30 días para enamorarme

By ReynaCary

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Laini es alumna de Martín y por azares del destino se unen con un propósito. Demostrar que solo hacen falta 3... More

Una L plateada
Presidenta del mundo
Su princesa
La única favorita
Buenas noches
"30 días para enamorarme (Parte I)"
Ansiosa
Ignorarme
Color coral
Tu mano
Recuerdo tangible
Grito desesperado
Estrella fugaz
Encantadora pelirroja compacta
Cuidador de tus sueños
¿Celoso?
Hogar, dulce hogar
Pitufo
Sueños con él
Lluvia de estrellas
Dulce como cupcake
No podré besarte
Hormiga pelirroja
En un hospital
Laini
Legalmente suyas
Olor amargo
Una persona que quiero mucho
Los problemas de papá y mamá
Lo prometo por...
Me quedaré pequeña
Quiero vivir aquí
Abrazando a Katia
Anhelando 18 años
Cierra los ojos

Prólogo

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By ReynaCary


PRÓLOGO

El primer encuentro entre Martín y Laini fue un 5 de febrero cuando empezaron las clases de un nuevo semestre en el Instituto Milae. Él estaba siendo presentado a los alumnos por la directora cuando la joven pelirroja irrumpió en el salón de clases haciendo escándalo por el largo de la falda del uniforme.

—¡Ja! Estas faldas parecen de monja —escuchó una aguda voz en la puerta del salón pero Martín estaba casi seguro que aquellos dos grandulones con rostros serios de pie en ese lugar no eran los dueños de esa voz. Pero sí se preguntó si eran basquetbolistas porque fácilmente le sacaban 15 centímetros de altura, y él no era un hombre de baja estatura.

La directora cerró los ojos y Martín intuyó que era algún método de relajación para mantener la paciencia. Los dos jóvenes parecían petrificados en la puerta y aunque no habían dicho ni una palabra sus expresiones parecían estar pidiendo permiso para entrar al aula. En el momento en que la directora abrió la boca para hablar de nuevo volvió a sonar la vocecita aguda.

—¿Por qué no se mueven? ¿Cuándo piensan entrar? —presionó.

—Laini —habló la directora después de lanzar un suspiro—. Es el primer día de clases, por favor —pareció decirle aquello último casi como una súplica.

La directora asintió y los dos jóvenes se apresuraron a entrar al salón dejando a la vista a una pequeña pelirroja con una falda gris que le llegaba por debajo de la rodilla y un saco del mismo color que era un par de tallas más grandes o tal vez Laini era un par de tallas más pequeña. Lo que fuese, si cualquier persona hubiese visto a esa joven de espalda y con ropa casual podría haber pasado por una estudiante de primaria, era impresionante que seguro no medía más de metro y medio.

—¿En serio? —Laini señaló su ropa—. ¿Todos los semestres serán así? —empezó a acercarse a la directora hasta que quedó frente a ella. Martín seguía de pie, sin moverse—. Por suerte esta vez traje conmigo un kit de costura. Pero es imperdonable, no todos podemos medir lo que los niños ricachones de los otros edificios miden, disculpa Sandra, pero durante mi infancia no pude consumir el suficiente calcio para crecer, espero que consideren mandar a hacer los uniformes de tallas más pequeñas.

La directora se sobó las sienes y Martín se sorprendió con la forma tan casual de la joven al hablarle, como si no la viese con la autoridad que debía y él aún no se atrevía a llamarla por su nombre a pesar de que ya haber tratado con ella un par de meses antes de iniciar las clases.

—Puedes dejar tus quejas para después —dijo la directora y lo señaló con su mano derecha—. En este momento estoy presentando a su nuevo profesor. Haznos el favor de sentarte para que pueda continuar con la introducción.

Los ojos de Laini se dirigieron hacia él dedicándole una sonrisita antes de encoger los hombros.

Bene —contestó la joven y se giró quedando frente a los alumnos, señaló a un muchacho sentado en el primer asiento de la fila de en medio—. Tú, gracias por apartarme el lugar, pero ya puedes quitarte.

