Vanessa
Llego al apartamento y lanzo la llave junto al bolso, me voy a la nevera por algo de comer, el estomago no deja de hacerme ruidos vacíos, olvidé el desayuno y luego de verlos juntos perdí todas ganas de comer algo.
<<Es que quiero agarrarlo del cuello y partírselo en dos>>
Pongo un poco de agua a calentar sobre la estufa y busco mi teléfono para conectar el Bluetooth de la bocina, ¿hay alguna cosa mejor que una tarde de viernes en casa sin preocuparte por trabajar al día siguiente?
Ahora mismo no lo creo.
Subo la bocina de tal modo que se escuche en todo el lugar dejándome llevar por el ritmo de la voz de Shakira y su canción loba.
Ni niños bonitos o ricos yo sé lo que quiero, portarme muy bien y pasarla muy mal en los brazos de un caballero.
—Siempre te ha gustado esa canción.
Volteo a verlo sostener un ramo de rosas blancas a unos pasos de mi.
—Olvidaste cerrar la puerta —espeta él acercándose a mi—Morena.
—¡Missa! —salto sobre él dándole un abrazo y enredando mis piernas sobre sus caderas —Que cambiado estás, ¿Qué diablos es esto que llevas aquí?
—Cállate y abrázame loba, estás más delgada que la última vez que te vi —me baja observándome de pies a cabeza.
—Tú luces fantástico —veo sus grandes y fuertes brazos morenos, sus ojos claros destellan total alegría y su alta estatura me hace recordar que solía ser la sensación del pueblo y todas estaban locas por él.
Quién diría.
—Siempre lo he estado querida.
—Vamos ven, siéntate, ¿quieres algo de beber o comer?
Detengo la música.
—Dejemos eso para luego, más bien cuéntame, ¿Qué has hecho con tu vida? Me sorprendió mucho saber que habías dejado a la loca de tu madre y viniste a la ciudad con Anna.
Sonrío.
—Solo pasó, pero me alegra que haya sido así, aunque no ha sido nada fácil.
—Nada en la vida lo es querida Vane, nada.
—Me alegra mucho volver a verte, la ciudad te ha caído mejor de lo que creí, lo que dirían todos si te vieran así.
—Si te refieres a que me permite ser yo mismo, pues si.
Me alegra escuchar lo que dice, ya que sé muy bien que en el pueblo no la tuvo fácil ninguno la tuvo pero creo que él se vio más afectado que yo.
—Traeré algo para tomar.
Me levanto para apagar la estufa y tomar algo fresco que tomar. Volver a reunirnos es un gran evento y hay que celebrarlo por todo lo alto, Anna se volverá loca cuando lo veo y lo más seguro es que pasemos toda la noche en vela poniéndonos al día, siento que hay tanto que debo decirle.
—¡Alguien llama a la puerta! —Vocifera Missael en la sala.
—¿Podrías atender por favor? Seguro es Anna que olvido sus llaves de nuevo.
Destapo la lata de cerveza y la sirvo en los vasos, esta cosa hace mucha espuma, ¿estaba caliente o qué?
—¿Alguna vez la has provocado con hielo? —pregunto en el aire.
—Buenas tardes. —saco la cabeza de la nevera cuando escucho esa voz ronca en la puerta.
—Si, ¿Cómo te ayudo? —inquiere Missael.
—¿Vanessa?
—¿Eres algún amigo o conocido? —investiga Missael.
—Soy su jefe —suelta él en ese tono arrogante.
Cierro la puerta de la nevera y tomo los dos vasos de cervezas.
—¡Missa ven! aquí las tengo —llego al sofá sin voltear hacia la puerta.
—¡Tú jefe está aquí! —avisa él.
—¿Mi jefe? —dejó los vasos sobre la mesa sin girar a ellos— ¿Y qué quiere? No estoy en hora de trabajo.
—¿Dónde está Anna? —demanda saber detenido en la puerta.
—¿También conoces a Anna? —pregunta Missael curioso.
Siento que el corazón me va a estallar en cualquier momento, tomo un sorbo de la amarga cerveza a la que olvidé echarle el hielo, sé que el sabor sería horrible pero al menos estaría fría.
