Mátame Sanamente

بواسطة ashly_madriz

304K 23.4K 13.4K

Cualquiera puede creer que la vida de las porristas universitarias solo se trata de las piruetas, los chismes... المزيد

Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58 (final).
Agradecimientos e información importante.
Aviso
Aviso 2

Capítulo 16

3.7K 376 198
بواسطة ashly_madriz

ADÁN Y DIOS: MADRUGADA POSTERIOR A LA FATÍDICA NOCHE. 

Cierra tus ojos, escucha mi corazón. No puedes ver mis mentiras. Diré una a través de mis ojos y tú nunca lo sabrás. Me diste tu todo, ahora yo tomaré tu corazón.


«—¿Kira?  ¿Estás bien? ¿Sucede algo?

—Creo que la maté... lo siento».

***

Si algo he tenido claro durante toda mi vida, es que hay tres cosas que no se pueden ocultar: la muerte, la culpa y el deseo.

No sé si transcurrieron segundos, minutos, o incluso horas cuando mi cuerpo tuvo el valor suficiente para correr por aquel largo y oscuro pasillo y así regresar a la habitación; la única certeza que tenía en aquel momento fue que los sonidos solo cesaron cuando esa persona estuvo muerta.

Recostada contra la cabecera de la cama, oculté mi rostro entre mis rodillas, mientras me aferraba a mis piernas. Lágrimas espesas corrieron por todo mi cuerpo en sollozos desesperados; imágenes, una tras otra, repitiéndose en mi cabeza como una película sin fin.

En ese instante, no supe qué fue peor; si mi preocupación, mi confusión o el agonizante terror corriendo por mis venas.

Por más que intentara tener una reacción más natural con lo que había ocurrido solo tenía conciencia de aquella constante alarma en mi cabeza, que me repetía que debía esconderme o salir de allí lo más rápido posible para no ser encontrada.

Era un segundo piso y mis posibilidades de lograr salir con vida por la ventana eran escasas; si caía iba a terminar herida o peor aún... muerta, por lo que vi la posibilidad de esconderme dentro del armario de aquella alcoba, sin dejar de rogarle a los cielos el no ser descubierta nunca.

Tomando el último suspiro de valor que me quedaba corrí hacia el armario lo más rápido que me permitieron mis piernas, no sin antes percatarme que no hubiera dejado alguna de mis cosas sobre la cama que pudiese evidenciar mi presencia. Si le colocaba el seguro a la puerta iba a ser muy sospechoso, por lo que pensé que lo mejor sería no llamar la atención.

Intenté buscar algún atisbo de ruido, pero solo percibí silencio. Tanto jodido silencio que fue alarmante, abrumador y escalofriante, todo en partes iguales. ¿Así era como se escuchaba la muerte?

El silencio siempre me hacía recordar lo sola que estaba, por eso podía soportarlo.

En ese momento, no pude procesar el cómo me sentía con respecto de lo que estaba viviendo. Era como si a mi cuerpo le hubiesen dado a tomar un trillón de metanfetaminas; las emociones no me dejaban pensar con claridad, puesto a que lo único en mi cabeza era sobrevivir.

Ya oculta en el armario, me aferré a mi mochila del instituto lo más fuerte que pude, casi como si mi vida dependiera de ello. Mi cuerpo temblaba, haciendo que en el acto las lágrimas se cayeran por mi rostro con una rapidez casi insostenible.

No podía parar de llorar por más que le gritara a mi cabeza que le dijera mi cuerpo que parara.

En un acto descuidado me coloqué en posición fetal, intentando regular los latidos de mi corazón que amenazaba con estallar en cualquier momento.

En el proceso decidí buscar mi teléfono celular, oculto en el bolsillo de mi mochila, para así poder verificar la hora. Desde mi llegada habían transcurrido exactamente tres horas y diecisiete minutos.

Había un mensaje en la bandeja de entrada que me desconcertó por completo, porque era un mensaje de la última persona de la que esperaría uno; mi madre.

