hiciera, ya que esa misma noche tuvo dos pesadillas y ella tuvo que despertarla nuevamente.

No le diría a nadie nunca que luego de la primera pesadilla no durmió, solo se sentó en su saco a observarla dormir para saber cuándo sus pesadillas volvían. No le diría a nadie nunca que veló por su sueño.

Nadie hizo preguntas sobre porque Kalena quiso dormir en la misma tienda que Arani esa noche, ni las otras veces siguientes cuando escogieron posadas para pasar la noche. Las noches parecían ser la tortura de la Princesa, ya que por la mañana una sonrisa afloraba en su rostro y volvía a ser la persona más feliz y animada de todo Azkar.

Cuando llegaron al castillo sintió el alivió de no tener la necesidad de volver a montar a la yegua, estaba exhausta, y sus piernas estaban acalambradas. Era notable que hacía mucho tiempo no hacía viajes largos en caballo.

Luego de dejar a la yegua en el establo junto a los otros caballos y asegurarse de que tuviera lo necesario y descansara; subió el morral a uno de sus hombros y con los pies pesados se dirigió al interior del castillo suspirando. Los cortesanos del castillo y varios soldados la veían al pasar, pero Arani poca importancia le dio a sus miradas curiosas.

Entró al castillo de piedra y subió las escaleras hacía la habitación, y cuando por fin vio la puerta a algunos metros, casi llora de alegría debajo de la máscara. Su mano tomó la cerradura y la giró con satisfacción, sonrió al ver quién estaba dentro.

—Siempre tan holgazana tú —fue lo primero que dijo con una sonrisa, que para su suerte o desgracia, no le importó ocultar.

Ruth, que estaba mirando un bordado complicado de flores y nubes, levantó la vista instantáneamente al oír su voz, y para sorpresa de Arani, una sonrisa se formó en ese rostro semi-arrugado. Incluso pudo jurar que la inmaculada y firme corona de cabellos grises se movió un poco debido al brusco movimiento.

—¡Volviste! —respondió la humana con alegría —¡Ya me estaba viendo decrepita y con arrugas pronunciadas, postrada en una cama y con mi nieta desposada a tu regreso! —dijo con demasiado drama, Arani negó con la cabeza y dejó el bolso en un extremo del sillón.

—Humana dramática —murmuró tumbándose en el sillón junto a ella, quitando el bordado para no estropearlo.

Ella recordaba los años donde dejaba sus dedos agujereados por las ajugas en un inútil intento de dibujar algo, cualquier cosa, en un pedazo de tela. Pronto lo lanzó por una ventana y una cabra terminó disfrutando la tela mucho más que ella.

—Y... ¿Me contarás algo, muchacha? ¿O me tendrás toda la tarde aguardando por un poco de chisme?

—Fue interesante —se encogió de hombros.

Claramente no iba a mencionar como su hermano, los controló a todos y atacó al Rey y a Arani. O como eran las Tierras sin Dueño, místicas y perfectas. O lo que el bastardo inútil, y todos los insultos que de seguro pasaron por su mente, de Angus quiso hacerle a Kalena. Eso menos que menos que lo diría alguna vez.

—¿Solo eso? ¿Solo interesante? —Ruth le regaló una mueca y Arani se preparó para el torbellino de la humana —¡Te espere durante nueve días y lo único que haces es venir con la estupidez de un fue interesante! ¡Quiero algo nutritivo para la mente!

Arani tuvo que recoger todo el autocontrol que pudo para no reír a la imitación de Ruth a su voz, y a su graciosa expresión al hacerla. Le costó mucho, muchísimo. Pero no le dijo nada mientras ella seguía con sus palabras y sus movimientos de manos expresando lo molesta que estaba por la simple e inútilmente informativa respuesta.

Lo que más la sorprendió, y no solo a ella, fue el momento en el que se levantó del sillón se acercó a Ruth y la abrazó rápidamente; y ella se calló inmediatamente y se tensó de pies a cabeza. Arani la soltó unos segundos después y caminó hacía la cama que la llamaba como una súplica.

—También te extrañé, Ruth —fue lo único que le dijo saludándola con la mano antes de desaparecer en la cama en la que se lanzó dos segundos después.

—O despiertas o te tiro el caldo a la cara —oyó la voz en su oído y su ojo de abrió inmediatamente.

Ruth se movió mientras ella se sentaba en el colchón.