El muchacho rodó los ojos levantándose a regañadientes como si no tuviese otra opción, Laini sacudió el asiento antes de sentarse, dejó caer su mochila de golpe y se apoyó en el respaldo.

—No era mi intención interrumpir —le comentó a la directora y asintió con la cabeza como si le estuviera dando permiso para proseguir.

La mujer suspiró y continuó hablando volviendo a los alumnos con una expresión seria, digna de temer.

—Como estaba comentando antes de la interrupción, él es Martín Valenzuela, estará impartiendo la clase de Matemáticas debido a la jubilación de la profesora Fuentes...

—¡Sí! —celebró Laini que enseguida cubrió su boca de forma inocente.

—... también —continuó la directora fastidiada—, será el tutor de este grupo así que pueden pedirle orientación, aunque es un profesor nuevo conoce mucho sobre el instituto y sus reglas. Tiene el permiso de poner castigos y reportes de su conducta en cualquier momento, espero que les sirva como advertencia.

Continuó hablando durante unos minutos y aunque se suponía que era una presentación para Martín, parecía estar dictándoles la sentencia a los alumnos. Él decidió observar a la clase para estudiar sus expresiones, algunos estaban muy tensos y lucían preocupados, otros sabían controlar más sus facciones luciendo serios y después estaba Laini que tenía una sonrisa juguetona en el rostro mientras paseaba su mirada de la directora hacia él, en un par de ocasiones sus miradas se encontraron.

—Ya conocen las reglas —Laini bostezó y la directora continuó hablando—. Ustedes sabrán si quieren terminar el instituto o no.

Después de unas advertencias más la directora por fin terminó de sentenciar a los alumnos y llamó a Martín para hablar fuera del salón.

—Sé que ya le había comentado esto anteriormente pero este grupo pertenece a la clase D del instituto y, este en especial, tiene alumnos... muy diferentes, la mayoría son becados o con mal comportamiento, algunos problemas para prestar atención y también está Laini, no suele ser un problema pero le gusta mucho llamar la atención y confundir a los profesores aunque no tiene por qué preocuparse, suele pasar bastante tiempo en la dirección, pero bueno, de eso hablaremos después, será mejor que no deje de vigilarlos durante mucho tiempo. Lo espero en mi oficina al finalizar las clases.

—De acuerdo —respondió despidiéndose de la mujer con un asentimiento.

Cuando Martín entró al aula esperaba encontrarse con cualquier cosa menos a Laini en un short negro y la falda sobre la mesa de su asiento con un kit de costura al lado. La joven pelirroja tenía unas tijeras en las manos y parecía dispuesta a asesinar la tela que sobraba de su falda.

—¿Qué piensas hacer? —le preguntó Martín seriamente.

—Arreglaré mi falda, no pienso estar durante las próximas 8 horas con esta cortina alrededor de mis piernas.

—Hazlo después de mi clase —ordenó con voz firme.

—Prometo no hacer ruido...

—Ya he dicho que no puedes hacerlo en mi clase y si no te parece puedes retirarte —le ofreció señalando la puerta y ella tragó exageradamente.

La chica pelirroja abrió y cerró la boca un par de veces pero las palabras parecían no salir de su boca y pese a lo excelente actriz que era él entendió que ella se estaba burlando tratando de verse intimidada.

—Me agradas, Martín —dijo finalmente con una sonrisilla burlona—. Espero que tu clase sea interesante durante el semestre, es muy probable que me quede aquí. Por cierto, me sorprende que estés usando un uniforme ¿acaso no te dijeron que los profesores no deben usarlo?

—¿Qué? —preguntó confundido.

Ella lo señaló.

—Mírate, vistes con un saco gris, del mismo tono de nuestro uniforme escolar, no creo que haya sido una coincidencia.

Martín se echó un vistazo rápido y casi se sonrojó al darse cuenta que la pelirroja tenía razón, parecía estar usando el uniforme masculino del instituto, incluso tenía el mismo corte. Adiós a sus trajes grises, que eran una mayoría.

Laini soltó una carcajada mientras lo veía, él le dirigió una mirada, fue entonces cuando la joven colocó un dedo sobre sus labios y se encogió de hombros. Él, pese a que sabía que no era correcto seguir la corriente a los adolescentes endureció su expresión y ella levantó una ceja. Se dio cuenta que entraron en una especie de juego en donde la chica no planeaba perder.

