Ángel de Hielo |En edición|

By CandelaBassani

127K 4.6K 221

Ella era un todo dentro de la nada. Era el beso mortal que le seguía a una sonrisa ligera. Una mirada perdid... More

Prefacio
1▲
2 ▲
4▲
5▲

3▲

10K 742 24
By CandelaBassani

Capítulo 3

El café, aquella mañana, no fue capaz de despertarla. Algo lamentable ya que tenía que aparentar estar en perfectas condiciones para no levantar sospechas. Estaba de regreso en su habitación, recostada sobre la cama tranquilamente, a sabiendas de que aún era temprano para alistarse. Se tomó un corto tiempo para revisar sus redes sociales y luego enterró la cabeza en su almohada mientras deseaba poder dormir. No estaba acostumbrada a pasar tanto tiempo sin dormir. Aunque más de una vez lo había hecho.

Las carreras que se llevaban a cabo los días de semana eran las que más dinero le dejaban. Los competidores con más poder adquisitivo pagaban para competir con ella y así ganarse el respeto de todo el submundo. Ella nunca solía rechazar aquellos retos ya que necesitaba ganar dinero. Tenía muchos planes para un futuro: pagar su universidad, comprar un departamento, conseguir un taller más grande donde arreglar y guardar sus autos, abrir un gimnasio y una sin fin de fantasías adolecentes. Afortunadamente, su cuenta en el banco era más grande de lo que muchos podrían esperar. Lo bueno era que los bancos suizos no preguntaban de donde salía el dinero, por eso no debía dar explicaciones.

Decidió comenzar a alistarse, por lo que se puso de pie y se dirigió a su closet. No puso mucho empeño en verse como nerd esa mañana. Simplemente se colocó un sujetador debajo de la remera que tenía puesta, unos jeans, converse blancas y una sudadera negra con los puños rojos. Su cabello negro caía libre hasta sus hombros y su cara solo tenía corrector de ojeras para no delatarla.

Tomó sus cosas y comenzó a bajar lentamente las escaleras. No tenía ganas de caminar hasta la parada del autobús, por lo que su única esperanza era que su madre se dignara a llevarla hasta el instituto. Pudo ver su silueta arrojada sobre el sillón. Su madre, Madeleine Wilson, era una empresaria que se la pasaba la mayor parte del tiempo en la oficina. Su cabello rubio ceniza y sus gélidos ojos azules, combinados con facciones marcadas, la hacían una mujer de hielo. Un hielo que solo se derretía con su hijo menor.

-Buenos días- saludó con un tono de voz indiferente. No porque necesitara algo de ella sería amable.

-¿Qué quieres? –preguntó su madre sin sacar la mirada del ordenador que tenía sobre su regazo. Algo en el interior de Paula se rompía cada vez que su madre se portaba tan indiferente con ella.- No tengo todo el tiempo del mundo Paula.

-Olvídalo.

Llegaría tarde, pensó al ver la hora en su teléfono móvil. El autobús había pasado hace diez minutos y caminando se perdería la primer clase. Solo le quedaba una opción, ir en auto. Resignada se dirigió al garaje, donde guardaba sus automóviles. Los observó durante unos cuantos minutos, pensando que todos eran demasiado ostentosos. Ninguno pasaría desapercibido en el estacionamiento del instituto. Finalmente, después de pensarlo seriamente, decidió montarse en su Porche Carrera GT color plateado y rezó para que nadie hiciera preguntas. Aunque sabía que eso era imposible.

Conducía a gran velocidad, a pesar de saber que el tiempo que había perdido escogiendo uno de sus bebes la había dejado fuera de la primer clase. Cuando por fin llego, solo pudo ver dos lugares libres. Lamentablemente, esos lugares se encontraban justo al lado del sitio donde estaban aparcados los autos de los populares. Suspirando, estacionó su auto en el lugar más apartado. Una Ninja Kawasaki verde se estaciono en el último lugar libre, haciéndola fruncir el ceño. Ella conocía esa motocicleta. Después de todo, había aprendido a reconocer en que se desplazaba cada popular. Lanzando un suspiro de fastidio decidió que lo mejor era bajar del auto y estar lista para recibir las preguntas del muchacho.

