Juntos ✧「 Lawlight 」

De SkCookieJ

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❛❛L cometió el peor error posible: en un impulso, evitó que Light recuperara sus recuerdos. No sabía precisam... Mai multe

Insomnio
Caos
Misterios, discusiones y un nuevo hogar
El cumpleaños de Light
De hábitos y convivencia
Un nuevo compañero felino
Sin poder evitarlo más
Entre la distancia y la verdad
Ryuzaki Rue: La Mansión Poltergeist
La mentira no puede ser mantenida si tus herejes te contradicen
Las brechas no dejan de serlo aun si las cubres con azúcar
Light Yagami en contra de Los Ángeles: el peor musical
Aviso importante: cancelación.

Matsuda, idiota

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De SkCookieJ

Era viernes por la madrugada. Light estaba con un libro, una taza de café y tarea sin resolver. La adrenalina lo carcomía lentamente; su profesor le había enviado la noche anterior un cuestionario que debía entregar apenas amaneciera. Al ser larguísimo, no llevaba ni la mitad, y el tiempo se le acababa a toda velocidad.

Suspirando, apoyó la cabeza en una mano para descansar los ojos mientras tecleaba, y al estar a punto de quedarse dormido, el sonido de una llamada entrante lo sobresaltó y casi se cae de la silla.

La foto de perfil de Matsuda apareció feliz ante su pantalla.

—¿Qué rayos...?

Light consideró colgarle, pero al ser de mala educación, contestó sin ganas.

¡Hola, Light! —saludó Matsuda.

—Matsuda. —respondió, cansado.

¿Cómo estás?

—Bien —frunció el ceño—. ¿Qué pasó?

¡Vamos, Light, no seas así! —Agitó la mano— ¿Qué no puedo saber cómo está un amigo?

—Estoy ocupado —se excusó—, ¿no quieres nada?

Light, ¿por qué querría yo algo?

Light alzó una ceja.

Bueno, sí quiero algo —confesó—, ayúdame.

Observó confundido como Matsuda se movió de donde se encontraba. Por lo que pudo ver, el cielo estaba teñido de una mezcla entre naranja, rosa y morado; dedujo que estaba atardeciendo en Japón. El policía enfocó una silla en un parque donde notó a Misa sentada con un semblante apagado y la cabeza apoyada entre las manos.

Ay, no me digas que...

¿La ves? —acercó el teléfono a su cara— ¿¡La ves!?

Light no habló.

¿Hola? —llamó Matsuda.— Ay, este teléfono de porquería... —se quejó.

—Sí, la veo —afirmó Light— ¿Qué pasa con ella?

¡De todo! —resaltó—. ¡A que no sabes lo que me enteré!

Nada que pueda interesarme ahora.

Hoy estaba saliendo del trabajo y me la encontré de casualidad. Estuvimos caminando y se quejó de alguien que empezó a ignorarla de la nada y la olvidó —farfulló con disgusto—. Parece que todos saben quién es menos yo, ¿viste las redes sociales? —Light tuvo un mal presentimiento — Sinceramente, ese chico debe ser un idiota.

Contrariado, abrió el perfil de Misa, revisando sus fotos. Encontró indirectas dirigidas a él por todas partes.

Abrió su buzón de mensajes y se dio cuenta que, todo el mundo había entendido lo que pasaba de la noche a la mañana. La mayoría sabía que salía con una celebridad, así que al supuestamente haber quedado soltero, fue cuestión de tiempo para que le llegaran chats de personas coqueteándole, y los comentarios de sus pocas fotos también se llenaron de gente indecente. 

Decidía desconectarse, ¿y eso era lo que pasaba?

—Esto tiene que ser una broma. —refunfuñó Light.

¡Sí! Es todo un imbécil—masculló Matsuda— ¿Sabes quién es?

—No. —gruñó.

¡Menos mal! —exclamó— ¡Porque cuándo lo vea...! —Golpeó el aire— ¡Ya verá ese desgraciado!

Rodó los ojos.

—Matsuda, no tengo tiempo para esto —musitó Light—. Me voy.

Espera —Parpadeó, atónito—, ¿no vas a hacer nada?

—¿Para eso me querías?

¡Sí, duh! —afirmó, obvio—. ¡Tú sabrás consolarla!

—No.

Light, es tu novia...

—Después lo resolveré. —mintió; no iba a caer en sus provocaciones.

¡Ella te necesita!

—Tengo cosas más importantes que hacer, Matsuda.

¡Le hará bien hablar contigo!

—Ya te dije que no quiero. —Apretó los dientes.

No, Light, es rápido —aseguró—. ¡Mira, te la voy a pasar! —avisó.

—¡No!

¡Misa! —Matsuda se acercó y le dio el celular— ¡Di hola!

Misa se sobresaltó e hizo unas maniobras con la mano para que no se le cayera el móvil. Al recomponerse, observó a Light, y por su mirada, comprendió que él sabía lo que había hecho. Suspiró y lo saludó sin mucha emoción, sabiendo que intentar iniciar una conversación sería en vano. Observó a otra parte, tensa.

Hola...

—Hola. —Light la vio con fastidio.

Matsuda se sentó y pasó un brazo por el respaldo de la silla.

¡Hora de ponerse al día! —anunció, contento— ¿Qué tal van esas vacaciones?

—Bien.

¿Y Ryuzaki?

—Ah —meditó su respuesta—, no sé.

¿Qué no viven juntos? —interrogó, curioso.

—Hace tiempo no hablamos.

¿De verdad? —cuestionó— Y yo que creí que mi viaje les serviría.

Así es mejor. —murmuró Misa.

Oye... —Matsuda se sorprendió.

¿Qué? —inquirió— Tarde o temprano iba a pasar.

—No creo que esté bien asumir cosas de la gente...

Prestarle atención a cosas innecesarias no vale la pena. —Misa se cruzó de brazos.

¡E-Es Ryuzaki de quién estamos hablando! —Matsuda lo defendió, nervioso.

¿Y qué más da? —preguntó, altanera—. Él solo trae problemas.

Era curioso.

Light seguía molesto con él, y conforme las semanas transcurrían, estaba decepcionado de que no se disculpara por su distanciamiento repentino, prácticamente como si se hubiera aburrido de él. Sabía que había hecho mal al ser tan cruel, y era de esperarse, porque ninguno de los dos estaba hecho para esas cosas, pero eso no significaba que le gustara que siempre fuera lo mismo, y para colmo, lo echaba de menos; quería volver a hablarle y aclarar las cosas, sin embargo, tenía orgullo. 