«Feliz cumpleaños, no tengo mucho que decir excepto que lo siento. No me he olvidado de ti, aunque sé que no he sido la mejor madre estos últimos años. Sé con seguridad que cuando seas una adulta podrás entenderlo y que mi sacrificio habrá valido la pena. El éxito requiere de un gran sacrificio y yo me estoy sacrificando. Necesitan a alguien que luche por ellos... Con amor, mamá».

Sus palabras hicieron que me diera cuenta de lo sola que realmente estaba en el mundo. Sola, sin tener a alguien a quien recurrir; alguien que escuchara mis lamentos y viera mis lágrimas; alguien para contarle que no estaba cagada de miedo por haber visto cosas que nadie debería ver a tan corta edad o siquiera en la vida; alguien que... me amara.

Pero a pesar de todo eso no podía sentir furia ni rabia al leer sus palabras, solo una profunda tristeza por su egoísmo. ¿Quién debía sacrificarse por su carrera en la política?, ¿yo?, había sido el cordero de sacrificio de aquella mujer desde que tenía uso de razón.

Creía en un principio que tenía una madre, que siempre sería parte de mi vida y podía contar con ella para todo; era lo mínimo que un hijo podía esperar de su madre, pero nunca había sido así. No tenía a nada ni a nadie, excepto por Aiden.

Y fue en ese instante cuando me metí entre ceja y ceja que no podía arriesgarme a perder lo único que en verdad me pertenecía.

A la única persona que no me veía como un estorbo o como moneda de cambio.

Me debatía entre lo que acababa de ver, lo que estaba bien, mi miedo a perderlo y el no tener a la persona que siempre había estado a mi lado.

¿Cuándo había sido ella una madre real? Nunca. Pero podía decir con seguridad que Aiden era alguien real. Alguien tangible.

Alguien a quien no podía perder pasara lo que pasara.

Mi vida era una jodida farsa y lo único real y sincero era él.

No me importaba lo que había hecho. No me importaba el ver cómo había volado el cráneo de aquel hombre sin titubear, tampoco me importaba que su vida fuera una incógnita sin resolver para mí; un misterio turbio y perverso. Lo que me importaba era como se encontraba.

Lo que acababa de ver, por muy traumante que fuera, y por más que pernoctara para siempre en mi memoria, nunca cambiaría lo que él representaba para mí.

La confianza se tardaba años en ganar y se podía perder en un segundo, pero yo me consideraba más inteligente que eso, porque antes estaba ciega y aquel suceso me había quitado la venda de los ojos.

No iba a ser esta vez el cordero de sacrificio; sería la jodida reina del tablero. Si tienes el medio para sobrevivir, úsalo, por más sucios que sean tus trucos.

Nunca había llorado por nadie más, excepto por Aiden, él era parte de mi cabeza; de mi vida y de mi mundo... ahora incluso sería parte de mis pesadillas, y joder, no me importaba.

Haría lo que fuera necesario para mantenerlo a mi lado.

Si hacía simplemente como si esto no fuera real, que nunca hubiera sucedido y que solo fuese un producto de mi mente distorsionada todo estaría bien. Todo había sido solo una simple pesadilla.

Nunca fue real, nada pasó.

Y era lo mejor para mí, para los dos.

Los dos seríamos unos hipócritas viviendo por mi propio egoísmo, tomaría su oscuridad y la haría mía, de esa forma por fin podría tenerlo a él también oficialmente.

Mientras continúe divagando en mis pensamientos el tiempo siguió transcurriendo. Todo estaba tan calmado que mi única reacción fue que se me helara la sangre; era ese mismo silencio que aparece en las películas de terror cuando sabes que algo va a ir mal. Cuando todo está tranquilo es cuando ocurren las peores cosas.

A pesar de que no conté el tiempo siempre me mantuve en alerta, pero no fue hasta que de repente hubo algo que me hizo incorporar, activando mis más bajos instintos de supervivencia.

Pasos rechinaron contra los peldaños de madera de la escalera, aquello sirvió como señal para que la estruendosa música heavy metal que había sonado antes del desastre regresara tal como se había ido por los altavoces.

Guardé mi teléfono lo más rápido que pude y me dispuse a mantener un silencio sepulcral que ni yo misma logré reconocer. Estaba estática, casi como esperando finalmente poder ver la cara a mi asesino, al mismo tiempo que terminaba siendo degollada o desmembrada por los demonios de abajo.