-No voy a hacer preguntas.

-Gracias Coleman.

Ambos comenzaron a caminar hacia el instituto, a sabiendas de que habían llegado demasiado tarde para la primera clase. Su plan era sencillo, ir a la biblioteca y perderse entre el silencio que allí reinaba. En algún punto de su trayecto notó que el castaño seguía junto a ella. Si tenía que ser completamente sincera, no le molestaba su compañía. Al parecer el muchacho era suficientemente inteligente como para mantenerse callado y no molestarla. Ese día no estaba de buen humor, la charla con su madre lo había arruinado todo. No podía creer como se habían distanciado tanto, aunque nunca habían estado muy unidas.

-Tomé una decisión que creo que deberías saber- la pelinegra miró al muchacho con una ceja alzada. Se encontraban sentados en una de las mesas de la biblioteca, la cual en esos momentos se encontraba desierta- Como ayer demostraste ser alguien medianamente interesante, creo que deberíamos ser amigos- ella no pudo evitar que la sorpresa invadiera su rostro. Kevin Coleman haciendo amigos no era algo que se viera todos los días, por eso estaba obligada a desconfiar- O al menos intentarlo.

-¿No crees que es algo demasiado radical? –preguntó con un tono de voz indiferente, regresando a su expresión natural. No pensaba decir nada más pero, al ver la expresión confundida y ligeramente decepcionada del muchacho, se vio obligada a explicarse- Es decir, tus amigos y yo no nos llevamos bien. Tú y yo tampoco lo hacemos. Es imposible cambiar una relación de un día para el otro. Además,- se encogió de hombros- no soy buena haciendo amigos.

El castaño no pudo hacer más que mantenerse callado ante aquellas palabras. La pelinegra tenía razón. Se había pasado los últimos dos años burlándose de ella descaradamente. Incluso había llegado a pensar que era una persona que no merecía la pena vivir. Pero el día anterior le había hecho abrir los ojos. Las personas, según él, son una capa de secretos y estos no deben revelarse todos a la vez. Tal vez, si se decidía a intentarlo, podría ganar una gran amiga. Tal vez, podría comenzar a relacionarse más con las personas.

-Creo que la amistad es algo por lo que vale la pena luchar- sentenció- No te estoy pidiendo que confíes en mi de un día para el otro, tampoco yo planeo confiar en ti tan rápido. Tampoco estoy diciendo que dejare de ver a mis amigos, porque no puedo dejarlos. Son una parte importante de mí.- la pelinegra lo observaba fijamente y analizaba sus palabras- Puede que conocerme valga la pena y veas en mi algo más que un futbolista musculoso. Puede que yo vea en ti algo más que una nerd que juega a ser corredora. –lanzó una risa nerviosa. La mirada de la chica parecía traspasarlo- ¿Qué puedes perder?

¿Si tenía algo por perder? Tal vez debería preguntárselo a su vida, donde había perdido demasiadas piezas. Todas ellas importantes. Se había sobrepuesto a cada una de ellas, pero incluso en las batallas más simples los solados dejan una parte de ellos. La ida de su padre le había costado la inocencia. El abismo que se había abierto entre ella y su madre le había enseñado que la sangre no garantiza el cariño. Ethan le enseñó que las peores cosas se hacen en el nombre del amor. Troy y Kim, por su parte, le enseñaron que nada en la vida es permanente y que incluso los mejores amigos pueden convertirse en enemigos.

-Siempre se puede perder algo- contestó con un tono de voz monótono.- La pegunta debería ser diferente ¿Qué puedo ganar?- se encogió de hombros mientras le lanzaba una fría mirada al grupo de chicas que se acercaban por el corredor hacia donde ellos estaban. Por un momento le preocupó que la viesen con el muchacho. Pero luego se dio cuenta que no estaban haciendo nada malo, solo estaban sentados en el suelo con la espalda sobre el casillero. Nada fuera de lo normal, salvo el hecho de que no eran personas a simple vista compatibles. Nerd y populares no se mezclan, al menos en teoría. –Solo lo sabré si lo intento.

