Sinful | Draco Malfoy ✓

By dilfdracostan

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Era el verano antes de comenzar la escuela, y Aurora estaba preparándose para entrar a su último año en Hogw... More

𝐓𝐈𝐍𝐀'𝐒 𝐍𝐎𝐓𝐄
𝐒𝐈𝐍𝐅𝐔𝐋
𝓹. The Sinclair Manor
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𝓮. Epilogue
𝓖𝒓𝒂𝒄𝒊𝒂𝒔

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By dilfdracostan

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Las primeras dos semanas de verano pasaron rápido para Aurora, sobre todo porque Susan fue a Francia a visitar a su hermana, dejando a la chica por su cuenta.

Logró pasar su tiempo más rápido leyendo, una y otra vez, los mismos libros — sus favoritos.

Draco había pasado la mayoría de su tiempo trabajando en pociones junto al señor Sinclair, y cuando no hacían eso, se quedaban conversando junto a la chimenea, bebiendo vino hasta altas horas de la noche.

Aurora se vio pasando gran parte del día encerrada en la biblioteca de su casa, ya que no encontraba sentido meterse en conversaciones que realmente no entendía, y que aparte, no le interesaban.

A pesar de que estuvo mandándose cartas con sus mejores amigos, la joven sentía algo de nostalgia al recordar los lindos momentos que pasaban juntos en Hogwarts.

Aurora había invitado a sus dos amigos a pasar uno o dos días en su mansión, pero lamentablemente, la familia de Nicholas estaba de viaje con la familia Greengrass, y Sonja tenía que cuidar de sus hermanos pequeños.

Sonja era la mayor de tres hermanos. Su padre, Ermes Rosier, era un hombre bastante ocupado, junto a su madre, Clara.

A pesar de que eran una familia con mucha riqueza, Sonja siempre ha preferido pasar todo el tiempo que puede con sus hermanitos, pues ella fue criada por elfos domésticos la mayoría de su infancia.

Ambas se conocieron en su primer año, ya que el sombrero las seleccionó a ambas en la misma casa, que era Ravenclaw.

Aurora aún recuerda la primera vez que habló con ella — la pequeña de cabello rosa se encontraba llorando desconsoladamente en uno de los baños, pues dijo extrañar mucho a sus hermanos.

Desde ese momento, se formó una amistad que fue creciendo cada vez más -- las dos chicas eran inseparables.

En el caso de Nicholas, las cosas fueron algo diferentes.

En su cuarto año, Aurora y Nicholas se quedaron atrapados en un aula por accidente, sin que nadie fuese a salvarlos.

Si bien las tres primeras horas sólo compartieron comentarios groseros hacia el otro, el tiempo restante fue diferente; compartían más cosas de las que se habían imaginado.

Desde ese entonces, Nicholas, Sonja y Aurora han sido algo inseparable hasta el momento.

Unos golpes sacaron a Aurora de sus pensamientos.

—Adelante —habló ella, acomodándose en su cama.

La puerta se abrió de inmediato, seguido de un grito femenino que la hizo saltar en su lugar.

—¡Llegó por quien llorabas! —el pelo rosa de Sonja se movió salvajemente, antes de lanzar todo su peso sobre el de su amiga, ahogándola en un abrazo.

—Ouch —murmuró la castaña contra su pecho.

—¿Acaso no estás feliz? —se separó de ella, permitiendo que Aurora pudiera volver a respirar.

—Mierda —dijo con una voz agitada, golpeándole el brazo a su amiga— ¿Quién te recibió?

—Oh, Thomas estaba cuando llegué, pero se fue de inmediato —alzó los hombros, y la castaña frunció el ceño.

—Eso es raro, ha pasado todo el verano en casa de su novio, ni lo he visto.

—¿Eh? Vaya, eso nunca lo vi venir —dijo Sonja sorprendida.

—¿Que sea gay? —cuestionó, con una ceja alzada.

—No, que alguien sea lo suficientemente ciego para estar con él, es un imbécil —aclaró, causando que ella soltara una pequeña carcajada— Y tú, ¿te lo pasas sola aquí todo el día? —se levantó de la cama, mientras se paraba a revisar cosas encima de un escritorio que había pegado a la pared.

—Desde que Malfoy está acá, Sawyer y papá se la pasan todo el día con él —bufó, lanzando su cabeza contra su almohada.

Sonja abrió los ojos sorprendida, y su mandíbula casi cae de su rostro.

—¿Malfoy?¿Como Draco Malfoy? —dejó lo que estaba haciendo y se sentó a los pies de la cama de Aurora.

—Claro que Draco Malfoy, ¿o creías que Lucius iba a salir de su tumba a bailar con mi papá todo el verano? —rodó los ojos.

