Blessed Anecdotes

By Lugarth8

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Serie de Oneshots independientes entre sí sobre la pareja Hualian. Tal vez, otros personajes también. More

El Castigo de los Dioses
San Lang tamaño familiar
Seguimos al aire
Adorarte como yo
Cuando ya no puedas más
Un día con la Calamidad Lian y su soldado
La Casa Gana
Bendice el Trono
Rojo bendito (WuLian)
Colores sin punta

El Confidente del Rey Fantasma

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By Lugarth8


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— ¿No te gustaría unirte a mí?

Tan pronto oyó esa descarada pregunta, Yin Yu tembló de pies a cabeza.

No solo por el impacto que le genero la implicación de esa oferta, sino por el repentino recuerdo que le trajo.

Casi inmediatamente, evoca la vez que el alma de su buen amigo y compañero es disipada a los cielos, libre de todo resentimiento, mientras una lagrima o dos se le resbalan de la cara.

Yin Yu hubiera querido pronunciar unas palabras solemnes si tuviera derecho de decirlas.

Porque el no hizo nada.

El no ayudo a Jian Yu y mucho menos fue quien lo libero de su sufrimiento, para nada.

Quien le dio la oportunidad no fue otro menos que el mismísimo Rey Fantasma, alias Hua Cheng, el mismo ser maligno que estaba de pie junto a él, observando el ritual con infinito aburrimiento.

Para Yin Yu, la condena no puede ser peor y abre sus secos labios, cual pétalos marchitos en invierno, para decir con una voz particularmente solemne: — Por favor, déjame servirte.

Patético, dirían todos. Un ex oficial del cielo, venerado con templos y seguidores, que por un simple pero abismal error cayo desterrado y tachado de infame, calumniado por los que caminaron de su lado alguna vez y juzgado como un envidioso de su propio discípulo, acabo así.

Solicitando ayuda a un fantasma, peor, a una Calamidad recién salida del Horno.

¿Debería sentir vergüenza de sí mismo? La verdad no. Yin Yu sabía que era lo mínimo que podía ofrecer, ahora en su condición de mortal y aterradora vulnerabilidad, a la única persona que le prestó ayuda.

El fantasma a su lado le hizo un favor y, como dicta la norma de un caballero, Yin Yu era de saldar deudas.

En respuesta a sus palabras, Hua Cheng hizo un sonido con la lengua que sonaba a una risita divertida. Un dolor para Yin Yu que sintió lo estaban degradando más de lo que el mismo logro por sí mismo.

Lluvia Sangrienta no volvió a hablar y en cambio se retiró del monte, sus pasos sonaban claramente en campo abierto, gracias a sus botas con pendientes plateados. Con eso, Yin Yu no necesito más.

Siguió a su nuevo e inesperado patrón, decidido a que esta vez— Sin rezarle a nadie, solamente pensando en sí mismo— iba a esforzarse por hacerlo bien.

Aunque sea una vez, quería cumplir bien un trabajo.

No quería que cada proyecto suyo acabase en mediocridad. Como maestro fue insuficiente; como Dios Marcial del Oeste fue menos que eficiente. Nunca se acercó siquiera a la sensación, a ese sentimiento de gloria, que se le escapaba de las manos y para empeorar, pareciera que no tenía algún derecho de tocar.

Ser el sirviente de una Calamidad era una mejor alternativa que volver a vivir entre los mortales, recordándole su vergüenza y hundiéndolo en la ignominia. Bajo su punto de vista, convertirse en sirviente del Rey Fantasmal era una tortura más amena, al menos si pudo elegir.

El ya aclamado y famoso Lluvia Sangrienta que Busca a la Flor no da tiempo a nada. A veces, pareciese que está enfocado en muchas cosas a la vez. Yin Yu no puede evitar pensar que desafiar a los Cielos fue un acto corajudo bajo el calor de una venganza; Hua Cheng suele decir que lo que hizo no fue más importante que divertido, más Yin Yu puede notar que está satisfecho, como alguien que ha cumplido uno de sus objetivos y en vez de celebrar, rápidamente va por otra meta.

