Conexión Irresistible © [Paus...

By LuisianaVons

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"Jamás pensé que podría llegar a sentir esta conexión irresistible" Jessica Parker está consciente de que le... More

Conexión Irresistible
0|La Despedida.
1|11:11.
2|Hilos.
4|Fingir.
5|Eureka.
6|No Significa No.
7|Malas Combinaciones.
8|Menos Diez.
9|Lenguaje Mimo.
10|Otra Vez.
11|Deja Vú.
12|Confesiones.
13|Momentos Adecuados.
14|Recuerdos.
15|Sueños Cumplidos.
16|La Ruptura.
17|Torturas.
18|Campo de Batalla.
19|Sin Estrellas.

3|Desconocidos.

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By LuisianaVons

Jess



Frunzo el ceño sin quitarle los ojos de encima a Kenzie. Después de ir al centro comercial, decidimos regresar a nuestro departamento para cambiarnos de ropa para la salida de esta noche. Cita, me corrige ella cada cinco minutos. Pero, no es una cita para mí cuando mi cita ni siquiera es alguien a quien conozco.

Kenzie lleva más de media hora, sentada en el filo de la bañara con una cuchilla y un botecito de crema, arrancándose las vellosidades en los muslos. Así mismo, llevo más de media hora ahogando a mi vejiga urinaria con mis toxinas.

―¿Ya terminaste? ―Le doy un aporreo al marquillo de la puerta, y doy brinquitos en el mismo lugar, apretándome la parte baja del abdomen.

Kenzie emite un balbuceo que apenas consigo comprender. Se levanta, y echa las cuchillas en el lavamanos. Le miro con los ojos entornados, preguntándole tácitamente si de veras piensa abandonar sus artilugios en nuestro lavamanos.

―Sí. No te tardes ―murmura antes de abandonar la estancia.

Le lanzo una mirada llena de amargura, a sabiendas de que no ha podido alcanzar a notarlo. Suelto un suspiro cansino, y me siento en el váter apeñuscando mi cabello con los dedos.

Tal vez ha sido mala idea decirle a Kenzie que accedería a acompañarla a la cita con su novio. De algún modo, nunca se me cruzó por la cabeza que sería capaz de ingeniárselas para conseguirme una cita a ciegas. Bueno, no tan a ciegas. Pero, en efecto no puedo ni imaginar a que lunático por las artes atrapó.

Me concentro en empujar mis acumuladas toxinas fuera de mi organismo, y me limpio cuando termino. Me subo el jean que he recuperado del armario de Kenzie después de haber sido secuestrado por ella, y me miro a través del espejo. Mi rostro es un salpicadero de motitas rojas y naranjas, mis grandes ojos verdes refulgen gracias al adecuado tamaño de mis pestañas y mis labios mullidos, a veces pienso que descuadran proporcionalmente con el resto de mis facciones.

Cuando estaba en la secundaria, siempre admiré la belleza de Kathleen. Ella era tan naturalmente hermosa, y su personalidad de buenas acciones hacía que de vez cuando metiese un poco la pata. Pero, al final del día Kath siempre buscaba una cosa: Hacer felices a todos. Me río cuando mi mente evoca la película del día en el que fuimos a Rusty's y ella fue completamente incapaz de declinar la salida de Kay Collins, y sacrificó su cita con Mikhail para no herir a nadie... aunque sus acciones muchas veces por mucho esfuerzo que ella pusiese, terminaban hiriendo a alguien.

El grito de Kenzie flota desde la sala al cuarto de baño, aturdiéndome. Me deslizo fuera de la estancia, y la encuentro junto a la puerta amarrándose la cinta de su abrigo.

―Mi osito me ha escrito. Se encuentran esperándonos. ―Me guiña un ojo, y agita el atiborrado llavero al aire. Arrugo la nariz por dos razones.

La primera, por su horrendo y diabético apodo hacia su novio.

La segunda, ¿cómo es posible que tenga tantas llaves del departamento mientras yo tengo una sola?

Sacudo la cabeza, estirando el brazo hacia el perchero a un rincón de la puerta. Tomo mi abrigo, y deslizo mis brazos en sus orificios.

―Sigo convenciéndome de que no es buena idea que salga con ustedes. Ni siquiera conozco a mi cita.