—Hola a ti también —se estiró.

—Tu cabello está largo —le dijo con una pequeña sonrisa y le entregó el tazón con caldo, verduras y carne.

Arani siquiera se había molestado en quitarse las prendas que cubrían su cuerpo, simplemente se había lanzado en el centro de la cama y como si fuese una bendición directa de los Dioses había entrado en un plácido y acogedor sueño. No pesadillas, no preocupaciones, no recuerdos.

Solo un mar negro y lleno de tranquilidad.

—Sí, al parecer las Tierras sin Dueño albergan la magia de todo Azkar, y mi cabello quiso crecer —respondió.

Aunque bien habría preferido un, al parecer las Tierras sin Dueño albergan la magia de todo Azkar y la máscara decidió caer al fin. Pero eso ya era mucho por desear o pedirles a los Dioses.

Esa cosa jamás se quitaría, y nadie podría volver a ver su rostro nuevamente, ni ella. Y cuando la imagen de su propio rostro desapareciera en las catacumbas de sus recuerdos, ya nadie recordaría como fue verdaderamente. Solo quedaría un la mujer de la máscara de hierro.

—Al fin podremos hacer algo con ese desastre que tienes en las mañanas —Ruth fingió tener un escalofrío para ponerle énfasis, ella rodeó los ojos y la puerta fue golpeada y al segundo abierta.

El olor llegó a sus fosas nasales y sonrió levemente al saber quién era.

—Oí que habían llegado, pero me retuvieron con las reuniones sobre lo que ocurrirá, y los siguientes pasos a dar y... en fin...

Jax apareció en la habitación mirando hacia todos lados buscándola, Arani sintió cierto sentimiento de importancia al ver que la buscaba. El humano de cabello castaño sonrió al observarla con un tazón de caldo en la cama.

—Felicidades —dijo él inclinando la cabeza un poco, Arani le sonrió también, aun revolviendo la cuchara en el pequeño tazón.

—¡¿Sobre qué?! ¡Dime! —dijo Ruth abriendo sus ojos acercándose a él —¿Qué ocurrió?, esta insolente no me quiere decir nada, dijo un fue interesante, ¡solo eso Jax!

La expresión del guardia parecía saber lo equivocada que había estado al decirle eso la mujer mayor. Luego negó con la cabeza quitando las manos de Ruth de las solapas de su chaqueta.

—Nahobian aceptó unirse a la unificación —le dijo el guardia y Ruth suspiró como si un pelo hubiese sido removido de su espalda —. Ethesbba se negó.

—Era de esperarse, con el inútil de Rey que tienen.

Arco se había hecho su fama por Azkar, y Ruth parecía una experta en chismes.

—¿Y cómo te fue?

—Creo que no se me es permitido hablar de algo así de confidencial, hasta que no se me haya permitido, mis labios estarán cerrados. Lo lamento —dijo metiendo el primer bocado de caldo a su boca.

Jax se limitó a asentir, sabiendo de la responsabilidad que ella cargaba teniendo toda esa información dentro de su mente. Por otro lado, Ruth, se puso como loca.

Esta vez, fue Jax el que se encargó de calmarla y explicarle del peligro que ella y su familia podrían correr sabiendo lo que Arani sabía. Como podrían usar a su hija y nieta para chantajearla a cambio de información.

Kalena solo quería acostarse un rato, y por los Dioses que lo quería.

Los últimos días no había dormido mucho; pesadillas que iban y volvían. Recuerdos de esa noche y de cómo podría haber terminado esta vez si Arani no hubiese ido a por ella.

La había salvado.

La había refugiado en su habitación para que no estuviera sola, la había curado, y la había abrazado, protegido de las pesadillas cuando ella no encontraba la manera de escapar de ellas.

Y no le había pedido nada a cambio.

Le había dado su karma al sobrino del Rey, quitarle lo que más quería de su cuerpo, le había dado el merecido que debía ser por las atrocidades que había hecho en el transcurso de su vida, vayan a saber los Dioses con cuantas personas. A cuantas le había hecho lo mismo que a ella.

—¿Hay algo que quieras decirme o hablar conmigo?

Su madre entró a la habitación con su inusual luz y sonrisa, y esos ojos curiosos y analizadores. Su vestido color rojo colgaba perfectamente y las mangas bordadas de dorado caían majestuosamente. La pequeña tiara con la piedra azul, un diamante azul, enrollado de hilos de oro descansaba en su frente.