Acurrucada en aquel armario creí que mi momento estaba cada vez más cerca, pues el chirrido de la puerta al ser girada la cerradura me advirtió que así sería.

Mi corazón se detuvo por unos instantes y contuve la respiración. Apreté los ojos lo más fuerte que pude para así evitar ver algo y como última oportunidad rogué a los cielos no ir al infierno, aún era virgen.

Todo parecía ir por un mal camino, hasta que simplemente lo escuché. En aquel momento confundí su voz con un ángel, pero no tardé en darme cuenta que se parecía más a la de un demonio.

—¿Kira? —La voz de Aiden comenzó a sonar casi como un suspiro desgarrado. No me atreví a salir de allí enseguida, hasta que volvió a hablar—: Solo... soy yo, no hay nadie más... Lo juro.

Creo que no hace falta decirles que su presencia tenía algo; algo que me hacía confiar ciegamente en todo lo que hacía o me decía. Mi cerebro se bloqueaba ante él y solo podía escuchar lo que quería sin chistar.

Fue así cuando decidí a abrir la puerta del armario, haciendo que la luz me golpeara de inmediato directo al rostro.

Me arrastré hacia él por el piso, con la cabeza hacia abajo y mi cabello cubriendo casi toda mi cara como una cortina. En esa posición no podía ver más que la fría madera de color caoba.

Entre más me acerqué a su cuerpo pude distinguir sus tenis blancos chispeados de color rojo y el dobladillo de sus pantalones deportivos goteantes de líquido.

Tragué en seco, intentando contener la necesidad de llorar que me golpeó de tal forma que pude no resistirlo, pero a pesar de mis esfuerzos terminé quebrándome sobre sus zapatos ensangrentados; mis lágrimas humedeciendo aún más la ya mojada superficie. Él no habló en ningún momento, simplemente me sostuvo por los costados de mis brazos para ayudarme a ponerme de pie.

La sangre sobre él se había vuelto pegajosa alrededor de sus brazos y pareció que iba comenzar a secarse pronto para hacer costra.

Cuando levanté la cabeza me quitó el cabello del rostro. Estábamos frente a frente, pero ni por un segundo él decidió mirarme a los ojos.

En cambio, yo me decidí a mirar en detalle su aspecto. De cerca pude apreciar como todo su cuerpo se tiñó de rojo; la sangre comenzaba desde su cabello y se detenía en la punta de sus pies; recorría sus brazos, finalmente descendiendo por los dedos de sus manos.

Daba la impresión de que toda su contextura había sido sumergida en un galón de pintura escarlata; era como desastre sucio.

Aunque se veía asqueroso lo primero que hice fue rodearlo con mis brazos y forzarlo a un abrazo desesperado, porque era una persona que no sabía cómo demostrar emociones y en aquel momento solo podía tratarse de mi necesidad por él.

Él no me tocó, permaneció de piedra ante mi toque, casi inmutable; por lo que al notar su falta de reacción decidí pegarlo más a mi cuerpo, como si tuviera miedo de que cuando lo soltara fuera a escaparse de mí.

Pegué mi frente contra su pecho, al tiempo que le acaricié la espalda con movimientos sincronizados, sin importarme que todo mi uniforme se estuviera manchando de la asquerosa sangre de ese hombre; era instintivo. Aferrarme a él se sentía casi tan necesario como el aire para respirar.

—No me importa que paso afuera. No me importa lo que escuché, tampoco me importa tu estado. Soy la única persona en el mundo que jodidamente haría lo fuera por ti —comencé a hablar, recalcándole con firmeza, teniendo aún mi frente pegada a su pecho para que entendiera que le decía era cierto—. Haría cualquier cosa; nunca lo olvides. Sabes lo que significa cualquier cosa y será lo que tú quieras que sea; no hay límite porque en este mundo solo nos tenemos el uno al otro... Sin nadie más.

En medio de mi inmadurez no entendí si era cruel o trágico el utilizar su dolor para mantenerme a su lado, pero de alguna forma se sentía especial el envolverme en su desastre ensangrentado.