Aún así, deseaba estar con él...

Oh, vamos, él no es tan malo...

—¡No me importa! —resopló Misa— ¡Solo arruina todo lo que toca!

No, no creo, él podrá ser algo amargado, pero es genial. —aseguró Matsuda con admiración.

¿De verdad? —cuestionó—. ¡Solo es un malvado!

Es el mejor detective del mundo.

Que sea super inteligente no lo hace menos desagradable.

Eso no significaba que soportara la ignorancia de otros, no estaban hablando de cualquiera.

—Ya entendí. —interrumpió Light, irritado.

¿Uh?

—Deberías dejar de hablar mal de la gente a sus espaldas.

¿Es en serio, Light? —preguntó, incrédula— ¿Por qué le das tanta importancia?

—No soporto la hipocresía.

Misa apenas pudo procesar las palabras. Apretó los puños, cabizbaja.

¡No es justo! —pisoteó Misa, levantándose—. ¡Te interesa cualquier cosa menos mi existencia!

Light respiró pausadamente. Era irracional seguirle el juego, estaban en un sitio público donde cualquiera podría escuchar y se encontraba muy fatigado para discutir, pero el impulso dentro de él lo forzó a continuar, porque ya no podía soportarlo.

—¿Qué pretendías que hiciera? —Light alzó una ceja, con un tono serio—. Te lo dejé en claro desde el principio —justificó—, Viniste a mi casa sin que te conociera, me seguiste a todos lados, te dejé en claro que no éramos nada y sin importar qué, seguiste con lo mismo. Creí que ibas a olvidarlo, y lo único que haces es insistir —resopló—, y mira a donde nos llevó.

Y tú me seguiste el juego, ¿no? —Misa alzó la voz—. ¿Por qué lo harías a menos que te beneficiara?

—Pues...

Yo sé que siempre estuviste usándome, sin embargo... —Misa hizo una pausa.

—¡Yo nunca hice algo así! —rebatió Light, disgustado.

Nunca te fui útil —tembló—, pero hubo algo más...

—Misa, lo de antes fue una mentira para que me dejaras en paz, incluso el beso y las citas —explicó Light—. Tal vez no fue la mejor forma de actuar, pero no quisiste escuchar...

Oh, vamos —se burló— ¡Me propuse a hacer que me amaras, y ahora me ignoras!

—Apenas hablamos unas cuantas veces, ¿cómo podrías enamorarte de mí?

¡Solo evadiste todo! —acusó— ¡Cobarde!

Rodó los ojos, eso no iba a ninguna parte.

—Esto fue un malentendido, será mejor que dejemos de pretender ser pareja.

¡No, no te atrevas! —exigió Misa— ¡No vas a huir de mí!

—Es lo mejor —estableció, imponente—, no hay discusión.

¡No! —negó—. ¿¡Por qué no entiendes que te necesito!?

—Agh, comprende, ¡no puedo corresponderte! —Light estaba irritándose.

Una vez más, esa molesta sensación de duda apareció. Odiaba cuando desconfiaba de sus acciones pasadas. Tenía que ser imposible que hiciera algo sin una explicación coherente. Si hubiera sido él mismo la habría alejado desde hacía mucho, y sin embargo, no lo hizo, y permitió que las cosas llegaran a complicarse.

—Por favor, cálmense... —Matsuda alzó las manos con miedo.

—¿¡Cómo puedes abandonarme!?

—Misa, no grites... —Matsuda quiso detenerla.

Los transeúntes ya estaban girándose a ver qué ocurría, reconociéndola.

¡Eres un malvado, egoísta, e idiota! —insultó— ¡Tonto, tonto, tonto!

—¡Suficiente! —Light se salió de sus casillas—. No seguiré tolerando esto.

¿Y qué vas a hacer al respecto? —incitó ella.

—Quiero que dejes de buscarme, llamarme o provocarme, ¿entiendes? —exigió.

Antes de que la gente pudiera acercarse más, Matsuda la arrastró sacándola del parque. Entraron a su auto, intentando alejarse de las personas entrometidas.

¡De ninguna manera! —espetó— Nunca voy a rendirme, ¡conseguiré que me quieras de vuelta! —Su voz se quebró.

—¿Crees que desperdiciar tu vida conmigo servirá de algo? —cuestionó, hastiado—. Nunca hablamos, y por lo tanto, es imposible que haya sentimientos reales de tu parte, no voy a lidiar con eso más, es todo.

¡Estás equivocado! —manifestó, con un nudo en la garganta— Eso no puede ser...

Los ojos de Misa se humedecieron. Puso los labios en una línea intentando no llorar.

Esto no puede estar pasando, solo me estás mintiendo... —Le faltaba el aire.

—No voy a decirte nada más, es suficiente, me largo.

—¡No! —impidió— ¿Por qué eres así conmigo? —Ya no pudo resistirse más y las lágrimas bajaron por su rostro— ¡No te vayas, yo solo quiero que las cosas sean como antes! —gritó.

Antes de colgar, Light parpadeó, perplejo. Al verla llorar sus sospechas se hicieron ciertas, por alguna razón que desconoce, ella estaba obsesionada con él y su estabilidad mental en serio dependía de su existencia. Incómodo, se quedó quieto, sin saber qué hacer.

—Eh, oye...

¿¡Por qué tenías que irte con Ryuzaki?! —sollozó, destrozada, tapándose el rostro.

Light quería escapar de ahí, no se le ocurría un modo de arreglar la situación, ¿qué más podía hacer que no hubiera hecho ya?

¡Él me hizo dudar de mí misma y nos alejó, ¡nada de esto debió pasar!

—Misa... —dijo Matsuda.

Si tan solo él... —hipó— ¡Si tan solo él nunca hubiera intervenido esa noche!

—¿Qué noche? —inquirió Light, agotado— ¿De qué hablas?

Higuchi... —se lamentó, con la respiración entrecortada.

Light y Matsuda se observaron, sin entender.

—¿Qué tiene que ver Higuchi en todo esto? —preguntó Light, extrañado.

¡Si Ryuzaki nunca hubiera intervenido el día en que capturamos a Higuchi, todo sería diferente!

¿Qué?

¿Acaso Ryuzaki había hecho algo malo?

Eso no cambiaba nada, pero...

Creo que mejor te llevo a casa. —Matsuda encendió el auto, inquieto.

