Diario de una bisexual®

By valmxrcel

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Val tiene un problema. Bueno, tiene varios. Se enamoró de una chica cuando tenía novio. Su novio es un estúpi... More

Aviso.
Despierta. (Introducción).
Primer dia.
Mi mejor amigo.
Axel.
Primer problema: Ella.
Dias aburridos.
¿Qué está pasándome?
Problemas con él.
Ruptura.
Lizbeth.
Confesión.
El convivio.
Días libres y Johan.
Bienvenida.
Queriendo ayudar.
Una Platica Inoportuna.
Cortadas.
Complicaciones.
Todo por ella.
Días ocupados.
Un grupo de chicos.
Guardando el secreto.
La reunión.
Vida.
Momentos incómodos.
Razonando.
Altibajos.
...
Sensible.
Despedida.
Epílogo.
Adelanto: 2da Parte.

¿Y si lloramos todo el tiempo?

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By valmxrcel


No es como si me gustara mentirle a las personas, porque no le encuentro ningún tipo de alivio absoluto el traicionar la confianza que alguien tenga en ti. Es sumamente sucio pensar que puedes estar tranquilo tapando los ojos de los demás, cuando tienes algo oculto comiéndote por dentro.

Supongo que prefiero la evasión, aunque tampoco es la mejor opción que tengo. La evasión lo deja a un lado, como si no importara, como si en realidad no fuese necesario decir toda la historia completa.
Una verdad a medias, una mentira mal hecha. No te hace sentir mejor, pero te deja enfocarte hasta que alguien finalmente lo olvida y ya no discute sobre ello.

La mentira debe ser lógica, porque si logra captar la atención, te preguntaran más y más detalles que finalmente te dejaran sin ideas de que decir, y así, saben que mientes, saben que hay algo más escondido detrás de lo que dices. Así te atrapan, así te encierran, así prueban lo asqueroso que eres diciendo mentiras.

La evasión, en cambio, actúa dejando la versión de la historia a medias, sin detalles; solo tiene dos opciones que te hacen ver quien realmente se preocupa por ti y quien simplemente no tiene ni el más mínimo interés en saber como te encuentras. Es como si hubiese un brillante sol que es cubierto por una gran nube negra, unos la ignoran, mientras que otros toman las precauciones necesarias para cubrirse de la gran tormenta. Lo interesante de la evasión, es que aprendes a usar la indiferencia a tu favor.

¿Y que tiene la verdad?

Se supone que es lo correcto, lo justo, lo necesario en nuestras vidas. Entonces ¿Por qué las personas no son capaces de afrontarse a ella? Prefieren taparse la cara y continuar viviendo engañado.

Yo creo que la verdadera razón por la que la gente nunca dice la verdad es porque duele, o porque temes la reacción de las demás personas, el como te miraran después, el como te trataran. Tal vez porque imaginas que en un mundo de mentira, la verdad, se toma como algo insano, algo que la gente no espera.

Para cambiar las cosas, debemos afrontarnos a ellas, y solo podemos hacerlo diciendo la verdad.

Me hubiese encantado poder haber hecho esto en el momento en el que Ricardo vio la venda en mi brazo el jueves, dos días después de que me hice los cortes. Tal vez me hubiese sentido más en paz si no lo hubiera engañado diciéndole que un perro me había mordido. Tal vez hubiese sido capaz de mirarlo a los ojos.

Pero el hubiera no existe.

Me siento terriblemente mal, porque me he dado cuenta que las razones por las que me corto son estúpidas, Lizbeth al menos tiene problemas reales que en verdad no se los deseo a nadie, pero sigue aquí, fuerte con sus calificaciones. Le sirven para probarle al mundo que ella lo logrará, que nada de lo que su madre o familia le dice acerca de sus capacidades es cierto.

Sin embargo yo, yo sólo estoy luchando por al menos salir en cuadro de honor. Bajé sólo un poco el en bimestre pasado, pero mi mamá lo ha usado de escusa para reclamarme cosas que ni ella misma entiende. Ya no soporto que me grite, ya me cansé de sus constantes insinuaciones de comparación con otras personas.

Estoy harta. Estoy que me lleva el carajo ahora mismo.

—¿Val?

Estamos en educación física del día jueves. Ya hablé con Lizbeth el martes sobre lo que le sucede en casa y de ninguna manera se iba a tragar el cuento de que me mordió un perro, es la única que sabe las heridas que me he hecho, ya despreocupé a Priscila y ya canté canciones con Jani.

