lovely

By Alejandra-Teran

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ADVERTENCIA, la historia contiene escenas de agresión y maltrato infantil. Amar es algo realmente hermoso y q... More

Prólogo
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2 - segunda parte
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By Alejandra-Teran

Con una cara de "matenme" llego al instituto, donde mi mamá me obligó a estudiar porque tengo más oportunidad de ir a las mejores universidades de la capital. Ya mi mamá está planeando liberarse de mí... Desde los 7 años.

Al pasar cerca de los salones, estudiantes me sonríen y saludan, pero ninguno de ellos es Daiana. No reciben el mismo gesto de mi parte.

Me dirijo directamente hacia la biblioteca, donde la chica que quiero tanto pasa la mayoría del tiempo. Llego y me detengo en la puerta. Observo todo a mi alrededor y, la encuentro.

Está sentada en una de las grandes mesas de madera. sonreí al ver su hermoso rostro. Tan preciosa como siempre. Estaba distraída leyendo un libro de biología.

Iba vestida parecida a mi, lo único de diferencia era que ella llevaba una falda escolar y yo, pues, con mis pantalones eternamente puestos. Las dos con una coleta alta. Ella con un suéter parecido al mío, pero el de ella dice: "Seattle"

Al llegar, levanta su mirada indiferente y al darse cuenta de que era yo la cambia drásticamente. Con una gran sonrisa suelta un chillido de felicidad y me abraza por encima de la mesa.

—¡Holaaa.!— grita, como si no nos hubiéramos visto hace un siglo.

—Holaaa.— Trato de imitar su emoción natural, pero yo no soy esa clase de persona. Soy más de poner mala cara para todo, me es más fácil.

Daiana pone una mueca ante mi intento fallido de saludo feliz.

—Tanto tiempo.— exclama, juntando sus manos.

—Hace como 9 horas, creo.— corrijo, muy formalmente.

—En realidad, son 18 horas, más o menos.— corrije mi corrección, de una manera igual o más formal que yo.

Ella siempre ha sido la más inteligente. Ambas reímos y nos sentamos en las sillas de madera.

Me señala su libro con una pequeña sonrisa. Fruncido el ceño veo que tiene un pequeño papelito. La miro, confundida y divertida a partes iguales.

—Léelo.—sugiere en un murmullo.

Vuelvo mi mirada al papelito y veo que tiene algo escrito:

"Estudia para el examen pendeja".

Claro, el examen. Me desilusionó un poco, pensé que decía algo pervertido, o no sé que de "vamos a los baños?" O otra cosa. Pero no, estudia para el examen pendeja.

Ella nunca me va decir algo lindo, que lo piense de verdad y que no sea un cumplido de amiga sino de chica enamorada, pero eso no va a suceder."te quiero, pero más que amigas". O "te quiero para mí solita". O, talvez "en mi casa a las 10:00".

Nah, eso no se de Daiana.
Eso es más de Annie para Daiana.

—Oh.— fue lo único que alcance a decir.

Ella suelta una pequeña risa y continua leyendo el libro. Se escucha un fuerte ruido en la mesa y ambas damos un pequeño salto.

Christian.

El rubio estaba sentado al frente mío con una estúpida sonrisa la cual pretendía ser encantadora.

Lo miré con los ojos entre cerrados. Mientras, Daiana lo miraba como si el fuera algún tipo de Dios griego barato. Suelto un gruñido al ver que Daiana estaba a punto de babear por un chico como el.

—Hola, Annie.— Saluda, cambiando su tono de voz a uno sexy cuando menciona mi nombre.

—¿Que quieres, Christian?.— pregunto cambiando mi tono a uno de desprecio y asco.

El sonríe forzadamente. Se voltea a la chica que lo mira con admiración. El tenía una de sus manos en su cadera y la otra posaba en la mesa.

—Ah, hola...—trata de recordar el nombre de la chica mientras frunce el ceño.

—Daiana.— decimos las dos al unísono, la diferencia era que ella lo decía con entusiasmo y yo con recelo.

—Ah, si. Daiana.—le sonríe sin ganas y vuelve su atención a mí con una mirada coqueta.

—¿Estás libre este miércoles?— pregunta inclinándose hacia mí.

—No, lo siento. Tengo que estudiar para un examen.— me excuso fingiendo pena.

—Oh.— murmura pensando a toda velocidad —¿Qué tal el sábado?— pregunta está ves más esperanzado.

Estaba a punto de poner los ojos en blanco cuando le respondí:—De verdad lo lamento, pero no tengo tiempo en toda la semana.— el iba a decir algo más pero lo interrumpo.

—Y en la siguiente. Y en la siguiente... Y en todas después de esas.— hablé en un tono suave, tratando de no escupirle todo mi veneno.

