Ivory Cherry: Church of burne...

Od jaemintgreen

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¿Quién dijo que la peor pesadilla de Dios había sido una manzana y no una cereza? La Biblia se acaba con noso... Více

𝐼𝑣𝑜𝑟𝑦 𝐶𝘩𝑒𝑟𝑟𝑦
𝐹𝑟𝑜𝑚 𝑡𝘩𝑒 𝑑𝑖𝑛𝑛𝑖𝑛𝑔 𝑡𝑎𝑏𝑙𝑒
🎧 𝑃𝑙𝑎𝑦𝑙𝑖𝑠𝑡
Advertencia ⚠️
𝟷. 𝐷𝑈𝑂: 𝐿𝑜𝑠 𝑑𝑖́𝑎𝑠 𝑒𝑛 𝑞𝑢𝑒 𝑓𝑢𝑖 𝑢𝑛 𝑛𝑖𝑛̃𝑜
𝟸. 𝑄𝑈𝐴𝑇𝑇𝑂𝑅: 𝐿𝑎 𝑝𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎 𝑑𝑒 𝐷𝑖𝑜𝑠 𝑠𝑜𝑏𝑟𝑒 𝑙𝑎 𝑡𝑖𝑒𝑟𝑟𝑎
𝟹. 𝑆𝐸𝑋: 𝑌𝑜 𝑠𝑜𝑦 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑒 𝑒𝑛𝑠𝑒𝑛̃𝑎𝑟𝑜𝑛 𝑎 𝑜𝑑𝑖𝑎𝑟
𝟺. 𝑂𝐶𝑇𝑂: 𝑅𝑒𝑝𝑢𝑙𝑠𝑖𝑜́𝑛
𝟻. 𝐷𝐸𝐶𝐸𝑀: 𝐸𝑠𝑡𝑜 𝑒𝑠 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑖 𝑐𝑜𝑟𝑎𝑧𝑜́𝑛 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑒
𝟼. 𝐷𝑈𝑂𝐷𝐸𝐶𝐼𝑀: 𝐿𝑎 ℎ𝑢𝑚𝑎𝑛𝑖𝑑𝑎𝑑 𝑒𝑠 𝑐𝑟𝑢𝑒𝑙, 𝑠𝑖 𝑡𝑒 𝑠𝑖𝑟𝑣𝑒 𝑑𝑒 𝑐𝑜𝑛𝑠𝑢𝑒𝑙𝑜, 𝐷𝑖𝑜𝑠 𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑚𝑒𝑗𝑜𝑟
𝟽. 𝑄𝑈𝐴𝑇𝑇𝑂𝑅𝐷𝐸𝐶𝐼𝑀: 𝑌𝑜 𝑡𝑒𝑛𝑔𝑜 𝑚𝑖𝑒𝑑𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑢́ 𝑛𝑜
𝟿. 𝑂𝐶𝑇𝑂𝐷𝐸𝐶𝐼𝑀: 𝐼𝑛 𝑛𝑜𝑚𝑖𝑛𝑒 𝑝𝑎𝑡𝑟𝑖𝑠
𝟷𝟶. 𝑉𝐼𝐺𝐼𝑁𝑇𝐼: 𝑆𝑖 𝑡𝑒 𝑙𝑜 𝑑𝑖𝑔𝑜, 𝑠𝑜́𝑙𝑜 𝑐𝑎́𝑙𝑙𝑎𝑡𝑒𝑙𝑜
𝟷𝟷. 𝐷𝑈𝑂 𝐸𝑇 𝑉𝐼𝐺𝐼𝑁𝑇𝐼: 𝐿𝑎 𝑐𝑟𝑢𝑧 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑢𝑒𝑙𝑔𝑎 𝑑𝑒 𝑚𝑖́

𝟾. 𝑆𝐸𝐷𝐸𝐶𝐼𝑀: ¿𝐴𝑙𝑔𝑢𝑖𝑒𝑛 𝘩𝑎 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑛𝑡𝑎𝑑𝑜 𝑏𝑢𝑠𝑐𝑎𝑟𝑚𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑦𝑜 𝑎 𝑡𝑖?

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Od jaemintgreen

Jeno juega con sus gafas inquieto en medio de su habitación. Hay muchas cosas alrededor de sus pensamientos que lo atosigan y le revuelven el estómago.

¿Por qué Jaemin tomaría sus piezas en un juego tan peligroso? Y peor aun, lo invitaría a formar parte de él. Es como lanzarse a sí mismo al abismo sin un paracaídas y esperar a que alguien lo atrape en el fondo. Como si tuviera a alguien dispuesto a hacerlo.

Admite que el cosquilleo en sus manos cuando él susurró lo inclinaron de ese lado de la balanza. Se ha vuelto adicto a la voz de Jaemin y no se siente fascinado por ese nuevo descubrimiento, el que ser débil y estar atrapado entre un par de garras menos que santas suena tentador.

Se coloca los lentes y avanza hacia su escritorio dispuesto a perder todas sus ideas insanas en libros académicos antes de que la impotencia lo obligue a vomitar sobre su cama.