Preferiría que la felicidad no fuera de a ratos. Me gustaría tener un buen día al menos una vez. Necesito que alguien me diga que todo estará bien.

—¿Cómo vas? ¿Ya no te duele el brazo?—Ricardo se acerco a mi preocupado al ver que aun no había respondido, me he quedado sentada en el piso junto a la sombra de un árbol, aunque el día este más nublado que nada.

-Uhmm, creo que la herida ya cerró, pero quiero tomar precauciones y no quitarme la venda. -Le medio sonreí.

—Uh bueno, es una buena noticia entonces—sonrió tímidamente—, quieres-¿Quieres jugar basquetbol con nosotros? La estamos pasando bien, nos falta uno en el equipo.

Lo mire con una cara de ¿Es en serio? cuando preguntó, él se dio cuenta y pareció arrepentido al instante, moví mi mano porque al parecer él quería que la tierra se lo tragara en ese momento.

—Me han encargado las mochilas de los chicos, además, hace frío y me siento medio can-

—Amas jugar con el cielo nublado Val, a mi no puedes engañarme—me interrumpió y se hincó frente a mi, con una rodilla tocando el suelo y mirándome en busca de respuestas que le daba miedo afrontar, pero lo estaba haciendo, él me estaba enfrentando—. Val, ¿Puedo ver tu herida?

—No, es horrible. —Dije casi al instante.

-Fue un perro, no pasa nada, déjame verla. —Dedicó una sonrisa triste, su mano vagaba para tomar mi brazo.

—No fue un perro. —Ya no era capaz de mentirle.

Hubo un silencio que el aprovechó para soltar solo una pequeña gota proveniente de su ojos.

—Fuiste tú.

Ahí lo miré y no pude aguantar las lágrimas que habían estado atoradas desde el momento que puse un pie en la escuela. Al fin tomo mi brazo delicadamente y subió la manga de mi chamarra para dejar a la vista la venda, después la retiró casi como si tomara la copa más fina del mundo, todo lo hacia lento y con cuidado. Yo estaba mirándole y pude notar el gran suspiro que se estaba aguantando en los pulmones.

Cuando finalmente la retiró completa, retiró la gasa de encima donde se podían ver perfectamente las líneas de las cicatrices de rojo, miró mi brazo y dejo salir el aire que se había estado aguantando, trago saliva y me miró a los ojos.

La ultima vez que mi brazo sangró fue esta mañana.

—Lo siento, lo siento, lo siento. —Él seguía sosteniendo mi brazo, con mi mano izquierda cubrí mi cara en completa vergüenza, llorando en silencio bajo la manga de mi chamarra, como si lo más vulnerable de mi estuviera frente a sus ojos.

—Tranquila Val, no llores, tranquila. —Dijo aún mirando hacía abajo.

Los chicos detrás de nosotros pararon el juego por el cansancio y fueron a sentarse, dejándonos aún más solos a Ricardo y a mi.

—Estoy tan enojado, triste, arrepentido... Val, ¿Te sientes así? —Levantó la cabeza hacia mi.

—Solo cuando se trata de mi.

Él quiso volver a poner la venda, pero ya no valía la pena. Negué con la cabeza y entonces sólo bajo la manga de mi chamarra. Al fin me soltó, se acomodó sobre su otra rodilla, y siguió hablando.

—Ya ni si quiera sé que decirte, no tengo cara para verte y decir que todo estará bien. Es la manera más horrible en la que podría mentirte. Yo... por favor... dime que fue el único lugar donde cortaste—solo hice un movimiento de afirmación con la cabeza—. Dios, esto es horrible, no puedo ni imaginarlo.

—Lo siento tanto. —Fue casi inaudible lo que dije, pero Ricardo logró escucharlo.

—Cálmate por favor, ya no quiero verte llorar.

Puso una de sus manos sobre mi hombro, y ante el consuelo, traté de ya no llorar. Sequé mis ojos con la manga y mire al suelo.

—Bien, no tienes los ojos hinchados, tranquila.

Asentí de nuevo. Ya no podía decir absolutamente nada. Me sentía terrible.

—Yo cuidaré las cosas, quiero que vayas con Priscila y platiques con ella, si nota que estabas llorando, dile que platicaste conmigo sobre mis padres. Val, por favor, no vuelvas a hacerte daño. —Asentí de nuevo, me ayudó a levantarme y él se sentó en dónde yo estaba.

—Hasta yo sé que me he pasado de los límites—le asegure—, Ricardo, solo tú y Lizbeth lo saben, pero no mis razones, lamento todo esto.

