La chica de los CDs | adaptac...

By cachehxl

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Epílogo
Final alternativo (parte 1)
Final alternativo (parte 2)

12-final

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By cachehxl

Los siete días siguientes fueron eternos para Calle. Cada minuto. No podía sacar a Poché de su mente. Todas las cosas que habían ocurrido. Debía estar preparada para lo que se sea que fuese a ocurrir. Acomodó su uniforme azul marino, colocó el beanie gris que Poché le había obsequiado sobre su lacio cabello, y se dirigió al centro comercial.

-Llegaste temprano -dijo el encargado con las llaves en sus manos, comenzando a abrir el local para la jornada del día.

-Si, desperté temprano y no pude volver a dormir -dijo con una risita. En realidad apenas si había podido conciliar el sueño durante la noche.

La jornada laboral empezó. Calle trataba de mantenerse ocupada tanto como le fuera posible para alejar todos los pensamientos que tuvieran que ver con Poché, pero era inútil. Cada figura humana que ingresaba al local, ella la veía inmediatamente, esperando que se tratara de ella. Pero no era así.

Hacía rato había pasado el horario del almuerzo y ella no aparecía. Tenía hambre, sí. Pero nada que no pudiera soportar.

-¿Por qué tienes que tardar justo hoy?- susurró más para sí misma que para ser oída.

Los minutos y las horas pasaban. Y lo que más temía se hizo realidad. Era la hora de cierre de MusicWorld.

Un nudo de formó en su garganta.

El encargado tenía listas las llaves para asegurar todo. Calle le pidió por favor que se tomaran quince minutos extra ese día alegando que debía ocuparse de un papeleo. Ella recordaba aquella vez que Poché había llegado justo minutos antes del cierre. Tenía la esperanza de que eso volviera a ocurrir. Pero una vez más, no fue así.

-Quince minutos. Lo siento, no puedo esperar más que esto -dijo fríamente el encargado, apagando las luces que iluminaban el salón.

Calle quedó devastada.

Ella no había ido después de todo.

Johann y Sebas la observaron preocupados.

-Tal vez solo tuvo un inconveniente y no pudo venir -dijo el castaño tratando de darle alguna especie de consuelo a lo que sea que la chica estuviera sintiendo en ese momento.

-Ve a casa. Necesitas descansar. Ni siquiera has almorzado- dijo ahora el pelinegro, afligido.

Pero Calle no emitió sonido alguno.

Ellos se despidieron de ella simpáticamente y se marcharon. Ahora sólo quedaba ella y su vacío. ¿Por qué? Esa pregunta se repetía una y mil veces en su cabeza. ¿Por qué?

-

Era el segundo sábado que Poché no aparecía en el local. Calle comenzaba a sentir un horrible ardor en la boca de su estómago cada vez que pensaba en ello.

-

Tercer sábado sin rastro de ella. ¿Acaso había echado a perder todo y Poché jamás volvería a dirigirle la palabra?

-

Cuarto sábado. Calle se encerró en el baño durante toda su hora de descanso.

-¿Acaso una promesa no vale nada para ti?- susurró, sentada en el frío piso del baño con sus brazos alrededor de sus piernas.

-

Quinto sábado. Johann vio lo destrozada que estaba Calle por la ausencia de la chica y colocó una mano en su hombro para darle su apoyo. Pero ella se quitó rápidamente con una expresión de ira en su rostro. Ya no era la chica alegre de siempre. Sólo estaba ahí, con su mirada enfocada hacia la nada.

-

Sexto sábado. Ya no podía soportarlo. No podía simplemente pararse detrás de un mostrador con una estúpida y falsa sonrisa y fingir que todo estaba de maravilla cuando no era así. Ese día, inmediatamente luego de acabar su turno, tomó su abrigo y se fue del lugar con prisa, sin siquiera dirigirle la mirada a sus compañeros. Cruzó el estacionamiento y luego la plaza continua.

No sabía exactamente lo que estaba haciendo. No podía pensar con claridad. Solo sabía que estaba dejándose llevar por cada una de sus emociones. Caminaba deprisa. El frío invierno se colaba por sus huesos. Ella estaba sumida en sus pensamientos, pero era consiente del camino. Ese camino. Estaba yendo directamente hacia la casa de Poché. No tenía otra opción. No era como si pudiera verla en otro lugar, o tuviera su número telefónico. Dejó salir una sarcástica risa cuando cayó en la cuenta de sus acciones. La chica no quiere verte y tú vas hasta su casa. Vaya Daniela, si que eres una genio. Pero necesitaba una respuesta o jamás volvería a conciliar el sueño adecuadamente en las noches. El lugar no era lejos. No tardó mucho en llegar. Sin mencionar que el bombardeo de pensamientos lograba que se mantuviera lo suficientemente entretenida.