—Nunca te lo había dicho, pero puedo parar si así lo quieres —anuncié. Su cuerpo se contrajo en un sollozo desesperado que me hizo aferrarme más a su complexión, si es que eso era posible—. Sólo tienes que pedirlo y me iré.

—Yo.. yo no quise. —Era desgarrador escuchar su llanto. Sus sollozos estrangulados sonaban a desespero puro. No paraba de exclamar que no quería hacerlo; su cabeza moviéndose en negación de un lado a otro.

Levanté mi rostro para mirarlo y un temblor atravesó mi cuerpo. La yema de mi pulgar se deslizó por debajo de sus ojos para limpiar sus lágrimas antes de que lograran rodar por sus mejillas; a pesar de eso su dolor nunca cesó, por lo que entendí que la única forma de detenerlo era tomando eso a mi favor.

—No me iré de tu lado —le recordé pausadamente—, y si huyes de mí, te buscaré incluso hasta en el maldito infierno.

Él finalmente alzó la vista hacia mí, su mirada conectando con la mía

—Si tan solo supieras lo que acabo de hacer no me dirías las mismas cosas —dejó salir finalmente, en un hilo de voz. Logré percibir el dolor en su tono y la pesadez del mismo—. Siento que soy un jodido monstruo.

«Toma al monstruo, manipúlalo y domestícalo. Lo tendrás comiendo de tu mano».

—Aiden, no sé qué sucede y tampoco me interesa. Lo que no sabes no te hace daño, y yo simplemente no quiero saber que pasó para que terminaras así. —Intenté que mi voz sonara lo más tranquilizadora y sincera posible.

Bien dicen, que lo que no sabes no te hace daño. Si el ocultarle la verdad lograba salvar mi pellejo y mantenerlo a mi lado, lo haría, hasta el último de mis días. Sin arrepentimiento.

Nunca sentiría culpa si él podía sentir tranquilidad; jamás haría preguntas de las que no quería saber la respuesta. Aiden era mío, y por lo mío era capaz de hacer cualquier cosa si era para mantenerlo a mi lado... incluso matar por él.

Había sido mío desde esa primera vez a los seis años, cuando lo vi llorando en el patio de la escuela, y hoy renovaba mis votos. Esa había sido la primera y última vez que había visto y limpiado sus lágrimas... hasta este día.

Nadie me lo arrebataría, no iba a permitirlo; ni Stacy, ni estos hombres. Ni siquiera sus acciones tenían el peso necesario para desprenderme de él, no podía dejarlo ir.

Total... todos los días moría alguien diferente.

Cuando lo vi por primera vez nunca pensé ser consciente del efecto que tendría en mí; era como un diamante en bruto ante mis ojos. En aquel momento no me había importado dejar tirada mi muñeca favorita para curar su dolor.

La noche de mi cumpleaños tampoco me importó dejar mis principios de lado por él. Fue ahí cuando lo entendí, nunca en la vida él tendría escapatoria de mí, ni yo de él. Estábamos unidos por un ciclo sin fin.

Mi atención fue a parar de nuevo a Aiden al sentir que finalmente mi abrazado es correspondido. Sus brazos pegajosos recorrieron mi cintura de forma desconfiada y dudosa, pero aun así eso no evito que lograra sacarme una sonrisa que oculté contra en su pecho.

Sería como María Magdalena para Cristo; su fiel seguidora, incluso si me pidiera que lavara sus pies con mis lágrimas lo haría sin chistar.

—Solo... quédate así por un rato —dijo contra mi oído, al tiempo que volví a acariciar su espalda con movimientos circulares. Podía estar así para siempre.

Los minutos transcurrieron, hasta que fuimos conscientes nuevamente de nuestro deplorable estado. Todas sus manchas se habían transferido a mi camisa blanca y falda gris. No sólo parecía una escena del crimen, lo era.

Él me soltó de repente, bajando la mirada nuevamente hasta el suelo. No me gustaba y tampoco lo podía aceptar, pero debía tragarme mis palabras y no protestar.

Entre mis manos tomé su mentón, bajándolo hasta mi altura para verlo así a los ojos; enseguida me desvío la mirada, pero fue inevitable que terminara observándome. Su rostro estaba expectante.

