Sombrío© ✔ (EDITANDO)

By BustosMagah

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PRIMER LIBRO DE LA TRILOGÍA LÚGUBRE. [LE#1] SOMBRÍO: UN SECRETO MÁS ALLÁ DEL TEMOR. ... More

Prólogo
Dedicatoria
Todo comienza con...
1. Dos gotas de tinta en una hoja blanca
2. Azael Agramon
4. Adonis Agramon
5. Anges En Silhouettes
6. Bella ave
7. ¿Un año?
8. Toc, toc
9. Sombrío
10. Pelirrojo aterrador
11. Navaja plateada
12. Número desconocido
13. Una idea
14. Un plan
15. Bella flor de raíz podrida
16. Cubrir el sol con un dedo
17. Patrick
18. "A"
19. Contraste
20. ¿Ellos dos?
21. Firma
22. Un día antes
23. Ese día
24. Paraíso abandonado
25. Acantilado del temor
26. Un restaurante, dos Agramon: corazones rotos
27. Libro favorito y algo inusual entre sus hojas ya leídas
28. El verdadero hermano asesino
29. Beso ahorcado
30. Sangre descubierta
31. Juzgados
32. Pasajera 1/2
Pasajera 2/2
33. Lluvia oscura
34. ¿Siempre fuiste "A"?
35. Un poco de verdades
36. Eider y su secreto
37. Él debe morir
38. El sello de Astaroth
39. Final
Epílogo

3. Siete males

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By BustosMagah

CAPÍTULO 3

4 de enero de 2018.
10:30 a.m

EIDER.

Baje las escaleras a pasos rápidos.
Odié en ese instante no haber podido dormir en toda la noche. Sentía mi cabeza dar vueltas junto a la insoportable pesadez del insomnio.

── ¡Llegarás tarde, Eider! ──la voz de papá llegó a mis oídos.

Busqué mi mochila en algún lugar perdido de la sala y me observé en el pequeño espejo que adornaba una pared de esta. Mi cabello negro estaba completamente enmarañado y mis ojeras pronunciadas lograban preocupar gracias a la piel pálida que hoy lucia más cansina de lo habitual.

Algunos pasos se oyeron salir desde la cocina, robando mi triste escaneo en el reflejo, desvié la mirada y la enfoqué en mi padre, quien se encontraba observándome con una media sonrisa. Se acercó hasta mi lugar para despeinar mi cabello de una forma gentil, de esa forma que él solía hacer desde que tenía noción. Observé su rostro con alguna que otra arruga que le hacían juego a sus años.

──Debo irme a trabajar──habló, luego de unos segundos── ¿Te doy un aventón?

Lo pensé unos segundos. Él trabajaba muy lejos del pueblo, para ser más exacta, a las afueras de Balcanes. Siempre insistía en acompañarme, pero nunca lo dejaba; abusar de su tiempo era algo que estaba fuera de mis planes,

──Te he dicho mil veces que no. Además...──me detuve un segundo, apreciando el reloj en la pared, marcando las siete de la mañana ── estás llegando un poco tarde ── le sonreí para luego besar su mejilla──. Debo irme si me quiero apresurar, y creo que tú también deberías de salir ahora.

Negó de forma sutil y suave su cabeza. Ese gesto que marcaba el hecho de que yo no tenía remedio. ── Está bien──dijo, rendido──. Ten cuidado, Eider. Te amo.

──Te amo, papá.

Sin más, salí de allí lo más rápido que pude y el frío azotó mi rostro. Me abracé a mí misma y comencé a caminar.

Observé hacía todos lados. El vecindario estaba un tanto silencioso con aquél ligero olor a humedad y la neblina visible del día que aún no llegaba; para ser las siete de la mañana, seguía demasiado obscuro... como una noche que nunca se iba. Y, eso era algo que caracterizaba mucho a Balcanes: pueblo pequeño y extrañamente muy lóbrego de gente reservada y distante.

Mientras daba el fugaz escaneo, a la distancia pude visualizar el caminillo de ramas aplastadas que daban el paso al colegio. Siempre optaba por ese estrecho camino, era el atajo más rápido y cercano hacia el lugar, y uno que, al paso del tiempo, le logré coger costumbre. No bastaron ni veinte pasos para apreciar a lo lejos los grandes muros de Garden. Al adentrarme, los pequeños pinos y arbustos llenaron mi campo de visión al igual que las bancas de cemento que se encontraban vacías como el resto del patio. Aquello no me sorprendía, estaba llegando varios minutos tarde y algo que le enervaba a la profesora de literatura era la impuntualidad.