—¿Hyuck, puedes prestarme tus apuntes de Historia? Estaba quedándome dormido durante la clase. —Explica una vez que recuerda que no tuvo la oportunidad de corregir su escrito por la interrupción de Jaemin.

—Puedo hacerlo —responde con una sonrisa y rebusca en su mochila una vez que deja el suelo. —Con una condición. ¿De qué hablabas con Jaemin hoy?

—Le pedí disculpas.

No es mentira, así que extiende una mano para recibir el cuaderno. Haechan lo retira.

—¿Y?

—Las aceptó. Es todo lo que tengo que decir, acordamos olvidar lo sucedido. —Se rasca la cabeza incómodo y toma con agilidad lo que necesita antes de que Haechan se cruce de brazos.

Sí, para él puede que no sea un avance, pero dentro de las posibilidades mentales y psicológicas de Jeno, el comunicarse de forma adecuada respecto a sus sentimientos e intenciones es todo un logro. Necesita a Jaemin lejos de su vida y lamenta los problemas que le causó, reconoce las causas, mas no pretende alargarlas. No mientras su hogar lo asfixie en una terapia intensiva.

Se sacude del solo pensamiento, tal vez su padre no sea tan benevolente, porque a él le es indiferente perder un hijo si no cumple con sus estándares; sin embargo, aún recuerda a su madre rogando de rodillas porque Junno pidiera perdón y prometiera no volver a encontrarse en una situación como esa, así que con el afán de no perder a otro de sus hijos y vistas las condiciones en las que se encuentra, está casi seguro de que Mina Lee no dudaría en inducirlo a terapia de conversión. Y Jeno tampoco se negaría.

—¿Eso cómo te hace sentir?

Suspira con esa interrogante.

—Si te soy sincero, no es lo que esperaba. Hubiera preferido que me gritara o golpeara, no el que fuera tan amable.

Ignora de forma olímpica el hecho de que le pidió continuar con lo que tienen, algo a lo que Jeno ni siquiera puede ponerle nombre y, de repente, se siente culpable por siquiera pretender nombrar eso.

—Es más fácil asumir la culpa, tiene más sentido, no sé si lo entiendes. Me refiero a que si alguien a quien apenas conozco me causara ese tipo de problemas una disculpa no me bastaría, simplemente hubiera dejado que el torrente de emociones se apoderara de mí y lo hundiera entre la culpa y reproches. Desde su punto es más sencillo recordar algo con rencor que fingir que no lo sientes y, desde el mío, el soportarlo es bueno para no repetirlo de nuevo. ¿Qué aprendes si no?

—Aprendes que las personas pueden arrepentirse, Jeno. Y que el no saber controlar tus emociones te pudre el corazón, eso aprendes, a que todos tenemos derecho a equivocarnos y redimirnos. —Donghyuck lo mira recargado sobre el escritorio y algo se siente diferente. —El problema eres tú si tu disculpa no es sincera, y creo que no lo sientes, no te arrepientes de lo que hiciste, de lo contrario, su respuesta te tranquilizaría.

—¿Y eso está muy mal, no?

—Creo que no quieres romper por completo el vínculo que tienes, no es tan malo como suena. ¿Te dio algún indicio de que esperaba algo más?

Jeno desvía la mirada y retira sus gafas de nuevo. Niega con la cabeza sin mirarlo.

—Amigos, eso creo.

—Eso suena como una completa basura, Jeno. ¿Quién dice mierdas como esa cuando se gustan?

—Eso no es verdad. No le gusto.

—Si Jaemin te hubiera golpeado las dos veces que lo besaste, te creería. —Aclara su garganta buscando atención. —Además, tal vez tenga información que te resulte interesante sobre Jaemin. La fuente es directa.

—En realidad, no quiero escuchar eso.

Concentra la mirada sobre su tarea y deja de lado a su primo hasta que Haechan se acerca demasiado como para ser molesto.

—Imagino que entonces no te interesa saber lo que conversé con él, como que estaba preocupado buscándote cuando no apareciste en el servicio y que personalmente me preguntó por el número de nuestra habitación, además de que parece interesado en saber por qué estamos aquí. ¿Qué te parece eso?

—Me parece que eres un chismoso y entrometido, no es nada extraño preguntar cosas como esas, incluso Sungchan sabe esa información y no creo que le guste o algo parecido. Apenas hemos hablado con él.

—Sungchan no te mandó un dulce conmigo.

El lápiz se siente terriblemente frágil entre sus dedos, así que lo deja caer y tose para disipar el recuerdo de ese caramelo de cereza calmando su garganta cuando no podía respirar. Apenas le prestó atención, pero Jaemin estaba ahí.

—Eso no es nada. Que alguien sea amable no significa que está coqueteando contigo...

—¿Quién está coqueteando con quién? —Pregunta Renjun abriendo la puerta con su propia mochila en brazos.

Había olvidado el gran detalle de que Renjun no es consciente de la persona que Jeno es y, eso lo aterra. Porque incluso si lo conoce desde que era un niño, Renjun no tiene un lazo de sangre que los una, es su amigo más cercano y sincero, el que está entre ellos porque quiere, de lo contrario, no se dignaría en acompañarlos por mera responsabilidad. Que sus propios padres sean amigos no hace que Renjun los considere suyos, es mera voluntad y Jeno se pregunta entonces, ¿por qué?