El grupo de chicas se acercó, lanzándoles miradas furtivas. Paula pensó que su nombre pronto estaría en boca de toda la población femenina del instituto. Se imaginaba los murmullos que se crearían a su paso, diciendo que había vuelto a las andanzas, que nunca podría abandonar su profesión, que estar con uno de sus amigos sería lo más cerca que podría estar de Ethan Garroway ¿Le importaba? Deseaba que no. Pero en el fondo ella sabía que su corazón no era de hielo y que las mejoras armaduras tienen grietas. Sin embargo, para una persona que lo ha visto todo, un simple rumor es un juego de niños.

Un juego que puede volverse peligroso.

Al pasar junto a ellos, una de las muchachas mencionó la presencia de un nuevo y ardiente estudiante. Aquello no le importaba demasiado ya que sabría que el muchacho ni siquiera le dirigiría la palabra. Le divirtió el hecho de pensar que, en su primera clase, posiblemente le dirían que no se acercara a ella si quería ser alguien. Sumamente patético, pero así eran los adolescentes. Una chica como ella estaba obligada a aprender a sobrevivir dentro de aquella jauría.

Sobrevivir o dominar.

El timbre que anunciaba el cambio de hora sonó, devolviéndola a la realidad. No le costó mucho trabajo ponerse de pie y dirigirse a su siguiente clase, la cual afortunadamente no compartía con Ethan ni con Kimberly. Camino rápidamente, sabiendo que no podía perderse aquella clase. Cuando por fin llegó, se sentó en la primera fila y dejó que los minutos pasasen sin que a ella le importase demasiado. Incluso hizo oídos sordos a las burlas de sus compañeros y a las miradas burlescas de la profesora. Simplemente se dejó llevar por sus pensamientos.

A la hora del almuerzo se dirigió a la cafetería en soledad. Era consciente de que los días de almorzar con su mejor amiga se habían acabado. Eso no la afecto demasiado, ella no necesitaba a nadie. Se sentó en la misma mesa de siempre, sabiendo que la rubia no se atrevería a hacerle compañía. Kimberly podía ser muchas cosas, pero no era estúpida. Sabía que si se presentaba frente a ella como si nada hubiese pasado, posiblemente terminaría con la nariz rota otra vez.

Casi pudo sentir el cambio en la densidad del aire cuando una persona se sentó frente a ella. Podía sentir como cierto número de miradas estaban clavadas en su nuca, perforándole la piel. Alzo los ojos y se sintió morir al ver sus ojos verdes nuevamente. Su cabello rubio no había perdido el brillo que tenía la última vez que lo vio y su sonrisa seguía siendo igual de irritante. Aquella chispa de diversión aun brillaba en sus ojos, aunque en esos momentos ella pudo identificar cierto peligro en ellos. Un peligro que no había visto antes, pero que siempre había estado allí.

-Largo.- sentencio con voz fría.

-Haz cambiado mi pequeño angelito- dijo él con un tono de voz aterciopelado que siempre lo había caracterizado. Un tono de voz que hacía que muchas cayeran a sus pies. La pelinegra podía sentir el nudo que se había formado en su garganta y que parecía no querer dejarla respirar. Los recuerdos de las cosas que habían vivido juntos asaltaban su mente sin que ella pudiese hacer nada para evitarlo. El fantasma del pasado flotaba frente a ellos, envolviéndolos en una burbuja atemporal, aislándolos del mundo.- Todavía puedo recordarte como una dulce niña. Una niña que he venido a recuperar

-Debiste haberte quedado en Nueva York- contestó ella mientras tomaba un largo trago de agua. Pudo notar que sus manos temblaban ligeramente. Casi podía ver la oscuridad que se cernía sobre ella como un espectro. –Las niñas crecen- lo miró con una expresión dura, que nunca había usado con él. –No eres bienvenido en mi ciudad.

-¿Ahora es tu ciudad? –preguntó intentando contener la risa.