Entré al instituto y sin titubear o pensar en el regaño de aquella profesora, subí las escaleras. Me estacioné enfrente de una puerta de mármol, al lado de esta se posaba un pequeño cartel de madera que detonaba mi cursado.

Tomé un poco de aire y di tres suaves golpes a la puerta. Desde allí, podía escuchar como la voz de la profesora retumbaba entre las paredes.

── ¡Pase! ──oí decir luego de unos segundos.

Abrí la puerta frente a mí y las miradas me pincharon tal cual una aguja a un inofensivo globo. Los ojos verdes de Adriana, mi profesora de literatura, me observaron curiosos. ──Un poco tarde, señorita Zervas.──frustrante, suspiró.

Espié mi asiento a lo lejos, pero también, debo decir que mis ojos me jugaron una mala pasada: no eludí ni por un segundo el ver aquel pupitre detrás del mío, donde el muchacho de ojos azules ya no se encontraba.

Seguía igual de vacío que el resto de los dos días que ellos no han dado ni rastros de vida.

Aún no han vuelto...

Quizás y los rumores que no han parado de propagar como una plaga en toda la escuela ya los haya asustado. Pensé.

Sin embargo, aquello me resultó algo decepcionante y no supe el porqué.

Adriana me hizo un ademan con su quijada para que tomase asiento.

Fui hacía mi lugar, respirando hondo para mi mente cansada. Como de costumbre, saqué algunos libros de la materia y solo me dispuse a observar por la ventana a mi lado.

El cielo seguía un poco obscuro, pero se lograba ver la llegada del sol, tiñendo de gris algunas extremidades del panorama. En este, las aves negras volaban sobre los grandes árboles. Desde mi lugar podía observar aquel bosque tenebroso y fosco.

── ¿Alguien quiere explicar el mito de La caja de Pandora? ──desvié mi vista de aquella ventana, y observé a la profesora.

Tome un poco de aire, y me reacomode en mi asiento.

Había oído una y mil veces la historia de Pandora; mamá solía contarme esta casi todas las noches antes de dormir.

──La caja de Pandora cuenta la historia de una bella mujer, creada por Hefesto, a petición de Zeus para castigar a Prometeo a quien ya había encadenado a una roca. Zeus le regala una caja que contenía todos los males del mundo que quedaron libres ante la curiosidad de Pandora, pero junto con ellos, se escapó también un valor muy importante para afrontarlos: la esperanza.

Los ojos de todos volvieron a parar en mi lugar.

──Y, ¿esto que nos quiere decir? ¿qué es aquello que nos denuncia? ──preguntó, complacida.

──Que...

──Que la esperanza es lo último que se pierde. ──una voz ronca y masculina se hizo presente en todo el lugar, dejándome con las palabras en la punta de la lengua. Todos se giraron curiosos, incluyendo yo.

Dos filas más atrás de mi asiento, unos ojos grises y una media sonrisa fría observaban a la profesora.

Azael Agramon estaba presente allí. Cuero, tono negro y algunas cadenas se hicieron visibles luego de un rápido escaneo.

Fruncí el ceño, confundida, recordando que jamás lo vi en mi clase.

──El nuevo muchacho tiene agallas──pude oír la insinuación de Adriana, luego de ver como observaba a todo el resto de los alumnos de forma acusatoria ──. Algo que deberían de poner en práctica. Bien... ──rápidamente volvió sus ojos a aquel muchacho algo que tampoco pude evitar hacer ── ¿Y qué era aquello que se logró escapar junto la esperanza?

──Siete males. ──mis ojos aún seguían en aquel muchacho de cabello castaño. Aquellos iris grises seguían anclados hacia el frente. Su mirada era extraña y atrayente, como si tuviera una clase de campo magnético junto a ella.

── ¿Puedes nombrarlos?

──La envidia, la enfermedad...──dio una leve pausa──el odio, la ira, la pasión, la tristeza, y... ──súbitamente sus ojos recayeron en los míos, como si mi mirada fuera tan pesada, tan notoria ── el temor. ──enfatizó la última palabra de manera suave, lenta.

Su mirada era genuina de una muy bella e inusual, pero cuando la tenías en ti, era indescriptible. Sentí como si esta me quemase los ojos. Fui la primera en desviar los ojos. Por alguna extraña razón, mi corazón comenzó a latir un poco más rápido en mi pecho.