Yin Yu no sabe cómo obtuvo la oportunidad de servir a alguien que venció a treinta y tres generales celestiales, ganándoles en artes marciales y temas del mundo, triunfado como nadie en terreno celestial.

Con el tiempo, Yin Yu trata a Hua Cheng de primera mano y por increíble que suene, ha comenzado a considerar que esta Calamidad puede que no sea especialmente maligna.

Para su propia sorpresa, Yin Yu tiene razón y a la vez no.

Yin Yu jamás ha hecho algo tan cruel, ni siquiera se imaginó que alguna vez fuera a comandar el asedio a los templos de los treinta y tres generales oficiales celestiales. Averiguo respecto a cada templo y capilla, su dirección y relevancia, de los que recién se construían o eran poco conocidos. Una vez obtuvo la cuenta general (En el futuro, admiraría a Ling Wen por hacer estos cálculos tan precisos en papiros interminables) Hua Cheng lo mando con un grupo de fantasmas a por un tercio de esos santuarios, es decir, los que estaban más lejos de su territorio como Rey Fantasma, y una vez se conoció el resultado de la lucha de los cielos, o más bien, la aplastante y vergonzosa perdida de los cielos, Yin Yu no solo sintió fascinación y miedo de su jefe, sino un respeto más que justificado, cuando el mismo predijo: — Esa basura se llena la boca de promesas, ya sabes que hacer.

— A su orden, mi señor.

Lluvia Sangrienta tuvo toda la razón.

Con soberbia y teniendo el descaro de lucir ofendidos por la intimidación, los generales celestiales se negaron a cumplir su parte del trato. En consecuencia, todos sus templos fueron arrasados, todos y cada uno, exactamente al mismo tiempo. Ardiendo en llamas hasta las cenizas. Así, Lluvia Sangrienta que Busca a la Flor se convirtió en leyenda. Yin Yu tuvo miedo del alcance de este ser.

Porque Hua Cheng presumió tener el poder para dominar el mundo.

Desde su descenso al mundo mortal e ingreso a Ciudad Fantasma bajo el ala del rey, Yin Yu, el ahora conocido Oficial XiaXianYue prefería llevar una máscara de demonio para que no lo reconocieran los muertos que alguna vez lo adoraron, los demonios o fantasmas con los que tal vez lucho en el pasado, y quizás, solo quizás, su máscara lo hacía verse simpático.

Por ejemplo, presentarse como mortal en una propiedad atestada de seres de toda forma y naturaleza era una apuesta de riesgo demasiado alta así que, para relacionarse mejor entre ellos, Yin Yu opto por llevar siempre una máscara que cubriese su cara. De cierto modo, es reconfortante que nadie lo conozca, ni a su historia o sus pesares. El dolor es suyo y le basta cada día.

De todos modos, aquellos que ven su cara inmediatamente creen que es un disfraz muy simple. Otro golpe bajo para él.

Lógicamente, servir por tanto tiempo y siendo el más cercano al monarca hizo que la mentalidad de Yin Yu se dividiera.

Él nunca fue de pensamientos demasiado complejos: si el mundo mortal estaba estrechamente unido al reino fantasma no era solo por cuestión de muertos en pena o monstruos nacidos de malos sentimientos. En la más honesta opinión de Yin Yu, Ciudad Fantasma también era un hogar humano donde cada residente tenía sus propios problemas y buscaban "existir" en paz, gozando de lo que no pudieron en su otra vida. Simplemente sobrevivían como los humanos, con la diferencia que no se quejaban tanto, no peleaban por tonterías y se reían hasta desencajarse la mandíbula porque ya no había dolor, no existía un crimen del que acusarles y eran completamente despreocupados. Por lo mismo, Ciudad Fantasma era muy animada y siempre había algo con lo que entretenerse.

A Yin Yu le choco mucho esto el primes mes que paso allí, al principio todo fue muy miserable y confuso, hasta que se acostumbró al caos y a que los seres más básicos, recién llegados y a veces problemáticos que solo querían destruir todo, se detuvieran a su paso, apenas susurrando cuando se acercaba, todo sea porque era la mano derecha de su señor, asumiendo que enfrentarse a él sería lo mismo que ir en contra del patrón y lo reverenciaban nada más lo veían.