No espere una respuesta de su parte, camine hacia la otra cancha y me senté a lado de Priscila, quien miraba entretenidamente el partido de fútbol.

Me sonrió al momento en el que me posicione a un lado que ella. Por primera vez en el día aquello me hizo sentir en paz.

—Tengo calor—al fin dijo—, me quitaré la chamarra de la escuela.

No respondí y se la quitó. Por debajo tenia otra chamarra de estilo universitario azul.

—Val, tengo que decirte algo —dijo y mi atención se volvió a ella—. Te lo diré más tardar el jueves que viene, por si la decisión que han dicho es correcta.

No pude evitar sentir un pinchazo en el corazón.

—Sabes de que hablo. —Y no dijo otra palabra más.

***

Martes de la otra semana.

—La plastilina la ponen en cada uno de los órganos y partes del cuerpo humano que van a indicar y posteriormente van a nombrarlos en inglés—al parecer todos entendían en ese momento a que se refería la maestra cuando dijo lo mismo pero en inglés—, ¿Quedo ahora si claro? Bien, se ponen a trabajar jóvenes.

Hice un sonido extraño con mi boca y tome la plastilina con la que estaba trabajando y amasando esa cosa.

Ricardo estaba sentado a mi lado izquierdo y Lizbeth enfrente de él. Había entre nosotros silencio. Pero no era tan extraño porque todos los demás estaban platicando y haciendo su trabajo.

—Val, tengo algo importante que hablar contigo, no sé, creo que ya no puedo ocultarlo. —Por fin dijo Ricardo.

¿Va a decirme que es gay?

Enfoque mi atención en él pero mis manos seguían trabajando en la plastilina.

—Si claro, cuéntame que tienes. —Respondí.

—Bueno, no sé si recuerdas algo sobre mis tutores, emm, podemos decir que los que son legales—hice memoria y cuando lo recordé, asentí—, pues ellos viven en el distrito federal. Mi punto es, que últimamente estoy enojado y me he comportado grosero con mis tíos, ya me habían dicho que cambiara mi actitud pero al parecer eso solo me hace enfurecer más—dijo dejando la plastilina en su lugar, y mis sentidos se pusieron alerta—. Val, la última vez me amenazaron con mandarme a vivir con mis tutores, pues no les hice caso, y ayer que volví a ser grosero me dijeron que definitivamente me iban a mandar porque ellos son realmente los que tienen que cuidarme.

Al escuchar eso dejé la plastilina mientras seguía mirándolo. Simplemente no podía creerlo.

Por un momento miré a Lizbeth pero se mantenía quieta en su lugar. Al parecer también había escuchado.

—Eso significa, significa que...

—Si Val, van a mandarme a vivir con ellos. —Se levantó de su asiento y no nos miró, fue con la maestra y pidió ir al baño. Salió del salón. 

Mi mirada se fue para abajo y todos los pequeños pedazos de felicidad que había recogido en estos dos días se fueron de mi.

Ni siquiera podía llorar. Seguía en una especie de estado de shock en el cual apenas estaba asimilando todo lo que mi mejor amigo me había dicho.

—¿Lo escuchaste? ¿Va a irse? —dijo Lizbeth cuando se aseguro de que Ricardo hubiese salido del salón.

Solo moví mi cabeza en aceptación y me pasé una mano por mi cabello.

—¿En verdad? ¿Se irá? —volvió a preguntarme— Val, en verdad me estoy asustando.

Tragué saliva para deshacer el nudo en mi garganta. Aparté la plastilina frente a mi y me recargue en mis manos.

—No lo sé, no lo sé... —Fue casi inaudible mi respuesta, mi vista se estaba perdiendo gradualmente porque mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas.

La persona que hasta ese momento me estaba sosteniendo, se iba a ir. Con la cual pasé tantos buenos momentos y ratos increíbles, iba a marcharse a un lugar del que no sabe nada. ¿Por qué las personas y cosas que aprecio siempre terminan alejándose de mi? ¿Qué fue lo que hice?

Limpie mis ojos porque quería mantenerme fuerte, no quería llorar. No en este momento.

Lizbeth me avisó con su mano de que Ricardo había vuelto. Volví a tomar la plastilina entre mis manos. Él se sentó.

—¿Cuándo te vas a ir? —dije de repente.

La pregunta le sorprendió tanto que se lo pensó un rato.

—Me dijeron que tal vez la próxima semana mis tutores vendrían a arreglarlo las cosas y hablar con mis tíos—dijo secamente—. Si deciden que debo irme, entonces... no habrá vuelta atrás.

