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By damonsscum

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By damonsscum

A PEARL NO LE gustaba como sonaba su nuevo apellido: Shelby.
Le parecía crudo, frío, sin chiste; le daba privilegios, sí, pero su sonido no era agradable. Pearl Andromeda Shelby.

No tenía la misma chispa y menos con la increíble, magnífica noticia que Agatha Harrison, su adorada abuela, le había dado.

Por cobardía no había afrontado la situación y ahí se encontraba en aquel momento, agotada al lado de Thomas Shelby, desnuda y sintiéndose extraña por tener relaciones con él por primera vez.
No tenía la cordura para analizar lo qué pasaba a su alrededor en esos momentos, no sabía quién iba o quien venía, no sabía nada.
Incluso le habían dado igual los negocios de su esposo con los rusos. Estaba mal, estaba pésimo y todo por las simples palabras de su abuela: "hiciste un pacto inquebrantable con un hombre al que ni siquiera amas".

Su ánimo ya no era el mismo.
Había dejado de comer nuevamente.
Lloraba casi todos los días y ya no saludaba amablemente a las empleadas, ni a sus cuñados, ni a los caballos, ni siquiera a Tommy.
Pearl simplemente se había acabado por unas simples palabras, pero ella conocía el poder que tenían.

— ¿Por qué no me cuentas que te pasa? No me gusta verte así — susurró Tommy acariciando su cabello. —. No me gusta verte triste, por favor dime en qué te puedo ayudar — pide.

— Todo está bien. Todo está bajo control — sonrió frívolamente. —. ¿Me pasas un cigarrillo? — susurra.

— Últimamente estás fumando demasiado.

— Lo sé.

— Pearl, por favor dime que te sucede — insiste.

— No me sucede nada, Thomas. Deja de molestar, por favor — gruñó. —. Todo el día quieres estar pegado a mi, déjame en paz por una vez en tú vida.

— Estás así desde que regresamos de aquel lugar, así que por favor dime qué te sucede — exclamó cubriendo su cara con sus palmas.

— No, no me arrepiento de nada — negó. —. Solo me siento mal, Tommy. No es nada, en un momento se me pasará — sonríe.

Tommy frunció el entrecejo ante la primera oración de la muchacha, pues, en ningún momento preguntó si se arrepentía de algo.
Tan solo asintió, sabiendo que no podría insistir más pues su esposa no iba a ceder y terminaría irritada, molesta y cansada.

— ¿Te hice daño? — preguntó en un inaudible susurro. —. ¿Te lastimé?

— ¿De qué hablas?

— Tal vez fui muy brusco contigo y te lastimé — responde tímidamente.

— ¿Hablas del sexo? — él asiente.

— Sí... yo... tal vez yo te lastimé y por eso estás enojada conmigo; lo siento, no quise lastimarte, jamás fue mi intención.

— Tommy, no me lastimaste; mírame — ordenó, a lo que él obedeció. —. No me lastimaste, ¿sí? Tranquilo, no me hiciste nada — susurra abrazándolo. —. Tranquilo.

A veces, los abrazos de Pearl se sentían como la única pieza que faltaba en el rompecabezas de Tommy y en ese momento, se sentía así.

Él desconocía el por qué ella se empeñaba en sentirse miserable, cuando claramente no lo era. No le gustaba no poder hacer nada, lo volvía loco verla en ese estado y no poder hacer nada para ayudarla.

Pero la verdad era que Pearl no quería que nadie la ayudara, ella tenía que resolver sus problemas por cuenta propia, nadie debía ayudarla. Si su destino era ser miserable, entonces lo sería.

— Si estás bien, entonces, ¿por qué estás enojada conmigo?

— No estoy enojada, solo estoy cansada y aún me duelen las manos — dice mostrando las palmas. —. Lo siento, sé que debería tomarle más importancia a esto.

— ¿Hablas del sexo? — la imita. —. Tal vez fue demasiado pronto, no te preocupes. Tendré más cuidado y te daré más tiempo, tú solo sé feliz — sonríe.

— ¿Más tiempo? Tiempo es lo que menos falta — ríe. —. ¿Saldrás hoy?

— No... ellos quieren que me tome unas vacaciones, algo así como mi luna de miel — responde algo incómodo, tratando de ignorar las palabras de su esposa.

— Bueno, comenzará a llover en cualquier momento, así que iré a guardar a los caballos al establo — suspira.

Tommy, quien yacía aún en cama, observa el perfecto cuerpo de su mujer salir de la cama.

Largó un suspiro al verla caminar por la habitación, con su cabello cayendo libremente con rebeldía, sus senos bailar al son de sus pasos y su figura hipnotizante, la cual parecía habérsele dado con una simple razón, la cual era idiotizar a los hombres tanto como idiotizaba a Shelby.