Yin Yu no se sentía como un "mano derecha" de su jefe, es más, ni siquiera el término "camarada" se asemejaba a su situación. Agradecía inmensamente a Lluvia Sangrienta por todo lo que hizo por él y quería compensárselo sirviéndole en lo que pudiera. Por ello, si acababa reducido a un secretario o mandadero para los demás estaba bien.

No es que le importe, realmente. Si jugase un papel importante, Yin Yu temía que no pudiera manejarlo bien.

O al menos, eso fue lo que pensó hasta que descubrió el complot más increíble.

Lluvia Sangrienta no se lo oculto, no lo disimulo siquiera. ¿Debería tomar eso como un voto de confianza? Mejor no, probablemente era Hua Cheng haciendo lo que quería sin tomar en cuenta a otros.

Sobra decir que casi se desmaya al recibir en Mansión Paraíso al mismísimo He Xuan, alias Aguas Negras, bajo la identidad del Dios de la Tierra actual.

Sus piernas temblaron todo el tiempo, su mente dio giros de pensamientos y nada de lo que pudo imaginar estaba ni cerca de ser pronunciado por su inquieta lengua.

¡Una conspiración en los Cielos!

Estos reyes fantasmas iban demasiado lejos, eran asombrosamente atrevidos y abrumadoramente astutos, ¿Lograron esquivar la protección de Jun Wu? ¿Destronaron a un Dios de la Tierra y He Xuan tomo su lugar? ¿Hua Cheng iba a esconderlo en lo que "esos espías de los cielos" vengan por él? Dios, Dios y que Dios, Yin Yu estaba aturdido por tanta información.

Demasiado sorprendido para poder reaccionar, Yin Yu se obligó a recordar que no estaba tratando con espíritus decadentes o personalidades normales, que Hua Cheng no estaba para amenazas sino para acciones, que todo cuanto hizo y hará sin duda enojará y condenará a los Cielos...

Fue entonces que se hizo más consiente que nunca, de que trabajaba para el hombre más poderoso que pudiera haber conocido.

A sus ojos, Jun Wu seguía siendo inalcanzable y extraordinario, sin embargo, podía imaginarse a Hua Cheng retarlo a un duelo y probablemente empatar, sino ganar con astucia. ¡Y reírse como si fuera un juego de niños!

Lluvia Sangrienta estaba a otro nivel.

— Sigue, sigue— rio cínicamente, agitando su pálida mano— Todo eso ira a tu deuda.

He Xuan paro momentáneamente de comer lo que había sobre la mesa, luego viro los ojos y continuo su festín, actuando como alguien que nunca comió en la vida. O al menos, en su antigua vida antes de fallecer.

Si Yin Yu pudo esconder su nerviosismo fue gracias a que Aguas Negras devoraba todo cada dos minutos y constantemente tenía que ir a la cocina, pedir más platillos o frutas, cualquier tipo de bebida que hubiera, para apaciguar el hambre de Aquel que Hunde los Barcos.

He Xuan nunca se quedó mucho tiempo en Ciudad Fantasma como esa vez, fingiendo ser un rehén. Yin Yu tampoco lo vio vestido como oficial celestial, así que fue lógico que el alma casi se le escapó del cuerpo cuando lo vio esperando en las puertas de Mansión Paraíso, aterrado ante la idea de que un señor de los cielos apareciera para desafiar a su rey y morir estúpidamente.

Viéndolos así, a las dos calamidades platicando entre comidas sobre su maquiavélico plan de "intercambio de información", Yin Yu estuvo más que seguro que estaba en una posición privilegiada.

Ya no tenía duda alguna: los Cielos iban a caer, Hua Cheng los tenía en la mira. Al parecer, algo no le gustaba de ese lugar, era evidente mientras oía las novedades de la Capital Celestial por boca de He Xuan.

Inesperadamente, Lluvia Sangrienta que Busca a la Flor interrumpió a su aliado para decir: — Tu usurpador se ha vuelto muy amigo de Su Alteza, ¿Tomaste en cuenta eso?

