Red - [La Orden Sangrienta]

By LDasilva27

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[LIBRO 1] No respires cerca de él. No lo mires a los ojos. No le preguntes por su collar. No busques las razo... More

Nota | Antes de leer
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36 - Primera parte
36 - Segunda parte
36 - Tercera parte
Epílogo
Agradecimientos
Extra #1
Extra #2
Extra #3
¡Anuncio de celebración! 09/12

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By LDasilva27

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—¿Qué tanto le hiciste?—quise saber.

—Solo.... le di una pequeña lección—la diversión en las pupilas dilatadas de Wilre era como ver a un demonio llevando almas al infierno.

—¿Y qué significa pequeña lección para ti?

—Cortarle una oreja, o un dedo como mínimo.

—¡Por satanás!—llevé mis manos a la boca. Ya estábamos en el internado, caminando por el jardín para ser exactos.

—¡Eso! Ya andas invocando a mi tío—si quería agregarle una pizca de gracia al asunto, fracasó, y mi mirada lo dijo todo—. Ya, calma, no le corté nada. Aunque las ganas no faltaron.

—Todavía no me convences.

—¿Y por qué te preocupa el imbécil? Pensé que te había hecho daño en el pasado.

—Lo sé, también sé que merecía esa lección. Solo me preocupo por ti, y por las consecuencias.

—Cálmate, Anny—me sonrió—. Se cuidarme, y no es por ofender, pero lo hago mejor que tú.

—Déjame fingir que no me ofendió—reí—. Puedes dar todas las lecciones que quieras, con tal y no le cortaras el...

Quedé petrificada cuando vi a Kislev. Y no fue precisamente porque el corazón me latiera tan fuerte hasta dejarme sin habla. Eso sucedía solo en las películas taquilleras de romance. Y lamentablemente, no estaba en una.

Ver al chico que siempre tiene un semblante serio y misterioso, convertido en uno totalmente opuesto, y no de forma positiva. Solo significaba una cosa; algo iba mal con él. Y no sé porqué razón cósmica mis alarmas se encendieron. Como un instinto. Preocupación o la misma curiosidad, no lo sé, de alguna manera me puse a pensar enseguida.

Kislev cruzó el jardín ignorando la presencia de todos, deduje que su propia burbuja mental lo aislaba y le impedía ver algo más allá de sus barreras. El rostro del chico tallado por manos bendecidas se encontraba contraído, como si estuviese perdido. Leer su expresión nunca fue tan fácil, a él realmente le pasaba algo.

No lo dudé y le seguí, dejando a Wilre en el jardín con la palabra en la boca. No me importó nada más y fui detrás de él.

Necesitaba saber qué le sucedía.

Quizás no era de mi incumbencia, quizás debía regresar por el camino del bosque y dejarlo en paz. Pero solo era un quizá. Mis ojos simplemente veían su espalda ancha cubierta por una sudadera y mis ansias por verle aumentaban. Rodeados por los grandes árboles mientras la tarde caía para anunciar la noche.

La noche. La oscuridad. Esas exquisitas horas del día donde una parte del mundo se encuentra ensimismado por la luna. Las estrellas trazando figuras hermosas. Y los humanos viviendo su propia locura.

Kislev se detuvo en la pequeña cabaña, seguía dándome la espalda cuando habló:

—Vellty, si quieras hacer algo bueno por este mundo, hazte un favor y lárgate—su tono gélido me hizo dar dos pasos atrás.

—Y-yo... tú—

Me cortó las palabras.

—¡Lárgate!—se volteó levantando la mano para señalar el bosque.

Cuando observé su rostro nuevamente, quedé sorprendida; Kislev... estaba llorando. Su cabello se encontraba más desordenado de lo normal, tan revuelto que unos mechones daban en distintas direcciones, sus mejillas mojadas, ojos inyectados en sangre y mandíbula tensa. Se veía fatal.

—Kislev, ¿qué tienes?—pronuncié muy suave,—yo puedo ayu-

—Tú nada—detuvo mis palabras por segunda vez—. Vellty... no merezco que estés aquí queriendo saber si estoy bien o mal, soy un monstruo. Y nada de mí te debe interesar.