―¿Sabes? Deberías estudiar actuación o teatro, porque tienes lo dramática en la sangre, Jess. ―Se encoge de hombros. Abre la puerta, y sale primero.

Suelto un suspiro lleno de irritación.

―No creo que esté siendo dramática. ¿Acaso tú saldrías con alguien que no conoces? ―le pregunto. Pero, me arrepiento de inmediato porque conozco la respuesta como a la palma de mi mano. Y es un gran «sí» ―. No, mejor no me digas.

Le oigo reírse mientras tomamos el ascensor. El frío se cuela por los respiraderos de los pasillos, entumeciéndome las manos. He olvidado colocarme los guantes para evitar posibles calambres, y todo porque estuve demasiado ocupada rehusándome en mi cabeza a ir a la cita. Preferiría mil veces ser el puto velero.

Me froto las manos para darme calor, y ambas salimos del ascensor cuando arriba a la planta baja del edificio. Desde adentro, podemos contemplar, a través de los altísimos ventanales transparentes, los grandes edificios y la oscuridad tiñendo el cielo mientras se instala en la ciudad.

―¿Podrías recordarme una vez más a dónde vamos? ―indago con la voz volviéndose ronca cuando el glacial clima del exterior me quema la nariz, las mejillas y los labios.

Kenzie empieza a culebrear a pasos rápidos sin esperarme, asumiendo que la sigo de cerca.

―No te he dicho a donde vamos, todavía.

―Pero, podrías empezar diciéndomelo ahora ―le pido, exhortativa.

―Solo relájate, ¿sí? ―me mira a través de su hombro, y debo tirar velozmente de su brazo para evitar que un sujeto en bicicleta se la lleve por el medio. El sujeto le grita un «lo siento» y Kenzie le responde con su dedo medio al aire―. Estos ciclistas. Una vez salí con un ciclista, ¿te conté?

Reúno todas mis fuerzas para no blanquear los ojos.

―Kenz, ¿a dónde vamos?

Ella ignora de lleno a mi pregunta, porque prosigue con la historia de su novio el ciclista. El hecho es que Kenzie siempre ha sido espontanea, natural y... relajada. Me recuerda mucho a mí, hasta que me enamoré de Josh cuando iba en tercero de secundaria. Pero, él solo me utilizó como parte de un estúpido y machista reto con sus amigos.

Una semana después, el video de mí haciéndole twerk explícitamente para él con la canción Anaconda, fue colgado en las redes sociales hasta volverse viral. Nunca me había sentido tan abochornada en mi jodida vida, pero una parte de mí logró convencerme de que me merecía ser avergonzada, para aprender a que los chicos pueden ser crueles. Muy crueles.

La voz de Kenzie alcanza mis oídos, y trastabillo cuando se detiene abruptamente frente a la entrada de un iluminado cartel con letras rojas y cursivas.

Casino.

―¡Eureka! ―Me da una palmadita en el brazo, y tira de él, arrastrándome al interior del lugar sin siquiera darme tiempo de planificar mi huida.

Enseguida el estentóreo coro de voces y carcajadas atruena el lugar. Me dedico a detallar el lugar con una iluminación tenue amortiguada con las pantallas luminosas de las maquinitas. El sonido de los botones y puzles chirria ante mis oídos, desorientándome por una fracción de segundo.

Kenzie deja de empujarme cuando llegamos al final del corredor principal. Está atiborrado de personas que usan las diversas atracciones. Sin embargo, nos detenemos frente a una mesa de pool. Una ancha espalda irrumpe en mi campo de visión, enfundada por un grueso abrigo azul oscuro. Su cabello achocolatado me llama la atención, y una perturbadora sensación de deja vú, me hace estremecer.

―¡Osito!

Dos rostros se giran hacia nosotros. Y uno de ellos, me deja sin respiración.

Oh, santas ruinas de mierda.

Alguien dígame que nos equivocamos de personas.

―Dime qué este no es tu novio ―murmuro en medio de una risita nerviosa. Pero, lo cierto es que no puedo salir de mi pasmo interno.

Él clava vorazmente sus ojos marrones sobre mí. Luce tan sorprendido como yo, de verme en ese maldito casino al cual nunca debí entrar.

