Sam se levantó temprano. Anduvo a hurtadillas por la habitación para no despertar a Vlad. Le dejó una nota en la mesita de noche avisándole que saldría de compras. Su novio necesitaba ropa. Prendas sobrias como usualmente usaba, algunas casuales y otras que a ella le gustaran. Se dio una vuelta por la tienda de disfraces para adultos también.
Horas después entraba al hall del hotel cargada de bolsas. Saludó a las recepcionistas ataviadas con túnicas blancas a la usanza griega y caminó hacia los ascensores. Un hombre apareció en su campo de visión y se le interpuso.
La radiante sonrisa que lucía Sam desde que se despertara entre los brazos de Vlad se desvaneció como un suspiro.
—Samantha… Estás viva.
La sorpresa en el rostro de Markus era tanta como la que había en el suyo, como si hubiera visto un fantasma.
—¿Por qué no lo estaría? La señora sólo me dio unas vacaciones. —Pulsó el botón para llamar al ascensor.
—Nunca contestaste las llamadas del amo Vlad y te perdimos el rastro.
—Mi teléfono se descompuso y estaba enfadada con él. ¿Por qué estás aquí? ¿Viniste a buscarme?
—Lo estoy buscando a él, tuvo otra fuga.
Los dotes actorales de Sam hicieron su aparición. Fingió sorpresa y juró no saber nada de Vlad. Tenía los dedos cruzados así que no se sintió culpable por su descarada mentira.
—¿Cómo me encontraste a mí? —cuestionó.
—Volviste a usar tu teléfono —Miró las bolsas de compras, algunas de ellas con la marca de distinguidas tiendas de ropa para hombre—, y tu tarjeta bancaria... Así que no sabes nada de él.
—No, yo… De hecho estoy intentando dejar todo lo relacionado con los Sarkovs atrás, no quiero acabar como Ardelia. —Las puertas se abrieron y entró al ascensor.
—Si es así, entonces deja de mentir y dime dónde está. —Entró también justo cuando las puertas se cerraban.
—¡Sal de aquí o voy a gritar!
—Esto no es un juego, Samantha. No seas estúpida y dime dónde está. ¿Lo escondes en este hotel? ¿Cuánto crees que me tardaré en que mis hombres entren y rastreen cada habitación hasta encontrarlo? Eso no será bueno para la reputación de tu familia y de sus hoteles.
—Markus, ya te dije que no sé dónde está.
De un manotazo él le arrebató una de las bolsas y vació su contenido. Cayó un disfraz de hombre policía, con todo y esposas.
Sam dio un grito ahogado.
—¡¿Te estás aprovechando del amo Vlad ahora que está desmemoriado?! —La cogió de las ropas, empujándola contra el fondo del ascensor—. No eres la primera que lo intenta. Si le hiciste algo, lo lamentarás.
Él no era un Sarkov, pero asustaba tanto como ellos. La soltó y sacó su teléfono.
—Está aquí. Que los equipos tácticos entren, usen la fuerza si es necesario.
—¡No, no lo hagas! Espera, por favor —suplicó Sam.
Equipo táctico se oía como militares. Los imaginó descendiendo desde helicópteros, bajando por cuerdas desde el techo abovedado del hall, lanzando bombas de humo y arrasando con las estatuas griegas y todo a su paso.
—Que se preparen, espera mi señal —dijo Markus al teléfono—. Habla —ordenó a Sam.
Ella no tuvo opción. Presionó el botón de su piso y lo llevó hasta su habitación.
—Lo encontré ayer por casualidad y no lo secuestré ni nada por el estilo, sólo lo traje aquí para cuidarlo.
Vlad no estaba en la cama. Tampoco en el baño ni en ningún lugar de la habitación.
—¡¿Por qué no me llamaste de inmediato?! ¡¿Por qué lo dejaste solo?! Esto te saldrá caro, Samantha. Si hay algo que el amo Vlad no soporta es la traición y que le saquen ventaja, y es exactamente lo que acabas de hacer.
Los gritos y regaños de Markus la dejaron temblorosa. Ella le dijo que probablemente había ido a la playa, que allí lo había encontrado la primera vez, sólo así se lo sacó de encima. Nuevamente sola, puso sus bolsas sobre la cama y se dejó caer. Se veía abatida, con su espíritu por los suelos. Si había alguien en quien Vlad confiaba ese era Markus. Lo primero que debió hacer cuando lo encontró era llamarlo y ahora se había convertido en su enemiga. Un enemigo más, como si estuviera en condiciones de aquello.