—Pero lo hace—y lo decía con sinceridad—. Kislev, no pretendo preguntar qué pasó, solo... agh.

A veces las palabras no pueden explicar todo lo que el pecho contiene. Muy atrapado por dentro. Esas palabras que somos incapaces de decir en voz alta.

Me acerqué a él y lo rodee con mis brazos. Un abrazo cálido para alguien tan frío. Kislev se tensó mucho más cuando sintió mi respiración en su pecho, y tardó, pero me respondió de la misma manera. Sentí sus manos acariciar mi espalda. Y así nos quedamos, él escondió su rostro en mi cuello y me apretó con una fuerza que rozaba la delicadeza. Algo tan sutil, pero lleno de sensaciones.

Cerré mis ojos esperando que el tiempo transcurriera y ese instante jamás acabara. Que nos quedáramos abrazados en medio del bosque, escuchando solo la respiración del otro.

Es que, en ocasiones lo único que necesitamos es un simple acto como el de un abrazo para que nuestras piezas se unan. No es el pegamento que lo solucione todo, pero sirve para dar un respiro de calma.

—Se lo van llevar—dijo, separándose de mí y mirándome directamente a los ojos—. Lejos. Muy lejos. Y puede nunca lo vuelva a ver.

No entendía sus palabras "se lo van a llevar" ¿a quién se iban a llevar? Oh... segundos después me di cuenta que hablaba de alguien que yo conocía, hablaba de Preston.

—¿Cómo así? ¿A dónde?—eso no podía ser verdad.

—Sus... sus padres me vieron hablando con él—una mueca de disgusto marcó sus finos labios—. Es mi culpa, Vellty. Todo esto es mi culpa.

—No te puedes echar la culpa, Kislev. Los padres de Preston son muy sobreprotectores, seguro pensaron lo peor.

—Claro, ¿y lo peor qué es? Que le diga la puta verdad en la cara. Le estuviera haciendo un favor.

—¿La verdad?

Todo sonaba muy confuso para mí. Aun no sabía que relación mantenía Kislev con el pequeño. O las razones para que le afectara. No sabia nada de nada.

—Si, Vellty, la verdad—soltó molesto, todo su cuerpo destilaba veneno, que de ser yo la causante de su molestia, caería muerta de inmediato.

—¿Hablamos de algo grave?

—Nah, de hecho, es divertida—presionó sus labios formando una línea.

—Divertida—repetí.

—¿Acaso es una manía tuya?

—¿El qué?

—Repetir lo que digo.

—Es algo que me gusta—aclaré sonriendo.

Kislev recorrió mi cara antes de asentir lentamente y respirar hondo. Luego, caminó hasta la puerta y la abrió.

—Entra—ordenó.

—¿Me usarás para ser parte de algún ritual satánico? —prefería prevenir.

—Te usaría para cosas más interesantes que un simple ritual—mostró una sonrisa perversa en su pálido rostro.

—Ah, claro, quieres engatusar mi mente para luego vender mis órganos.

—¿Qué? Eres una niña muy ocurrente—negó divertido.

—¡No soy ninguna niña!

—Para mí lo eres—claro, la niña de casi dieciocho años, perfecto—. Soy mayor que tú, por ende tengo el derecho de llamarte niña, así que entra antes de que me ponga agresivo y te obligue a entrar por las malas.

—¿Agresivo?—alcé una ceja—. Vale, no quiero tentar al destino.

Me adentré a la cabaña y fui directo al sofá para tirarme. Kislev me siguió a paso lento y se tiró junto a mí, cruzándose de brazos y fijando su vista en la chimenea.

La acogedora cabaña cubierta de madera esparcia ese aire abrasador en cada rincón. Muy digno para dormir junto al fuego. Sentir el calor. Su olor característico. El sofá con cojines viejos. Y Kislev a mi lado.

—Entonces ya puedes salir—comentó el chico rellenando el silencio,—por si sola, digo.

—Desde ayer.