—¿Qué hizo? —presionó.

Ah, ¿quieres saber la verdad? —Misa sonrió con el maquillaje corrido—. Si te lo dijera, todo volvería a ser como antes, ¿verdad? —habló para sí misma— Quizás valga la pena. ¿Aún tengo una oportunidad? —se cuestionó con la mirada perdida—. ¿Acaso obtendré lo que quiero?

Matsuda tuvo un mal presentimiento.

Light —dijo sin emoción alguna—, hay algo que debes saber...

Matsuda le quitó el celular.

Chicos, creo que será mejor dejar la conversación hasta aquí.

—¿En serio? —se rió Misa con burla—. Ni siquiera sabes de qué estoy hablando.

Tal vez no sea la persona más inteligente y lo sé —Sostuvo con fuerza el volante—, pero si esto ya venía de antes, no importa si Ryuzaki hizo algo, Light va a seguir firme en su decisión —la observó fijamente—, pero decir cosas al azar solo traerá más problemas, más si son secretos.

Yo solo esperé a ver lo que pasaría. —contestó Misa, arrogante—. Él es lo único que me interesa.

¿Es necesario que lo sepa? —insistió Matsuda

Si no lo hace, nunca va a recordar.

¿Cambiará algo?

Y pudo notar el destello de duda, aunque fuera lo opuesto a lo que debía ocurrir. . Seguiría en negación hasta el final, porque era lo único que le quedaba. Esperaba algún día encontrar una solución, y entonces regresaría; fue una promesa silenciosa. Sin embargo, por ese momento, no pudo hacer más que mirar al universitario que esperaba una respuesta, impotente.

Light, algún día, verás que Ryuzaki te está engañando.

Y ahí estaba L.

Quizás, desde hacía varias semanas, debería haberse disculpado por su actitud con Light. Sin embargo, iba a mentirle cuando le dijera por qué se distanció de él, y a pesar de que engañar a otros no le importaba, eso no significaba que quisiera cargar con otra farsa. Sus nuevos sentimientos eran nuevos para él, y si tuviera que pretender que nada había cambiado, sería frustrante.

Parecería una broma que alguien como L le dijera a Light que había empezado a verlo de otra manera, y sin duda, sería una conversación incómoda; era imposible que lo viera del mismo modo.

¿Y quién era él, para imaginarse en una relación?

—Quizás eso sea todo...

Su último caso había sido todo un éxito, y que nadie le dijera que no lo estaba intentando, porque su dieta se acabaría pronto. El esfuerzo a regañadientes y el ejercicio demostraban valer la pena al fin y al cabo. Acostado en una silla plegable afuera, con unas gafas de sol encima, disfrutaba su éxito a medida que los rayos del sol iluminaban la ciudad y se refrescaba con el aire mañanero.

Ryuzaki, creo que cometí un error. —Matsuda le marcó.

—Ah, sí, no me sorprende —dijo L, apático—, ¿qué tiene que ver conmigo?

Tiene que ver con el secreto...

—¿Qué secreto?

Ya sabes, Higuchi. —susurró con complicidad.

—¿Higuchi, qué? —enarcó una ceja.

Misa dijo algo de Higuchi, Light y unos recuerdos...

—¿Qué?

No.

¿Sería posible que le haya dicho la verdad?

Eso no era posible, tenían un trato, aunque no le sorprendía sabiendo que en cualquier momento se desesperaría. Si lo había hecho, entonces tendría que recordarle quién era, sin importarle que hubiera una shinigami protegiéndola desde su mundo.

Oye, quita esa mirada —Matsuda se tensó—, la convencí de no contar nada, por ahora...

—Explícame que pasó. —se irguió. 

Matsuda le contó la historia, agrandándola en algunas partes para verse como el salvador del día.

—Eres un idiota. —masculló.

—¡Oye, al final lo arreglé!—reclamó.

—¿De verdad?

Quizás algo en mí hizo que se rindiera. —presumió, orgulloso.

—Si Misa hubiera dicho algo, Light y yo habríamos tenido más problemas.

Eso no es nuevo.

—Ya sé, así funciona nuestra amistad. —dijo—, pero...

¿Ustedes todavía son amigos?

—Matsuda, aunque en la amistad entre hombres haya odio mutuo, existe un límite.

¡Lo voy a anotar! —buscó una libreta— Para cuando tenga amigos.

Se dirigió al depósito y metió su celular al bolsillo. Buscando entre sus cosas, halló un bolso, echándoselo al hombro. Regresó afuera, lo lanzó al piso y bajó al cierre, revelando unos palos de golf junto a unas pelotas. Iba a obtener su descanso, sin importar qué.

¡Oye, no veo nada! —se quejó Matsuda.

—Es día de golf, no quiero interrupciones.

¿Juegas golf? —Matsuda quedó boquiabierto.

Ignorándolo, se puso a jugar.

Light me dijo que ya no hablan. —Matsuda rompió el silencio.

—No, no lo hacemos.

Pelearon otra vez, ¿no?

—Sí.

¿De quién fue la culpa?

—Suya.

¿En serio?

—...No.

¿Y no has intentado hablar con él?

—No se da la ocasión.

Entonces, esto es básicamente a quien se le doblegue el orgullo primero, ¿no?

—Sí, algo así.

Ryuzaki, eso no va a funcionar...

—Ya sé.

Honestamente, no pareces muy interesado —especuló—, anda, ¿ni siquiera pretendes disculparte o algo?

—Comunicarnos no es lo nuestro, no servirá.

Creo que deberías intentarlo a tu estilo, ¡quizás algo como acercarte casualmente! —ideó.

—No soy bueno en eso.

Bueno, ¡siempre hay una primera vez! —animó.

—Esto no es lo mío —objetó.

¿Y si nunca se reconcilian...?

—Sería ridículo ignorarnos para siempre.

Pero, no tiene sentido, siempre van a seguir del mismo modo si no se esfuerzan —Eso se ganó el interés de L—. Cielos, ¿por qué son tan complicados...? —se lamentó.

L lo consideró.

—Matsuda, esto no tiene sentido.

Ryuzaki, no creo que así logres nada...

—No necesito tu ayuda. —colgó.

—Imaginemos que te hago caso. —L volvió a llamar a Matsuda.

Vaya, esto es inesperado.

—No me malentiendas, solo quería escuchar qué idioteces hay en tu cabeza.

¡Pero quiero ver!

—Agh, de acuerdo...