Aguas Negras arqueo las cejas, ceñudo.

— Ese charlatán es amigo de todos.

— Para Su Alteza, la amistad debe ser respetada— El único ojo carmesí brillo fríamente, como recordando algo desagradable— Él ha sido alejado y fue burlado por esas basuras, excepto por el señor del viento.

— Para ese, la gente es un espectáculo. Uno más entretenido que el anterior.

— Tú no eres divertido y eres conocido como "el mejor amigo de Shi QingXuan".

He Xuan frunció los labios, casi escupiendo con desagrado.

— Tonterías.

— Te lo advierto— El tono juguetón y burlón cambio a uno amenazante— No quiero enterarme que gege está involucrado en tus planes. Toma a esos ineptos oficiales y a los dioses falsos, húndelos en lo más profundo, pero si involucras a su Alteza te cortare mil veces mientras tus peces mastican lo que queda.

Yin Yu se estremeció, el pavor que ya no debería sentir por su experiencia en el lugar que ahora vive, se expande por sus poros y adquiere la piel de gallina. Trago grueso, arrepintiéndose al instante porque no quiere hacer ningún ruido ni para respirar.

La cimitarra de su jefe, E-ming, se inclina hacia He Xuan y este, ni sorprendido o asustado, se resta a suspirar perezoso.

Oh, rayos, si Lluvia Sangrienta quisiera, con tan solo un movimiento, ... Ni Aguas Negras podría hacer algo. Yin Yu lo sabe muy bien.

No es la primera vez que oye a su patrón hablar de un tal "Su Alteza Real". Tampoco es la primera vez que lo ve actuar diferente a lo normal.

Desde hace semanas, su señor no ha estado activo. No apareció durante un tiempo, lo cual no preocupo especialmente a Yin Yu, porque ocasionalmente aparecen monstruos tan insolentes como tontos que lo desafían, pero nunca le costó mucho tiempo encargarse de ellos.

El día que Hua Cheng regreso lo hizo...diferente.

La fría y despiadada mirada se suavizo, la sonrisa cruel y desdeñosa se volvió genuina y a veces agradable de ver, sus comentarios mordaces se redujeron e inclusive estaba más animado, más tranquilo, más ligero. Ya no actuaba como un monarca dedicado a su imperio, sino que hacia lo que tenía que hacer por cuestión de principios, un deber más, a veces sin emoción, como si quisiera algo más de todo eso.

No solo Yin Yu, todos lo notaron.

Algo había cambiado a su rey.

O tal vez, para ser más específicos, algo había despertado la pasión del rey fantasma. Un sentimiento oculto y receloso, una emoción latente y sufrida, un deseo que poco a poco se hace real y tangible.

Si Hua Cheng tenía una visión lejos de Ciudad Fantasma, Yin Yu nunca pregunto. No tiene por qué preguntar, sería una falta comentarlo.

Pudo reconocer el tono emotivo al oírlo decir "gege" y no pudo evitar pensar que ese "gege" y "su Alteza Real" eran lo mismo.

Para confirmar sus sospechas, He Xuan no corrigió ni hizo comentarios al respecto.

— El único dios que no puedo tocar, entendido— siseo He Xuan, tedioso.

Yin Yu cae en una espiral de confusión, no entiende a donde van con todo eso.

¿Su señor protegiendo a un dios de Aguas Negras? ¿No los odiaba a todos? Arraso con treinta y tres funcionarios celestiales, llevaba un complot con Aguas Negras que andaba de infiltrado en los cielos, atentando contra un par de dioses elementales sumamente importantes. ¿O acaso Hua Cheng también tenía su propia venganza personal? ¿Quería derribar a un dios que le hizo daño? No...No puede ser. La actitud que tuvo con He Xuan no fue de un sádico buscando conservar sus juguetes, sino la de un hombre poniendo limites, igual a un guerrero escudando lo más sagrado, un enemigo poniendo su única condición al luchar, un demonio dispuesto a todo si lo provocan.

Lleno de curiosidad, Yin Yu espero que continuaran su conversación para responder a sus dudas indirectamente.

