Sinful | Draco Malfoy ✓

By dilfdracostan

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Era el verano antes de comenzar la escuela, y Aurora estaba preparándose para entrar a su último año en Hogw... More

𝐓𝐈𝐍𝐀'𝐒 𝐍𝐎𝐓𝐄
𝐒𝐈𝐍𝐅𝐔𝐋
𝓹. The Sinclair Manor
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𝓮. Epilogue
𝓖𝒓𝒂𝒄𝒊𝒂𝒔

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By dilfdracostan

𝓢. 008



Los días siguientes, Aurora se vio sorprendida al ver que pasaba gran parte de sus tardes con Malfoy. Su padre salía a diario a trabajar — por lo que Draco quedaba libre, y Susan continuaba con sus rondas en San Mungo. 

Ambos comenzaron a salir todas las tardes a la orilla del lago, o a quedarse en la biblioteca leyendo.

Aurora se sentía bien. Disfrutaba cada momento junto a él, y amaba cuando ambos se sentaban en la orilla del muelle con los pies en el agua, leyendo en silencio. Conversaban mucho, pero no de temas tan personales. Normalmente hablaban de la teoría de algunas pociones, o simplemente discutían un libro que ambos ya habían leído.

Ninguno de los dos se había percatado de lo cercanos que se habían vuelto desde ese encuentro en la biblioteca. 

Se acostumbraron leer así todos los días; ambos sentados en el mismo sillón, o espacio, mientras Draco reposaba su cabeza en el regazo de Aurora, mientras ella jugaba distraídamente con su cabello mientras leía su libro.

A veces, ella apoyaba su cabeza en su hombro, mientras él dejaba caer su mano en su muslo dándole pequeñas caricias.

Ya era 25 de Agosto, y Aurora no estaba muy emocionada por partir a Hogwarts. Ella se había aferrado demasiado a aquellos momentos con Draco, y se sentía tan feliz, que no quería que terminaran nunca.

Pero ella sabía que eso no duraría mucho. Lo supo desde el primer momento que se dejó llevar por sus suaves caricias y esa perfecta sonrisa.

Dejó su libro de lado, y quitó las piernas del regazo de Draco para poder estirarlas un poco. Soltó un suspiro, y se quedó pegada con la mirada puesta en sus dedos.

Si bien él la hacía sentir bien, Aurora no podía evitar los pensamientos invasivos que llegaban a ella, diciéndole que su tiempo conmigo era sólo porque estábamos solos en la mansión.

¿Quizás le doy lástima? ¿Tan deprimida me veo?  — Se preguntaba ella constantemente.

El platinado levantó la mirada de su libro, y vio como la chica a su lado se encontraba con la mirada perdida en sus manos.

—Aurora —Habló él, sacándola de su pequeño trance. Draco se incorporó en el asiento, mirándola atento, y apoyó sus codos sobre sus rodillas— Te fuiste por un momento, ¿qué piensas? —su ceño estaba fruncido, y su voz había sonado algo preocupada.

Ella se encogió de hombros, y lo miró.

—No lo sé, supongo que en el colegio, nada más —apartó su mirada de él— No estoy muy entusiasmada por ir, eso es todo.

Draco se acercó un poco más hacia Aurora, y con delicadeza, subió una de sus manos hacia su mejilla para acunarla.

Ella cerró los ojos ante el contacto de su piel con la de ella, e inclinó la cabeza hacia su mano para profundizar más su caricia. Él se alejó, y la chica abrió los ojos para ver cómo el platinado se acomodaba en el sillón, abriendo un poco sus piernas.

—Ven —dijo él, señalando el espacio que había dejado para ella.

Aurora se acercó sin pensarlo dos veces, y dejó caer suavemente su espalda al pecho de él. Draco sintió cómo su cuerpo caía tenso sobre él, y se acomodó un poco más, llevando sus manos hacia los brazos de ella.

—Relájate, yo te sostengo —susurró cerca de su cuello, mientras sus manos comenzaban a acariciar su piel suavemente.

Aurora se sentía en las nubes al sentir la manera en que él la estaba sosteniendo en sus brazos, pero sus pensamientos nuevamente la traicionaron.

Ella se preguntaba constantemente si es que él estaba realmente interesado en ella, o solo lo hacía por diversión.

Es decir, ¿cómo un hombre tan sofisticado, mayor y guapo se fijaría en ella, de todas las mujeres?