—Conozco mejor a Vanessa —comenta Pitt y siento como su perfume entra junto a él en el lugar— Nos conocemos muy bien diría yo.
—¿A Vane? —inquiere Missael.
—¿Vane? —repite Pitt.
Si eso dijo idiota, Vane.
—¿Dices que eres su jefe? No sabía que estabas trabajando Vane.
Asiento.
—Hace mucho más que eso, ¿No es así Vane? —suelta divertido.
Que idiota.
Le corto los ojos.
—Missa, la cerveza se enfriará —giro para verlo cerrar la puerta dejando al idiota dentro con nosotros.
—¿Dónde está Anna? —vuelve a repetir inspeccionando el lugar.
—Anna no está —contesta Missael— Pero avisó que está por llegar.
—¿Están solos? —se lleva las manos a los bolsillos— ¿Los dos?
—No hagas preguntas con respuestas obvias—espeto pasándole el vaso de cerveza a Missael.
Mantengo mi vista enfocada en el moreno junto a mi, no quiero voltear a ver esos ojos que siento me penetran cada vez más por cada segundo que pasa, ni siquiera sé qué hace aquí o como llegó, que se joda.
Es obvio qué hay cierta tensión en el aire y Missael no tardará en notarla, siempre ha sido bueno identificando situaciones extrañas.
Seguro Brad hizo esto.
Missael me da una mirada.
—¿Tu jefe no toma? —inquiere.
Me abstengo de contestar.
—¿Por qué no buscas un vaso para él?
<<Porque no quiero, ni entiendo que hace aquí, que se vaya>>
Me abre los ojos indicándome que me levante, antes era Anna y ahora es él.
Tomo una lata de las que guardamos fuera de la nevera y se la doy así, caliente y de mala gana.
—Me encanta tu barba —digo tomando asiento cruzando las piernas dejándolas muy cerca de las suyas— Siempre me ha parecido que los hombres con ellas se ven muy masculinos.
—Gracias, tú también estás hermosa —me sonríe y hay que decir que tiene una hermosa y perfecta dentadura.
Pitt está tan tranquilo que asusta, no se ha movido ni dicho nada, solo sigue ahí parado como una estatua.
—¿La puedo tocar?—inquiero.
—Si —Missael toma mi mano llevándola a su rostro— ¿Cómo se siente?
—Pica un poco pero me gusta.
—¿Cierto? Me encanta —le da una mirada de pies a cabeza al castaño que no deja de verme con esa mirada asesina.
Escucho unas llaves en el frente y Anna no tarda en aparecer.
—¡Missaaa! —su tono de voz baja lentamente mientras pasa junto a Pitt observándolo estar sentado— ¿A qué hora llegaste?
Missael se levanta para recibirla.
—No ha pasado mucho, a ver, date la vuelta para que pueda verte bien.
Anna da dos pasos hacia atrás colando las manos sobre su cintura empezando a girar despacio.
Pitt carraspea.
—Llevaré las cosas de Missa a la habitación —me levanto tomando el bulto.
—¿Se quedará aquí? —investiga Pitt.
—Así es.
Tensa su mandíbula y deja la lata sobre la mesa.
—¿Qué pasa con los hoteles? La ciudad está llena de ellos.
Missael sonríe incómodo.
—Aquí estaré bien.
—No estoy de acuerdo, no creo que a Brad le vaya a gustar eso Anna. —le da una mirada a mi amiga.
—No se quedará en mi habitación. —niega ella como si le debiera alguna explicación.
—¿Ah no? —se inclina hacia delante sosteniendo la lata.
—Lo haré con Vane —dice Missael llevándose la mirada de Pitt— ¿Y quién es Brad? —deja de ver al castaño para ver a Anna quien me mira como si se disculpara.
¿Desde cuando le importa lo que piense Brad?
—Es un amigo.
—Novio más bien, al menos es lo que parece. —digo y levanto el bulto dirigiéndome a mi habitación.
¿Acaso quiero ver cómo el mundo arde?
Si, si quiero.
¿Qué diablos trae Missael con él? esto pesa demasiado, lanzo el bulto al lado de la cama, aún tengo hambre y justo ahora mi estomago no es para nada mi amigo.
Escucho que la puerta detrás de mi se abre y me doy la vuelta—¿Qué haces aquí?