— ¿Puedes dejar de mirarme, pervertido? — pregunta recogiendo su cabello.

— Lo siento, no quise incomodarte.

— Es una broma, Thomas — sonríe. —. Vuelvo en un segundo — asiente.

Y en cuanto cerró la puerta detrás de ella, el hombre soltó una sonrisa de esas que solo te salen cuando estás profundamente enamorado. Esas, las cuales Pearl pensaba que eran falsas, así como el amor mismo.

— Buen día, Mary — saluda.

— Señorita, buen día. ¿Querrá té con galletas de nuevo para el desayuno? — preguntó atentamente.

— Sí, por favor y dígale a Sandra que prepare el mismo desayuno de siempre para el señor; que no queme los panes — sonríe.

— Con gusto, señorita.

Mary también observó a Pearl, con cierto disgusto al notar como el frío clima hacía que los pezones de la muchacha resaltaran y la chica se arrepintió de haber salido sin algo que la calentara, pues el helado viento la sacudió entera, pero no detuvo su caminata.

— Hola, Dolly — saluda acariciando su cabeza. —. Hace frío, ¿verdad? Vamos a guardarte, bonita — sonríe tomándola de la rienda.

Dentro de casa, Tommy miraba el techo con los ojos perdidos, se estaba durmiendo mientras seguía despierto.

Él no dormía, tenía la cabeza hecha mierda y su vida no iba bien en ningún momento, además, sabía perfectamente que quedarse en casa por dos o tres semanas sería un infierno.
No se podía quedar quieto por más de dos días, pero eso básicamente era porque sin él, los Peaky Blinders no se manejarían igual.

— ¿Señor Shelby? La señorita ha pedido que cocine su desayuno, ¿gusta que agregue otra cosa? — la voz de Sandra, se hace presente fuera de la habitación.

Tommy frunció las cejas, sabiendo que era su excusa para ir a verlo.

— No, nada más — anunció.

El sonido del golpeteo en la madera de los escalones se hizo presente y en segundos, Pearl entró a la habitación temblando, con la nariz y mejillas rojizas y sus manos heladas.

Tommy abrió sus brazos invitándola a abrazarlo, para darle algo de su calor. Esto no fue tan buena idea, pues aunque la seda cubría el desnudo cuerpo de la muchacha, no fue suficiente para detener al mayor de involuntariamente soltar un gemido al sentir la feminidad de su mujer rozarse contra él. Afortunadamente solo fue el roce, si no, estaría teniendo un duro problema.

— Tengo que escribirle una carta a papá — susurra, levantándose.

— Puedes ir a mi oficina — sonríe. —. Te llamaré cuando el desayuno esté listo.

— Gracias — responde asintiendo.

Cuando Pearl se va, Tommy se recuesta en la cama una vez más, aunque esta vez no podía dormir ya que cuando la castaña se levantó de su regazo, volvió a restregarse intencionalmente sobre el ojiazul y ahora, estaba totalmente empalmado.

— Maldita niña — susurró cerrando los ojos.

Pearl corrió a la oficina de su esposo y sirvió un pequeño sorbo de whiskey en un vaso.
Tomó asiento en la silla principal y comenzó a escribir en un papel.


"Necesito verte, es urgente. No pensé lo que te dije la última vez, por favor, es muy importante. Necesito verte."

— Pearl Shelby.


La muchacha dobló la hoja, la metió en un sobre y escribió la dirección a dónde sería entregada, acto seguido tomó un cigarrillo y salió corriendo de la oficina.

— ¡Jude! ¡Jude! ¡Jude! — gritó. —. Entrégale esto a Lupin, dile que necesito que lo entregue de inmediato — dice apresurada.

— Claro, señorita.

— Señorita, el desayuno está listo. Llamaré al señor — anuncia Sandra.

— No, yo iré por mi esposo — dice rápidamente.

Corrió hacia la habitación, donde lo encontró en la misma posición en la cual se había quedado cuando ella salió.
Pearl, antes de decirle que el desayuno ya estaba listo, se enteró de que dormía y sonrió enternecida. Como una acosadora, se quedó de pie mirándolo dormir y se acercó a él lentamente.
Ella sentía que su abuela estaba equivocada, ella sabía que sí amaba a Tommy, sabía que sería feliz a su lado, pero no entendía por qué Agatha le había dicho tal cosa.

— Cariño, despierta, vamos; tienes que desayunar — susurra la muchacha.

— Hazlo tú — responde somnoliento. —. ¿Por qué no te vistes? Arthur y John vendrán más tarde — dice bostezando.

— Dijiste que estabas de vacaciones.

— No vienen por trabajo — negó. —. Solo... vienen.

— Muy bien, pero tu baja a desayunar — pide tomándolo de la mano.