Aurora pensaba en cómo era Astoria, y no pudo evitar compararse a ella. Obviamente la hizo sentir peor.

La mente de la chica quedó en blanco cuando una de las manos de Draco se deslizó suavemente hacia su cintura. 

—¿Te incomoda? —preguntó él como de costumbre. 

Siempre parecía preocuparse de la comodidad de ella, y le preguntaba constantemente si estaba bien tocar algunas partes de su cuerpo, aunque todas eran de una manera claramente no sexual.

—No, está bien —respondió Aurora. 

Entonces, la mano del platinado se deslizó lentamente desde su cintura hacia su abdomen — sobre su remera — mientras que con la otra mano sostenía su libro frente a él, leyéndolo como si nada. Sus dedos comenzaron a trazar pequeñas figuras en el lugar, y Aurora llevó su mano hacia la de él.

Draco se tensó por un momento ante esto, pensado que ella la apartaría de él — pero sintió alivio al sentir cómo ella estaba acariciando el dorso de su mano con cariño. Se acomodó un poco más, de manera que su mentón quedó apoyado sobre la cabeza de la chica, al tiempo que sus fosas nasales se inundaban con el olor a flores que venía de su cabello.

El momento se vio interrumpido cuando ambos escucharon la voz del señor Sinclair acercándose a la biblioteca, causando que ambos se separaran inmediatamente.

Aurora se acomodó su remera y su falda, y pasó sus dedos sobre su cabello para peinarlo un poco mientras subía rápidamente al segundo piso de la biblioteca.

Unos segundos después, el señor entró al lugar, y vio a Draco sentado con el libro entre sus manos, como si nada hubiese pasado. 

Aurora, en cambio, estaba de espaldas a su padre, tratando de calmar su agitada respiración mientras fingía buscar un libro.

—Oh, Draco, veo que estás haciéndole compañía a mi pequeña —habló el hombre, llamando la atención del platinado. 

Antes de recibir una respuesta, le habló una vez más— Vine a decirte que ya están los ingredientes que faltan en el armario, incluso pueden ir ahora mismo si gustan.

La mirada de Draco de inmediato se posó sobre la chica de cabello castaño.

—¿Aurora, qué dices? —ella se asomó un poco desde la escalera, dejando ver su rostro.

—Sí, sí, claro —respondió rápidamente, tratando de esconder el obvio nerviosismo en su voz.

—Bien, bien. Aurora, recuerda que hoy vienen los Abott en la cena —informó su padre.

—Claro, quieres que me vista formal —habló ella con un todo aburrido y rodando los ojos por instinto.

—Oh, no, no, al contrario hija, no es necesario que vengas a compartir, de todos modos hablaremos de cosas que te aburrirían, ustedes vayan a lo suyo y ya nos veremos.

Aurora agradeció mentalmente que su padre no la obligara a compartir con personas que ni siquiera conocía.

Cuando escuchó los pasos de su padre desaparecer, ella bajó las escaleras hacia el primer piso de la biblioteca, y caminó hacia el platinado que tenía en frente.

—¿Vamos? —le preguntó. 

Ella asintió y se acercó a él, estremeciéndose cuando sintió una de sus grandes manos posarse en su espalda baja, guiándola hacia la salida del lugar.

Al cabo de un rato, ambos se encontraban fuera de la gran puerta que daba paso hacia la oficina del señor Sinclair. Aurora alcanzó la manilla, y al entrar vieron como todo estaba perfectamente ordenado, los ingredientes nuevos en sus frascos y los calderos brillando.

Aurora caminó hacia la mesa con el caldero listo, y se sentó a esperar que llegara Draco con el libro a su lado. Amarró su cabello en una coleta, y dejó caer sus brazos sobre la mesa. Segundos después, el platinado apareció a su lado, y dejó el libro abierto en la mesa.

Ella leyó el enunciado. Amortentia.

—Pero Draco, esta poción demora por lo menos tres semanas en poder completarse —dijo confundida.

—Uh, uh, ¿qué hablamos de la confianza? Draco Malfoy tiene sus trucos —bromeó.

Ella rodó los ojos ante su arrogancia, y esperó a que el llevara todo lo necesario para preparar la poción.


[...]