El se queda unos segundos en silencio, asombrado. meditando lo que dije, cambia su cara a una comprensiva y suspira.

¿Que...?

—Tranquila, sino tienes tiempo fuera de la escuela, haremos nuestra primera cita en el comedor. Claro, si te parece.— me quedé con la boca abierta.

Daiana, que se había quedado hipnotizada con Christian por un largo rato, por fin reacciona.

—¿Cita?— pregunta mirando de un lado a otro, a Christian y a mí. Estaba completamente pérdida.

El rubio levanta una de sus cejas con indiferencia. Gruñi por lo bajo.

—Si.— Afirmó con obviedad.

Uno de sus amigos lo llama y el le hace una seña con la mano. Se voltea hacía nosotras.

—Lamento dejar esta conversación a la mitad, pero me necesitan. Después me das tu respuesta, Annie.— guiña un ojo para luego alejarse de la mesa.

Escucho una risita y me volteé hacia la castaña. Tenía su barbilla recostada un un puño mientras una sonrisa estúpida estaba dibujada en sus perfectos labios. Fruncido mi ceño le pregunté:

—¿Que pasa?— ella desvía su mirada para mirarme, y luego contestar.

—El me guiñó un ojo.—susurro entre suspiros.

Se levanta de la silla para luego irse al salón de clases dando pequeños saltitos. Puse los ojos en blanco y luego estar detrás de ella mientras tarareaba su canción.

-

A Daiana Miller le gusta Christian Thompson desde hace tres años porque se tropezó con el haciendo que sus libros cayeran en el suelo. Ella dice que el fue muy amable, que la ayudo y que sus manos se tocaron al tratar de tomar el mismo libro. Lo más cliché posible, la única diferencia es que él no sintió las mariposas en el estómago como dijo ella.

Y pues... A Annie White le gusta Daiana Miller desde la primaria. Nada cliché y tampoco emocionante, solo que se encontraron en el baño y empezaron a hablar. Se llevaron bien y así creció una fuerte amistad. Annie descubrió sus sentimientos hacia Daiana cuando quiso besarla en cuarto grado. Hoy en día son inseparables y son las mejores amigas. Como ya dije: nada cliché y tampoco emocionante.

Christian Thompson demostró interés por Annie a principios de 5to grado cuando la vio entrar por primera vez en el salón de clases, porque su maestra no le dio la gana de ir ese día. Podría decirse que amor a primera vista. Empezó a hablarle amablemente y después empezó a coquetear, Annie al ver el efecto que causaba Christian en Daiana quiso alejarse de el de inmediato, pero fue imposible porque es el más popular del instituto y de una u otra manera siempre terminaban cruzándose en el camino.

Mientras trataba de prestarle atención a la maestra, pensaba en el triángulo amoroso en el que me encontraba. A mí me gusta Diana; a Diana le gusta Christian; y a Christian le gusto yo, aparentemente.

Suspiré cansada, era la primera clase y ya quería que terminara. Miré de reojo a Diana, estaba tan concentrada escribiendo algo en su cuaderno que no se dió cuenta que la clase había terminado.

—Daiana, la profesora te está llamando.— le susurré. Abrió los ojos exageradamente y levantó su cabeza para mira hacia delante

—¡Presente!— exclamó y todo el salón la miro raro. La chica se sonroja y yo no pude evitar sentir ternura.

Ella es realmente hermosa, mucho más cuando se sonroja. Es mi todo y nada.

Dios, cuanto la quiero.

Me hecho a reír y ella me da un codazo. Sonreí aún más

—No te burles, mentirosa.— Trato de ponerme seria pero sonreí al ver que sus mejillas seguían rosadas.

Dios, ella parece un ángel ante mis ojos. Su rostro es angelical, pálido pero con un brillo natural. Sus ojos son café, cuando la luz choca con ellos se ven más claros, al rededor de sus iris tiene un tono más oscuro haciéndome pensar que es lo más hermoso que he visto en mi vida.

—¿Qué?.— pregunta mientras su sonrisa se va desvaneciendo lentamente.

Ay, no.

—Eh... Nada.— negué con una sonrisa nerviosa. Ella me mira con confusión y una pequeña sonrisa que no supe explicar. No me gustan esas sonrisas.

—¿Okey?.— suelta una risita para luego negar.

—Hola chicas.— saluda Wendy moviendo su mano en forma de saludo.

—Hola, Wendy.— devolvemos el saludo al unísono.

—¿No creen que sería mejor que recojan sus cosas para irnos?.— pregunta señalando con sus dos pulgares hacia la salida. La chica de ojos verdes me mira directamente.

Soltamos una risita la castaña y yo.

—Cierto.— asiento. Empiezo a recoger mis cosas y Daiana imita mi acción.