Allí estaba. Frente a esas rejas negras, cubiertas de nieve en la base.

¿Por qué había ido?

¿Que se suponía que debía decir?

Una vez más el impulso fue más fuerte y presionó el timbre de la casa.

Estaba temblando. De frío, de coraje y de miedo.

Pasaron unos segundos hasta que la puerta del frente se abrió. Pudo distinguir la hermosa figura femenina y esbelta de su madre caminando hasta las rejas que daban a la acera.

-Daniela -dijo la mujer con pánico en su voz, al verla allí, al verla con el beanie gris de Poché en su cabeza. Era de noche y no había logrado reconocerla hasta estar cerca de ella.

De acuerdo. Era peor de lo que pensaba. Incluso la madre no se alegraba en absoluto de verla. La mujer abrió la puerta de las rejas y Calle se adentró un poco en el jardín para poder hablar mejor con ella. Sus figuras se veían iluminadas por un farol de la calle de luz anaranjada.

-Buenas noches, Marta -saludó cordialmente. Si había llegado de repente a su casa, lo menos que podía hacer era ser educada- Escuche -comenzó titubeando pero con determinación al mismo tiempo- sé que es muy extraño que yo me haya tomado el atrevimiento de haber venido hasta aquí. Pero necesitaba hacerlo. No estoy segura de que es lo que ocurrió, pero me encantaría saberlo. ¿Podría por favor hablar con Poché?

Ella cubrió su boca con su mano. Negaba con su cabeza y su mirada estaba llena de algo que Calle no podía descifrar.

-Por favor. Es importante. La dejaré en paz luego de eso sí es lo que quiere- suplicó.

-No, Daniela. No puedes- dijo con dolor en sus palabras.

Se había imaginado esa respuesta. Pero no quería oírla. En verdad no quería.

-Ese día...- habló su madre con la voz quebrada- era un día de tanta niebla- Calle la observó confundida- las calles llenas de escarcha... Pudo haberle pasado a cualquiera ¿Sabes?

¿De qué demonios estaba hablando?

-¿Marta?- preguntó al ver que la mujer no se encontraba para nada bien.

-Los frenos fallaron, Daniela. No pudo lograrlo- la mujer había comenzado a hiperventilar, sus ojos cristalizados a la luz de los faroles.

No. Esto no estaba pasando. No a ella.

Calle era quien había entrado en pánico ahora.

-No lo entiendo -dijo observándola.

-¡Poché está muerta, Daniela!- gritó histéricamente la mujer y rompió en llanto.

No.

Esto no estaba pasando.

Esas palabras habían sido una puñalada. Una amplia y certera puñalada directamente al corazón de Calle.

Su garganta de cerró por completo. Poché. Ella... ya no estaba.

-Pero ¿Cómo...?- preguntó ahora con voz rota.

-El sábado -Calle sintió que su corazón había dejado de latir,  como si alguien lo hubiera arrancado de su pecho y lo hubiera vuelto añicos- se dirigía al centro comercial- la mujer no paraba de sollozar- el clima era una completa mierda, pero a ella no le importó. Un auto la embistió al cruzar la calle. Ni siquiera logró llegar con vida al hospital. Está muerta. ¡¡Mi bebé está muerta, maldita sea!!- jaló su cabello con fuerza mientras gritaba histéricamente, se dejó caer de rodillas en la capa de nieve- ¡¡Poché regresa, por favor!!- lloraba desconsoladamente.

Sábado. Centro comercial. El clima. No le importó. Poché. Muerta ¿Que?

Trataba de poner en orden sus pensamientos. Estaba en un maldito estado de shock.

-Fue mi culpa -dijo apenas con un hilo de voz que salió de su garganta.

Marta la miró en llanto. Calle estaba con la mirada al frente, sin expresión en su rostro.

-Fue mi culpa -repitió- Le hice prometer que volvería. Ella si cumplió su promesa después de todo. Sino hubiera sido por mí esto no hubiera ocurrido -susurraba. Estaba ida. En trance- por mi culpa Poché está muerta.