-Siempre lo ha sido Troy- murmuró con un tono de voz que presagiaba el peligro. El muchacho no pudo hacer nada más que sorprenderse al ver la forma radical en la que su ex mejor amiga había cambiado. Segundos atrás estaba seguro de que la conocía a la perfección, que ella no tenía secretos para con él. Pero en esos momentos de lo único que estaba seguro era de que su visita no era bien recibida- Harías bien en recordarlo.

-Si, tal vez lo tenga en cuenta.

-¡Troy!- una voz chillona invadió sus oídos, haciéndola fruncir el ceño ¿Cómo no se había dado cuenta de lo irritante que era la voz de Kim? La rubia llegó corriendo a donde ellos estaban y se arrojó a los brazos del rubio, que se había puesto de pie para recibirla. Toda la cafetería los miraba, pero rápidamente desviaron su foco de atención al ver que los populares se acercaban a los jóvenes abrazados. Paula no pudo evitar fruncir el ceño al ver que se comenzaban a sentarse en su mesa. Se sentía invadida- ¡Chicos! Déjenme presentarles a mi mejor amigo, casi hermano, Troy Anderson.

La pelinegra notó que William Hamilton le lanzaba una mirada interrogativa y no pudo evitar sentirme más incómoda de lo que ya se sentía. No iba a negar que le extrañaba la actitud del muchacho, nunca habían sido demasiado cercanos. Sin embargo, teniendo en cuenta el hecho de que se acostaba con Kimberly, era probable que el castaño se hubiese enterado de los hechos más relevantes de su vida. Ella sabía que la rubia no era buena guardando secretos. No lo había sido cuando eran amigas, no lo seria en ese momento, cuando habían pasado a ser unas desconocidas.

-Hola Troy- saludó Alison con un tono de voz que aparentaba ser seductor mientras se sentaba junto al rubio. El muchacho le dedicó una mirada curiosa y, luego de recorrer el cuerpo de la muchacha de pies a cabeza, sonrió de forma arrogante. Paula conocía esa sonrisa, después de todo, la había visto en acción muchas veces. Troy no se negaría a nada de lo que la castaña pudiera llegar a ofrecerle- Todo chico nuevo debe tener una porrista que lo guie los primeros días.- se mordió el labio, y eso a Paula le pareció sumamente vulgar- Puedo darte un recorrido intensivo por las instalaciones.

-Alison cariño- interrumpió Zack, quien tomaba asiento junto a la pelinegra sin importarle la mirada fulminante que esta le lanzaba. No quería a un idiota cargado de testosterona junto a ella. De hecho, no quería que ninguno de los populares se sentara en su mesa. Desafortunadamente no podía huir de allí ya que Lucy se había sentado en su otro flanco, tapándole toda vía de escape- Vas a asustarlo.- la castaña enarcó una ceja en dirección a su amigo, pero al ver que la sonrisa burlona de este no se dirigía a ella, se relajó- Al parecer ya consiguió otros servicios.

Sabía que se estaba refiriendo a ella, pero decidió ignorar sus palabras y continuar con su almuerzo como si nada hubiese pasado. Podía sentir la mirada de Ethan clavada en ella, por eso tuvo que emplear todo su autocontrol para no devolverle la mirada y echarse a llorar cual niña de cinco años. Un sentimiento conocido ardía en su interior, amenazando con reducirla a cenizas. Aunque no quedaba mucho por consumir dentro de ella, todo se había calcinado hacía ya dos años. Sin embargo, le seguía doliendo como el primer día.

Odiaba al amor por ser tan doloroso.

-Emm, Paula- una voz femenina estaba llamándola, pero ella decidió ignorarla. No estaba de humor para recibir las burlas de nadie.- Paula- volvió a llamar la misma voz. Al alzar la vista, la pelinegra se encontró con la visión de su ex mejor amiga sentada en el regazo de la persona que poseía su corazón. Sin dejar que ninguna emoción se mostrara en su rostro enarcó una ceja, incitándola a hablar. –Yo quería pedirte perdón por todo lo que te dije ayer, en realidad no pienso que estés exagerando.- los nudillos de Paula se volvieron blancos por culpa de la fuerza que comenzó a ejercer contra el tenedor- Aunque sí creo que todos merecemos una segunda oportunidad.