—¿Dónde has estado? —Haechan toma las rindas de la conversación y agradece la expresión exhaustiva de Renjun para comenzar a hablar.

—Te lo dije ayer, idiota. Nos vamos de vacaciones con la abuela, así que están considerando sacarme de aquí antes de que una ausencia tan larga como esa se vuelva un problema.

—¿Vacaciones? Estamos a mediados de abril —Jeno toma parte para no pasar desapercibido.

—Sí, y ya nos perdimos Qingming porque la escuela no me dejó salir debido a que apenas había ingresado, así que no hay manera de seguir retrasándolo sin que la abuela se vuelva loca.

Deja sus pertenencias caer al suelo y luego toma lugar sobre la cama más cercana. Renjun es radical de ese modo. Si bien, nadie dentro de ese grupo se considera fan del sistema escolar que los educa, los padres de Renjun y su educación destacan sobre todo. Jeno asume que se debe a la fuerte presión que China ejerce sobre sus habitantes, algo a lo que los padres de Renjun se oponen como adolescentes rebeldes en una casa relativamente ortodoxa. Lo sorprendente es que siguieran el paso de los Lee al ingresar a sus hijos a una escuela religiosa cuando su opinión es bastante volátil.

Lo normal es que decidan que el castigo ha sido suficiente una vez que la institución les ha puesto un obstáculo. Corea es menos conservadora que China, pero sus avances son apenas distinguibles de los de una hormiga.

—¿Qué? —Renjun espeta cuando el silencio los aborda.

No hay un tema en el aire.

—Estábamos hablando sobre el cumpleaños de Jeno, es la semana que viene. ¿Vas a seguir aquí?

Haechan se obliga a hablar poco a poco y Jeno le sigue la corriente. Es consciente de que espera que él se lo diga, puede que no sea ahora, pero tomando en cuenta que Renjun es alguien ajeno y cercano a la vez, tiene la necesidad de contárselo. Como nunca había hecho en años. De repente, es como si Jaemin asfixiara su vida y no pudiera vivir si no lo tiene en mente.

—Sí, ¿por qué?

—Estaba pensando en que quiero celebrarlo.

El asombro destroza el rostro agradable de Renjun y pronto lo tiene lanzándole lo único que tiene a la mano.

—Dime que no me estás jodiendo, Lee Jeno. ¿Realmente quieres celebrar tu puto cumpleaños?

—No como tal. —Admite cubriendo su rostro con un brazo, listo para todo ataque. —Tal vez si hablo con mamá, un día antes, estaría bien si se quedan en casa.

Jeno no celebra sus cumpleaños, no desde que Junno se fue. No desde que su padre permite que su miedo se apodere de él y enclaustre a su familia ese día sin una explicación clara que él asume debe ser la ansiedad de que Junno regrese a casa en el cumpleaños de su hermano menor, o bien, que Jeno se escape. Ni siquiera sabe por qué le importa tanto, pero la tensión de ese día lo hace querer vomitar lo suficiente para encerrarse en su habitación y esperar a que el día termine mientras el silencio abunda en cada esquina de su "hogar".

Pero es su cumpleaños dieciocho y, tal vez es una especie de exagerado temporal, pero Haechan se siente como la única persona a la que puede aferrarse por primera vez en años sin duda alguna. Y no puede excluir a Renjun sin motivo alguno.

—En casa —repite como un reproche. —Bien, lo que tú quieras, está bien por mí si así lo quieres hacer, lo tomo.

Jeno sonríe incrédulo y con un latido fuerte.

—¿De verdad?

—Te conviertes en adulto, Jeno. Claro que quiero hacer algo que te haga feliz, incluso si es para estar encerrado en tu habitación, quiero estar contigo ese día.

Haechan le guiña un ojo apenas lo ve y termina riendo poco a poco hasta que el grupo se contagia de forma unánime. Se siente feliz por ese instante, cuando recuerda lo entretenido que era tener una fiesta de cumpleaños de niño. Que la vida se haya detenido en su adolescencia no lo obliga a permanecer ahí. Asiente convencido mientras escucha a sus dos mejores amigos convertirse en personas en las que puede confiar, no en las que puede reflejar su lástima.

Decide que por ahora son las personas indicadas para sentarse frente a ellos, romperse, no hablar de nada, no conversar y, hasta llorar. Y eso está bien. Ellos no van a molestarse por eso.

No es tan fácil no darse por vencido, pero lo intentará. Sea cual sea la corriente contra la que tenga que nadar. No está solo del todo. Tiene derecho a caer, levantarse y también volver a caer, a hundirse, pero tiene la voluntad de no sucumbir.

Se repite que tiene que ser feliz un momento, sobre eso se trata la vida y, dejar la adolescencia puede ser su primer paso dentro de la felicidad. Incluso si detesta mentir y prefiere ocultar las cosas, una vez que mira la cruz y a Jesús sobre ella, inclina la cabeza con una sonrisa. Los santos terminan de ese modo, no hay límites para la humanidad, así que marcará los suyos propios, va a romper una sola regla, esa que lo hace detestarse, pero también hace que su corazón lata de forma salvaje.