Ya habían pasado tres horas, y la luz apenas entraba a la oficina del señor Sinclair. Mientras esperaban a que se terminara de hervir la poción, conversaron de cualquier cosa que les quitara el aburrimiento. Pudieron haber salido mientras esperaban, pero ambos disfrutaban en secreto estar solos, sin que nadie los moleste.

—Deben ser las 8 —anunció la castaña, levantándose de su asiento— Iré a prender unas velas. 

Draco asintió, mientras ella caminaba hacia un cajón, del cuál sacó un par de velas y las prendió sobre un candelabro. Ella percibió un rico olor cuando volvió a la mesa, y se acercó curiosa para ver qué había cambiado.

—Está listo —le dijo Draco, oliendo el caldero, y apagando la llama bajo él— Ven, huele —la agarró del brazo, y la puso frente al caldero, con su pecho casi pegado a su espalda.

Aurora sabía que esta poción olía diferente para cada persona según las cosas que más le atraen. Se acercó, lentamente, e inhaló el vapor que salía del caldero.

Algo cítrico, menta y...

—Dime qué hueles —susurró, mientras ella sentía su respiración chocar con su cuello. 

Draco sonrió así mismo al escuchar la acelerada respiración de Aurora.

—No creo que sea de su incumbencia, profesor Malfoy —ella bromeó, en un intento de ocultar los nervios que la estaban consumiendo por completo. 

Ella sabía perfectamente a qué olía la poción. O mejor dicho, a quién.

—No era una pregunta, Aurora.

Ella sintió sus piernas convertirse en gelatina el momento que Draco susurró en su oído.

—¿Tú qué hueles? —trató de contraatacar, lo cual al platinado le causó gracia.

—Yo pregunté primero, Aurora —murmuró una vez más.

—Y yo segundo, Draco. 

Ella se asustó al ver el rostro irritado de él, por lo que decidió tragarse su orgullo y responderle.

—Bien, bien, huelo algo cítrico... —comenzó a decir.

Draco se acercó un poco más, pegando su pecho a su espalda, atento a lo que ella decía. Aurora sintió su corazón acelerarse a un ritmo indescriptible, por lo que cerró los ojos para intentar concentrarse en el caldero.

—Continúa... —ordenó él, sus manos cayeron en cada una de sus caderas, causando que ella diera un pequeño saltito.

—Menta... —continuó. 

Sus manos acariciaron suavemente sus caderas, y sus dedos levantaron un poco su remera para poder tocar su piel. Sintió como la piel se le erizó completamente, mientras un rubor subía a sus mejillas.

—Hmm... —murmuró él contra su hombro, dónde tenía apoyado su mentón.

Su respiración chocaba peligrosamente contra su cuello, y Draco esperaba que dijera lo último que necesitaba oír para saber que ella lo deseaba tanto como él.

—Y manzanas verdes.

Pasaron unos segundos, y parecía que Draco había quedado inmóvil ante las palabras de la chica, y cuando ella estuvo a punto de romper el silencio, en un movimiento hábil la giró.

Aurora ahora estaba frente a él, y pudo notar cómo su respiración estaba tan agitada como la de ella.

Una de sus manos subió desde su cadera, pasando por el contorno de su pecho, hasta llegar a su mejilla. Ahora se estaban mirando a los ojos, y ella sintió perderse en esos orbes grises que tanto le gustaban

—No tienes idea lo que me haces sentir —confesó él. 

Su dedo alcanzó el labio inferior de Aurora, acariciándolo lentamente, mientras su otra mano encontraba su camino hacia su espalda bajo su camiseta. Ella soltó un suspiro, y cerró los ojos ante la sensación.

—Dime —susurró.

Draco negó con la cabeza, y pegó su frente a la de Aurora.

—No soy bueno con las palabras.

—Entonces muéstrame.

Los ojos de él se iluminaron por un momento, y quedó observando a la chica que tenía en frente, estudiando detenidamente sus facciones. 

Sus ojos marrones tenían pequeños tintes de verde en ellos, su nariz decorada con unas cuantas pecas, y sus labios — esos labios que había fantaseado besar tantas veces, se veían muy suaves, pidiendo a gritos ser besados por él. 

Aurora no aguantó más, y en un movimiento, agarró ambas mejillas de Draco y lo atrajo hacia ella. Sus labios colisionaron de inmediato, y ella sintió cómo miles de sensaciones explotaban dentro de ella.

