Destinos Opuestos (Winx Club)

By Ashfire004

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Se dice que la familia es la base de la sociedad y lo más importante en la vida, pero ¿Qué se debe hacer cuan... More

Prólogo: La Inocencia De La Pequeña Princesa
La Chica Del Ojo Rojo
El Torneo Mágico
Fuego Contra Fuego
Mentiras Y Más Mentiras
Falsa Despedida
Ataque A Alfea
No Soy Una Winx
Dos Almas Unidas Por El Destino
Valtor
Diálogo De Hermanas
Me Quedaré Quieta Cuando Me Muera
La Antigua Barazt
La Tercera Princesa De Domino
La Noche Del Baile
La Luz Del Corazón
El Oscuro Pasado De Luis
Traiciones Inesperadas
Notas Del Alma
¿Dudas?
Pesadilla Subacuática
¿Hermanas O Enemigas?
Valiente Resplandor
Luz Y Oscuridad
Winx
Juicio
¡Aviso!

La Fiesta De Bienvenida

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By Ashfire004

La habitación estaba sumida en oscuridad salvo por algunos rayos del sol del atardecer que se colaban por la gran ventana. Era igual a las demás habitaciones del castillo. Dos camas con sabanas de color rosa pastel, un escritorio para cada una, armarios y uno que otro mueble.

Diana estaba tirada en la cama con la música de los audífonos al máximo y mirando al techo. Le gustaba estar así por horas, era la única manera en que se olvidaba del mundo y de todos los problemas. La música la llevaba a un paraíso donde el dolor no existía. La alejaba de ese mar infinito, donde estaba parada sobre el agua, y a lo lejos siempre estaba aquella mujer que no reconocía, dándole la espalda. Corría tratando de alcanzarla, pero por más que se esforzara nunca lograba avanzar ni un solo paso.

La puerta de la habitación se abrió permitiendo entrar la luz de la estancia. Se incorporó y retiró los audífonos mientras que se cubría los ojos de la luz lastimera. En la puerta estaba Rea reprochándola con la mirada, como de costumbre.

-No voy a ir a esa ridícula reunión. –Contestó a la pregunta que la otra hada estaba por formular.

-Tienes que ir, sabes que no es una opción. –Dijo Rea. –Helena exigió que todas, especialmente tú, asistieran a la fiesta. No la hagas enfadar de nuevo. Te puede hacer daño.

Resopló de exasperación y hubiera prendido fuego a algo sino hubiera sido por el picor en el ojo derecho. Sería una imprudencia usar la magia en ese momento.

-No le tengo miedo a Helena. Ella no me llega a los talones. –Contestó con furia. –No tengo ganas de ir. No me siento bien.

Se tiró en la cama y se colocó solo uno de los auriculares para poder escuchar a Rea.

-Sé que no le tienes miedo a Helena, sino a tu hermana. –La pelirroja se levantó de la cama furiosa y tiró el celular contra una pared. Rea formó una sonrisa burlona, le conocía la fibra sensible. –Tienes miedo de que tu hermana mayor te reconozca y te rechace como hicieron tus padres.

-Te demostraré que no me importa esa niña mimada. –Cogió el pesado abrigo gris de encima de una silla y se lo puso. –Te quemaría viva sino fueras mi única amiga.

Rea levantó las manos en señal de paz y la siguió hacia la estancia, donde sus compañeras estaban esperándolas.

El comedor de Alfea se había convertido en un hermoso salón de fiestas lleno de luces y decoraciones brillantes. La música clásica era agradable e incluso le daba al lugar un aire romántico. Hadas, especialistas y profesores llenaban todo el salón, vestidos con ropas formales o sus respectivos uniformes.

Diana entró en el lugar en compañía de las chicas de su academia. A excepción de ella, todas eran personas resplandecientes que atraían la mirada de los otros. Ella agradecía no llamar mucho la atención, ya que la mayoría de las personas no eran de su agrado.

Cerca de la mesa de bocadillos vio a Bloom en compañía de las Winx y algunos especialistas, por lo que decidió alejarse antes de que la vieran. Se abrió paso entre el tumulto de gente hasta que logró salir al patio de la escuela.

