โž€ Yggdrasil | Vikingos

็”ฑ Lucy_BF

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๐˜๐†๐†๐ƒ๐‘๐€๐’๐ˆ๐‹ || โ La desdicha abunda mรกs que la felicidad. โž Su nombre procedรญa de una de las leyendas... ๆ›ดๅคš

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โ” Proemio
๐€๐œ๐ญ๐จ ๐ˆ โ” ๐˜๐ ๐ ๐๐ซ๐š๐ฌ๐ข๐ฅ
โ” ๐ˆ: Hedeby
โ” ๐ˆ๐ˆ: Toda la vida por delante
โ” ๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Fiesta de despedida
โ” ๐ˆ๐•: Una guerrera
โ” ๐•: Caminos separados
โ” ๐•๐ˆ: La sangre solo se paga con mรกs sangre
โ” ๐•๐ˆ๐ˆ: Entre la espada y la pared
โ” ๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Algo pendiente
โ” ๐ˆ๐—: Memorias y anhelos
โ” ๐—: No lo tomes por costumbre
โ” ๐—๐ˆ: El funeral de una reina
โ” ๐—๐ˆ๐ˆ: Ha sido un error no matarnos
โ” ๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Un amor prohibido
โ” ๐—๐ˆ๐•: Tu destino estรก sellado
โ” ๐—๐•: Sesiรณn de entrenamiento
โ” ๐—๐•๐ˆ: Serรก tu perdiciรณn
โ” ๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Solsticio de Invierno
โ” ๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: No es de tu incumbencia
โ” ๐—๐ˆ๐—: Limando asperezas
โ” ๐—๐—: ยฟQuรฉ habrรญas hecho en mi lugar?
โ” ๐—๐—๐ˆ: Pasiรณn desenfrenada
โ” ๐—๐—๐ˆ๐ˆ: No me arrepiento de nada
โ” ๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: El temor de una madre
โ” ๐—๐—๐ˆ๐•: Tus deseos son รณrdenes
โ” ๐—๐—๐•: Como las llamas de una hoguera
โ” ๐—๐—๐•๐ˆ: Mi juego, mis reglas
โ” ๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: El veneno de la serpiente
โ” ๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: ยฟPor quรฉ eres tan bueno conmigo?
โ” ๐—๐—๐ˆ๐—: Un simple desliz
โ” ๐—๐—๐—: No te separes de mรญ
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ: Malos presagios
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ: No merezco tu ayuda
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Promesa inquebrantable
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐•: Yo jamรกs te juzgarรญa
โ” ๐—๐—๐—๐•: Susurros del corazรณn
โ” ๐—๐—๐—๐•๐ˆ: Por amor a la fama y por amor a Odรญn
๐€๐œ๐ญ๐จ ๐ˆ๐ˆ โ” ๐•๐š๐ฅ๐ก๐š๐ฅ๐ฅ๐š
โ” ๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Donde hubo fuego, cenizas quedan
โ” ๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Mรกs enemigos que aliados
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐—: Una velada festiva
โ” ๐—๐‹: Curiosos gustos los de tu hermano
โ” ๐—๐‹๐ˆ: Cicatrices
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐ˆ: Te conozco como la palma de mi mano
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Sangre inocente
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐•: No te conviene tenerme de enemiga
โ” ๐—๐‹๐•: Besos a medianoche
โ” ๐—๐‹๐•๐ˆ: Te lo prometo
โ” ๐—๐‹๐•๐ˆ๐ˆ: El inicio de una sublevaciรณn
โ” ๐—๐‹๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Que los dioses se apiaden de ti
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐—: Golpes bajos
โ” ๐‹: Nos acompaรฑarรก toda la vida
