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By damonsscum

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By damonsscum

            ERAN LAS TRES DE la madrugada y Pearl yacía dormida en el pecho de su esposo. Tommy, quien no podía dormir, acariciaba su cabello con delicadeza y la miraba respirar tranquilamente. Tan hermosa, tan serena.

— ¿Qué sueñas, mi amor? — susurró inaudiblemente.

Tommy estaba nervioso por el día que tendría; gente desconocida rodeando a su mujer.
Pearl no sabía nada de lo que su esposo tenía en mente y él prefería dejarlo así, para no preocuparla más de lo que ella solía hacerlo.

— No creo que algún día me arrepienta de haberte hecho mi esposa, yo soy el hombre más feliz contigo a mi lado — sonríe.

Para él, Pearl era el ser más bello del planeta, una mujer con una belleza inigualable.
Aún así, no la podía tocar o mirar cuando estaba despierta, pues, ¿qué cara le daría? Después de haberse tirado a Tatiana en una ilusión viéndola a ella.

Tommy largó un suspiro y giró su cuerpo, mirando el techo mientras las lágrimas le llegaban a sus ojos.
Se sentía pésimo, se odiaba a sí mismo y no quería dar la cara jamás. Incómodo, se puso de pie y caminó fuera tratando de no hacer ruido, para no despertar a la joven.
Curioso, se dirigió al fondo del pasillo, donde Pearl tenía su altar, el cual se protegía por llave, la cual el hombre buscó sin éxito.

Se quedó de pie en la habitación que solía ser de su esposa, observó los detalles de esta y sonrió, recostándose en la cama que aún tenía el fuerte olor a vaina de vainilla de la muchacha y ahí, por fin, logró conciliar el sueño.

Pearl despertó gracias a lo fría que se sintió la cama y descubrió que su esposo no estaba ahí, pero no quería esforzarse más, así que no se levantó a buscarlo. Tampoco pudo recopilar el sueño y en desesperación, bajó a la cocina.

Cuando no sabía qué hacer, horneaba.
Era su actividad favorita y conocía cientos de recetas de memoria, sin embargo, había dejado de hacer varias de las cosas que ella amaba desde que se había casado. Se había vuelto más perezosa ahora que las empleadas le prohibían levantarse a servirse ella misma una taza de té. Actividades como la pintura, la cocina y el piano, habían quedado casi en el olvido.
Ni siquiera sabía si podría levantar un pincel y pintar un retrato nuevamente, no recordaba las notas del piano y al cocinar, se le quemaban varias cosas.

— Señorita, ¿tiene hambre? ¿Desea que le prepare algo?

Pearl dio un pequeño salto cuando escuchó la voz de Mary, se asustó.
Negó suavemente y le indicó que volviera a la cama, a lo que la señora, a regañadientes tuvo que hacerlo.

Sabía que aquel día sería diferente a los demás, pues sería la inauguración del orfanato que llevaba su nombre. Además, según Tommy, terminaría de una vez los negocios rusos y saldría de eso, a Pearl ya no le importaba, lo único que quería era alejarlo de Tatiana, pero incluso para eso, estaba cansada de luchar.

— ¿Dónde guardan las cosas aquí? — se preguntó haciendo una mueca.

Trató de no hacer ruido, pero le fue inútil cuando tres ollas se cayeron al suelo al intentar sacar una bandeja. Rápidamente detuvo el sonido y suspiró al no escuchar ningún paso en el pasillo, así que siguió con lo suyo.

— ¿Realmente se come las galletas que le preparo o simplemente las bota a la basura? — susurró pensando en Thomas.

Tarareó una canción mientras cortaba en pedazos pequeños el chocolate que encontró.
Separó la mezcla en dos, para así agregar el chocolate a una y nueces a la otra.
Una vez en el horno, se encargó de limpiar todo y así, esperar a que salieran para ponerlas en una pequeña vasija.

— Hace mucho no te veía hornear.

La voz de Thomas la asustó una vez más, la muchacha asintió sin ganas y siguió con los trastes sucios. Su indiferencia hizo que su pareja hiciera un puchero y se acercó a ella.

