โž€ Yggdrasil | Vikingos

By Lucy_BF

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๐˜๐†๐†๐ƒ๐‘๐€๐’๐ˆ๐‹ || โ La desdicha abunda mรกs que la felicidad. โž Su nombre procedรญa de una de las leyendas... More

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โ” Proemio
๐€๐œ๐ญ๐จ ๐ˆ โ” ๐˜๐ ๐ ๐๐ซ๐š๐ฌ๐ข๐ฅ
โ” ๐ˆ: Hedeby
โ” ๐ˆ๐ˆ: Toda la vida por delante
โ” ๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Fiesta de despedida
โ” ๐ˆ๐•: Una guerrera
โ” ๐•: Caminos separados
โ” ๐•๐ˆ: La sangre solo se paga con mรกs sangre
โ” ๐•๐ˆ๐ˆ: Entre la espada y la pared
โ” ๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Algo pendiente
โ” ๐ˆ๐—: Memorias y anhelos
โ” ๐—: No lo tomes por costumbre
โ” ๐—๐ˆ: El funeral de una reina
โ” ๐—๐ˆ๐ˆ: Ha sido un error no matarnos
โ” ๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Un amor prohibido
โ” ๐—๐ˆ๐•: Tu destino estรก sellado
โ” ๐—๐•: Sesiรณn de entrenamiento
โ” ๐—๐•๐ˆ: Serรก tu perdiciรณn
โ” ๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Solsticio de Invierno
โ” ๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: No es de tu incumbencia
โ” ๐—๐ˆ๐—: Limando asperezas
โ” ๐—๐—: ยฟQuรฉ habrรญas hecho en mi lugar?
โ” ๐—๐—๐ˆ: Pasiรณn desenfrenada
โ” ๐—๐—๐ˆ๐ˆ: No me arrepiento de nada
โ” ๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: El temor de una madre
โ” ๐—๐—๐ˆ๐•: Tus deseos son รณrdenes
โ” ๐—๐—๐•: Como las llamas de una hoguera
โ” ๐—๐—๐•๐ˆ: Mi juego, mis reglas
โ” ๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: El veneno de la serpiente
โ” ๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: ยฟPor quรฉ eres tan bueno conmigo?
โ” ๐—๐—๐ˆ๐—: Un simple desliz
โ” ๐—๐—๐—: No te separes de mรญ
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ: Malos presagios
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ: No merezco tu ayuda
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Promesa inquebrantable
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐•: Yo jamรกs te juzgarรญa
โ” ๐—๐—๐—๐•: Susurros del corazรณn
โ” ๐—๐—๐—๐•๐ˆ: Por amor a la fama y por amor a Odรญn
๐€๐œ๐ญ๐จ ๐ˆ๐ˆ โ” ๐•๐š๐ฅ๐ก๐š๐ฅ๐ฅ๐š
โ” ๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Donde hubo fuego, cenizas quedan
โ” ๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Mรกs enemigos que aliados
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐—: Una velada festiva
โ” ๐—๐‹: Curiosos gustos los de tu hermano
โ” ๐—๐‹๐ˆ: Cicatrices
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐ˆ: Te conozco como la palma de mi mano
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Sangre inocente
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐•: No te conviene tenerme de enemiga
โ” ๐—๐‹๐•: Besos a medianoche
โ” ๐—๐‹๐•๐ˆ: Te lo prometo
โ” ๐—๐‹๐•๐ˆ๐ˆ: El inicio de una sublevaciรณn
โ” ๐—๐‹๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Que los dioses se apiaden de ti
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐—: Golpes bajos
โ” ๐‹: Nos acompaรฑarรก toda la vida
โ” ๐‹๐ˆ: Una red de mentiras y engaรฑos
โ” ๐‹๐ˆ๐ˆ: No tienes nada contra mรญ
โ” ๐‹๐ˆ๐ˆ๐ˆ: De disculpas y corazones rotos
โ” ๐‹๐ˆ๐•: Yo no habrรญa fallado
โ” ๐‹๐•: Dolor y pรฉrdida
โ” ๐‹๐•๐ˆ: No me interesa la paz
โ” ๐‹๐•๐ˆ๐ˆ: Un secreto a voces
โ” ๐‹๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Yo ya no tengo dioses
โ” ๐‹๐ˆ๐—: Traiciรณn de hermanos
โ” ๐‹๐—: Me lo debes
โ” ๐‹๐—๐ˆ: Hogar, dulce hogar
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐ˆ: El principio del fin
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: La cabaรฑa del bosque
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐•: Es tu vida
โ” ๐‹๐—๐•: Visitas inesperadas
โ” ๐‹๐—๐•๐ˆ: Ella no te harรก feliz
โ” ๐‹๐—๐•๐ˆ๐ˆ: El peso de los recuerdos
โ” ๐‹๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: No puedes matarme
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐—: Rumores de guerra
โ” ๐‹๐—๐—: Te he echado de menos
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ: Deseos frustrados
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Mal de amores
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐•: Creรญa que รฉramos amigas
โ” ๐‹๐—๐—๐•: Brezo pรบrpura
โ” ๐‹๐—๐—๐•๐ˆ: Ya no estรกs en Inglaterra
โ” ๐‹๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Sentimientos que duelen
โ” ๐‹๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: ยฟQuiรฉn dice que ganarรญas?
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐—: Planes y alianzas
โ” ๐‹๐—๐—๐—: No quiero perderle
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ: Corazones enjaulados
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ: Te quiero
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: La boda secreta
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐•: Sangre de mi sangre y huesos de mis huesos
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•: Brisingamen
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•๐ˆ: Un sabio me dijo una vez
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Amargas despedidas
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Te protegerรก
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐—: El canto de las valquirias
โ” ๐—๐‚: Estoy bien
โ” ๐—๐‚๐ˆ: Una decisiรณn arriesgada
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐ˆ: Tรบ harรญas lo mismo
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Mensajes ocultos
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐•: Los nรบmeros no ganan batallas
โ” ๐—๐‚๐•: Una รบltima noche
โ” ๐—๐‚๐•๐ˆ: No quiero matarte
โ” ๐—๐‚๐•๐ˆ๐ˆ: Sangre, sudor y lรกgrimas
โ” ๐—๐‚๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Es mi destino
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐—: El fin de un reinado
โ” ๐‚: Habrรญa muerto a su lado
โ” ๐‚๐ˆ: El adiรณs
โ” ๐„๐ฉ๐ขฬ๐ฅ๐จ๐ ๐จ
โ€– ๐€๐๐„๐—๐Ž: ๐ˆ๐๐…๐Ž๐‘๐Œ๐€๐‚๐ˆ๐Žฬ๐ ๐˜ ๐†๐‹๐Ž๐’๐€๐‘๐ˆ๐Ž
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โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐ˆ: Estรกs jugando con fuego

