La chica de los CDs | adaptac...

By cachehxl

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12-final
Epílogo
Final alternativo (parte 1)
Final alternativo (parte 2)

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By cachehxl

Aquel viernes siguiente Marta y Amalia se encontraban platicando entre ellas.

-No hay cambios en su diálogo, pero se ve con más energía.

-Creo que aquella chica que te mencioné aquella vez, Daniela, es como una especie de amiga. No lo sé.

-¿Ella no te ha dicho nada sobre ella?

-No -negó con la cabeza algo triste- absolutamente nada. ¿Debería preguntarle?

-No, deja que ella se encargue. Al parecer le hace bien.

Marta asintió.

Ese sábado, volvieron a ir a la mañana al centro comercial, como era costumbre.

Poché entró, pero no hizo más que poner un pie dentro del local de música que Sebastián la saludó.

-Bienvenida a MusicWorld ¿Puedo ayudarte en algo?

Él estaba cerca de la entrada y se encontraba libre, mientras que Daniela se encontraba vendiendo unas púas más en el fondo. Sebastián estaba algo celoso de Poché, cosa que era bastante estúpida, ya que Poché era una chica; pero si podía impedir que hablaran no estaría mal, pensó. Ella se puso muy nerviosa. Tenía la idea fija de que  fuera Daniela quien la atendiera, como todas las semanas. No contaba con la posibilidad de que alguien más lo hiciera. Ella iba a esforzarse en hablar más, pero no con todos, no ahora. Ni siquiera había tenido tiempo de tomar un CD cualquiera entre sus manos. Pero agradecía en parte por ello. Si él era quien se encargaba  de la compra ni siquiera tendría excusa ni oportunidad de hablar con Daniela. No podía permitir eso. La veía una vez a la semana y sólo unos momentos. Era demasiada la espera para desperdiciar la chance de esta forma ¿Que debía hacer?

-Majo

Oyó esa voz que hacía que todos sus problemas se disiparan y sintió como si un peso de toneladas de kilos se cayera de sus hombros. Estaba a salvo. Tanto ella como él chico voltearon su cabeza fijando la mirada en Daniela que se había acercado a ellos. Había terminado de atender al cliente con quién estaba ocupada.

-No te preocupes, Dani. Yo me encargaré de atenderla- dijo él con una gran sonrisa boba hacia Daniela. Si, estaba más que claro que le gustaba.

-No -dijo en seco haciendo que el muchacho dejara de sonreír- verás-cambió su tono de voz a uno más suave al notar que había sonado algo fría antes- Majo es mi cliente favorita, y yo soy su vendedora favorita -le guiñó un ojo con una sonrisa de lado- es algo mutuo, por eso seré yo quien la atienda siempre que venga. Si estoy ocupada, esperará a que esté libre ¿Entendido? -finalizó en tono algo descarado.

-Como quieras- escupió molesto y se dirigió a otra parte del local rápidamente para desaparecer de su vista.

-Ya se le pasará-dijo sonriente a Poché quien la miraba sorprendida- ¿Estás bien?

Poché sentía ganas de sólo asentir. Eso era simple. Pero habían acordado que dejaría de hacerlo.

-Si -dijo con la mirada gacha.

-Bien. ¿Que va a necesitar mi cliente favorita el día de hoy?

Poché sintió un escalofrío en su columna. Cada cosa buena que Daniela decía sobre ella le ponía el corazón a mil por hora. Volteó a penas su rostro y tomó cualquier CD, entregándoselo. Daniel la miró con el ceño fruncido y tratando inútilmente de ocultar una sonrisa. Daniela mordió su labio inferior, eso la hizo ver condenadamente sexy. Poché tragó saliva.

-¿Sabes? Es una pena que no podamos tener más tiempo juntas el día de hoy. Pasar mi tiempo para almorzar contigo fue mucho más entretenido que pasarlo sola. Y no puedo usar mi descanso en este momento. Si almuerzo a las once de la mañana moriré de hambre el resto de la tarde -hizo una mueca graciosa.

La combinación de oír esas palabras y ver la mueca divertida de Daniela hizo que Poché sonriera.

-Sonreíste -dijo sorprendida, interrumpiéndose a sí misma mientras hablaba.

Poché borró la sonrisa de su rostro como acto reflejo y la miró fijamente.