— El sonido de algo golpeándose contra el suelo me despertó y no pude volver a conciliar el sueño — susurró. —. ¿Horneas para mí?

— Eso espero.

— Me encantan tus galletas — sonríe.

— Nunca te he visto probarlas.

— ¿Quién dijo que no me las comía? Las como cuando voy en el auto, mis preferidas son las de avena — responde confundido. —. Pearl, ¿qué pasa?

— ¿Qué pasa de qué? Yo estoy bien, no sé por qué preguntas eso — bufó.

— Cuando horneas en la madrugada es porque tienes algo en la cabeza, te conozco.

— Por fin algo que notas en mi — sonríe sarcásticamente. —. Me pasa que mi esposo está escogiendo una manera más sencilla de suicidio, que es el homicidio para que su mujer, o sea yo, no sufra tanto.

— No me matarán, Pearl. Ten por seguro que estoy teniendo cuidado y pienso en ti en cada momento — suspira.

— Si te matan, yo no voy a poder vivir. Los gemelos tienen una parte de su mente y alma unidos, ¿te suena similar? Si tú mueres, Thomas, luego de días o semanas yo también moriría, si no es de tristeza, porque me quité la vida.

— Tú no vas a morir, porque yo no lo haré. ¿Me regalas una galleta? Huelen tan deliciosas — gimió.

— ¡No habrás el horno, baboso! — exclamó apuntándolo.


[...]


— Oh, ¡Tom! — gritó Pearl.

— ¿Sí?

— Tus galletas — sonrió.

— Gracias, linda — susurró atrayéndola a su cuerpo.

—  Espero que te gusten, llevo algún tiempo que no preparo y... bueno, no sé si sepan bien.

— Estoy seguro de que son grandiosas. Muchas gracias, Pearl — susurró besando su frente.

Luego de poco, Arthur saludó y abrazó a su cuñada, y luego saludó a John, quien le reclamó graciosamente por no haberle horneado a él.

Tommy avisó que se hacía tarde y todos subieron al auto.
El camino no fue muy interesante, pues sólo hablaron de lo que diría en el discurso y si Pearl también hablaría.

Al llegar al lugar, la familia ya se encontraba ahí. Cuando bajaron, Arthur se acercó lentamente a su cuñada con una galleta en su boca, con una mirada penetrante de su hermano.

— Linda irá a visitar a sus padres el fin de semana y me preguntaba si, ¿podría invitarte a cenar el sábado? — dijo con un leve sonrojo.

— Vaya... claro, claro Arthur, sí — sonrió con ojos iluminados. —. Tommy y yo estaremos ahí.

— No, no... eh, pensaba qué tal vez podría cenar contigo, a solas, yo... quisiera hablarte de algo... de Linda.

— ¿Es privado entonces? — él asintió. —. Muy bien, sí. Perfecto, estaré ahí.

— Entonces te veré el sábado, gracias.

— Pearl, una foto, ven acá — susurra Tommy tomándola posesivamente de la cintura.

Ella, como siempre lucía hermosa y todos la alogiaron en el día tan especial. Su esposo le señaló el muro con su nombre en él y ella sonrió avergonzada, pues no era ninguna realeza para andar nombrando lugares así.

— Sonrían en tres, dos y... listo.

Los Shelby entraron al lugar con aires de grandeza y se acomodaron en sus asientos, menos Polly, quien daría inicio al discurso.

— Bienvenidos a la inauguración del Instituto Pearl Shelby para los niños pobres sin seguro — dijo sonriente.

Pidió la presencia de Tommy en la tarima, diciendo que él era el total responsable de la creación de aquel lugar. Pearl fue la primera en aplaudir, orgullosa de su marido y feliz de que la gente supiera que no solo hacía cosas malas.

El lugar se llenó de aplausos y todos se pusieron de pie, entonces algo presionado socialmente, soltó la mano de su mujer y se posicionó en donde se le citó.

— No vine aquí hoy a dar un discurso, pero diré esto: estos niños ahora están a salvo, en nuestro cuidado, lo estarán. Porque venimos de las mismas frías calles que ellos y en nuestro cuidado, no se los llevarás a las Colonias, ni se les separará de sus familias o tendrán que trabajar para ningún hombre. Crecerán aquí, amados. En Birmingham, porque esta es nuestra ciudad — dijo claramente. —. También quiero agradecerle a mi encantadora esposa, quien fue la que me dio la idea de darles hogar a todos estos niños. Que Dios la bendiga a ella y a todos ustedes.