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By Lucy_BF

──── CAPÍTULO LXXII──

ESTÁS JUGANDO CON FUEGO

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( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

◦✧ ✹ ✧◦

        DRASIL SUSPIRÓ POR TERCERA VEZ CONSECUTIVA. Ya llevaba unos minutos buscando a Eivør, queriendo pasar algo de tiempo con ella, pero a su mejor amiga parecía habérsele tragado la tierra. ¿Dónde diantres se habría metido? La última vez que había posado sus iris esmeralda en ella, esta se hallaba conversando con su abuela en una de las mesas que había repartidas por el Gran Salón. Pero ahora Eivør no estaba y Hilda había regresado con Kaia y el grupo de mujeres con el que había estado departiendo con anterioridad. Era cierto que la estancia estaba bastante llena y que con aquella concurrencia todo se hacía más complicado, pero por más que buscara no encontraba ni rastro de la morena. Y aquello se le antojaba sumamente extraño.

Sabía que Eivør no estaba pasando por un buen momento, que la ausencia de Astrid le había afectado sobremanera, haciendo que se encerrara en sí misma. Su compañera siempre había sido dinámica y espontánea, alegre y vivaracha, pero eso había cambiado desde que habían regresado de Inglaterra. Las malas noticias no cesaban, sucediéndose una detrás de otra en un bucle sin fin y mellando el ánimo de todos los residentes de la capital. No obstante, la hija de La Imbatible tenía la sensación de que había algo más, algo que Eivør no le estaba contando.

Había intentado hablar con ella en múltiples ocasiones, animándola a que soltara todo aquello que estaba guardándose para sí misma, pero la mayor siempre evadía sus preguntas o simplemente cambiaba de tema. Y eso, como cabía esperar, tenía bastante preocupada a Drasil.

Eivør estaba muy rara y distante con todo el mundo, incluso con ella, con quien nunca había tenido secretos. Puede que la mayoría de las veces la tuviese al lado, a apenas unos palmos de distancia, pero la sentía tan lejana, tan retraída, que no podía evitar angustiarse.

Le daba miedo que aquello se volviera una costumbre.

Que alcanzasen un punto de no retorno.

La castaña echó un vistazo rápido a su alrededor, resignada. Se había abierto paso entre el gentío hasta llegar a una zona algo más tranquila y apartada. Sus ojos fueron a parar a la puerta principal del comedor, sopesando la posibilidad de que su mejor amiga hubiese salido a tomar un poco el aire o incluso regresado a casa.

Suspiró. Le preguntaría a Hilda y en función de lo que esta le dijera iría en busca de Eivør. La echaba de menos y quería hablar con ella, disfrutar de su compañía. Para ella también estaban siendo momentos muy duros y difíciles, sobre todo ahora que se encontraba en el punto de mira de Lagertha tras anunciarse su compromiso con Ubbe.

Necesitaba a su otra mitad. A su compañera de fechorías.

Como si una fuerza superior la empujara a ello, desvió la mirada hacia su prometido. Este se hallaba junto a Halfdan, riendo ante algo que el experimentado guerrero debía de haberle dicho. Se tomó unos segundos para poder observarlo, detallando cada uno de sus gestos y ademanes.