Lo estudié por un segundo, todo en él parecía normal... excepto por algo.

Lo que más destacaba en Aiden cuando lo conocías eran sus ojos, porque eran de un azul tan brillante que podías notarlos a distancia. Esa noche había sido la única vez que pude notar que en vez de ser azules como siempre fueran de un lúgubre y melancólico gris.

No quise cometer una imprudencia y mencionarle algo al respecto, por lo que lo dejé ir para no incomodarlo. Por unos segundos me quedé reflexionando en que podía hacer para solucionar su estado; no podía estar manchado y dejando evidencia para siempre.

Decidida caminé hasta el baño dejándolo solo en el lugar.

No me detuve a mirar el lugar, mucho menos a husmear entre los cajones de su ropa interior, porque mi mente estaba concentrada en poder obtener lo necesario para que se duchara y depositarlo finalmente en la encimera del lavamanos.

Abrí el agua, tocando levemente para verificar que esta estaba lo suficientemente caliente como para sacar la sangre adherida a su cuerpo.

Al regresar a la habitación Aiden continuaba parado en el medio de la estancia, justo como lo había dejado. No había forma de sacarlo de su estupor, pero al ser yo, siempre podía pensar en algo, y lo más loco que se me había ocurrido para aquel entonces acaba de brillar en mi mente como una señal de tránsito.

—Hablaremos luego de que te des una ducha; no dudo que lo necesites —le dije con incredulidad, al mismo tiempo que comencé a arrastrarlo hacia el baño. Al final terminó cediendo ante mí con dificultad, llevándolo a rastras de la muñeca.

Cuando entramos lo obligué a tomar asiento sobre la tapa del retrete, luciendo casi como un muerto en vida.

Estaba como un robot y eso era aún peor que su indiferencia, porque no sabía qué esperar o qué rayos pasaba por su cabeza, porque en todos los años en los que lo había conocido jamás habíamos pasado por algo así.

De pie me coloqué frente a él, luego sin pudor alguno comencé subir el jersey sucio por su torso; el cuerpo de Aiden inmediatamente se puso rígido cual soldado y su expresión se endureció.

Si para mí era incómodo lo que estaba haciendo para él era tres veces peor, por lo que no me detuve a mirar nada de su cuerpo como hubiera querido. No era el momento.

Él me observó expertamente, su mirada casi negra y sin rastro de brillo alguno; esa era la primera reacción verdaderamente real desde que había vuelto de aquello de lo que jamás hablaríamos.

Aiden me gustaba, me gustaba demasiado. Él tal vez notó eso porque inmediatamente su piel se erizo.

—Solo estoy quitándote esa ropa asquerosa, no pienso en... No importa —le enfaticé, mirándolo a la cara.

Él siguió sin responder, con la diferencia de que esta vez asintió con la cabeza y me dio una sonrisa ladeada. Luego de eso simplemente no supe que hice, tal vez ni por qué lo hice.

Yo, Kira Backer, siempre hacía cosas estúpidas.

No sé si fue por la adrenalina del momento corriendo en mi sistema; el tacto de la piel de su estómago contra mis manos o simplemente el tenerlo para mí en una habitación cerrada, porque me estaba sintiendo como en las nubes.

Sin pensarlo mucho, mis manos lo sujetaron por los hombros, con un agarre firme contra su cuerpo y lo suficientemente fuerte como para obligarlo a mirarme, al tiempo que incliné mi rostro contra el suyo, sintiendo el roce de su nariz contra la mía.

Fue ahí cuando lo besé por primera vez; con un simple contacto y torpe que se sintió más bien como leve roce.

Su rostro palideció y sus labios se sintieron secos y agrietados contra los míos a pesar de que era un ligero contacto.

Era un poco incómodo y vergonzoso para mí porque nunca había hecho algo como eso, pero aun así él no reaccionó a mi gesto.

Cuando me despegué, volviéndolo a mirar, su rostro se contrajo en estupor; haciendo que sus ojos se abrieran de tal forma que parecieron salirse de órbita.