โ” ๐‹๐ˆ: Una red de mentiras y engaรฑos
โ” ๐‹๐ˆ๐ˆ: No tienes nada contra mรญ
โ” ๐‹๐ˆ๐ˆ๐ˆ: De disculpas y corazones rotos
โ” ๐‹๐ˆ๐•: Yo no habrรญa fallado
โ” ๐‹๐•: Dolor y pรฉrdida
โ” ๐‹๐•๐ˆ: No me interesa la paz
โ” ๐‹๐•๐ˆ๐ˆ: Un secreto a voces
โ” ๐‹๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Yo ya no tengo dioses
โ” ๐‹๐ˆ๐—: Traiciรณn de hermanos
โ” ๐‹๐—: Me lo debes
โ” ๐‹๐—๐ˆ: Hogar, dulce hogar
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐ˆ: El principio del fin
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: La cabaรฑa del bosque
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐•: Es tu vida
โ” ๐‹๐—๐•: Visitas inesperadas
โ” ๐‹๐—๐•๐ˆ: Ella no te harรก feliz
โ” ๐‹๐—๐•๐ˆ๐ˆ: El peso de los recuerdos
โ” ๐‹๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: No puedes matarme
โ” ๐‹๐—๐—: Te he echado de menos
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ: Deseos frustrados
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐ˆ: Estรกs jugando con fuego
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Mal de amores
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐•: Creรญa que รฉramos amigas
โ” ๐‹๐—๐—๐•: Brezo pรบrpura
โ” ๐‹๐—๐—๐•๐ˆ: Ya no estรกs en Inglaterra
โ” ๐‹๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Sentimientos que duelen
โ” ๐‹๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: ยฟQuiรฉn dice que ganarรญas?
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐—: Planes y alianzas
โ” ๐‹๐—๐—๐—: No quiero perderle
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ: Corazones enjaulados
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ: Te quiero
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: La boda secreta
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐•: Sangre de mi sangre y huesos de mis huesos
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•: Brisingamen
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•๐ˆ: Un sabio me dijo una vez
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Amargas despedidas
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Te protegerรก
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐—: El canto de las valquirias
โ” ๐—๐‚: Estoy bien
โ” ๐—๐‚๐ˆ: Una decisiรณn arriesgada
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐ˆ: Tรบ harรญas lo mismo
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Mensajes ocultos
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐•: Los nรบmeros no ganan batallas
โ” ๐—๐‚๐•: Una รบltima noche
โ” ๐—๐‚๐•๐ˆ: No quiero matarte
โ” ๐—๐‚๐•๐ˆ๐ˆ: Sangre, sudor y lรกgrimas
โ” ๐—๐‚๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Es mi destino
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐—: El fin de un reinado
โ” ๐‚: Habrรญa muerto a su lado
โ” ๐‚๐ˆ: El adiรณs
โ” ๐„๐ฉ๐ขฬ๐ฅ๐จ๐ ๐จ
โ€– ๐€๐๐„๐—๐Ž: ๐ˆ๐๐…๐Ž๐‘๐Œ๐€๐‚๐ˆ๐Žฬ๐ ๐˜ ๐†๐‹๐Ž๐’๐€๐‘๐ˆ๐Ž
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โ” ๐‹๐—๐ˆ๐—: Rumores de guerra