-sonreíste -volvió a repetir, pero es vez con una gran sonrisa en el rostro- no puedo creerlo. Sonreír definitivamente es algo que también deberías hacer más a menudo.

-Daniela -se oyó la voz de Johann cerca de ellas- lamento interrumpirte, pero hay demasiado por hacer.

-Claro, lo siento -se disculpó.

Daniela volteó hacia Poché con una sonrisa pícara en los labios.

-¿Éste? -dijo refiriéndose al CD.

-Si -respondió tan rápido como le fue posible, mirando hacia el piso.

-Bien, sígueme.

Poché no era la mejor disimulando. Daniela había podido notar como tomaba los CDs al azar. Supuso que sólo eran excusas para concurrir a la tienda. Cruzó por su cabeza la idea de decirle al respecto. Que había notado lo que hacía y que podía visitarla sin la necesidad de comprar nada. Pero Poché era una caja de Pandora, no estaba segura de poder predecir las actitudes de la chica. Así que aunque actuara con suma confianza, también era precavida con respecto a ella. Decidió que no le diría nada. Podía decirse lo mismo acerca de su enfermedad. Daniela había notado que lo que Poché tenía no era simple timidez. Pero ella actuaba como si no lo supiera, y la trataba todo el tiempo simplemente como alguien tímido. Tenía la idea firme de que tratarla como a una persona ciento por ciento común y corriente la ayudaría más que tratarla de manera especial y hacerla sentir diferente, rara, excluida. Daniela en verdad quería ayudar a Poché.

Luego de toda la misma rutina se siempre. Llegar a la caja registradora, dar el dinero, tomar el dinero, envolver la caja en el cuarto de empaquetamiento, entregar la caja y despedirse.

Sólo para volver a esperar una semana completa. Se estaba convirtiendo en un ciclo de vida para Poché. Lo único que realmente la motivaba.

Pero esta semana sería diferente. Daría un gran paso. Reunió el suficiente valor a lo largo de los últimos siete días. Solo esperaba poder manejarlo.

-Poché -llamó su madre  -¿Iremos juntas al centro comercial?

Ella estaba prácticamente convencida de que ella aceptaría encantada. Pero para su sorpresa ella se negó.

-¿Por qué no?- preguntó atónita. Poché la miró fijamente- ¿Ocurrió algo malo?- ella negó con la cabeza-¿No quieres seguir yendo? -ella asintió- No lo entiendo- ella tomó una gran bocanada de aire y luego de unos momentos explicó.

-A la tarde.

-¿Quieres ir a la tarde?- ella asintió. Marta sintió en verdad muchos deseos de preguntar la razón, pero no podía hacerlo. Era obvio que tenía que ver con Daniela- sabes que suelo estar ocupada con el trabajo extra de la oficina los sábados por la tarde, cariño. No estoy segura de poder acompañarte- odiaba hacerle esto a Poché, pero a veces simplemente no podía cumplir todos sus caprichos, pero ella estaba negando con su cabeza unos segundos antes de que terminara de hablar.

-Iré sola.

Marta empalideció. Poché quería ir sola. Sin ella. Ir hasta el centro comercial. Un mes atrás apenas si lograba que saliera al patio trasero de la casa. Estaba feliz, pero asustada también.

-No lo sé, podría ser peligroso -no podía creer lo que estaba diciendo, que Poché llevara una vida normal era lo que más anhelaba y ahora era ella quien quería impedírselo.

-No soy una niña- dijo seria. Su madre nunca la había visto tan decidida y confiada. Fuera lo que fuera que Daniela provocaba en Poché estaba teniendo resultados nunca antes vistos.

- Está bien. Puedes ir sola. Sólo ten mucho cuidado -dijo su madre preocupada. Ella asintió. Debía confiar en Poché. Pero no podía evitar sentir una gran inseguridad respecto a esto.

Luego del almuerzo Poché tomó su mochila gris y la colocó en su espalda. Estaba frente a la puerta de entrada de la casa. Su madre la miraba expectante, se acercó lentamente y depositó un corto beso en su cabello. Ella dió un largo suspiro y salió finalmente de su casa. Allí estaba ella. Sola. Caminando por las aceras de Londres. Estaba nerviosa, no había que ser un genio para notarlo; pero su determinación hacía que caminara rápidamente. Una parte de su mente comenzaba a creer que ya no simplemente quería verla. Necesitaba verla.