La vio caminar hasta sentarse en el borde de su cama, sobre las colchas de pieles, perfectas para el invierno que se acercaba.

—¿Y bien?

Kalena no sabía qué hacer, si decirlo o no... era su madre por amor a los Dioses. Era quien la había traído a este mundo. Aun así, le costó un poco reunir el valor para decir esas palabras; en cambio, dijo algo que también bailaba en su mente.

—¿Cómo se puede romper la maldición de la máscara de Arani? —fue lo único que le dijo.

Su madre solo sonrió y ladeó la cabeza. Kalena podía apostar que dentro de su cabeza, antiguos pero no defectuosos mecanismos se movían con rapidez para leer entre las palabras que acababa de decir.

—Parece que mis hijos se ponen de acuerdo, ¿Hicieron una reunión familiar y osaron dejarme de lado? —entrecerró los ojos, aun manteniendo esa sonrisa.

Siglos y siglos de edad, y la picardía y la astucia habían decidido no abandonarla en ningún momento.

Dejó de lado el hecho de que acabase de confesar que Khowan estaba igual de interesado por ello, no le sorprendía. A muchos les llamaba la atención saber que se ocultaba debajo de todo ese hierro.

—¿Y bien? —le preguntó a su madre —¿Hay una forma o no la hay?

Fue entonces que el semblante de su madre cayó un poco y bajó la cabeza.

—No, no la hay —respondió —. La bruja que hiso ese conjuro se dice que viene de otro mundo, y cuando acabó el Rey la asesinó, pero la maldición se mantiene. Solo ella podía revertirla.

—Demonios.

Su madre estuvo de acuerdo.

—Pasó algo en las Tierras sin Dueño —se animó a decir minutos después.

Kalena se había sentado también en su cama y ahora su madre la miraba fijamente.

—La noche que pasamos allí, luego de la cena, Arani y yo íbamos a revisar la biblioteca en busca de información para las piedras. Fui a mi habitación antes y me encontré con Angus allí.

Su madre se tensó de pies a cabeza al oír su nombre y sus cejas bajaron, cosa que pocas veces en su vida había visto Kalena que hiciera. El ambiente se hizo pesado por la furia que su madre comenzó a despedir de un momento a otro.

—¿Te hizo algo? —preguntó a regañadientes.

—Estuvo a punto de hacerlo, yo luché con él, pero terminó quitándome todo el aire de los pulmones —se mordió el labio mientras bajaba la mirada a las pieles de la cama —. Él lo intentó, pero Arani llegó primero a mi habitación.

Su madre soltó un sonoro suspiro de alivio puro y dejó un agradecimiento rápido a los Dioses por que haya terminado así.

Y Kalena le contó lo que sucedió esa noche.

Lo que Arani le había dicho, la promesa de sangre que le había hecho a Angus si se atrevía a tocarla a ella o a cualquier otra persona, lo que había hecho con él cuando la dejó libre. Lo que hizo por ella cuando salieron de esa habitación dejándolo herido y con el hielo esparciéndose por su cuerpo.

Y cuando acabó, levantó la mirada hacía su madre y se sorprendió al ver una lagrima gruesa bajar por su mejilla. 

—¿Qué haremos con Ethesbba? —le preguntó Nolan luego de un largo silencio.

Khowan asintió, como si supiera la respuesta de esa pregunta. Para su mala suerte no la sabía.

—Tenemos suerte de tener a Nahobian de nuestro lado. Nos comunicaremos con los montañeses en unos días, y pediremos una audiencia con la Lady de la Corte Hada. Quizá con el tiempo, Arco recapacite y se dé cuenta que le conviene estar con nosotros que solo — Deker se encogió de hombros.

—Hay que esperar que Bess vuelva de su viaje del Oeste, la casa Franguell tiene buenas defensas con respecto a lo aéreo —dijo Khowan.

—¿Crees que Lou continúe con rencor hacia ti? —le preguntó Deker nuevamente.

Ya habían pasado casi tres décadas, él esperaba que no.

Pero si había algo que diferenciaba a los humanos de los inmortales era que sus emociones duraban mucho más, a fin de cuenta, tenían toda una eternidad para albergarlas.

Khowan solo esperaba que Lou no se negara. Tendría ese escuadrón aéreo de todas formas, pero si algo su padre le había enseñado era que mejor tener a los aliados cerca y felices.