──Bien...──La profesora se escuchaba embelesada por las palabras de aquel muchacho, y fue evidente cuando carraspeo su garganta──. Gracias por el aporte, chicos.

La voz sutil de Adriana se fue esfumando al cabo de unos segundos.

Mi mente vagaba en aquellos ojos raros, en aquel hecho de apartar mi mirada. Entendía por qué lo había hecho... fue como si él me hubiera descubierto haciendo algo muy extraño, algo prohibido. Pero, el hecho era que no era así, ¿pero por qué sentí tanta vergüenza?

Respire hondo, tratando de tranquilizar mi mente. Observé nuevamente la ventana a mi lado. Al parar mis ojos en la entrada oscura de aquel bosque, mi mente comenzó a llenarse de pequeños recuerdos difusos. Recuerdos que me sumergían a la oscuridad polvorienta de mis recuerdos. Cerré mis ojos y la calidez de mis parpados me acurrucó estos, haciendo notorio el ardor de una mirada cansada. Bostecé y volví a abrir mis ojos.

Los árboles...

Lo primero que vi fueron los árboles que estaban más allá del descampado cerca del instituto, aquel descampado al cual le seguían unas cercas que servían de barrera para aquel bosque.

Más allá de las hojas que caían y el sol que comenzaba a revelar tras una luz grisácea, pude notar un extraño movimiento entre los troncos de aquellos árboles. Instintivamente centré mis ojos en el lugar exacto, sin despegarlos ni un solo segundo. Pero la acción fue rápida, y ya no logré ver más allá de eso.

La idea de que solo eran animales no lograba alcanzarme, como si mi mente no lo quisiera creer o no estuviera lo suficientemente satisfecha a ello. Y, es que era así la mayoría de las veces que algo se encriptaba a mis pensamientos como unas horribles garras; mi curiosidad no dejaba en paz ninguna opción a la cual se le relacione, y eso, era una horrible pesadilla.

Solo tal vez... eran animales.

No quise quedarme a comprobarlo, observé hacia el frente y comencé a copiar los apuntes de la clase. Pero ya era evidente que no podía sacarme de la cabeza la idea de que lo que observe en aquel destello, no era algún animal.

...

Las clases del día habían dado su fin con un trabajo practico de Ciencias para el viernes próximo, y yo solo podía aborrecer el hecho de que existieran los trabajos para casa.

Bajé rápidamente las escaleras, sin esperar a nadie, ya que las chicas hoy no habían llegado. Salí del instituto con el claro motivo de irme, puesto que, ya no había nada de mi interés aquí como para quedarme; odiaba la escuela y el hecho de que mis amigas no estuvieran, no hacía nada llevadero el estar en este lugar. La fría brisa azotó mi rostro al poner un pie afuera, pero eso no me detuvo.

Caminando hacia los grandes muros de salida, pude percibir aquella chaqueta oscura y brillosa ante el manto gris que nos bañaba. Solo veía su espalda y su cabello negro alborotado en varias direcciones, como pequeñas serpientes burlonas y serpenteantes. Supuse que Azael tampoco tenía nada que hacer aquí luego de las clases.

Seguí caminando algunos pasos más, hasta que este se detuvo abruptamente. No rehuí el hacerlo yo también. De repente levanto su mirada desde su hombro, observándome sobre este.

Sus ojos grises fueron como un rayo asesino e inesperadamente electrificante. De nuevo, aquella sensación de haber cometido algo muy embarazoso, de haber sido encontrada haciendo una especie de delito.

No me percaté el momento en el que detuve el accionar de respirar. Pero, pronto volvió el aire a mis pulmones, como algo vital, algo que temí perder. Como si nada hubiera ocurrido, siguió su paso, hasta desaparecer entre el camino de la salida.

No pude sacar sus ojos de mi mente por un largo instante mientras caminaba por el atajo que él, pero entonces, un nuevo pensamiento inundó mi cabeza, despabilando el otro como un veneno a una rata.

Aquel desliz fugaz en el bosque...

Rápidamente observé a mis espaldas. Algunos alumnos seguían saliendo del instituto, y este, se veía sereno, minuciosamente tranquilo, pero no era eso lo que me importaba.

Me interesaba algo más allá del instituto, o, mejor dicho, lo que había detrás de este.

Esperé algunos minutos hasta que ya no hubiera persona la cual me observé, y sin titubear un segundo más, comencé a rodear toda la preparatoria. Al llegar detrás de esta, pude atisbar en la lejanía unos grandes árboles cubrir una oxidada cerca de alambres. El aspecto era terrorífico: alambres oxidados, lugar fúnebre que se halla muerto con aquel aroma y presencia de abandono, era como la primera vez que conocí aquel lugar.