Después de unos minutos de charla por el pasillo a Daiana le dan ganas de ir al baño y Wendy y yo la acompañamos. Estábamos la pelirroja y yo recostadas en los lavabos, mientras la castaña más hermosa hacía sus necesidades.

—¿Cuando se lo vas a decir?.— pregunta de la nada.

La miré confundida. No entendía a qué se refería.

—¿Que de que?.— pregunté mientras me sentaba en la orilla del mesón.

Ella imita mi acción y se cruza de piernas.

—A Daiana, ¿Le dirás lo que sientes por ella o te lo guardarás mientras ves como babea por Christian?.— aclara. Me quedé paralizada en mi lugar, ella lo sabía.

—Si, preciosa, lo sé. Es tan obvio, aún no se cómo no se da cuenta cuando la miras. La ves como si fuera una diosa.— agrega, mientras movía sus manos para que reaccionara.

Agaché mi cabeza. Veía mis pies balancearse mientras sentía como la vergüenza me carcomía.

—No pienso decírselo.— Admito— Nada sería igual cuando ella lo sepa. Se sentirá incómoda. No quiero que se sienta así por mi culpa.— susurré aún con la cabeza agachada.

Y para ser sincera, realmente no sabía cómo se lo tomaría. Desconocía completamente su reacción a tal declaración.

Escucho como resopla. Levanto un poco la mirada. Niega varias veces y chasquea la lengua.

—Dios, Annie — exclama.—. Si ella de verdad es tu amiga... Te aceptará como eres. ¡Claro que nada será lo mismo!, Pero ¿Es sano guardarse algo de años?. No puedes solo ignorar lo que sientes por miedo, eso no está bien.— toma mi barbilla con una pequeña sonrisa y me acerca más a su rostro.— No deberías sentir miedo hacia tus sentimientos. Aceptate como eres.

Mis ojos nunca se separaron de los suyos. Estábamos tan cerca que nuestras respiraciones se mezclaban. Su pequeño tacto... Me gustaba. Pero no sentía ninguna emoción a tal acercamiento. No estaba segura de qué hacer exactamente.

Por un momento creí que me besaría, pero no. Solo nos quedamos viendo a los ojos. Eran hermosos, claro, eran de un color verde que se difuminada con el castaño al rededor de sus pupilas, pero no superaban a las dos esferas café que me hacían suspirar.

Se escucha una puerta abrirse y Wendy y yo nos separamos de inmediato. Daiana sale sacudiéndose la sudadera, mientras el retrete sonaba de fondo.

Nos mira detenidamente, confundida.—¿De que hablaban?.

Y ¿Ahora que hago?.

No respondí, a lo que Wendy comenta a toda velocidad:

— Estábamos hablando de el examen, ya sabes, no somos muy buenas en biología.— sonrió.

—Si— concuerda.—, lo sé muy bien. Yo soy quién les dice las respuestas a mitad de examen.— pone los ojos en blanco y se dirige a la puerta. La sigo de inmediato y Wendy a mi.

—Y por eso te quiero.— hago un movimiento dramático, divertida.

—Interesada.— murmura fingiendo estar dolida.

Nos reímos las tres. Yo una un poco apagada. No me gustó mucho que dijera eso, a mi sí que me dolió de verdad.

Sé que no cree eso de verdad, solo fue una broma, pero el sentimiento de tristeza aparece de todos modos. Que dramática soy.

Es que estoy en mis días.

Salimos del baño y nos dirigimos a la parte trasera del instituto, donde se encuentran las bancas. Nos sentamos en la misma de siempre, en los mismos lugares, y hablamos de cosas que no recuerdo porque me la pasa viendo a Daiana.

—¿No crees, Annie?.— pregunta la chica a mi derecha. La estaba viendo, pero no la escuchaba, perdón.

—¿Qué.?— pregunté directamente.

Se ríen las dos, mientras yo pensaba de qué estaban hablando.

—Que si crees que sería genial salir algún día.— me recuerda Wendy, salvando me.

Oh.

—uff...— miro a mi alrededor, pensando.— Sería genial...— comienzo, pero Daiana chilla de felicidad.

Solo Dios sabe lo mucho que me gusta cuando ella hace eso, me hipnotiza. Junta sus manos, aplaudiendo repetidas veces.

Reí por lo bajo. La miré unos segundos para luego continuar.

—Pero no sé si mi mamá me deje salir, ya saben.— agregué en un tono triste, de verdad que quisiera salir y ver más a Daiana, pero mi mamá ni en un millón de años me dejaría, es muy sobre-protectora.

Su cara de decepción me duele más de lo que debería. Cada vez que ella hace algún gesto, trato que no se note el interés que tengo hacia ella, que nadie se dé cuenta que miró con detalle cada centímetro de su rostro.

Eso está un poco difícil.

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