Estaba completamente desconcertado. No podía bromear en ese instante, pero aún así intenté ser lo más compasiva posible; no decir nada más de lo necesario para no arruinarlo porque estaba segura de que Aiden no quería besarme tanto como yo quería besarlo a él.

Suspiré profundamente y sin palabra alguna salí del baño casi corriendo, pero sin olvidar cerrar la puerta. El sonido de la ducha no tardó en llegar, el mismo se mezcló con el heavy metal de afuera confirmando que se estaba aseando.

Su habitación tenía un espejo, por lo que no dudé en mirar mi aspecto. No tenía la más mínima duda de que era horrible, pero lo que vi me confirmó lo peor, no puedo mentirles. Me veía como la reverenda mierda.

Estaba rota y quebrada, pero ese día las cosas no se trataban de mí.

Lágrimas secas recorrían mi rostro; mi cabello estaba hecho un desastre, pues mi cola de caballo se había movido por todos lados. Efectivamente toda la sangre de su cuerpo se transfirió a mi ropa y mis manos, los antebrazos se encontraban también manchados.

Aun así, lo que más llamó mi atención fue el ardor que recorría mis mejillas.

No quise sentarme en la cama por miedo a manchar las sábanas blancas y tampoco tenía nada mejor que hacer que esperar. El tiempo pasaba tan lento que era casi agonizante. Cuando escuché por fin la ducha cerrarse esperé no ver más sangre sobre su cuerpo, porque si lo hacía iba a perder la poca cordura que me quedaba.

Cuando Aiden reapareció en la escena sacudió su cabello con una toalla y pude jurar que su estado había vuelto a la normalidad... medianamente.

Le hice señas para que se sentara en su cama y posterior a ello le pedí que me esperara.

En el baño, con mi mochila en mano, ignoré el vapor y la humedad asfixiante; tomé una toalla de la repisa para humedecerla con el agua del lavamanos y así sacar la suciedad de mis antebrazos y manos. El jabón líquido de la estancia olía a pinos y cítricos, tal como Aiden. Era de alguna forma reconfortante.

La sangre era asquerosa y no lucía bien sobre mi piel, por lo que tallé lo más fuerte que pude hasta que salió. Luego me deshice de mi uniforme, viendo como su ropa y sus zapatos seguían en el piso; la doblé con cuidado de no ensuciarme de nuevo, tirándola toda la papera junto con mi uniforme escolar.

Soy una chica precavida, por lo que siempre llevaba conmigo mi ropa de entrenamiento: una camisa deportiva a juego con unos shorts. Posteriormente de vestirme, me lavé la cara y reacomodé mi cabello en mi cola alta lo mejor que pude.

Mis pies descalzos sintieron el frío del suelo, pero eso no me inmutó, solo quería regresar a la habitación sin que mi aspecto se viera aún más miserable de lo que ya estaba. Al terminar pude observar a Aiden aún sentado en el borde de la cama.

Las duchas hacían milagros, porque joder, parecía haber recuperado años de vida; su piel había vuelto a tener el aspecto lechoso de siempre y su camiseta y jogger negros hacían verlo como alguien normal.

—Debemos hablar —murmuró él, sorprendiéndome de tal forma que resultó inquietante.

Sus palabras hicieron que de inmediato chocara con la realidad y comprendiera así la gravedad de lo que acababa hacer. No quería cagarla; pero sin duda, lo había hecho y en grande.

A paso lento y casi agonizante me senté en el borde de su cama; mi rostro apuntando hacia el suelo y todo mi cuerpo temblando. Fui consciente de su presencia y de lo cerca que estábamos el uno del otro, por lo que me alejé de él unos cuantos centímetros. No quería seguir arruinándolo.

—Yo, yo solo... —Mi voz se cortó de forma casi aguda, no supe qué decir para arreglarlo, por lo que simplemente me limité a callar.

Aiden giró su rostro en mi dirección, haciendo que sintiera su mirada sobre mí por unos segundos que se sintieron como décadas.

—Tú solo... cállate —completó en un tono exigente—. Si no tienes nada bueno que decir, no digas nada.

Pero antes de que siquiera tuviera la oportunidad de protestar se acercó a mi rostro.