—Umh-hum—asintió. Mi mirada puesta en el suelo fue cambiada cuando sus dedos tocaron mi mentón, haciendo que lo mirara solo a él—. Todavía me pregunto por qué viniste a mí.

—Kislev, te veías... mal. Yo solo quise ser ¿amable?

—Y dije que no lo merezco—acunó mi rostro con sus manos—. Niña, si no fuera por Preston ya estuvieras muerta—confesó,—a mí no me importaba tu padre, ni el mismísimo Alrik. Y tuve tantas oportunidades para asesinarte, pero en ningún momento ataque. A menos que lanzar una piedra a tu ventana se le llame ataque.

—¡Sabía que eras tú!

—Siempre he sido yo—admitió separándose, y regresando su postura seria en el sofá

—¿Y porqué querrías asesinarme? No te he hecho nada.

—Por puro placer.

—¿Sin razón alguna? Que decepción.

—¿Debía existir una razón?—soltó una risita por lo bajo—. No te sientas especial, Vellty.

Una sensación amargada se esparció por mi pecho; ¿especial? En lo absoluto, yo no me sentía de esa forma. Que quisiera saber lo que llevó a Kislev a romper mi ventana es muy diferente. Pero, ¿por qué se sentía feo escuchar lo que decía? Ahs. El podía hablar hasta por los codos lo que quisiera, y a mí no me debía importar.

No eres especial para él. Ni para nadie.

¿O qué creías?

Solo eres la simple Vellty Danforth.

—Creo que ya es hora de que me vaya—iba a levantarme, pero sujetó mi brazo impidiendo que pudiera ir a cualquier parte.

—¿De que te vayas?—frunció las cejas—. De eso nada, te vas a quedar conmigo.

—No soy quién para quedarme aquí, y menos contigo—pero Kislev no me dejaba salir de ese sofá—. Me voy. Tú querías que me largara ¿no? Pues me largo.

—Vellty—susurró mi nombre tal cual melifluo, logrando poner mis vellos de punta—. Nunca respondiste la pregunta.

—¿Que pregunta?

—¿Te gustan los neuróticos?

Oh, esa pregunta.

—Kislev, no entiendo porqué debería respo–

—¿Te gusto yo?—su tono de voz, sus ojos puestos en mí, su mano apretando mi brazo, la necesidad con la que me pedía que le respondiese.

¿Me gustaba Kislev?

Por sobre todas las cosas que me estaban sucediendo nunca me puse a pensar si alguien me llegase a gustar o no. Entre las mentiras, revelaciones, entrenamientos, pruebas, Wilre, los licaones, Snyder, entre todo; ¿en serio quería saber eso? Pero, ¿por qué lo pensaba tanto? No le conocía del todo. La respuesta era lógica.

Aparté la mano de Kislev para ponerme de pie. Él me miró confundido y dispuesto a levantarse, pero se lo impedí. Deslice el abrigo que llevaba puesto por mis brazos, quitando el mismo de mi cuerpo para quedar con una simple polera blanca. Kislev aun me veía confundido.

Me senté en sus piernas, mirándole a la cara. Mi mano subió hasta su cabello, acariciando, y bajó por su rostro. Disfrutando del simple toque seguí bajando mi mano hasta su cuello, donde el enigmático collar descansaba; un dije redondo bañado en oro. En todo el medio la letra B en cursiva. Muy elegante.

Salí de mi ensueño por el collar cuando Kislev sujetó mi cintura para pegar nuestros cuerpos, haciendo que estos encajen de forma perfecta.

Observó mis labios con cautela, en una espera eterna mientras enloquecia con solo tenerle tan cerca. No aguanté más y formé la unión, sus labios sobre los míos era lo único en lo que podía pensar. Kislev me correspondió el beso, dio un apretón en mis caderas y bajó sus manos hasta mis nalgas.

El movimiento lento pero arrasador. Cada roce divino me llevaba al infierno y me regresaba a la tierra.

El chico esparció un camino de besos húmedos por mi mandíbula y cuello antes de separarse unos centímetros de mi rostro.

—No me gustas—contesté jadeante—. Pero siento algo extraño por dentro, unas ganas de ti, de poder descifrarte, conocerte, y es... inexplicable.