Un molesto nudo se aglutinó en su garganta, constriñéndole las cuerdas vocales. Ya había transcurrido una semana desde que Ubbe la había puesto al corriente de la encerrona que le hizo Margrethe en su casa, de aquel intento desesperado por recuperarle. Si bien el primogénito de Ragnar y Aslaug le había jurado y perjurado que aquel beso no había sido consentido y que no había significado nada para él, le había resultado imposible no llenarse de miedos e inseguridades.

Es decir, la antigua thrall formaba parte del pasado de Ubbe. Habían sido amantes durante un largo tiempo y lo continuaron siendo incluso después de que ella apareciera. ¿Y si aquel beso había reavivado algo? ¿O si era el preludio de algo muchísimo peor?

Confiaba en su futuro marido, pero...

—Si buscas a Eivør, salió hace unos minutos.

Esa voz.

Drasil se puso rígida, con el ceño fruncido y los músculos en tensión. Realmente los dioses tenían un sentido del humor de lo más retorcido.

Respiró hondo y exhaló despacio, tratando por todos los medios de mantener la calma. Estaban en un lugar público, de modo que no podía permitirse perder el control. Comprimió la mandíbula con fuerza y cerró las manos en dos puños apretados, descargando así toda su frustración, que no era poca. Cuando consiguió reunir la entereza suficiente, giró sobre sus talones para poder quedar cara a cara con ella.

Margrethe.

La skjaldmö arrugó la nariz con desagrado, como si su simple presencia la contrariara... Y así era. Ya solo tenerla delante le generaba una enorme aversión, unas ganas incontenibles de abalanzarse sobre ella y darle su merecido. La odiaba, no la soportaba. Puede que engañara con esas facciones tan dulces e inocentes, pero ella mejor que nadie sabía lo rastrera que podía llegar a ser.

Lástima que fuera a cometer el error de caer en sus provocaciones.

—Parecía afectada —prosiguió la rubia debido al silencio de Drasil. Se encontraba apostada junto a una de las pilastras que sostenían el techo, con una jarra de hidromiel en su mano derecha—. ¿Pero sabes qué es lo que más me ha llamado la atención? Que Björn abandonara el Gran Salón poco después de que ella saliera... Qué curioso, ¿no? —Realizó un mohín con la boca y pasó la yema de su dedo índice por el borde del vaso.

Ante ese último comentario la hija de La Imbatible tragó saliva. Con gran disimulo observó a su alrededor, dando gracias a los dioses porque no hubiera nadie lo suficientemente cerca como para haber escuchado a Margrethe. Apenas un instante después, buscó con la mirada a Piel de Hierro, confirmando así que él tampoco se hallaba en el comedor.

Se maldijo en su fuero interno.

Nunca le había gustado inmiscuirse en las vidas ajenas. Cada uno era libre de actuar como quisiera y lo considerase oportuno, pero lo que habían hecho Björn y Eivør no estaba bien. No cuando el mayor de los Ragnarsson estaba casado; y encima con Torvi, una de sus compañeras de armas. La infidelidad era algo que jamás perdonaría en una relación, de ahí que le resultase imposible no ponerse en el lugar de la rubia... Y que no cesara en su empeño de tratar de abrirle los ojos a su mejor amiga.

Porque lo había visto. El día anterior había visto cómo Björn no titubeó a la hora de ir en busca de Eivør, queriendo reencontrarse con ella tras tantos meses alejados el uno del otro, lo que la había llevado a la alarmante conclusión de que lo que fuera que hubiesen tenido en territorio sajón no se había desvanecido con el paso del tiempo. Y temía que aquello pudiese perjudicar de alguna manera a su compañera, que acabase dañando su reputación.

Björn era un caso perdido en ese aspecto. De todos era sabido que contaba con un amplio repertorio de amantes, que una de sus mayores debilidades eran las mujeres hermosas. Y, sinceramente, no le agradaba que Eivør fuese una de sus múltiples conquistas.

Volvió a focalizar toda su atención en Margrethe, quien una vez más había demostrado ser más inteligente de lo que aparentaba. A la antigua esclava le había resultado bastante llamativo que Björn fuera tras Eivør luego de que esta abandonase el Gran Salón, y Drasil estaba segura de que ya debía de haber sacado alguna conclusión al respecto.

Por Odín, qué ganas de arrancarle la lengua y hacérsela tragar a puñetazos.

—Cuidado, Margrethe. Estás jugando con fuego —le advirtió la escudera.

La susodicha esbozó una sonrisa burlona.

—¿Será que los Ragnarsson también comparten la peculiar tendencia de ser infieles a sus parejas? —inquirió Margrethe, justo antes de darle un sorbo a su mjöd. La fisonomía de Drasil se ensombreció por completo ante aquel dardo envenenado—. ¿Tú qué opinas, hum? ¿Qué se siente al ser el segundo plato? —continuó cizañando—. ¿Sabes a lo que se dedica tu prometido cuando tú no estás?

La castaña ejerció más presión en sus puños cerrados, que le habían empezado a temblar —al igual que el resto del cuerpo— a causa de la rabia que burbujeaba en su interior. Pudo sentir cómo las uñas se le clavaban en las palmas, pero poco le importó aquel pellizco de dolor. Lo único en lo que podía pensar era en lo mucho que deseaba desquitarse con esa sucia arpía.