El lugar era agradable. Tenía varios bancos de mármol blanco ocultos por setos donde florecían hermosas rosas rojas. El aire frío se introducía en sus pulmones trayendo el olor de la noche. La luna llena alumbraba en el cielo como el único lucero, ya que las estrellas habían decidido no brillar esa noche.

-Lo siento. Pensé que no había nadie por aquí. –Dijo un chico de pelo castaño claro y ojos verdes brillantes. Por su uniforme era obvio que estudiaba en Fuente Roja.

-Me sentí un poco asfixiada adentro. –Comentó mirando el cielo.

-Te comprendo. En cada una de estas fiestas me vengo a sentar en este banco porque me siento igual. –Dijo el especialista con una sonrisa capaz de hipnotizar.

-Lo siento por ocupar tu lugar, ya me voy. –Trató de irse, sin embargo, él la detuvo agarrándola de la mano.

-No me suele agradar tener compañía. Pero tú me agradas. ¿No te importaría acompañarme un rato? –El hada asintió con algo de rubor en las mejillas y ambos tomaron asiento en la banca. –Por cierto, soy Luis de Midgard, especialista de tercer año de Fuente Roja.

-Diana, hada de tercer año de la Academia Alfheim. –Dijo y lo miró con curiosidad. –Eres un príncipe. ¿Cierto?

- ¿Tanto se me nota? –Preguntó él. Ella asintió, era algo obvio. –Soy el príncipe heredero de Midgard, un reino bastante lejano. ¿Mañana vas a competir?

-Sí. –Contestó jugueteando con un mechón rebelde de su cabello. –Competiré en la modalidad de combate.

-Te deseo mucha suerte. No tenía pensado venir, pero lo haré solo para darte ánimos. –Dijo él y por primera vez se miraron directo a los ojos.

El príncipe resultaba ser encantador y era muy guapo. Se forzó a hacer a un lado esos pensamientos, el chico seguro era uno de esos príncipes encantadores que solo buscaban jugar con las mujeres. No tenía tiempo para desperdiciarlo pensando en un chico. El tiempo que le quedaba era limitado y lo utilizaría para hacerle frente a su familia biológica.

Tanto pensar la tenía agobiada. Suavemente se colocó el flequillo detrás de las orejas. Si el chico era como todos los que había conocido, huiría al ver sus ojos.

-Tus ojos son de diferentes colores. –Dijo Luis con suma sorpresa.

-Sí, son espeluznantes. –Comentó sarcásticamente. –Anda puedes salir corriendo, al final eso hacen todos los que ven mi ojo.

A él se le escapó una pequeña carcajada. Cuando se calmó, con esos bellos ojos verdes la miraba como si hubiera encontrado un valioso tesoro antiguo.

-Esas personas eran unos idiotas, tu ojo es tan hermoso como tú. –El hada juraba que se había puesto más roja que su pelo. Luis tenía una sonrisa tan resplandeciente como el sol de mediodía.

- ¡Diana! ¡Diana! –Gritó Jane que se acercaba corriendo. –Al fin te encuentro. –Dijo jadeando.

- ¿Qué pasa Jane? –Preguntó de mala gana. –Ahora qué es, las frutas de la mesa bufé no estaban bien lavadas.
Se rio, y la insegura chica le dio una mirada de pura rabia. Jane nunca le había caído bien, se asustaba incluso de su sombra.

-Deja las bromas para otro momento. –Gritó furiosa. –Helena me mandó a buscarte. Peleó con las Winx sobre qué escuela era más fuerte y al final organizaron una pelea entre Bloom de Domino y tú. Su participante más fuerte contra la nuestra.

Diana esbozó una sonrisa maliciosa mientras sus ojos tenían un brillo siniestro.

-A qué esperas, vamos. –Contestó animada.

Luis la garró del brazo impidiendo que caminara.

-No pelees con Bloom. Ella es la guardiana del fuego del dragón, la magia más fuerte, puedes terminar lastimada. –Dijo él.

-Estaré bien. Mi magia es tan fuerte como la de ella. –Contestó con un tono seguro que terminó por convencer al chico que al final dejó libre su brazo.

Ambas chicas se marchaban, dejando solo al especialista.

-Yo tú me preocuparía más por como termine Bloom que por Diana. –Gritó Jane al especialista.