— Debes poner mucho de ti para que salga bien y te crean, entonces...— Alzo un dedo y He Xuan, ya habiéndose comido lo que contenía el ultimo plato, lo miro confundido— Un par de moretones nunca están de más.

Al final de la tarde, un magullado y arruinado He Xuan fue llevado a otro lugar que nunca usaron y definitivamente jamás esperó usarse para retener a alguien.

— Cumple bien tu papel de víctima— Se burló Hua Cheng, abandonando la habitación al tiempo que le decía a Yin Yu; — Esperare por esos espías, estaré en el casino.

— Sí, mi señor.

Hua Cheng era astuto, demasiado listo. Si existía un lugar donde cualquier turista pasaría primero sería un sitio público que aglomerase todo tipo de información sin levantar sospechas, pero como iban a lidiar con oficiales celestiales buscando a su camarada, de un modo u otro acabarían en el casino.

Y si no, tampoco importaba. Hua Cheng iba a presentarse en Ciudad Fantasma para estar pendiente de las noticias y si aparecía algún sospechoso, sin duda sus informantes le harían llegar la novedad.

Yin Yu obedeció como siempre.

Se hizo cargo de los pormenores que hubieron a lo largo y ancho del reino fantasma. Estaba limpiando el ultimo desastre que dejaron Linterna Verde y sus esbirros cuando oyó la llamada telepática de su rey.

Dejo todo lo que estaba haciendo, motivado por la voz secretamente entusiasta de su rey, y fue a su lado lo más rápido que pudo.

Apenas pudo hacer una reverencia cuando Hua Cheng le aviso: — Han llegado a Ciudad Fantasma. Esos dioses ineptos y mi gege.

— ¿Qué desea que haga?

Expulsarlos, no. El privilegio de tener dioses en terreno de fantasmas era para aprovechar y abusar, pero teniendo en cuenta que eso era precisamente lo que estuvieron esperando las dos calamidades, podían darle otro tipo de orden.

Para su sorpresa, el hombre de rojo chasqueo la lengua.

— Deja que sufra un poco más, igual no irán a ningún lado.

— ¿Mi señor?

Eso no era lo que esperaba oír, creyó que siendo su territorio el que fue burlado por los inmortales, Hua Cheng preferiría deshacerse de los estorbos y cumplirle a He Xuan su parte del trato más pronto que tarde.

Probablemente era Hua Cheng haciendo lo que quería otra vez, dejando sufrir en la espera a He Xuan por diversión.

— Busca a su Alteza Real, el Príncipe Heredero de XianLe. Cuando lo encuentres, trátalo con el respeto que corresponde— Yin Yu casi trago del nerviosismo, la confusión y el asombro— Invítalo a Mansión Paraíso.

Estaba absorto y aturdido por lo que acababa de oír. No entendía lo que pensaba Lluvia Sangrienta que Busca a la Flor y precisamente porque no lograba comprender sus pensamientos ni intenciones, Yin Yu tenía tremendo miedo.

Y por ese miedo, pudo responder con firmeza: — ¡Sí, mi señor!

No necesito una descripción detallada de la persona a la que debería buscar, ni preguntar a los fantasmas.

Encontró a su objetivo corriendo detrás de un niño harapiento con la cabeza cubierta de vendas. "Correr" es un término brusco, teniendo en cuenta que esta persona iba a una velocidad bastante moderada debido a los puestos ambulantes y fantasmas que se amontonaban en la calle. Los pies de este dios flotan, cada paso al ritmo de una respiración acelerada mientras lucia muy grácil.

Era un joven vestido de blanco, que llevaba un sombrero de paja colgando en la espalda y a pesar que gritaba "¡Detente!" a un fantasma puberto que no daba freno, su voz sonaba asombrosamente suave y gentil.

Es el, sin duda.

El niño logro fugarse y el de ropas blancas se lamenta, para enseguida sorprenderse porque un extraño que lleva una máscara de demonio le llamo la atención.

— Mi señor lo invita a pasar a Mansión Paraíso.

Esa noche, conoce en persona al Dios de la Chatarra y ex Dios Marcial, Xie Lian del extinto reino de XianLe.