Margrethe, por su parte, parecía estar disfrutando enormemente de la situación, como si todo estuviese saliendo tal y como ella quería. Se pasó la punta de la lengua por el labio superior y entornó los ojos, escudriñando a Drasil con rigurosidad. La examinó de arriba abajo con desdén y ahogó una risita presuntuosa.

—¿Es que acaso no vas a decir nada? —se mofó.

La mirada de la guerrera se oscureció, seguido de una llamarada de enfado que la recorrió de pies a cabeza. Las uñas de su mano derecha se hundieron con tanta fuerza en su palma que sintió cómo estas comenzaban a perforar la carne, aunque ni siquiera eso le brindó un ápice de cordura. Avanzó de forma intimidatoria, arrinconando a Margrethe contra la columna y ocasionando que parte del contenido de su jarra se derramara en el proceso, manchando su vestido.

La antigua esclava no pudo evitar sobrecogerse, aunque no demoró en recuperar la compostura. Cuadró los hombros e irguió el mentón con soberbia, desafiándola. Parecía estar alentándola a que perdiera el control, a que se dejase llevar por los impulsos.

—Sé lo que pretendes. Ubbe me lo ha contado todo —articuló Drasil en un tono que trataba de ocultar su ira—. Así que déjame decirte una cosa: aléjate de él, de nosotros. —Hizo especial énfasis en ese vocablo, provocando que Margrethe frunciera los labios en una mueca desdeñosa—. Como vuelvas a intentar aprovecharte de mi prometido, te juro por lo más sagrado que tus días como esclava no se compararán al calvario que te haré sufrir. Desearás no haber nacido.

Nunca antes había sentido un odio tan corrosivo, tan desgastante. Y es que la rubia sacaba lo peor de ella. La veía y solo tenía ganas de llenarle la cara de golpes, de enseñarle cuál era su lugar allí. Era imaginársela propasándose con Ubbe y sentir la imperiosa necesidad de hacerla sufrir lo indecible.

—¿Eso es lo que te ha dicho, que intenté aprovecharme de él? —Margrethe carcajeó con inquina. Se tomó unos instantes para poder mirar a su alrededor, llevando sus orbes verdes a la mesa donde tenía localizado al primogénito de Ragnar y Aslaug. Este continuaba charlando con Halfdan, totalmente ajeno a la «conversación» que ambas estaban manteniendo. Volvió a centrar toda su atención en Drasil, en aquel pequeño músculo que palpitaba en el lateral de su cuello—. No opinaba lo mismo cuando le hice gemir mi nombre. Apuesto a que eso no te lo ha contado... El cómo se entregó a mí en una noche de extenuante pasión. —Y ahí estaba el golpe decisivo, aquel con el que pretendía desatar el caos—. Supongo que era lo que tenía que pasar... Al fin y al cabo, él siempre vuelve a mí.

La skjaldmö palideció en el acto. El aire abandonó sus pulmones, generándole una desagradable sensación de ahogo, y el corazón le arrancó a latir desenfrenadamente bajo las costillas. Todo ello mientras una angustiante sensación se abría paso en su interior.

No pensó en lo que hacía, simplemente se dejó llevar. Condujo su mano izquierda al semblante de Margrethe e impactó su palma contra su mejilla derecha, volteándole la cara debido al golpe. Un ruido sordo se oyó por toda la zona, ocasionando que las personas que más cerca estaban de ellas interrumpiesen sus propios coloquios para poder observarlas con una mezcla de curiosidad y extrañeza.

La antigua thrall se llevó la mano que tenía libre a la zona en la que había recibido la bofetada y siseó, justo antes de restablecer el contacto visual con Drasil, que tenía el rostro lívido. Podía percibir lo mucho que la hija de La Imbatible se estaba conteniendo, el grandísimo esfuerzo que estaba realizando para no abalanzarse sobre ella y hacerle tragar sus palabras.

Sonrió con malicia.

Especialmente cuando Drasil le dio la espalda y se precipitó hacia la salida.

Si algo caracterizaba a Lagertha era que no se le escapaba nada. La soberana de Kattegat tenía ojos y oídos en todas partes. Puede que pareciera estar inmersa en una conversación o que tuviese puesta su atención en algo en particular, pero era perfectamente capaz de tener todo el Gran Salón controlado. Una sola mirada le bastaba para darse cuenta de lo que estaba ocurriendo entre esas cuatro paredes, de ahí que no fuera extraño que llegase a ver el guantazo que Drasil le había propinado a Margrethe en una de las recónditas esquinas de la dependencia.

Aquello acaparó irremediablemente su interés, aunque no llegó a sorprenderla. Torvi le había comentado los problemas que estaban teniendo con la antigua esclava, quien se estaba volviendo demasiado osada e impertinente. Por lo visto, le gustaba conspirar contra ella, sembrar la discordia entre sus súbditos. Y realmente no sabía qué esperaba conseguir: ¿algo de atención y notoriedad? Porque eso era lo máximo a lo que podía aspirar en la capital. No era nada, no era nadie, más que la —ex— mujer de un traidor. Tan solo era una pobre infeliz con ínfulas de grandeza. Aunque no dudaría en deshacerse de ella si continuaba por ese camino, si seguía tentando demasiado a la suerte.