Esas últimas palabras fueron su último rastro de cordura. Dos amargas lágrimas se deslizaron por sus mejillas a cada lado de su rostro y eso fue todo. Calle gritó con todas sus fuerzas, asustando a Marta. Gritaba y gritaba mientras más y más lágrimas se agolpaban en su rostro, derramándose una a una. Necesitaba sacar todo su dolor. Su frustración. Su culpa. Gritó al punto en que creyó que su garganta se lastimaría hasta sangrar.

-¡Daniela!- gritaba Marta, quien se había puesto de pie y ahora sacudía con fuerza a la chica por los hombros- ¡Reacciona, Daniela! ¡No fue tu culpa!- gritaba desesperada- ¡Escúchame, no fue tu culpa!

Calle dejó de gritar. Tal vez por las súplicas de Marta. Tal vez porque su garganta estaba en llamas. Pero las gotas de agua salada seguían brotando de sus ojos.

Marta abrazó a Calle con todas sus fuerzas. Ella correspondió de igual forma. Se sentía una estúpida. Ella debería estar consolando a la madre de Poché en estos momentos, en lugar de ella estar reconfortandola, escondiendo su rostro en su pecho y acariciando su cabello para que se tranquilizara.

-No fue tu culpa- susurró- quiero que te quede claro. Fue un accidente. No se puede culpar a alguien por eso.

-P-pero... Y-yo le pedí...que me hiciera una promesa...de que volvería...-decia entrecortadamente debido a los sollozos.

Marta sonrió amargamente. Tomó a Calle por los hombros y la alejó de su pecho, lo suficiente para poder verla a los ojos.

-No me importa cuántas veces tenga que repetírtelo. No fue tu culpa- la mujer mantenía una pequeña sonrisa en sus labios, pero a simple vista podía verse lo devastada que estaba por dentro- Te debo una disculpa. Debí haberme tomado la molestia de ir al centro comercial y decirte sobre esto. Ésta no fue la manera apropiada de que lo supieras. Es solo que no fui lo suficientemente valiente- sorbió su nariz- tú más que nadie merecías saberlo. Eras su única amiga. ¿Podrás perdonarme?

Calle dejó escapar una pequeña risa, destrozada.

-No hay nada que perdonar, Marta.

-No tengo manera de agradecerte lo que hiciste por ella.

-Yo no hice nada. Ella lo hizo todo por sí misma.

Marta negó con su cabeza.

-Ella apenas hablaba, Daniela. ¿Entiendes eso? Si, ella se esmeró por mejorar. Pero no pudo haberlo hecho sola. Habló más durante los últimos tres meses que en toda su vida. Había comenzado a sonreír a diario. Nada de esto hubiera pasado si no te hubiera conocido.

-¡Si no me hubiera conocido ella tal vez seguiría con vida!- exclamó histérica, desviando su mirada, haciendo su mejor esfuerzo para no volver a llorar y tratando de calmarse luego de caer en cuenta de que estaba gritándole a una mujer que acababa de perder a una hija.

-Tal vez. Pero hay algo que tú no sabes -dijo, obteniendo la atención de la chica- su psicóloga al comenzar cada sesión le preguntaba cómo se sentía. Una pregunta de rutina. Pasó años ignorando esa pregunta sin dar respuesta, a veces solo de encogía de hombros; si respondía, su respuesta se limitaba a un "bien" a secas. Pero la última vez, eso cambió.

Marta hizo una pausa. Pareciendo recordar algo entre tanta angustia, la alegraba de algún modo.

-¿Que fue lo que dijo?- sentía como si le estrujaran la laringe en cada palabra que salía de su boca. Le dolía. Le dolía demasiado.

-Ella dijo que se sentía feliz- increíble que algo tan bueno pudiera sentirse tan devastador en esos momentos, pensó Calle- ella jamás había usado una palabra así para describir cómo se sentía ¿Sabes cuál fue su respuesta cuando le preguntó el por qué?

No. No lo sabía. No quería saberlo. Cada cosa que Marta decía solo la lastimaban más y más. Pero necesitaba saberlo.

-No lo sé.

Marta le dedicó una enorme sonrisa. Una demasiado hermosa, sobrecargada de tristeza. Sus ojos se cristalizaron.

-Ella dijo tu nombre.