Apoyó el celular en la mesa de manera que pudiera escucharlo, y entonces, Matsuda se maravilló con la vista. Al instante, regresó a lo suyo; ese día quería marcar un nuevo puntaje.

A ver, esto es así —Matsuda respiró como si fuera a decir algo revolucionario—. Ustedes dos siempre andan peleando, así que, si lo provocas para competir en cualquier cosa no se resistirá porque así es como funciona la rivalidad, y entonces, luego conversarán como si nada, ¡y todo se arreglará! —mencionó contento.

—Eso solo pasa en los libros.

Los dos suspiraron.

Ryuzaki, realmente lo lamento —Matsuda se disculpó—, creo que, lo único que quería era que todos estuvieran bien —Sin hacerle caso, siguió con lo suyo— ¡Sin embargo, no importa, porque lo arreglaré y estarás orgulloso! —casi gritó, sobresaltándolo.

La bola se desvió.

¡Golazo!

—Matsuda, la pelota se fue.

No muy lejos de ahí, Light observaba el cielo en el balcón. Reflexionaba acerca de todo lo que había ocurrido, y de no ser por sus reflejos, no habría atrapado la pelota de golf que casi le golpea la cara. Apenas observó a L, y sin decir nada, le arrojó la bola descuidadamente, en su mundo.

¡No, Ryuzaki! —exclamó Matsuda desde abajo— ¡Comenzaste todo mal!

—¿Y qué debía comenzar?

¡La interacción!

—Eso se da solo.

Pero tiene que ser casual, no atacándolo, ¿entiendes?

—Yo no lo ataqué, esto ocurrió por ti.

Bueno, aprovecha la oportunidad e invítalo a jugar.

—Será incómodo.

Se envolvieron en una disputa de qué hacer, y volvió a ocurrir lo mismo con la pelota sin darse cuenta, hasta que se volvió tan constante que casi parte la ventana accidentalmente, sacándolo de su letargo. Harto, decidió ponerle un alto.

Al no recibir su pelota, L dejó de prestarle atención a Matsuda, notando que Light había desaparecido.

—Genial, lo espantaste. —se quejó L.

¡Oye, yo solo quería que el plan funcionara!

—Ya no hay plan, porque Light no va a regresar.

—Estoy aquí. —Light apareció de la nada en frente suyo, cruzado de brazos.

Matsuda soltó un chillido nada masculino.

—¿Quieres dejar de hacer eso? —gruñó Light, hastiado.

—Es culpa de Matsuda —declaró L—, me está interrumpiendo a cada segundo.

¡El señor detective debería aceptar que puede equivocarse! 

—No soy señor, soy señorito.

Estaban a punto de discutir hasta que Light los interrumpió.

—Si Matsuda puede interrumpirte así, deberías jugar mejor. —se quejó Light.

¡Oye!

—¿Con qué sí?

—Sí, haz otra cosa —demandó—. Intento pensar.

—¿Y acaso tú sí sabes jugar golf, Light? —cuestionó L, malhumorado.

—Lógicamente, Ryuzaki. —respondió, irritado.

—Entonces, quizás deberías demostrarlo —instó.

—No tengo tiempo para eso.

—Ah, qué pena, quizás hubieras perdido realmente.

—Ryuzaki, no me provoques...

—Las cosas se demuestran con hechos, Light.

—Esto es ridículo. —Light seguramente se cuestionaría si era prudente hacer algo tan casual con una persona que posiblemente le ocultaba algo, y eso le causaba desconfianza. Pese a eso, si de algo estaba seguro L, era que la viveza de su orgullo no desaparecería así sin más, y lo confirmó al verlo agarrando un palo y una pelota de la bolsa con resignación, observándolo desafiante. Se habría dispuesto a cerrarle la boca, y cómo no,  estaría encantado de demostrarle que no lo conseguiría. Sin embargo, no podía engañarlo, el castaño también quería olvidarse de lo que le había ocurrido.

—¿Y por qué accedes? —retó.

—Para que dejes de decir disparates.

—Ya veremos. —lo observó de reojo, interesado.

¡Vamos, chicos! —animó Matsuda.

Cuando Light y L comenzaron a enfrentarse arduamente, liberando toda la rabia reprimida en semanas, se volvió emocionante. Iban demasiado rápido y calculaban todo con mucha precisión, prácticamente era como estar viendo a deportistas profesionales. Ambos parecían irreales, y ahí fue cuando se dio cuenta que el plan de Matsuda podría favorecerle, no había nada más interesante que retarse entre ellos.

—Pareces molesto, Light —comentó L, aburrido—, los problemas quedan fuera de la cancha, ya sabes...

—Eso no va a cambiar nada.

—Así será difícil que me ganes. —se burló.

—No estés tan seguro. —rebatió.

El juego se volvió más reñido, y como era la primera vez que ambos jugaban a ganar, parecía que se mantendrían con el marcador subiendo y bajando a cada segundo. Lentamente, el partido fue transformándose en algo más intenso, y la adrenalina los envolvió a a ambos, casi como si otra vez se leyeran las mentes e inventaran una estrategia en contra del otro.

Ay, ellos son tan geniales, y yo tan feo —murmuró Matsuda—, ¿por qué no puedo ser así?

Se antepuso a los movimientos de Light a una velocidad increíble y con sus habilidades y concentración, tomó la delantera hasta llegar al punto del partido, y así, en medio de un empate, lo invitó silenciosamente a que cambiara los resultados si podía. L no iba a perder.

¡Y Ryuzaki le da, el marcador avanza!

La pelota de L estaba muy cerca del hoyo, por lo que un turno más y ganaría. Light, por otro lado, se hallaba lejos y sería imposible que anotara desde donde estaba, así que su mejor opción era desviar la bola del azabache, ¿sería capaz de lograrlo?

¡Y Light apunta, se prepara para disparar...! —narró Matsuda.

—Matsuda, cállate —riñó L—. Estás arruinando el juego.

¡Soy el árbitro!

—Exacto.

Iban a envolverse en una discusión otra vez hasta que Light los interrumpió.

—Basta.

Pero, Light...

—Matsuda, no entiendo —dijo Light— ¿Qué haces aquí?

Pues, hablo con Ryuzaki...

—¿No tendrá que ver con lo que pasó hace rato, o sí? —preguntó.

Ah, sí, sobre eso... —sudó.

—Matsuda me preguntaba por ti. —resaltó L.

¡Quería saber cómo estabas! —intervino Matsuda— Colgaste y pensé...