Kenzie se pone de puntitas para darle un casto beso en los labios, y Eduardo apenas es capaz de reaccionar. Ella se percata de ello, porque su mirada viaja haciendo escalas y devoluciones entre él y yo.

Mierda. Eduardo... es el novio de Kenzie.

Eduardo, mi ex mejor amigo, es el novio de mi loca prima.

Me trago mis deseos de cavar un hoyo en el material solidificado del suelo, y me las apaño para sonreír. O tal vez, hago una mueca de horror que llama la atención de mi prima.

―¿Puede alguien decirme qué demonios sucede? ―solicita Kenzie.

Una voz desconocida alcanza mis oídos. Pertenece al chico que se encuentra en el otro extremo de la rectangular mesa.

―Por dos ―alza un brazo, y apoya la barbilla sobre la punta del taco de billar.

Eduardo se aclara la garganta bruscamente. Kenzie sigue rodeándole la espalda con su brazo, y están tan cerca que no puedo evitar sentirme abrumada por la bizarra situación frente a mí.

Sin embargo, él actúa de un modo que jamás imaginé. Da un paso hacia mí, y estira su mano en mi dirección en un saludo de presentación.

―Un placer... ―hace una pausa, fingiendo no saber mi nombre.

La cólera hierve en mi sangre e irrita a mis músculos, porque tardo en estirar la mano y consumir el saludo.

―Jessica ―le digo escuetamente.

Él asiente, sonriendo solo una pizca.

―Jess.

Jessica ―le corrijo de mala manera. Me importa tres mil hectáreas de mierda que haya sonado grosera―. Solo mis amigos tienen derecho a llamarme Jess. Así que, Jessica para ti.

Kenzie me lanza una mirada de reproche, y luego le da un beso rápido a Eduardo en la mejilla.

―No te preocupes. Ella siempre es así ―le dice a modo de disculpa.

Él sigue con sus ojos estáticos sobre mí, mientras siento el modo en el que mi cara se consume en fuego a raíz del cólera.

El otro chico, un pelinegro de ojos claros, se planta a su lado. Intercala su mirada entre ambos, y luego da un golpecito a la mesa de billar con el taco de madera entre sus dedos, sacándonos a todos de la incómoda escena.

Pero, ¿cómo se supone que debería actuar?

¿Seguirle el puto juego de fingir que no nos conocemos?

―Bueno, mi nombre es Eugene para a quien le interese ―el chico de cabello negro hunde ambos hombros.

Kenzie le quita el taco de las manos.

―Ya sabemos, Eugene.

―Sí, Kentucky. Sé que lo sabes. ―Vuelve a recuperar a su bastoncillo de las manos de Kenzie.

―¡Deja de llamarme así!

―¿Algún otro deseo, Kentucky? ―replica el chico con burla

Triturando mis deseos de fingir cólicos y escabullirme de retorno a la calidez del apartamento a pocas cuadras del casino, me dispongo a no permitir que la demencia fingida del castaño sea un impedimento para disfrutar de la noche. Eugene parece un buen chico, y su atractivo es incuestionable.

Debería aprovechar mi oportunidad, y fingir amnesia también.

―Jess ―Le tiendo mi mano a Eugene.

Él la aprieta con delicadeza, y le da un golpe en el hombro a su amigo, personaje cuya lengua ha sido devorada por los ratones del asombro.

―Entonces, ¿puedo llamarte Jess? ―inquiere Eugene, sin soltar mi mano aún.

―Claro. Somos amigos ahora ―le digo, asintiendo. Disparo una mirada rápida al castaño a su lado, y él mantiene la mandíbula cuadrada.

―Oh, ¿escuchaste, Wardo? ―le dice Eugene al castaño―. Tengo una amiga nueva.

Eduardo se rasca la barbilla, y asiente sin un gramo de humor.

―Ya veo.

Sin mencionar una sola palabra, desliza una sonrisa premeditada en sus labios, y a mis ojos, demasiado acartonada. Se gira hacia Kenzie, y la toma de la cintura. Ella se encuentra ordenando el triángulo de pelotitas coloridas, y Eugene me tiende un taco de billar para sumarme al juego.