Silencio.

Su mente positiva lo hace sonreírle de vuelta a Jaemin entre clases y también enfocarse en sus actividades de mejor manera, es como si el dejar que el flujo de sus pensamientos se desvíen de forma natural le diera tranquilidad.

Y funciona cuando tanto sus padres como sus tíos acompañan en su petición a los de Renjun y a pesar de seguir contando con los derechos de una habitación dentro de la institución debido a que los reembolsos no son asequibles para continuar sustentando la educación y vida de los huérfanos que habitan el lugar, Jeno y Haechan regresan a casa.

—Mamá —alza la voz en medio del desayuno del jueves a una semana de su cumpleaños. —¿Está bien si mañana me quedo un poco más en la escuela? Como pascua cae este domingo, están dando un seminario y creo que sería bueno asistir...

Jueves santo. Jeno no tiene idea de lo que eso es y tampoco planea averiguar de qué trata, pero Jaemin le dijo que estaría ahí y puede que tenga una respuesta para él.

Remueve la comida en su plato y finge cierto desinterés mientras hace esa pregunta; sin embargo, no ignora la evidente impresión de su padre que alza las cejas y no le quita la vista de encima. Bueno, a él también le parecería increíble de no conocerse a sí mismo.

—Eso suena encantador, ¿debería ir contigo?

La curiosidad de su madre tampoco es algo que espera, Jeno niega con la cabeza y se atraganta un poco antes de responder.

—Es sólo para estudiantes.

—Bien, entonces, ¿quieres que vaya por ti si es demasiado tarde? Tal vez Haechan y Jun...

—Deberías dejarlo hacer esto por su cuenta, cariño —dice sin precedentes. Eso lo sorprende.

—En realidad, ellos no están muy interesados respecto a ese tema y ha sido Jaemin quien me invitó personalmente, ya sabes... —guarda silencio y pasa saliva de forma pesada, no es un buen mentiroso. —Soy yo el que quiere saber un poco más de Dios y cómo funciona todo esto de la religión.

—¿Jaemin? —Inquiere su padre y no puede creer que de todo su discurso ese nombre no haya pasado por alto como esperaba. Asiente.

—Es un compañero suyo, un monaguillo de la escuela, ¿no es él?

Vuelve a asentir con las palabras de su madre y agradece a quién sea que esté en el cielo porque ella no menciona directamente que ha visitado su casa.

—Y también estaba pensando sobre mi cumpleaños...

—Lo que quieras —responde su padre con una sonrisa que le da escalofríos.

O ha sido demasiado negativo todo el tiempo como para que las cosas estuvieran en su contra y se acostumbró a eso que la bondad le resulta barbárica, o bien, la positividad cambia a las personas. Incluso al inquebrantable Junhyun Lee.

Respira con toda su capacidad pulmonar y agradece con un halo de esperanza que desprende de todo su cuerpo. Hay algo raro ese día que lo abraza como la luz del sol.

—Gracias por la comida —termina su conversación con eso y sube a su habitación para tomar su mochila e ir a la escuela.

«Va a ser un buen día.» Se dice a sí mismo sin prestar atención a su alrededor hasta que visualiza la puerta y escucha los pasos duros de su padre tras él.

—Jeno.

Su sensibilidad se ensancha en cuanto escucha a Ten con el auto fuera de la puerta, está todo tan próximo como si fuera a caer por un acantilado y el viento soplara para darle impulso. Se detiene en seco ante ese llamado.

—Jeno. —Repite su padre con voz estable.

Él sigue avanzando y no mira atrás. No hay otra cosa que se rebobine peor que su nombre mientras se ha puesto perfume ese día. Incluso sus labios se sienten suaves al tocar el picaporte de la puerta. Es un claro: "Se ha dado cuenta." que lo abruma y escala sobre su piel como un sudor frío.

—¡Me tengo que ir, ya es tarde! —Exclama antes de correr al auto sin detenerse un segundo.

La puerta de la casa no llega a cerrarse cuando mira a Ten despavorido y le pide que avance sin preguntar qué sucede, su primo, en medio de la adrenalina, no lo ignora.

—¿Qué demonios fue eso? —Se queja Renjun en el asiento trasero mientras se lo saca de encima. —¿Por qué apestas a perfume?

—No me bañé. —Explica sin más y no le dirige la mirada un buen rato, pero se olfatea a sí mismo tras su mochila. No es para tanto, es discreto y huele bien.

Trata de ignorar ese comentario tanto puede hasta que encuentra a Donghyuck mirándolo por el retrovisor con una sonrisa de satisfacción. Niega entre cerrando los ojos para que deje de hacer eso antes de que los demás se den cuenta, no obstante, él decide abrir la boca cuando sus cejas se encuentran sobre su nariz.

—Jeno, ¿dónde están tus lentes?

—Mierda.

Se golpea la frente con la palma de su mano tras reparar en ese hecho. Por su padre lo llamaba con tanta insistencia, los dejó sobre la mesa.