Eso fue lo último que Calle pudo soportar, su corazón se partió en mil pedazos y rompió en llanto como una niña pequeña. Cubría su rostro, pero era inútil, estaba hecha un desastre. Marta se acercó a ella y la abrazó tiernamente. Como a una hija. Quería que descargara todo su dolor, hasta quedar vacío de el, aunque fuera imposible. Sentía los espasmos y las réplicas de su llanto contra su pecho.

-Ella te quería mucho- murmuraba mientras acariciaba su cabello- ella no hubiera querido que estés así de triste.

Que se callara. Era todo lo que pedía Calle en ese momento. Que la madre de Poché dejara de decir esas dulces palabras que se clavaban como puñales fríos a lo largo de todo su cuerpo.

Quien sabe durante cuánto tiempo permanecieron de esa manera. Bajo la helada noche. Creando nubes de vaho con sus respiraciones. Cuando al fin Calle logró tranquilizarse, Marta rompió el abrazo.

-Lamento toda esta escena -dijo disculpándose, limpiando las lágrimas que quedaban en sus ojos con las mangas de sus sweater. La mujer negó con la cabeza.

-No tienes porqué disculparte.

-Creo que... Es hora de que me vaya. Es tarde -dijo colocándose el beanie.

-Si, está haciendo mucho frío. Puedes venir cuando gustes. Siempre serás bienvenida.

-Muchas gracias. Nos vemos algún día -dijo dándole un pequeño abrazo, antes de salir por la puerta de rejas negras hacia la acera, emprendiendo su camino.

La mujer la observaba irse. Apretó sus puños con fuerza. No. No podía dejar que se marchara así.

-¡Daniela!- la llamó de prisa, haciendo que se volteara rápidamente y volviendo unos pasos hacia atrás- Solo una cosa más. Necesito saberlo.

Ella frunció el ceño.

-¿Que se siente oír cantar a Poché?

Los recuerdos inundaron la mente de Calle. Mordió su labio y no pudo disimular la alegría. Era un sentimiento egoísta. Pero ser consciente de haber sido la única persona en todo el mundo que había oído esa hermosa voz la hacía considerarse alguien muy, muy dichosa y especial.

-Es simplemente hermoso -dijo con sus ojos empañados y una mezcla de sentimientos en su cuerpo y alma- transmite paz. Es como... oír la voz de un ángel.

Luego de una última sonrisa melancólica por parte de ambas, la chica siguió su camino.

No se dirigía a su casa. Estaba volviendo sobre sus pasos. Recorriendo aquel camino que había hecho con Poché y que ahora jamás podrían repetirlo. Durante el trayecto los únicos pensamientos en su mente eran los recuerdos de aquella noche en la que se tomaron de las manos. En cuestión de minutos estaba una vez más en aquella plaza. Se sentó en una de las bancas. Una justo enfrente de aquel gran árbol, ya sin hojas. Hacía mucho frío. No había nadie en las calles. Calle observaba la pila de hojas secas en el piso y prácticamente podía verse allí, jugando con Poché. Era tan joven. Tenía toda una maldita vida por vivir. Era todo muy injusto. Se quitó lentamente el beanie de su cabeza y lo sostuvo entre sus manos. Observándolo. Recordando la última vez que estuvo con Poché, sin saber que sería la última. Recordó aquella canción. Solo pensar que no volvería a oír esa voz, la desgarraba por dentro. Esa voz especial que tanto le gustaba. Recordó la sonrisa que Poché le dedicó justo antes de abandonar el local aquel día. El último día.

-Al menos el último recuerdo que tengo de tí es una sonrisa -dijo con la voz rota mirando fijamente al beanie, el cual apretaba fuertemente con sus manos, como si alguien quisiera arrebatárselo- Me hubiera gustado tener una respuesta.

I thought that I heard you laughing

I thought that I heard you sing

I think I thought I saw you try...

Calle susurró parte de aquella melodía. Ahora más que nunca esas palabras habían cobrado vida para ella. Amargas lágrimas comenzaron a caer sobre el beanie y seguidamente Calle lo abrazó con fuerza contra su pecho. Aferrándose al único recuerdo material que tenía de ella.

-Lo siento, Poché...

Dijo entre sollozos cargados de dolor. Solo Dios sabe cuánto tiempo pasó Calle sentada sola, en esa banca, en la noche fría, llorando silenciosamente, mientras abrazaba ese beanie.

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@ltftcyp

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