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By damonsscum

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By damonsscum

TOMMY Y ALFIE SE HABÍAN disparado entre sí, en Margate. Pero el judío no había muerto.

Al principio le dieron docenas de drogas y después Pearl lo cuidó hasta que su herida se curó, aunque quedó ciego de un ojo y ahora tenía una espantosa cicatriz, pero era feliz.
Vivían una vida tranquila en una casita cerca de un puerto y el mar. Ambos disfrutaban la paz que se sentía ahí. Como la gente pensaba que Alfie estaba muerto, el gangsterismo había quedado atrás. Muy, muy atrás.
Ambos, realmente solo se estaban preparando para la muerte del judío.

Los meses habían pasado y los brazos de Pearl se encariñaron con sus pequeñitos. Sí, en plural. Ella había tenido gemelos, Índigo y Phoenix. También había roto su promesa y los niños fueron registrados bajo el apellido Shelby, porque pensaba que aún con los errores de su esposo él merecía que sus hijos lo reconocieran aunque al final de todo, sabía perfectamente que era porque necesitaba una parte de Tommy con ella.

Habían nacido en Margate, un nueve de agosto. Concebidos en una bañera, con agua cálida.
Con Agatha y Meredith recitando oraciones e impartiendo una literalmente mágica antestesia en la joven para que no sintiera demasiado dolor.
Aunque fue en vano, pues el dolor más grande era que se había perdido por completo la reacción de Thomas.
Ella la imaginaba a veces, sonreía cada que lo hacía; seguramente bañado en lágrimas, recibiendo al varón hablándole en un cursi tono, diciéndole lo mucho que lo amaría y que se esforzaría por ser el mejor padre del mundo.

Lastimosamente, lo más probable era que la que hubiera presenciado esa escena fuera Lizzie. Quien también cargaba con una hija de Thomas.

Pearl tuvo depresión post-parto, lo que le costaba amamantar a los pequeños, pues su salud no era la mejor y su cuerpo no producía la suficiente leche materna. Así que le daba pena mirar la cara de sus hambrientos hijos, mientras Alfie los consolaba. También afectó demasiado la ausencia de Shelby, de manera realmente exagerada impactó contra ella. Sabía que le dolería, pero no se había imaginado que sería de una manera tan dura.

Afortunadamente, después de unos meses ella se curó y también pudo comenzar a ganar peso, ayudándola a amamantar. Aun así, nada fue un proceso sencillo y apenas hacía unos meses que Pearl había podido ser feliz en Margate, con sus hijos y Alfie. Aún extrañando a Thomas, pero habiéndose acoplado a la realidad de que él jamás regresaría. Jamás luchó por ella, ni siquiera por sus hijos.

Tuvieron que pasar tres largos años para que ella por fin pudiera acoplarse, pensaba que tal vez a él nunca le importó como esposa realmente.

Hablando de algo más feliz; los niños tenían la piel pálida, las mejillas enrojecidas y el cabello rubio castaño. Los ojos de Índigo eran de color azul, como los de su padre y los de Phoenix, de color miel, como los de su madre.
Y para entonces, los niños ya tenían tres años y medio. Desde muy pequeñitos se les enseñó que Alfie no era su padre, pero a veces les era inevitable llamarlo "papá".

— Mami, ¿galleta?

— No, amor. Te dolerá la barriga, ayer comiste suficientes — negó Pearl lavando los trastes sucios.

— ¿Papi? — preguntó el niño con el entrecejo fruncido.

— Alfie salió al médico, Phoenix.

Phoenix era igual a Pearl.
Tenía la misma alma noble, armónica y elegante.
Índigo era como el padre: calculativa, casi inexpresiva y cariñosa solo en momentos necesarios.

Además, Pearl confirmó que su hija era enteramente de Tommy, pues la niña se parecía a él en su totalidad. Tenían los mismos rasgos y exactamente la misma alma.

— ¡Alfie! — gritaron en el recibidor, exaltando a la muchacha.

Pearl sonrió y caminó a la entrada, donde el que alguna vez fue el rey de Camden Town abrazaba a sus niños con cariño, diciéndoles que les había comprado chocolates.

— ¿Qué te dijeron, fueron buenas noticias?

— Me dijeron que me veía bien, pero no sé lo que "buenas noticias" signifique.

— ¿Que te veías bien en qué sentido? — susurra. —. Vamos, Alfred.

— Bueno, es que sólo dijo: "luce bien, señor Solomons. Lo noto más fuerte" y ya, yo no sé qué significa eso — bufó.

— ¡Oh, pero si es eso maravilloso? ¿No niños? ¡Papá se está poniendo mejor! — sonrió.