Luis se quedó pensativo. La princesa de Domino era realmente fuerte, y ambas hadas no parecían estar mintiendo, estaban muy seguras de sus palabras. Tenía que descubrir quién era esa hermosa hada que lo había dejado embobado. 

En el salón de la fiesta, Bloom y Sky conversaban en una esquina, donde las miradas curiosas no llegaban. La pelirroja estaba pensativa desde la mañana y eso hacía preocupar al
príncipe de Eraklyon.

- ¿Algo te preocupa? –Preguntó el rubio acariciándole con delicadeza la mejilla.

-Es… esa chica que te enseñé en la mañana. –Contestó.

- ¿La que es idéntica a ti? –Preguntó el rubio y ella asintió dejando escapar un leve suspiro.

-Al parecer se llama Diana y es de Magyx. –Dijo. –Algo me dice que debo conocerla, pero el dragón se siente muy inquieto cada vez que la veo. Como si ella fuera peligrosa, aunque no me parece que lo sea.

-Deberías hablar con ella. Así quizás puedas entender bien lo que sientes. –Sky recorrió el salón con la mirada. –No la veo por aquí. Vamos a buscarla.

Tomados de la mano recorrieron todo el salón de baile, sin embargo, no encontraban al hada. Decidieron salir del salón pensando que quizás pudieran hallarla en el patio.

Al abrir las puertas chocaron con otra persona que venía entrando y los tres cayeron sentados en el suelo. Sky se levantó y ayudó a parar a Bloom y a Flora que se sobaban los golpes recibidos en la cabeza.

- ¿Dónde está el incendio Flora? –Preguntó Bloom.

-Justo a ti te buscaba. –Contestó Flora. –Stella y Layla se volvieron locas y están peleando con las alumnas de Alfheim. Tecna está tratando de calmar la situación y Musa no aparece. Solo tú puedes detenerlas.
Flora la agarró del brazo y la jaló por todo el pasillo.

-Sky, busca a la chica. Te veo en un momento. –Gritó y el especialista asintió viendo como desaparecían en el pasillo.

Las dos hadas salieron por la puerta principal que daba justo en frente del pozo, donde un grupo de hadas discutía. Musa había aparecido y aguantaba a una impulsiva Stella que trataba de golpear a Fyore por sus constantes burlas. Mientras que Tecna intentaba calmar a Layla que no hacía más que gritarle sin parar a Rose.

-Chicas. ¿Qué pasa aquí? –Preguntó Bloom parándose en el medio de los dos grupos.

Diana sintió su cuerpo temblar por tan solo oír hablar a la pelirroja. Sacudió la cabeza y tragó en seco, obligándose a alejar ese estúpido miedo. Salió de las sombras hasta quedar cara a cara con Bloom y se bajó la capucha del abrigo.

-Al fin llegas. –Dijo con la voz más siniestra que tenía. –Pensé que la princesita mimada se había acobardado.

Bloom se quedó sin palabras al verla de cerca, eran como dos gotas de agua. Aunque ella, al parecer tenía mal carácter, como había mencionado Stella unas mil veces. Su rostro palideció cuando Diana se retiró el flequillo, dejando ver por completo sus ojos. Decidió olvidar el tema de los ojos para concentrarse en lo que estaba pasando.

- ¿A qué se refiere, Stella? –Preguntó Bloom.

-Puede que hallamos organizad una pelea entre Diana y tú para ver qué escuela tiene más posibilidades de ganar. –Contestó Stella tratando de formar una sonrisa inocente.

-No debieron haberlo hecho sin mi consentimiento. –Les recriminó Bloom.

-Las hadas de Alfea nos tienen miedo. –Comentó Fyore de forma burlesca. –Esta es la primera vez que coincido en algo con Diana.

En las demás chicas de Alfheim se encendió una llama de esperanza. Quizás al fin podrían hacer que Diana y Fyore estuvieran juntas en un lugar, sin que acabaran peleando.

-Acaben de decidir si van a pelear. –Dijo. –Tengo cosas más importantes que hacer.

-Acepto, lucharé. –Bloom aceptó, no porque deseara hacerlo, sino por la actitud de Diana que le resultó algo molesta e irritante.