¿Cómo responderle sin mandar al demonio su imagen de nerd? ¿Cuánto tiempo podría aguantar sosteniendo esa fachada? ¿Estaba dispuesta a seguir siendo pisoteada por el simple hecho de no tener valor para mostrarse como en verdad era? La respuesta era no. Podía seguir estancada en el pasado o podía seguir hacia adelante. Pero avanzar significaría dejar atrás aquellos sentimientos que la gobernaban. Sin embargo Paula sabía que, mientras siguiera aparentando ser alguien que no era, nunca podría lograr sus metas. La felicidad exigía sacrificios que ella estaba dispuesta a pagar.

-Las segundas oportunidades no existen para mí- respondió con un tono de voz frio que sorprendio a la mayoría de los que estaban en aquella mesa sentado. Nadie salvo Kevin, Kimberly, Troy y William podía creer que la nerd hablara de una forma tan indiferente y segura- Tu elegiste tu camino- añadió refiriéndose a la posición de la rubia ¿Pedirle perdón sentada sobre Ethan? Muy sincero de su parte- Él escogió el suyo –su mirada se dirigió hacia Troy, que la miraba ligeramente arrepentido- Y lamentablemente ninguno coincide con el mío.

-Dudo que tu camino resulte ser mejor que el mío- respondió la rubia con un tono de voz arrogante. La pelinegra no se sorprendio se su repentino cambio de humor. Kimberly West siempre había sido una arpía, aunque nunca pensó que su veneno estaría dirigido a ella- Solo mírate, usas un antifaz para evitar los rumores.- solo Jesse pareció darse cuenta de a que se refería su nueva amiga. Kevin y Will, por su parte, esperaban que la rubia no siguiera abriendo la boca- Si todos supieran quien eres en realidad, no te tratarían diferente. Seguirías siendo una escoria. Una escoria que no pudo mantener a su lado al hombre que hoy amaneció en mi cama.

Era un golpe bajo, y todos lo sabían.

-¿Esto te hace sentir mejor contigo misma? –preguntó con un tono de voz neutro que presagiaba el caos. Un tono de voz que congeló la sangre de dos rubios que la conocían demasiado bien y que sabían que nunca obtendrían su perdón- ¿O solo sientes envidia al saber que nunca podrás ocupar mi lugar? –la rubia frunció el ceño, no le gustaba el rumbo que había tomado la conversación.- No creas que no sé qué te mueres por Dylan y que te llena de furia saber que ni siquiera sabe tu nombre.- lanzó una fina risa- Pero no estamos aquí para hablar de hombres ¿Cierto?- preguntó al aire- Nunca podrás ocupar mi lugar porque creciste bajo mi sombra- se puso de pie e inclinó su cuerpo sobre la mesa de forma sutil, para poder estar más cerca de la rubia- En el lugar donde los nombres de verdad tienen peso, te conocen como la amiga del Angel de hielo, y no hay nada que puedas hacer para cambiar eso.

-Gracias a mi tienes ese nombre- siseó furiosa la rubia mientras se retorcía en el regazo de Ethan, quien la sujetaba fuertemente.

-Sí, pero no fue gracias a ti que ese nombre comenzó a inspirar respeto y temor.- sentenció para luego alejarse frente a las miradas incrédulas de los populares, quienes no podían creer que la nerd que nunca se defendía pudiera llegar a ser tan cruel.

Paula llego rápidamente al estacionamiento y se montó en su automóvil. Condujo sin rumbo por la ciudad. No tenía ganas de pensar en las cosas que había dicho. Tanto tiempo había pasado aparentando ser alguien que no era. Tantas horas le había dedicado al debate entre ser ella misma o dejar que las cosas siguieran tal y como estaban. Mil veces había pensado que su verdadera personalidad era la que mostraba en el instituto, creyendo que la locura y el amor por las carreras pronto se irían de su vida. Tantas veces se había equivocado, que ni podría contarlas.