—¿Qué? —Pregunta Ten y estira su cuerpo para verlo por el espejo. —¿Quieres que regresemos por ellos?

—No, no. Tengo lentes de contacto hoy, sólo vayamos a la escuela, ya es tarde.

Pero aún tienen quince minutos libres en los que Jeno se esconde en una esquina del auto. No necesita más preguntas o cuestionamientos sobre lo que acaba de hacer porque él tampoco encuentra una línea lógica para explicar por qué se siente así. Una persona nueva, o, por lo menos, eso pretende interpretar esa tarde.

Para su fortuna, ninguno es capaz de atreverse a mencionar el extraño suceso de esa mañana durante clases. Tampoco alzan la voz o comentan en cada interacción discreta que Jaemin tiene para con Jeno y eso lo llena de alivio. 

Eso hasta que el mismo Lee Donghyuck se atreve a dirigirle la mirada a Jaemin y alzar una mano para invitarlo a salir de su refugio en las últimas hileras de bancas. Luego, empuja un poco a Jeno para asegurarse de que note la presencia de Jaemin y no puede hacer otra cosa más que sucumbir ante la idea de que va a jugar de forma sucia.

—Eres un total malcriado —gruñe sin dejar de mirarlo. Haechan alza los hombros en señal de poco interés.

—Me lo dicen seguido. ¿A ti que te parece, Jaemin? ¿Parezco alguien maleducado o Jeno está haciendo un completo escándalo sobre esto?

Puede sentir la mirada confusa de Renjun sobre él, niega con la cabeza fingiendo el mismo desconcierto sobre la llegada inesperada de Jaemin y así lo deja en paz.

—Creo que has sido muy educado al invitarme.

—Y es por eso mismo que no debes encontrarte con Jeno seguido, o te contagiará sus ideas extrañas.

—Lo intentaré. —Promete y toma la oportunidad que tiene para estar cerca de Jeno y mirarlo directamente como si no fuera suficiente el hecho de que ya presume su cicatriz en el labio como un premio.

Jeno no puede hacer otra cosa más que sonreír en conjunto y esperar que Jaemin reciba de nuevo una disculpa tácita por llevarlo hasta ese punto, pero comprende que él único incómodo es él.

—Tal vez más tarde —dice Renjun añadiéndose a la conversación y dándole un fin tras el anuncio del termino del receso entre clases.

Con las manos en los bolsillos y una mirada concentrada en el tono de Renjun, Jaemin regresa a su lugar sonriendo. No es una sonrisa natural. A Jeno le da escalofríos. Es un comportamiento relativamente extraño entre ellos dado que está muy seguro de que no se conocen para nada, pero la tensión persiste cuando se ignoran y el cambio de humor entre los vistazos que Jaemin le dirige a Jeno, es olímpico a cómo mira a Renjun.

A media clase, Jeno comienza a sufrir los estragos de lo poco acostumbrado que está a los lentes de contacto. Recarga su cabeza sobre una mano de manera exhaustiva, tiene demasiado sueño y la clase de Historia Universal no es su preferida, así que deja que sus ojos se cierren un poco mientras escucha a la profesora recitar fechas que está seguro no recordará y tendrá que estudiar por su cuenta.

Renjun, por su parte, se muestra colaborador cuando se trata de participar para aclarar dudas. Él es ese tipo de estudiante que se esfuerza para sobre salir aunque su capacidad de retención es poca. Jeno, por su parte, prefiere mantenerse en silencio y consultar con libros o internet sus propias dudas. Sabe que no es muy astuto, así que la dedicación es fundamental. Excepto ese día y los otros tantos en los que Jaemin fue un tema más interesante de estudiar que la clase de Historia.

Haechan le da un codazo a la par que un par de monjas interrumpen la clase, se desbalancea un segundo antes de volver a la realidad. Todos guardan silencio, incluso la profesora que les pide que se pongan de pie para recibir a la Madre Superiora y Jeno imagina que de no ser por esa mujer, podría seguir sentado. Tal vez ha estado en la escuela poco tiempo, pero nunca antes tuvo que dejar su banca cuando una monja entraba al aula sin aviso previo. Las manos le sudan por el cambio repentino de ambiente.

Esa mujer le da miedo desde el último suceso en el comedor, es como si infundiera terror al respirar. Un don como ese debe ser el que le da a la institución prestigio. Ella es la disciplina personificada.

—Na Jaemin, a la dirección —dice sin preocuparse y ninguna mirada se detiene sobre el mencionado.

Está sucediendo de nuevo. Su corazón palpita ansioso.

—Disculpe, hermana —la profesora en turno rompe el voto de silencio y alza una mano para que Jaemin se detenga en el camino, no lo ve, pero sabe que él ya estaba avanzando al frente, debe ser un acto ya practicado. —Estamos en medio de una clase importante, los muchachos van a tener examen apenas acabe la lección, ¿puede postergar la salida de Jaemin hasta la siguiente clase?

—Me temo que no —dice con ese tono anciano suyo que genera desconfianza. —Es un asunto de suma importancia, no podemos demorarlo. Joven Na, venga aquí.