— Por orden de los Peaky Blinders.

La gente se puso de pie y aplaudió, molestos por las palabras de Arthur.
Tommy bajó de la tarima y Polly pidió que se cantara "Inmortal, invisible", una canción cristiana que ni Pearl, ni su esposo, quisieron cantar, así que se retiraron de la escena.

— ¿Lo hice bien? — preguntó mirando al suelo.

— Cariño, estuvo magnífico. Fue lindo, lo que dijiste — sonríe.

— ¿No lo arruinó Arthur? Digo, a los uniformados no les agradamos.

— Deja a tu hermano, Tom. Además, ¿los uniformados alguna vez pensaron en los niños? No lo creo. Los de buen corazón son ustedes, ellos pueden-

— Que mi invitación para el evento no llegará obviamente no fue un descuido de su parte, señor Shelby.

Tommy suspiró y no apartó la mirada de su mujer, quien lo tenía fuertemente tomado de ambas manos.

— Pero, mire. Tengo las llaves. ¡Oh, que descortés de mi parte! Señorita, pero que magnífica sorpresa por fin conocerla. Los rumores son ciertos, usted es toda una belleza — dijo sonriente, tomando su mano a la fuerza y besando su dorso.

— Padre Hughes — asintió incómoda.

— Un gusto. Bien, como le decía: me conseguí una oficina a dos casas. Es la que tiene estufa y un crucifijo en la ventana.

Tommy, quien aún no apartaba la mirada de Pearl, no respondió, ni siquiera parpadeaba.
Se quería aferrar a su mujer porque sabía que algo malo pasaría, algo que él no iba a poder controlar.

— ¿Señor Shelby?

— Cariño, te llaman — susurra la chica.

— Los llevaré a Saint Aloysius para que se confiesen — siguió. —. Es inapropiado hablar de esto frente a tan hermosa señorita, pero, ¿comprende que esto le abre las puertas a nuestro plan más grande?

— Pearl, por favor ve con Ada. Estaré de vuelta contigo en un segundo, solo necesito estar solo con el Padre — dijo por fin.

— Amor...

— Es verdad, señorita, estas son pláticas de adultos. ¿Por qué no espera adentro?

— Ya está, no hace falta que le dirija la palabra a mi esposa. Por favor, cariño, ve adentro con la familia — pidió.

Ella asintió y caminó jugando con sus dedos, se iba a acercar a Arthur pero Linda lo alejó cuando la vio, entonces tuvo que irse con Finn, Michael y Ada, quienes se encontraban con Polly.

— Entonces la gente no mentía; su esposa es realmente un encanto — halagó.

— No hable de mi mujer. Dígame qué es lo que quiere y lo haré, pero no hable con ella, no la mire y no le haga daño, es lo único que le pido.

— En las próximas veinticuatro horas va a hacer lo que se le instruyó. No se desviará, ni fallará — susurró irritado.

Las voces y risas de los niños se escucharon pronto, junto a un: "vamos niños", del Padre. Tommy apretó la mandíbula y se recargó en la pared, cansado. Michael apareció unos segundos más tarde, indicándole que había que comer pastel y tomar té con la gente.
Misma gente a la que tendrían que impresionar con sus logros a lo largo de los últimos años.

— Acabo de hablar con Johnny, dijo que los túneles tienen mucho barro. Los atrasa y pidió que fueras a verlo tú mismo, Tom — este negó. —. Le dije que ni con caballos salvajes te arrastrarían hacia allá.

— Señor Shelby, solo quisiera decirle que su esposa es una mujer increíblemente encantadora. Me acaba de contar que están tratando de tener un hijo, ¡maravilloso!

— Me gustaría ofrecerle una hora al día de mis criadas para que le tejan ropa al pequeño o pequeña — sonríe amablemente.

— Oh, hable con mi secretaria, la señorita Stark. La del sombrero gris, ella conoce mi agenda — sonrió.