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──── CAPÍTULO LXIX──

RUMORES DE GUERRA

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( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

◦✧ ✹ ✧◦

        LAS MALAS NOTICIAS NO CESABAN. Ese día se había llevado a cabo un pequeño concilio en el Gran Salón de Kattegat debido a la inesperada llegada de un barco procedente de Vestfold. Dicho navío traía consigo a una pequeña tripulación conformada por ocho hombres, quienes decían tener información sobre el rey Harald que podría interesar a Lagertha. El portavoz de aquel grupo de desconocidos, llamado Hakon —un pescador de Tamdrup—, se había reunido con la soberana hacía apenas una hora. En aquella improvisada reunión también habían estado presentes Ubbe, Kaia, Torvi, Guthrum, Drasil y Eivør, quienes se habían sorprendido al descubrir que aquellos balleneros habían sido enviados por Astrid para poder entregarles un mensaje de lo más urgente: que Cabello Hermoso tenía pensado atacar en dos lunas.

Aunque aquello no había sido lo único, ni mucho menos. Por lo visto, Ivar y Hvitserk Ragnarsson habían regresado de Inglaterra y se habían aliado con Harald para poder derrocar a Lagertha y hacerse con el control de Kattegat. Y aquello, como cabía esperar, no había sido del agrado de la rubia, mucho menos del primogénito de Ragnar y Aslaug, quien se había mostrado sumamente incómodo durante la mayor parte del debate. Y es que ahora más que nunca tenía claro que aquella brecha que se había abierto entre él y sus hermanos menores era insalvable.

Fuera como fuese, el tiempo —y la suerte— jugaba en su contra. El grueso del ejército del gobernante de Vestfold había aumentado de forma considerable ahora que Ivar y Hvitserk se habían unido a él, y eso los dejaba en una clara desventaja numérica, sobre todo ahora que Björn continuaba en su viaje por el mar Mediterráneo. Estaban a falta de guerreros, de ahí que necesitasen aliados más que nunca.

Otra cuestión que los tenía inmersos en un mar de incertidumbre era qué hacer de cara al ataque: ¿sería mejor repelerlo desde Kattegat, contando con la defensa de los fosos y las barricadas, o hacerlo en otro sitio completamente diferente?

Eivør había señalado que si era cierto que ahora El Deshuesado estaba con Harald, quedarse en Kattegat podría ser un grave error. A fin de cuentas, Ivar se había criado en la capital, lo que implicaba que conociese a la perfección sus puntos fuertes y débiles. Viendo cómo se había desenvuelto en territorio sajón, no le costaría idear una estratagema que llevase a su bando directo a la victoria.

Como bien había dicho Torvi, los días pasarían como el viento, por lo que debían actuar rápido y prepararse cuanto antes. Lagertha había decidido coliderar el ejército junto a Ubbe, quien se encargaría de comandar a los hombres, mientras que ella haría lo propio con sus preciadas skjaldmö, siendo La Imbatible su segunda al mando. También se había acordado llamar a todos los condes de la región y convocar una asamblea general para ponerles al corriente de las últimas novedades y concretar los detalles del futuro enfrentamiento.

Drasil no pudo evitar suspirar. Si bien le había aliviado enormemente saber que Astrid continuaba con vida, le había desconcertado a más no poder que ahora fuese la esposa de Harald, convirtiéndose así en la reina de Vestfold. ¿Cómo podía haberse casado con él? ¿Acaso no veía que era el enemigo, que no pararía hasta acabar con Lagertha y conquistar Kattegat?

Al principio, cuando Hakon mencionó que venía en nombre de Astrid y que esta había contraído matrimonio con Cabello Hermoso, le resultó imposible no tantear la posibilidad de que realmente las hubiera traicionado y que, junto a ese tal Trygve, hubiese ayudado a escapar a Harald. Pero desechó esa idea en cuanto el ballenero compartió con ellos aquella información tan vital de cara a la guerra civil que se avecinaba. ¿Lo habría hecho por supervivencia entonces? ¿O quizá como una táctica para convertirse en un topo dentro del bando enemigo?

Por todos los dioses, ¿por qué todo tenía que ser tan complicado?

La hija de La Imbatible solo esperaba que Astrid estuviera bien. Aquel conflicto apenas había comenzado y ya quería que terminase para poder rescatar a la morena y que todo volviera a ser como antes. Pero hasta Eivør se lo había advertido antes de abandonar el Gran Salón: ya nada volvería a ser igual.

Trazó el contorno de su jarra de cerveza con los dedos, maldiciendo su mala suerte. Miró a Ubbe, que permanecía acomodado frente a ella, ocupando una de las sillas que había en torno a la mesa de la zona común de la casa. En cuanto el concilio había llegado a su fin, ambos habían puesto rumbo a la vivienda del caudillo vikingo, a fin de pasar algo de tiempo juntos. Pero la sombra de lo departido hacía aproximadamente una hora aún seguía sobre ellos, enturbiando su estado de ánimo.

Drasil compuso una mueca condescendiente.

Aquello no estaba siendo nada fácil para Ubbe, era más que evidente.

—¿Quieres hablar? —propuso ella en un tono dulce y afable.