—Ya no importa.

¿Estás bien?

—Sí—suspiró, y tras un momento de pausa, agregó—. ¿Cómo está ella?

Ah, la dejé en su casa, estaba destrozada.

—Oh.

Matsuda empezó a musitar que debió haberse quedado y más incoherencias.

—Así que huiste cuando se puso difícil. —supuso L.

¡Sí! ¡Fui un tonto!

—Hay cosas con las que uno nace.

Light fue desconcentrándose. Estaba molesto porque ella se había metido con él y una vez más comenzaba a cuestionarse su realidad. Estúpido, porque nunca haría algo malo y esa era la única verdad. Nunca le daba importancia de más a las cosas innecesarias. Se incomodaba a medida que L seguía actuando desinteresado ante su presencia, como si nada hubiese ocurrido entre ellos, y mientras transcurría el tiempo, cuando creía que nadie lo miraba el detective se percató que le deprimió.

¡Light alza el palo, le va a pegar, le va a pegar!

El aire movió el cabello de Light. Apuntando con precisión, calculó la fuerza que usaría. Vio a donde se dirigía el viento y sin más preámbulos, le dio a la bola.

¡Le dio! —vitoreó Matsuda— ¡La pelota vuela...!

Sintió esperanzas, tal vez había una posibilidad de que ganara.

¡Se va, se va, se vaaa!

Súbitamente, una ráfaga de aire bastante fuerte desvió la pelota hacia el más allá.

¡Se fueee!

Light quedó perplejo.

Imposible...

—Bueno —aclamó L—, es mi turno.

—¿¡Qué!? —reclamó Light— ¡Oye, no es justo!

De hecho, las reglas de golf que no acabo de buscar en Internet dicen que sí es justo.

Light, cometiste un error. L casi pudo imaginarse caminando en cámara lenta, otra vez cubierto por ese color azul. Por eso, gano yo. Se situó al lado de la pelota y le dio un golpecito.

¡Golazo! —exclamó Matsuda.

—Es hoyo en uno. —corrigió L, hastiado.

¡Hoyo en uno! —vitoreó Matsuda— ¡Ryuzaki es el ganador!

—Ah, gané. —celebró L, aburrido—. Viva.

Entre tantas felicitaciones por parte de Matsuda y los intentos de L de aplacarlo, apenas oyó el sonido del palo siendo arrojado al suelo y los pasos de Light alejándose. Cuando pudo callarlo, se percató que se había quedado solo en el jardín una vez más, sin progreso alguno.

—Light se fue —anunció L—, tu plan falló.

¿¡Cómo que falló!?

—Sí, falló: acción de fallar.

Bueno, quizás debiste dejarlo ganar...

—Nunca haría eso.

¿Tan grande es tu orgullo? —lo vio con horror.

—Si intentara animarlo con una victoria falsa, sería degradante para él.

Hombre, eres algo raro...

—Y tú me estresas.

Matsuda hizo una mueca.

—¿Y ahora qué? —Inquirió L.

Escucha, lo que vas a hacer es...

Entró a la casa y buscó a Light, hasta encontrarlo en la sala de estar, jugando con el láser del gato distraídamente. Entró sigilosamente y sin alertar de su presencia, permaneció observándolo en silencio. Sin saber cómo empezar una conversación, espetó lo primero que pasó por su cabeza.

—Eres infantil y odias perder.

Light no se inmutó, dejó el juguete en paz y se giró.

—¿Qué?

—Vi que te alteraste y asumo que es por eso.

—Yo no me alteré. —rebatió Light.

—Entonces, ¿qué fue eso?

—No importa. —respondió, distraídamente.

—Y yo que creí que nos contábamos todo. —intentó aligerar el ambiente.

—No, no creo.

Se notaba el cansancio y la falta de ganas de continuar evitándose. Ahí L entendió que, aunque odiara admitirlo, lo que decía Matsuda era cierto, si no hacía nada al respecto, nunca iban a avanzar, y quería un cambio, porque aunque nunca fuera a ser correspondido y las cosas fueran diferentes en ese instante, era ridículo darle esa carga a él. Era un vínculo demasiado interesante como para desperdiciarlo, no se le iba a escapar.

—¿Desayuno?

—No tengo hambre. —respondió escuetamente.

—No creo que esté bien saltarse el desayuno.

—Creí que eso te lo decía yo a ti.

—Cocinaré algo.

Ingresó a la cocina y cerró la puerta.

—Bueno, lo único que sé hacer no sirve.

Le marcó a Matsuda.

—Ya estoy aquí.

Bueno, a hacer los panqueques.

—¿Cómo esto va a servir de algo?

¿A quién no le gusta la comida?

—Más vale que tu receta sea tan especial como dices.

Claro que es especial, son los panqueques a la Yagami.

—¿Cómo que panqueques a la Yagami?

Son los panqueques especiales de la señora Yagami.

—Ah, ya comprendo, y como buen hijo, debe adorarlos.

Es uno de los mejores desayunos que he probado en mi vida.

—¿Quieres que anime a Light con eso porque lo destrocé allá afuera? —alzó una ceja.

¡Sí!

Los ingredientes fueron alzándose ante la encimera: un cartón de leche, harina leudante, manteca y extracto de vainilla, sacando un bol en el proceso. Matsuda le dijo que tenía que meterse en el papel de chef, así que se colocó un delantal que sacó de una gaveta, cortesía del antiguo dueño de la mansión, ya que sabía que probablemente iba a mancharse.

Primero, parte el huevito.

—No hay huevos.

¿Cómo que no?

—Light los gastó todos —Cerró el refrigerador—, y después soy yo...

¡Ay, bueno, sin huevo! —Matsuda agitó la mano.

—Los panqueques van a quedar flacos sin huevo.

La vida sigue —animó Matsuda—, ahora, continuaremos —habló como si estuviera dando un tutorial en línea. Para su desgracia, no podía pausarlo por más que quisiera—. Agarramos dos tazas de harina leudante...

—Eso es mucho. —contradijo L.

—Más es sinónimo de mejor —animó— ¿Quieres muchos panqueques, no?

Lo que quiero es animar a Light.

—De acuerdo... —Llenó dos tazones con la cantidad correspondiente, sin creerle mucho— ¿Así?

Sí, ahora tíralo.

Lo vertió descuidadamente en el tazón y le saltó encima. Sin tiempo para apartarse, quedó cubierto de blanco en un instante, sin poder ver nada más que la harina volando por la cocina. Tosiendo atropelladamente, intentó recuperar el aliento. Se recompuso, dándose golpes en el pecho.