Finalmente llegó. El camino de momento parecía interminable y en otros momentos parecía que flotaba en un corto camino al encuentro con la persona más importante para ella.

Entró en el local. Daniela le dedicó una fugaz mirada mientras se encontraba atendiendo a alguien más. Poché la esperó paciente en silencio. Una vez terminada la compra del otro cliente ellas se acercaron.

-Que bueno que llegaste. Hora de almorzar -dijo feliz.

Poché no pudo evitar que se dibujara una sonrisa en su rostro.

Ambas se dirigieron a la habitación trasera. Se sentaron en la mesa  llena de papeles que Daniela hacia a un lado para no ensuciar nada mientras devoraba su almuerzo. Comió más rápido que la vez anterior.

-Sabes -dijo una vez que había terminado de limpiar las migajas de pan que habían quedado en la comisura de sus labios, Poché no lograba quitarle los ojos de encima con cada acción que la chica realizaba- He estado pensando algo la última semana. Me agradas. Pero se muy pocas cosas sobre ti. Se me ocurrió que podríamos tratar de saber un poco más de la otra. Si está bien para ti.

-Si -dijo mirando directo a sus pies que se movían nerviosos.

-Majo

La llamó seria, haciendo que la piel de la aludida se erizara. No despegó la vista de sus pies, pero pudo ver cómo la mano de Daniela se acercaba  hasta ella, pero por alguna razón no tuvo el reflejo de retirarse bruscamente evitando el contacto. Daniela la tomó del mentón, y lo inclinó hacia arriba, provocando que se miraran fijamente, frente a frente. Poché respiraba muy nerviosa.

-Tienes unos ojos demasiado lindos como para dedicarte a mirar el piso cada vez que hablas. A veces las miradas dicen incluso más que las palabras. ¿Crees que podrías mirarme cuando hablas?

Poché sentía que las peticiones de Daniela eran cada vez más pesadas. Era jodidamente difícil y estresante cumplir lo que ella le pedía. Pero sabía que su intención no era que sonaran como órdenes. Sino como favores. Y sinceramente sentía que su alma se partiría en dos si veía una sola expresión de decepción en su rostro a causa de una respuesta negativa suya.

-Está bien- respondió viéndola directo a sus ojos avellana.

-Gracias, en verdad- sonrió más que resplandeciente- supongo que como yo soy la charlatán comenzaré por contarte cosas sobre mí. ¿Por donde comienzo? Bien. Mi nombre es Daniela Calle Soto, mis amigos me dicen Calle, así que puedes llamarme así. Tengo dieciocho años. Trabajo aquí atendiendo al público los sábados de diez de la mañana a seis de la tarde. Soy sagitario. Vivo con mis padres. Tengo una hermana mayor. Se llama Juliana. Tenemos un perro de mascota llamado Ramón, duerme todo el día. Mis mejores amigas se llaman Laura y Lucía son Mellizas y muy divertidas, y Kim es castaña casi rubia y es algo tímida pero con muy buen sentido del humor. Las conozco desde pequeña. Fuimos siempre juntas a la escuela. Estoy pensando en ingresar a la universidad el año que viene. Aún no tengo decidido que profesión escoger. Mis pasatiempos son escuchar música, bailar y pasar el tiempo con mis amigas, la mayor parte del tiempo creando coreografías o con los videojuegos. Mi color favorito es el morado. Mi estación favorita es el otoño. Mi materia favorita es ciencias y la que más odio es matemáticas. Hmmm... Te diría más cosas pero ahorita no recuerdo.

Poché la miraba atenta. Se quedó impactada cuando le pidió que la llamara por el apodo por el que solían hacerlo sus amigos. La consideraba una amiga. Se sonrió al notar que tenían en común el odio a las matemáticas. También estaba sorprendida. Como Daniela podía hablar tanto, sonriendo, abriéndose tanto. Era admirable.

-¿Que hay de ti?

Preguntó expectante, sacando a Poché de sus pensamientos. Ella la miró nerviosa. No esperaba que ella hablara en cantidad haciendo una gran descripción de su persona tal como ella acababa de hacer ¿O sí? Eso era una locura.

-¿Prefieres que yo pregunte y tu respondes?