Un segundo después, el platinado reaccionó y se separó de ella. Ella se asustó al pensar que quizás había cruzado la línea con él, y se sintió avergonzada.

Pero antes de que ella pudiese hacer cualquier cosa, Draco unió sus labios nuevamente, pero esta vez de manera desesperada. Sus manos se aferraron a la cintura de Aurora como si ella fuese a escapar en cualquier momento — lo que claramente no iba a suceder. 

Sus labios comenzaron a moverse en sintonía, mientras ella quitaba las manos de sus mejillas para ir hacia su cuello. Lo acarició con cariño mientras sus bocas seguían disfrutando el sabor de la otra. La espalda de la castaña chocó contra una mesa vacía que estaba tras ellos, y soltó un pequeño quejido, entreabriendo su boca un segundo. 

Draco aprovechó esto para deslizar su lengua, mientras sus manos comenzaban a perder el control, rasguñando suavemente la espalda de ella bajo su ropa.

Ella hundió sus manos en el cabello del platinado, y en un descuido, ella resbaló, causando que tirara su cabello por accidente. Draco suspiró contra los labios de ella, y mordió su labio con fuerza.

—Mierda —murmuró él, separándose por un segundo, para luego atacar su boca nuevamente con más intensidad. 

Su beso era necesitado, hambriento y caliente. Ambos llevaban esperando este momento más tiempo del que quisieran admitir, y ahora que al fin estaba sucediendo, ellos sabían que querían más. Lo necesitaban.

Aurora soltó un pequeño suspiro al sentir besos húmedos bajar hacia su mandíbula. Draco pasó su lengua hasta llegar detrás de su oreja, para luego comenzar a bajar nuevamente hacia su cuello. 

Entre mordidas y más besos, el chico llegó a una parte que la hizo gemir involuntariamente — más fuerte de lo que ella esperaba — lo que hizo que él dejara caer sus manos hacia los lados de su cuerpo, para luego llevarlos hacia la parte de atrás de sus muslos.

Sin dejar de besar su cuello, llegó al dobladillo de su falda y la subió hasta su espalda, para luego bajar sus manos hacia su trasero. Draco le dio un fuerte apretón, haciéndola gemir una vez más. 

Sus labios volvieron a los de ella, casi devorándola ahí mismo. Aurora aprovechó el momento, y dio un pequeño salto para poder sentarse sobre la mesa detrás de ella. 

Draco reaccionó de inmediato y la ayudó a subir, con sus manos envolviendo su cintura, y ella abrió sus piernas, agarrando al platinado del cuello de su camisa, y finalmente haciendo que se posicione entre ellas. 

Mientras él acariciaba sus muslos por debajo de su falda, ella comenzó a besar su cuello lentamente. Cerró los ojos al sentir las uñas de él enterrándose en su piel debido a la excitación que le causaba sentir sus labios contra su zona sensible. 

Ella siguió besando y besando, mientras sus manos desabrochaban los primeros botones de su camisa y dejando descubierto parte de su pecho.

La mano de Draco se metió nuevamente debajo de la camiseta de Aurora, pero esta vez fue por delante. Sus manos subieron por su abdomen hasta llegar a uno de sus pechos, apretándolo y sacando otro gemido más de ella. Una sonrisa se asomó en sus labios al darse cuenta de que no traía sostén puesto. Bajó su mano nuevamente, y la puso en el comienzo de la tela, jugando con ella.

—¿Puedo? —preguntó él, a lo que ella de inmediato asintió con su cabeza— Usa esa linda boca que tienes, y dilo —dijo con un tono más demandante, lo que causó una ola de calor entre sus piernas. 

Ella tragó saliva antes de responder.

—Sí, sí puedes —respondió ella, desesperada por sentir sus manos en todo su cuerpo. 

Draco sonrió, y sin quitar sus ojos de Aurora, su mano alcanzó algo en su bolsillo trasero.

—Colloportus. Muffliato —susurró, con un movimiento de varita.

Luego la dejó sobre la mesa en la que ella se encontraba sentada, y enfocó su mirada nuevamente en su abdomen. Esta vez, agarró la camiseta con seguridad y la subió por encima de sus pechos, dejándolos completamente desnudos frente a él. 

Aurora se sintió pequeña ante su intensa mirada, pues siempre había tenido muchas inseguridades sobre su físico.