— ¿Están intentado? — preguntó Arthur.

— Eh, sí... no pensé que lo fuera a decir a una persona así, pero supongo que se sintió cómoda — susurró tímido.

— Señor Shelby, ¿sería una molestia que viniera un momento? — preguntó ya avanzando.

— ¡No, no, para nada!

— Cariño, mira que mujeres tan agradables — sonrió Pearl.

— Oh, amor, pero claro. Ven acá.

— Es tan encantador ver a un hombre ser tan amoroso con su esposa públicamente — exclamó una de las señoras. —. Mire, de los miembros del Instituto Moseley War Widow. Hecho por el señor Winslow de Castings Winslow.

La señora sostenía un collar precioso de rubíes brillantes, los cuales aceleraron el corazón de la pareja y aún abrazados, se negaron a tomarlo, así que la mujer, sin molestias, lo sostuvo aún con una sonrisa.

— Eso es muy amable, muchas gracias — dijo Thomas.

— Sabemos que la señorita luce las piedras como ninguna otra — exclamó.

— Oh, por favor — ríe la muchacha.

— ¿Le molestaría sostenerlo para sacar una foto para la gacetilla? — preguntó acercando la caja con el collar.

Pearl y Tommy se hicieron los tontos y sonreían amablemente a las mujeres, casi sudando frío y completamente horrorizados de que una nueva persona (aún de lo más amable del mundo) les estuviera obsequiando piedras preciosas.

— ¿Señor? ¿Señorita?

— Oh... eh, claro, sí. Muchas gracias — respondió el hombre.

Al tomar la foto, una de las empleadas le dijo a Pearl que un grupo de niñas tenían un regalo para ella, que estaban en el pasillo al no poder entrar a la reunión. La muchacha, conmovida y viendo que las señoras estaban extasiadas por la presencia de su esposo, decidió no molestar y acompañó a la mujer.
Como era de esperarse, afuera, no había nadie.

— Dime dónde es, pero no me duermas con cloroformo, ¿sí? Solo guíame — suspiró cansada y con ojos negros.

La mujer accedió a la petición y la encaminó a la puerta trasera, donde se la llevarían en un auto.

— Ada, ¿dónde está Pearl? — preguntó Tommy después de mirar en todo el lugar.

— Estaba contigo y las señoras.

— ¿Dónde está?

— No lo sé — dijo inquieta.

— Chicos, ¿vieron a Pearl? — preguntó a sus hermanos.

— No sé, debe estar charlando con una mujer, ¿no? — respondió Arthur, masticando una de las galletas.

— Pol, ¿dónde está Pearl?

— No sé.

— ¿¡Dónde está!? — gritó.

Arthur comenzó a inquietarse, el calor se subió a su cabeza y se perdió, pero sabía que tenía que mantenerse a flote. Enfadarse no ayudaría a encontrarla.

— ¡Tommy, dijeron que vieron a una empleada llevarla por la puerta trasera!

— ¿Qué empleada? — preguntó el mayor.

— ¡No lo sé, vayan!

Tommy caminaba apresurado por el pasillo, tratando de abrir puertas que estaban cerradas con candado. Sabía que estaba encerrado, para hacerlos perder tiempo en lo que huían.

— ¡Arthur, dijeron que vieron a una mujer y una muchacha subir a un auto! — exclamó Ada en las escaleras.

Tommy por fin salió y agitado, quería culpar al collar de rubíes solo para quitarse la idea de que el Padre Hughes había cumplido su promesa y se la había llevado.

— ¡Pearl! — gritó, acto seguido, vomitó.

John se unió a los gritos, igual de preocupado que su hermano, pero pronto llegó Arthur, quien incluso estaba funcionado mejor que todos.

— ¡John, busca a Moss!

— Arthur, ¿¡dónde está!? ¿¡Donde está!? ¡Dime!

— Escucha; alguien se la llevó — susurró. — La subieron a un auto y manejaron al sur.

Arthur abrazó a su hermano mientras este se quebraba en llanto, pues una vez más, le habían arrebatado a su mujer, incluso al tenerla a un lado suyo.