El juego comienza, y hemos formado equipos. Lógicamente solo existen dos bandos; el de los novios y el de mi nuevo amigo Eugene. Durante toda la partida, ellos no dejan de besuquearse de vez en cuando. Sobre todo, por parte de Kenzie. Ella ni siquiera parece grabarse las reglas del juego porque cada cinco minutos espacia todas las bolas que acumula su novio, solo para aprovechar a robarle algún beso o manosearle la cara.

Él no se opone, pero luce un poco desconcentrado. Como si no tuviese cabeza para concentrar toda su atención en su novia. Pues... ¿qué puede esperarse de una persona que finge no recordar a su mejor amiga de la infancia?

Siendo sincera conmigo misma, se ha sentido como la mierda. Un puñetazo en la teta duele muchísimo menos en comparación a ser negado por la persona que alguna vez fue tu confidente. Y, vaya qué curiosa la vida y el modo en el que, inesperadamente, la persona que más llegaste a conocer se vuelva un entero desconocido para ti.

Los dos minions que viven sobre mis hombros me miran. La diablilla se ríe en mi cara, recordándome el atontado modo en el que perdí ocho horas de sueño hace un día cuando nos volvimos a encontrar en el Central Park, y me quedé rumiando la noche entera acerca de ello. La angelita solo me ofrece pañuelos, siempre sintiendo pena por mí.

―¿Eres una aficionada al pool?

La pregunta de Eugene me saca a empujones de mis cavilaciones mentales.

―¿Qué? ―Me río, y agazapo la espalda para obtener una mejor posición. Impulso el taco hacia adelante, y su punta redondeada golpetea la pelotita. Ésta entra directo a la ranura, dándome otra satisfactoria victoria―. Solo me gusta ganar, siempre.

Él recuesta el lado lateral de su cuerpo de la mesa, coloca el taco bajo el suelo de su mentón y me mira con un deje divertido matizando sus irises.

―Se nota a leguas, Jess. ―Da un golpecito con el taco sobre su mentón, y chasquea la lengua―. ¿Y a qué te dedicas? ¿A estafar a incautos en los casinos? ―murmura, mirando furtivamente los cinco billetes que le hemos sacado a dos parejas que se atrevieron a enfrentarnos después de que el amnésico y mi prima abandonasen el juego.

Su comentario me hace reír.

―No hemos estafado a nadie.

―¿Ah, no? ―Se acerca, y empieza a susurrar: ―Porque comenzaste diciéndoles que nunca habías tocado uno de esos palos. Eso me suena muy a estafa para mí.

―Solo lo he hecho para que no se sientan cohibidos de apostar. ―Descanso la parte baja de mi espalda contra el filoso borde de la mesa―. Son mentiritas blancas.

Mentiritas blancas. No como las sucias mentiras de algunas personas como...

―Umm, ajá. Suenas igual al gobierno intentando cubrir sus crímenes de corrupción. ―Se ríe, y no puedo evitar dejarme llevar por su risa. Deposita el taco sobre la mesa, puesto a que hemos terminado la partida contra una pareja asiática.

Ellos estaban seguros de que nos iban a ganar. Incluso, pude entender algunos comentarios que se decían antes de que comenzáramos a masacrarlos sin piedad. "Estos americanos y sus ínfulas".

―Estudio psicología ―contesto a su pregunta.

Eugene ensancha su sonrisa, y no se esmera en esconder su fascinación.

―Ah, como Richard Wiseman. ―Entierra sus dedos en el borde de la mesa, y clava sus ojos al frente. Sus brazos rozan los míos bajo la tela―. ¿Has oído hablar de él?

Meneo la cabeza.

―Era un mago e ilusionista, que luego estudió psicología ―explica, ensanchando los labios con admiración mientras lo hace―. Un crack mágico.

Suelto una risita, y anoto su nombre mentalmente. Ya tendré tiempo de hacer una profunda investigación sobre él.

―¿Y tú, a qué te dedicas? ―Hago una pausa, y recuerdo agregar: ―. Además de investigar a magos profesionales, claramente.

Él se ríe ante mi acotación, y observo el modo en el que su prominente nuez de adán se desliza hacia abajo.