Su actitud demandante es pasiva y mantiene a todos a raya. Jaemin ha llegado al frente de los alumnos con la cabeza en alto, pero no luce tan imponente de forma inmediata, le toma un poco de tiempo transformarse en el show que todos esperan. Un estudiante orgulloso y arrogante. Inclina la cabeza para despedirse de la profesora y espera por otra instrucción.

—En realidad, no es tan urgente, tal vez se puede dilatar. Es un buen estudiante, creo que terminará su examen pronto. —La monja más joven a su lado explica con cautela y en un tono de voz completamente sumiso.

Ellas han abogado por Jaemin más de una vez, ¿por qué?

—Na, ve a la dirección, por favor, ya te lo he dicho dos veces. —Dicta su sentencia de nueva cuenta y, aunque nadie mira, Jeno se mantiene al tanto. Jaemin tiembla de forma casi imperceptible cuando ella habla.

—Por supuesto, lo lamento.

Sale de la habitación mientras le regala esa sonrisa dulce de resignación tan propia. Jeno se estremece y cuando la profesora les pide que vuelvan a prestar atención, sólo puede mirar la imagen de Jesús al frente de la clase.

Y ruega. «Jesucristo, escúchanos. Ruega por él.»

Los rumores se expanden entre susurros mal logrados alrededor de lo que resta de la clase. Hay comentarios clásicos y otros más empáticos, pero no puede ignorarlos y se graba en su mente uno de ellos en especial. "Por eso no tiene amigos, siempre se mete en problemas. Sus hermanos apenas lo soportan."

Un sentimiento extraño vibra y se agita dentro suyo, apenas puede sostener el lápiz y concentrarse al imaginar que cosas terribles como esas pasan con tanta frecuencia que los alumnos han comenzado a creer que es culpa de Jaemin y es algo molesto por la incomodidad que genera presenciar esas escenas. ¿Por qué nadie habla de que era un estudiante más en clase que apenas hacía un ruido y de pronto todos los exilian sin motivo?

—Déjalo. —Susurra Haechan cerca suyo y su pecho se estruja. —Ignora esto, Jeno.

Sin embargo, no espera ni un segundo más tras el timbre de la mitad de la jornada escolar, toma su mochila de forma descuidada y sale a buscarlo. Han pasado treinta minutos y Jaemin no regresó al salón. El examen queda postergado aunque todos saben que era una excusa temporal.

Va contra la corriente en busca de la dirección, se pierde entre la multitud y los nulos carteles con textos poco visibles lo llevan a perder el control de sus acciones. No sabe qué busca, pero es imposible que Jaemin pase desapercibido entre un cúmulo de estudiantes que adoran hablar de él a sus espaldas. Las voces de los jóvenes hablando interfieren con sus sentidos y se aleja tanto como puede de ellos hasta que encuentra un lugar apacible en el baño.

Escucha su respiración alterada apenas entra, el silencio es total. Observa su rostro ansioso frente al espejo y mantiene la visión sobre sí mismo para convencerse de que no va a tener un ataque de ansiedad de nuevo, sobre todo cuando el volumen disminuye conforme todos se reúnen en el gran comedor. Se obliga a respirar lento y mojar sus manos para regresar a la realidad. Moja sus brazos y bebe agua del grifo con la esperanza de regresar en sí pronto.

Hasta que encuentra un par de zapatos retraídos sobre uno de los cubículos. Zapatos negros, bien lustrados y cuidados a pesar de que no son ni de cerca nuevos. Retrocede y mira el suelo para mantener los pies sobre la tierra y no caer. Sus converse sucios le repiten que sólo hay un grupo de personas en toda la escuela que utilizan ese tipo de calzado formal: los huérfanos.

—Jaemin.

—Vete, Jeno, te dije que nos veríamos más tarde, haz lo que te pido, por favor.

Su tono atormentado le parece familiar, en primer lugar porque es la persona que buscaba y, en segundo, porque ha escuchado esas súplicas venir de sus propios labios. Las personas que tienen miedo las repiten con frecuencia y lo peor que puedes hacer cuando alguien tiene miedo es dejarlo solo.

—No voy a ignorarte como hacen los demás—dice avanzando hasta la puerta, pero no la abre.

—No te preocupes por mí. —Jadea y reconoce la alteración en su respiración.

—No puedo hacer eso ahora, lo siento.

Jeno se acerca al cubículo, pero mantiene su distancia.  A él, por lo menos, no le agrada que lo escuchen llorar, así que le da el espacio suficiente para hacerlo si es que lo necesita, más no lo abandona.

—Pídeme lo que sea, menos irme. Tampoco quiero estar allá fuera, no ahora.

No cuando siente que el pecho va a explotarle de la incertidumbre y la idea de violencia reproduciéndose en su cabeza como una grabadora en la que las voces del alumnado no mitigan su latido, sino que juegan como una banda sonora que realza ese escenario traumático suyo que lo ha mantenido en terapia por tanto tiempo. No hay otra cosa más repulsiva en su mente que la violencia y el sonido del llanto desquiciado que suplica por que los golpes cesen.