Bloom y Diana se colocaron una frente a la otra a corta distancia. Las compañeras de ambas se posicionaron a una distancia segura para observar el combate.

-Bloom Enchan….

-Diana Enchan….

- ¿Qué está pasando aquí? –Interrumpió la directora Faragonda.

A su lado estaba la inspectora Griselda junto a la directora Cecil de la Academia Alfheim. Además, las acompañaban Luis y Sky.

-Señorita Faragonda, podemos explicarlo. –Dijo Stella con la voz entrecortada por los nervios. Se le tenía que ocurrir una buena excusa para no ser castigadas.

-Sabemos muy bien lo que pasa princesa Stella. –Gritó la inspectora Griselda. –Organizaron una pelea. Ese comportamiento no será tolerado.

-No esperaba algo así de algunas ustedes. –Comentó Cecil, viendo con decepción a sus hadas. –Pensé que controlarías a Fyore y a Diana, Helena, pero al parecer hasta tú estás metida en esto.

-Disculpe nuestro comportamiento, directora Cecil. –Dijo Helena con la mirada gacha. –Dejé que Fyore se pasara con sus burlas y después metí a Diana en esto.

-Vayan directo a sus habitaciones. Como mañana es el torneo no serán castigadas, sin embargo, hablaremos de esto cuando termine. –Dijo Faragonda.

La directora de Alfea se quedó helada al ver a Diana. Aún mantenía el cerquillo apartado de la cara, por lo que podía verla muy bien. Pensaba que sus viejos ojos la engañaban. No podía ser ella, el destino no podía ser tan cruel como para juntarlas a ambas en un mismo lugar. Cada intento por hallar razones de que no fuera ella desaparecía al ver el gran parecido con Bloom, las dos hadas eran iguales.

Cuando la chica pasó por su lado la sujetó del brazo. Una alarma sonó dentro de la cabeza de Diana, la habían descubierto.

-Eres ella, eres la niña que ellos dejaron en un orfanato. –Preguntó con inseguridad la directora. Las otras personas presentes la miraron extrañadas.

-Sí, soy yo, pero agradecería que no hablara de eso. –Respondió Diana. –La única razón por la que estoy en este lugar es el torneo.

Diana desapareció detrás de las puertas sin esperar siquiera a sus compañeras de cuarto.

Una hora más tarde, Faragonda estaba en su oficina tratando de asimilar todo. Ella solo había visto unos segundos a la niña antes de que se la llevaran, ahora no podía creer que estaba en su escuela. Tenía que ser precavida, especialmente con Bloom. Ella no podía averiguar la verdad.

Tres toques suaves en la puerta interrumpieron sus pensamientos. Dio permiso para que pasaran. Era Bloom, ya se esperaba que la pelirroja apareciera tratando de buscar respuestas.

-Directora Faragonda, disculpe la hora, es que hay algo que no me deja dormir. –Con un gesto le indicó que se sentara.

- ¿Qué pasa Bloom? –Preguntó, aunque ya imaginaba la respuesta.

-Es Diana, la chica de la Academia Alfheim. –Contestó con la mirada perdida. –Hay algo en ella que me perturba. Cada vez que la miro algo en mi pecho se quiebra y duele, duele mirarla.

Faragonda sabía el porqué de ese dolor. Ambas, al ser gemelas compartían un fuerte vínculo, pero por lo que sucedió cuando nacieron, estaban aún más unidas.

-Yo no tengo las respuestas que buscas. Deberías hablar con tus padres, quizás ellos sepan algo. –Contestó la mujer mayor. No le gustaba mentirle, sin embargo, ella no era quien debía contarle toda la verdad.

-Pensé que usted sabía. Por cómo reaccionó al verla. –Dijo Bloom con los ánimos caídos.

-No sé nada, solo me sorprendí al notar el parecido de ambas.

-Le preguntaré a mis padres mañana, cuando vengan a ver el torneo. –Se paró de la silla. –Buenas noches señorita Faragonda y gracias por todo.

Bloom se marchó con la cabeza atormentada por esa extraña sensación. Diana, por su parte no podía dormir. Se recriminaba por haberle hablado a Bloom de esa forma, ella no tenía la culpa. Lo que más le preocupaba era que Faragonda les contara a sus padres quien era.

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