―Estudio para ser director de cine. Ha sido mi sueño desde que tengo memoria ser galardonado por la Academia por dirigir la mejor película de acción de la historia. ―Se pasa una mano por la cara, y me mira de refilón―. Tendrás suerte de decir que jugué contigo una vez al pool, Jess ―farfulla en tono ufano.

―Oh, qué suerte la mía. ―Me llevo una mano al pecho, y le dedico una sonrisa―. ¿Y... de dónde conoces al novio de mi prima? ―hablo recordando que no puedo demostrar que le conozco. A estas alturas, ni siquiera me interesa formar parte de su show mediático.

―Somos roommies ―aclara. Medio gira el torso en mi dirección, y sus ojos analizan mi cara, haciéndome sentir un tanto incomoda―. ¿Y ustedes... de dónde se conocen?

Su pregunta me pilla por sorpresa, y no soy capaz de controlar mis emociones porque puedo sentirlas reflejándose en mi cara y en mis acciones. Eugene, tan suspicaz como parece, se da cuenta de ello, porque su expresión analítica y escudriñadora se agudiza.

―No... no nos conocemos ―titubeo las palabras.

Él profiere un «ajá» en el interior de su boca.

―Llevo viviendo con Eduardo desde que llegó a la ciudad. Convivimos juntos la mayor parte del tiempo, y a veces, pasamos las vacaciones juntos... con Loise. ―Rueda los ojos con exasperación, como si la última persona en la oración no fuese particularmente de su agrado―. El punto es que, sé cuándo miente. Actúa muy extraño cuando lo hace, y termina vomitando chorros de verdades cuando se siente ahogado en las mentiras. Y, lo que presencié hace un rato fue un evidente acto de que ustedes dos... ―clava los ojos sobre mí, acusativo―, se conocen.

Suspiro, y trago el cúmulo de saliva atorado en mi garganta.

―Vaya, me siento tan estafada.

Él sonríe, pero sigue con su voraz mirada sobre mí.

―¿Por qué?

―¿De verdad quieres ser director de cine? ¿No preferirías ser psicólogo? O tienes buen ojo o un oráculo escondido en algún lado ―bromeo, alzando ambas cejas en su dirección.

Eugene se encoge de hombros, pero su acto dista mucho de ser humilde. Se enorgullece de sus habilidades para analizar a las personas, y sacar conjeturas muy asertivas. Pienso en lo bien que se la llevaría con Simone. Dos mentes pertenecientes a otro planeta.

―Como futuro director de la mejor película de acción del universo, es mi deber indagar acerca de cada hecho, memorizar el modo en el que una persona actúa y ser capaz de discernir cuando una persona está diciendo la verdad o mintiendo ―reconoce. Luego, sacude la cabeza y vuelve a afincar su husmeadora mirada sobre mí―. No me olvido de lo que te pregunté, pequeña estafadora.

Le abro la puerta de mis labios al suspiro que abandona mi boca. Entierro las uñas sobre el borde de la mesa, y agacho la cabeza.

―Éramos amigos, creo ―le suelto con sinceridad, regresando los ojos hacia la postura relajada de Eugene―. Pero, ahora no somos nada. Y, por el paso que vamos, terminamos siendo dos completos desconocidos.

―Pero, ¿por qué fingieron no conocerse?

Su pregunta rebota por cada uno de los lóbulos de mi cerebro hasta perderse con el montón de preguntas a las cuales no puedo responder.

Me encojo de hombros, y le doy una mirada.

―Tal vez, deberías preguntárselo a tu roomie.

―¿Por qué?

Suspiro, y degluto saliva.

―Porque ni yo misma lo sé. 


❣❣❣

¡Feliz sábado, familia!

¡Oh, deben amarme por el eficiente servicio de dos caps en menos de 24 horas! Pero, me tiene muy emocionada este libro, así que no puedo evitar escribirlo<3

Oh, no. Wardo es el novio de Kenzie, ¿Qué demonios? XD

Pero se vienen muchas cosas locas, e increíbles<3 

Por cierto, deberíamos escoger un ship para estos dos, COMENTEN<3

P.D: Puedo subir otro cap mañana, si este cap alcanza los 200 votos y 100 comentarios<3

Nos leemos. Muac<3


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