—Jaemin...

—¡No voy a salir hasta que te vayas, Jeno! —Exclama y las paredes retumban un poco. Eso está bien, no le afecta en lo absoluto, pero todavía no encuentra la razón, si es porque Jaemin no es nadie dentro de su vida, o bien, porque sabe que esas palabras no significan nada más que tristeza, es decir, que a Jaemin le importa, o tal vez no, quién sabe. —No te quiero aquí.

—Yo tampoco. —Admite con la mirada sobre sus pies y decide sentarse dándole la espalda a la puerta. —Pero ahora mismo no tengo otro lugar al que ir, no uno donde no sea juzgado, ¿has tenido un ataque de ansiedad, Jaemin?

—No.

—Eso es bueno y, por eso mismo, deberías dejar que me quede aquí, no estoy listo para volver al mundo real.

La voz se le resquebraja al final. Estar en casa es lo que menos disfruta, el baño de la escuela no es un lugar tan malo si no lo remite a su habitación conocida que se vuelve un caos cuando está solo. Es como si cada sensación táctil se volviera en su contra, Jeno no reconoce ninguna superficie y la desesperación lo mata mientras las texturas se vuelven incómodas y el reloj grita. Encender las luces no sirve de nada, todo sigue siendo áspero y horrendo. Por eso se atasca la boca con dulces que le corroen la lengua hasta que deja de sentir.

Toma una de sus gomas de mascar y la desliza bajo la puerta a modo de consuelo.

—Necesito estar solo.

—No te estoy pidiendo una conversación y tampoco estoy ahí dentro.

No intenta ser un pacificador, no funciona así, cuando el interés crece, todos se alejan. Jeno sabe que debe estar ahí antes de que algo peor suceda, es un reflejo ansioso. No hay peligro entre esas paredes blancas y vacías, es seguro para ambos incluso si hay una cruz sobre sus cabezas.

—Pero tienes que salir en algún punto y algo me dice que va a ser complicado, cuando estés listo, déjame saberlo para ayudarte. Sin segundas intenciones, lo prometo, no voy a hacer preguntas y me iré a donde tenga que ir.

Escucha la envoltura arrastrarse hasta llegar de nuevo a su lado, no la ha tomado. Asume que Jaemin cree que todo eso es una especie de devolución del favor que le hizo antes, uno que no habría de saber de no ser por Haechan.

—¿Qué es lo que piensas? —Pregunta Jaemin después de un buen momento de silencio.

—El motivo por el que estoy aquí. Pude haber ignorado esto como hacen los demás, pero algo me dijo que no era lo correcto. —Jeno observa la cruz vacía. —Cuando miro las cruces sigo pensando en ti. Tómalo como quieras, pero también creo que estoy aquí porque debo hacerlo yo, lo que... —Respira hondo y deja caer su cabeza entre sus piernas convencido. —Lo que significa que si no puedo sacarte de mi cabeza tampoco lo haré de mi vida pronto y quiero ver a dónde me lleva esto.

Jaemin no responde de vuelta, se mantiene en silencio mientras se remueve dentro de la cabina y espera que Jeno siga su curso, así que él acaba con el silencio.

—Eres algo que quiero intentar, entre más me niego y analizo lo incorrecto que puede ser, persistes en mis pensamientos, me gustas como no deberías. Tengo miedo si te soy sincero.

Eso no lo vio venir. Su repentina declaración, así que se calla apenas sale de su boca y se resigna a que no hay vuelta atrás. No importa quién sea Jaemin, es un varón y a Jeno le atrae demasiado como para ver el fondo del acantilado con curiosidad e imaginar cómo lo acariciará el viento si la caída es lenta.

—No tengas miedo —susurra conforme desliza el cerrojo y Jeno cae en cuenta de que va a verlo inestable por primera vez.

Pero la imagen lo deja mudo y horrorizado. Jaemin está sentado sobre el retrete y sus mejillas se sonrojan como las de una virgen que solloza lágrimas plateadas mientras su cabeza se recarga en una de las paredes de madera del cubículo.

No es un religioso devoto ni de cerca y aún así, ora en silencio sobre ese cuadro tan lastimero. Después de todo, Jaemin es sólo un adolescente como él, pero parece un niño indefenso en ese instante.

«Madre de Dios, ruega por él y por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.»

La cicatriz de su labio está sangrando de nuevo y es claro que más allá de sus labios resecos a causa del llanto, alguien lo golpeó en el rostro para que haya manchas marrones por todo su uniforme blanco.

Da un paso adelante y se balancea hacia atrás envuelto en su dolor empático, entre más lo mira, encuentra más impotencia en su pecho. Jaemin tiene los brazos a sus costados como dos bultos muertos, las mangas de su uniforme están hasta arriba y Jeno apenas se percata de cuando le toma las manos asombrado por la delicadeza de sus suspiros de aflicción.

Su nivel de resistencia al dolor debe ser alto. Jeno piensa que no rezó lo suficiente por él.