No dijo nada de regreso, solo me observó con esos ojos grises preciosos. Sus manos frías se escabulleron dentro de mi polera, subiendo por mi espalda y haciéndome estremecer.

Se acercó a mi oreja para susurrar:

—Tú sí me gustas, Vellty. Me gusta tu piel. Tu olor. Lo suave que eres y lo inocente que aparentas ser.

La piel se me puso de gallina cuando depositó un beso en el lóbulo de mi oreja. Otro en mi mejilla hasta llegar a mi boca. Atrapó mi labio inferior y lo mordió para luego tomar el control del beso en un sinfín de sensaciones calientes. Mis manos inquietas emprendieron un viaje hasta su cabello para profundizar el momento.

No te gusta...

No te gusta...

Claro que no te gusta, Vellty...

—Ya es tarde—murmuré en sus labios.

—¿Y qué con eso?

—Me... debo ir—mi respiración era un caos.

—¿Te quieres ir?

—Kislev, me voy a ir—sentencié sonando decidida, aunque no lo estuviera.

—Adelante.

Estaba por levantarme cuando reflexioné la situación en la que se encontraba Kislev momentos antes.

—¿Sabes?—él espero a que continuara—. Preston es demasiado inteligente para su propia bien.

—Es evidente, sí.

—¿No entiendes el punto?—arrugó su entrecejo—. Que si existe una verdad; él ya la sabe.

Éramos conscientes que el pequeño no era un niño cualquiera. Era inteligente, audaz, pensaba con lógica y la aplicaba, leía mucho. Preston era magnífico.

—Es probable—asintió.

—Sí—me levanté de sus piernas, agarré el abrigo del suelo y me lo puse. Lista para irme—. Ahora sí, adiós.

—Espera un momento—señaló sus pantalones.

—¿Eh?—me puse colorada cuando vi el bulto.

—Que te voy a acompañar, y no puedo ir andando por ahí mientras tengo una erección.

—Huh—aparté la mirada.

—¿Te pone nerviosa?—preguntó con voz ronca.

—Para nada.

—Claro—chasqueó su lengua—. Es una lástima que te vayas, podríamos resolver el problema juntos.

—Kislev...

—¿Qué?—se levantó, acercándose peligrosamente a mí—. ¿No te gustaría, Vellty? Sentirme dentro de ti, que te toque hasta el alma y te arrastre al fuego.

Sus palabras. Él delante de mí. El cosquilleo en mi vientre. Mis piernas temblando. Mi garganta seca.

—Creo que—aclaré mi garganta—me puedo ir sola.

Caminé hasta la puerta escuchando las pisadas de Kislev detrás de mí.

—Una niña sola, en medio del oscuro bosque... nada favorecedor, Vellty.

—Sé defenderme—abrí la puerta dispuesta a salir—. Adiós, Kislev.

—Nos vemos pronto—escuché, pero no le vi.

Salí corriendo por todo el bosque con el corazón en la garganta. Animales se escuchaban a la lejanía, pero mi concentración se mantenía puesta en las luces del internado.

Solo que, algo no estaba bien, ¿alguna vez se han sentido observados? Que alguien los está mirando, pero no ves a dicha persona. Es un sentir. El peso de la mirada. Justo eso sentía mientras corría por el bosque con la respiración agitada. Alguien me veía.

De inmediato pensé que era Kislev, seguro me quería asustar.

Aceleré el paso hasta ver la estructura en mis narices. Cuando crucé el jardín y entré quedando en el pasillo principal, respiré en calma y recuperé el aliento en un descanso.

La señorita Yurif Newman caminaba por el pasillo, me saludó cuando notó mi presencia y se perdió saliendo al jardín.

Subí las escaleras hasta el segundo piso y fui directo a mi habitación, cuando abrí la puerta un aroma diferente impregnaba la misma. Como el perfume de alguien. Y le fuese hecho caso omiso a todo si no fuera visto un papel en las frazadas de la cama. Una carta.

Me acerqué con las cejas hundidas y la tomé con mis manos, desdoblando y descubriendo su interior.

Querida Vellty...








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