Su prometido hizo un mohín con la boca, justo antes de terminarse lo que le quedaba de cerveza de un trago. Depositó el vaso de cuerno en la superficie de la mesa y se secó las comisuras de los labios con el dorso de la mano. Sus iris celestes habían perdido su habitual brillo, tornándose brumosos y opacos. Había sido así desde que Hakon les había puesto al tanto de la supuesta alianza de Harald con Ivar y Hvitserk, y realmente no podía culparle.

—Esto destrozará el legado de mi padre —bisbiseó Ubbe con la mirada perdida. A la escudera verlo así, tan hundido y abatido, le rompía el corazón en mil pedazos—. Pero supongo que ya no hay vuelta atrás... Hvitserk y Ivar han decidido estar en mi contra. —Se encogió de hombros, resignado.

Drasil volvió a suspirar. Se puso en pie y avanzó hacia el Ragnarsson, para posteriormente sentarse en su regazo. Ubbe la recibió con los brazos abiertos, posando las manos en sus caderas, las cuales masajeó con mimo y detalle. La muchacha, por su parte, entrelazó las suyas detrás de su nuca, mirándolo directo a los ojos. Quería que supiera que estaba ahí para él y que no pensaba abandonarle por nada del mundo. Que podía contar con ella para lo que fuera.

—Hey, hey... Todo saldrá bien, ¿de acuerdo? —aseveró, tratando de reconfortarlo—. Aún tenemos tiempo para prepararnos.

Condujo una de sus maltratadas manos a la mejilla derecha del joven y la acarició con cariño. Este no tardó en unir sus frentes en un tierno gesto, cerrando los ojos en el proceso. Tenía la impresión de que, a esas alturas de su vida, Drasil era la única persona en todo Midgard capaz de apaciguarlo, de sofocar sus furias y desterrar sus miedos. Era como si su simple presencia ejerciera un efecto calmante en él, y eso le encantaba a más no poder.

—Todo saldrá bien —repitió la castaña en un susurro. Estaban tan cerca el uno del otro que sus hálitos, ligeramente aromatizados por la cerveza que habían ingerido, se entremezclaban. 

Drasil no lo dudó y acabó cubriendo los labios del primogénito de Ragnar y Aslaug con los suyos, besándolo con todo el amor que le profesaba. Arqueó la espalda al sentir las experimentadas manos de Ubbe paseándose libremente por su espina dorsal, trazando la línea de su columna con los dedos... Hasta que llegó a sus hombros. La tomó por ellos y la instó con suavidad a que se apartara de él.

La hija de La Imbatible lo observó con confusión.

—Dras... Hay algo que debo decirte —manifestó el guerrero, muy serio.

La susodicha se tensó como un resorte al escucharlo.

—¿El qué? —quiso saber—. ¿Ha ocurrido algo?

Ubbe aspiró una temblorosa bocanada de aire, desazonado. Ya habían transcurrido tres días desde que Margrethe se había presentado en su casa en mitad de la noche. Tres días desde que su antigua amante —y esclava— lo había sorprendido con una serie de besos que lo habían hecho sentirse sucio, como si le hubiera traicionado a la que ahora era su prometida. Y en esos tres días no había dejado de pensar en ello y de sentirse tremendamente culpable. Cada vez que Drasil lo besaba o le dedicaba alguna caricia los remordimientos hacían presa de él, carcomiéndolo por dentro. Hasta el punto de sentirse incómodo ante su mero contacto.

Lo que sucedió aquella noche no había sido consentido. Margrethe había jugado sucio, pillándole desprevenido en un momento de vulnerabilidad, pero aun así se odiaba a sí mismo por no haber sospechado antes de sus intenciones. Por no haberla frenado a tiempo.

Por ese motivo necesitaba contárselo a Drasil.

No se fiaba de la rubia, de ahí que quisiera que lo supiese por él.