—Nada, adelante, empieza la clase yo estaré aquí muy callada —señaló a su falda extendida en la mesa—. Tengo cosas que hacer, Martín.

—Soy tu profesor, debes de respetar a tus mayores.

La sonrisa de Laini dejó de ser burlona para tensarse.

—Cuando ellos me respeten a mí —murmuró.

Martín estaba por continuar discutiendo pero decidió que no debía perder su tiempo con una sola persona cuando tenía a otros 39 alumnos por atender. Lanzó un vistazo a los demás estudiantes, los cuales ya se veían más tranquilos desde que la directora salió del aula. Asintió y caminó hacia su escritorio.

—Muy bien, como antes explicó la directora seré su nuevo profesor de matemáticas además de su tutor después de clases, cualquier duda o inconformidad pueden decírmela a mí y me encargaré personalmente —apoyó las manos en el respaldo de la silla y continuó hablando—. Como es el primer día de clases y no los conozco me gustaría que me dijeran sus nombres o apodos y algún dato extra sobre ustedes que consideren curioso, ya sea relacionado con la escuela o sus pasatiempos, lo importante es romper el hielo ¿Alguien quiere empezar?

Martín ya había hecho ese ejercicio con anterioridad y era normal que nadie quisiera ser el primero en presentarse, pero antes no había tenido una alumna como Laini, tal vez porque sus anteriores alumnos habían sido universitarios o tal vez porque había pocas como ella. En esta ocasión ella levantó la mano entusiasmada, tenía una aguja entre sus dedos y la clavó en un pedazo de tela antes de empezar a hablar sin que si quiera le hubiesen dado la palabra.

—Yo empiezo —se puso de pie, lo cual no marcó mucha diferencia en su estatura—. Soy Laini, pueden decirme así y aunque ya conozco a la mayoría de mis compañeros por los semestres pasados de nuevo aclaro que no me gusta que me llamen por mi apellido, cualquiera que lo haga sufrirá las consecuencias. Respecto a algo curioso sobre mí —se quedó pensativa por unos segundos—, me gusta el italiano, la comida y quiero estudiar arquitectura, es todo.

Martín asintió, ese sería un nombre que jamás olvidaría.

—¿Algún otro voluntario? —preguntó y uno de los estudiantes grandotes que venían con Laini levantó la mano y se puso de pie—. Adelante.

—Me llamo Samuel, Laini me dice Samu —la pelirroja levantó un pulgar pero no dijo ni una palabra—, tengo Trastorno por déficit de atención, como la mayoría de nosotros, y me gusta estudiar —sin añadir nada más tomó asiento.

—Gracias, Samuel...

—Samu está bien.

—Samu —repitió Martín.

Después Martín no tuvo que preguntar quién quería hablar, los demás jóvenes empezaron a presentarse, cada vez con más confianza. Se dio cuenta que todos los alumnos, a excepción de Laini, tenían TDAH, ansiedad o dislexia, ellos lo decían fácilmente y entre alumnos parecían conocerse bastante bien, le pareció que era algo que no debía pasar por alto.

Le habían advertido que tendría un grupo difícil pero nadie le había dicho los motivos, no eran malos estudiantes, solo tenían pequeñas diferencias de los otros alumnos. De repente le molestó que el instituto clasificara a sus alumnos de aquella forma. El Instituto Milae era uno de los más importantes a nivel nacional por su excelencia académica, era conocido que la mayoría de sus estudiantes eran jóvenes con una situación económica elevada aunque también tenía a los estudiantes becados pero ellos estaban en otra parte del instituto, en el edificio D, vestían otro tipo de uniforme, llevaban un horario diferente y tenían mala fama por ser "malos alumnos", ahora se daba cuenta que no era así, los mismos empleados del instituto les creaban una mala imagen.

Mientras los alumnos se presentaban Martín vio como Laini movía sus manos haciendo un trabajo de costura en unos minutos, cuando las presentaciones terminaron, ella ya finalizó con su falda.

—Muy bien...