—Bess es buena con las palabras, quizá la adule de más, le diga que su cabello se ve fantástico y que irradia más luz que el sol, y que sus vestidos color barro le quedan de maravilla y la muy idiota caiga.

Los tres se giraron hacía la voz que venía desde la puerta, encontrándose con su hermana cruzada de brazos y apoyada en el marco.

—No encuentro fallas en esa lógica —se rio Deker.

—¿Cuándo iremos a visitar a los montañeses? —preguntó su hermana.

—¿Iremos? No —respondió su Comandante antes que él —. Solo Deker y yo iremos. El resto se queda aquí, Princesa.

—Nolan, no sé si lo recuerdas —se separó de la puerta —. Pero tengo nombre, y me conoces hace unas buenas décadas, desde siempre, creo que ya va siendo hora que lo uses ¿No te parece?

Él no respondió, ella solo arrugó la nariz y clavó sus ojos azules en los violeta de su Comandante.

—No está a discusión, Kalena. Sabes el pensamiento viejo que tienen los montañeses, y lo que hacen con las mujeres extranjeras —dijo para alivianar un poco el clima —. Ellos dos irán y nosotros nos encargaremos de comenzar a prepararnos con Nahobian y la audiencia con la Lady de la Corte Hada.

Kalena sabía que no tenía nada con lo cual excusarse. Si bien los montañeses trataban como Diosas a sus mujeres luego de que ellas crearon su propio ejército para librarlos de las furias de la luna hace milenios, ellos creían que las mujeres que viniesen de afuera eran pura amenaza para ellas. Así que no tenían opción de ir.

Khowan sabía que aun así, los montañeses amaban la lucha, y nunca se perdían una batalla. Para ellos, en la guerra, no había género que los dividiera o tribu, si lograban convencerlos, todos ellos se unirían, y si su jefa lo aceptaba, no solo hombres lucharían, también las mujeres. Aunque tuviesen que estar cerca de otra guerrera lejana a las montañas.

—Bien —masculló y seguido a eso, salió de la oficina de Khowan.

Deker lo miró por un segundo antes de decirlo:

—Me alegra de que Kalena se lleve bien con Arani, parecen ser amigas.

Habían pasado unos cuantos días; Nolan y Deker estaban listos para partir a las montañas del Este, donde los montañeses vivían.

La noche anterior, Deker se había encontrado con Nolan, Khowan y Arani en la sala de estrategia para repasar la información y que harían con los montañeses. Y ya que ella tampoco podía pisar esas tierras, ambos tuvieron que memorizar todo.

Al amanecer, había ido junto con el Comandante a por sus caballos en los establos para ensillarlos y cargar el equipaje mientras comían.

—¿Recuerdan todo lo que hablamos? —les preguntó Khowan.

—Perfectamente, hermano —respondió Deker arriba de la montura.

Su Rey solo asintió y se alejó de ambos para extender una mano hacía al frente. Poco a poco, comenzaron a aparecer pequeños espirales negros hasta que se unieron y formaron uno enorme por el que ambos podrían pasar.

Esta vez sí usarían los espirales de Khowan, los dejaría justo en la entrada de las montañas, donde, se suponía, la Jefa de la tribu, los esperarían. Si es que habían recibido su carta hace unos días.

Arani estaba segura de que los vientos que había manipulado la habían llevado allí. Aunque eso enfriara las noches quizá.

El resto de la Corte estaba allí en la entrada despidiéndolos y deseándoles suerte. Menos Bess, que se estipulaba volvería al día siguiente de su visita a la casa Franguell.

—¿Listo? —le preguntó Nolan mirándolo levemente.

—Siempre.

Ambos pusieron en marcha a los dos caballos que se acercaron sin miedo al espiral, y lo traspasaron como si no hubiese nada allí.

Y pronto, estaban frente a unas montañas.

La mañana siguiente, Kalena despertó con la noticia de que Bess había vuelto de su viaje sin ningún problema o inconveniente. Se había vestido y arreglado rápidamente para bajar las escaleras saltando los escalones de piedra de dos en dos.

Si bien hacía décadas había tropezado y caído, y la cicatriz a lo largo de su brazo se lo recordaba a diario; nunca dejó de hacerlo. Eres una maldita terca, como tu padre le decía su madre, Khowan asentía siempre.