El teléfono en su bolsillo vibró. Era su madre, invitándola a desayunar a la terraza del penthouse. Sam cruzó los pasillos corriendo en busca de su progenitora. La halló junto al balcón y se lanzó a sus brazos.
—Mami, es tan bueno estar aquí contigo. Abrázame.
—Cariño, estás temblando ¿Pasó algo?
—Ay, mamá, para variar metí la pata ¿Por qué tú y papá me hicieron tan bruta? Dime la verdad ¿Fumaste algo raro durante tu embarazo?
—¡Cariño, qué cosas dices! Jajaja… Si vas a culpar a alguien, que sea a tu padre. Tuvo su época de agricultor, pero no hablemos de eso, vamos a desayunar, mira a quién me encontré cuando te fui a buscar.
Sentado a la mesa, en total tranquilidad, estaba Vlad. Sam era una gelatina cuando llegó a su lado. Majo tuvo una llamada y los dejó a solas.
—¿Por qué tu madre me llama Diego? Dijiste que mi nombre era Vlad.
Las mentiras se estaban desplomando sobre ella como una torre de cartas.
—Eso fue idea tuya. Le hiciste creer a mi familia que nos conocimos en la universidad y que así te llamabas.
—¿Por qué?
—Para fastidiarme, qué otra cosa sería. ¿Le dijiste algo a mamá?
—Nada. Le he seguido la corriente en todo lo que ha dicho, pero esto de las mentiras me está hartando.
—¡Ay, Vlad, no te enfades conmigo! —Lo abrazó, escondiendo la cabeza en su hombro.
—¿Qué hiciste?
Su tono lento y pausado era espeluznante.
—No es lo que hice, sino lo que no hice. No le dije a Markus que te encontré y ahora está aquí y está furioso conmigo.
—¿Quién es Markus?
—Tu chofer. También es algo así como tu mano derecha, tu confidente, tu guardaespaldas y quién sabe qué más hacen juntos. No me has hablado mucho de él.
—¿Qué quiere?
—A ti. Está buscándote. Me amenazó con destruir el hotel si no le decía dónde estabas. Tuve que llevarlo hasta la habitación y como no estabas, le dije que pudiste ir a la playa. Debe tener el hotel rodeado por su equipo táctico ¡Tal vez hasta tiene un tanque! —Lo aferró con más fuerza.
—Dijiste que trabaja para mí, puedo despedirlo y ya.
Sam se apartó, viéndolo con extrañeza.
—No puedes hacer eso. Es la persona en quien más confías. Confías más en él que en mí.
—Pues se oye como un matón, un mafioso. No quiero estar rodeado de personas así. Voy a despedirlo, no tengas miedo.
—No tengo miedo de Markus. Temo que te enfades conmigo cuando recuerdes todo y sepas que no le conté de tu paradero. Yo no he intentado sacar ventaja de tu amnesia… Tal vez sólo un poco, pero sin mala intención, sólo quería que estuviéramos solos, tranquilos, sin los problemas que nos rodean. Eso no es malo ¿O sí?
—Supongo que no.
—Y si compré el disfraz de policía fue porque creí que sería divertido. No tienes que usarlo si no quieres.
Vlad rio, buscando el rostro de la desvergonzada.
—¿Tantas ganas tienes de ser mi prisionera, Sam?
Esas palabras eran un hechizo. Qué recuerdos de ese sueño sucio, el columpio, sus derechos siendo leídos por el perverso policía, el abogado intercambiable y lo que su captor guardaba en el bolsillo… Cómo lamentó no haber comprado unas bolas chinas. ¡Qué bruta que era!
Majo volvió y se apartaron. Sus cuerpos imantados clamaban por volver a juntarse. Si la gravedad fuera tan intensa como la fuerza que los inducía a estar juntos, nadie lograría estar de pie, ni los rascacielos lograrían llegar tan alto o los aviones cruzarían el cielo. Prácticamente se tragaron el desayuno y volvieron a la habitación de Sam.
Había que hacer cumplir la ley.
〜✿〜
Sam hizo una mueca al sentarse en las gradas.
—¿Estás bien, cariño? —preguntó su padre, estirando los músculos antes del juego.
Los habían invitado a jugar tenis. Vlad dijo que no sabía y Sam no estaba en condiciones, pero fueron de espectadores.