Su jefe lo despacho cuando lo trajo, la primera impresión y la primera conversación apenas duraron unos minutos, pero Yin Yu puede verlo.

Lo nota al instante.

Xie Lian es alguien peculiar e interesante que emite un aura distintiva. No solo un pequeño destello de divinidad, es su propia personalidad que lo hace atrayente y curioso.

Pasando el tiempo y conociéndolo mejor, Yin Yu puede asegurar dos cosas.

Que Lluvia Sangrienta no le desea ningún mal a ese pobre y desdichado dios, llamándolo "gege" con afecto mientras exige a quien se le cruce que se refieran a él como "su Alteza Real".

Lo segundo es, para su propia estupefacción, que Yin Yu comienza a ver al cielo con otros ojos. No solo por el escándalo protagonizado por los oficiales celestiales compitiendo contra Hua Cheng y perdiendo, no solo porque las Calamidades están jugando como quieren en los ya no tan impenetrables y honorables Cielos, ni siquiera porque llego a pensar que Hua Cheng tenía el potencial para ser el amo del mundo si se lo proponía. Nada de eso.

Yin Yu piensa que los Cielos deben haber cambiado para mal, que todos allí arriba deben ser ciegos y tontos, hasta el propio Jun Wu por desperdiciar a alguien como Xie Lian, cuya simpleza y humildad eran tan notables como su mala reputación al descender tres veces y seguir adelante con una sonrisa animada, desafiante de las adversidades de la vida mortal y pese a cargar con un espíritu viejo, cansado y roto, Xie Lian está dispuesto a ayudar a otros y ofrecer amabilidad a quien no la merece.

No sería mucho después, que Yin Yu considera que Xie Lian es la clase de dios que le hubiera gustado ser.

En el tiempo actual, Jun Wu está esperando una respuesta y el silencio es agonizante, pesado y ofensivo.

Xie Lian lo mira con suplica, diciéndole con los ojos todo lo que ya sabe, pero aun así insiste, temiendo que Jun Wu le contamine el espíritu y manipule su cerebro, siendo el Emperador Celestial que solo deseaba ver el mundo arder mil veces era capaz de hacerlo.

Yin Yu ha visto esto muchas cosas, la tentación es grande y la oferta es inigualable... piensa en deshacerse de esta contradictoria sensación que apesta a su propia debilidad y le repugna.

Finge aceptar la propuesta de Jun Wu y a los pocos minutos, lo golpea.

No quiere hacerle caso a su ex discípulo, no quiere exhibir su preocupación por Quan Yizhen. Prefiere concentrarse en Xie Lian que, ya libre, le sonríe con agradecimiento y gran alivio.

Casi le ofende que lo creyera capaz de dejarse dominar por Jun Wu, que le falto el respeto a Hua Cheng al aceptar, que traiciono la amabilidad de Xie Lian, que era capaz de hacerle daño si Jun Wu se lo pedía, darse cuenta de cuan baja y patética era su voluntad.

Pero Xie Lian le dice que confió en él y que sabe que no es el tipo de persona que sacrifica a otros por deseos mezquinos.

Su voto de confianza revive su ánimo y grita.

— Lo odio, ¿Y qué? No pido su muerte— le explico al hombre que ya no veía como emperador ni como una entidad lejana, ya no— Además, yo ya tengo un patrón. Yo sirvo a Lluvia Sangrienta que Busca a la Flor, Hua Cheng, por mi propia voluntad. Clama que lo sigo por gratitud, cuando desde hace mucho pague mi deuda.

Yin Yu descubre que Lluvia Sangrienta compartió sus recuerdos con el inmortal. Xie Lian ya sabe todo lo que tiene que saber de él, tampoco se apena, ya no como antes cuando Hua Cheng le pidió tener sus memorias para conocer su personalidad, descubrir sus secretos y debilidades, a favor de un buen servicio porque conocería perfectamente a su empleado.

Por un breve instante se alegra que Xie Lian lo sepa, porque esa parte de su vida, tan importante como determinante, la hubiera querido compartir con el algún día. Como siempre, su señor se le adelanto.

— Así como los mortales eligen a sus dioses, alguien como yo puede elegir a quien servir.