—Matsuda, idiota...

¡Así no!

—Esto es ridículo. —Se vio por el reflejo de la ventana, cubierto de blanco.

Ay, bueno, luego te lo quitas —animó—. Ahora, ponemos la leche...

—¿Cuánta?

La que tú quieras.

Sin esperar, agarró el cartón de leche y la vertió por la mitad del bol.

—Creo que exageré...

¡Está bien, no te preocupes!

—Esto va a saber mal.

Ryuzaki, la cocina es un arte misterioso; la cantidad es una ilusión.

—Empiezo a desconfiar de tu criterio.

¿Quién desayunó en la casa de Light?

—Lamentablemente, tú.

Es el día de replicar la receta —Le guiñó un ojo—, nunca falla.

—Quizás el que falla es otro...

Ay, Ryuzaki, Ryuzaki, Ryuzaki... —negó, sonriendo, como si fuera el mejor cocinero del planeta—. Mejor continuemos; verás, te diré un secreto: para darle un sabor único a la mezcla, debes ponerle extracto de vainilla —Se distrajo y encendió su televisor. L lo observó fijándose que podría ser el primer dulce real que probaba en mucho tiempo. Abriendo la tapa, lo olió, y sonriendo levemente, lo bebió.

Matsuda se volteó, pero ya era demasiado tarde.

¡No, espera!

L lo escupió todo.

—¿Qué es esto? —con la lengua afuera, L hizo ruidos de repulsión— Qué asco...

¡Ryuzaki, el extracto de vainilla no sabe a vainilla!

—¿Cómo no va a saber a vainilla si dice extracto de vainilla?

¡Pregúntaselo a las compañías que me sacan el dinero cobrándome de más! —bramó—. Malditos impuestos...

Ah, claro, lo que le pasaba por no prestar atención en sus clases de cocina. Watari se iba a burlar de él cuando se enterara que el mejor detective del mundo bebió extracto de vainilla; todo por Light Yagami.

Limpiándose con una servilleta, arrojó parte del extracto dentro de la mezcla, y con una mirada de desdén, lo arrojó a la basura a pesar de que todavía le quedara más allá de la mitad. Esa cosa no merecía estar en su casa.

Bate todo hasta que quede espeso. —Indicó Matsuda. Girando la batidora, L comenzó a mezclar todo hasta que quedara como él quería. A medida que continuaba, lucía más aguado, y frenó— Muy bien, ahora...

—Matsuda, esto no está funcionando.

¡Claro que funciona!

—Entonces, quieres que eche esto al sartén sin importar que se vea así.

La señora Yagami sabe lo que hace.

—Estoy comenzando a dudarlo.

Ryuzaki, llevo años en el mundo de la cocina, confía... —dijo con voz celestial.

Prendió la cocina y colocando el sartén, echó todo lo que pudo hasta que cubriera por completo el utensilio. Matsuda le sugirió que buscara con que rellenarlo, así que agarró unas bananas y miel, situándolas distraídamente por ahí. Le hacía falta el chocolate, sin embargo, para comerlo debería esperar unos días más.

Recuerda que tienes que voltearlos. —avisó Matsuda.

—¿Cuándo?

Tú ves.

—Que yo vea —repitió, incrédulo.

Usa el instinto del cocinero.

—Eso no existe.

Permaneció aburrido observando el sartén fijamente. Transcurridos unos minutos, vio que salían burbujas del lado crudo. Abriendo un cajón distraídamente, sostuvo una espátula y se preparó para voltear el panqueque. Al intentar hacerlo, la mezcla quedó pegada.

—¿Por qué esto no sale? —preguntó L con seriedad.

Le colocaste la manteca, ¿no?

—¿Por qué iba a ponerle manteca?

¡Para que no se pegue!

—Eso es lo primero que deberías haberme indicado. —masculló.

¡Creí que lo sabías!

—Me estás dando la receta mal. —gruñó.

¡No importa quién se equivocó! —se alarmó— ¡Haz algo!

Agarró el sartén y empezó a darle golpes en la encimera, intentó sacarlo con los dedos y hastiado, lo agitó en todas las direcciones posibles cuando de la nada, salió volando hacia el techo.

¡No!

—Agh, esto tiene que ser una broma...

Ya ni modo, déjalo ahí y haz otro.

—Amane era más competente que tú. —Satisfecho con la mueca de Matsuda, situó una generosa cantidad de manteca en el sartén y colocó más mezcla en él—, y eso ya es decir bastante.

¡Oye, no te metas con ella!

Sin dirigirle la palabra, intentó saltar hacia el techo para poder quitar la mezcla de ahí, pese a eso, no tenía la estatura suficiente, así que tuvo que subirse a una silla y saltar, lo que tampoco funcionó.

—Esto es tu culpa.

¡Tú eres el que olvidó algo tan obvio!

— Mi cocina solo funciona si el que me lo indica es competente.

¡Pues cuando fracasas, lo intentas de nuevo! —objetó— Quizás los ricos no lo sepan.

—De no ser por ti, nada de esto estaría pasando. —acusó.

¡Yo no he hecho nada!

—Cada una de las cosas que me ha pasado aquí es tu culpa.

¿¡Qué!?

—Desde el día en que empezaste a trabajar en el equipo...

¡Oye, no exageres!

—Entraste a la empresa Yotsuba —enumeró L, haciéndole la ley del hielo—, sugeriste este viaje y gracias a eso estoy atrapado en una mansión con un techo demasiado grande para mí —Matsuda iba a protestar diciéndole que la casa la escogió L, no obstante, el aludido no lo permitió—; creaste el grupo, Light ignoró a Misa, ella se dio cuenta que su relación no tenía sentido y aún así los forzaste a hablar después, causando que terminaran y Light quedara consternado, creyendo que le oculto algo —acusó—. Intento arreglarlo, apareces y lo arruinas más.

Caray, si lo dices así...

—Definitivamente, me estorbas. —farfulló, cansado.

¡Yo solo quería ayudar!

—Pues no lo hiciste.

¡Bueno, ya Light estaba enojado contigo! —se defendió— ¿Qué es ocultarle un secreto entre las tantas cosas que le haces?

—¿Qué se supone que le hago?

¡Arruinaste su relación!

—Ya estaba arruinada.

¡Y siempre lo trataste mal acusándolo de ser alguien que no era! —corrigió— Quizás, si estás engañándolo con algo...