— ¡Sí! — exclamaron los niños.

Alfie se quedó callado y miró a Pearl con suavidad. En tres años, era la primera vez que se refería a él como "papá" y eso le había movido cada pequeño sentimiento por dentro. Se había sentido tan pleno por fin.

— Papá se va a poner mejor — siguió. —, porque papá nos ama a los cuatro.

— Yo también amo a papá — dijo Phoenix.

Índigo era un poco más seria con ese tema.
Tenía fotos de su padre, Tommy.
La niña se rehusaba a llamar "papá" a Alfie y rezaba en las noches para conocer al Blinder.
Phoenix, sin embargo, tenía un recelo contra Tommy a su corta edad.
Aun siendo pequeño se preguntaba «¿por qué nos dejó?». También quería conocerlo, pero no le emocionaba tanto la idea. Él estaba feliz con Solomons, no quería a nadie más.

— ¿Playa? — preguntó el ojimiel con una sonrisa.
— Por favor, mami — susurró.

— Solo una hora, grillo. Índigo está avanzando en el latín y Phoenix ordenó toda su pieza anoche — sonríe Alfie. —. Son buenos niños, merecen disfrutar un segundo.

— La marea está alta — responde. —. Tú no puedes nadar y yo le tengo pánico al mar.

— Tan solo déjalos en la orilla, que jueguen con la arena.

Después de que Pearl accediera, los niños corrieron fuera de la casa. Ella tuvo que seguirlos corriendo, gritándoles que no podían entrar al mar y Alfie caminó detrás de ella.

— Señor, no sé qué voy a hacer con tanta hiperactividad de esos dos — negó. —. Me siento mal por Phoenix, ¿sabes? A veces cuando estoy con Índigo enseñándole lo básico, él se acerca y pregunta si puedo enseñarle — hizo un puchero. —. El no poder me pone triste. Solo se queda sentado con nosotras escuchando lo que le explico a la niña, le interesa más a él que a ella.

— Índigo solo quiere conocer a su padre, ¿no? — ella asintió.

— Jamás lo conocerá, no tiene por qué sentirse menospreciada — suspiró. —. Él ya tiene a Lizzie y a su hija.

— Y tú nos tienes a nosotros — susurra. —, pero la niña tiene derecho a conocer a su padre, Pearl.

— Alfie, jamás me había sentido tan feliz fuera de casa — respondió. —. Índigo no necesita conocer a Thomas.

— ¿Y no crees que ella te odiará si le niegas eso?

— Me aterra que se encariñe más con él, por eso no deseo que lo conozca — admite.

Ambos se quedaron callados y prefirieron entregar sus atenciones a los niños.

Pearl jamás pensó que su vida sería de tal forma al lado de Solomons, aunque realmente sabía que desearía tener todo aquello con Tommy.
Ambos todavía se amaban.
Jamás dejaron de hacerlo.
Pero en Birmingham, no todo era tan rosado como en Margate.

— ¿No te puedes quedar medio día aquí? — preguntó Lizzie con rabia.

— ¿Para que me quieres? Lo único qué haces es irritarme — respondía Tommy.

— ¡Tu hija quiere verte! ¡No pasas nada de tiempo con ella! — lloriqueaba.

— ¡Estoy ocupado, maldición!

Tommy no era feliz desde que Pearl había partido. Lastimosamente, no amaba a Lizzie, ni amaba a su hija, Ruby. Era infeliz.
La niña ni siquiera parecía ser suya.
Tenía los ojos castaños, el cabello negro y una piel aperlada. No encontraba la explicación.

No pasaba tiempo en casa desde que se había metido en la política y ahora se había involucrado con un fascista que quería acabar con todas las razas que consideraba "inferiores".

Su entorno había cambiado desde que Pearl se había ido y también su familia, pues ya no eran unidos, ni pasaban momentos felices juntos. Nada era igual.

— ¿Cómo está Lizzie? — preguntó Arthur.

— Bien.

— ¿Y Ruby?

— Bien.

— ¿No has pensado en lo de Pearl?

Tommy suspiró y escondió su cara entre sus manos.
Semanas atrás, Arthur le había sugerido a su hermano escribir una carta a Pearl pidiéndole conocer a su hijo, estaba dispuesto a viajar hasta donde fuera y enfrentarse a lo que fuera.
Pero él no sabía que ella vivía en Margate junto a Alfie, había tenido gemelos.

— Sí. Lo he pensado, pero no creo que sea capaz — negó. —. No quiero molestarla.

— Así no vas a llegar a ningún lado. Tanto tú como ese niño o niña necesitan conocerse, no basta con que solo tengan el apellido — suspiró. —. Hermano, por favor. Solo hazlo, por tu propio bien.