Y aunque ella jamás lo había conocido, tantas historias, tantas anécdotas, tantas pinturas sobre él, la hacían conocerlo prácticamente; aunque ella siempre sabría que no sería lo mismo. Había aprendido a vivir con ello.

Pero es que esa plaga no la habían podido curar ni los mejores sanadores de Azkar, pero al menos no había sufrido tanto como otros. Aunque los sanadores no pudieron sanarlo si pudieron quitar parte de su dolor, disfrazarlo hasta que él se fuera.

Su madre siempre le dijo que lo último que supo antes de irse fue que ella estaba en su vientre, y que vendría otro heredero.

Khowan siempre decía que él tenía una especialidad para acertar a las cosas, miles de veces le había dicho a su hermano que si algún día nacía otro heredero, sería una Princesa. Fue bueno que acertara esa vez también.

Porque, al menos, aunque no lo conocía, él había murmurado su nombre antes de morir. Tenía eso de él al menos.

—¿Cómo te fue en tu viaje? ¿Nuestra querida amiga sigue teniendo su resplandor? —preguntó apoyándose en las maderas del corral mientras Bess desataba la montura de su caballo jaspeado.

La mujer de piel morena y cabello negro como el ébano y ensortijado perfectamente la miró con diversión. Su cabello había crecido un poco desde la última vez que la había visto, un cambio mínimo. Sus ojos negros brillaban de picardía cuando le sonrió, su sonrisa blanca como una perla recién sacada de su ostra.

—Nuestra querida Lou es igual de fantástica —respondió y se acercó a su oído —. Aunque estoy segura que le salió una arruga y sus vestidos son color barro mojado ahora. Pero sí, no guarda tanto rencor como pensé. Tuve suerte de que su hermano la convenciera en parte.

Kalena rio y tuvo que tapar su boca para que la risa escandalosa que estaba a punto de escapar se quedara dentro.

—Él siempre ha sido la parte buena de esa familia —Bess se encogió de hombros.

—Tengo tanto que contarte, pasaron tantas cosas...

Luego de unas cuantas horas, en las cuales tuvo que esperar que ella le diera su informe a Khowan sobre todo, pudo tenerla para ella y su cotilleo. Eso les tomó dos horas y probablemente todos los bocados de chocolate con fruta brillante de la cocina, Kalena terminó de contarle todo a Bess sobre lo que había ocurrido los días en los que había estado ausente.

—¿En serio se metieron a tu cabeza? —parecía sorprendida mientras masticaba uno de esos bocados marrones.

—En la de todos, recién lo notamos cuando Arani y Khowan ya no estaban, nos separamos en ese momento. Mi hermano dijo que tuvieron que pelear con ellos en las ruinas del templo, y lograron huir —asintió Kalena con efusividad —. Lo bueno es que Arani logró herir a Ero.

—El maldito se lo merecía, ha hecho miles de cosas malas, empezando por la destrucción de la Provincia de Nahobian. Ese bastardo.

—Pienso lo mismo —estuvo de acuerdo—. Y con respecto a las pequeñas piedras negras, me uní a la búsqueda y no hemos encontrado absolutamente nada.

Bess pareció recordar algo al oír esas palabras.

—Tengo que hablar con Arani, no conseguí mucho tampoco pero algo es algo.

Arani estaba leyendo uno de los libros que había dejado en un rincón de la biblioteca esperando por ella, sus pies descansaban sobre el sillón mientras la ventana a su espalda estaba un poco abierta dejando entrar la brisa pre invernal. Había alrededor de veinte libros en la mesita frente a ella, estaba dispuesta a no salir en unas buenas horas, pronto quizá Ruth vendría con la cena para ambas, y si tenían suerte, Jax se uniría.

No podía esperar por ver todo cubierto de nieve, hacía tanto no veía un lugar nevado. Tenía la esperanza de ver un invierno completamente diferente a los que ella estaba acostumbrada....

Sin tanto fuego.

En Ikhia nunca llovía, nunca nevaba, nunca había algo asombroso. Excepto las fosas comunes que debían cavar cada tres días.

Ella intentaba convivir con esos recuerdos, y aunque su cabeza estaba ocupada en otras cosas y las pesadillas se habían ido, en su mayoría, los recuerdos la perseguían. Todas las cosas, los horrores, las torturas que vio, y la muerte; ni en un campo de batalla vio tantas muertes como en ese lugar.