—En realidad, sí —dijo Ubbe, respondiendo a su pregunta. Pudo percibir cómo los músculos de la skjaldmö se contraían en un acto reflejo, lo que le impulsó a frotar sus brazos con delicadeza para ayudarla a relajarse—. Se trata de Margrethe —reveló finalmente, a lo que Drasil frunció el ceño, poblando su frente de arrugas. Era obvio que aquello no le iba a gustar lo más mínimo, pero tenía que decírselo. Merecía saberlo—. Ella vino a mi casa hace tres noches. Se la veía muy afectada, no paraba de llorar... Dijo que era por Hvitserk, porque se sentía sola y desprotegida. Así que la dejé entrar para que pudiera desahogarse conmigo. —Se aclaró la garganta ante la fulminante mirada que le dedicó su interlocutora. Sí, definitivamente no estaba siendo de su agrado nada de lo que estaba oyendo—. Empezó a decirme cosas, a tratar de llenarme la cabeza con ideas que... —Se rascó la nuca con cierto nerviosismo—. Me besó.

Se hizo el silencio.

Drasil se quedó paralizada, como si le estuviera costando procesar aquel último comentario. La tensión que se había apoderado de su menudo cuerpo se había incrementado, hasta el punto de hacer que se pusiera totalmente rígida. Sus pulsaciones se dispararon y su respiración se agitó en consecuencia. Y entonces una peligrosa llamarada la recorrió de pies a cabeza, amenazando con incendiar todo a su paso.

—¿Qué? —Parpadeó varias veces seguidas, atónita.

—Fue ella, Dras. Yo ni siquiera lo esperaba —se apresuró a aclarar Ubbe sin poder disimular un timbre de atribulación en la voz. Temía una mala reacción por su parte, que no le creyese—. La aparté en cuanto fui capaz de reaccionar. Hey, no... Espera.

La hija de La Imbatible se puso en pie y retrocedió un par de pasos en tanto se abrazaba a sí misma. Estaba demasiado aturullada, ¿cómo se suponía que debía sentirse ante algo así? ¿Es que acaso aquella maldita arpía no se rendía nunca? Su mente no paraba de bullir debido a los turbulentos pensamientos que la agitaban.

—Dras, mírame. —El Ragnarsson también se levantó para poder situarse frente a ella y acunar su semblante entre sus grandes y robustas manos, obligándola a restablecer el contacto visual con él—. No pasó nada más, te lo prometo. Le pedí que se fuera después de eso... Hey, escudera. Solo te quiero a ti, ¿me oyes? Lo que tuve con Margrethe es agua pasada —le aseguró, haciendo especial hincapié en esa última locución.

La aludida negó con la cabeza, disgustada. Se sentía tan insegura en aquellos momentos que no sabía cómo encajarlo.

—Te lo prometo, mi amor. —Aquel apelativo que había empleado para dirigirse a ella hizo que Drasil lo mirase con cierta sorpresa, dado que esa era la primera vez que la llamaba así. Una pequeña lágrima resbaló por su mejilla izquierda, lágrima que Ubbe no demoró en secar con su dedo pulgar—. Margrethe no significa nada para mí. Tú eres la única que me importa, la mujer con la que quiero pasar el resto de mi vida.

Dicho esto, la besó repetidas veces en los labios y la envolvió en un afectuoso abrazo, acunándola contra su pecho. La culpa y los remordimientos continuaban ahí, martirizándolo, haciéndole sentir ruin y miserable... Pero el bienestar de su pareja estaba por encima de todo, incluso de él mismo.

Drasil apenas reaccionó. Su cuerpo se había quedado laxo en brazos de Ubbe, que la arrullaba mientras le susurraba palabras reconfortantes al oído. Estaba demasiado ocupada recreando en su cabeza el momento exacto en el que su prometido y la antigua thrall compartían un beso de lo más fogoso y pasional.

—¿Querías verme?

Kaia abandonó el umbral de la puerta y se adentró en aquella dependencia del Gran Salón en la que Lagertha la había citado poco después de que finalizara la asamblea. La soberana se encontraba arrellanada en una de las sillas que había dispuestas en torno al voluptuoso fuego que ardía en el hogar. La Imbatible no tardó en reparar en la presencia de una segunda figura que permanecía relegada a un rincón de la estancia, sumida en un silencio sepulcral.