—Quería verte. —su vista se enfoca en el bulto sobre el suelo.
—Acabas de verme en la oficina y me diste el resto del día, quiero que te vayas.
—No iré a ningún lado —pasa cerca de mi levantando el bolso, abre la puerta y lo lanza hacia el pasillo.
—¿Qué haces? conociendo a Missael allí pueden haber cosas costosas.
—Y eso debería importarme, ¿Por?
Resoplo.
—¿Qué quieres? Antes de salir terminé todo lo que tenía pendiente.
—Ya te dije, quería verte.
—Querías fastidiarme el resto del día, eso querías.
—Y para fastidiarlo más pasaré la noche contigo —cierra la puerta aplicándole el seguro.
—Eso no pasará, saldrás de aquí y te irás directo a las piernas de tu esposa.
Asiente empezando a removerse la corbata.
—Es en serio Pitt, no lo harás, no te quedarás.
—Vanne es un lindo apodo, me gusta.
Guardo silencio.
—Vanne —vuelve a repetir y puedo sentir la molestia en su voz— Puede que de ahora en adelante te llame así.
—No, no lo harás —camino cerca de él hasta llegar a la puerta— No te quiero aquí, creí que anoche te había quedado claro.
—¿Qué Bean es un idiota y lo usas contra mi? ¿O qué ni siquiera pudo pasar de la puerta principal?
—Eso no es del todo cierto.
—¿Ah no?
Asiento y abro la puerta.
—Vamos sal.
Camina hasta a mi retirando mi mano de la puerta y chocándome contra ella.
—No dejaré que nadie más se acerque a ti, absolutamente nadie.
Siento todo de él estar contra mi.
—No soy una propiedad Pitt, no puedes tenerme cuando quieras.
—Si puedo y lo haré.
Restriega su nariz y mueve su cabello hacia atrás.
—¿Por qué está él aquí? —inquiere viéndome.
—¿Quién? —lo provoco haciendo que su molestia aumente.
—Vanessa.
—¿Qué?
—¿Por qué está aquí?
—¿Por qué estás tú aquí?
—Puedo hacerlo cuando quiera y por eso lo hago ahora.
—¿De dónde sacas esas cosas? ¿ Además cómo diablos sabes dónde estoy viviendo?
—Eso no importa.
—Claro que importa, ¿Brad te dijo no es así?
—Deja de darle vueltas a la pregunta y contéstame, ¿Acaso ahora pretendes meter a tu ex en tu cama?
Bufeo, reconociendo que realmente no sabe nada.
—Si, eso es justo lo que planeo.
—Pues lamento arruinar tus planes —sus manos llegan a mi cadera levantándome en el aire hasta dejarme sobre la cama y él contra mí— Ya te he dicho muchas veces que eres solo mía —murmura con sus labios sobre los míos.
—Y no me canso de repetirte que no soy de nadie.
—Cállate Vanessa, no ves que lo único que logras es sacarme de mis casillas, un día harás que estalle y haga algo estúpido.
—Como si me importara.
—Nada pasará entre ustedes dos, y tampoco se quedará contigo, ¿Lo has entendido o necesitas que seas más claro?
—De todos modos es imposible que algo sucediera.
—¿A qué te refieres?
—Missael siempre ha preferido otro bando.
—¿Qué significa eso?
—Que batea al otro lado, es gay.
Amo la cara de idiota que tiene mientras rasca la punta de su nariz, su supuesto informante olvidó ese detalle.
—¿Qué? No me dirás que no te lo contaron.
—Dijiste que fue tu novio y te besó —murmura tensando la mandíbula mientras voltea a ver a otro lado.
—Así es.
—¿Entonces?
Respiro lento.
—Yo le pedí que lo hiciera, quería saber como se sentía.
Se ríe dejando un beso sobre mi frente.
—Dime un lugar al que siempre has querido ir —murmura aun sobre mi frente dejándome sentir sus labios rozarme.
—¿Por qué?
—Solo dilo.
—No lo sé, la India.
—Bien —dice y se levanta tomándome de ambas manos atrayéndome hacia él— Vámonos.
—¿Ir a dónde?
—¿No es obvio?—enarca su ceja castaña—¿Acaso no te dije que pondría el mundo a tus pies?