—Eso es entre él y yo.

¿Acaso pretendes hacerle algo?

—No, Matsuda.

¿Cómo sé que no me estás mintiendo? —se alteró.

—No estoy obligado a demostrarte nada. —respondió, aburrido.

Ryuzaki, esto no tiene caso —rogó—; por favor.

—Créeme que si quisiera hacerle algo no estaría ridiculizándome aquí. —cedió.

¿Entonces, por qué causar tanto problema?

—Intento comprender cómo funcionan las costumbres sociales por algo.

¿Te esforzarás?

—Sí. —afirmó, de mala gana.

Ah, me alegro, entonces —suspiró—. Es que Light es como mi hermano...

—Nunca te escribe.

Ya sé. —sonrió.

L olfateó algo con la nariz, frunciendo el ceño.

—Algo se quema.

—¡Sí, estoy que ardo!

Inquieto, se percató de que el humo cubría la cocina, y el olor a quemado se hizo más fuerte. En un segundo, se dirigió al sartén y vio con espanto que estaba cubierto de fuego.

—¡El sartén! —se sobresaltó L.

¡El panqueque!

Pálido, comenzó a buscar frenéticamente algo con lo que apagarlo antes de que se extendiera. Abrió todos los estantes y despejó los ingredientes, y quizás tumbó el bol con la mezcla y no se dio cuenta. Estaba pasando el tiempo y cuando el fuego comenzó a crecer, casi se le para el corazón.

—¡Rápido, haz algo!

Finalmente, consiguió un paño de cocina viejo en un gabinete y lo usó para golpear el fuego la cantidad de veces que fueran necesarias hasta que se apagó.

Creo que se me olvidó decirte que si algo se quema en el sartén, podría prenderse fuego...

—Ah, te olvidaste.

Todos cometemos errores, ¿no? —sugirió nervioso.

—Cuando regrese a Japón, voy a pegarte.

La cocina había quedado hecha un desastre, la mezcla esparcida por el piso, harina por doquier el panqueque en el techo y un sartén arruinado. Desganado, se dejó caer en la silla y masajeándose el puente de la nariz, intentó reunir la mayor cantidad de paciencia que pudo; su cabeza chocó contra la mesa. Sin más que decir, soltó una despedida cortante y colgó, ignorando el sonido de Light yendo hacia allá a pasos apresurados.

Lucía consternado por la cantidad de objetos cayéndose y el olor a quemado, no obstante, en el momento en el que abrió la puerta, quedó petrificado en su lugar, sin poder creer lo que veía.

—¿Qué rayos pasó aquí?

—Ah, sí, sobre eso —se deslizó sin ánimos sobre la mesa—. Intenté cocinar.

Sin darle la oportunidad de responder, arrastró los pies y limpió todo de buena gana. Quién sabe la cantidad de tiempo que habría perdido ahí, y ya había amanecido por completo. Light lo observó con escrutinio, sin ganas de soportar esa clase de idioteces por un día; al menos, se hizo cargo, aún así, era fastidioso que siempre ocurriera algo así a su alrededor.

—¿Qué intentabas hacer? —preguntó con incredulidad.

—Panqueques.

Y qué miserabilidad, que incluso, en el tiempo en que tuvo que resignarse a los nuevos arreglos de su vida, limpiar estuviera en sus planes. Aprendió a limpiar, barrer y trapear, y así, la cocina quedó como nueva. Aunque él seguía luciendo como un fantasma, específicamente uno hecho de harina.

—Lo siento, Light —se disculpó—. Hoy no habrá desayuno.

Sin ánimos, volvió al jardín y se sentó en la mesa a observar a la distancia, protegido por la sombrilla. A quién le importaba lo que intentara hacer, había cosas que no eran lo suyo. Intentó alegrarle la mañana y en vez de eso, consiguió lo contrario, y contrario a lo que se hubiese esperado, era incómodo verlo tan consternado, antes le hubiese dado igual que se irritara y hasta lo hubiera encontrado fascinante, para su desgracia, ya nada era como antes.

—La mañana aún no se ha acabado. —Alguien le colocó un plato al frente.

Eran panqueques; bien hechos, por supuesto. Lucían circulares, esponjosos, cremosos y con frutas y miel encima. Al instante, se le aguó la boca, y apenas murmurando el buen provecho, comenzó a devorárselo, sin darse cuenta del hambre que había estado soportando. Light vaciló en sentarse, no obstante, el rostro de L delató lo mucho que le había gustado el desayuno y al final se unió a él, manteniendo la distancia.

—Está delicioso. —halagó.

—Es una receta de mi madre.

—Lo sé —aclaró—. Matsuda me lo dejó bastante claro.

—¿Estabas cocinando con Matsuda? —apenas lo vio.

—Requerí de su presencia para cocinar algo que te gustara.

La expresión cansada de Light se alzó con interés.

—¿Por qué?

—Quizás pasé por alto alguna receta de tu interés, y por eso lo llamé...

—Me refiero a que —pausó, incrédulo—, ¿por qué algo para mí?

—Así te animarías, ya que te alteraste más en nuestro partido.

Light lo vio con sospecha, leyendo si había algún motivo oculto. Era evidente que todavía desconfiaba en si le estaría ocultando algo, y que ese podría ser un intento para hacerle bajar la guardia. Con el fin de obtener información, el castaño no diría nada al respecto.

—Sin embargo, salió mal.

—Parece que sobreestimé tus habilidades de cocina.

—Mi talento solo funciona cuando me guía alguien competente.

—Creí que Matsuda al menos sabría cocinar. —espetó Light.

—Amane es más capaz —consideró—; desgraciadamente, dado a que me detesta...

—¿Por qué lo haría? —instó.

—Tal vez, porque hice algo malo.

—¿Y qué fue ese algo?

Ahí estaba su oportunidad. Quizás, podría contarle a Light que solía ser Kira y tuvo que evitar que recuperara la memoria o acabaría con el mundo como lo conocían. Pero por su desconfianza, no lo haría, ya que no sabía la manera en la que reaccionaría. Lidiar con las consecuencias de eso sería algo de lo que no sabía cómo encargarse. Prefería ser mezquino y mantenerlo en secreto.

—Ah, quién sabe —se encogió de hombros—. Quizás la alejé de ti.

—¿Cómo?

—Sé lo que ocurrió hoy. —reveló L.

Light frunció el ceño.

—Así que, ¿es cierto que me ocultas algo?