—Eso es... interesante.

—Y espera a que entremos a la escuela.

—¿Qué se supone que significa eso? —Aurora se incorporó en su cama, para poder conversar más cómodamente con su amiga.

—Significa que vamos a tener que decirle profesor Malfoy respondió, con falso entusiasmo.

No era que a Aurora le desagradara la idea — al contrario, parecía que el rubio platinado se había metido a su cabeza de tal manera que cada vez que cerraba sus ojos, se encontraba pensando en cada detalle de él.

—¡No bromees! —abrió los ojos como platos y se tapó la boca con ambas manos.

—Es muy enserio, por eso va a quedarse acá unas semanas más, mi papá lo está guiando con el tema de las clases y todo eso.

—Bueno querida —se acercó a su amiga, pasando su brazo por sus hombros—, creo que será un año muy interesante.

—¿Por qué dices eso? —preguntó Aurora, algo curiosa.

—Es la intuición —le respondió, a lo que la castaña rodó sus ojos una vez más.

Sonja se fue ese mismo día en la noche, pues su familia había organizado una gran cena con personas del Ministerio.

Como ya estaba oscureciendo, Aurora decidió ponerse cómoda, y fue en busca de su pijama.

Cuando ya estuvo lista, fue por un suéter, y se dispuso a caminar a la biblioteca. Los pasillos estaban oscuros y fríos, tal y como a ella le encanta.

Al llegar a la biblioteca, se amarró el cabello en una simple coleta, y comenzó a pasar sus dedos por los libros apilados en las estanterías.

Romeo y Julieta. Orgullo y Prejuicio. Matar a un ruiseñor. 100 días de soledad. Un mundo feliz.

Bingo.

Aurora agarró el libro que más le interesó — y el cuál ya había leído reiteradas veces.

Mujercitas.

Caminó desinteresadamente hacia el sillón que yacía al lado de la ventana, y con solo la luz de una lámpara en la mesita que había a un lado, se dispuso a leer.

Sus ojos pasaban por cada palabra de la hoja, mientras su cabeza imaginaba detalladamente cada escena que leía en el libro.

Aurora se exaltó al escuchar un golpe proveniente de la puerta del lugar. Al levantar su mirada, se encontró con un platinado de cara adormilada parado en la entrada.

—Oh, disculpa, no quise interrumpir —se lamentó él, con la intención de salir inmediatamente por la puerta.

—¡No! —dijo la castaña desesperadamente.

Aurora quiso abofetearse ante lo desesperada que había sonado.

Él se quedó parado, esperando a que la joven dijera algo más.

—Es decir, no se preocupe, no me molesta, ¿necesita un libro?

Sintió como los nervios se apoderaban rápidamente de su cuerpo, pues ella sabía lo mucho que aquel chico pasaba en su mente últimamente.

Cerró su libro, y hizo a un lado, brindándole completa atención al chico en frente de ella.

—Yo... sí, de hecho, necesito un libro que me recomendó el señor Sinclair, se llama...

Cerró los ojos, como si estuviese recordando algo.

—Se llama algo de... La filosofía de... algo de Theseus... ¿Quantum?—Frunció el ceño.

Aurora soló una pequeña risa ante su poca memoria. Ella asumió que seguramente estaba demasiado cansado como para pensar correctamente.

La chica se levantó de su asiento, y se dirigió hacia el espacio donde su padre dejaba sus libros.

Aurora se puso nerviosa al sentir los ojos de Draco mirándola con atención, mientras ella buscaba el libro entre la gran estantería.

Por supuesto que Draco la estaba mirando, ¿cómo podía ser posible no sentir la necesidad de hacerlo?

Aún recordaba cómo la respiración casi se le detuvo el momento que la vio aquel día que llegó a la mansión; se veía completamente diferente a como la recordaba.

—Filosofía dentro del Arte de la alquimia —dijo Aurora finalmente, ofreciéndole el libro.— Theseus Quarter.

Él le regaló una pequeña sonrisa, y agarró el libro de sus manos, rozando por accidente sus dedos.

Un escalofrío invadió el cuerpo de la chica, pero logró disimularlo. El rubio se encontraba inspeccionando en libro entre sus manos detalladamente. Sus dedos estaban adornados con un par de anillos plateados, y sus yemas acariciaban con cuidado la portada.

Su mirada fue nuevamente hacia Aurora, con una sonrisa en sus labios.

—¿No es algo tarde para estar leyendo?—alzó una ceja.

Ella se sonrojó levemente, pero sonrió.

—Podría decirle lo mismo a usted —respondió ella, con un tono más seguro.

El rostro de Draco mostraba una expresión divertida ante su manera de hablar.

—Acabo de terminar el trabajo con tu padre —explicó.