Guðrun.

Nada más reconocer su voz, la muchacha alzó la mirada, focalizando toda su atención en Kaia, que no lo dudó a la hora de regalarle una efímera sonrisa. Guðrun la correspondió con algo de timidez, para luego volver a clavar la vista en el suelo. No hacía falta mencionar que la esclava se sentía cada vez más cómoda y segura en presencia de la afamada skjaldmö.

—Ven. Siéntate conmigo —pronunció Lagertha a la par que palmeaba el asiento de la butaca que quedaba libre a su derecha. Kaia obedeció, acomodándose en ella con un gesto vacío de toda expresión—. ¿Quieres tomar algo? ¿Cerveza, hidromiel...? —le ofreció.

La recién llegada negó con la cabeza.

Las últimas noticias le habían cerrado el estómago.

La rubia, en cambio, no se privó de nada y le pidió a Guðrun que le sirviera un poco de mjöd en un vaso de cuerno. La thrall hizo lo que se le había ordenado con rapidez y eficacia, regresando a aquella solitaria esquina una vez que hubo cumplido su cometido.

—¿Qué opinas de todo lo que nos ha dicho Hakon? —inquirió Lagertha, dándole un pequeño sorbo a su bebida. Cruzó una pierna sobre la otra y alisó la falda de su elegante vestido con la mano que tenía libre. Lucía... despreocupada. Aunque era evidente que aquello tan solo era una fachada—. Por lo visto, Astrid está mucho mejor que todos nosotros. Quién lo iba a decir —añadió con cierto retintín.

Kaia respiró hondo y exhaló despacio. No iba a negar que le había descolocado enterarse de que ahora Astrid era la esposa de Harald, pero estaba segura de que no se había unido a él por voluntad propia. El gobernante de Vestfold parecía desesperado por encontrar una mujer a la que desposar y con la que tener herederos, de ahí que no le resultase descabellada la idea de que la hubiese forzado a contraer matrimonio con él. Y es que Harald nunca jugaba limpio.

—Lo habrá hecho por necesidad, por pura supervivencia —expuso la castaña. La desconfianza de Lagertha, ese recelo que la impulsaba a cuestionar hasta la lealtad de sus más allegados, no hacía más que aumentar, empezando a alcanzar cuotas críticas—. ¿Acaso nosotras no habríamos hecho lo mismo de estar en su lugar? Además, se ha arriesgado mucho al hacernos llegar este mensaje. Es gracias a ella que sabemos que Harald planea atacarnos dentro de dos meses.

La reina guardó silencio, meditabunda.

Su opinión siempre había sido muy valiosa e importante para ella, puesto que lo veía todo desde una perspectiva diferente a la suya. Una más imparcial y objetiva.

—Debemos pensar muy bien lo que vamos a hacer —prosiguió Kaia—. Ya no solo hablamos de Harald, sino también de Ivar y Hvitserk. Era cuestión de tiempo que estos dos últimos regresaran de Inglaterra y forjasen alianzas con otros líderes para derrocarte. —Se masajeó las sienes con acritud, buscando aliviar ese dolor de cabeza que llevaba acompañándola desde que aquel barco pesquero había atracado en el muelle de Kattegat.

Lagertha fijó la mirada en el contenido de su jarra, dándole vueltas a lo que La Imbatible acababa de decir. Su lugarteniente tenía razón: debían ser muy cuidadosos a la hora de planificar su siguiente jugada. Ahora que sus enemigos se habían compinchado entre ellos, las posibilidades de salir victoriosos de aquel conflicto que Cabello Hermoso había iniciado se reducían, y mucho. Un paso en falso y sería el fin para todos ellos.