Pearl logra levantarlo de la cama, ella se quita la bata de seda y recoge la camisa de Tommy, la cual termina usando, junto con un pantalón de algodón.

— Ya me vestí — anuncia.

— Vamos.

Los duros truenos comenzaron a sonar, las gotas de lluvia pronto se hicieron sonoras golpeando contra las ventanas y la muchacha de mantuvo de pie en la ventana por algunos segundos. Le gustaba la lluvia, la relajaba y afortunadamente, en Birmingham llovía a cántaros.

Después de esos cortos segundos, Pearl tomó su taza de té y galletas y se sentó en la silla al lado de la de Thomas, quien tomó asiento segundos después de ella.

— ¿Comerás solo eso? — preguntó la ronca voz del Blinder. —.

— No tengo mucha hambre — susurró.

— Si tienes más hambre dile a Frances, ¿sí? — ella asiente.

Tommy seguía preguntándose qué podía hacer con el comportamiento de su mujer, ya que llevaba así algunos días; se contentaba, se entristecía y se enojaba, todo en cuestión de minutos.
No entendía si él la había hecho enojar o si tenía algo que esconder, pero le parecía raro el detalle de que hubiera regresado así después de ver a su Nana. Él no podía hacer nada, eso estaba seguro y tampoco la quería agobiar, entendía que si necesitaba su espacio tenía que dárselo; él había prometido ser un esposo ejemplar.

— ¿Todo bien, señor?

— Sí, gracias — responde seco.

Sandra era irritante, según Pearl. Lo malo es que nadie preparaba los desayunos tan buenos como ella y Tommy no quería despedirla por eso mismo, pero eso no quitaba que fuera molesta y mal intencionada.

— Puedes retirarte, Sandra. Te he dicho que está todo bien — pidió el hombre llevando la taza de té a su boca.

Pearl se levantó de la silla junto con su taza de té, para ir a la oficina de Thomas por su libro semanal que escogía de las enormes estanterías que tenía ahí dentro. El ojiazul y la empleada la miraron caminar pacíficamente.
Para Sandra, ella era una niña y lucía como una; verla deambular por la casa era como ver a una pequeña adolescente por ahí, sin saber nada de la vida.

— ¿Por qué la señorita Pearl es tan rara, señor? — dice actuando con inocencia. —. Hay una habitación a la que no nos deja pasar, que limpia ella sola y si alguien se acerca se queda histérica. ¿Usted sabe qué hay ahí dentro?

— ¿Por qué estabas arriba? Tú no limpias las habitaciones, tu solo te dedicas a cocinar. Dime, ¿qué hacías arriba? — preguntó extrañado.

— Mary me pidió ayuda.

— Mary, Frances y Estella trabajan en las habitaciones, ellas no necesitan ayuda — responde. —. ¿Estuviste espiando a mi esposa? Porque aunque ellas te hubieran pedido ayuda, saben perfectamente que esa habitación simplemente no se intenta abrir. Es una regla, ellas no olvidan las reglas y si las estuviste ayudando, seguramente te la dijeron — ella niega.

— No... no me dijeron nada.

— No estoy de humor para gritarte, ¿sí? Así que simplemente entiende bien que en esta casa no queremos mentirosas. Pearl es la señora de la casa y la vas a respetar, no me importa si te agrada o no, bajo mi techo, tú respetas a mi esposa — dice con rabia, apuntándola.

— Sí, señor.

Sandra se retira con el corazón en la garganta y Shelby se dispone a comer tranquilo.
Después de unos segundos la menor apareció con Moby-Dick en las manos, se sentó de nuevo a su lado, se sirvió más té y se dispuso a leer en silencio haciéndole compañía a su marido.

Tommy no podía analizar a la chica muy bien, todo porque no dormía, le parecía muy difícil.
Cuando por fin lograba recopilar su sueño, era interrumpido o ya era muy tarde para dormir.
En ese momento se estaba durmiendo con los ojos abiertos.

— Te ves preciosa hoy.

A Pearl se le enrojeció el rostro cuando Tommy pronunció aquellas palabras.
Su corazón saltó de alegría y su emoción se elevó.
Le gustaba que él le dijera cosas de ese tipo, la hacía sentir muy especial.

— Gracias — responde sonrojada. — Te amo.

— Yo también te amo, cariño.

Y una mierda.


















Buenas, buenaaaas.
Tommy me da mucha pena, él si la quiere... quiero creer.
¿Como se imaginan que esté Alfie? Yo digo que destruido, siempre lo visualicé como alguien muy vulnerable bajo esa capa de hombre musculoso y atemorizante.

Espero que les haya gustado el capítulo de hoy, son geniales. :)
Si tienen algún comentario háganmelo saber.

¡Gracias por 5K!

- Con amor,
Mary xx.

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