Incluso llegó a pensar que la muerte era una persona que vagaba durante las noches por los pasillos de tierra, decidiendo que pobre partiría si tocaba en su puerta. Y por más que le rogó por mucho tiempo a Malie que se la llevara también, nunca respondió a sus suplicas.

Quería pensar que pasó por todo eso para estar aquí ahora.

Su puerta sonó y levantó la vista lentamente con el ceño fruncido debajo de la máscara. Giró para ver por la ventana, y aún era de día, Ruth no vendría hasta dentro de unas horas.

—Pase —dijo después de unos segundos, mientras miraba la puerta.

La puerta se abrió poco después. Dejando a Kalena y a Bessabel, la emisaria del Rey, entrando a la habitación. La Princesa llevaba una sonrisa, claramente emocionada por la vuelta de la hermosa morena.

—Oí que volviste —le dijo Arani como saludo —¿Cómo te fue?

Si bien su comienzo con la emisaria no había sido el mejor, no por eso debía ser descortés, se dijo a sí misma, las cosas habían cambiado, ya no estaba a la defensiva como cuando llegó al castillo. Podía respirar tranquilamente.

—Bien, gracias por preguntar —respondió ella siguiendo a Kalena que se sentó cómodamente en el sillón frente a ella.

Con confianza.

—Encontré un poco de información que puede servirte para tu investigación —le dijo sentándose junto a la princesa que no tardó en tomar un pequeño racimo de uvas de la mesita pequeña.

Arani no se había olvidado de su rostro exótico, su cabello negro como la misma noche y enrollado a la perfección, las ropas blancas que siempre usaba la hacían resaltar aún más debido a su piel negra. Para la vista de cualquier persona era una maravilla observarla.

—En mi viaje pude hablar con mi hermana, ella vive en la Provincia de los Franguell y sabe mucho más del poder mental que yo, nuestra madre y tía poseen ese don mínimamente —la miró atentamente.

A Arani no le pasó desapercibida la mirada que ella le dio a la máscara en su rostro, pero lo dejó estar, ya era costumbre.

—¿Y qué te dijo? —preguntó en cambió cerrando el libro y sentándose correctamente.

—No sabe mucho del tema, de todas formas. Le pregunté si hay forma de que el poder se trasmita mediante un objeto, como una piedra —dijo y se movió un poco para que Kalena tomara uno de los libros de la mesa y comenzara a leerlos —. Dijo que no está muy segura, pero que si el poder es demasiado, es posible.

—Créeme, es demasiado poder, más si ambos lo combinan. Tardé cuarenta y cinco años en saber cómo escapar de sus ilusiones. Y aun así no siempre lo lograba —bufó Arani —¿No dijo nada más?

—No sabe mucho más que eso, el resto de mi familia tampoco sabe mucho, no es un don tan poderoso en ellos, es algo suave, casi imperceptible —se encogió de hombros.

—Gracias de todos modos, nos da de donde partir.

Bess solo asintió, y luego de mirarla un segundo, como si estuviera insegura de si hacerlo o no, finalmente tomó uno de los libros y lo abrió para leer también.

Los minutos pasaron y Arani estaba a punto de terminar con el libro que había empezado antes de que ambas llegaran. Ninguna dudo en unirse en su búsqueda y entre las tres comparaban las piedras, se sintió bien recibir esa ayuda nuevamente.

—Lamento entrar así, muchacha —dijo una voz que ya conocía.

Arani levantó la vista del libro que tenía en sus manos, Kalena y Bess la imitaron al instante, viendo a la humana entrar a la habitación.

Ruth detuvo su paso al ver a las otras dos mujeres en la habitación con libros en la mano. Arani calculaba que habían pasado quizá unas tres horas desde que ambas habían llegado a su habitación.

—¿Qué sucede, Ruth? —le preguntó cerrando el libro, dejando un dedo dentro para no perder la página, claro.

—Tendré que salir esta noche —le informó la humana y Arani asintió sabiendo lo que eso significaba —Mi madre está mal de salud y debo ir a cuidarla esta noche. Lo lamento.

—Descuida está bien —asintió, la humana pareció aliviada con esas palabras, Ruth estaba a punto de irse cuando la detuvo —. Aun no te vayas.