—Al parecer, Trygve está en Tamdrup —indicó la soberana, volviendo a alzar el rostro hacia Kaia, que había entrado en tensión ante la mención del que había sido su amante—. Por lo que nos ha contado Hakon, ahora debe ser un fiel servidor de Harald. Se ha convertido en alguien bastante popular en Vestfold. —Le resultó imposible no arrugar la nariz con desagrado. Ansiaba hacérselo pagar a ese maldito traidor, pero de sobra sabía que aquello no le correspondía a ella—. ¿Cómo te sientes? Me imagino que no debe ser fácil para ti.

La castaña la observó con una ceja arqueada.

—¿Y eso por qué? —farfulló—. ¿Acaso crees que siento algo por él?

—¿Es así? —consultó Lagertha—. No te juzgaría de ser ese el caso.

Kaia inspiró por la nariz. No quería perder la paciencia.

—No —respondió, tajante.

No mentía. Si en su momento estuvo dispuesta a dejarle escapar, a darle la oportunidad de sobrevivir, fue porque no quería que la muerte del padre de su futuro hijo pesase sobre su conciencia. Tenía demasiada presión encima y no pensó con claridad. Por no mencionar que Trygve había sido uno de sus principales pilares en ausencia de Drasil. La había ayudado a sobrellevar mejor su partida, de ahí que se hubiese sentido tan abrumada al descubrir que todo había sido una vil mentira.

Mantuvo con firmeza la acuciante mirada que le estaba dedicando la rubia, que lucía arrebatadora a la luz del fuego que crepitaba frente a ellas. Por un instante le pareció ver en sus orbes azules un destello de alivio, como si su contestación le hubiese quitado un gran peso de encima. Aunque no tardó en descartar esa idea.

El suspiro que emitió Lagertha la devolvió a la realidad.

—Lo siento, Kaia —musitó la reina tras unos segundos más de fluctuación. Sus disculpas desconcertaron a la mencionada, que no pudo hacer otra cosa que pestañear con incredulidad—. Lamento todo lo que ha ocurrido en estas últimas semanas. No fui justa contigo. —Realizó una breve pausa, lo justo para tomar aire. Con gran pesar, clavó sus iris celestes en los grises de la que era su más leal escudera. Y su mejor amiga—. Te juzgué de una manera que no merecías. No cuando siempre has estado ahí para mí, acompañándome tanto en los buenos como en los malos momentos.

Kaia apretó los labios en una fina línea blanquecina, tratando por todos los medios de mantener sus inestables emociones bajo control. Todo se había desmoronado a raíz de la huida de Harald y Trygve. Las cosas entre ellas se habían enfriado demasiado, hasta el punto de hacer que se distanciaran como nunca antes. Y eso que llevaban juntas más de veinte años.

Lagertha le había hecho mucho daño. Había dudado de ella, responsabilizándola de la liberación del gobernante de Vestfold y del secuestro de Astrid. Y aquello había hecho que colapsara, que llegase a su límite... Perdiendo a su pequeña hija en el proceso. Pero la soberana parecía haberse dado cuenta del error que había cometido con ella, y ahora quería enmendarlo.

—Te fallé. Y no hay un solo día que no me arrepienta de ello. —Los ojos de Lagertha se cristalizaron, aunque apenas duró unos instantes. Tragó saliva y se sorbió la nariz, obligándose a recuperar la compostura. No había olvidado que Guðrun continuaba ahí, en su rincón silencioso—. No quiero que sigamos así, no ahora que debemos estar más unidas que nunca —confesó, justo antes de posar su mano derecha en la izquierda de La Imbatible, que la tenía apoyada en el reposabrazos de su silla. Gracias a los dioses, Kaia no repelió su contacto—. Te echo de menos. Extraño tu compañía, estar contigo... ¿Podrás perdonarme?

El corazón de la castaña arrancó a latir desenfrenadamente ante eso último. Su expresión se suavizó y sus orbes cenicientos relampaguearon con vigor, como dos estrellas en el firmamento. Sentir de nuevo el roce de su piel hizo que un agradable cosquilleo se instaurase en la boca de su estómago. Por Odín, Lagertha despertaba tantas cosas en ella con tan solo una mirada o una caricia... Ella también la había echado de menos, sin duda alguna.