Su nuera también le había mencionado los constantes roces y desavenencias que tenía con Drasil. Al parecer, Margrethe tenía una especie de obsesión con Ubbe, hasta el punto de que se había propuesto recuperarlo a toda costa. Estaba al tanto de que ambos fueron amantes tiempo atrás, antes de que Hvitserk la liberara y la convirtiese en su esposa, y ahora que volvía a encontrarse sola ante la adversidad quería regresar con el primogénito de Ragnar y Aslaug.

¿Sería ese el motivo por el que su hirðkona más joven la había golpeado?

Era bastante probable.

Sus iris celestes fueron saltando de un invitado a otro, buscando una figura en concreto. Encontró a Kaia junto a Hilda y otras mujeres con las que platicaba distraídamente. La distancia y la conversación que estaba manteniendo con ellas —además del alboroto que imperaba en la estancia— habían impedido que pudiera ver lo que acababa de suceder entre su hija y Margrethe. Entonces llevó su mirada a Ubbe, que estaba charlando con Halfdan en la otra punta del Gran Salón. Él tampoco parecía haberse percatado de nada.

Cuando volvió la vista a Drasil, esta ya no estaba. No tardó en llegar a la conclusión de que debía de haber abandonado el comedor, afectada por lo que fuera que hubiese ocurrido con la antigua thrall. Y aquello le generó la imperiosa necesidad de ahondar más al respecto, de descubrir lo que había pasado... Pero también vio la oportunidad perfecta para actuar, para llevar a cabo una última jugada.

La definitiva.

No aprobaba la relación de Drasil y Ubbe, era obvio. La noticia de su compromiso había sido como un balde de agua fría para ella, dado que él no dejaba de ser el hijo de su mayor enemiga, aquella a la que había aniquilado sin mostrar el menor atisbo de piedad. Y Ubbe la odiaba por ello, no en vano había intentado matarla en dos ocasiones, cegado por el dolor y la sed de venganza. Puede que ahora fueran aliados, que tuviesen un objetivo común, pero no dejaba de ser una relación interesada y meramente circunstancial. Algo que duraría lo que el conflicto civil.

¿Qué sucedería después, cuando ni Ivar ni Harald supusieran una amenaza?

Nada le impediría acabar con ella.

Kaia confiaba en él. Apenas habían hablado del tema, pero La Imbatible ya había dejado clara su postura al respecto: Ubbe hacía feliz a Drasil y eso era más que suficiente para ella. Para Lagertha, en cambio... Había sufrido muchas traiciones a lo largo de su vida, las suficientes para saber que no se podía poner la mano en el fuego por nadie, que no había que fiarse de las apariencias ni de las buenas intenciones. Simplemente no podía quedarse de brazos cruzados. Iba en contra de su naturaleza.

Una futura traición por parte de Ubbe implicaría perder a Drasil. Y perderla a ella supondría perder también a Kaia. Y no podía —ni quería— permitírselo.

Se disculpó con Guthrum, quien se había quedado con ella luego de que Torvi les comunicara que iba a ausentarse durante unos minutos, y se puso en pie con la intención de salir en busca de la hija de su mejor amiga y segunda al mando. Aquella mujer a la que no quería perder por nada en los Nueve Mundos.

Drasil sentía una rabia y una frustración tremendas.

Había abandonado el Gran Salón lo más rápido que le habían permitido sus largas y esbeltas piernas, necesitada de aire fresco. Margrethe había colmado su paciencia, llevándola a un límite que no había podido evitar rebasar. No se enorgullecía de haber caído en su juego, de haberse dejado llevar por sus constantes provocaciones, pero tampoco se arrepentía de lo que había hecho. La rubia se había ganado a pulso aquella bofetada, y le habría propinado muchas más de no ser porque se había contenido en el último momento.

Margrethe estaba tan desesperada que no había vacilado a la hora de inventarse una burda mentira para tratar de separarles, para romper su compromiso y desestabilizar su relación. Porque la escudera estaba convencida de que todo lo que había soltado por esa sucia boca eran simples y llanas patrañas. Conocía a Ubbe y sabía que él jamás le haría algo así, que no la traicionaría de esa manera... O eso quería creer. Y es que después de aquel encontronazo con la antigua esclava sus miedos e inseguridades se habían disparado, alcanzando cuotas críticas.

Aquella situación empezaba a superarla, era más que evidente.

Se había quedado cerca de la puerta principal, con la espalda apoyada en la pared y los brazos cruzados sobre su pecho. Sus falanges no dejaban de tamborilear sobre la tela de su vestido, siguiendo un ritmo rápido y frenético. Había salido con tanta prisa que ni siquiera había cogido su capa; el frío de la noche la hacía temblar un poco, mordiéndole la piel que tenía expuesta. Aunque realmente lo agradecía. Le ayudaba a mantener la mente despejada y a no dejarse llevar por su parte más impulsiva y visceral.