—Estarás muy solo.

—Mi hermana vive con ellos.

—No es lo mismo.

—Lo sé, por eso no quiero irme.

Y lo abracé.

Cuando regresaba a casa en el transporte que me deja enfrente de mi calle, lloré más. Recuerdo cuando mi chamarra azul que mamá me había comprado estaba empapada de las mangas.

Cuando bajé, me encontré con mi madre y con mi hermana que iban de salida. La mirada de preocupación en ambas me conmovió aún más.

Ricardo no puede irse. No puedo perderlos a los dos.


***


Jueves, misma semana.

—Liz, ¿podemos hablar?

Me había acercado tímidamente a ella y su ceño se frunció. Me miraba con preocupación.

—Claro, ¿quieres caminar?

Pasó inglés y Priscila no me había dicho lo que se estuvo guardando durante toda una semana, supongo que verme llorar hace dos días no era un incentivo para darme noticias de las cuales no tenia idea si iban a afectarme.

Pero supongo que nada puede romperme más de lo que ya estaba.

Lizbeth y yo comenzamos a caminar por las canchas. Estábamos en educación física. Comencé a plantear como le daría inicio a la conversación.

—Pues verás, una vez un doctor dijo que tenía sobrepeso y que tuviera cuidado con lo que comía—susurró un 'ajá'—. La cosa es, que con todo lo que esta pasando, ni siquiera me he fijado si estoy comiendo bien o no.

—Es verdad. —Dijo simplemente.

Alguien pasó al lado de nosotras.

—Liz, me tienen que hacer unos estudios de sangre, porque la ultima vez que fui me dijeron que era propensa a tener anemia.

Seguíamos caminando aleatoriamente. La cancha en la que estábamos era muy grande, así que nos regresamos a la mitad.

—Tal vez falte unos días. —Dije por último.

Falté un miércoles.

Sacaron sangre de mi brazo y afortunadamente no del que me hice daño. Yo voluntariamente le había pedido a mamá que me llevaran a hacer los estudios, que quería estar segura de que mi cuerpo estaba bien.

Es irónico, pero no pienso morir enferma.

Cuando fui a la escuela a tramitar mi justificante y pasar con nos maestros para avisar de mi falta, vi a Priscila, que estaba con Janet y Lizbeth.

Se veía tranquila, y mi mamá me dejo ir con ellas para platicar mientras ella ponía al tanto a la maestra. Habían salido de Artes para ir a Geografía y ver una película.

En el momento que me vio, corrió a abrazarme y decirme lo mucho que me había extrañado. Correspondí el abrazo al instante pasando mis brazos alrededor de su cintura y sosteniéndola fuertemente. En ese momento supe que no había sentido un abrazo tan reconfortante, que pudiera hacer que por un momento todo iba bien.

Salude a las otras que tampoco se quedaron atrás para decir lo diferente que había sido el día sin mí, que jamás vuelva a faltar en mi vida.

Una vez más, pude sentir la grata satisfacción de ser importante para alguien.

A Ricardo no lo vi, pero no suponía que no había ido ese día.

El miércoles pasado me dijo que los adultos habían decidido que debería concluir su ciclo escolar, y después tendría que irse. Pero las decisiones cambiarían si él se portaba bien con sus tíos y primas. Al parecer comprendió, y le dije que no debería sentirse presionado por cosas que fácilmente podría arreglar. Un alivio inmenso me recorrió cuando me dijo que ya se encontraba mejor.

—Voy a faltar otro día, pequeña. —Le dije en su oído mientras le abrazaba por su cuello. Me colé en la biblioteca porque mi madre seguía platicando con la maestra.

—Ay no, Val por favor, ¿Qué haré sin ti cuando no vengas? —Se volteó hacia mi y giré un poco la cara para evitar el contacto. Espero no haberme sonrojado.

—Es necesario para recoger mis resultados, verás que todo saldrá bien—dije tranquilizándola—. Cuando no venga, puedes rezar por mi.

Le guiñe un ojo y con mi mano me despedí, y posteriormente, llegué a casa. Aun me sentía terriblemente preocupada por lo que fuera que Priscila me diría, pero al parecer ella esperaría aún más tiempo. Una parte de mi sabe que es lo que dirá, que finalmente la decisión estaba tomada. Al menos ya no lo estoy negando, y me dolerá menos cuando me lo confirme.

Pero siempre hay que mantener un poco la esperanza, ¿no?

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