—No te guardo rencor. Nunca lo he hecho —adujo Kaia, a lo que su interlocutora expulsó todo el aire que había estado conteniendo—. Pero no quiero que vuelva a pasar nada semejante. No quiero que vuelvas a poner en duda mi lealtad hacia ti. —Su tono de voz no admitía réplica, al igual que su expresión. Estaba dispuesta a empezar de cero, pero no podía hacerlo sola. Lagertha también tenía que poner de su parte.

La rubia negó con la cabeza.

—No volverá a suceder. Te lo prometo.

La más joven inhaló profundamente. Llevó su mano derecha a la de Lagertha y se la estrechó con dulzura. Sabía que estaba siendo sincera, que realmente se arrepentía de su comportamiento, y eso le bastaba para dejar el pasado atrás. Ambas habían tenido su punto en aquel asunto, su parte de razón. Las dos se habían equivocado y habían admitido sus errores, ateniéndose a las consecuencias de sus actos. Pero, como bien había señalado Lagertha, ahora debían estar más unidas que nunca.

E iban a enfrentar aquella guerra juntas.

—¿Estás conmigo en esto? —preguntó la reina.

Kaia esbozó una inapreciable sonrisa, aún con sus manos aferradas a las de Lagertha. Quiso decirle tantas cosas en aquellos momentos... Pero nunca lograba reunir el valor suficiente para hacerlo, para desvelarle lo mucho que la amaba.

—En esto y en todo —solventó con la convicción grabada a fuego en sus titilantes pupilas. Se tomó unos instantes para poder admirar sus bellas facciones, tentada a acortar la distancia que las separaba y besarla como llevaba tiempo deseando. Como hacía en sus sueños y fantasías—. Lucharé por ti las veces que haga falta.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

N. de la A.:

¡Hola, mis pequeños vikingos!

Vale, definitivamente en esta historia no existe un término medio: cuando parece que un drama empieza a resolverse, otro nuevo aparece. Y la verdad es que no me arrepiento lo más mínimo :D Porque no os voy a mentir... Lo que se viene es una maldita montaña rusa. Tengo escrito hasta el capítulo 73 y hasta yo misma quiero liarme a puños con ciertos personajes. Con eso os lo digo todo, jeje.

Pero bueno, mejor vayamos por partes.

Primero hablemos de nuestro bienamado Drabbe. Llevábamos cinco capítulos sin disfrutar de uno de nuestros ships favoritos y han regresado de una forma un tanto agridulce. Echadle la culpa a Margaperra, que la está liando parda u.u But decidme, ¿os esperabais que Ubbe se atreviera a contarle lo ocurrido a Drasil? Muchos comentasteis en capítulos anteriores que sería la propia Margrethe quien se encargaría de pregonarlo a los cuatro vientos, pero, por suerte, ha sido nuestro sassy Ragnarsson. Aunque Dras no es que se lo haya tomado muy bien, la verdad x'D

Y vosotros diréis: entonces, si Margaperra ya no juega con el factor sorpresa... ¿QUÉ VA A PASAR EN LOS PRÓXIMOS CAPÍTULOS? ¿QUÉ FUTURO DRAMA NOS TIENES PREPARADOS?

Ay, amigos. Jugar con la psicología de los personajes da mucho de sí.

Pero, gracias a Odín, luego ha venido Kagertha a endulzarnos un poco las cosas. Yo es que no puedo con estas dos. Se me cae la baba escribiendo sus escenas, sobre todo cuando Kaia se pone en modo enamorá perdía. Si es que es un trocito de pan. ¿Confirmamos que es el personaje más bueno y honorable de todo Yggdrasil? Confirmamos. La pobrecita mía solo necesitaba unas disculpas por parte de Lagertha </3

Inserten aquí sus apuestas sobre lo que tardará Laggy en volver a ser una intensita y una paranoica. Porque no olvidemos que durante su etapa como reina se volvió un poco (bastante) tirana :)

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo. Si es así, por favor, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

P.D.: muchas gracias a todos aquellos que me dejasteis mensajes de apoyo en el capítulo anterior. Sois un amor :3

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