— Bloquaran las entradas y vigilaremos. Pondré a todos los hombres que tenemos en las esquinas desde aquí hasta Maypole.

— Está bien, hazlo — asintió.

— Quédate al teléfono en las oficinas. John y yo cubriremos rutas — dijo nervioso.

La tía Polly manejó rápido, llegaron a la oficina y no hubo tiempo para ponerse al corriente con los chismes de vecinas.

Después de que respondieran "no lo sé" a su pregunta de dónde se habían ido, Tommy rompió el teléfono contra la pared.

— Quizá sea cualquier mujer, muchas de ellas están obsesionadas contigo.

— No, son ellos.

Se puso en el suelo en posición fecal y lloró a su mujer, sintiéndose el esposo más inútil.
¿Cómo era si quiera posible que sucediera por segunda vez? Aún peor, teniéndolo a él literalmente a un lado. Tan solo se descuidó por cinco míseros segundos.

— ¿Tommy? Hay alguien afuera. Un cura — avisó Ada agitada. 

— Quédate aquí, Pol. Quédate aquí, no hagas nada — apuntó demandante.

— Joder, joder, ¡joder! ¡La tienen de nuevo, tienen a mi niña! ¡Ella seguramente se irá si la encontramos y jamás la volveremos a ver! — gritó llorando.

— Pol, tranquila. Ella está bien, dijeron que la habían visto consciente.

— ¿Entonces ella escapó?

— No, la tenían a punta de pistola. Seguramente ella pidió por su consciencia — negó. —. Estará bien, todos lo estaremos.

Polly se sentó frente al teléfono y lo miró casi sin parpadear, aunque debía gracias a las saladas lágrimas que le picaban en los ojos.

Unos hombres escoltaron al coche a Tommy y lo revisaron en caso de armas, para después dejarlo subir.

— Sube al auto.

— Primero, ¿está a salvo? — preguntó.

— Claro que está a salvo. Es una bella mujer, no le haría daño, además, es aún una niña; todos los niños son sagrados para mí.

— Tienes todas las cartas, dime que quieres que haga y lo haré. Haré lo que quieras sin quejarme, solo deja a mi esposa vivir — dijo rápidamente.

— Te avisamos que tu esposa estaría en peligro si te desviabas del plan. Tú cometiste el error, ¿lo comprendes?

— Dime qué quieres que haga — pidió.

— Hiciste un trato con nuestros enemigos. Fuiste a nuestras espaldas a detener que los soviéticos explotaran el tren — burló.

Tommy, desesperado, pasó su mano por su cara, lamentándose de lo idiota que fue por pensar que jamás se enterarían de su plan.

— Ya arreglamos tu error. Me preguntaste qué debías hacer y esto es, jodido mestizo — escupió con asco, para proceder a entregarle un sobre. —. Como los Bolcheviques no harán explotar el tren, lo harás tú mismo. Esas son notas y fragmentos para que repartas en las ruinas, implicando a oficiales de la embajada Soviética.

— Lo haré — asintió.

Tommy se mecía en el asiento trasero mientras algunas lágrimas caían de sus ojos, sin poder creer que todo aquello estuviera realmente ocurriendo.

— Debe morir gente en la exposición.

— Quiero a mi esposa conmigo a una hora de la explosión — susurró.

— Oh, ahora usted pone las reglas, ¿eh? No he terminado con usted, señor Shelby. También supimos que está haciendo un túnel, buscando piedras preciosas debajo de Wilderness House y me dijeron que tienen un Fabergé guardado.

— Lo tendrá — asintió.

— La liga económica usará todas las joyas que roben, para cubrir nuestros gastos. l

— Le daré todas las joyas. Todas.

— Una explosion primero y trae todo lo que robaste a tu oficina al atardecer.

— No — negó. —. No podré llevárselas al atardecer, el túnel está lleno de barro.

— Si el reloj de Saint Andrew marca las cinco de la mañana en la noche del robo y no tenemos todo lo que pedimos, sonará la campana para tu esposa. Ahora sal de mi maldito auto — gruñó.

— No toque a mi mujer, es lo único que le pido — pidió harto.

— Te ves lamentable, Shelby. Sal del auto — escupe.

Regresó a la casa de apuestas roto.