— No puedo hacerlo, Arthur — repitió. —. Si ella está feliz, una carta mía lo arruinaría todo. Tal vez pueda conocerlos por una fotografía.

— No seas idiota, Tom. Toma la tinta y escribe en el papel, por favor — pidió. —. Hazlo por tu propia estabilidad emocional.

El mayor salió de la oficina, dejándolo solo.
Tommy suspiró pesadamente y después de pensarlo bien, lo hizo.
Tomó bolígrafo y papel, comenzó a escribir detalladamente, pensando perfectamente en lo que diría.



"Querida Pearl,

Quizá una carta mía no será lo mejor en este momento o en ninguno. Quizá escuchar de mí sea lo último que deseas.
Pero no he escuchado nada sobre ti en todo este tiempo, tus padres no responden a mis llamadas o cartas.
Solo me dijeron que habías tomado mi apellido para el bebé y eso me puso muy feliz, pero de ahí en mas no conozco nada y la ansiedad me está consumiendo vivo.
Y creo que sabes a dónde va esta carta, esta petición y espero que me puedas responder.

No hay día que no piense en ti y si antes no dormía, ahora lo hago menos. Desde que te fuiste todo empeoró y mis planes se vinieron abajo, en mi trabajo ya tampoco soy el mejor.

Lo único que podría hacerme feliz es verte, con mi hijo o hija. Me gustaría conocerlo por fin. Por favor.
Solo quiero conocer a mi bebé y verte a ti una vez más. Deseo disculparme contigo.
Por favor, Pearl. Solo tómalo en consideración.
Te amo y te extraño. Por favor, piénsalo.

Con todo el amor,
Thomas Shelby. ".



Dobló perfectamente el papel, lo metió en un sobre, pegó la estampilla y escribió la dirección de sus padres en Londres, donde él pensaba que ella estaba. Por último se la dio a un empleado y este corrió al buzón a dejarla.
Solo quedaba esperar. Demacrado.
Esperaba una respuesta que muy probablemente, jamás llegaría.


[...]


Pearl y sus hijos daban vueltas de carro en la arena y pasaban un buen rato. El sol estaba agradable y el día, igual.

— ¡Que papi haga una! — exclamó Phoenix.

— Oh, no, no, no, no, muchacho. Moriría si hago una de esas cosas — ríe Alfie. —. ¿Qué pasa, amor? ¿Tienes arena en los ojos?

El hombre se acercó a Índigo y sopló suavemente en sus ojos, para que la arena pudiera irse y seguido, le sonrió.
La niña también lo hizo y Alfie sintió calidez.

— Díganle a papá lo que harán hoy.

— ¡Pastel de zanahoria! — gritaron ambos.

— Mami dijo que podíamos ayudar, porque mañana es tu cumpleaños — sonríe la niña.

— ¡Un pastel así de grande! — exclamó Phoenix imitando la altura.

— Quédense aquí, llamaré a Irene — pidió Pearl.

Ambos entraron a la casa, la muchacha le pidió a la empleada que saliera a cuidarlos y los recogiera luego de unos diez minutos más.
Pearl estaba feliz aquel día, no sabía el por qué.

— Cumples cuarenta y uno — sonríe.

— Soy un viejo — suspiró. —. No pensé que fuera llegar a más de treinta y dos, la verdad.

— Todos te necesitábamos, Alfie — lo abrazó suavemente. —. Todos.

— ¿Tú también?

— Claro que yo también — su voz se quebró.

— Pearl, no llores. Estoy bien, los doctores me dijeron que lucía bien — sonríe. —. Antes te decía que no quería que me curaras porque no tenía nada o a nadie, ahora... ahora tengo muchas ganas de estar vivo, por los niños.

— ¿Me dejarás tratarte?

— Si, amor. Así me haré viejo junto a ti mientras tú tienes quince años menos que yo — ríe.

— Oh, esto es increíble, sí, sí. Pero mira, lo haremos el viernes, ¿sí? Para que los niños se queden dormidos hasta tarde y no vean que no estoy de pie — sonríe. —. Gracias, cariño, gracias.

— ¿Gracias a mí? Gracias a ti, mujer. Tú eres la que tienes dones raros, no yo.

— Aún así; gracias — susurra.

El efecto Margate existía y Pearl quería morir ahí. Quería que sus hijos se criarían ahí, que vivieran así de felices. Jamás quería irse.
Ella había encontrado su lugar.






















buenas c:

eh,

adoro mucho. perdón sin sentir perdón

- con amor,
mary, x.

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