Tenía que hablar con su prometido. Debía contarle lo que estaba sucediendo con Margrethe, lo que tenía que aguantar cada vez que se topaba con la rubia y esta decidía lanzar su ponzoña contra ella. Quizás hasta le ayudara a sentirse mejor, a quitarse aquel peso de encima. Aunque también era cierto que tenía sus reservas.

Estuvo a punto de volver a ingresar en el Gran Salón cuando la puerta de doble hoja se abrió, revelando la inconfundible figura de Lagertha. El aire se le quedó atascado en la garganta cuando la actual reina de Kattegat miró a ambos lados, como si estuviera buscando algo o a alguien... Hasta que sus orbes azules se posaron en ella, que se mordisqueó el interior del carrillo con cierta intranquilidad. Acto seguido, Lagertha avanzó unos pasos, dejando atrás a los dos guardias que custodiaban la entrada, y se situó frente a la hija de La Imbatible.

Los segundos parecieron alargarse hasta convertirse en algo indefinido. Las dos mujeres se observaron con el sonido del silencio como único telón de fondo, aunque a Drasil le resultaba imposible no desviar la mirada de vez en cuando. Y es que la mera presencia de la soberana imponía, y mucho. No en vano era una de las guerreras más temidas y respetadas de toda Escandinavia.

—He visto lo que ha pasado con Margrethe —pronunció Lagertha tras unos instantes más de mutismo. Fue tan directa y concisa a la hora de hablar que Drasil se abrazó a sí misma y bajó la mirada, azorada—. ¿Te encuentras bien? —consultó con voz dulce y afable.

Ante su interpelación, la más joven volvió a alzar el rostro hacia ella. Seguía estando algo rígida, pero hizo todo lo posible para mostrarse despreocupada.

—Sí. Alguien debía ponerla en su lugar —respondió en su mejor tono neutral. Incluso se forzó a hilvanar una sonrisa comedida—. Se estaba tomando demasiadas libertades —añadió sin querer ahondar más en el tema.

Lagertha entrecerró los ojos en un gesto crítico.

—Pues parecía algo personal —tanteó a la par que sometía a Drasil a un riguroso escrutinio. Sabía que estaba en lo cierto cuando la sonrisa se le congeló en los labios, tornándose algo tirante—. Torvi me ha comentado que últimamente estás teniendo problemas con Margrethe. —Su interlocutora se tensó al escucharlo, lo que no hizo más que confirmar sus sospechas—. ¿Es eso verdad?

Drasil tragó en seco y parpadeó varias veces seguidas. Sus iris esmeralda fueron a parar a la puerta que conducía al interior del Gran Salón en tanto rememoraba todos y cada uno de los desencuentros que había protagonizado con la antigua thrall, especialmente desde que su compromiso con Ubbe se había hecho público. Había sido a raíz de ahí que Margrethe se había empeñado en hacerle la vida imposible.

Se frotó los brazos e inspiró profundamente.

—No se ha tomado muy bien que vaya a casarme con Ubbe —solventó, encogiéndose de hombros con naturalidad. Se le hacía extraño tanto interés por parte de Lagertha—. Sigue anclada en el pasado —puntualizó, haciendo referencia a la época en la que fue amante del caudillo vikingo.

La afamada skjaldmö asintió con cierto pesar, para posteriormente apoyar la espalda en la pared y alzar la vista hacia el cielo. Sus ojos parecieron resplandecer con más intensidad a la luz de las estrellas, que titilaban con vigor en el oscuro terciopelo que las sobrevolaba. Drasil la observó con una ceja arqueada, pero acabó imitándola. Pese a todo, hacía una noche preciosa.

—Has hecho bien —manifestó Lagertha, retomando la palabra. Pudo ver por el rabillo del ojo cómo la castaña volvía a focalizar toda su atención en ella. Por el amor de Odín, cada vez se parecía más a Kaia, aunque claramente continuaba teniendo rasgos de Søren—. Margrethe debe aprender que existen límites que no puede sobrepasar. Está bien que te hagas respetar. —Conectó su mirada con la de Drasil y sonrió de forma desvaída—. Sé cómo te sientes. Conozco esa sensación, esa inseguridad causada por la presencia de una tercera persona... Te comprendo mejor que nadie.

Las pulsaciones de la hija de La Imbatible se dispararon ante eso último. No cabía la menor duda de que aquello la había pillado desprevenida, con la guardia totalmente baja. Su reina y mentora se estaba abriendo a ella, evocando una de las etapas más complicadas y dolorosas de su vida. Aunque, en su opinión, sus situaciones no podían ser más distintas.

Pero eso no importaba en aquellos momentos.

¿Lagertha le estaba ofreciendo apoyo moral?