Aurora caminó nuevamente hacia el lugar en el que estaba sentada minutos atrás, y se sentó.

—¿Cómo le ha ido con eso?

Draco se dirigió hacia un escritorio que estaba a un lado de dónde se encontraba Aurora, y se inclinó hasta quedar semisentado sobre la superficie, aún con el libro en sus manos.

Se encontraba vestido con una camisa, algo desacomodada, unos pantalones negros y los zapatos que suele vestir.

Unas gafas de lectura negras reposaban sobre su rostro, dándole un toque de madurez.

—Tu padre es un buen mentor, me ha ayudado mucho a profundizar ciertos temas, pero... aún así me siento nervioso —confesó, soltando una pequeña risa.

—¿Por? —ella cruzó sus brazos sobre su pecho, con una expresión curiosa en su rostro.

—No sé, la idea de enseñarle a muchas personas en un salón es algo... intimidante, supongo.

Ante esto, ella no pudo evitar sentir ternura ante su inseguridad. Una pequeña sonrisa se asomó en su boca.

—De verdad no tiene de qué preocuparse, es decir, obviamente al principio será algo nuevo para usted, pero verá que pronto va a agarrar el ritmo del trabajo —trató de animarlo, sin saber qué decir exactamente.

—Por favor no me trates como si fuese un señor de cuarenta años, me hace sentir viejo.—pidió él, con un tono divertido en su voz.

Aurora mordió su labio, algo avergonzada.

—Disculpa, es raro, supongo que es una costumbre que tengo con gente mayor que yo —aclaró ella.

Draco cruzó sus brazos sobre su pecho, y Aurora sintió su corazón parar el momento en el que sus músculos se hicieron visibles a través de su camisa.

—Por favor, dime Draco, aún no hay necesidad de formalidades, por lo menos hasta que lleguemos a Hogwarts —dijo él, a lo que la castaña asintió tímidamente.

Aurora se sentía intimidada y pequeña bajo la mirada de Draco, por lo que la evitó a toda costa. Después de un largo silencio, ella aclaró su garganta incómoda, y agarró nuevamente el libro que estaba leyendo.

—¿Qué lees? —preguntó, acercándose con curiosidad hacia ella.

—Oh, es Mujercitas, uno de mis libros favoritos —Aurora levantó su libro, mostrándole la portada.

Él lo agarró entre sus manos, y al igual que el otro libro, comenzó a inspeccionarlo detalladamente.

—¿Te gusta leer mucho? —preguntó, dejando el libro en las manos de ella.

—Sí... supongo —respondió casi en un susurro—. Suelo pasar mucho tiempo sola, debo mantener mi cabeza ocupada.

—¿Alguna recomendación?

—¿Mmm? —ella lo miró.

—Recomendación, ¿hay algún libro que me recomiendes?

Sus ojos grises miraban con intensidad sus ojos marrones, mientras ella mordía el interior de su mejilla tratando de disimular su obvio nerviosismo ante su presencia.

Mierda. Mierda. Mierda. ¿Qué me pasa?, pensó.

—Supongo que... ¿Orgullo y Prejuicio?—dijo, algo insegura.

—¿Lo tienes? —preguntó, con una ceja alzada.

Aurora asintió, y con entusiasmo, caminó hacia la sección que le pertenecía a ella en la biblioteca.

—Ven —dijo.

Él asintió, siguiendo sus pasos, mientras ella subía la escalera que la llevaba al segundo piso de la biblioteca.

Al llegar, encontró de inmediato el libro. Cuando Aurora se giró para entregárselo, casi le da un paro al notar la cercanía que había entre ambos.

—Yo... es mejor que me vaya a la cama —dijo ella, algo nerviosa y dando un paso hacia el lado—. Buenas noches Draco.

Se despidió, para luego ir apresuradamente hacia la escalera, donde perdió el equilibrio un segundo. Las manos de Draco agarraron de inmediato su cintura, estabilizándola en el lugar. 

—¿Estás bien? —preguntó con un tono preocupado.

Ella se enderezó rápidamente, y asintió con la cabeza de manera frenética.

—Sí, es el sueño, lo siento —respondió, sintiendo su corazón casi salir por su garganta.

El asintió, la preocupación dejando su rostro al ver que ella se encontraba bien.

—Buenas noches Aurora —le dijo, una sonrisa asomándose en sus labios.

Ella devolvió el gesto, y giró para terminar de bajar las escaleras y dejar el lugar lo más pronto posible.

Al llegar al pasillo, cerró los ojos, inhalando y exhalando profundamente para calmar un poco los latidos de su corazón.

Si es que algo le había quedado claro a Aurora, era que aquel platinado no saldría fácil de su cabeza.

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