—¿Muy bien? —preguntó Laini levantando la mirada de su falda para enfrentarlo—. Ya nos dijiste tu nombre pero aún no te has presentado correctamente ¿Cuál es tu apodo? ¿Has dado clases en otros institutos? ¿Datos curiosos? Lo mismo que el profesor pide es lo mismo que debe dar.

Los alumnos rieron pero apoyaron la idea de su compañera.

—Amm, bueno —se aclaró la garganta—. No tengo apodo...

—Eso no será un problema —dijo Laini.

—Impartí clases en la universidad durante tres años. Me gustan los videojuegos —la clase lo apoyó—, y me gusta mi trabajo.

—¿Cuántos años tienes, Martín? —le cuestionó.

—29 —respondió.

Laini levantó una ceja.

—No más trajes grises para ti—comentó y el timbre sonó por las bocinas.

Los alumnos empezaron a salir hasta que en el salón solo quedaron Laini y Martín. Su falda aún seguía sobre la mesa pero el kit de costura ya había desaparecido, Martín vio como ella estudiaba la falda y negaba con la cabeza.

—¿Sucede algo? —le preguntó más que nada para llenar el silencio en el aula.

Laini suspiró.

—Esto no tiene mi estilo —murmuró—, necesito algo que diga Laini en este uniforme.

—Está en contra de las reglas alterar el uniforme escolar.

—Sí, bueno, no estoy muy a favor de las reglas escolares además Sandra me deja hacerlo, como habrás notado tengo cierto poder sobre ella y sólo lo uso cuando es estrictamente necesario.

—Ah, ¿se puede saber de qué privilegios gozas?

—¿Has escuchado los rumores sobre el instituto? Esos del instituto decayendo académicamente los cuales eran verdad hasta el año pasado —Laini se levantó de su asiento y ponerse la falda, Martín apartó la vista por educación—. Soy el primer lugar de la directora... ¡Ya sé! Necesito unos estoperoles, se verán increíbles con la falda.

Tomó el saco que había dejado en el respaldo del asiento y su mochila.

—Nos vemos en la dirección a la hora de la salida —le sonrió Laini y salió del aula.

Martín decidió olvidar los últimos minutos. De pronto deseó volver a impartir clases en la universidad, ahí los alumnos tendían a ser un poco más respetuosos y responsables que los de instituto, pero había sido su decisión y era el primer día, esperaba que eso cambiara durante el semestre.

Al finalizar las clases fue a la dirección del instituto y se encontró en una mesa redonda, literal, con varios profesores, la directora y Laini quien mostró una mueca de triunfo al verlo entrar.

Más tarde se enteró del tiempo que pasaría con esa alumna tan especial.    

* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *

¡HOLA! 

ESTA NOVELA ESTÁ EN EDICIÓN. (Sigue leyendo por favor :D)

El día de ayer, 31 de octubre, Martín cumplió años y quise actualizar en celebración pero la verdad con la edición que le estoy dando a la novela me di cuenta que el capítulo que seguía no quedaba con las correcciones de fechas que hice. Así que he decidido subir los capítulos editados rápido y ponerme al corriente con la novela :D

Las correcciones no son demasiado grandes, más que nada gramaticales y como dije, algunas fechas que no concuerdan bien con la cronología de la historia. Una vez arreglado esto les daré días de publicación de la novela. SÍ. Al fin daré calendario de actualización de cada capítulo ¡estoy muy emocionada por esto!

Esto de editar la novela es difícil porque me encanta leer y releer los comentarios que dejan en cada párrafo y como sabrán al hacer una corrección todos esos comentarios se borran y duele jaja xD (También se cambia la fecha en que publiqué por primera vez la novela y eso molesta :P) Pero quiero dejar esta novela lo más pulida posible en wattpad para quienes la estén leyendo y las personas nuevas que llegan. 

¡Muchas gracias por todo el apoyo!

Esta novela empecé a publicarla el 2012 pero la retiré por algunas razones. Espero que les guste que poco que leyeron, esto es sólo una probadita de lo que vendrá. 


Primera publicación de esta parte: 16 de Febrero del 2015.

Primera corrección de esta parte: 01 de Noviembre del 2017.

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