— Eso me alegra— asimilo Xie Lian, contento porque tuviera a San Lang en esa estima.

— Usted también, Su Alteza.

Xie Lian parpadeo sin entender, no captando la indirecta bastante directa.

Yin Yu sonríe. Es gracioso, la cara que hizo debió ser la misma que Yin Yu puso cuando Lluvia Sangrienta le ordeno llamar a los sirvientes huesudos para transportar a alguien en el palanquín rojo, exclusivo para la pareja real.

Durante ese corto lapso, Yin Yu cayó en pánico. Se asustó terriblemente. Porque no sabía que su rey tenía una aventura romántica, menos una pareja. Imagino que estaba jugando, que quería jugarle una broma tanto a él como a los fantasmas que pasarían de curiosos, pero Hua Cheng subió a la caravana de rojo arce con tacita seguridad, vaga confianza y clara emoción esa primera vez. Fue serio, muy serio.

Y todo, lo hizo por Xie Lian.

Yin Yu no se pasmo cuando descubrió la verdad. Es más, el curso de los acontecimientos fue tan natural que la revelación no cambio nada. Su único alivio fue saber que no debía acostumbrarse a la fuerza a alguna amante caprichosa e imperialista, una fantasma o humana que cambiarían todo el entorno en Mansión Paraíso y, por ende, la reputación de Ciudad Fantasma.

Fue un verdadero gusto saber que la única persona a la que Lluvia Sangrienta iba a permitir usar ese palanquín era Xie Lian.

— Ustedes dos, son mis únicos patrones.

Si no estuvieran en una situación delicada y colmada de cautela, Yin Yu se habría arrodillado para enfatizar su punto, pero viendo el rostro de Xie Lian encenderse en colores llamativos, supo que se dio a entender bien.

No quería a nadie más que ellos dos, estaba más que seguro que quería continuar viviendo en Ciudad Fantasma, si Xie Lian también formaba parte importante de ese nuevo mundo que Yin Yu aprendió a tolerar.

Por lo mismo, cuando revivió en los brazos de su lloroso exdiscípulo y Hua Cheng le repitió su oferta de trabajar para él, Yin Yu no dudo.

Fuertemente abrazado por el feliz y bruto de Quan Yizhen, Yin Yu declaro:

— Sí, mi señor. Permítame seguir sirviéndole en esta vida— Hizo una reverencia con las manos, a duras penas. Hua Cheng se burló del intento, pero callo cuando su ahora esposo le reprendió y Yin Yu sonrió— Su Alteza, usted también.

A su Alteza se le subieron los colores, ya no pudiendo evitar que San Lang se riera, mirándole con picardía.

Pellizcándose las mejillas para alejar el calor de su rostro, Xie Lian le extendió una mano gentil a Yin Yu, que seguía en el suelo, apresado en los brazos de Quan Yizhen.

— Nos alegra que volvieras, bienvenido.

Sin vacilar, Yin Yu se atrevió a tocar la mano de la pareja de su jefe y se maravilló por la fuerza oculta dentro de la delicadeza en la palma. Cara a cara, Xie Lian le sonrió con amabilidad palpable, abierta a la amistad. Nada le gustaría más que tener una relación cordial con él, viéndolo como un auténtico dios comparado con los que conoció y lo desilusionaron, los que fallaron y perdieron, incluso mejor que Jun Wu.

Este era el tipo de dios, no. De persona que nunca llegaría a ser y eso estaba bien, mientras Xie Lian sea uno.

Hua Cheng le advierte que ahora van a tener más trabajo, pesado y agotador trabajo, porque los Cielos le deben mucho pero que mucho. Yin Yu ya no se sorprende; sabía que pasaría, Hua Cheng se reiría de los cielos sin vergüenza algún día y nadie podría negarle la diversión.

Yin Yu lo confirma una vez más. Su jefe es el todopoderoso rey fantasma, imparable y salvaje. A su vez, su pareja es un dios maravilloso que el reino mortal no se merece.

Porque eran ellos dos, Yin Yu está satisfecho con regresar y ser partícipe en la historia de los mejores patrones que cualquier servidor pudiera desear.

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