No me di cuenta de su cercanía hasta que sentí el roce de su mandíbula contra la mía y lo tibio de su aliento sobre mi rostro. No vi venir lo que estaba a punto de hacer; su mano rozó mi mejilla y juntó nuestros labios sin aviso alguno.

El contacto se sintió profundo a diferencia que antes. Sus labios ahora eran suaves y sabían a pasta de dientes. Internamente me agradecí a mí misma por no olvidar enjuagarme la boca, luego se inclinó un poco para lograr obtener un mejor acceso, cosa que hizo que se sintiera aún más íntimo como lo nunca había experimentado antes.

Mi estómago se contrajo y una corriente eléctrica se deslizó sobre mi columna vertebral; aunque eso solo duró unos segundos. Quise decirle que no se detuviera, pero tampoco tuve la confianza para ello, ni supe hacer algo para profundizar el beso, por lo que caí en cuenta que las cosas entre nosotros solo eran desastrosas y vergonzosas.

Así que en resumidas cuentas mi primer beso fue un poco asqueroso, pero las cosas mejoraron después de eso. Más o menos. Mi cuerpo se congeló, porque caí en cuenta de que era lo suficientemente torpe como para equivocarme.

Aiden estalló en carcajadas al ser consciente de mi reacción, dejándome perpleja y aún más incómoda que antes.

Era un hazmerreír y una horrible besadora, porque amigos, la teoría y la práctica son diferentes.

Segundos después su mano me sujetó el rostro, sosteniéndome firmemente en el lugar, impidiéndome así que me moviera o huyera del sitio.

—Solo déjalo, Kira —dijo Aiden tajante, su voz sonó grave contra mi oído.

Fruncí el ceño en confusión, sin saber a qué se refería o de qué hablaba.

No esperé a que respondiera agresivamente, levantándome para que pudiera quedar a horcajadas sobre su regazo.

Él nos rodó a los dos para que yo pudiera quedar arriba y esta vez realmente tomó el control del beso.

Me comenzó a besar como si intentara meterme todo lo que sentía por la garganta.

Me beso leve y sin agresividad, tan solo su toque hizo que me sintiera más viva que nunca. No supe lo que realmente estábamos haciendo, pero sentí mi piel erizarse por su toque y de repente todo el mundo pareció volar a mi alrededor.

Solo éramos él y yo, el lugar que nos rodeaba se había convertido en un simple accesorio sin importancia.

La sangre desapareció con el agua y los hombres de abajo nunca existieron. Solo me concentré en sentir, porque siendo sincera no me importaba nada más que el momento que estábamos viviendo.

Aiden me empujó suavemente como si estuviera tratando de memorizar cada momento. Mis brazos lo sujetaron alrededor de su cuello, para que él pudiera acunar mi rostro con ambas manos.

El reclamo de su boca era sorpresivamente suave, casto y nuevo. Solo un toque de labios.

De repente las cosas cambiaron y sentí como tiró de mi cabello para liberarlo de la cola alta que me había esmerado por arreglar lo mejor posible.

El beso comenzó a profundizar saliéndose de control cuando sentí recorrer su humedad en mi labio inferior. Aiden me apretó aún más cerca de su cuerpo, haciendo que me estremeciera ante su tacto para rodear fuertemente mis caderas.

¿Cómo un beso puede sentirse tan... íntimo? No lo sabía, pero no solo parecíamos un par de adolescentes calenturientos, lo éramos.

Estaba extasiada y solo podía desear que la burbuja del momento no explotara nunca en nuestras caras. No podía tener suficiente de él, lo quería tanto como lo necesitaba.

Cuando me soltó no pude mirarlo. Estaba temblando y él pareció notarlo, porque arrastró su pulgar sobre mi labio inferior como si aún me estuviese besando.

Cuando me atreví finalmente a mirarlo seguíamos en esa posición jodidamente incómoda de mis piernas rodeando su cadera.

Aiden siempre me miraba de una forma que no podía descifrar, solo que esa vez sus ojos ardieron con algo que no reconocí, pero que luego con el pasar del tiempo supe que era deseo. Su cuerpo estaba tan caliente que quemaba y su respiración se sentía agitada.