Me adentré entre los árboles, y al tener la cerca oxidada ante mis ojos, comencé a examinarla, a la altura de mis tobillos pude reparar en un pequeño agujero, como si hubieran abierto este con desespero.

Aquel agujero que separaba los grandes bosques de la escuela más querida y cálida del pueblo Balcanes.

Examiné un poco por medio de los alambres, y como lo supuse e imaginé, allí no había nada sospechoso. De hecho, se alcanzaba a ver como las hojas y los árboles que llevaban a una oscuridad minuciosa y funesta, se veían paradójicamente pacíficas y silenciosas, dándome una imagen sospechosamente tranquila.

Algo que logró inquietarme aún más

Pero eso no lograba saciar mi curiosidad ni en mil años luz.

Sin pensarlo dos veces, tome un poco de aire y me adentre por aquel pequeño círculo donde mi cuerpo encajaba muy bien, como si hubiera sido creado específicamente para este. Al atravesar aquellos alambres, mis ojos encontraron árboles oscuros y fríos. Trague en seco, sintiendo mi corazón latir en mis oídos. Ignorando esto, comencé a tomar rumbo al bosque terrorífico.

El olor a tierra húmeda inundó mi nariz. Y mis ojos se cegaron de negrura e inquietud. Este lugar lograba ponerle los pelos de punta a cualquier persona.

Ignorando esa sensación chispeante de intranquilidad, seguí caminando hacia algún lugar perdido de algún camino imaginario. El sol no hacía mucha presencia, y eso me preocupo. Sabía muy bien que aquí la luz nunca daba su espléndida presencia.

No supe con exactitud cuánto tiempo me encontré caminando, ni mucho menos en qué lugar del bosque me situaba, pero algo se me había hecho familiar.

¿Los árboles? ¿El suelo? ¿Qué era aquello que me daba tanta zozobra?

Aquellos escalofríos tan inusuales en mí me daban la respuesta a todo.

Sabía que solo una vez en mi vida había contemplado algo así en mi cuerpo y, estaba consciente de la oscura razón más allá de ello.

Mis pensamientos fueron silenciados al ver un extraño movimiento entre los árboles.

Tomé la capucha detrás de mi cabeza y la puse sobre esta, tratando de refugiarme en el accionar y la tela caliente del abrigo. El frío estaba congelando mis extremidades, o eso era lo que yo sentía, pero esto no fue mucho problema cuando oí lo que oí...

Un grito desgarrador retumbó en el silencio de la nada.

Seguí caminando unos pasos más, pero estos cesaron abrupta y automáticamente al ver tres figuras frente a mí. Agradecí el tener tiempo de escabullirme entre unos pequeños arbustos.

Mis ojos inquietos y cegados de curiosidad no tardaron en reparar en aquellos individuos. Dejándome toda la información de la imagen a su paso. Dos figuras con una clase de bata oscura y una mujer con el rostro pálido y los ojos abiertos de par en par se dieron paso a la presencia. Una de estas figuras la tomo por el cuello y la otra por el cabello dorado que poseía esta.

──No lo sé...──sollozó la mujer, su tono era el del miedo y enfado vivos, en una clase de mezcla angustiante.

──Dinos dónde se encuentra y todo terminará bien ── la figura que la tomaba por el cabello la tomó con más fuerza que creí que le arrancaría este. La muchacha comenzó a retorcerse de dolor en su lugar.

Mi curiosidad estaba palpando fuerte en mi sistema; ahora no solo quería ver quiénes eran, sino que mucho más, quería más,

Busqué con un ápice de desespero el rostro de esas personas con batas oscuras y encapuchadas, pero no alcanzaba a hacerlo. Pero de algo estaba segura...

Esas figuras extrañas eran hombres. Sus voces delataban aquel rastro.

──Habla, fausta de mierda ──insistió el hombre que la tomaba por el cuello. Su voz sonaba exigente y escalofriante ──. Deja de ocultar a ese...

La mujer comenzó a sacudirse con desespero, interrumpiendo aquella voz fría.

── ¡Yo no soy una fausta! ──gritó. Su pecho bajaba y subía frenéticamente. Se veía enervada, como una caldera a punto ebullición, sus mejillas rojas de furia la acusaban── ¡No soy una fausta, no lo soy! ──los exigentes aullidos que provenían de su voz eran fuertes, cargados de terror y desespero. Algo que me lograba dar cierto escalofrío.