—Me resbalé en el baño.
—¿Y por qué traes una curita en el cuello?
—Me picó un zancudo, no quiero que le llegue el sol.
Ignoró el gesto de sospecha en el rostro de su padre y miró a su madre, calentando en una orilla de la cancha. Su revés era famoso en los círculos sociales.
—Eres una mentirosa profesional, Sam —le susurró el zancudo.
—No te burles, es para protegerte. Si papá supiera todas las atrocidades que me hiciste, te despellejaría.
Dulces atrocidades, inolvidables, muy a la altura de sus sueños sucios. Y las esposas eran un excelente complemento para la escena que recrearon. Vlad se había emocionado un poco con el látigo, pero no era nada que ella no pudiera soportar. Sin embargo, el asiento rígido no ayudaba.
Las canchas de tenis estaban del otro lado de la laguna. Ésta la habían reservado sólo para ellos. De vez en cuando, Sam echaba un vistazo a su alrededor, buscando a alguien que pareciera pertenecer a un equipo táctico oculto entre las gradas. Por un momento pensó que su padre reconocería a Vlad, pero al parecer no había visto fotografías de él y no tenía idea de cómo era. Diego seguía existiendo para cubrirle las espaldas.
Y era muy sospechoso. Eso pensaba Augusto, preparándose para su saque. Desde la cancha de pasto sintético lo observaba demasiado cercano a Sam en las gradas, mucho más que en la visita a la casa de la abuela. No sólo era eso lo que lo inquietaba, los gestos, las miradas, la forma de hablar, no eran como antes, ahora el joven era alguien completamente diferente. No le agradaba.
El primer set lo ganó Majo.
—Querido, estás distraído. ¿Dónde está tu cabeza?
Hablaban en las bancas a la orilla de la cancha durante el descanso.
—En el trasero de Sam —confesó él—. Esa mueca no era por ninguna caída. Yo te he visto hacer esa misma mueca luego de nuestros juegos rudos.
—Amor, Sam ya está grande. Puede gozar de una sexualidad libre y sin fronteras.
—Pues sí, pero no con ese tipo.
—Pensé que Vlad te agradaba.
—Que sea un as para los negocios, inesperadamente heterosexual y tenga una mente brillante no significa que sea bueno para nuestra hija. Primero Diego, ahora Juan ¿Qué vendrá después? ¡Y Sam no nos ha dicho una sola palabra!
—Ella debe tener sus razones. Ya nos contará la verdad si lo considera necesario.
—En casa de mamá me pareció un tipo relajado y divertido. Ahora es evidente que oculta algo. Esa mirada fría que tiene. Es como si fuera otra persona. Markus dijo que tenía amnesia, no personalidades múltiples. Y Sam como si nada. No debí usar esas hierbas relajantes cuando la concebimos.
Majo rio a carcajadas y volvieron al juego.
—Deberíamos practicar algún deporte juntos ¿No lo crees? —preguntó Sam, viendo a sus padres divirtiéndose en la cancha.
Vlad también los veía, con expresión de aburrimiento.
—Caza. Podríamos irnos de cacería.
Ya suponía lo que él pensaba. Ella, disfrazada de cervatillo, corriendo de Vlad el cazador. ¡Y lo que le haría cuando la atrapara!. Era una escena perturbadora, sexy, pero perturbadora.
—Vlad, no todo en la vida es sexo. También podemos hacer otras cosas entretenidas.
—¿Quién está hablando de sexo? Hablo de cazar, con armas.
—Si esta es una broma, es muy mala. Yo no podría matar a un animalito indefenso. Soy vegetariana en proceso, Vlad y tampoco creo que tú quisieras hacer tal cosa tan espantosa. ¡Tu empresa dona dinero para la conservación de parques nacionales!
Él no pareció muy convencido. A Sam se le apretó el vientre.
—No tenemos que cazar animalitos.
¡Santo señor de todos los cielos! Sam se levantó de un brinco, mirándolo con terror.
—¡¿Quieres cazar personas?!
—Claro que no, Sam. Qué ocurrencias tienes. Hablo de animales grandes, que no sean indefensos, como un elefante o un león. Dices que tengo mucho dinero, podríamos irnos de safari a África.
No podía ser cierto lo que oía, claro que no. De seguro tanto pensar en cochinadas le había dañado el cerebro. Sam sentía que hasta le faltaba el aire.