Las tres aparecieron confundidas cuando Arani dejó el libro sobre el sillón y se puso de pie para alcanzar la jarra de cristal que había en el escritorio a unos pasos. Con un pequeño movimiento de dedos, un pequeño envase de hielo se formó en sus manos, vertió algo de agua dentro y luego los pequeños hilos dorados salieron de sus dedos, el agua brilló por un segundo. La selló y se acercó a la humana entregándoselo.

—Ten —le dio el envase de hielo —. Úsalo en lo que necesites, úntalo en el lugar que necesite, o prepárale un té, o ponlo en las compresas frías si tiene fiebre. La ayudará.

La humana sonrió enormemente y tomó el envase con sus dos manos, como si temiera a que callera al suelo.

—Gracias Arani, en serio gracias —dijo Ruth y luego de hacer una pequeña reverencia salió de la habitación.

Ella esperaba que se recuperaba.

—No tenía idea de que eras así de generosa con respecto a tu don —oyó la voz de Bess, Kalena la codeó —¿Ahora que dije?

—Algo tengo que hacer con esa magia ¿No? —respondió sin más volviendo a sentarse —. Luego de que supe que poseía este don leí libros y curé a personas para aprender. Si no hubiese estado encerrada en una torre gran parte de mi niñez, habría asistido a la Torre de sanadoras del Norte, me habrían enseñado cosas que los libros no.

—¿Es por eso que no utilizas tu sangre para sanar a los demás? —el codo de Kalena comenzaría a cansarse, de todas formas, Bess no pareció prestarle muchas atención a la princesa —¿Por no ir a la torre de sanadoras no das tu sangre para sanar?

Arani detuvo su lectura y miró a la morena fijamente. Suspiro.

—No, no es por eso. Fuese o no a esa torre, ni yo, ni cualquiera que tenga el mismo poder debería dar su sangre. Puede ser peligroso.

Bess parecía tener más preguntas, pero debió verlo en los ojos de Arani y no preguntó nada más sobre eso.

Unos cuantos minutos más pasaron en los que Arani se preguntaba si en algún libro encontrarían algo que les sirviera al fin o revisarían todos y solo tendrían la información que Bess les había traído de su viaje.

En un momento tuvo que levantarse del sillón para cerrar la ventana debido al aire helado que comenzaba a entrar por esta. Ella no sentiría el cambio de temperatura hasta que fuera demasiado brusco, pero sabía que las otras dos inmortales lo sentirían. En el tiempo que llevaba en Ilhea, había aprendido a concentrarse en esos detalles, sobre todo porque Ruth se quejaba cada cinco minutos del clima.

Kalena y Bess se levantaron cuando el sol estaba a punto de esconderse del todo. La princesa se detuvo un momento a mirar a Arani, al principio con algo de duda, pero luego pareció decidida.

—¿Qué harás ahora?

—Tengo una larga cita con estos libros —contestó Arani encogiéndose de hombros.

—¿Y no cenarás? —le preguntó nuevamente.

Arani sabía que si llegaba a sentir el vació de la comida en su estómago comería completamente sola ya que Ruth no estaba aquí. Quizá ni hambre sentiría.

—Si llegó a tener apetito bajaré a la cocina y robaré algo o comeré fruta, estaré bien —respondió sonriéndole mínimamente, Kalena pareció horrorizada ante esa respuesta.

—¿Comerás sola?

—Suelo comer con Ruth, pero descuida estoy acostumbrada.

Las manos repletas de anillos de la princesa se levantaron en protesta y su ceño se arrugo en desacuerdo.

—De ninguna manera, tú vendrás con nosotras a cenar con todos. No estarás sola. Y si así lo quieres comerás con nosotros cada día y dejarás a esa pobre mujer pasar tiempo con su hija y su adorable nieta.

Arani casi sonrió al escuchar las palabras de Kalena, sobre todo la parte de no estarás sola, lo mismo que ella le había susurrado hacía unos días. Sabiendo que no habría forma de negarse a la princesa asintió dejando el libro sobre la mesa.

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Nota de autora:

Buenas tardes criaturas Bellas! Espero que estes teniendo la mejor semana....

Nuevamente un capitulito de la Máscara... Espero que les haya gustado.

Aunque no me agrade mucho, van a haber capítulos que no tengan tanta tensión o acción, pero es que son necesarios.... Créanme, también soy lectora y no me gustan mucho, pero son importantes jajajja

Nos estaremos leyendo el miércoles que viene, los amo... Mila <3

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