—Me recuerdas tanto a mí cuando era más joven. —La rubia sonrió nuevamente mientras la contemplaba—. Y Ubbe es idéntico a Ragnar cuando tenía su edad. Cada vez que lo miro es como volver a esos años, a esa época en la que todo era perfecto —expuso—. Pero entonces apareció ella... Aslaug. Todo se desmoronó a raíz de su llegada a Kattegat. —Su semblante se contrajo en una mueca de desagrado. El rencor era palpable en su voz—. Apareció estando embarazada de Ubbe, ¿sabes? Ragnar la conoció en Götaland, en un viaje que hizo a Suecia bajo las órdenes del rey Horik. —Pese a conocer ya la historia, Drasil realizó un movimiento afirmativo con la cabeza, dándole a entender que la estaba escuchando—. Y ahí me fue infiel con ella. Qué curioso que tu prometido sea el fruto de esa traición.

La menor hizo acopio de toda su fuerza de voluntad para poder mantenerse firme e impertérrita. Las palabras de Lagertha parecían ser de apoyo, pero... En realidad solo eran reproches disfrazados de falsa cordialidad. Saltaba a la vista que su odio hacia Aslaug y hacia todo lo que esta representaba opacaba todo lo demás, que seguía sin superar que Ragnar la hubiese engañado con ella. Y en cierto sentido comprendía que hubiera extrapolado aquella animadversión a sus hijos, especialmente a Ubbe. Era una reacción natural, aunque eso no quería decir que fuese justa. Ninguno de los dos tenía la culpa de lo que había ocurrido en el pasado, de los errores que otros habían cometido.

Pero la soberana estaba demasiado resentida para verlo.

Cuadró los hombros y se enderezó en toda su altura cuando Lagertha volvió a posicionarse frente a ella. Sus orbes celestes, que permanecían delineados en negro, la escudriñaban de manera exhaustiva, como si quisiera ver a través de ella.

—Recemos para que Ubbe no haya salido también a su padre en ese aspecto —soltó la rubia, punzante. De nuevo, Drasil palideció—. Aunque no sería tan extraño, después de todo. Ragnar nunca fue hombre de una sola mujer, ¿quién dice que tu prometido no acabará siguiendo su mismo camino?

Una inmensa desazón se instauró en el pecho de Drasil, tan opresiva y asfixiante que sintió que le faltaba el aire. Observó a Lagertha con ojos vidriosos, preguntándose qué más tendría que hacer para demostrarle que le seguía siendo fiel, que jamás la traicionaría... Y que no debía ver su romance con Ubbe como un engaño o una muestra de deslealtad.

Tragó saliva y pestañeó, a fin de ahuyentar las lágrimas. No se molestó en contestar, en parte porque tenía la impresión de que si intentaba hablar acabaría derrumbándose. Así que simplemente se sorbió la nariz y echó a andar de regreso a casa.

Lagertha vio cómo Drasil se alejaba con un sabor agridulce en la boca. Le apenaba haber tenido que llegar a esos extremos, pero no le había quedado más remedio que intervenir. Ubbe podría convertirse en una amenaza de cara al futuro y no quería que la hija de La Imbatible estuviese involucrada cuando eso sucediera, cuando tuviese que tomar cartas en el asunto. Aquel romance jamás tenía que haberse producido, pero aún estaba a tiempo de encauzarlo todo. Con un poco de suerte sus comentarios insidiosos habrían surtido el efecto deseado, ocasionando que Drasil se convirtiera en un hervidero de dudas e inseguridades. De desconfianza.

A fin de cuentas, la conocía desde que era un bebé. Lo sabía todo de ella: sus virtudes, sus defectos, sus fortalezas y... sus debilidades. De ahí que hubiese sido tan certera con sus palabras. Ahora solo faltaba que la más joven de sus hirðkonur explotara, y ella misma se iba a encargar de ello con su siguiente movimiento.

Profirió un lánguido suspiro, dispuesta a regresar al Gran Salón. Estuvo a punto de cruzar el umbral cuando una figura conocida irrumpió en su campo de visión.

Era Eivør.

La muchacha caminaba a toda prisa, emergiendo de una de las callejuelas colindantes al comedor. Esta avanzó hacia la puerta sin tan siquiera reparar en su presencia, totalmente inmersa en sus cavilaciones. No tenía buena cara y parecía agitada, lo que captó irremediablemente su atención.

—¿Eivør? —la llamó cuando apenas la separaban unos metros. La susodicha la miró, pero no se detuvo—. ¿Estás bien? —quiso saber, percibiendo algo extraño en su comportamiento.

—Sí, perfectamente —respondió Eivør.

Todo pasó tan rápido que no le dio tiempo a retenerla. En un abrir y cerrar de ojos la morena pasó por su lado y, antes de que Lagertha pudiera reaccionar, abrió la puerta e ingresó en el Gran Salón. La reina arrugó el entrecejo y se quedó observando la entrada con cierta confusión. Y entonces una nueva silueta hizo acto de presencia, una que ella conocía como la palma de su mano.

Björn.

El desconcierto hizo presa de ella al ver que salía de la misma calle por la que Eivør había aparecido hacía apenas unos segundos. Su hijo lucía muy serio, abatido incluso. Este la miró en la lejanía, justo antes de echar a andar hacia ella.

Lagertha lo vio acercarse con su mente trabajando a toda velocidad, aunque no necesitó devanarse mucho los sesos para encontrarle una explicación a lo que acababa de ver. Y es que Björn era sumamente transparente la mayoría de las veces.