Draco se mordió el labio al ver a la mujer que tenía en frente — y se preguntó cómo era posible que una persona pueda ser tan perfecta. Él pareció notar la mirada insegura de Aurora, por lo que se acercó a darle un pequeño beso en sus labios, mientras dejaba caer nuevamente sus manos en sus muslos, acariciándolos con delicadeza.

—Eres jodidamente hermosa, ¿entiendes? —murmuró contra sus labios, causando que el color subiera a las mejillas de la chica— No tienes ni puta idea.

Ella pareció relajarse ante sus palabras, y decidió dejarse llevar completamente bajo el toque de Draco. Él la agarró por la cintura y la acomodó sobre la mesa inclinándola hacia atrás. Aurora estaba con sus codos apoyados en la mesa para estabilizarse, y él se acercó a su rostro para pasar su lengua sobre sus labios de tal manera que Aurora sintió que se derretiría ahí mismo. 

Luego, su boca fue hacia la zona de su escote dejando varios besos sobre él, bajando por sus pechos y finalmente pasar su lengua alrededor de sus pezones.

—Draco... —gimió ella, desesperada por sentir su boca trabajar directamente sobre su zona sensible.

—Paciencia, Aurora —susurró él, dejando otro beso en el espacio entre sus pechos— Voy a cuidar bien de ti.

Se acercó una vez más a besar sus labios, para luego bajar nuevamente y agarrar su pezón entre sus dientes, succionándolo y jugando con él.

Su otra mano fue a su otro pecho para no dejarlo desatendido, y apretándolo suavemente.

Aurora estaba jadeando de placer, mientras que con sus manos tiraba el cabello del platinado, tratando de controlar su cuerpo.

Ella arqueó su espalda echando su cabeza hacia atrás cuando su boca fue a trabajar sobre su otro pezón. Draco rodeó su cintura atrayéndola hacia él para juntar más sus cuerpos, y sin dejar de jugar con sus duros botones, deslizó su mano libre hacia su pierna para engancharla alrededor de su torso.

Él soltó un pequeño gruñido al sentir su erección rozar con la zona entre las piernas de ella — zona que él moría por saborear.

Sus besos comenzaron a bajar nuevamente, dejando un camino húmedo hasta su abdomen. La mano que estaba en su pierna fue directamente hacia el dobladillo de su falda, subiéndolo hasta su abdomen y dejando a la vista sus bragas — las cuales ya estaban mojadas.

—Tan jodidamente perfecta —susurró, agachándose un poco para poder besar sus caderas desnudas. 

Su cabeza bajó hasta su centro, dejando un beso en el lugar donde estaba su clítoris.  Sus dedos rozaron por encima de la delgada tela, jugando con ella.

—Tan mojada para mí —ronroneó, su aliento chocando con sus muslos internos— ¿Qué quieres que haga? ¿Mhm?

—Ya sabes —logró decir apenas. 

Aurora vio como la ceja de Draco se arqueó, y una expresión más seria se apoderaba de su rostro.

—No te escuché —su mano bajó hacia sus bragas, corriéndolas hacia un lado, y tocando directamente su entrada con la yema de sus dedos, y causando que la chica se mordiera el labio ante la sensación. 

Él sintió su miembro palpitar al sentir lo mojada que se sentía contra sus dedos.

—Draco, por favor, te necesito —lloriqueó, desesperada por sentir su lengua entre sus piernas.

—No me convence —le susurró, sin quitar su mano se su zona mojada.

—Por favor, Draco, no juegues conmigo —dijo finalmente, sin ocultar lo desesperada que estaba en ese momento.

—Mírate, tan desesperada porque te toque —Draco cayó en sus rodillas, y rápidamente deslizó la tela que estorbaba por las piernas de Aurora.

Se acomodó una vez más entre sus muslos, y hundió su cabeza en ella. Su lengua recolectando toda su humedad, lamiendo entre sus pliegues y mordiendo suavemente.

—Tan dulce —murmuró contra su centro, acomodando sus piernas sobre sus hombro para facilitarle el trabajo. 

Ella agarró con fuerza la cabeza de Draco cuando su lengua comenzó a hacer movimientos circulares sobre su clítoris, haciéndola jadear mientras echaba su cabeza hacia atrás por el placer.

—¡Sí, sí, sí, sí! —exclamó al sentir su boca succionar su clítoris, causando que sus ojos se fueran hacia atrás inconscientemente.