──Habla, Alyssa──exigió el hombre que sostenía su cabello.

Mi corazón amenazó con salirse de mi pecho al escuchar su voz... yo la conocía, conocía su voz. La desesperación y la curiosidad se unieron firmemente al no saber de dónde yo la había escuchado.

──Tú, maldito hijo de puta, no me darás órdenes. ──escupió, agitada.

── ¿Quieres probar eso, Alyssa? ──preguntó uno de ellos de forma burlesca y terrorífica.

── ¡Yo no...! ── el hombre que sostenía su cuello, jalo este con fuerza ── ¡Ah! ──las lágrimas escaparon con desesperación de sus ojos negros ── ¡Maldición! ── rugió en dolor.

── ¡Basta de tonterías! ──espetó, furioso el hombre que anteriormente había jalado su cuello ── ¡Di ahora dónde está, fausta de mierda!

La nombrada río por aquello. Su risa era amarga, agría y sin sentido.

── ¡Tú y tus hermanos pueden morirse en sus pecados, malditos enfermos de mierda! ──soltó, furiosa ──Jamás les dire. ¡Jam...

Y entonces, todo sucedió en cámara lenta.
El hombre que la sostenía por el cabello colocó sus dos manos en este y lo tomó en un gran puñado. El que la sostenía del cuello hizo demasiada fuerza y acto seguido, la mujer observó hacia mi sitio, abriendo sus ojos negros de una forma exagerada.

Dos segundos...

Dos segundos bastaron para ver como la cabeza de esta, se desmembraba lentamente de su cuello. La sangre salió como pequeños y grandes chispazos de allí, junto algunos sonidos de la piel de su cuello rajándose poco a poco, como la grieta de una roca.

Si el miedo fuera una sustancia, si el miedo fuera un líquido, podría decir libremente que este recorría mis venas, mi ser, de una manera horrible. Cubrí mi boca, pasmada de temor. Sentí como las lágrimas cubrían mis ojos, nublándome la vista por completo.

¿Esto no se te hace familiar, Eider?

Di dos pasos hacia atrás, y una hoja debajo de mi pie crujió. Mi corazón amenazó con salirse de mi pecho. Los tipos que observaban el cuerpo decapitado de la mujer en el suelo desviaron rápidamente la mirada hacia el lugar donde me encontraba yo.

No sé si fue el miedo, o mi instinto de ponerme a salvo, pero sin dudar, corrí con todas mis fuerzas de allí.

Pude sentir varios pasos acelerados detrás de mí, y esto me alentó a seguir corriendo más rápido. Mi pecho ardía por la fría brisa que se colaba por mis pulmones. Mis mejillas estaban heladas por mis lágrimas que no me percaté en el momento que se deslizaron.

Solloce una y otra vez.

Acababa de presenciar un homicidio... ¡Y uno de los más horrorosos que vi en toda mi vida!

No sé cuánto tiempo estuve corriendo de aquella manera, pero mi corazón latía desenfrenado al ver aquellos alambres oxidados frente a mis ojos. No observé hacia atrás en ningún momento, sentí que, si lo hacía, esos tipos iban a atraparme y hacerme lo mismo que aquella mujer.

Rápidamente me agaché para entrar en el pequeño agujero. Grité fuertemente al sentir un alambre enterrarse en uno de mis muslos, pero, como si atravesar aquella cerca me hubiera dado una nueva vida, suspiré en un pequeño alivio, pero eso solo fue momentáneo hasta levantar la mirada. Los pude apreciar entre los árboles.

Los dos tipos encapuchados.

Algo dentro de mi estómago dio vueltas al ver unos fríos ojos azules. Tomé aire, y desvié la mirada a mi muslo, la sangre que manchaba la botamanga de mi pantalón, alborotó mi sistema.

Me puse de pie y salí cojeando de aquel lugar, sin importarme mi muslo, los nervios en mi estómago y las lágrimas en mis ojos.

Pero nuevamente... mi corazón comenzó a latir desenfrenado.

── Buu... ──susurró con una sonrisa aterradora.

Aquellos ojos grises con unas dos extrañas manchas negras en uno de estos. Su mirada penetrante cual rayo, me decía algo que no pude descifrar.

Siete males...

Uno de ellos hizo estragos en mi mente como un horrible susurro.

El miedo... 

...

Creo que las cosas se han salido de control 👁👄👁

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