La escudera se cruzó de brazos, tentada a preguntarle desde cuándo tenía algo con Eivør, pero se contuvo. Aquel no era el momento para hablar de los escarceos amorosos de su vástago. Lo que sí hizo, en cambio, fue reprenderlo con la mirada. No le gustaba que engañase a Torvi de esa forma. No era justo para ella.

Tomó una bocanada de aire y se aseguró de que el par de centinelas continuara a lo suyo. Afortunadamente así era; estos se habían pasado los últimos minutos parloteando sin parar, ajenos a todo lo demás. Aunque ella misma se había encargado de que no oyeran nada de su conversación con Drasil al mantenerse algo apartadas de la puerta.

Volvió la vista a Björn, que le acababa de preguntar si todo iba bien.

Ella, por su parte, negó con la cabeza.

—Quiero que avises a Ubbe.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

N. de la A.:

¡Hola, corazones!

I know, I know... Sé que me he demorado más de lo habitual en subir capítulo, pero, como bien sabréis todos aquellos que me seguís, últimamente he estado bastante desmotivada con todo lo referente a Wattpad. En estas últimas semanas han ocurrido una serie de cosas dentro de la plataforma que han hecho que me replantee la idea de irme por un tiempo y suspender las actualizaciones hasta nuevo aviso. Sí, hasta ese punto he llegado xd Pero bueno, parece que ya me siento un poco mejor. Así que no os preocupéis, mis queridos vikingos, que no pienso abandonar esta historia por nada del mundo <3

Aunque eso sí, quisiera decir dos cosas. Y a quien le pique, que se rasque :)

1) Si vas a darle a la estrellita para al rato quitar el voto, ahórratelo, por favor. Porque es de muy mal gusto y lo único que consigues es desanimarme aún más. Esto me lleva pasando desde hace tiempo, pero en el anterior cap. hubo varias personas que lo hicieron y me molestó bastante. Creo que no hace falta mencionar que detrás de cada capítulo hay muchísimas horas de trabajo, y que lo menos que puedes hacer es ofrecerme un mínimo de apoyo. No cuesta nada hacer las cosas bien.

2) Esto va para aquellas personas que se están inspirando en Yggdrasil para crear sus propias obras, ya que estoy hartita de callarme y de encontrarme sorpresas cada vez que le echo una ojeada al fandom. Porque, en serio, no os imagináis lo agotador que es que ciertos usuarios se tomen libertades que no les corresponden. Copiar estéticas y apartados enteros, tratar de emular personajes (me dicen por el pinganillo que andan pululando por ahí unas Drasil y Eivør 2.0) y hasta incluso mi forma de escribir es de tener muy poca personalidad y una falta de empatía enorme. Y si ya me encuentro en historias ajenas párrafos sacados tal cual de Yggdrasil (no hablo de uno o de dos, sino de varios en un mismo capítulo), apaga y vámonos. Así que dejad de hacerlo, porque al final me acabo enterando de todo y tomando las medidas pertinentes.

Y ahora sí: hablemos del capítulo.

Porque uff... UFF. La que se ha liado, pollito. Es que han pasado tantas cosas que AAAAAA. Pero mejor vayamos por partes, porque al ser un cap. largo hay muchas cositas que analizar.

En primer lugar, tenemos la conversación de Drasil y Margrethe. Ya os comenté en capítulos anteriores que Margaperra no se iba a quedar de brazos cruzados, porque esa obsesión insana que tiene con Ubbe le está trastornando mucho la cabecita y va a matar. Su principal idea era cizañar con el tema del beso, pero como no le ha salido bien la jugada (punto para Ubbe) ha tenido que recurrir a trucos mucho más sucios. Y madre mía la telenovela que se ha montado en un segundo.

Y MADRE MÍA EL GUANTAZO QUE LE HA SOLTADO DRASIL.

Aunque se merecía otro, y todos lo sabemos.

Y es aquí cuando entra en juego nuestra bienamada (y a veces odiada) Lagertha. Porque a esta señora no se le escapa nada y lo tiene todo bajo control. Ya habéis visto que no da puntada sin hilo y que ha aprovechado el drama con Margrethe para hurgar aún más en la herida... Y todo porque no quiere perder a Kaia (ni a la propia Drasil, obviamente) u.u Para ella es evidente que el fin justifica los medios, aunque habría que preguntarle a La Imbatible si piensa lo mismo *sonrisa maliciosa*.

El caso es que una vez más ha quedado demostrado que Yggdrasil no es como la serie, donde todos se hacen amiguis de un capítulo a otro y sin ninguna transición de por medio. Aquí Lagertha sigue resentida por lo de Aslaug, y el hecho de que Ubbe sea el fruto de la infidelidad de Ragnar no mejora las cosas. Ups.

Pero las cosas no acaban aquí, jeje.

.

.

.

Porque me vais a odiar muchísimo en el próximo cap.

Pero mucho, mucho.

Por cierto, ¿qué día preferís que actualice? ¿Los sábados o los domingos? Porque estoy tanteando la posibilidad de cambiar el día de actualización, pero no me decido xD

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo. Si es así, por favor, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

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