Un fuerte gemido inundó la habitación cuando uno de los dedos de Draco se introdujo dentro de ella, enroscándose y penetrando rápidamente, mientras su lengua seguía lamiendo todos los lugares correctos.

Al cabo de unos segundos, el platinado quitó su lengua, y dejó un beso en el interior de sus muslos, para luego levantarse y acomodarse nuevamente entre sus piernas, abriéndolas un poco más.

Introdujo un segundo dedo en su entrada mientras su pulgar hacía presión sobre su clítoris, frotando en círculos mientras seguía penetrándola rápidamente.

—Oh, mierda, ahí, ahí, ahí —siseó ella, al sentir como sus dedos chocaban repetidas veces contra su punto más sensible. 

Él se inclinó sobre ella, sin dejar de meter y sacar sus dedos, y comenzó a besar el lóbulo de su oreja.

—Vamos, preciosa, quiero ver como te vienes en mis dedos, ¿harías eso por mí, amor? —susurró él contra su oído con la respiración agitada, a lo que ella asintió.

Su boca fue hasta su cuello, y comenzó a besarlo sensualmente mientras Aurora se retorcía de placer bajo su cuerpo.

—Draco... —jadeó ella cerca de su oído, mientras se sujetaba con fuerza del cuello de Draco, ya había comenzado a sentir un nudo formándose en su vientre.

—¿Sí? —dijo él, alejando un poco su rostro para poder observar el de ella. 

Aurora tenía los ojos cerrados y el entrecejo arrugado ante el placer que él le estaba brindando. Draco la observó, y se juró jamás haber visto algo tan hermoso como la chica que tenía frente a sus ojos.

—Me voy a venir —susurró entre gemidos, lo que hizo que el ritmo de sus dedos aumentara drásticamente. 

Ella sintió como su orgasmo se acercaba cada vez más, por lo que comenzó a mover sus caderas contra sus dedos para aumentar más el placer.

—Hazlo, Aurora, vente por mí, vente en mis dedos —pidió él, mientras observaba como los labios de la castaña estaban entre abiertos, dejando salir gemidos, que cada vez fueron haciéndose más fuertes.

—Más rápido —suplicó ella.

Draco obedeció de inmediato, aumentando la velocidad una vez más, causando que Aurora comenzara prácticamente a gritar mientras su cabeza se echaba hacia atrás una vez más.

Sus piernas comenzaron a temblar cuando sintió su orgasmo llegar a ella. el platinado no dejó de mover sus dedos en ningún momento, causando que su clímax se intensificara mucho más. Con un último gemido, Aurora se vino en los dedos de Draco empapándolos.

Ella se relajó, aún con los ojos cerrados, y él dejó caer su cabeza en el hueco entre su cuello y su hombro, quedándose ahí un par de segundos con la respiración agitada.

Al separarse, Aurora vio cómo una fina capa de sudor se había formado en su frente, causando que algunos pelos se pegaran a su piel. Draco se agachó una vez más, y depositó un pequeño beso en su hombro.

Cuando lograron calmar sus respiraciones, él sacó sus dedos de su entrada y los llevó a su boca, chupándolos hasta dejarlos limpios, sin quitar su mirada de Aurora.

Su mano subió hasta su barbilla, y dejó un beso sobre sus labios.

—Abre —ordenó él, sosteniendo su mandíbula suavemente.

Ella abrió sus labios, y soltó un dulce suspiro cuando Draco escupió en ella, dejando caer la mezcla de saliva y fluidos dentro de su boca.

—Traga —exigió, con un tono demandante en su voz. 

Ella tragó,  mientras él le dedicaba una pequeña sonrisa.

—Buena chica —susurró, depositando otro beso sobre sus labios. 

Cuando Draco se alejó de ella, bajó de la mesa y recogió sus bragas rápidamente, deslizándolas por sus piernas. Acomodó su ropa y su cabello, hasta que su mirada cayó sobre él, observando el gran bulto que había entre sus piernas.

—¿Necesitas ayuda con eso? —preguntó ella.

Él la agarró por la cintura, besando sus labios con una sonrisa en el rostro.

—No, eso puede esperar, ahora debemos dejar todo esto limpio antes de que se den cuenta que aún estamos aquí, ¿sí? —depositó otro beso, pero esta vez su frente. 

Ella asintió, y ambos se dispusieron a ordenar el desastre que habían dejado en la oficina de su papá.

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