—¡Cállate, Vlad! Deja de decir cosas tan horribles. La caza ni siquiera es un deporte y tú... tú tienes conciencia ecológica, es una de las cosas que amo de ti… Se supone que eres una papa, pero ahora te estás comportando como un rábano. —Se alejó varios asientos de él.
—Dijiste que era libre de ser quien yo quisiera.
—Pues sí, pero estás exagerando.
Vlad rio de mala gana. El partido de tenis llegó a su fin, con Majo victoriosa.
—No tienes que apretar el gatillo, puedes verme mientras yo lo hago —insistió él.
Suficiente, no iba a aguantar algo así. Sam se paró y caminó todo lo rápido que se lo permitió su cadera tan a mal traer. Vlad la siguió y a ellos Majo y Augusto.
—Ya le avisé a Markus —susurró él—. Nosotros nos encargamos de Sam.
—Bien —susurró también Majo, avanzando a hurtadillas.
Vlad cogió a Sam del brazo, obligándola a detenerse en el pasillo de los camerinos.
—Estás siendo muy malcriada, Sam. ¿Quieres otro castigo?
—Y tú estás siendo un cretino ¿Quieres otro puñetazo?
La cogió también del otro brazo y la empujó contra el muro cerca de la salida.
—Me estás haciendo enfadar, Sam.
—Tú me hiciste enfadar desde hace rato, suéltame o ya verás cómo te arreglo la cabeza del golpe que te voy a dar.
Una mano de Vlad subió hasta el cuello de Sam. Los dedos se cerraron firmemente en torno a él. Deseaba sentir ese palpitar cosquilleándole en la palma, deseaba sentirlo debilitándose como el latir de su propio corazón hasta que al final sólo quedara uno de los dos. Era tan frágil y suave, tan fácil de romper... Sus dedos rozaron la curita que ella tenía pegada y se apartó al instante, liberándola.
Se miraba las manos, sin reconocerlas.
—Vlad… ¡¿Qué ibas a hacer?! —Sam se frotaba el cuello. Tenía los ojos llorosos y un profundo dolor en el centro del pecho.
Había visto al demonio a los ojos o eso creía.
—No sé… no lo sé… estoy muy confundido... Sam ayúdame…
Ella no podía desoír la fría voz que en un instante se había llenado de angustia. Estiró los brazos hacia él. Majo apareció y la aferró, alejándola.
—Es momento de que te vayas. Tu chofer viene por ti. —Augusto se ubicó entre él y las mujeres.
—¿Cómo saben de él ustedes?... ¿Qué hicieron? —Sam ya lloraba.
Markus llegó caminando por el sendero que subía desde la laguna.
—Amo Vlad, todo estará bien. No se preocupe —dijo el hombre, alzando las manos y enseñando las palmas vacías.
—Yo no te conozco, no iré contigo a ninguna parte. Y no me iré de aquí sin Sam. Sam, ven conmigo.
Ella forcejeó con Majo. Augusto también la sostuvo.
—¡Ya déjenla! Sam ahora es mía, no de ustedes. —Fue hacia ellos para arrebatárselas.
Markus aprovechó el momento para clavarle en el cuello una jeringa que guardaba en su bolsillo. Varios hombres aparecieron de la nada y cargaron a Vlad, inconsciente. Sam seguía llorando sin consuelo, impactada por lo que había ocurrido.
—Esto no habría llegado hasta este punto si me hubieras dicho de inmediato que lo encontraste —la regañó Markus.
—¿Lo llevarás a la mansión? ¡No lo lleves ahí, por favor! —rogó ella.
—Él ahora no está en condiciones de regresar. Cuando lo esté, será decisión de él. Señor, señora, gracias por su ayuda. —Markus se fue por el sendero, detrás de los hombres que eran parte de su equipo táctico.
Vlad era alejado nuevamente de ella.
—¡Suéltenme, quiero ir con él! ¡Él me necesita, por favor!
—No irás a ninguna parte hasta que nos des unas cuantas explicaciones, jovencita. —Augusto la cogió del brazo y los tres se fueron por el sendero que iba en dirección opuesta, de regreso al hotel.
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Sam y Vlad vuelven a separarse 😭😭😭
Al menos ella alcanzó a jugar con el disfraz de policía 😅
¿Irá por él o seguirá con su plan de olvidarlo?🙈
¿Vlad volverá a estar bien o ya lo hemos perdido? 😖
¡Gracias por leer!