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Arlette tomó con timidez la mano de Sirius, no estaba acostumbrada a las muestras afectivas en público y ciertamente se sentía extraña, no incómoda pero muchas miradas terminaban en ella y eso no le gustaba para nada. Aunque la mano de Sirius era agradablemente cálida y le gustaba estar sujeta a ella.
Por su parte, Black tomaba la mano de la chica con gran orgullo. A él le gustaba que los mirasen y supieran que Arlette Hale era ahora su novia o al menos su casi novia, aún no estaba seguro del todo de si estaban juntos como pareja o no.
Habían pasado alrededor de dos meses de aquel día en Hogsmeade, había estado hablando y saliendo casi todos los días. De igual forma, Sirius la esperaba afuera de las aulas para acompañarla hasta su siguiente clase con un obsequio diferente todos los días. Arlette le había dicho en varias ocasiones que los regalos no eran necesarios, pero él seguía llevándolos.
Trataba de no sofocarla y darle su espacio cuando se lo pedía, no tenía problema con ello, pero le gustaba estar siempre a su lado.
Arlette tenía la espalda contra la pared mirando fijamente los ojos de Sirius, el chico tomaba con una mano la mano de su contraria y con la otra acariciaba suavemente su mejilla mientras admiraba sus finas facciones.
Pasó su pulgar por su labio inferior. La chica se alegraba de que no hubieran tantos estudiantes por allí o ya estaría muerta de la vergüenza.
Sirius acercó su rostro al de ella, sintió su suave respiración y lentamente cerró los ojos.
Black terminó con la corta distancia que los separaba. El chico se movía con agilidad y eran quien llevaba el control, Arlette simplemente se dejaba llevar mientras llevaba una de sus manos hasta la nuca de su contrario y lentamente pasaba sus dedos entre el cabello de Sirius.
Sentía su pulso acelerado y el rostro le ardía, por más que lo quería no podía separarse del azabache. Se separaron un poco con la respiración entrecortada.
Black le dirigió una suave sonrisa.
—Eres hermosa, ¿lo sabías?
El corazón le palpito con fuerza, no estaba acostumbrada a recibir halagos. Pero escuchar a Sirius decir cosas lindas le alegraba bastante.
—Deberíamos ir a cenar —dijo en voz baja mirando de vez en cuando los labios de su contrario.
—Sí, deberíamos.
Sin embargo, ninguno hizo el esfuerzo de moverse de aquella cómoda posición.
Esta vez fue Arlette quien terminó con el espacio que los separaba, besó con necesidad a Sirius, como si su vida dependiera de ello. Sirius no se resistió y besó con la misma intensidad a la chica, esta vez pasando una mano por su cintura, manteniendo un agarre firme.
—¿Esto quiere decir que eres mi novia? —preguntó con una ligera risa cuando se separaron y unió su frente con la de ella.
Dejó salir un suave respiro y asintió.
—Claro que sí —una gran sonrisa iluminaba sus labios.
—Sólo quería asegurarme de que no era uno más de tus chicos —bromeo y ella dejó salir una larga risa.
—Eres un idiota, Black.
—Lo soy. Y este idiota está perdidamente enamorado de ti.
Tomó con ambas manos las mejillas de la chica y la llenó de besos por toda la cara. Ella sólo reía y cuando Sirius se detuvo, lo miró con ternura.
En esos meses, Sirius le había demostrado que había cambiado. Se metía en problemas con menos frecuencia, ya no le dirigía miradas coquetas a las chicas cuando andaba por los pasillos, simplemente las saludaba en forma agradable y seguía con su camino. Cuando estaba a solas, mantenían profundas conversaciones sobre diversos temas.
Definitivamente, Sirius había dejado de ser tan idiota y lo quería, realmente lo hacía.
—Te quiero, Sirius—dijo ella nerviosa.
Pudo ver cómo los ojos de Black se iluminaban y dejaba un beso en su mejilla.
—No más de lo que yo te quiero a ti, Arlette Hale.
Sonrió, por un momento le recordó a un cachorro y eso le causó bastante ternura junto a una oleada de calidez en el corazón.
Entonces lo abrazó y ocultó su rostro en el pecho del hombre mientras aspiraba su varonil aroma. No quería soltarlo, no estaba dispuesta a soltar y no lo hizo.