—Desgraciadamente, lo único que hice fue decirle que no la querías.

—¿Y qué tiene que ver eso con Higuchi? —insistió— ¿O que me engañas?

—Dime, Light —pinchó su comida— ¿Confías más en ella o en mí?

Y eso era algo que le había causado otra nueva sensación esa mañana. Siempre supo que a Light no le interesaba Misa, sin embargo, verlo tomándose en serio algo de lo que dijo, incluso si era verdad, le frustraba. Infantilmente, quería que solo le creyera a él, y se olvidara de alguien que nunca lo quiso y viceversa. Lo que más le exasperaba era que quizás ella podría volver en cualquier momento e intentar decirle la verdad otra vez, y no quería que ella se lo llevara. El buen ánimo de su mañana comenzaba a desvanecerse.

—Qué curioso —se colocó un pulgar en la boca—, dudando de mí...

—¡Tú eres el que se distanció de la nada! —estalló.

—Intento arreglarlo, por si no te diste cuenta.

—Entonces, dime la verdad —exigió.

La verdad...

—Es la primera vez que tengo un amigo, no soy bueno en esto. —reveló.

—¿Específicamente, en qué?

—Los vínculos son nuevos para mí, intento entenderlos.

—Entonces, ¿no me estás engañando?

—Oculto muchas cosas, pero ninguna para perjudicarte.

—Entonces, ¿por qué Misa reaccionó así?

—Interprétalo como que este viaje le abrió los ojos —giró la cuchara en su café—, y me culpa a mí.

—¿Por qué te culparía de decirle lo obvio?

—Porque tú no lo hiciste. —dijo, serio.

Light chasqueó la lengua, observando a otra parte.

—¿Para qué alterarte por lo que ocurrió? —preguntó con curiosidad.

—Quizás porque ella me estresa y no la comprendo.

—Ah, es entendible, un día exigió ser tu novia y aceptaste.

—Creí que sería temporal. —contradijo.

—El estrés provoca a cualquiera, ¿no?

—¿Vas a culparme?

—Te engañas a ti mismo por tu arrogancia, creyendo que solo ella tiene la culpa.

—Yo nunca haría tal cosa.

—¿Ves?

—Ryuzaki, ni siquiera entiendo lo que sucedió entre ella y yo.

—Entonces, olvídalo.

—¿Qué lo olvide?

—Si no puedes controlar algo, deshazte de eso.

—Sin embargo, quiero entender...

—Si te equivocas, hazlo mejor —dijo L.

—Tú nunca te equivocas.

—Estamos hablando de ti.

—Qué engreído.

—No somos muy diferentes.

Sonrió con diversión.

—Por otro lado, deberías animarte —sugirió L—. Ahora eres soltero.

—Quizás ella vuelva a insistir. —farfulló.

—Que yo sepa, tú manipulas, no al revés.

—Yo no manipulo.

—En fin, deberías divertirte. —jugó con su comida.

—¿Cómo que me divertirme? —interrogó, desconcertado.

—Eres popular entre las chicas —manifestó—, dicen que eres bueno con las manos...

—¡Oye! —regañó.

—¿Me equivoco?

—¿De dónde sacas esas cosas? —reclamó.

—Ah, si no lo niegas, es verdad. —concluyó.

—Ryuzaki, no importa qué tan bueno sea con las manos. —se cruzó de brazos.

—Con tu carisma, podrías dormir con quien quieras.

—¡Yo no quiero dormir con nadie!

—¿Te sigue dando pena?

—A mí nunca me ha dado pena. —se jactó— Es que, nunca me interesó mucho...

—¿No te gusta?

—Solo lo hice por aburrimiento, no significó nada.

—Empiezo a creer que nunca te han interesado las relaciones.

—Quizás —suspiró—. Nunca he conocido a alguien que valga la pena.

—Ya somos dos. —mintió.

—Aún así, tal vez deba casarme con alguien algún día. —se quejó.

—¿Por qué te casarías con alguien si nadie te interesa?

—Van a comenzar a fastidiarme para que lo haga.

—¿Y qué es lo que tú quieres?

Light lo vio con interés, acercando la silla hacia él.

—Que se dé solo.

—¿Algún interés en particular? —alzó una ceja.

Light dudó, y pasó un largo rato antes de que hablara.

—Me atraen los chicos. —murmuró.

—Ah, ya veo —L terminó de comer—. Me alegro.

—¿Qué? —lo vio asombrado.

—Era evidente.

—¿De verdad no te importa?

—A mi me atrae de todo, así que te comprendo.

—Creí que a ti no te interesaba nada. —parpadeó, incrédulo.

—No soy inmune a los encantos de la gente.

Permanecieron en su mundo.

—En Japón, esto no es muy común, así que no me servirá...

—No estás en Japón.

—Algún día tendré que volver.

—Entonces, no vuelvas. —Se encogió de hombros.

—¿Qué estás diciendo?

—El mundo exterior es más diverso de lo que imaginas.

—¿Qué, quieres que me vaya de Japón? —bromeó.

—Inglaterra es mucho más entretenido. —dijo al aire.

—¿Me lo mostrarías? —se sorprendió.

—Tengo tiempo libre.

A Light se le iluminaron los ojos, y por primera vez en mucho tiempo, le sonrió, con cierto carmín en sus mejillas.

—Me encantaría.

Ahí concluyó que Matsuda le fue útil.

Nunca iba a agradecerle de todos modos.

Incómodo por haberse abierto tanto, murmuró una excusa y se fue. Consideró sus palabras, y descubrió que le gustaría que sucedieran. Nunca había querido mostrarle a alguien su hogar, y entonces, comprendió lo importante que se había vuelto para él. Quizás no supiera qué hacer con respecto a su gusto por él y nunca sería correspondido, sin embargo, aprovecharía el tiempo que pudiera.

Esperaba que nadie interviniera, y para eso tendría que encargarse de cierta persona.

Haría lo que fuera para deshacerse de los estorbos, incluso si tenía que superar a una shinigami.

I believe in Matsuda supremacy

he vuelto

me encantaron las interacciones de Matsuda y L SJJKD, parecen la tipica brotp que siempre pelea 

enn fin, capitulo largo para recompensar mi ausencia:) lamento no haber actualizado en tanto tiempo, me perdí en el sendero de la vida, pero regresé renovada

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cabe aclarar que esta es una adaptacion de la historia cállate jim créditos a NataliContri seme Douxi Uke Jim