— Necesito saber quién habló — reclamó mirándolos a los cuatro. —. Nuestros enemigos lo saben todo. Todo. Necesito saber quién habló del negocio fuera de la familia. Debo saber quién habló y con quién.

— Tommy...

— ¿Tu esposa, Arthur? Porque Linda es una maldita bocona.

— Me voy a convencer de que no estás pensando claro. No tienes la mente clara — susurró.

— ¿Esme, para conseguir dinero para cocaína, John? — preguntó con odio. —. De repente, de regreso en la familia, ¡Ada! Esa es una sorpresa, de la nada. ¿Bajo las órdenes de quién? — reclama.

— Tommy, esto no ayudará a encontrarla. Piensa en la niña, por favor — pidió Polly.

— ¿Y tú y tu pintor? Dijiste que te conocía, las cosas evolucionaron y hablaste — suspiró. —. Si alguien le contó del túnel a alguien más, necesito saberlo y debe ser ahora — exclama.

— ¿Que hay de tus ex-cavadores? Borrachos en un pub — refirió John.

— Les confió mi vida a esos hombres.

— ¿Más de lo que confías en nosotros?

— Sí, hasta hace una hora. Sí — asintió. —. Gracias a uno de ustedes mi esposa podría ser violentada por más información que no conoce.

— ¿Y dónde queda Michael en toda esta mierda? — escupe el menor.

— Nunca le dije a Michael de los lirios del valle — susurró Tommy. —. A las únicas personas a las que le conté de los huevos Fabergé están aquí, en esta habitación.

— Tommy, quiero que sepas que regresé por amor y yo jamás en mi vida haría algo que pusiera a tu esposa en peligro, ni a ninguno de ustedes — dijo Ada. —. Además tengo sentido común.

Al salir su hermana del lugar, todos dijeron sus pensamientos al aire.

— Metiste a mi esposa en esto. Hablaremos cuando termine el asunto — dijo Arthur.

— ¿Ahora si amas a tu esposa? ¿Después de lo descarado que miras a la mía?

Hubo un silencio incómodo, todos cabizbajos escucharon entonces la nuevas órdenes de Thomas.

— Dices, "volaremos un tren", como si tú fueras a ensuciarte las manos de sangre. Te acostumbraste a la buena vida, ¿dónde quedó el Tommy que no le temía a nada?

John palmeó la espalda de Arthur y ambos salieron, a punto de derramar lágrimas por las agresivas palabras de su hermano. Dejando a Thomas con Polly.

— Los tratas mal, Thomas. Ellos solo quieren ayudar. Todos aquí amamos a tu esposa, incluso más de lo que la amas tú, pues somos los que la consolamos cuando tú llegas después de una noche con prostitutas extranjeras. Ninguno de nosotros habló, jamás.

— Te dio vino tinto, de seguro no recuerdas la mitad de lo que hablaron — ignoró. — ¿Por qué un hombre de su clase perseguiría y seduciría a una mujer? — preguntó murándola.

— ¿A una mujer como yo, a eso te refieres?

— Sí. Evalué todas las posibilidades y tiene que ser él— susurró.

Tommy salió también, dejando a Polly sola con lágrimas en los ojos y el corazón destruido ante las igualmente, bruscas palabras de su sobrino.

Tal como dijo Arthur, él no estaba pensando con claridad. Pero estaba seguro de que cualquiera en su posición, se pondría igual o incluso peor que él.
Aún así, tampoco habría alguien que cometiera un error tan estúpido, como el de él.


























buenas, buenas.
EN PRIMERA ignoremos a charlie en el gif POR FAVOR
jajsj re largo le quedaba.
bien, este ya lo veíamos venir lol
en el próximo capítulo cerramos POR FIN la tercera temporada, yey
ok, creo que en toda la historia lo único bueno que he hecho es a Pearl horneándole galletas a Tommy porque es su love language :D

espero de todititito corazón que les haya gustado el capítulo de hoy, si fue así, me ayudarían mucho votando y avisándome si tienen alguna pregunta o comentario.

y ya para que no se enojen conmigo.
les dejo una bonita foto de cillian porque lo quiero mucho.

- con amor,
mary, x.

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