Poché sintió muchos deseos de asentir mirando hacia el piso. Pero debía acostumbrarse a ser diferente con Calle.

-Si -dijo viéndola directo a los ojos.

-Bien tu nombre completo es María José...

-Garzón Guzmán, y me dicen Poché -respondió al cabo de unos segundos.

¿Por qué tienes un apodo tan genial? No es justo- bromeó y Poché sonrió- bien,  María José Garzón Guzmán mejor conocida como Poché- la aludida sintió un escalofrío al escuchar su nombre completo dicho por ella- tienes dieci...

-Seis

-¿Vives con tus padres?

-Si

-¿Tienes hermanos?

- una hermana mayor.

-¿Nombre?

-Valentina. Está estudiando en Estados Unidos.

-Increíble -increible que lograra hacerlo hablar toda una oración- ¿Tienes mascotas?

-No.

-¿Color favorito?

-Rojo

-Signo...

-Escorpio

-¿Materia favorita?

-Historia

-¿La que odias?

-Matemática

-¡Hey! ¡Dame esos cinco!

Dijo colocando su mano extendida en el aire de manera vertical. Poché la miró y supo lo que debía hacer, pero no estaba segura de hacerlo. Lentamente alzó su mano y la posó tímidamente sobre la palma de la mayor. Ella tenía una mano mínimamente más grande que la de Poché. Se sintió extraño ese tipo de contacto. Como si cada segundo que pasaran juntas tomaran más confianza. Como si se volvieran más cercanas.

-La idea es que suenen al chocar -dijo Calle divertida.

Poché retiró la mano y mordió un poco su labio inferior. Calle insistía en mantener una conversación común y corriente. Interactuando como lo haría con cualquier persona. ¿Que no se daba cuenta de que ella era una completa idiota que no sabía hacer nada bien? ¿Que era una rarita?

-A la cuenta de tres. Uno...-poché levantó su mano en el aire- Dos...- la hizo un poco hacia atrás -¡Tres!

Ambas llevaron su mano hacia adelante en un rápido movimiento. Haciendo que las palmas de sus manos se estrellaran y dejaran salir un chasquido. El corazón de Poché latía desenfrenado. Y su mano temblaba un poco.

-¡Yay! Por un mundo sin matemáticas- rió. Poché dejó escapar una gran sonrisa- hoyuelos -ella la miró confundida- tienes hoyuelos. Esas pequeñas marcas que se hacen a los lados de tu sonrisa -dijo tocando con sus dedos índices sus propias mejillas- mi abuela decía que las personas que tienen hoyuelos son de gran corazón -poché bajo la mirada al oír eso- Yo no tengo hoyuelos -hizo un pequeño puchero -cuando sonrío se me forman pequeñas arrugas a los lados de los ojos. Eso no es lindo.

-Si lo es.

Poché ni siquiera pensó en lo que acababa de decir tan naturalmente como respuesta. Calle la miró sorprendida. Acababa de hacerle un cumplido. La menor estaba muy nerviosa. Calle podía tomárselo de una mala manera. Pero no fue así.

-Si tú lo dices. 

Calle trataba de contener una gran sonrisa, fracasando en el intento, dejando ver las marcas en sus ojos que acababa de mencionar. Mordía sus uñas mientras la miraba. Poché la observó fijamente. Ella mordía sus uñas cuando se ponía nerviosa, ansiosa o apenada. Se preguntó si Calle se sentía de alguna de esas maneras en estos momentos. Asi que Calle si sentía vergüenza de vez en cuando, a pesar de ser tan confianzuda; pensó. Se preguntó en qué otro tipo de circunstancias se comportaría como alguien tímido.

-Diablos -dijo viendo al reloj hora de volver al trabajo.

Cada día que pasaba en su compañía Poché se convencía que Daniela no era igual a las demás personas. Ella era diferente. Ella hablaba con ella como si la conociera de toda la vida. Nunca le preguntó porqué actuaba como una idiota que apenas sabe hablar. Nunca la presionó a hablar, sólo la incentivaba a hacerlo, pidiendole favores. Nunca la obligó a hablar con ella e irónicamente era la persona con la que más estaba hablando el último tiempo. Con ella no era difícil hacerlo. O tal vez eran tantos sus deseos de hablar con ella que le resultaba más fácil que con otras personas.

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@ltftcyp

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