Las cosas habían cambiado y ella misma había sido participe de eso. Ya no tendría que preocuparse por el hecho de ser descubierta. Podría dejar que su mal genio invadiera el instituto. Podría enfrentarse a Ethan y sus amigos sin temor a que desconfiaran de su actitud. Incluso podría alejarse del mismísimo Ethan y comenzar a curar aquellas heridas que, aún después de mucho tiempo, seguían abiertas. Porque ella ya lo había esperado demasiado. Porque él no había hecho nada para retenerla. Pero sobretodo porque ella no era estúpida. Aunque ¿Dónde se halla el límite entre el amor y la estupidez?

No lo sabía.

Su celular sonó, sacándola de sus pensamientos. Se hallaba cerca del centro de la ciudad, pero no se había percatado de ello hasta ese momento. Estaciono su auto y observó la pantalla de su teléfono.

"Tú, yo y una cerveza de por medio, que dices? "- Matt Allen

"En media hora en Valencia, no te demores" –Paula

Guardó su teléfono y, con toda la paciencia del mundo, emprendió su marcha hacia uno de los bares menos concurridos de la ciudad. Valencia era el nombre que el propietario, Bob, le había puesto al lugar en honor a su esposa y al amor que ella tenía por aquella ciudad. Era un bar pequeño pero acogedor y la cerveza que allí servían era una de las mejores de la ciudad. Lamentablemente tenía mala fama porque se encontraba en uno de los barrios más peligrosos. Pero la gente como Paula, que conocían las calles, amaba ese lugar.

Al llegar, Matt estaba esperándola en una de las mesas junto a la ventana. Se sentó frente a él y le pidió a Bob que le llevara dos cervezas ya que el rubio no había ordenado nada. Hablaban de cosas sin sentido, y con cada palabra que salía de la boca del muchacho, Paula se daba cuenta de que era alguien con muchos secretos. Como ella.

-Dime Jackson –dijo el muchacho con un tono de voz curioso mientras la observaba fijamente, hipnotizándola con sus ojos cafés. En aquel punto de la conversación, más de una cerveza había desfilado frente a ellos. Ambos podían sentir como los efectos del alcohol comenzaban a aturdirlos. Sin embargo, ninguno dio señales de querer marcharse. Inesperadamente, se estaban llevando bien- Te conté de mis vicios- agregó, refiriéndose al momento en que había mencionado su amor por las mujeres y las fiestas- Cuéntame los tuyos.

-Desgraciadamente para ti, Allen- le dio un trago a su cerveza- mi único vicio siempre fue vivir.

La charla no se extendió durante mucho tiempo. El día estaba cediéndole el paso a la noche y había llegado la hora de marcharse. Paula pagó la cuenta, ignorando las protestas del rubio, y se marchó murmurando un simple adiós. Aquello era más de lo que Matt esperaba. No por nada le decían "ángel de hielo". Consideraba un triunfo personal el simple hecho de que hubiese aceptado ir a tomar una cerveza con él. Pensó que sería alguien con una personalidad simple, pero se había dado cuenta de que era alguien a quien valía la pena conocer. O al menos intentarlo.

"Mal día para mí, por favor dime que tendremos una buena noche"

Ese fue el mensaje que Dylan le envió. Ella, a pesar de estar cansada, supo que no podría negarse. Después de todo, su noche recién estaba comenzando.

Capítulo editado. 

Continue Reading

You'll Also Like

57.3K 5K 25
Becky llega a la Universidad con su novia friend Y le toca sentarse con freen Qué es una chica interosexual Y tiene fama De usar a las chicas pero po...
133M 8.7M 65
Recién llegada a la elitista universidad Tagus, Jude Derry descubre que ahí todo gira alrededor de las fiestas, los chismes, los ligues y sobre todo...
4.1M 239K 105
Libro uno de la Duología [Dominantes] Damon. Un hombre frío, amante de los retos, calculador... decidido. Se adentra en un mundo desconocido, donde l...
49.5K 1.5K 47
"me gustaría ser más cercana los chicos del club, pero supongo que todo seguirá siendo igual, no?"