El interior de sus brazos está repleto de marcas rojas sin fin, ni siquiera quiere imaginar con qué lo golpearon. La piel palpita a simple vista, va a doler el roce por bastante tiempo y concluye que es un castigo muy estratégico, en unos días Jaemin estará repleto de hematomas que su uniforme disfrazará. Pero a él le dolerá cada movimiento. Justo como sus rodillas.

«¿Qué hiciste? ¿Qué te hicieron?» Repite sin cesar en su pecho, pero no deja que las preguntas salgan cuando Jaemin recarga la cabeza sobre su hombro y deja que un suspiro aliviado lo abandone.

Sostiene sus manos y juega con los dedos que tiene llenos de cicatrices, ya no hay comparación alguna entre sus viejas heridas, tiene la carne al rojo vivo y le duele tanto que respira de modo irregular, mas no emite sonidos que alguien pueda escuchar de no ser por Jeno.

Une sus palmas y lo deja sollozar acortadamente unos minutos, no le asombraría que se quedara dormido llorando, parece estar acostumbrado a eso. Por el costado sigue mirando los brazos, no hay cortes y tampoco rasguños, es un trabajo muy bien elaborado, aunque la sangre quiere salir de Jaemin en medio de la inflamación y ruptura de vasos sanguíneos, no habrá alguna evidencia de ello en semanas. Es una tortura psicológica.

—No le has dicho a nadie —susurra acariciando el nacimiento de su cabello, en la nuca. —Te gusta sufrir esto a solas.

—Así nadie pregunta, tampoco quiero que preguntes.

—Bien. Entonces, salgamos de aquí, tenemos que ponerte hielo.

Jaemin se ríe y tose en el acto. Esa no es una buena idea, pero Jeno no tiene otras. Ser el apoyo de alguien no es una práctica recurrente en él, no sabe qué decir para consolar a otros y tampoco es como si Jaemin quisiera conversar, así que le resta el prestar un servicio a cómo dé lugar. Lo que sea.

Quiere pedirle perdón mientras deja que sus propios pensamientos caigan, se recarga de vuelta en Jaemin y cierra los ojos. Debió detenerlo, debió ponerse en contra, debió no quedarse callado, porque todos son cómplices de esos castigos inhumanos que se respaldan en la religión. Una religión que no ha aprendido nada en tantos años, pues no importa cuánto haya sufrido Jesús, eso no salvó a Jaemin ni a nadie.

—Por lo menos, déjame limpiarte el rostro y quitarte el suéter, no puedes ir por ahí con tanta sangre.

Jeno retrocede para ver si es posible mantener las mangas de su camisa sin que rocen la piel lesionada y Jaemin pierde el equilibrio sobre el que estaba establecido un segundo. Escasamente, logra sostenerse y atraer a Jeno en un abrazo rápido que le impide caer y jadea por la fuerza que ejerce sobre sus brazos al sostenerlo. 

—No te vayas.

—Aquí estoy, aquí estoy. —Confiesa en más de un sentido y se apresura a darle de nuevo ese espacio físico que necesita sobre sus dolores, pero que no lo aleja en absoluto.

A la par que Jaemin deja de llorar, le limpia el rostro con el dedo pulgar y una expresión sincera de preocupación. Es un desastre y él tampoco es la mejor persona para ignorar su propio estado. Ambos son un par de hilos mal cruzados que penden de un par de tijeras, por donde lo mire, no hay escapatoria.

Se deshace de la envoltura de la goma de mascar y se la da sólo para encontrar que la mandíbula le duele, pero no deja de intentarlo. Poco a poco, su cuerpo pierde la tensión provocada por los golpes y el temor. Con toda la pena del mundo, Jeno toma el bálsamo que robó de la habitación de su madre y que usó después de besar a Jaemin por primera vez para colocarlo sobre la piel caliente del chico. No es mucho, pero sí lo suficiente como para que cuando desliza la tela sobre sus brazos, Jaemin apenas haga una mueca triste.

Lo ayuda a retirarse el uniforme y lo mete dentro de su mochila al final. Puede lavarlo en casa, no va a esperar a que con esos brazos, Jaemin lo haga. Ese sí es un favor por otro. Un favor por haber trabajado el doble de duro cuando Jeno no se presentó a su servicio social. Por su parte, sin dejar de sostenerlo, se deshace de la parte del uniforme que a Jaemin le falta y se la coloca encima. No va a esperar a recibir una nueva amonestación por no cumplir con el reglamento de vestimenta.

Sonríe al encontrar que le calza perfecto, ambos son de la misma estatura y su complexión es similar por no decir que idéntica. Le remueve el cabello de la cara y lo deja casi tan pulcro como antes, las apariencias engañan, Jeno está aprendiendo a mentir para Jaemin. Es como una planta de algodón que incluso tras un largo proceso, al final luce natural encontrarlo delicado y en borlas perfectas.

—Pareces tú de nuevo.

Jeno las puntas de sus dedos con cuidado y espera que a su compañero se levante por su cuenta sin encontrar nuevas sorpresas que deba jugar a reparar. Jaemin cierra los ojos al sentir el calor de Jeno y suspira armónicamente. —¿Podemos irnos?

Un toque bastó para que Jaemin se volviera un creyente.

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