No supe si debía decirle algo o quedarme callada, pero él aun en esa situación sabía que decir; me sonrió creído y yo lo vi como una oportunidad para huir de su cuerpo. Era confuso y no sabía qué hacer, mucho menos qué decir. Ese día había dado muchas vueltas. Testigo de asesinato; un beso horrible; uno desastroso y uno increíble, todo en una misma noche.

Aquello se sentía malditamente genial.

Me recompuse a su lado en la orilla de la cama, cuando lo escuché aclarándose la garganta para comenzar a hablar:

—Odio cuando te recoges el cabello —murmuró de forma ronca.

Yo me quedé perpleja y el solo pudo colocar un beso en mi cuello que me hizo enrojecer, para luego subir y volver a mirarme.

—Verdaderamente no tienes que decir nada si no quieres, pero igualmente tú me besaste primero —me dijo grave y profundo, sonando casi como un carraspeo—. Yo solo estaba aclarando el punto aquí.

Sus palabras me sacaron de mi estupor para desconcertarme por completo, no entendí lo que decía, y por su gesto creo que pudo darse cuenta.

—No sé qué decirte, creo que fue suficiente con lo que dije esta mañana —le respondí con reproche, al tiempo que me cruzaba de brazos

Porque él me había rechazado y yo por mera rabia le habia lanzado a Stacy la mentira a la cara.

Él pareció incómodo pues se removió en su lugar.

—No entiendo tus metáforas, pero si querías besarme, esperaba mínimo lo hicieras directamente o me lo dijeras. No esperar a que simplemente quisieras que te besara por capricho tuyo —me aseguró con ímpetu. Su voz fue un poco más alta de lo normal; no pareció gustarle mi respuesta—. Y tú ni siquiera me diste la oportunidad de hablar y explicarte.

Yo había sido lo suficientemente clara, o eso creía.

Su mirada fue acusatoria, cosa que me avergonzó, ciertamente, podía soportar el rechazo del resto del mundo, pero no de su parte. El que Aiden me rechazara me hacía ser una mala perra con el mundo. Si alguien se le acercaba solo tenía que sacarla del camino.

—Pero tú...

—¿Esta vez sí puedo hablar sin que te molestes y saques a colación cosas que no tienen que ver? —preguntó inquisitivamente, interrumpiéndome. Yo solo pude asentir con la cabeza para que continuara—: No quiero tus jodidas primeras veces, quiero todo de ti. Haría lo que fuera por eso y más, solo tienes que decirme que sí.

De alguna forma, yo le estaba dando mi alma y él me estaba entregando la suya... para siempre.

Esa noche aprendí que Aiden y yo éramos capaces de hacer lo que sea el uno por el otro, incluso matar.

X

Buenas noches a todos. El capítulo de hoy va dedicado a una lectora que me dejo unos hermosos comentarios en una promo que me súper motivaron a subir este cap. Me hiciste casi llorar, te lo juro. Mil gracias.

Es el último capítulo del pasado de Aiden y Kira... también es el más importante, creo que ya se han dado cuenta; es lo que cambia un antes y un después en la vida de los dos y en sus mentes.

Hagan sus teorías. ¿Qué personaje se va a morir? 

¿Qué les pecio el cap? Se me puso la piel de gallina leyéndolo 

XOXO; Ashly. 

واصل القراءة

ستعجبك أيضاً

2.1M 96.2K 66
La asesinaron un 23 de octubre, y desde entonces todos se preguntan: ¿Qué le pasó a Elizabeth Parker? Venus, la protagonista, tras el reciente asesi...
708K 42.8K 119
No hay imposibles para Lana Miller, siempre quiere salirse con la suya, y en muchas ocasiones lo consigue, llegando a ser la excepción a todo si se l...
31.8K 2.2K 31
Después del protocolo de hermanas estás siguen ignorando a Lincoln al creer que el es el causante de sus problemas así que Lincoln decide irse a vivi...
3K 222 12
La Gran y poderosa diosa Quetzalcoatl decidió ir al Valhalla a informarte de asuntos divinos , Pero termino encontrandoce con un dios casi tan rebeld...